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CAPÍTULO 5: «¿QUÉ TE APUESTAS?»

NOTA DE LA AUTORA: Este capítulo se lo dedico a mi muy buena amiga Tequila213, que fue la que me animó a empezar a publicar mi novela. Nunca lo habría hecho si no fuese por ti, así que muchas gracias <3 ily

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Estuve un par de horas más hablando con Mack sobre Chad, lo que había ocurrido , lo que debería haber ocurrido y lo que Mack intuía que iba a ocurrir a partir de ese momento. A la mañana siguiente, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarme de la cama. Apenas había pegado ojo, pero merecía la pena si la razón por la que no había dormido era mi mejor amiga.

Nos encontrábamos dentro de mi coche, y a pesar de que creía que el camino a clase iba a ser incómodo y tenso, no lo fue para nada. Más bien, Mack y Chad estaban flirteando incluso más que antes, lo que me provocaba una mezcla entre arcadas y adoración.

—¡Deja de golpear mi asiento, Chad! —gritó Mack al mismo tiempo que se giraba para mirarlo. Chad se carcajeó y golpeó un poco más fuerte el respaldo del asiento de Mack—. ¡Chad, te voy a golpear muy fuerte! —chilló, haciendo que me pitaran los oídos.

—¡Vale ya! ¡Parecéis niños de siete años! ¡Al menos creía que habría algo de tensión por lo de Alice, pero estáis incluso más pesados que antes! —grité mencionando a propósito a Alice para que se quedaran calladitos. El silencio rotundo de después me indicó que había funcionado.

—Eres mala... —refunfuñó Chad sabiendo exactamente lo que había hecho.

—Gracias. —Sonreí ampliamente.

—No era un cumplido. —Chad puso una mueca.

—Para mí sí. —Aparqué en la primera plaza libre del parking que encontré. No llegábamos muy tarde, pero si no quería quedarme fuera de clase de Matemáticas, debía darme prisa.

Nos bajamos del coche y corriendo, fui a mi taquilla y saqué mis libros de Matemáticas. Chris no estaba ahí, afortunadamente, así que me despedí de mis amigos y me dirigí a clase. De camino, me puse a pensar en que tendría que volver al simio, y después de lo del día anterior, no me apetecía nada.

Cuando llegué a clase, el profesor aún no había entrado, así que intentando ignorar a Chris lo mejor que pude, me senté en mi sitio y miré al frente.

—Buenos días, Pinocho. ¿Has atropellado a alguien hoy? —se burló Chris.

—Olvídame —espeté. En ese momento entró el profesor Harris y aunque me costase creerlo, me alegré.

—Buenos días, alumnos. Espero que hayáis pasado un buen fin de semana, porque va a ser el primero y el último en el que disfrutaréis de tiempo libre. —Sonrió malévolamente. Ese profesor iba a acabar conmigo, lo podía sentir—. Os presento vuestro primer trabajo. —Hubo una oleada de quejas y lamentos que inundaron la clase. Resoplé y apoyé mi cabeza en mi puño, aburrida—. Debéis hacer un trabajo de investigación de los matemáticos más importantes y relevantes a lo largo de la historia. ¿Fácil, cierto? —preguntó sonriendo, pero nadie respondió—. Tenéis como fecha de entrega hasta el lunes de la semana que viene. —Tal y como había dicho Harris, ya podía despedirme de tener tiempo libre. Al menos era un trabajo teórico y no práctico—. ¡Casi lo olvido! —exclamó—. Es en parejas. Podéis elegirlas vosotros. A mí me da igual, pero decididlo ahora porque tengo que apuntarlo. —Abrí los ojos, y recorrí la mirada por toda la clase. Todos me parecían mejor opción que hacerlo con el mono que tenía de compañero. Esperé a que alguien se levantara para elegir compañero, pero nadie se movió. Parecía que como todos se habían sentado con sus amigos, ya tenían todos pareja. Chris estaba a mi lado, viendo cómo me daba cuenta de que la única persona que me quedaba era él. Girándome lentamente para mirarlo, observé que estaba apoyado con los dos codos en la mesa y tenía una pequeña sonrisa en su cara.

—Parece que vamos a tener que hacer el trabajo juntos, Pinocho. —Me sonrió. Me le quedé mirando un largo instante, asumiendo mi destino. Suspiré y me agarré las sienes.

—¿No me puede salir nada bien? —me quejé y me di de cabezazos contra la mesa. Entre uno de los cabezazos, sentí la mano de Chris interponerse entre la superficie de metal y mi frente, y yo me aparté rápidamente—. ¿Se puede saber qué haces, baboso? No me toques si no quieres que te rompa la cara —le amenacé y Chris se rio.

—Eres una dramática. De todas formas, ¿qué tienes en contra del contacto humano? —Me fue a pellizcar el brazo pero fui más rápida y lo aparté antes de que pudiera tocarme.

—Esa misma pregunta podría hacerte yo... —susurré, recordando la clase de Literatura de la semana pasada, cuando una chica le cogió de las mejillas y él se puso igual de tenso que Edward Cullen cuando olió a Bella por primera vez en la clase de Biología.

—¿Cómo? —preguntó Chris extrañado. No quería responder porque no quería que pareciera que me había fijado en él.

—Ya habéis tenido de escoger pareja. Voy a pasar lista y me vais diciendo vuestro compañero —dijo, y empezó a pasar lista—. Adams —llamó a Chris—. ¿Compañero? —preguntó.

—La señorita Williams. —Sonrió burlón. Toda la clase estaba mirándonos, probablemente por la escena que protagonizamos unos días atrás, esperando que volviese a ocurrir.

Con la cabeza aún sobre la mesa, miraba por la ventana que estaba a mi izquierda, sopesando si tirarme por ella o no. Sabía perfectamente que intentar pedirle al profesor que me dejase hacer el trabajo sola después de lo ocurrido el otro día era caso perdido, por eso ni lo intenté.

—¡Vaya! Williams y Adams... Que Dios se apiade de vosotros —dijo entre dientes mientras negaba con la cabeza. ¡Hasta el profesor sabía que era mala idea! Volví a suspirar y cerré los ojos. Puto Chris y puta clase. Puto profesor y puto trabajo. Puto todo.

El profesor siguió pasando lista. Decidí no abrí los ojos porque ver a Chris me ponía mala. Ese chico me estaba haciendo la vida imposible. Primero, hacía que el profesor Harris me detestase por su culpa, luego, me apodaba «Pinocho» y hacía constantes bromas sobre mi conducción. Además, había estado acosándome con la mirada en la fiesta de Brittany y para colmo, al día siguiente me había puesto en ridículo enfrente una abuela. ¡Y ahora tenía que hacer un trabajo con él! No sabía si iba a ser capaz.

Se acabó la clase y yo intenté darme prisa en salir de allí, pero Chris me detuvo.

—Oye, ¿cuándo quieres hacer el trabajo? —me preguntó.

—Pues cuanto antes acabemos con esto, mejor. Esta misma tarde —le dije y me crucé de brazos.

—Esta tarde no puedo. ¿Qué tal mañana? —Se rascó la nuca.

—¿Para qué mierda me preguntas entonces cuándo quiero hacer el trabajo si cuando te digo un día me dices que no puedes? —respondí cabreada. Realmente tenía poca importancia, pero cuando se trataba de Chris, saltaba a la mínima.

—Por saber cuándo puedes tú. ¡Jesús, cálmate! —dijo levantando las manos en señal de paz. Yo entrecerré los ojos.

—Mañana me va bien. —Ignoré su comentario. Pedía que me calmara cuando siempre estaba poniendo a prueba mi paciencia.

—¿Lo hacemos en tu casa o en la mía? —Giré el cuello para mirarlo como un búho.

—En ninguna de las dos. Quedamos en la biblioteca y punto. Yo no voy a ir a tu casa ni tú vas a venir a la mía —dije, rotunda. Chris abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido por otra persona.

—Hola, Chris —le saludó, coqueta, Britanny. La miré y puse una mueca de asco. Ignoró completamente mi presencia y todavía de pie, apoyó los codos sobre la mesa, provocando que sus tetas se apretaran un poco más de lo que ya estaban dentro del top violeta que llevaba. Miré a Chris y para mi sorpresa, ni se inmutó, porque no apartó la mirada de sus ojos—. Casi ni hablamos en la fiesta del sábado —ronroneó batiendo sus falsas pestañas. «Un poco más y echa a volar», pensé.

—Estuve un poco ocupado, pero buena fiesta. —Le sonrió con un tono sorprendentemente burlón. ¿Acaso Chris se estaba riendo de Brittany? ¡Wow, eso era nuevo!—. ¿Al final recuperaste tu sujetador de la antena de tu casa? —le preguntó con falso interés. Al parecer Brittany no se percató de que se estaba riendo de ella, porque sonrió. No sabía por qué no me había marchado aún. Debía marcharme, pero estaba disfrutando de aquella interacción.

—Sí, la verdad es que fue vergonzoso. —Mentira. A pesar de que no estuve ahí, me apostaba lo que fuese a que le encantó tener que ir a buscar su sujetador al tejado de casa. Hasta podría decir que ella misma lo había colgado allí.

—Sí, seguro que lo pasaste fatal... —dijo Chris fingiendo empatía. Al parecer, él tampoco se lo creía—. ¡Bueno! Abbie y yo nos tenemos que ir, pero ha sido un placer charlar contigo —dijo Chris al tiempo que se levantaba y me cogía de la mano para irnos. Mis ojos volaron a nuestras manos entrelazadas. ¿Por qué estaba permitiendo que me tocara? Tenía las manos tan suaves... Brittany también se fijó en nuestras manos y sonrió.

—Sí que eres rápida, Abbie... Aunque no sé de que me sorprendo, ya lo habías hecho antes. —Su sonrisa no camuflaba el veneno de su voz. Chris me miró, curioso. Rápidamente aparté mi mano de la suya—. ¡Oh, lo siento! ¿He hablado de más? —preguntó con falsa inocencia.

—Siempre que abres la boca, hablas de más. —Cogí mis cosas de la mesa y me marché.

El resto del día no me volví a cruzar con Chris. Igual que antes, corría para sacar los libros de la taquilla y me iba a la de Chad, donde charlábamos y esperábamos a que Mack se uniese a la reunión. Aquella conversación con la zorra de Britanny me había enfadado. Quizás fuera por la libertad que se había tomado Chris al agarrarme la mano después de lo mal que se estaba portando conmigo. Sabía que lo había hecho a propósito para espantarla. ¿Iba siempre a utilizarme como a una marioneta?

Por la tarde, planeé al milímetro lo que debíamos hacer Chris y yo en el trabajo. Íbamos a dividirnos las partes, sería más fácil y de esa manera, no tendría que hablar con él más que lo estrictamente necesario.

Mi hermano llegó de trabajar bien entrada la noche. Yo ya había cenado, pero aun así le hice compañía mientras devoraba la ensalada campera que había preparado.

—¿Qué tal tu primer día de trabajo? —le pregunté después de servirme un vaso de agua y sentarme enfrente de él.

—Hoy no he trabajado mucho. Me han explicado cómo se organizan en el taller y me han presentado a mis compañeros de trabajo. Todos tienen más de 50 años, menos un chico y una chica, Hayes y Zoe , creo que se llaman. —Frunció el ceño, pensativo—. Los dos tienen mi edad. Han sido todos muy majos. —Se encogió de hombros y le observé meterse un bocado de patatas a la boca.

—¿Zoe ha sido maja también? —pregunté interesada. Mason rio porque sabía a dónde quería ir a parar, y negó con la cabeza.

—No empieces, Abbie. —Me señaló con el tenedor—. Ha sido maja, como el resto. Es guapa, pero eso es todo —dijo, quitándole importancia.

—¿Entonces es guapa? —pregunté emocionada. Mason suspiró porque se dio cuenta de que había metido la pata. Ese pequeño cumplido acababa de alimentar todas mis conspiraciones y fantasías —. ¿Cómo es? —insistí.

—Abbie... —me advirtió.

—Vale, ya paro. Supongo que me enteraré en unas semanas cuando salga a hurtadillas de tu cuarto. —Me aplaudí mentalmente por mi ingenioso comentario. Mason suspiró, pero se rio—. ¿Qué te apuestas? —le reté, ahora emocionada.

—Lo que quieras —dijo con demasiada confianza.

—Unas entradas al concierto de Pvris a que antes de finales de año la traes a casa —contesté. Sabía que iban a empezar la gira dentro de nada, y yo me moría por ir a verlos en vivo.

—Hecho —aceptó. Me tendió la mano y le di un apretón, sellando nuestra apuesta.

—¿Y si ganas tú? —Se me había olvidado completamente preguntar cuál era el premio de Mason si ganaba la apuesta.

—Me recoges el cuarto durante un año. —Sonrió ampliamente y se metió otro trozo de atún en la boca. Maldije para mis adentros. ¿Por qué no había preguntado antes de aceptar? Aunque estaba tranquila, Mason no sólo era un hombre, sino que además, era Mason. Iba a ganar esa apuesta.

—Voy a ir pensando en mi conjunto para el concierto —dije mirándole de reojo y Mason sacudió la cabeza, divertido—. Me voy a dormir ya, mañana será un día largo —dije al recordar que había quedado en la biblioteca con Chris—. Buenas noches. —Le di un beso en la mejilla y salí de la cocina.

Hice videollamada con Mack y con Chad por la noche, aunque me dormí antes de poder colgar.

Chris no apareció al día siguiente, por lo que la clase de Matemáticas fue tranquila. Sin embargo, la clase de Literatura no lo fue tanto. No me acordaba de que en esa clase me sentaba con Austin, y se me había olvidado por completo lo que había ocurrido en la fiesta.

Ya sentada en mi asiento, rezaba por que Austin tampoco se presentara. Sin embargo, sólo llegaba tarde. Entró en clase cuando Wendy ya había comenzado a explicar la lección. Se sentó a mi lado y yo sólo le sonreí.

—Esto de que cada clase esté a kilómetros de distancia me va a pasar factura —susurró y reí ligeramente—. ¿Qué tal estás? —preguntó.

—He tenido antes Matemáticas con el profesor Harris, así que ya te puedes imaginar cómo ha empezado mi día —bromeé en bajito. Austin asintió, comprendiendo mi sufrimiento.

No volvimos a hablar en toda la clase. Wendy nos habló de Tennessee Williams y nos recomendó leer alguna de sus obras. Yo ya conocía muchos de sus libros, pero nunca había leído uno. Quizá ese fuera el momento.

Cuando la clase acabó, me giré a mirar a Austin. Nuestro «casi beso» me atormentaba y quería aclarar lo que había ocurrido en la fiesta, porque aquella no era yo, y no quería que pensase nada que, en realidad, no era.

—Oye —le llamé—. Te quería decir que el sábado me pasé bebiendo. Lamento haberte dado una idea equivocada, pero no estoy buscando nada ahora mismo. Lo siento —me disculpé. Austin me miró sonriente.

—¡No pasa nada! De todas formas, tengo novia. —Se encogió de hombros. Abrí ligeramente la boca, impactada. ¿Que Austin tenía qué?

—Perdona, ¿qué?

—Eso, que tengo novia. —Le miré pensativa, procesando lo que me acababa de decir.

—¿Y tú conoces el concepto de fidelidad? —pregunté molesta. No me enfadaba únicamente que me fuera a besar teniendo novia. Quizás aquellos era lo que menos me molestaba. Lo que no conseguía entender es cómo podría hacerle eso a la chica con la que salía. Me parecía rastrero, cruel y extremadamente ruin.

—Nosotros no hicimos nada —se excusó, y yo abrí los ojos, incrédula. ¿Qué clase de excusa era aquella?

—Mira, apenas nos conocemos. No soy quién para decirte qué debes o qué no debes hacer. Pero te puedo asegurar que yo me entero de lo que hiciste el viernes en la fiesta conmigo, y te mando a pasear más rápido que la velocidad de la luz. —Recogí mis cosas de la mesa y me puse de pie—. Ten un poco de respeto por tu novia. —Lo miré, decepcionada, y me marché de clase.

Saqué los libros de mi taquilla y Chad y Mack llegaron. Les conté lo que acababa de descubrir de Austin y ambos alucinaron.

—Es un gilipollas —dijo Mack.

—Sí, parece que los atraigo —me quejé—. Tengo que ir esta tarde a la biblioteca con «Gilipollas Número Uno» para hacer el trabajo de Matemáticas. Aunque no sé cómo vamos a quedar, porque hoy no ha venido y tampoco tengo su número de teléfono, por lo que no puedo mandarle ningún mensaje para concretar hora y sitio. —Fruncí el ceño.

—Puedes ir a dirección y preguntar por su número de teléfono. A lo mejor te lo dan si les dices que es para hacer un trabajo —sugirió Chad. En realidad no era una mala idea, pero tenía serias dudas con que me fueran a dar su teléfono.

—Puedo intentarlo después de clases —murmuré para mí misma.

Cuando por fin se acabaron las clases y llegó la hora de marcharse, me dirigí a dirección. Le había dejado una nota a Mack en su taquilla diciendo que no tardaría mucho y que me esperaran en el coche.

Cuando llegué, la secretaria me miró seria y me analizó de arriba a abajo. No debía tener más de treinta años, aunque llevaba ya ocho años trabajando en este colegio. Todo el instituto sabía que solo estaba ahí porque se acostaba con el director. No podía haber otra razón, porque era una incompetente de primera. Correspondí su mirada de desagrado, pero cambié mi expresión rápidamente. Necesitaba conseguir el número de teléfono de Chris, y con muecas de asco no lo iba a conseguir. Debía sonreír, ser amigable, para variar.

—¡Hola! —Sonreí lo más amistosamente que pude y me apoyé en el mostrador—. Venía porque mi compañero de clase ha faltado hoy y tenemos que hacer un trabajo juntos. No hemos podido concretar el lugar ni la hora y tenemos que entregarlo mañana. Es un poco urgente —mentí. Si decía que el trabajo era para la semana siguiente, no me lo daría. Esta mujer odiaba trabajar, y haría todo lo posible por no tener que mover ni un dedo—. Me preguntaba si me podías dar su número de teléfono para poder contactar con él.

—¿No crees que si hubiese querido que tuvieses su número de teléfono te lo habría dado? —me reprochó.

—No, apenas hemos tenido tiempo de hablar del trabajo, y se suponía que lo íbamos a aclarar hoy, pero no ha aparecido. —Intenté convencerla, pero por su cara, supe que no había funcionado.

—Lo siento, no puedo facilitarte esa información. Es privada —dijo con poco interés en la conversación—. Adiós —se despidió mirando la puerta, esperando que me fuese. Apreté los dientes y respiré hondo. Podía irme y no hacer el trabajo ese día, pero quería dejarlo hecho cuanto antes.

Fue entonces cuando la suerte llamó a mi puerta, o más bien, entró por ella, porque cuando ya estaba a punto de irme, la coordinadora entró a dirección.

—Kate, el director quiere hablar contigo —le avisó. Ella sonrió, encantada de haber oído que el director quería verla, o más bien, encantada de lo que iba a hacer con el director en cuanto le viese.

—Ahora mismo voy, gracias —le agradeció y se levantó de la silla. La coordinadora se marchó y la secretaria se acercó a mí después de alisarse la falda—. ¿Te vas ya, no? —me instó, pero yo tenía una idea mejor.

—¡Claro! —Sonreí y salí con ella de dirección. Se alejó contoneando las caderas, y yo me quedé fingiendo que hacía algo en la esquina del pasillo. Cuando la perdí de vista, comprobé que nadie me estuviera mirando y me colé de nuevo en dirección. Debía ser rápida.

Me deslicé detrás del mostrador y me dirigí a la puerta del fondo, donde estaban los archivos de los alumnos. No sabía si estaría abierta o cerrada, pero con lo incompetente que era la mujer, seguro que la habría dejado abierta. Y no me equivocaba, porque cuando giré el pomo, la puerta se abrió haciendo un simple «clic». La sala estaba oscura, así que a tientas, encendí el interruptor. Debía darme prisa.

—Con la A... Adams... Adams... Adams... —murmuré mientras buscaba en los cajones—. ¡Aquí está! —celebré. Saqué la carpeta de Chris y la abrí. No me costó mucho encontrar el número de teléfono. Le saqué una foto, y justo cuando estaba a punto de cerrar la carpeta, leí algo que me llamó la atención. «Traslado del instituto por expulsión». ¿Chris había sido expulsado de su anterior instituto? Iba a leer más, pero oí un ruido en la sala de fuera. Guardé la carpeta y cerré el cajón. No sabía si había alguien fuera o no, y tampoco tenía muchos sitios en donde esconderme, así que me asomé para ver de dónde procedía el ruido. No vi a nadie, por lo que rápidamente salí de la sala con los archivos y me dirigí a la puerta. Cuando estaba agarrando el pomo de la puerta, alguien la abrió por mí.

—¿Por qué narices tardas tanto? —me preguntó Chad. Solté todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y le pegué un manotazo.

—¡Me has asustado, idiota! —Le fulminé con la mirada.

—¿Dónde está la mujer? —preguntó cuando se fijó en que estaba sola. Antes de poder responder, Mack se asomó detrás de Chad.

—Chicos, estoy disfrutando enormemente de esta charla, no me malentendáis, pero estoy viendo a la de dirección venir hacia aquí, y no creo que le guste que estemos aquí sin estar ella presente —dijo con urgencia. Entonces sin pensar mucho lo que hacía, empujé a Chad para que se apartara y me dejara salir, pero él se cayó, provocando que Mack se cayera también. Con cierta dificultad, salté encima de sus cuerpos y cerré la puerta detrás de mí.

—¿Todavía sigues aquí? —me reprochó la mujer a mis espaldas. Me giré lentamente y la miré.

—¿Y usted ya está aquí? Sí que ha debido ser rápido el «asunto» que el director debía tratar con usted. —Ladeé la cabeza inocentemente. La mujer me lanzó cuchillas con los ojos y cruzó los brazos. Chad y Mack se levantaron del suelo y la miraron.

—¿Queréis algo? —les preguntó claramente molesta.

—No, nosotros ya nos íbamos. —Sonrió Mack, y empezó a andar. Yo la seguí, pero se detuvo y se giró para mirar a la secretaria—. Tiene un poco de pintalabios en la mejilla —le dijo divertida mientras le indicaba el lugar donde el pintalabios se había corrido. Yo reí por lo bajo y Chad no pudo contener una carcajada. La mujer echaba humo por las orejas, así que nos marchamos de allí antes de que nos pusiera una amonestación o algo parecido.

Cuando ya nos habíamos alejado lo suficiente, los tres rompimos a reír.

—Esa señora tiene que empezar a tener más cuidado. Algún día va a aparecer con las bragas en la cabeza. —Se rio Mack, provocando que Chad y yo riéramos más fuerte.

Salimos al aparcamiento y nos subimos al coche.

—Se me había olvidado preguntarte. ¿Has conseguido el número de Chris? —me preguntó Chad desde el asiento trasero.

—Sí, me he tenido que colar en la sala donde están los archivos del alumnado y buscar entre todas las carpetas, pero lo he conseguido. —Sonreí contenta.

—Entonces, ¿vas a quedar con Chris en la biblioteca esta tarde? —preguntó Mack.

—Sí... ¿La del instituto está abierta hasta las diez, no? —inquirí.

—Sí, ¿pero no prefieres ir a su casa...? —insinuó Mack. Yo negué rotundamente con la cabeza.

—¿Qué dices? —exclamé, escandalizada—. Ni loca quedo allí con él. Si algún día piso esa casa es para poner una bomba en su habitación. —Reí y mis amigos se miraron entre ellos.

Ya en mi casa, saqué el móvil mientras comía y guardé el número de teléfono de Chris como «Gargamel». El parecido entre ellos dos era innegable. Ambos eran molestos, crueles y no caían bien a nadie.

Entré en su chat y le escribí un mensaje. «Soy Abbie. Quedamos en la biblioteca del instituto a las 6. Sé puntual». Un par de minutos más tarde, recibí un mensaje. Era Chris. «¿Cómo has conseguido mi número?». Obviamente no le iba a contar todo lo que había tenido que hacer para conseguir su número porque sabía que se reiría de mí, así que sólo escribí: «Probando». Volví a dejar el móvil sobre la mesa, pero un mensaje volvió a llegar. «No sé si esta tarde voy a poder». Ahora molesta, escribí: «Claro que vas a poder esta tarde. ¿Qué tienes que hacer que sea más importante?». Envié el mensaje y esperé. Chris me había leído, pero no contestaba. Entonces me llegó otro mensaje: «Vale, nos vemos esta tarde, Pinocho». Ahí estaba otra vez ese mote horrible que me había puesto.

Después de comer, me tumbé en el sofá. Zapeé por la televisión, pero me quedé dormida rápidamente. Gargamel protagonizó mis sueños aquella tarde.

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¡SIENTO LA TARDANZAAA! Dios, es que Wattpad me ha dado unos problemillas a la hora de actualizar, ¡pero ya está aquí el capítulo! Es cortito, pero necesario, creedme. Pero tranquilos, que el morbo empieza ya ;)) ¡Sé que estáis emocionados! Yo personalmente no puedo esperar a que llegue ya el viernes que viene. ¡QUIERO QUE LEÁIS YA LO QUE OS TENGO PREPARADO!

Os animo a todos y a todas que votéis y que me digáis en los comentarios qué os está pareciendo la novela :)) ¡Me encanta leer vuestras ideas! ¿Tenéis ya un personaje favorito? ¿Qué creéis que va a pasar entre Chris y Abbie en la biblioteca? ¡Qué pensáis ahora de Austin...? ¡Dejádmelo saber!

Unos besazos enormes,

Elsa <3

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