Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Mito De Chuck

Es durante la larga noche de maratón del alma, cuando la ilusión de la realización terrenal se hace añicos, nos queda encontrar significado dentro de nosotros mismos para poder experimentar una verdad que conocemos desde hace milenios: que la vida, el universo y todo lo demás no tiene sentido, y cada intento de darle uno sería como regalarle un dibujo de palitos a tu mamá, ya que ella estará bastante orgullosa por un tiempo, lo pondrá en el refrigerador, solo para ser ignorada y olvidada poco después, sin que quede ni el recuerdo de haberlo tirado.

Esto, el filósofos argelino (no por su propia admisión) y existencialista (no por elección) Albert Camus—el único filósofo en la historia de la humanidad que usó su limitado tiempo terrenal para divertirse en lugar de sentarse en una habitación mohosa llena de incels debatiendo sobre el significado del significado—lo llamó "el absurdo."

Estamos constantemente en una batalla entre lo que es y lo que creemos que debería ser. Cualquier ruptura entre esas dos cosas, eso que revela que no hay un gran significado detrás, es un llamado para que veamos el absurdo.

¡Y qué confrontación con el absurdo estaba teniendo Chuck! Sintió como si, por mera coincidencia, el cielo pareciera estar hecho a su medida. Todo era lo suficientemente grande para no despertar su miedo a los lugares pequeños y, al mismo tiempo, lo suficientemente pequeño para no despertar su miedo a los lugares grandes. Todo, hasta donde alcanzaba la vista, estaba hecho de rincones y grietas angulares en los que podía esconderse si así lo deseaba.

Si bien en teoría este parecía el lugar ideal para descansar su alma cansada, era un lío de formas y geometría imposible que en la práctica lo hacía querer vomitar. Era eso, o el constante olor a comida frita.

¡Se suponía que esto era el cielo! ¡El lugar para que su alma inmortal descanse, no para marearse! Por un segundo, Chuck pensó que esto podría ser el infierno, pero pensó que habría sido demasiado obvio. No había nada intrínsecamente malo en el cielo, pero se sentía demasiado absurdo para ser real.

Sin mencionar que estaba vacío. No se podía ver un alma en ninguna parte.

Y esta desconexión entre las expectativas y la realidad fue suficiente para que Chuck saliera de su breve trance celestial para hacer algunas preguntas importantes.

Por ejemplo, estaba la pregunta inevitable de por qué estaba allí en primer lugar. No era particularmente bueno—había arrancado la etiqueta de su colchón después de todo—sin mencionar la parte en la que hizo un trato con el diablo. Debería haber estado bañándose en una hoguera quejándose de que tenía demasiada cebolla en el trasero.

Y sin embargo, allí estaba, en el cielo. ¿Y por qué estaba allí en primer lugar? ¿Qué fue todo eso con Ahumado y los sacerdotes? Eso también fue bastante extraño. ¡Absurdo, incluso! Sin mencionar todo el asunto de todo lo que había sucedido antes de eso. Su larga noche de maratón del alma ha estado llena de absurdos que de alguna manera dejó pasar. Oh, pero la extraña geometría del cielo, eso es lo que abrió la cortina del universo para revelar un montón de nada detrás de él.

Profecías, predicciones, médiums, vampiros, todo por nada. Una mentira. Engaño. ¡Absurdo! ¿Cuál era el significado de todo? ¿Su sufrimiento, siendo llevado de un lado a otro, él siendo el héroe de un viaje de una historia en la que no tenía ninguna agencia real, valió de algo?

En su momento de crisis, Chuck hizo lo que mejor sabía hacer: correr en un ataque de pánico. En un universo que no se preocupa por él, al menos podría hacer eso. No hace falta decir que no ser un fantasma no le dio el mismo panache a su ataque de pánico, pero no le impidió salir corriendo mientras agitaba los brazos en un vano intento de volar. O al menos creemos que lo fue.

Pasó corriendo la Plaza de la Alabanza, bajó por la Avenida del Perpetuo Dolor, subió por la intersección entre Calle Celestial y Calle Magnánimo, y de lado subió por la Avenida de Adoración, emitiendo un chillido continuo durante todo el camino.

Camus dijo que, cuando los humanos se enfrentan a la comprensión de que la vida es un concepto absurdo y sin sentido, uno tiene que hacerse la última pregunta: ¿por qué no debemos suicidarnos? Los seres humanos están atrapados en un ciclo de despertarse, hacer cosas y dormir, esperando que suceda mañana para poder hacerlo una vez más, sin un objetivo real en mente que no sea sobrevivir, una y otra vez, hasta que mueren.

Si la vida en sí misma no tiene una meta, ¿por qué vivirla en primer lugar? ¿Sólo para hacer las mismas cosas una y otra y otra vez? ¿Para perpetuar la especie? ¿Para apaciguar a un Dios? ¿Cuál es el punto de todo esto?

¿Y que si como Chuck, tu destino es vivir, incluso en la muerte? ¿A dónde llevas tu pánico cuando ni siquiera puedes morir? Chuck ni se cansaba ni le faltaba el aliento, estando en el cielo y todo eso, por lo que teóricamente podría gritar por toda la eternidad. Pero como cualquiera que haya estado en un avión con un bebé, no puedes gritar mucho antes de aburrite.

Frente al absurdo de la vida, y sin la muerte de por medio, una pregunta más adecuada sería: ¿de qué sirve vivir? ¿Cuáles son tus razones para vivir? ¿Por qué quieres estar vivo? ¿Y a quién culpamos de nuestra existencia?

Para eso último, tenía una idea bastante clara de a quién podía quejarse. Canalizando su Karen interior, se dispuso a hacer lo que ningún mortal había hecho antes: pedir ver al gerente de la vida.

—Perdóneme —dijo Chuck al aire, en algún lugar entre los artículos deportivos de Salmos y el Emporio de Simosas del rey Salomón (sin salmones ni salmos)—, ¿alguien sabe dónde puedo encontrar a Dios?

Un letrero saltó del suelo, el cual aprecia como un letrero de trampa de turista de carretera: ¡Conoce a Dios! ¡A sólo 2 KM de distancia!

Chuck agradeció la señal—que, extrañamente, también le dio las gracias—antes de lanzarse por la calle.

Continuó agitando los brazos y gritando, y lo hizo un poco más, y continuó haciéndolo un poco más ya que era estadounidense y no sabía cuánto era un kilómetros, mucho menos dos. Pero después de una cantidad considerable de tiempo, llegó a lo que parecía ser un lago muy pequeño, o un estanque enorme, o incluso un charco gigante, dependiendo de a quién le preguntes, pero sin Dios a la vista.

La única persona alrededor, y aparentemente la única otra persona en todo el cielo, estaba sentada junto al lago/estanque/charco en una silla de jardín mientras sostenía una caña de pescar.

El hombre era, en cualquier sentido del mundo, completamente mundano. A menos que cuentes el hecho de que se parecía exactamente a Chuck. En cuyo caso, era completamente absurdo.

—Eh, discúlpeme —dijo Chuck al otro Chuck.

El otro Chuck chasqueó los dedos y una lata de Corona apareció en su mano. —Estás disculpado.

—No, quiero decir, lo siento —dijo Chuck.

El hombre tomó un trago de su lata, soltando un profundo suspiro de satisfacción. —Ese es un nombre divertido, Sr. Lo siento.

—No, mi nombre no es Lo siento —dijo Chuck, su voz una octava más alta de lo que debería haber sido—. Lo lamento —dijo Chuck avergonzado poco después.

El hombre seguía mirando al lago mientras tiraba de su caña de pescar cada pocos segundos. —Bueno, ¿Es Perdoneme, Lo siento, o Lo lamento?

Chuck se sentó en el césped junto al hombre. Se sentía fresco y cosquilleante en su piel. Él lo odiaba. —Lo siento, pero mi nombre es Chuck.

El hombre tomó otro trago de su cerveza, pero justo antes de volver a dejarla, su caña de pescar se tensó. Sacó un pescado de un tirón.

—Hola —dijo el pescado, como si fuera un hecho—, soy rico en omega 3, y soy delicioso a la plancha con sal marina y perejil fresco.

El hombre agarró el pez por las branquias y lo arrojó de nuevo al lago.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Chuck—. ¿No es el objetivo de la pesca quedarte con el pez?

—No —dijo el hombre, lanzando su vara de pescar una vez más—. Lo divertido es atraparlo. Puedes pasar todo el día sentado y sin atrapar nada, y aun así sería divertido. Si quisiera un pez, podría ir a buscar uno en un abrir y cerrar de ojos.

Para ilustrar el punto, el hombre chasqueó los dedos y un pez se materializó de la nada. Seguía pidiéndole a Chuck que se lo comiera mientras recitaba varias recetas para cocinarlo. Otro chasquido y el pez desapareció.

—No se trata del destino —dijo el hombre—, sino del viaje.

—Bueno —dijo Chuck, sin entender al hombre—. Tú se feliz. ¿Has visto a Dios por casualidad? Tengo algunas preguntas para él. Ella. Le. Lo que sea.

El hombre volvió a tirar de la caña, habiendo pescado otro pez. Chuck no pudo evitar notar que era el mismo pez que antes. Sobre todo porque insistió en continuar la conversación de que tan delicioso seria comerselo.

—También puedes hornearme en un horno a 450°F con papel pergamino y vegetales mixtos.

Y al igual que entonces, este fue arrojado de nuevo al lago. —Lo estás mirando. A mi. Dios.

Chuck, que tiraba distraídamente de la hierba debajo de él, se puso de pie más rápido de lo que le permitían sus piernas, siendo la única vez en la historia que una persona fue más rápida que sus piernas. —¿Eres Dios?

—Asi me llaman —dijo el hombre, lanzando su caña de pescar de nuevo—. ¿Qué te está apremiando?

—Ya deberías saberlo. Eres Dios, después de todo.

—Sí, lo sé —dijo Dios, tomando un trago de su cerveza—, pero eso no impide que la gente me ore, me hable de sus problemas. Entonces digo ¿por qué no abrazar el absurdo y dejar que me cuenten lo que ya se? A veces, todo lo que necesitan es alguien que los escuche. Así que aquí estoy, escuchando.

Chuck se sentó una vez más, encorvado sobre una hierba que no importaba cuánto tirara de ella, seguía creciendo y creciendo. —Creo que la primera pregunta que quiero hacer es, ¿por qué?

—Porque —dijo Dios, aplastando la botella vacía sobre su cabeza y dando vida a una nueva.

—¿Porque?

—Porque —repitió Dios, tirando de nuevo del hilo de pescar.

—¡Eso no es una respuesta! —dijo Chuck.

—Y lo tuyo no era una pregunta —dijo Dios. Nuevamente, pescó el mismo pescado que antes, y una vez más, después de recitar las mejores formas de freírlo, fue arrojado al lago—. Si quieres una respuesta específica, tienes que hacer una pregunta específica.

Chuck respiró hondo con sabor a pollo frito. —No sé qué preguntar.

—No te preocupes —dijo Dios—. Hay una cantidad infinita de tiempo entre un segundo y otro. Incluso entre ese infinito, hay infinitos más pequeños. Y en medio de ambos infinitos, estamos nosotros.

—No entiendo —dijo Chuck.

Dios sacó el mismo pescado, hizo lo mismo que antes con las branquias y todo eso, y lo arrojó una vez más después de enumerar las hierbas que podría usar para asarlo. —El tiempo es un círculo plano, chico. Algo así como este lago aquí. Da vueltas y vueltas, repitiéndose en un ciclo interminable. No eres más que un pez que entra por un lado y sale por el otro. Aquí, estamos fuera del tiempo. En la línea infinita entre cualquier cosa y nada.

Para ilustrar su punto, tomó el pez una vez más, pero en lugar de ponerlo en el lago, lo puso a su lado. —Aquí el pez está en paz. Está fuera del ciclo interminable del lago. No tiene que luchar por comida o refugio. Él puede descansar.

—No me pongas en el microondas —dijo el pez cada salto más o menos.

Dado que el pez se agitaba sin pensar, Chuck no se creyó que estaba en paz. —Creo que se está ahogando.

—Si —dijo Dios, agarrando el pez una vez más—. Él no estaba destinado a estar fuera del lago. Su naturaleza es estar dentro del lago. Nadar, luchar por la comida y experimentar todas las cosas que un pez tiene que experimentar para ser un pez. Y así, aunque está en paz en este paraíso, tiene que volver al lago.

Y así, el pez regresó. Y también lo hizo la caña de pescar. —¿Lo entiendes?

—No —dijo Chuck.

—Este cielo no es el destino final —dijo Dios—. Esto no es más que una parada de descanso. Calma momentánea para tu alma cansada. Pero esta no es forma de vivir. Es una pausa de vivir. Una pausa para orinar en medio de una película, por así decirlo. Hay un tiempo en la estadía de todos aquí en que han descansado lo suficiente, han visto suficientes cosas, han comido lo suficiente y tienen que volver una vez más a la vida. En el gran esquema de las cosas, querido Chuck, la muerte no tiene sentido. Un mero intermedio.

Para Camus, el suicidio nunca fue la respuesta a la pregunta del absurdo. Enfrentar el absurdo con la muerte no era una respuesta, sino evitar la pregunta por completo. Es como ir a un Wendy's, y cuando te preguntan si quieres Coca-Cola o Pepsi, dices que sí. No una respuesta, sino lo contrario de una respuesta.

—Entonces, ¿por qué vivir? —preguntó Chuck—. Si estamos obligados a existir una y otra vez, a sufrir, a luchar, sólo por vivir, ¿de qué sirve? ¿Tiene sentido vivir esta absurda existencia? ¿Cuál es el significado de la vida?

Dios, por una vez, se rió de Chuck, luego tomó un trago de cerveza y luego se rió de nuevo. —¡Ahora estás haciendo la pregunta correcta! Y la respuesta es porque.

—¿Porque?

—Porque —repitió Dios.

Chuck una vez más se puso de pie, pero no tan rápido como la última vez. —¡Esa es la misma respuesta que antes!

Dios volvió a sacar su caña, atrapando el mismo pez nuevamente y arrojándolo nuevamente por enésima vez. —No estás comprendiendo. La respuesta es porque, simplemente porque lo es. ¡No hay sentido en la vida, sino vivirla!

Un grupo de seres idénticos a Chuck apareció en el otro extremo del lago. Comenzaron a abrazar a un Chuck en particular, llorando y despidiéndose. Este Chuck en particular se quedó mirando el lago, respiró hondo y se sumergió en él, para nunca salir.

—¿Qué pasó? —preguntó Chuck—. ¿A dónde fue él?

—La pregunta es —dijo Dios, convocando a un paquete de seis cerveza de una vez para ahorrarse el problema—, ¿dónde estás?

—¿Yo? ¡Estoy aquí!

—Y ahí —dijo Dios, señalando a uno de los Chucks al otro lado del lago. Y otro. Y otro—. Y estás aquí —dijo finalmente, señalándose a sí mismo.

Y aquí es donde nuestra historia toma un giro hacia el absurdo.

—¿Qué estás tratando de decir? —dijo Chuck.

—Todos somos tu —dijo Dios—.O mejor dicho, sois todos nosotros. Todos los que alguna vez han existido. Todos los que alguna vez existirán. Todos los que existen. Todos los que no existen. Todos somos iguales. Todos somos Eternamente Recurrentes. Un alma, reencarnada cientos de veces en todo el universo. Todos los que has conocido eres tú. Todos los que conocerás eres tú. El tiempo es un círculo plano que se repite una y otra vez. Eres simplemente alguien que salta por un punto y sale por el otro, ad Infinitum. Eres el universo experimentándose a sí mismo.

Usted, el lector, podría darse cuenta de la naturaleza de nuestra existencia y de cómo nos tratamos unos a otros. El universo no tiene significado porque nosotros mismos no tenemos significado. Somos un producto de nosotros mismos y de lo que nos hacemos los unos a los otros. Somos el odio que damos y el amor que damos. Somos nuestros padres y nuestros hijos. El ladrón y el policía. El crítico y el actor. Somos Dios y creación. O como dijo Chuck:

—Hu, con razón no me gusta nadie. Me odio a mí mismo —dijo Chuck—. Pero espera, ¿eso significa que yo soy Dios?

—No exactamente —dijo Dios—. Soy sólo una de las muchas reencarnaciones después de ti, una que sabe de la verdad, porque cuando yo era tú, en el mismo lugar que tú, Dios me lo dijo. Y Dios le dijo antes que ellos también. Lo sé todo porque lo he sabido todo y me lo han contado todo. Estoy en todas partes porque he estado en todas partes. ¿Está claro?

—Sí —mintió Chuck.

—Esta bien —dijo Dios—. Lo sabrás en unos pocos eones más adelante. En cuanto a tu pregunta, ¿cuál es el punto de vivir cuando no hay mayor significado? Entonces la respuesta es esa. La vida, como la pesca, y una buena película, o un libro mediocre, no se trata de un final. Tampoco se trata del principio. Es el desorden en el medio lo que hace que todo valga la pena.

Nuevamente, Dios sacó el pez del lago, pero lo mantuvo en su mano por un tiempo más. —No hay sentido en la vida, lo que significa que no hay expectativas ni metas. Todo es absurdo, incluso esta conversación. El hecho de que usted, el lector, todavía esté leyendo, es también un efecto de lo absurdo de todo. Pero en lugar de caer en la desesperación, apóyate en ella. ¡Nada importa, así que tienes que hacer que valga la pena vivir tu tiempo en la Tierra! Ve a ver una película, únete a un fanático del K-pop, cocina tocino desnudo, experimenta la vida. Ese es el significado de la vida, el universo y todo lo demás, para vivirlo plenamente! ¡Abraza el absurdo! ¡Los seres vivos son tabula rasa, llenos de potencial! ¡Pueden hacer cualquier cosa, porque están vivos, y están más vivos cuando abrazan el absurdo!

Camus, en su libro "El Mito de Sísifo," nos cuenta la historia del Rey Sísifo, quien habiendo vencido dos veces a la muerte, fue condenado a hacer rodar al Luchador de la WWE Dwayne "La Roca" Johnson colina arriba, donde The Rock haría su famoso "El Codo Del Pueblo" cada vez que llegaban a la cima, haciendo que tanto él como Sísifo cayeran a la base, haciendo que Sísifo lo hiciera todo de nuevo. Una tarea fútil sin fin, no muy diferente del eterno retorno de Chuck.

Pero Camus, en cambio, nos pregunta algo bastante raro: imaginar a Sísifo, en su castigo eterno, feliz. Porque ser feliz frente al absurdo es una condena absoluta del mismo, y un acto de desafío más allá de cualquier otro. La lucha por subir la colina, una y otra vez, debería ser suficiente para hacerlo feliz. Y también debería serlo Chuck. Morir, descansar y revivir una vez más, experimentar la existencia en todo su esplendor. Tal es un absurdo que podría respaldar.

Y así, la comprensión de que Chuck nunca podría vivir su propia vida—y que desperdició su única oportunidad en la vida—fue demasiado para soportar. Se puso en posición fetal, con lágrimas rodando por sus mejillas.

—Me jorobe —él dijo—. Me jorobe a lo grande. Decepcioné a todos. Le fallé a Marraine Pene, a Charquitos, a Jacque, y a mí mismo.

Dios sacó el pez una vez más. —El tiempo es un círculo plano, como este lago. Entramos por un lado y salimos por el otro.

—Y ahora no puedo volver —dijo Chuck—. Solo porque fui un idiota.

—El tiempo es un círculo plano— repitió Dios—, como este lago. Entramos por un lado y salimos por el otro.

—Si tan solo hubiera sabido las cosas antes, habría hecho las cosas de manera diferente.

Finalmente, Chuck recibió una palmada en la espalda con el pez cuando Dios tomó su rostro entre sus manos.

—El tiempo es un círculo plano —dijo Dios, lentamente y modulando lo más ancho posible—, como este lago. Este lago es como el tiempo. Un círculo plano. Lago. Tiempo. Entramos. ¿Me entiendes?

—¡No! —dijo Chuck.

Dios arrojó el pez dentro del lago y se bebió una lata de cerveza de una sola vez. —Vale, hora de hablar en serio. Si vas al lago, reencarnarás en una forma diferente y en un lugar diferente en el tiempo. Tal vez incluso un lugar o momento que pueda ayudar a tus amigos. O puedes quedarte aquí y descansar por toda la eternidad. Has hecho suficiente. Tu alma también necesita descansar. La decisión es tuya.

Y esto, queridos lectores, fue cuando Chuck cayó en la cuenta de la realidad de nuestro pequeño viaje.

Enfrentarse a DJ Belluz no fue su "prueba." Eso fue una pista falsa. Algo para sacarlo de su camino. Él era simplemente el catalizador en el que Chuck se daría cuenta del error de sus caminos. Esta era la verdadera prueba. Era la gran decisión que se suponía que debía tomar Chuck. La culminación de su viaje del héroe. ¿Se quedaría allí, descansaría, solo para existir en otro lugar y en otro tiempo? ¿O continuaría y lo arriesgaría todo por la oportunidad de ayudar a sus amigos?

Todo su cuerpo se estremeció con anticipación. Quería descansar. Quería desesperadamente relajarse, sentarse en un rincón y olvidarse del mundo por unas cuantas eternidades. Había pasado por un infierno. Sus miedos, sus inseguridades, sus problemas, todo había sido arrastrado por el lodo. En todo caso, este era el paraíso en comparación con la Tierra. Hubiera sido absurdo que lo tirara todo por la oportunidad de redimirse en una historia de la que, recordemos, ni siquiera era el protagonista principal. Se suponía que ese era Trevor. Ya había hecho suficiente. Mucho. Necesitaba descansar. Incluso contemplar la idea de volver atrás era absurdo. ¡Más que absurdo!

Y, sin embargo, retrocedió dos pasos, se tapó la nariz y saltó de cabeza al lago. Pero no sin antes repetir su mantra.

—Esto es solo parte de tu viaje del héroe. Puedes hacerlo. Terminemos esto.

No sabemos qué sintió Chuck en ese preciso momento, eligiendo experimentar otra vez el absurdo de la vida y todo eso, pero nos gusta imaginar a Chuck feliz.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro