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La Conjura De Los Pendejos

Los dedos como salchichas de la alcaldesa Mantecoza golpeaban con impaciencia el periódico que tenía delante. Estaba goteando un líquido aceitoso bajo la presión de una luz fluorescente que su asistente había instalado para obligarla a perder peso sudando, la misma razón por la que siempre tenía al menos un asistente siguiéndola mientras la iluminaba con una linterna.

—¿Cómo hago zoom en esto? —preguntó la alcaldesa Mantecoza mientras tocaba la edición vespertina del "Tribuno de Nueva Orleans" que la mostraba, veinte años más joven, vistiendo un disfraz de bruja en una fiesta de Halloween mientras le daba un beso canadiense a una escoba.

Para aquellos que no están familiarizados con un beso canadiense, se hace susurrando dulcemente disculpas dentro de la boca de la persona entre besos. Según Cosmopolitan, es una de las veinte formas principales de sorprender a tu hombre durante los momentos calientes, al tiempo que afirma que el artículo número cuatro en dicha lista es uno que no creerías. Nosotros en "Jugando con Cerillas" pudimos entenderlo fácilmente, incluso cuando nos fue difícil encontrar una trompeta que pudiera caber en un orificio tan pequeño.

El jefe de gabinete de la alcaldesa Mantecoza—que es otra palabra humana elegante para "asistente administrativo"—un tal Trevor Workee, se movió detrás de ella para susurrarle al oído. Algo extraño, dado que estaban solos en su oficina.

—Eso es un periódico, señora, no una tablet. Tiene que acercarse físicamente al papel para hacer 'zoom.'

—¿Qué, con mis ojos? —dijo la alcaldesa con disgusto—. No me pagan lo suficiente para hacer zoom con mis propios ojos.

Movió su gordo dedo índice con la misma seriedad que uno usaría para aplastar a una hormona escurridiza y pulsó un botón rojo en el intercomunicador del escritorio. —¡Brenda, ven aquí!

Una niña ratonil y menuda, con anteojos redondos, apareció poco después, con sus ojos rojizos medio llenos de asco y medio llenos de hambre. La apariencia de su jefa, siempre grasienta y con un leve olor a cebolla, tendía a darle imágenes mentales de un desayuno fuerte, con mucho tocino, tostadas y al menos un huevo escalfado. —Mi nombre es Sabrina, señora —dijo antes de que le arrojaran el periódico.

—Lee eso, Brenda —ordenó la alcaldesa sin prestar mucha atención a lo que había dicho Sabrina—. Te pago para leer, ¿no?

Sabrina se mordió la lengua para evitar decir que, de hecho, era pasante y no le pegaba un pepino. De hecho, un pepino habría sido lo último que podría pagarle, ya que la mujer no había visto un pepino en su vida, ya que los únicos vegetales que consumía eran los toppins de su pizza diaria. Aún así, leyó las primeras líneas en su mente mientras movía los labios antes de ser interrumpida.

—En voz alta, Brenda —dijo la alcaldesa—. Dulces pantorrillas de la Madre Teresa, será mejor que te pongas en forma, Brenda. Nunca obtendrás el aumento de sueldo que deseas con esa actitud.

Ponerse en forma, pensó Sabrina, era otra cosa que la alcaldesa nunca había hecho en su vida. Incluso estaba segura de que no podía levantarse de la cama por la mañana sin que uno o dos asistentes tiraran de ella.

—Dice: ¡Hechizada! Ha aparecido otra imagen inapropiada de la alcaldesa 'Mantequillosa,' esta vez vistiendo un disfraz de bruja en una fiesta de Halloween a principios de la década de 2000. El Aquelarre De Brujas De Nueva Orleans(ABNO) emitió un comunicado condenando al alcalde, diciendo que 'Nuestra cultura no es un disfraz, un personaje o una chiste. Condenamos enérgicamente a la alcaldesa Mantecoza y su desenfrenado desprecio por una de las minorías prósperas de Nueva Orleans.'

La alcaldesa le arrebató el periódico de las manos a Sabrina. O al menos eso intento.Estaba muy lejos para poder alcanzarla. Sabrina tuvo que acercarse lentamente a ella para poder ser arrebatada. —¡Esto es una cacería de brujas! ¡Y una cacería de brujas real! ¡Los medios conservadores neocomunistas quieren atraparme de nuevo! Llamándome Mantequillosa incluso, ¡deberían decírmelo en la cara! Canallas.

Sabrina se puso pálida ante el arrebato de la alcaldesa, cubriéndose los ojos y la cara mientras salía corriendo de la habitación.

—¡Señora, no puede decir la palabra con C! —dijo Trevor.

—¿Canallas? —preguntó la alcaldesa antes de morderse el dedo sudoroso en un lapso mental momentáneo, pensando que era un perrito caliente crujiente del Oxxo. Tal vez sufrir un golpe de calor para adelgazar no fue una buena idea, pero si algo hemos aprendido de la naturaleza humana es que hacer cosas estúpidas está en su ADN. Comenzó con Groog el Idiota, quien después de inventar la rueda decidió emborracharse con bayas maduras, puso cuatro ruedas en un trozo de madera y lo estrelló en un lago local, inventando así el conducir ebrio.

—No, Caceria de Brujas —susurró Trevor, no sin antes asegurarse de que nadie estaba cerca para escucharlos—. Sabe que es muy ofensivo para las brujas.

—¿Y? No soy una bruja —dijo la alcaldesa Mantecoza mientras se recostaba en su silla de oficina reforzada—. Bueno, lo soy según mi esposo.

—Pero Sabrina es una bruja, señora —dijo Trevor.

—¿Quién?

—Uh, la mujer a la que usted llama Brenda, la interna. Sabe, ella es una bruja, y la hija de un hechicero muy influyente en la ciudad —dijo Trevor—. Sabe, el que controla el voto paranormal de la ciudad, el cual necesitamos para su reelección.

—¿Un hechiquecosa?

—Eh, un hombre bruja, señora.

—¿Como ese pendejo Harry Potter?

—Sí —dijo Trevor. Estaba tan cerca de la alcaldesa que la luz fluorescente comenzaba a afectar también—. Como ese pendejo.

La alcaldesa Mantecoza se limpió el pequeño atisbo de bigote de su sudor aceitoso mientras pensaba. —Bueno, nadie lee el periódico, de todos modos, ¿verdad? Entonces, creo que estoy bien.

—También está en línea en periódicos regionales y está trending en Twitter —corrigió Trevor.

—Santas papitas Pringles —dijo la alcaldesa, golpeando su escritorio—. Oh, tráeme algunas papitas pringles, cariño. Ya me dio hambre. Y bueno, ¿puedo decir que en vez de una cacería de brujas, es una persecución de magos?

—Creo que sería peor —dijo Trevor.

—Encuéntrame algo que pueda decir que no suene ofensivo o racista— dijo la alcaldesa.

Trevor simuló escribir una nota en su teléfono, lo que solía hacer cuando su jefa decía algo increíblemente estúpido, lo que ocurría la mayoría de las veces. Se había tomado el tiempo de escribir un breve fanfic BxB de un sueño febril que una vez tuvo sobre Sonic the Hedgehog x Chabelo. Solo tenía tres lecturas en Wattpad hasta ahora. Dos de esas son nuestras.

—Señora, tiene que tener cuidado con lo que dice y a quién. Es candidata a la reelección este año.

—¿Han pasado ya cuatro años? —preguntó la alcaldesa—. Se ha ido en un santiamén.

Sin embargo, no para Trevor. Desde que su padre lo obligó a tomar una posición importante en el gobierno, había navegado en el barco lleno de crisis de la alcaldesa Mantecoza a través de tiempos difíciles, a menudo yendo en contra de la voluntad de su jefa.

Primero, fue un escándalo que los medios llamaron Wendy's-gate, en la que había sido acusada de aceptar nuggets de pollo como soborno por permitir que Wendy's abriera un local en el Barrio Francés. Luego fue Mayonesa-gate, en el que permitió que las escuelas clasificaran la mayonesa como un tipo de pudín para dar a los niños gracias a los crecientes de chocolate. Luego fue Gate-gate, que fue cuando quedó atrapada en las puertas del Ayuntamiento, y el Departamento de Bomberos tuvo que intervenir cubriendola con mantequilla para sacarla. De ahí su apodo, Mantequillosa.

—Sí, en un abrir y cerrar de ojos —dijo Trevor—. Y tenemos que tomar cada paso calculadamente si queremos multiplicar esos años por dos.

La alcaldesa Mantecoza golpeó la mesa con las manos y derribó una pequeña estatua de San Fabio el Torpe, santo patrón de las malas decisiones. —¡Maldita sea, Workee, sabes que no creo en las matemáticas!

—Significa que tienes que cortejar el voto paranormal si quieres quedarte otros cuatro años, mire esto.

Trevor recuperó una carpeta negra del escritorio y comenzó a leerla en voz alta para su jefa. Se tomó su dulce tiempo, ya que era de las pocas veces que podía insultarla en su cara. —Está encuestando terriblemente en la comunidad sobrenatural. El 56% de las brujas cree que no representa sus intereses.

—¡Hago mucho por ellas! Las tripas de pollo están más baratas que nunca.

—El 78% de los hombres lobo dicen que no la mordería. Lo mismo que el 89% de los vampiros.

—Pues se lo pierden —dijo la alcaldesa, apoyándose en su escritorio para tratar de ser seductora. Ella falló—. Soy deliciosa.

Trevor recuperó una página llena de purpurina y sangre, cortada y quemada en espacios aleatorios, haciendo que todo fuera ilegible. —Ni siquiera empiezo a entender en qué creen esos payasos.

—Si son como mi esposo, no creo que les agrade —dijo la alcaldesa.

—Eso es otra cosa. Tiene que dejar de referirse a su refrigerador como su esposo.

—Es duro, frío y me hace feliz. Todo lo que quiero en un marido. ¡No puedes quitarme eso, Trevor!

La vista de sus mejillas temblorosas lo hizo dejar el tema por completo. Solo esperaba que ella pidiera el consentimiento de la nevera antes de cualquier acto lascivo. —Por último, casi el 37% de todos los encuestados cree que usted es, de hecho, un lechon reanimado que solo puede caminar gracias al poder del vudú.

—¡¿Qué?! ¿Es eso cierto?

—Sí —dijo. Era una mentira, por supuesto. Trevor tomó la oportunidad para agregar su propio insulto aquí. Que sea nuestro pequeño secreto. Al leer esto, estás consintiendo a ser parte del sagrado juramento intergaláctico Chismosiano. Que mil comepieles carvelianos te torturen por toda la eternidad si rompes dicho juramento.

La alcaldesa Mantecoza trató de ponerse de pie, pero falló, y se contentó con rodar en la silla de su oficina mientras se acariciaba el bigote. —No me gustan estos números en absoluto. Despide a los encuestadores. Búscame a alguien que no sea ni de derecha ni de izquierda. Alguien término medio. Oh, sé amable y pídeme unos bistecs término medio para acompañar a las pringles, ¿quieres?

—Sí, señora —dijo Trevor. No hizo ninguna de esas cosas, y todo lo que la alcaldesa Mantecoza tendria para comer era la mitad de una ensalada César y un agua dietética.

Para aquellos que no están familiarizados con la icónica Ensalada César, no fue, como muchos creen, creada por el emperador romano Julio César. Si lo fuera, implicaría apuñalar a la ensalada dieciséis veces en la espalda por sus amigos más cercanos.

La alcaldesa comenzó a masticar el extremo de un bolígrafo con sabor a Splenda, tragándose accidentalmente la tapa en el proceso mientras jugueteaba con algunos papeles en su escritorio. Eran los permisos para un nuevo proyecto sobre el que Trevor la había molestado para impulsar su posición en la comunidad paranormal.

—¿Estás seguro de que esto del Zombie Gras le agradara a los fenomenos raritos esos? —ella preguntó. También se preguntó si la tinta de la pluma también sabría a Splenda. Spoilers: no.

—Sí, señora. Sondeó muy bien con todo el mundo. El 80 % dijo que era un paso en la dirección correcta, mientras que un sorprendente 96 % dijo que impulsaría su posición en la comunidad paranormal en la ciudad.

—Espero que tengas razón en esto. Es tu pellejo en riesgo si esto resulta ser un fracaso. Consígueme algunos pellejos de pollo con la carne y las papas, cariño.

—¿Mi pellejo? —preguntó Trevor—. No fui yo quien lo propuso.

—Esa sería yo —dijo una voz dulce y ratonil desde la puerta. Sabrina estaba de pie justo afuera, en el pasillo, con los ojos enrojecidos por llorar en el baño por su pasantía de mierda y su jefe de mierda mientras pinchaba con una aguja un muñeco vudú de contrabando de la alcaldesa Mantecoza. —Bueno, fue idea de mi padre. Solo te lo pasé a usted.

—Bueno, entonces es tu pellejo el que está en juego, Brenda —dijo la alcaldesa—. Además, ¿qué te dije acerca de no ser espeluznante y aparecer de la nada? Tengo que ponerte una campana alrededor del cuello.

Sabrina se clavó las uñas en la palma de la mano, la única manera de salir de una súbita ira asesina. —Lo siento, señora, tenía prisa. Solo quería decirle que su reunión de las 3 en punto es aquí. Ah, y la llamó la superintendente Lennin. Nuevamente.

—¿Quién es con quien me reuniré? —dijo la alcaldesa.

—Un tal DJ Belluz, señora —dijo Trevor—. Ya sabe, el planificador de eventos. ¿El que recomendó el muy influyente, ejem, 'hombre bruja'?

—Ah, sí. El planificador —dijo la alcaldesa—. Déjalo pasar. Y dile a Lennin que deje un mensaje.

—Ella ya lo hizo —dijo Sabrina, tomando una nota adhesiva de un cuaderno—. Ella dijo, y perdone mi francés: Qué carajos pasa por tu cabeza, bruja obesa. ¿Qué es este complot comunista de mierda, usando a todos mis hombres para proteger un carnaval de mierda comunista de mierda? Santa Macarena en un trio swinger, debes tener un mal funcionamiento importante en esa carne de tofu empapada que llamas cerebro si crees que voy a hacer que mis hombres protejan a un montón de duendes y... eh, preferi no decir esta palabras. Al menos ten los ovarios para responder a mis llamadas. Puta, zorra, furcia, zopenca.

—Siempre un encanto, esa Lennin —dijo la alcaldesa—. Llámala, dile que deje la lloriqueadera y haga su trabajo.

—Me dijo que estaba cansada de usar el teléfono porque, y cito textualmente, 'esas malditas torres 5g me están dando cáncer de úvula', y que vendría tan pronto como pudiera.

—Puta sea —susurró la alcaldesa—.. ¿Dónde está ese inútil de DJ Belluz, de todos modos?

—Lo enviaré de inmediato —dijo Sabrina.

—Está bien. Trevor, ve a buscar mi comida. Brenda, tu trabajo será mantener a la superintendente Lennin alejada de nosotros. Eres una bruja guapa y joven. Encantala con tus dotes y mandala a comer tierra.

—¿Está tratando de enchularme mágicamente a algún policía loco? —preguntó Sabrina.

Trevor se movió rápidamente y se colocó entre las dos mujeres. Había chispas volando entre ella, en su mayoría por la magia de Sabrina derramándose por su ira. Tuvo el agradable efecto secundario de cargar todos los teléfonos de la habitación. —No, no, no. Por supuesto que no. Lo que la alcaldesa está tratando de decir es que usted es una mujer joven y talentosa que puede tener muchos recursos. Simplemente mantenga a la superintendente alejada de nosotros.

—Sí, eso —aseguró la alcaldesa Mantecoza—. Totalmente lo que quise decir.

Luego socavó todo lo que había salvado haciendo un guiño grande y poco sutil a Trevor.

Dejó escapar un gran suspiro. Iba a ser un día largo. Salió de la habitación, y casi al mismo tiempo, un hombre entró en la habitación. Almenos creemos que era un hombre. El ser se podría describir mejor no como un ser humano, sino como un crimen contra la moda y el buen gusto ambulante.

Tenía un sombrero de copa a rayas negras y amarillas, con un chaleco y pantalones de gamuza azul y naranja. Sus zapatos estaban hechos de pelos de crías de foca, y su boca brillaba con todos los dientes de oro que tenía. El por qué los humanos tomarían su material más valioso y los meterian en su cavidad más repugnante es algo que nunca podremos entender. No dude en contactarnos si tiene información práctica sobre este raro comportamiento humano.

—Alcaldeza Mantequillita, mi niña, ¿q'hubo? —dijo el hombre mientras saltaba desde la entrada al escritorio para abrazar al alcalde.

Ella, por otro lado, empujó al hombre y estrechó su mano con fuerza. —DJ Belluz, qué bueno verle. Y puntual también.

El hombre le disparó algunas pistolas con los dedos mientras chasqueaba la lengua, lo que, si la alcaldesa hubiera sido de la Galaxia Frotulan, habría significado que él también estaba listo para aparearse. Es por eso que esta historia tiene una calificación de 21+ en dicha galaxia. —Oye, oye, sabes que papi Belluz es temprano para levantarse, tarde para descansar, y siempre está de taki-taki rumba ¿entiendes?

—¿Supongo que eso es algo bueno? —preguntó la alcaldesa, pero solo obtuvo una pistola de dedo como respuesta—. Bueno, comencemos. ¿Qué tienes para mí?

El DJ se sentó frente a la alcaldesa, sacó un pliegue de papeles de algún lugar que no nos atrevemos a mencionar y se aclaró la garganta. Su voz cambió de un DJ local de sábado por la mañana a un hombre de negocios sospechoso y de poco fiar.

—Llamaremos a esta festividad hipotética 'Zombie Gras' para ilustrar el profundo e histórico apego de la ciudad a la tradición Hoodoo Voodoo, al tiempo que destacamos otras etnias mágicas. Sin mencionar que será una buena fuente de ingresos para la ciudad. Nos gustaría fijar esta fecha en la noche entre el 30 de abril y el 1 de mayo, también conocida como 'Walpurgisnatch,' la noche de las brujas y la noche donde la magia es más fuerte, de esa manera podemos mantenernos en el tema, celebrar la cultura mágica de la ciudad, y apaciguar a la demografía de brujas y brujos, que según mi investigación es el grupo con el que más estás luchando.

La alcaldesa se quedó desconcertada. No por el repentino cambio de DJ, sino porque Trevor entró con una bandeja de mini-sándwiches. —Disculpa, querido. Es mi segundo pre-almuerzo. Continúa. Y no suenes tan formal. Estamos entre amigos aquí, ¿verdad, Trevor?

—Claro, amigos —dijo Trevor sin una pizca de amistad en él—. Traeré las bebidas.

El DJ volvió a ajustar su voz y volvió a ser un DJ molesto, lo cual es un oxímoron en este punto. —Muy bien, gatinah, escuchen a DJ Belluz, porque no habla dos veces. Tenemos que hacer algunas cosas raras, ¿entiendes? Comenzamos con una gran sesión espiritista, luego, un gran desfile, con carrozas y mierda. Luego, algunos espectáculos pa' wawas, ya sabes, para esos pequeños de la casa. Pero lo mejor es que, al final de la noche, atentamente, el mismísimo DJ Belluz va a lanzar un rave bom-bas-tic hootenanny con toda esa música que vuelve loco a la juventud de ahora en el Parque Central, la fiesta al aire libre más grande que esta ciudad haya visto, ¿entiendes?

Todos permanecieron en silencio, sobre todo porque no podían entender nada de lo que había dicho.

—Además —dijo el hombre—, Bad Bunny va a cantar.

—Bueno, estoy convencida —dijo la alcaldesa Mantecoza—. Si Bad Bunny va a cantar, no creo que haya ningún problema aquí. Después de todo, es la voz de una generación.

Trevor, el único adulto en la sala, intervino. —Pero, ¿cuánto nos costará esto? Suena caro.

—Oh, no pagarán con dinero, si sabes a lo que me refiero —dijo el DJ.

Cualquiera con buen ojo habría visto los ojos vacíos detrás de sus gafas. O su lengua inusualmente larga y afilada. O tal vez la cola que estaba tratando de ocultar debajo de su abrigo. Lamentablemente, el único ojo que podía considerarse bueno estaba mirando su quinto mini-sándwich.

—Entonces, ¿estás diciendo que es gratis? —dijo la alcaldesa.

—No, no del todo —dijo el DJ.

—Pero no vamos a pagar con dinero —dice la alcaldesa, o al menos intenta decir entre bocados de carne y queso.

—Bueno, no, pero-

—Entonces, conseguiste un trato —dice la alcaldesa Mantecoza—. Porque no tenemos dinero.

—Muy bien —dice el DJ—. Solo necesito darte la mano y todo está bien.

La alcaldesa se sacudió las migas de pan de la mano—pero no la mostaza, por alguna razón—y estrechó la mano del hombre.

Entonces, la habitación tembló. Fue solo por un segundo, un parpadeo, por así decirlo, como si toda la habitación tuviera demasiados burritos en su barriga y no hubiera un baño a la vista. Pero así como vino, se fue.

El trato estaba hecho.

—Vaya, creo que me acabo de zurrar, perdone mi francés —dijo la alcaldesa—. Ahora, ¿cuál va a ser el primer evento?

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