De Musica Ligera(mente Fastidiosa)
Uno pensaría que Chuck Colt, siendo el equivalente social de un mojón flotando en una piscina pública, amaría a los animales de compañía con los que pudiera ser su yo verdadero, ya que los animales se divierten fácilmente, generalmente no juzgan y rara vez son la causa de ansiedad social — básicamente, lo opuesto a un ser humano.
El problema radica en el hecho de que el yo cerdadero de Chuck acortaría la vida útil de cualquier mascota que tuviera, sobre todo porque las solía deprimir hasta la muerte.
Primero adoptó un perro callejero al que el refugio llamó Dr. Sonrisas, ya que siempre parecía sonreír cada vez que veía a un humano. Algo que cambió abruptamente cuando, después de una diatriba de tres horas en la que Chuck sopesó los pros y los contras de pedir comida china o italiana para llevar, el Dr. Sonrisas se suicidó saltando por la ventana de su apartamento, que había abierto a la fuerza al estrellarse contra ella todos los días durante tres meses. Tranquilos, cayo en un camión de almohadas y sobrevivio sin un rasguño.
Luego adoptó a un gatito de la calle, lo que duró aproximadamente cuarenta minutos, en los que trató de decidir un nombre para él, haciendo que el gatito entrara en una crisis existencial y obligándolo a saltar nuevamente por la ventana, cayendo en picada a su muerte. Por suerte, todavía le quedaban ocho vidas, por lo que el gatito decidió vivir lo más lejos posible de Chuck.
Finalmente decidió tener un periquito, ya que descubrió que podría evitar la caída en picado de los suicidios si tuviera una mascota que realmente pudiera volar. Eso, e invertir en una ventana más resistente. Su plan fracasó cuando el periquito comenzó a repetir sus pensamientos a Chuck, lo que lo deprimió. Eventualmente dejó ir al periquito, lo que el periquito le agradeció zambulléndose en el pavimento desde el techo.
No hace falta decir que su historial con las mascotas era abismal, pero por lo general se encontraba en el extremo deprimente de la relación, no en el suicida. Por lo tanto, se encontró en la posición única de ser el que quería saltar por una ventana a su muerte prematura después de treinta segundos de seguir al rougapug.
—Entonces, soy Piscis, lo cual es muy raro porque a veces me siento como Cáncer, porque me despierto muy malhumorade cuando no tengo mis golosinas #lol. Eso fue una broma por cierto. También practico judaismo, aunque todavía no he tenido mi Guau mitzvah. Eso no es una broma por cierto. Realmente estoy emocionade por eso. Va a ser un rumbon.
—No sé quién eres —dijo Chuck, brillando con un tono amarillo enfermizo que olía como la orina de alguien que bebió demasiado jugo de maracuyá—, pero he decidido que eres muy fastidioso.
—Me han dicho eso antes —dijo Charquitos, sacudiendo las cenizas del restaurante de su pelaje, lo que lo hizo parecer un cerdiperro salpimentado mientras se dirigían hacia el este de la ciudad—. Pero los que haters van a hatear. No puedes ser la segunda cuenta de pug de Instagram más grande del mundo sin que te odien. #Blessed.
—¿Por qué hablas en hashtags? —preguntó Chuck.
—No solo adoptas la #vidapug —dijo Charquitos, lamiendo su pata—, tú vives la #vidapug.
—Por favor, deja de decir #vidapug —dijo Chuck—. Estas empezando a fastidiarme.
—#NoGucci.
—Está bien, ¿sabes qué? Calladite te ves más bonite. Solo camina y salgamos de aquí lo más rápido posible.
—¿Por qué?
—Porque —dijo Chuck, rodeando a la abominación peluda delante de él—, si la policía viene, y créanme, vendrán en un maldito tanque, intentarán arrestar al primer pervertido o bicho raro en su camino. Y tu eres ambas cosas.
—Oh, no me preocuparía por eso— dijo le rougapug mientras sacaba su teléfono celular y se tomaba una selfie cerca de un hidrante—. Soy une influencer de Instagram, lo que significa que estoy por encima de la ley.
—No creo que funcione así —dijo Chuck, sin saber que el cabal secreto de Instagram estaba, en ese mismo momento, decidiendo qué ingrediente estaba de moda poner en su tostada de aguacate. Estaban entre carbón activado y sal rosa del Himalaya.
—Funciona totalmente así —dijo Charquitos—. Si me tocan un pelo de la barriga, voy a etiquetarlos con tanta fuerza que los cancelarán en menos de una hora. Soy tres minorías juntas, sin mencionar que soy une #cuchirutita.
—Te voy a silenciar ahora —dijo Chuck. Su paciencia se estaba agotando, lo cual era una hazaña en sí misma, ya que Chuck era un hombre monumentalmente paciente. Una vez pasó tres horas esperando que comenzara una película, solo para darse cuenta de que se había equivocado de hora y que había entrado al cine justo antes de la hora de cierre, quedando atrapado allí. Decidió esperar hasta la mañana en lugar de hacer un escándalo, comiendo palomitas de maíz debajo de los asientos para sobrevivir la noche.
—No seas malo, amo —dijo Charquitos, golpeando su patita contra la pantalla de su celular.
—No soy tu amo —dijo Chuck con voz inexpresiva.
—¿Entonces quieres que te llame papi? Puedo hacerlo, papi.
La forma en que Charquitos gesticuló la palabra hizo que Chuck se sintiera incómodo, como si un director ejecutivo grasiento de una empresa le pasara los dedos por el pelo y lo llamara hermoso. Quería meterse en una ducha y llorar hasta quedarse dormido, un placer que no podía hacer porque era alérgico a las duchas. Y también el pequeño hecho de que era un fantasma, y los fantasmas son notoriamente descuidados con su higiene personal.
—Por favor, no me llames de otra manera que no sea Chuck —dijo el fantasma.
Puddle inclinó la cabeza confundide mientras emitía un gemido lento, que también atribuimos a la confusión. —Es de mala educación dirigirse a tu dueño por tu nombre, papi.
—¿El dueño de quién? ¿El mío?
—De mi—dijo Charquitos—. Me refiero a ti.
—Oh, cierto— dijo Chuck. —Eso tiene sentido. ¡¿Excepto de qué demonios estás hablando?! ¡No soy tu dueño!
—Por supuesto que sí, papi. Me rescataste. ¡Soy tu perre de rescate!
Eso envió a Chuck a una cruzada de gaitas tan épica que el cadáver de San Mungo comenzó a bailar en su tumba. No estaba listo para la responsabilidad de cuidar algo que inevitablemente moriría después de un tiempo, que era la misma razón por la que nunca tuvo hijos en primer lugar. Eso, y el hecho de que no le gustaban mucho las mujeres. Lo único a lo que se comprometió fue a un cactus que mantuvo junto al alféizar de la ventana, pero que también murió después de que el Dr. Sonrisas cayera en picada por la ventana.
—¡N-no puedo! —Chuck tartamudeó, a pesar de que no tenía lengua para retorcerse—. ¡No puedo tener esa responsabilidad en este momento! Ni siquiera puedo cuidar de mí mismo, y mucho menos de otro ser. Además, soy alérgico a los pugs. Una vez tuve un amigo que tenía un pug y los pelos me ponían todo tapado y esas cosas, y oh Dios, a quién estoy engañando, no tengo amigos, esa era una señora en la tienda de comestibles con la que accidentalmente me miré a los ojos. y fue súper incómodo y no volví allí por si tenía que verla porque tenía un lunar enorme en la frente y en lugar de pedir perdón por ser un asqueroso voyerista susurré lunar una y otra vez y-
—¡Esperar! —gritó Charquitos, jadeando como loque—. ¿Estás diciendo que no eres mi nuevo papá?
—Sí —dijo Chuck, asentandose en un tono de La bemol—. Lo lamento.
Una breve nota sobre los pugs: si los gatos son los mejores rasgos del tigre dientes de sable metido en una pequeña máquina de matar doméstica, los pugs son el esfuerzo de hacer que un lobo sea tan inofensivo que un bebé podría golpearlo con un tentáculo detrás de su espalda. Son criaturas increíblemente dóciles, sociales y muy necesitadas que se unen a un humano al que ven como el líder de la manada. No existe tal cosa como un Alfa Pug, ya que el Alfa Pug es su dueño, punto. Sin humanos, los pugs no son nada.
Entonces puedes entender que Charquitos no se lo tomó particularmente bien.
—¡¿Es porque soy negro?! —gritó Charquitos, arrojándose al suelo.
—¡No, no es eso! ¡Yo también soy negro! —gritó Chuck—. Bueno, soy haitiano. Bueno, mi madre era haitiana. ¿O era de Barbados?
—¡No es mi culpa que no pueda ser un pug cervatillo! —gritó Charquitos, ignorando la fiesta de autocompasión de Chuck—. Me esfuerzo mucho para tener el mejor contenido, pero nunca podré ser como Dough el Pug con sus diez millones de seguidores y trato de esponsors con RAID: Shadow Legends™, que es una experiencia inmersiva en línea con todo lo que esperarías de un nuevo título de rol. Tiene una historia increíble, gráficos 3D asombrosos, peleas de jefes gigantes, batallas PVP y cientos de campeones nunca antes vistos para coleccionar y personalizar. Pero no, todo eso no importa. Nadie ama a los pugs negros, ¡sino a pugs lindos y leonados!
—Sabes, algunos dirían que soy de color canela pasión —dijo Chuck—. O caramelo salado.
—Voy a quedarme sin hogar —dijo Charquitos, sentada en posición fetal en la calle—. Tendré que unirme a una de esas manadas de hombres lobo con abdominales cincelados y ser el compañero de alguien o algún cliché como ese. Seré el Trimeste o Willowwynn o Amabela de alguien con algún extraño nombre de novela juvenil.
Ver a Charquitos así, todo triste y llorando, hizo que Chuck retrocediera un paso, principalmente porque Charquitos había orinado y le estaba dando asco a Chuck. —Mira, ¿quién era tu dueño anterior?
—¡Mi dueño anterior era un #maluco! —dijo le rougapug—. Me mantuvo en una jaula y me pinchaba todo el día con agujas y puso cosas malas dentro de mí, y ni siquiera me sacó a caminar ni una vez, así que contrató a una bruja tonta para que me sacara a caminar, ¿sí?
—¿Sí? —dijo Chuck, sin saber si era una afirmación o una pregunta, así que se fue con ambas.
—Sí, y esa bruja fumadora no sabe diferenciar que es su cola de un porro, y siempre estaba tratando de drogarme con humo de segunda mano para divertirse y verme drogada, pero me cague en sus zapatos como venganza. A las brujas no les gusta que se caguen en sus zapatos.
—Correcto —dijo Chuck, tratando de precisar el tono exacto de azul que lo llevaría a través de esta conversación lo más rápido posible.
—Y ella estaba como 'vaya, no es fue muy rockstar de tu parte, hermano'. Y yo estaba como 'no asumas mi género'. Y ella estaba como 'vaya, un perro que habla. ¿Quieres ir a este concierto que tengo? Va a estar chiquiluki'. Y yo, siendo le rougapug fiestere que soy, dije que sí. Pero esta torpe viene me ata a la mesa y pone un tazón de agua con Pepsi dietética en él. ¿Quién bebe eso?.
—Debe ser duro ser tú —dijo Chuck.
—Muchisimo —dijo Charquitos—. Y ahora he sido abandonade. Desechade. Olvidade por la sociedad.
—Sucede.
—Debería suicidarme —dijo Charquitos—. Debería atreverme a matarme. Me sentaré aquí y lloraré hasta morir.
Los pugs, por su propia naturaleza, son criaturas histriónicas, lo que significa que están llenos de mierda. En sentido figurado y metafórico. Fingen sentimientos solo para obtener lo que quieren, que es comodidad y comida, que usan para producir más mierda.
—Claro —dijo Chuck.
—Voy a hacerlo.
—Adelante.
—No trates de consolarme. Soy más de juego de pc —dijo Charquitos.
—Estoy seguro de que puedes. Creo en ti.
—Sabes, eres un verdadero aguafiestas —dijo Charquitos—. Y un malvado, y un pedo grande y apestoso.
A Chuck no le hizo daño, ya que las palabras eran de goma y él era un ser inmortal e intangible, o algo así, pero estaba perdiendo el tiempo, y era alérgico a perder el tiempo, siempre y cuando su alergia no le molestara a alguien. Pero no podía evitar la sensación de que, en algún lugar de la ciudad, su cuerpo estaba tragando una cantidad desmesurada de sangría, y Chuck era definitivamente alérgico a las bebidas con trozos de frutas en el.
—Mira —dijo Chuck, flotando sobre le rougapug—, Prometo cuidarte y encontrarte un nuevo dueño, ¿de acuerdo?
Fue un giro de 180 grados. Las orejas de Charquitos se animaron, su cola comenzó a menearse y la tristeza desapareció en un instante. Lo que llevó a Chuck a creer que todo era, como se dijo antes, una manipulación experta.
—¡Sí, papi!
—No me digas papi, por favor —susurró Chuck.
—Está bien, papi.
—¿Sabes qué? Claro, lo que sea. Pero, ¿podemos movernos? Estoy trabajando contra reloj aquí, y necesito encontrar a mis compañeros.
Le pug levantó las orejas y le dio a Chuck una mirada de suficiencia de superioridad. —Bueno, papi, estás de suerte, ¡porque estamos aquí!
Charquitos señaló un lugar al otro lado de la calle, uno que envió escalofríos por la espalda de Chuck. Fue, quizás, lo más desafiante que había encontrado esa noche. Más desafiante que salir de su casa, encontrar a Marraine Pene e ingresar a la Misa Negra, combinados.
Si la parte de los aliados del viaje del héroe había terminado con el pug, esta fue, con mucho, la parte desafiante. No era que el lugar en sí pareciera aterrador, ni mucho menos. Parecía perfectamente agradable.
Pero lo que lo hizo tan aterrador fue que dicho lugar estaba escuchando EDM a todo volumen.
Para aquellos que no son conscientes de este medio de entretenimiento perdido — de la misma manera que un Plonger vierte salsa picante sobre su trepa mientras se retuercen de dolor puede llamarse entretenimiento — Electronic Dance Music o EDM, es lo que sucedió cuando un robot ganó conciencia y aprendió sobre el existencialismo, y la única forma de comunicarlo era a través de latidos, chillidos y rasguños salvajes, que los humanos les pareció un buen ritmo para bailar.
Un poco como cuando toman un pájaro cantando como algo sublime, cuando de hecho, son solo ellos gritando a todo pulmón, ya que la mayoría de los pájaros, curiosamente, tienen miedo a las alturas.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto —susurró Chuck, declarando lo obvio. Nadie tuvo un buen presentimiento cuando se trataba de EDM.
—¡No te veas tan azul, papi! —dijo Charquitos, sacudiendo su diminuta cola de cochinillo.
—No estoy azul —dijo Chuck, siendo más de un verde enfermizo.
—¿Qué sé yo? Soy un pug. Somos daltónicos. Lo decia en forma figurada.
—Entonces no vayas diciendo cosas que me confundan.
Las orejas de Puddle se aplanaron con un gemido cuando su cola cayó entre sus piernas. —Lo siento. No quería molestarte.
—No estoy molesto, estoy... —comenzó a decir Chuck, cuando se dio cuenta de que estaba molesto. Era una sensación diferente a su habitual miedo. Desde que salió del bar, no había tenido un ataque de pánico. Ni siquiera cuando tuvo que dar la vuelta a ese extraño desfile Zombie Gras con un grupo de universitarios gritando trivias al azar por libros.
Por alguna razón, había estado constantemente molesto desde que conoció a Charquitos, lo suficiente como para anular sus impulsos de pánico. Tal vez fue el hecho de que se refirieran a él como papi, o que se detuvieran a cada paso para orinar en cualquier farola que se encontrara.
Fue una pesadilla.
La pareja se paró afuera de una mansión que estaba llena de gente. Gente de afuera, gente de adentro, e incluso locos que estaban tanto afuera como adentro. Verdaderamente una casa de libertinaje.
Lo que más preocupaba a Chuck era la música EDM que sonaba desde el interior de la mansión, junto con un espectáculo de luces que parpadeaban rápidamente por toda la propiedad.
—¿Estás 100% positive de que es aquí? —preguntó Chuck, encogiéndose al tamaño de un guisante deprimido.
—Siempre soy positive, papi.
—¿Pero estás segure de que aquí es donde están?
—Sí.
—Está bien, ve a buscarlos —dijo Chuck.
—¡Pero no tiraste un palo!
—¡No un palo, tonte! ¡Trae a mis amigos!
—¡Pero no sé cómo son tus amigos!
—Puedes intentar olerlos. Nos llevó hasta aquí.
—¡Hay, como, mil personas allí! —gritó le pug—. Todos los olores se mezclarán en una nube de feromonas y arrepentimiento. ¡No podré diferenciar un mosquito de una pulga! No es que tenga pulgas, por supuesto. Me arreglo todos los días. ¡Limpio como una patena!
—Mira —dijo Chuck, revoloteando alrededor del pug—, soy alérgico a los espacios cerrados, ¡no puedo entrar!
—¡Por supuesto que puedes! ¡Solo muévete con tu energia de papi maluco y estarás bien!
—¡No tengo la energía de papi maluco! —dijo Chuck. Para empezar, no tenía energía en general. Era el tipo de persona que podía pasar desapercibida en una habitación hasta que se hacía notar.
Una vez, cuando era niño, su madre le hizo una fiesta e invitó a todos los niños de su clase de jardín de infantes. Todos se presentaron, pero nadie se acercó a felicitarlo porque estaba sentado en un rincón, callado como un ratón, y nadie reconoció su existencia. Tenía lo que se conoce como "Cara de pared en reposo" donde su rostro se funde perfectamente con una pared, haciéndolo casi invisible.
—Mira —dijo Chuck, deseando poder frotarse las sienes—, simplemente entra, encuentra al zombi pasando el rato con una vieja bruja y diles que vengan a mí, ¿de acuerdo?
—Está bien, lo intentaré —dijo le pug, desapareciendo entre la multitud.
Y así como se fueron, regresaron en un segundo. —Entonces, ¿sabes que hay una fiesta en este momento, si?
—Sí —dijo Chuck—. Tengo ojos, puedo verlo.
No los tenia, pero ustedes entienden.
—Bueno, es una fiesta de disfraces. Hay un montón de gente disfrazada de brujas y zombis.
—¡Por el bigote de Peter Sellers, vuelve adentro y trata de buscar a un hombre que se parezca a mí!
—Uh, está bien, si tú lo dices —dijo Charquitos, corriendo de regreso a la mansión. Unos minutos más tarde, salieron de la mansión con alguien a cuestas. No era él. Ni siquiera era humano.
—¡Q'hubo mi Chucky! —dijo el fantasma detrás de Charquitos con una voz que Chuck pudo reconocer desde millas—. ¿Como va la noche?
—¿Espera, Ahumado? —preguntó Chuck con perplejidad verde.
—¡Chucky! No te 'e vi'to en alguno' capítulos.
—¿Conoces a papi? —preguntó le rougapug, con los ojos llenos de asombro.
—¡Sip! No' conocemo' de'de hace mucho tiempo, ¿verda', Chucky?
—¡No quise decir que trajeras a alguien que se parece a mí literalmente! —gritó Chuck, inflando tres veces su tamaño en un tono burdeos.
—¡Pero te pareces a él! Incluso hueles un poco a él.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Tendré que entrar yo mismo.
El tono que usó para decir eso, junto con su apariencia, hizo que Charquitos gimiera de miedo. —¡Lo siento por ser une pug inútil! —gritaron, seguidos por ellos corriendo hacia la fiesta.
No hace falta decir que eso no fue muy papi de su parte.
—¿No vas a corre' tras el canuto? —preguntó Ahumado.
—No es mi problema —dijo Chuck, instalándose en un bonito color gris azulado cuando la culpa comenzó a asentarse.
Chuck no le debía nada a Charquitos. Él les había salvado la vida, después de todo. En todo caso, ¡Charquitos le debía la vida! Y, sin embargo, no podía evitar sentirse mal por le pug. Estaban tan solos como él. Dos guisantes solitarios en una vaina. No se come, porque los guisantes son asquerosos.
—Entonces, ¿po' qué te está llamando papi? ¿Es algún tipo de mielda sexual? —preguntó Ahumado.
—¡No! ¿Qué estás haciendo aquí de todos modos?
—¿Qué quiere' deci'? ¡Estoy aquí pa' rumbea'! ¡Toda la pandilla 'tá aquí! Oigan, gente, ¿q'hubo?
Las luces que Chuck había visto antes moverse fuera de la casa comenzaron a acercarse a él a la velocidad de la luz, hasta que de repente se detuvieron frente a él.
—Chuck, ¿recuerdas a Ahorcado, Caracortada, El Cara E' Perdigon, Doble Muerto, Alergico, Bat-Man, El Tusi, Gangrenoso y la pandilla, verdad?
—¿Cómo podría? —dijo Chuck—. ¿Qué están haciendo aquí?
—Oh, cariño— dijo El Tusi, acercándose incómodamente a Chuck—. ¡No nos vamos a perder la fiesta más candente de Zombie Gras! Bueno, al menos hasta esa fiesta en City Park con Bad Bunny.
—No salimos mucho— dijo Doble Muerto—. ¡Así que tenemos que arreglárnoslas con lo que tenemos hasta Halloween!
—Ya ve', Chucky— dijo Ahumado—, el anfitrión e' lo suficientemente amable como pa' deja'nos pasar el rato aqui. Solo necesitamos propo'ciona' un poco de am-bien-te.
—¡Incluso tiene un buffet de drogas! —dijo Gangrenoso. —No podemos usarlo, pero estamos felices de ser parte de la experiencia.
—¿Qué estás haciendo aquí, cariño? —preguntó El Tusi—. No me pareces del tipo fiestero.
—Estoy tratando de buscar mi cuerpo.
—¿Ves? —dijo Ahumado, dándose la vuelta—. ¿No te dije que vi a e'te zombi de aspecto tri'te que se parece a Chucky?
—¡Entonces estoy aquí! —dijo Chuck—. ¿Viste a dónde fui?
—No, 'tuve aquí afuera to'a la noche. ¿Necesitas ayuda pa' encontrarte?
—Si no es una imposición.
—¡No vamos a hacer una exposición de nada! —gritó Doble Muerto.
—¡Muy bien! Buscamos a un wey de aspecto triste. Más o menos alto. Vestido como si saliera de un cómic de Marvel.
—Eso no era necesario— dijo Chuck.
—¿Quiere' que busquemos a ese hijo tuyo tambien?
—No —quería decir Chuck, pero el mero pensamiento de decirlo envió escalofríos por su nube. Todavía se sentía mal por hacerlos sentir mal. Todos se sentían mal y era un mal momento para todos los involucrados. Se tragó su orgullo y dijo un débil "sí" en su lugar.
—¡Muy bien! También buscamo' un pug. Casi lo más adorable y lindo que jamás hayas visto. ¡Probablemente con el corazón roto! —gritó Ahumado.
—¿Tienes que torcer el cuchillo así? —preguntó Chuck.
—Solo me aseguro de que sepas que hici'te mal —dijo Ahumado—. ¡A moverse!
Y con eso, los fantasmas salieron volando, pero no Chuck. De hecho, Chuck estaba aterrorizado. No se sentía bien, y la perspectiva de estar rodeado de otras personas ya era bastante aterradora.
Sin embargo, la voz culpable dentro de su cabeza hipotética lo obligó a hacer lo correcto, aunque era lo más difícil de hacer.
Respiró hondo, tratando de estabilizar su forma. —Esto es solo parte de tu Viaje del Héroe. Nada más, nada menos. Pronto, estarás de vuelta en casa. Solo... sin nadie que cuide de ti... ¿tal como te gusta?
No hace falta decir que ya no estaba completamente seguro de nada. De lo que estaba seguro era de que se le estaba acabando el tiempo, y rápido. Con eso, entró con cautela en la mansión.
Lo que no sabía es que no la iba a dejar entera.
3 HORAS Y 55 MINUTOS HASTA EL AMANECER
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