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Capítulo 2


—Pasa una noche conmigo —murmuró, sin romper el contacto visual, dejándome absorta por unos segundos con sus profundos ojos azules.

Andaría por los veintitantos años, y su atractivo era innegable. Llevaba una camisa con varios botones desabrochados, y su cabello estaba ligeramente alborotado, lo que le confería un aire aún más atractivo.

—¿Estás bromeando? —Contesté, sorprendida por su inusual propuesta, ya que hasta ese momento, mis clientes solían ser hombres que superaban la barrera de los cuarenta años.

—¿Mi cara te parece una broma? —me retó con seriedad.

—No... —traté de reformular mi respuesta— Es solo que tu propuesta me toma por sorpresa...

—Dejemos de rodeos —me cortó— ¿Quieres ganar un buen dinero?

Su propuesta me tenía cada vez más intrigada. No podía evitar pensar que alguien de su edad no debería estar nadando en dinero, a menos que fuera una especie de heredero consentido de sus padres.

—¿Cuánto estarías dispuesto a ofrecerme? —pregunté con curiosidad.

—Lo que sea necesario.

—¿Lo que sea? Cariño, acabo de cobrar 1000 dólares, dudo que puedas superar esa cifra.

—¿1000 dólares? —el joven sonrió sarcásticamente— Podría triplicar esa suma por una sola noche.

—¿Hijo de papi, supongo? —solté, y esto pareció ofenderlo ya que comenzó a distanciarse de mí encaminándose hacia su coche nuevamente.

Cuando encendió el motor y el coche empezó a alejarse, tuve un fugaz pensamiento de que había perdido la oportunidad de ganar un buen dinero.

Sin embargo, mi sorpresa creció cuando advertí que, con una maniobra suave y calculada, comenzaba a dar marcha atrás lentamente hasta llegar a mí.

Al volver a mi lado, abrió la puerta del copiloto y me miró desde su asiento.

—¿Subes? —preguntó, y sonreí.

Si podía pagar el triple, no iba a negarme, eso estaba claro.

Con ambas manos, protegí mi vestido para asegurarme de que nada quedara expuesto y ocupé el asiento de copiloto.

El aroma de su cautivadora colonia inundó mis sentidos.

Él me observó de soslayo mientras tomaba el volante, y sin una palabra sobre nuestro destino, nos alejamos del lugar en silencio.

—¿Sabes lo que más me impresiona? —murmuré, rompiendo el silencio, aunque él no respondió— Que no te importe que pueda ensuciar tu asiento.

Se podía percibir que se trataba de un joven de gran fortuna, y parecía ser uno de esos hombres para quienes su coche tenía un valor que superaba todo lo demás en el mundo.

Sin embargo, no dijo una palabra, así que continué con mi monólogo.

—Quiero decir... Mi vestido está empapado de agua sucia, probablemente lleno de barro... —intenté explicar, pero él nunca respondió, y por un momento, temí por mi seguridad— Oye... ¿No tienes la intención de matarme, verdad?

—Hemos llegado. —dijo al estacionar el coche frente a un hotel poco conocido en la ciudad— Baja.

Salí del automóvil y, en cuestión de segundos, él hizo lo mismo, encaminándose hacia el imponente hotel. No perdí un instante en seguirlo, cruzando pasillos lujosamente decorados hasta que finalmente llegamos al vestíbulo del ascensor accediendo a este.

Ascendimos en un silencio que pesaba, mientras sentía su mirada penetrante sobre mí, como si estuviera sopesando cada uno de mis gestos.

Finalmente, el ascensor se detuvo en el cuarto piso. Al salir, lo seguí mientras se detenía ante la puerta marcada con el número 302. Con habilidad, extrajo una tarjeta magnética y con precisión, desbloqueó la cerradura.

Una vez dentro, él cerró la puerta tras nosotros, sellando el misterio y la intimidad de aquel lugar.

—Impresionante. —Dije, admirando los lujos de su habitación, pasando la mano por una estantería donde se encontraban algunos trofeos con un nombre grabado— ¿Mason, eh? —Pronuncié aquel nombre que figuraba en cada uno de los trofeos.

No obtuve respuesta, así que me senté en el amplio sofá que ocupaba el centro de la habitación, cruzando una pierna sobre la otra.

—¿No tienes intención de hablar? —Pregunté nuevamente, sin recibir respuesta. Sin embargo, observé cómo se dirigió hacia un intercomunicador que se conectaba al servicio de habitaciones.

—Subid la bandeja. —Ordenó al intercomunicador, y en pocos minutos, el timbre nos alertó.

El joven, aparentemente llamado Mason, en caso de que no hubiera robado los trofeos y fueran suyos, abrió la puerta, y un camarero entró con una gran bandeja. Mason le indicó que colocara la bandeja en el centro de la habitación y luego abandonó la estancia.

—¿Vodka o whisky? —preguntó mientras llenaba su copa con un líquido rojo.

—Una de whisky. —Respondí, y en un instante, el sonido del líquido llenando mi copa inundó la habitación, después me pasó el vaso.

Luego, tomó su propia copa y se instaló en la cama, manteniendo sus ojos fijos en mí sin desviar la mirada. Traté de seguirle el juego, pero era inútil; su mirada era tan intensa que parecía imposible ganarle.

—¿Debería temer por mi vida? —Inquirí una vez más, observando una leve sonrisa danzar en su rostro perfecto.

Una vez que terminé mi copa, me aproximé a él con la sospecha de que estaba ansioso por dar inicio a la acción.

Con firmeza, coloqué ambas manos en sus piernas y me incliné hacia su boca, dejándome envolver por el seductor aroma de su colonia. Era francamente exquisito.

En ese momento, me di cuenta de que esta sería la primera vez que disfrutaría tanto como mi cliente.

—¿Y bien? —me senté en su regazo, llevando ambos brazos a su cuello— ¿Qué postura te gusta más?

Él me tomó por los brazos y, en un movimiento rápido, me apartó de él, sentándome en otro lado de la cama.

—No es esto lo que estoy buscando. —fruncí el ceño, sin entender— Te quiero a ti.

Vale, ahora mis dudas tenían dudas.

—No te sigo... ¿Qué es exactamente lo que quieres?

—Ya te lo he dicho, a ti. —volvió a emitir, tumbándose boca arriba en la cama.

—¿Sabes que cobro por hora y por servicio, ¿verdad? —pregunté.

—Lo sé, tendrás tu dinero. —dijo, algo pesado, y extendió el brazo derecho en mi dirección— Acuéstate.

No entendía absolutamente nada.

Realizó un gesto, indicándome que me recostara apoyando mi cabeza en su brazo. Siguiendo su orden, me acomodé junto a él, quedando ambos tumbados boca arriba en la cama.

—La sociedad es una mierda, ¿no crees? —preguntó de repente. Lo miré extrañada, pero comprendí al instante que debía seguirle el juego.

—¿Quieres una respuesta sincera o lo que quieres oír? —respondí.

—Quiero que seas totalmente honesta.

—Desde mi punto de vista, la sociedad es una mierda. Siempre me han juzgado y me han considerado escoria. —Hice un gesto con la mano como si fuera basura— Pero no entiendo por qué alguien como tú piensa así...

—¿Piensas que el dinero es la solución a todos los problemas? —preguntó.

—En cierto modo, sí. Siempre puedes tener acceso a lo que quieras y cuando quieras. Mírame a mí, tienes todo mi ser a tu disposición... —Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras, con mi mano derecha, jugueteaba con su corbata, acariciando con delicadeza su pecho—. Puedo ser completamente tuya esta noche, y decides perder el tiempo así...

—¿Perder el tiempo? —Fijó su mirada en mí— Yo no pierdo el tiempo, y en cuanto al dinero... No todo es accesible, créeme.

Me senté en la cama de un salto, en posición de indio, cruzando las piernas.

—Dime algo que no puedas tener. Vamos, te espero. —Sugerí.

—¿Puedes comprar un corazón? —Aquella pregunta me tomó por sorpresa.

—Ni siquiera sé por qué tendrías que pagar por eso. Alguien como tú debería tener chicas a montones...

—Pero no a la que yo quiero.

—Espera... Creo que ya te voy entendiendo. —Comencé a juntar las piezas de cada frase que me decía.

—Sorpréndeme.

—Tienes un mal de amores. —Contesté — Y quieres olvidarla, ¿verdad?

Su semblante se contrajo en una expresión tensa y, abandonando la cama, se puso de pie para servirse otra copa de whisky. La sostuvo con firmeza, llevándola a sus labios y bebiendo un sorbo largo y pausado.

—¿He dicho algo fuera de lugar? Yo... —Traté de disculparme.

—No estoy tratando de olvidarla. —Se acercó a mí, sentándose a mi lado— Es algo mucho más complicado, algo que no podrías llegar a entender.

Ouch.
¿Una prostituta no tenía sentimientos o qué?

—Solo intento comprender qué es lo que quieres que haga. Mi trabajo es cumplir tus deseos...

—Y lo harás. —Se giró hacia mí con una sonrisa que me hizo sentir un escalofrío, acercándose tanto a mí que juré por un momento que rompería la distancia— Todo a su debido tiempo. —Deslizó su dedo a lo largo de mi brazo desnudo con un toque suave y delicado, lo cual generó una reacción instantánea en mí, haciéndome tensar involuntariamente los músculos.

—¿Y ahora qué? —Pregunté.

—Ahora puedes dormir. Ya es demasiado tarde.

—Entonces... ¿Me voy? —No conseguía entender nada de su comportamiento.

—¿Qué parte de "pasa la noche conmigo" no entiendes? Te quedarás aquí. —ordenó con firmeza.

—Mi ropa está hecha un asco, no puedo dormir así. —me quejé.

Caminó hacia un armario blanco y se embarcó en una búsqueda. Después de un breve lapso, extrajo un camisón acompañado de unos shorts y se acercó a mí con ellos en la mano.

—Cámbiate. —ordenó, luego se tiró en el sofá negro— Y, por favor, deja de hacer preguntas. Eres muy pesada.

Me ofendió, no iba a mentir.

Me dirigí al baño, donde procedí a cambiar mi atuendo por su camisa y los pantalones cortos. Al regresar a la habitación, lo encontré profundamente dormido y, tentada por la irresistible comodidad de la cama, me dejé caer en ella, descubriendo que era la más confortable que había experimentado jamás.

Aquel joven poseía un atractivo arrebatador, pero al mismo tiempo, su comportamiento me desconcertaba.

En medio de la incertidumbre, solo podía esperar que cumpliera con su parte y no jugara conmigo.

Mis ojos comenzaron a pesar hasta que perdí la noción del tiempo.

La mañana siguiente, los cálidos rayos de sol me forzaron a despertar, y al incorporarme, quedé asombrada por el opulento entorno que me rodeaba.

Todo había sido real, pero al dirigir mi mirada hacia el sofá, buscando al joven pelinegro noté que no estaba allí. En su lugar, una elegante percha sostenía una colección de vestidos y conjuntos en el centro de la habitación, mientras que una bolsa de maquillaje descansaba en uno de los lados de la mesita de noche. Mi atención se posó en una nota de color amarillo que reposaba cerca de la bolsa.

"Te he dejado algunos conjuntos decentes y un set de maquillaje. A las 14:00, debes estar lista. Sé formal."

Genial, hoy descubriré qué es lo que trama.

Entonces comencé a revisar los conjuntos y vestidos. ¿Cuál sería el más formal? Opté por un vestido azul ajustado por el pecho y suelto por debajo. Luego me puse unos zapatos a juego y finalmente me dirigí al baño para maquillarme de manera discreta, utilizando base para tapar imperfecciones y una sombra de color marrón. Finalmente, me hice un moño alto.

La puerta se abrió y me acerqué a ella, viendo a Mason entrar con una camisa blanca y un chaleco negro que combinaban a la perfección.

—¿Qué tal? —le pregunté, y él se acercó a mí, evaluándome de pies a cabeza.

—Hay algo que falla. —Comenzó a dar vueltas, mirándome detenidamente.

—Bueno, no estoy acostumbrada a esto... Quizás sea yo quien falla, ¿no crees? —Una de mis desventajas era que siempre decía lo que pensaba.

Entonces, acercó sus manos suavemente a la goma que sujetaba mi pelo y la soltó, para luego arreglar mi cabello a los lados.

—Mucho mejor. —Sonrió victorioso— Escúchame y memoriza, cabeza alta, no te separes de mí y no sonrías a desconocidos. ¿Entendido?

Asentí varias veces, y él extendió su brazo para enganchar el mío. Comenzamos a caminar hasta llegar a su coche, que comenzó a conducir en silencio.

—¿Puedes decirme a dónde vamos? —pregunté, pero como era habitual, no respondió hasta llegar a un restaurante.

—No la cagues, de esto depende tu sueldo. —Me susurró al bajar y volvió a tomar mi brazo.

Caminamos hasta la entrada, donde nos dieron una cálida bienvenida. Continuamos hasta una amplia mesa donde ya se encontraban tres personas: dos hombres y una mujer.

Seguí el ejemplo de Mason, quien saludó a los tres con un gesto de la mano, a excepción de la mujer, a quien saludó con dos besos.

—No me habías mencionado que ya tenías pareja. —El hombre vestido con un traje azul parecía reprender a Mason.

¿Pareja? ¿Desde cuándo?

—Es algo reciente, no me lo tengas en cuenta. —Se excusó él.

Me encontraba completamente desconcertada; no tenía ni idea desde cuándo éramos pareja y aunque intentaba seguirle el juego, me costaba entender cuál era su objetivo o hacia dónde quería llegar con esta farsa.

—Y ¿cómo te llamas, preciosa? —Preguntó el hombre del medio, un poco mayor y ataviado con un traje negro.

Vi a Mason mirándome de reojo, seguramente nervioso por si le preguntaban a él, quién aún no sabía mi nombre.

—Soy Marla, un placer. —Me presenté, sintiendo que, por primera vez, mi nombre tenía importancia.

—El placer es mío, soy Jacob, el padre de Kate. —Señaló a la rubia sentada a su lado— Y este es James, mi hermano. —Indicó al otro hombre a su lado.

Ahora lo entendía, se trataba de una empresa familiar.

Después de tomar asiento, nos sirvieron el primer plato, una sopa tradicional del restaurante.

Había tantos cubiertos que decidí imitar a la rubia que estaba frente a mí.

—Tu padre no ha estado muy presente en la empresa esta temporada... ¿Sabes si volverá? —preguntó uno de los caballeros a Mason.

Mason asintió ante la pregunta de aquel hombre.

—Sí, es cierto que mi padre ha estado ocupado con asuntos personales últimamente, pero está previsto que regrese en estas semanas. Mientras tanto, hemos estado implementando algunas estrategias para mantener el crecimiento y la estabilidad de la empresa.

—Es crucial mantener esa estabilidad en tiempos de transición. ¿Cómo han sido los resultados financieros en esta. temporada? —Uno de los otros hombres tomó la palabra profundizando en el tema y mientras sus palabras fluían con destreza, el personal a cargo retiró con discreción los últimos vestigios de la fragante sopa que había iniciado nuestro banquete.

A continuación, en un acto de maestría culinaria, nos fueron presentados platos de filete de carne que emanaban un aroma embriagador y cuya apariencia hacía honor a su reputación de exquisitos manjares.

Mason siguió compartiendo algunos datos sobre los resultados financieros, destacando las áreas en las que la empresa había tenido éxito y las que necesitaban mejoras. La conversación se volvió más técnica mientras discutían estrategias de inversión y expansión que ni entendía ni me interesaban.

Mientras los demás continuaban su conversación, yo seguía librando una batalla campal con aquellos cubiertos, pues todos se parecían. .

En un momento de desesperación, cuando intenté cortar un trozo de carne, este salió disparado por los aires en una dirección totalmente inesperada. Fue como si la carne tuviera vida propia y quisiera escapar de mi torpeza.

Traté de disimular la catástrofe culinaria, pero el pedazo de carne aterrizó en el plato de Jacob, quien me miró con los ojos como platos.

Tratando de mantener la compostura y solté una risa nerviosa.

—¡Oh, qué buen tiro! —Sonreí ampliamente— Un poco de proteína nunca viene mal ¿no?

—¿Es tu primera vez aquí, querida? —Inquirió la rubia, que hasta ese momento había permanecido en silencio, pero cuyos gestos insinuaban una actitud condescendiente.

—No, yo... —Intenté hallar las palabras adecuadas.

—Ella es así. —Mason colocó su mano sobre la mía y me esbozó una sonrisa tranquilizadora—. Siempre está haciendo bromas, aunque a veces hay quienes pueden parecer un tanto reservados.

—Mis disculpas, Kate tiende a ser un poco seria y le cuesta desconectar en ocasiones. —Jacob intervino para disculpar a su hija.

—No te preocupes. —Respondí con cortesía.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos? —La rubia volvió a preguntar, y decidí mantener silencio para evitar cualquier malentendido.

—Un mes y medio. —Mason proporcionó la respuesta.

—No es mucho tiempo, sinceramente no entiendo como la traes a una comida empresarial. —Cuestionó cómo si yo no estuviera presente aunque su comportamiento fue seguido por una mirada de reproche por parte de su padre.

—Kate, pensé que habías superado esos celos. —Mason pronunció esas palabras, desconcertándome por un momento.

—¿Celos? Lo que existió entre tú y yo terminó hace tiempo. Lo único que me preocupa es la seguridad de nuestra empresa. No podemos compartir información confidencial con cualquiera. —Respondió la rubia sin darse por vencida.

En ese momento, todo cobró sentido: ella era su exnovia.

Entonces, ¿todo este juego era para despertar sus celos?

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