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Capítulo 1: Confrontando al Bad Boy

Un año después...

Seugmin.

El salón de Artes se encontraba vacío. Cientos de papeles relucían dispersos en la mesa prueba del arduo trabajo que estaba realizando. Por el contrario Minho, mi mejor amigo, parecía más concentrado en revisar su teléfono.

-¿Me ayudas con esto? -Le extendí unos carteles que debíamos recortar, pero ni siquiera pestañó-. ¡Ey, tierra a Minho! -Sacudí mi mano frente a sus ojos.

Él dio un sobresalto, finalmente reaccionando a mis llamados.

-Lo siento, Seugmin. Estaba revisando nuestra lista de pendientes -dijo, apretando los dientes que le sobresalían. Ese gesto siempre me daba muy mala espina.

Entrecerré los ojos y lo señalé con la tijera que estaba usando.

-No te escaparás esta vez .Eres mío hasta las seis treinta, querido vicepresidente.

Él soltó un suspiro, viéndose derrotado, y se dejó caer en la silla.

-Ya sé, pero estoy tan exhausto -Hizo un puchero-. ¿Tú no?

-Claro, pero eso no disminuye mi sentido de responsabilidad -Indiqué mi pecho con orgullo.

-Por favor, dame tu energía -Juntó sus manos, suplicante.

-Tú no no necesitas energía, necesitas dormir. Apuesto a que te quedaste jugando videojuegos toda la noche.

-Solo hasta las 4.30 -bufó, y cuando lo miré seriamente, levantó sus manos en señal de disculpa- .Lo siento por no ser tan responsable como usted, querido presidente.

Decidí ignorar su tono sarcástico, ya que en realidad aquello era algo normal entre nosotros.

-Tú no sientes ni mierda. Seguramente lo volverás a hacer.

-Me conoces tan bien.

Minho se recostó sobre la mesa con una sonrisa y no pude evitar rodar mis ojos. A veces no lo soportaba, pero era mi mejor amigo y lo amaba. Un sentimiento tan contradictorio.

Para describir a Minho solo tendría que hacer uso de una palabra: guapo. Minho era el tipo de chico, cuyo rostro del tamaño de un puño te dejaba anonadado por la ternura que transmitían sus facciones bonitas y delicadas. Sin embargo, al ser mi único amigo era imposible que cualquier sentimiento de atracción hacia él surgiera dentro mí.

Aún más considerando que mi corazón ya le pertenecía a otro. Y hablando de eso...

Llamada entrante: Hyunjin.

El sonido de una notificación captó mi atención, pero antes de que pudiera tomar mi teléfono, Minho se me adelantó, alejándolo de mis manos.

-Sin distracciones, ¿recuerdas?

La sonrisa vengativa que me dedicó era digna de un villano de película.

-Eres tan cruel.

-Por eso somos amigos -me recordó- .Dile a tu novio que te llame más tarde.

-Shh, alguien podría oirte.

Giré mi cabeza, evaluando mi alrededor. Por suerte, nadie lo había escuchado hablar o estaría en problemas.

-Lo siento, ¿señor fantasma me oyó? -preguntó, cubriéndose los labios dramáticamente, seguido de una de sus típicas risillas.

-Muy gracioso -Hice un mohín con mis labios- .Ya termina de recortar, quiero que la escuela entera quede tapizada con mi nombre.

La próxima elección de presidente escolar estaba pisándome los talones y, al igual que el año anterior, era mi deber hacer campaña electoral para conseguir ser reelegido. Y aunque me costara admitirlo, esto me tenía algo... ansioso.

Minho suspiró como por décima vez en el día, pero obedeció mis ordenes y volvió al trabajo.

-No entiendo porque hacemos esto .Todo el mundo te adora. Obviamente votaran por ti y si no lo hacen, yo mismo los haré tragar su voto por ser tan idiotas -Alineó sus cejas, fastidiado.

Por si a caso, lo obligué a bajar las tijeras porque tratándose de Minho nunca se sabía cuando hablaba en serio y cuando no.

-Ya entiendo porque ganaste como vicepresidente -Sonreí, esperando tranquilizar su momento de histeria.

-Hablo en serio. Todo en esta escuela es perfecto, en parte, gracias a ti -Su afirmación se vio interrumpida por un grupo de chicos que huían despavoridos por los pasillos-.Excepto por eso.

Mi expresión cambió a una de cansancio.

Ay, por favor, no de nuevo. Ya era la quinta vez esta semana.

-Creo que ya sé de qué se trata o más bien de quién.

Ambos compartimos una mirada cómplice, como si nos pudiéramos leer la mente.

-Bangchan -dijimos al mismo tiempo.

Sin pensarlo, en seguida dejamos lo que estábamos haciendo y corrimos tras la fila de estudiantes asustadizos, que nos condujo directo a la sala de música. Al llegar a la puerta, una multitud de alumnos parecía presenciar un acontecimiento sin hacer nada, pero en cuanto nos vieron, pidieron ayuda a gritos. Era un hecho que me conocían bajo el título de presidente escolar y, en consecuencia, no podía quedarme de brazos cruzados.

Por favor, que no haya heridos. Al menos, no de gravedad.

Con los puños apretados, me decidí a dar un paso, sin embargo la mano de Minho en mi pecho me detuvo.

-¿Estás seguro de entrar? -Su mirada insegura intercalaba entre la puerta semiabierta y yo.

Asentí, desbordando determinación. No tenía ora opción más que enfrentarlos por mi cuenta. Con Minho, habíamos intentando varias veces reportar con el director las problemáticas relacionadas con el bullying escolar que incrementaban cada día, ¿pero que hicieron? La solución más eficaz que obtuvieron para ellos: ignorarnos.

Así que sí, podía afirmar que estábamos más desamparados que un huerfanito en Navidad.

Sin más, lo aparté con mi brazo antes de adentrarme al salón de música. Minho me siguió, contagiado de mi valor. Quisiera decir que me sorprendió lo que llegaron a visualizar nuestros ojos, pero no era así, esta escena era una a la que lamentablemente con el tiempo nos habíamos acostumbrado: un par de estudiantes siendo intimidados por el mismo grupo de siempre.

Changbin y Felix quienes intentaban meter a uno de las víctimas dentro de un piano, Jungwon quien sostenía al amigo de este y el peor de los cuatro que veía todo desde una silla, sentado como si fuera un rey al que debían entretener. Pero él era más que eso, era el lider de la manada, el terror de los estudiantes, el diablo en persona, era...

-Bangchan -Lo llamé por su apodo.

Al oír el sonido de mi voz, de manera automática, Bangchan giró su cabeza en mi dirección y una gran sonrisa se formó en su rostro. No tardó en ponerse de pie, presentía que estaba esperando mi llegada.

-Presidente.

Era un chico de complexión grande, cuyos músculos resaltaban a través de su ropa completamente negra. El tono pálido de su piel contrastaba con el aura oscura que lo envolvía y a su vez con el color de su cabello azabache. Además, resaltaban en su figura la rudeza de sus facciones, volviéndolo un tipo algo sexy para la mayoría de estudiantes.

Menos para mí porque en mi caso lo único que conseguía provocarme era desagrado. Demasiado. Aún más cuando sus ojos brillaban como un par de centellas al observarme en los pasillos, en las clases y justo como ahora, que me veía medio embobado. En serio, sus sentimientos por mí no podían ser más obvios.

Al percatarme de su estado de entumecimiento, di otro paso hacia la pandilla, dejando atrás a Minho y coloqué mis brazos en jarras.

-Suelten a esos chicos. Deberían estar en clase, no molestando a los demás y perdiendo mi tiempo -Realmente me oía más valiente de lo que me sentía.

Había cien por ciento de probabilidades de que Changbin con un solo golpe pudiera derribarme al suelo, pero estaba confiado porque tenía un az bajo la manga: yo mismo.

El contacto visual entre los ojos de Bangchan y los míos no se rompía ni por un segundo, como si jugáramos a ver quien ganaba un duelo de miradas. Y finalmente, cuando Bangchan inclinó su cabeza y sonrió alardeando de sus hoyuelos, supe que yo había sido el vencedor, al igual que todas las veces anteriores. Aunque no tenía ni idea de que le causaba tanta gracia. Este era un asunto serio, pero para él todo parecía ser un juego de niños.

-Changbin, ya lo oíste. Déjalos ir.

Para mi sorpresa, Changbin obedeció sin cuestionar y con una sola mano, sustrajo al estudiante del piano. Solo a ellos se les ocurriría utilizar instrumentos musicales como formas de tortura.

Las víctimas, que debían ser de primer año, me agradecieron repetidas veces mediante susurros y salieron corriendo. Lo único que se podía llegar a ver era el humo que había dejado su rápida huida.

El publico detrás mío no podía mostrarse más impresionado, tenían que sostener sus mandíbulas sin lograr creer lo que habían visto. Hasta Minho, que ya había sido testigo varias veces del poder que tenía sobre Bangchan, mantenía sus ojos bien abiertos.

Vamos, en parte, ni yo lo podía creer. Pero no me quejaba, creía que era el único lado de bueno de gustarle al matón de la clase.

-Una sonrisa de agradecimiento no estaría mal, muñeco.

Mientras sus amigos lo codeaban en burla, resistí las ganas de vomitar por ese apodo tan cursi.

-Te agradeceré el día en que dejes de causar problemas. Ahora si me disculpas tengo cosas que hacer.

Giré sobre mis pies, sin embargo, antes no pude evitar escuchar su afirmación:

-Ignórame si quieres, pero algún día serás mi novio.

¡Ja! Si claro y los cerdos vuelan.

Negué con mi cabeza y salí del salón junto con Minho. No quería continuar escuchando las estupideces que salían de su boca. Estaba loco. Ni en sus mejores sueños saldría con alguien como él. Ambos éramos como el agua y el aceite: jamás podríamos mezclarnos.

O eso era lo que pensaba.

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