4(temp.)
Lucas
Suelo dejar vaho en los cristales, luego camino con una toalla en mi cogote y otra anudada en mi cintura, miro mi reflejo frente al armario.
Qué razón tenía en decir que soy un fideo.
¡Que Dios la tenga en su gloria!
bueno en mi agenda compruebo que será un día intenso.
Nada por aquí, nada por allá hasta que por fin aparece mi camisa blanca, tengo más de una y de distintos colores, las mismas que plancho a diario. Regreso al baño para peinarme mi cabello oscuro que casi siempre luce despeinado. Aún así jamás usaré gel, no quiero que me vean como pijo.
No percibo al principio a nadie hasta que no salgo con mi café en mis manos, por mi torpeza ocurre un pequeño accidente, y por mucho que diga que no fue a propósito él siempre cree lo contrario; Además ¿Qué culpa tengo de que la taza sea tan escurridiza? No considero que sea para tanto pero Sergio se cabrea conmigo, que si acabo de limpiar el salón y la retahíla de siempre. Me hartó tanto que cogí uno de sus coches en miniatura y se lo lancé, menos mal que lo atrapó al momento. Lo que recibí a cambio por parte de él fue un insulto de los suyos. No veas lo que hizo, se fue directo a mi cuarto, cogió una de mis camisetas y....parece que él no quiere que llegue puntual a mi trabajo. El tiene la suerte de no estar por debajo de nadie, soportando regaños y advertencias. Nada, tuve que abandonar deprisa el piso y bajar a por mí camiseta.
Sabía que iba a ser una mañana movidita e interesante, lo peor vendrá después cuando me enfrente al jefe, a Salvador o a la bruja de su hija.
Abro la puerta del baño y me llega un olor, al parecer huele a ambientador, estoy seguro que Demelsa hace poco estuvo por aquí. Ella me cae bien a diferencia del engreído de Daniel, no es casualidad que me envie un correo, en el mismo me exponía el mismo argumento. Ese párrafo es tan repetitivo, es decir siempre escrito de forma correcta es decir sin faltas de ortografía; dejando para el final un saludo. La cuestión es que se prestan a un mero formalismo de quedar bien. Tan amables, pero soy uno más de la plantilla de tontos. Porque así me considero por soportar a…ahí viene. Ella avanza a lo largo del pasillo. En nada llega hasta donde nos situamos; ni nos mira. Tiene solo un punto fijo, va hacia donde están su padre, Daniel y Sara.
Seguro están decidiendo a quienes van a incluir de nuevo o a quienes van a despedir. La última decide retirarse.
De Sarita me impresiona su mirada entre otras cualidades, alguna vez me crucé con ella pero no hay química además creo que le gusta el repartidor.
Estoy apuntando en mi agenda la cita que tengo con un amigo después de salir de aquí, me queda como una hora para terminar y aún no conseguí ningún cliente. Hago un ligero movimiento hacia atrás, pero no me retiro de mi escritorio; porque si lo hiciera me llamarían la atención. Entonces Ceres tendría una excusa para ser cruel una vez más. Todavía me acuerdo de ese chico que trabajaba aquí, estuvo solo media hora en el baño por encontrarse mal pero ella no lo quiso entender. Parece que se chiva a su padre y Fernando nunca se entera del chisme completo.
Desde mi posición observo a Ana, la misma está ocupada interactuando con un cliente. Me gustaría saber qué piensa; Ojalá fuera en mi, bueno es lo que quisiera pero ella está más concentrada en su trabajo, en sus estudios además me ve como un compañero más. Si supiera que me atrae demasiado, que cada vez que me mira me pongo nervioso. De por sí siempre que ocurre ella sonríe, creo que intuye algo pero cómo le habrá sucedido con otros pues...de repente sale la hija del director y noto como nos visualiza. No a mí directamente pero antes de irse quiere intimidarnos. La evito porque no me agrada y vuelvo a concentrarme en lo mío.
Media hora después toca un pequeño descanso, en ese momento me encuentro dentro del baño haciendo lo de siempre.
No tardó más de cinco minutos y al salir tropiezo con Leire. A pesar que me sonríe la noto extraña.
«¡Oh Dios mío, no tendrá que ver con la reunión que tuvieron el jefe, Daniel y Sara!». Y no me extrañaría que esa chismosa supiera de qué se trata.
En cualquier momento uno se entera si no hoy será mañana. Lo que no esperé es que el engreído se me acercara.
«Jodida suerte la mía, a ver qué se cuenta».
En cinco minutos regresé al puesto, y con una mala leche en mi cuerpo. ¿Por qué carajos Ana aceptó que la lleve a su casa?
No estuve el suficiente tiempo con mi amigo porque de por sí estaba en otro mundo y no le presté atención, Tobías no sabía que me ocurría pero determinó que quedáramos otro día. No tuve ningún inconveniente, además ya hablamos en otra ocasión donde se pueda organizar algún plan de los nuestros. Todavía recuerdo cómo lo pasamos en verano, cuando no teníamos que ocuparnos de tareas desagradables cómo limpiar los baños de algún chiringuito. El me consiguió trabajo de camarero pero fue el primer mes, durante el siguiente quedamos en karaokes y bares. Allí surgía la posibilidad de ligar, eso sucedía en esas noches de verano, por consiguiente traían las consecuencias al amanecer. A pesar de la resaca no desperdicie el verano encerrado en una habitación porque alguna tarde me iba con otros chicos a jugar al voleibol en la playa. Aún me cuesta creer que aquello pasará tan rápido.
Mientras voy de camino al apartamento ni me fijo en los escaparates, aún sigo inquieto por la charla que tuve con Salvador. Saber que Ana pudiera tener alguna relación con él me asquea; si no pegan, creo. A ambos les gusta competir pero al tipo más, quizás él sabe que me interesa y por eso me la quiere bajar ¡¡mierda!!
«Mirad vos por dónde vas» escuché del vecino. No me imaginé encontrarme a Leonardo en la entrada, casi me roza al pasar por delante mío. El bajo es el lugar donde te topas a diario con alguna vecina pesada, el cartero o algún tipo heterosexual.
«¿Cuántos gays puedes encontrarte en un mismo edificio y que elija un quinto piso? ¿Ustedes qué creen?». La primera vez que lo vi llevaba prisa y aún así no dejo de observarme; quizás tenga que acostumbrarme.
En nada me eché al sofá, es lo primero que hago al llegar a casa. Al parecer Sergio no está sino ya me hubiera regañado. Aún así puedo ver sus coches en miniatura desde aquí; se que le gusta presumir de su colección cuando tiene visitas. Menos mal que no estoy o simplemente no me hallo cuando aparece algún amigo o familiar.
Además se que su socio viene seguido,el mismo Eusebio se toma la libertad de pasar horas aquí. Dejando latas de refresco por ahí o notas escritas por ellos pegadas en la parte frontal de la nevera.
Al rato leí una de ellas: «Lucas, estaré fuera durante horas, ya sabes con Eusebio»
Nunca me explica nada más, siempre la misma frase. Así que decidí merendar y pasar las siguientes horas viendo una serie de Netflix.
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