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El Bello Y La Comunista

Para hacer una lista de todo lo que odiaba la superintendente de policía Winifred P. Lennin se necesitaría un libro más grande, al menos tres escribas, un notario público, un historiador con mucho tiempo libre en sus manos y un amplio conocimiento de rutas comerciales alrededor del año 1500 a.c.

Como solo tenemos un becario no remunerado y un editor nada contento que constantemente nos dice que eliminemos comas innecesarias, intentaremos resumirlas lo mejor que podamos.

La superintendente Winifred P. Lennin odiaba todo lo que se movía y todo lo que no se movía. Ella odiaba particularmente aquellas cosas que se movían y no se movían, y aquellas que no tenían las agallas para comprometerse de una forma u otra. Sin embargo, lo que la irritaba más que nada eran las cosas que no deberían moverse, pero que de alguna manera se movían. O, en sus propias palabras:

—Esqueletos, zombis, fantasmas, vampiros, hombres lobo, duendes, yetis, ¿yetises?, sasqueashes, brujas, momias y, sobre todo, ¡Lobulores!

—¿Quéjeso, 'ñora? —preguntó su ayudante tonto Trebor con B, mientras conducían por las calles de Nueva Orleans en lo que equivalía a un vehículo de guerra. Volveremos a eso más tarde.

—¿Qué es qué, Trebor con B? —preguntó la superintendente Lennin mientras abría la escotilla del vehículo para escupir una bola de tabaco a un chihuahua desprevenido que se ocupaba de sus propios asuntos cerca de un hidrante.

—La lista que dice' —aclaró Trebor con B—. Los monstruos y todo eso.

—Me estoy animando enumerando algunas de mis cosas mas odiaas, Trebor con B —dijo la superintendente Lennin. Aplastó una nuez entera con sus propias manos y se la metió en la boca, con cáscara y todo. Sólo porque podía—. ¿Esa alcaldesa gordita quiere que haga que la ciudad sea segura? ¡Bien! ¡Salvaré a mi ciudad de esas abominaciones mientras Mantequillosa se sienta en su gorda retaguardia!

Trebor con B, en su infinita sabiduría, abrió la boca para hacer una pregunta, pero la volvió a cerrar. Su pequeño cerebro de reptil estaba trabajando muy duro para descubrir qué significaba la palabra "retaguardia." Pensando que era una especie de perro, abrió la boca de nuevo. —Mi má tenía un retaguardia cuando yo era carajito. Me mordía los de'os de los pies todo el día como si juera sabrozon.

La superintendente Lennin golpeó al hombre en la nuca, provocando una conmoción cerebral en una de sus dos neuronas en funcionamiento. —Cállate, pendejo. Vas a asustar a los Lobulores.

Sin perder un segundo, y dándole a Trebor con B una mirada tan poderosa que lo atravesó y golpeó a un ciclista que pasaba detras de el haciéndolo golpear el pavimento de cara, ella sopló un silbato de pato.

Los patos no son nativos de Nueva Orleans, ya que se dieron cuenta desde el principio de que sabían muy bien con un glaseado de naranja y acompañados con una ensalada frisee, y vaya si a la gente de Nueva Orleans le encantaba su glaseado de naranja y ensalada frisee. Como tal, las llamadas dla superintendente Lennin fueron en contra de su idea de ser sigilosa. O al menos tan sigilosa como podría ser conduciendo un vehículo de guerra en un área residencial.

—Oye, yo pensé que to'a la idea de ser sijilozo e' pa' que no nos descubran —agregó Trebor con B.

—Es por eso que no te pago para que pienses, Trebor con B. Te pago para que te veas bonito y calientes mi croissant —dijo la superintendente Lennin, seguido de un pitido aún más fuerte del silbato de pato—. Si tienes que saberlo, los Lobulores se sienten atraídos por los patos. Ellos son la presa natural de los Lobulores.

—Ah, chinga —dijo Trebor con B. Hubo unos minutos de silencio antes de que los engranajes dentro de la cabeza de Trebor con B empezaran a rodar de nuevo—. ¿Quéjeso de Lobulores? Se me orvido.

No se sabe mucho sobre Winnifred P. Lennin, aparte de que ella era el tipo de persona que traía una pistola a una pelea de cuchillos. Era descarada, valiente y temeraria hasta el punto de ser imprudente. Ella era una mujer entre mujeres. Probablemente también estaba bien loquita.

Ella era el tipo de persona que se inventaba una historia de origen diferente cada vez que alguien preguntaba; a veces, te decía que era la hija de un general de cinco estrellas caído en desgracia que se puso en contacto con extraterrestres en los años 60 y se vio obligado a vivir en una estación orbital supersecreta durante una década; otras veces decía que era la general de cinco estrellas que fue despedida con deshonra después de matar a un miembro de la realeza Italiana.

Lo único que permaneció relativamente constante en sus relatos era la existencia de estos seres místicos llamados Lobulores, que se alimentaban exclusivamente de pelirrojos y que se comían los lóbulos de las orejas de las personas para convertirlos en collares, con fines de apareamiento.

En "Jugando Con Cerillas" no hemos podido verificar de forma independiente la existencia de estos sere, pero se debe principalmente a que los pelirrojos se extinguieron hace cientos de años, gracias a Erik el Impotente, el último de los pelirrojos humanos. Puedes ver su cadáver preservado en el "Museo Zxyeltes de Rarezas Extintas" junto al último pingüino del polo norte, y el único hombre que pagó por WinRar.

La superintendente Lennin afirmó ser víctima de uno de dichos ataques, lo que curiosamente la ayudó a ascender en las filas del Departamento de Policía de Nueva Orleans gracias a su dura postura contra lo sobrenatural. Aún así, su crueldad y disciplina eran dificiles de llevar, lo que hizo que todos sus asistentes renunciaran en menos de dos semanas. Principalmente debido a sus locas demandas, como que todos tenían que llamarse legalmente alguna variación de Trevor.

Cualquiera que sea su verdadera historia, todo lo que podemos decir es que, sin duda, y clínicamente, estaba loca.

—Mira, así es como te atrapan, Trebor con B —dijo la superintendente Lennin antes de hacer sonar el silbato tres veces—. Bajas la guardia, pensando que no existe tal cosa como un Lobulares, y ¡BANG! Te arrancan los lóbulos de las orejas. Es por eso que uso estos lóbulos postizos. Se llevaron los míos. ¡Pero ya verás! Capturaré uno y lo forzaré a decirme dónde están los demás y les arrancaré los lóbulos de las orejas a ellos. A ver si les gusta.

—¿Esos aretes de madera? —preguntó Trebor con B—. Yo piensaba que le quedaban bien chiquiluki, jefecita.

—¿Qué te dije sobre pensar, Trebor con B?

—Que solo me de plata pa' verme bonito y calentar sus croissants —repitió Trebor con B como un mantra.

—Buen chico. Ahora, ¡cállate y sigue conduciendo! ¡Tenemos Lobulores que cazar!

Para entender por qué había un vehículo de guerra blindado corriendo por la calle de un vecindario seguro—o tan seguro como puede ser Nueva Orleans durante Zombie Gras—uno debe familiarizarse con el Programa 1033.

Según el programa 1033, el Departamento de Defensa de los EE. UU. está legalmente obligado a suministrar a las fuerzas del orden locales equipos militares excedentes. Desde su inicio, el programa ha transferido más de 5 mil millones de dólares en equipos a más de 8000 departamentos de policía. Eso equivale a 525,000,000 piezas de nuggets de Wendy's.

Si bien la mayoría de las solicitudes son para municiones, botiquines de primeros auxilios y equipo de supervivencia, algunas han solicitado con éxito armas pequeñas, vehículos, tanques blindados, ametralladoras e incluso 181 lanzagranadas, porque a veces explotar a un criminal en pedacitos envía un mensaje más conciso a cualquier malhechor potencial.

En cuanto a por qué este programa está permitido, y por qué los departamentos de policía de todo el país siguen solicitando equipos diseñados específicamente para arrasar pequeños enclaves terroristas al otro lado del mundo, la única respuesta que dimos antes de ser ahuyentados con un lanzagranadas fue "Porque es gratis."

En manos de agentes del orden sensatos, estas herramientas, aunque peligrosas, pueden tener un propósito de seguridad en caso de una emergencia. La superintendente Winifred P. Lennin tenía definitivamente las manos de un agente de la ley insensato.

Lo primero que hizo cuando consiguió el trabajo fue pedir un helicóptero Apache. Cuando su solicitud fue denegada, pidió un tanque Abraham M1, equipado con un protector contra salpicaduras cerebrales y un complemento de martillo para destruir cráneos. También fue negado. Continuó reduciendo sus solicitudes hasta que finalmente llegó a un compromiso y obtuvo un vehículo protegido contra emboscadas resistente a las minas, o VPERM para abreviar. O como ella lo llamó:

—¡Vehículo Protegido contra Emboscadas Resistente a Mimos, hijos de puta! —gritó la superintendente Lennin mientras corría por la calle con su viejo casco de soldado de sus días en el ejército, supuestamente, por supuesto, que le quedaba suelto sobre su voluminoso cabello rizado. Había agujeros de bala por todo el casco. Los pelirrojos son un blanco fácil en el desierto.

—¿No es 'Vehículo Protegi'o contra Embosca's Resistente a Minas', 'ñora? —preguntó Trebor con B, sentado en el asiento del conductor con un sombrero de burro por casco. También tenía agujeros de bala.

—Cállate, pendejo —dijo la superintendente Lennin mientras pateaba a Trebor con B en el costado—. ¿Ves alguna mina aquí? ¿Por qué usaría un vehículo protegido contra emboscadas resistente a las minas donde no hay minas para resistir?

—Caramba, mi error, 'ñora —respondió Trevor, girando bruscamente en una esquina y pisando a un demonio que estaba a punto de saltar a este plano mortal desde las alcantarillas. Su cerebro de reptil, sin embargo, no podía comprender por qué el ejército fabricaría vehículos protegidos contra emboscadas resistentes a mimos. Ni siquiera podía comprender la palabra "Emboscada". Pensó que era una especie de arbusto francés.

—'Perate tantito —dijo Trebor con B después de unos minutos de silencio—. ¡Tampoco veo ningún mimo!

Esto le valió una nueva patada de las botas militares de la superintendente, que fueron poseídos por error por el mismo demonio aplastado por Trebor con B hace minutos, pero como la superintendente Lennin planeaba patearlo de todos modos, nadie notó que las botas habían sido poseídas. —Te dije que te callaras, pendejo. ¿No sabes que los mimos son los seres más peligrosos de todo el mundo? Son maestros del disfraz, capaces de manipular el espacio y el tiempo a voluntad. Solo aparecen justo antes de atacar.

—Ah, caramba, mi error, 'ñora —dijo Trebor con B—. No me quiero mete' con ningun mimo.

—Es por eso que este vehículo protegido contra emboscadas resistente a mimos fue hecho nosotros. Ningún mimo nos va a emboscar. Y quédate callado, o vas a asustar a los Lobulores. ¿Para qué te traje?

Casi se podía ver el humo saliendo de las orejas de Trebor con B mientras su cerebro trabajaba a toda marcha para responder lo que claramente era una pregunta retórica. —¿Porque me veo bonito y le pongo mantequilla a su croissant?

Una patada al costado fue su única respuesta. —Abriré la escotilla del artillero. Mantente fiel y ordenaré la evacuación. ¿Wilco?

—Yo nunca he puesto cuernos a mis parejas, 'ñora. Así de fiel soy.

—¡Dios mío! ¡Significa seguir recto!

—Pos solo me gustan las mujeres.

—No me importan tus preferencias sexuales, mono cisgenero. ¡Sigue conduciendo, eso es lo que quiero decir! Y pásame mi megáfono.

La superintendente Lennin le arrebató el megáfono a Trebor con B y se movió para abrir la escotilla del artillero en el techo del automóvil antes de detenerse en seco. —Trebor con B, ¿por qué no llevas tus orejeras?

—Mis oídos no están fríos, 'ñora, y eso hace que sea difícil escucha'.

La superintendente Lennin arrebató un par de orejeras del piso y las colocó sobre Trebor con B. Su rostro estaba sonrojado por la vergüenza y se humedeció los labios carnosos para ayudarse a encontrar las palabras apropiadas. —Tontito, no quiero que los Lobulores también te quiten los lóbulos de las orejas, ¿de acuerdo? No me perdonaría si algo te pasara. mi hombrecito especial. Solo quiero lo mejor para ti. Por favor, mantenlos puestos.

Trebor con B asintió vigorosamente, no queriendo decirle a la Superintendente que no podía escuchar nada debido a las orejeras. Nunca había recibido palabras tan amables, y nunca más las volvió a recibir.

La superintendente Lennin abrió la escotilla cuando Trebor giró el vehiculo anti-mimos hacia la calle Poydras, la que conectaba el Centro de Convenciones de Nueva Orleans, el edificio de apartamentos de Chuck Colt y el río Mississippi. Era una calle muy concurrida, con cientos de personas celebrando Zombie Gras en el tradicional "Estancado de Zombie Gras" donde cientos de autos quedan estancados en el tráfico denso mientras la gente intenta llegar a casa. Sin embargo, podría haber sido una cosa normal de hora pico. Los registros históricos son dudosos en eso.

El megáfono cobró vida con un chirrido que se parecía al grito de un águila calva, lo que hizo que todos se dieran la vuelta para ver el enorme vehículo protegido contra emboscadas resistente a mimos rodando por la calle detrás de ellos. —Atención, Ciudad de Nueva Orleans. No entren en pánico. Repito, ¡no entren en pánico!

No hay una frase en el idioma español que provoque más pánico que las palabras "No Entre En Panico" ya que la palabra misma nos dice que ciertamente hay algo por lo que entrar en pánico, y que a pesar de eso debemos ignorar nuestros instintos ante un peligro inmediato. Le sigue de cerca "Mi período se retrasó" y "Mamá, papá, quiero ser un Youtuber."

Y por ende, la gente entró en pánico.

—¡Les dije que no entraran en pánico! —gritó la superintendente Lennin. Su voz era más fuerte que el megáfono.

—¡¿Por qué no debemos entrar en pánico?! —preguntó una mujer que conducía un mini-auto—. ¡¿Sobre que deberíamos tener panico en primer lugar?!

—¡Nos están invadiendo! —respondió la superintendente Lennin.

Esto solo sirvió para causar más pánico cuando la gente trató de atropellar a los demás fuera del tráfico. Autos se volcaron, niños se quedaron atrás y computadoras portátiles se incendiaron de manera preventiva para destruir cualquier historial de búsqueda vergonzoso que pudiera surgir. Violencia y caos total.

—¡Espera, déjame terminar! —gritó la superintendente Lennin una vez más. Todos se congelaron en medio del pánico—. ¡Estamos siendo invadidos por fuerzas de lo oculto!

—¿Qué en el qué ahora? —preguntó un hombre que actualmente estaba destrozando los restos de su computadora portátil con un cochecito de bebé, con el bebé todavía atado.

—Estamos siendo invadidos en estos tiempos malvados por brujas, demonios, vampiros, duendes y Lobulores, ¡los peores de todos!

—Señorita —dijo el mismo hombre, bajando dramáticamente al bebé mientras su avergonzada madre lo recuperaba en llanto—. ¿Acabo de destruir cientos de miles de videos de fetichismo de pies debido a algunos cuentos de hadas?

—¡Estos no son cuentos de hadas, señor! ¡Y gracias por decir que soy una señorita, dada mi avanzada pero madura edad!

—Solo pienso que nadie querría casarse con una loca pelirroja conduciendo un tanque —comentó el hombre.

—Eso es muy grosero, señor. ¡Rompió mi corazón de doncella! —gritó la superintendente—. La alcaldesa me ha dado autoridad para proteger esta ciudad durante las festividades, ¡pero ella nunca me dijo que los protegiera de quién!

Otro hombre saltó encima de su auto y agitó las manos para llamar la atención de la superintendente. —¡Protejemeste!

Dicha acción fue seguida por el hombre arrojándole una bolsa de nueces mixtas, la tradicional golosina Zombie Gras.

—¡Señor, señor! —gritó la superintendente—. ¡Está agrediendo a un oficial de la ley! ¡Le haré saber que tengo una autoridad investida en mí, por mí, para usar fuerza letal si es necesario!

—¿Y quién es usted? —preguntó la mujer con el cochecito de bebé que, sin que ellos lo supieran, se convertiría en un rompedor de portátiles profesional cuando creciera.

—¡Soy la superintendente Winifred P. Lennin!

—¡Lennin me suena a nombre de comunista! —gritó la mujer.

—¡Sí! —gritó el loco en el auto—, Esto es América. ¡Comunista asquerosa!

Pronto toda la multitud comenzó a cantar "Communista" una y otra vez, incluso el bebé cantaba junto a ellos.

—¡Yo no soy un asqueroso comunista! —gritó la superintendente.

—¡Eso es lo que diría un asqueroso comunista! ¡Comunista!

El hombre loco comenzó a cantar una vez más, seguido por el resto de la gente. —¡Estoy seguro de que la P en su nombre significa algo comunista, como Pvodka!

—¡No hay P en Vodka, pendejo!

—¡Solo un comunista sabría eso! —dijo el loco—. ¡Comunista!

La superintendente Lennin tuvo suficiente. Tiró el megáfono a un lado y quitó la lona del objeto que tenía delante. Una ametralladora calibre .50, lista y cargada. —A partir de este momento, estoy usando los poderes de mi cargo para instalar un toque de queda, con vigencia inmediata, hasta que podamos proteger a la ciudad de este flagelo paranormal. Todos los que no cumplan con el toque de queda serán recibidos con prejuicios extremos por parte del largo pene de la ley.

La mujer con el bebé dio un paso adelante, ahuyentando al vandalismo en potencia. —No me está engañando. ¡Esto es Estados Unidos! Tenemos derechos aquí, comunista. ¡No tiene derecho a usar esas armas contra nosotros a menos que sea en defensa propia!

Esto fue remediado rápidamente por la superintendente, quien gritó "atrapa" antes de arrojar al loco un arma - sin balas - que rápidamente la atrapó en el aire, como lo hacen las personas a las que se les grita "atrapa."

—¡Ese hombre tiene un arma y se me opone! —gritó la superintendente Lennin—. Eso me da el derecho de imponerle la justicia estadounidense extrema, ¿no es así, señorita Entrometida?

—¡Señora Entrometida! —gritó la mujer mientras sacudía a su bebé para dar a entender que no era un bastardo y que, de hecho, era el producto de una familia amorosa, sin tener en cuenta que momentos antes lo estaban utilizando como un mazo para atacar la pornografía—. Y sí, eso es como lo hacemos por aca.

—¡Bien! ¡El consenso es el sello distintivo de una gran democracia! —dijo la superintendente—. ¡Ahora, a correr!

Se dispararon tres tiros de la ametralladora, dispersando a todos como cucarachas. —¡Solo estoy haciendo esto por su propio bien! —dijo la superintendente mientras Trebor con B se abría paso entre el tráfico.

El hombre loco, ahora el tipo cargador de arma, corrió por la calle mientras el resto lo seguía.

—¡Suelta el arma, cabeza de huevo! —gritó la mujer con el bebé.

El hombre colocó el arma en el bolsillo y le dio a la Sra. Entrometida una sonrisa de comemierda. —De ninguna manera. ¡Es un arma gratis! ¡Solo tengo que correr más rápido que el tanque y será mía!

No logró escapar del tanque. Tropezó con un zombi de aspecto extraño y una anciana con un bastón de caramelo, golpeándose la cabeza contra el pavimento hasta dejarlo inconsciente. Tanto la mujer como el zombi se pusieron de pie y huyeron. O se alejó arrastrando los pies, ya que la anciana no parecía haberse movido más allá del paso de un caracol en el último siglo más o menos.

—¡Trebor con B, para! —gritó la mujer, pero Trebor con B no le prestó atención. Las orejeras le tapaban los oídos—. Trebor con B, cálmate. ¡Para, para!

Lamentablemente, no se detuvo hasta que sintió el crujido blando de una persona grosera y ladrona siendo aplastada como una nuez debajo del vehículo blindado. Murió como vivió: intrascendentemente.

—¿Qué fueso? —preguntó Trebor con B.

La superintendente le rascó la cabeza con los pies para intentar tranquilizarlo. —No fue nada, dulce príncipe. Nada en absolutp.

—¡No, me refiero a los dos pejelagartos corriendo porai! —dijo, señalando a la anciana y al zombi con aspecto de zombi que avanzaba arrastrando los pies.

—¡Eso parece una gitana y un zombi corriendo por ahí! —exclamó la superintendente, dándole a Trebor con B una rápida patada en la espalda para celebrar—. ¡Los gitanos son los depredadores naturales de los Lobulares, además de los patos! ¡Y los zombis son su principal fuente de alimento además de los lóbulos de las orejas! ¡Tenemos que atraparlos, rápido!

—¡Ayup, 'ñora! ¡A toda velocidad en línea recta!

5 HORAS Y 45 MINUTOS HASTA EL AMANECER.

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