CAPÍTULO 40: «COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS»
—Brandon. —Me sorbí los mocos y me pasé la manga de la cazadora por la cara para quitarme las lágrimas que seguían cayendo—. ¿Qué haces aquí? —Observé cómo lentamente Brandon se iba acercando a mí, hasta que por fin pude distinguir cada uno de sus rasgos faciales. Como la primera vez que le había visto hacía un mes, se había dejado crecer la barba, lo que le daba un aire más maduro. Miré a la carretera, esperando no encontrarme el coche de Chris aparcando enfrente de mi casa.
—Venía a verte. —Me sonrió ampliamente y dio otro paso en mi dirección. Retrocedí por instinto.
—¿Por qué? —Entrecerré los ojos, desconfiada e hipé. Claramente Brandon no había venido sólo a verme.
—¿Tengo que tener alguna razón para venir a ver a mi ex novia? —preguntó sarcástico y dio otro paso hacia mí. Yo retrocedí dos más, e iba a retroceder un tercero, pero mi pie chocó con el banco de madera que se encontraba en el porche.
—Brandon, basta ya de jueguecitos —dije entre dientes. Su actitud me estaba poniendo los pelos de punta, y quería que se marchase inmediatamente—. ¿Por qué has venido? —demandé saber, y volví a mirar a la carretera. Brandon me ignoró.
—Una pena, ¿verdad? —preguntó señalando el trozo de papel que apretujaba entre las manos—. Recuerdo lo unidas que estabais antes. ¿Qué ha pasado? —me preguntó sonriente, disfrutando de verme sufrir.
—Seguro que tú eso ya lo sabes —espeté con odio y Brandon levantó una ceja, algo sorprendido. Por una vez, quería ser yo quien supiese algo que el otro no.
Se recompuso y volvió a sonreír socarronamente.
—No sé a qué te refieres. —Se hizo el desentendido, fingiendo confusión. Cerré los puños, intentando contener la rabia.
—¿No? Pues estoy segura de que Max puede darte una pista. —solté con veneno. Ya me había olvidado del frío que hacía en la calle y del hecho de que probablemente Chris estuviese yendo para allá en esos mismos instantes.
Brandon no cambió su expresión de superioridad y se quedó unos segundos observándome en silencio hasta que volvió a hablar.
—Sabía que lo acabarías descubriendo —dijo orgulloso—. ¡Nunca me decepcionas! —exclamó, y me miró sonriente—. Bueno, miento. —Ladeó la cabeza—. Sí que me has decepcionado una vez. —Levantó el dedo índice. Junté las cejas.
—¿Acaso te refieres a cuando no volví contigo nada más apareciste creyendo que iba a lanzarme a tus brazos y olvidar todo lo que has hecho? —le pregunté, buscando hacerle todo el daño posible. Sin embargo, de nuevo, pareció no importarle.
—No, aunque admito que eso sí que fue decepcionante. —Sacudió la cabeza dramáticamente—. Pero me refiero a otra cosa. Me sorprende que todavía no hayas atado cabos —dijo para sí mismo, lo que me cabreó aún más. ¿Por qué no podía ir al grano de una vez?
—¿Se puede saber de qué hablas? —pregunté irritada. Oí un coche acercarse y me tensé al instante, pero cuando vi que sólo se trataba de mis vecinos de al lado, dejé escapar el aire que había contenido. Brandon se mostró impasible.
—¿Cómo así has vuelto sola de la casa de tu novio? —preguntó, ignorando de nuevo mi pregunta.
—¿Cómo sabes tú eso? —le pregunté ahora sí, nerviosa. Mi cerebro me gritaba que le ignorara y me encerrara en casa, pero mi instinto me decía que me quedara a escucharle, porque por primera vez desde que había vuelto, parecía que por fin iba a saber a qué había venido.
—No has respondido a mi pregunta. —Enarcó una ceja.
—Tú tampoco —repliqué sin deshacer de mi posición de alerta. Brandon suspiró, como si se estuviese cansando de nuestra conversación, lo cual era curioso, porque era él el que la llevaba alargando un maldito mes.
—He llegado justo antes de que te fueras. Mientras esperaba a que volvieras he estado entreteniéndome en tu habitación. —Me miró con una sonrisa picarona—. Veo que has actualizado tu set de ropa interior —dijo, y sentí que la bilis me subía por la garganta.
—Eres un cerdo.
—Puede. —Se encogió de hombros—. Te toca. —Me hizo un gesto con la barbilla, invitándome a hablar.
—No te importa —dije a la defensiva a la vez que me cruzaba de brazos. Brandon sonrió.
—¿Acaso os habéis peleado? —Esperó a que le contestase. No lo hice—. Mmmm... No... —Entrecerró los ojos con una sonrisa, analizándome—. Me apuesto a que el caballero de tu novio te habría traído hasta aquí aunque hubieseis discutido... ¿Acaso te has ido sin avisarle? —Intenté no reaccionar a nada de lo que decía, pero me lo estaba poniendo muy difícil. Estaba dando en el clavo en todo—. ¿Es por eso por lo que no dejas de mirar la carretera? ¿Porque sabes que va a venir a buscarte? —Serpenteó hasta quedar delante de mí y yo aparté la mirada. Por el rabillo del ojo vi que Brandon sonrió triunfante—. Bingo —susurró y le miré furiosa.
—No tienes ni idea... —me interrumpió.
—No. —Puso su dedo índice en mis labios, mandándome callar—. Espera, que estoy en racha. —Cerró los ojos, inspiró profundamente y se quedó unos segundos pensando. Su actitud me estaba poniendo los pelos de punta, era escalofriante. Parecía un verdadero psicópata. Abrió los ojos y me miró sonriente—. Has descubierto algo que no te había contado, ¿verdad? —Sus ojos penetrantes no se apartaron de mí ni un solo segundo. Odiaba la forma en la que había acertado en todo lo que había dicho, porque eso quería decir que, como ya suponía, Brandon sabía algo que yo no.
Tenía dos opciones. Podía negarlo todo, mandarle a la mierda, y seguir fingiendo que todos esos últimos detalles que había ido descubriendo ese último mes no tenía importancia, o podía afirmar de una vez por todas mis sospechas: que Chris había estado escondiéndome algo.
—¿Qué es lo que sabes? —pregunté fríamente a la vez que apartaba su dedo de mi boca. Brandon levantó las cejas sorprendido.
—Veo que tu actitud ha cambiado desde la última vez que hablamos —se regodeó—. Me alegra haber despertado tu curiosidad, pero si lo que he dicho antes es verdad, tu noviecito está al caer, y no creo que quieras enterarte de lo que te voy a contar delante de él —dijo con un tono de superioridad irritante. Era cierto que Chris iba a aparecer de un momento a otro, pero tampoco me apetecía irme a ningún lado con él. Al ver mi indecisión, volvió a hablar—. ¿Quieres saber la verdad, o no? —Me miró fijamente.
—Sí —afirmé, no muy convencida y sonrió triunfante—. Como sea un farol... —le amenacé.
—¡Oh, Abbie! En un rato desearás que lo sea —dijo, y sin darme tiempo a reaccionar, me cogió de las piernas, justo debajo de mi culo, y me impulsó en el aire, dejando mi cuerpo colgando de su hombro derecho.
—¿¡Se puede saber qué haces!? —grité escandalizada. Llevaba una falda, y sus manos estaban demasiado cerca de mi culo. Golpeé su espalda y pataleé para que me bajara, y como respuesta, me dio un azote en el culo.
—Como en los viejos tiempos. —Le oí decir, para después carcajearse. Comenzó a bajar las escaleras del porche para luego caminar por la oscura noche hacia un lugar indeterminado. Eran pasadas las once, por lo que en mi vecindario no había nadie.
—Brandon, como no me bajes ahora mismo, grito —le amenacé. Odiaba la forma en que pretendía que entre nosotros no hubiera pasado nada, como si siguiéramos juntos.
—Tranquila, ya casi estamos —respondió contento, y segundos después, me posó en el suelo. No pasé de alto la forma en que sus manos se deslizaron por mi culo de forma intencionada al bajarme de su hombro. Me bajé la falda y le miré con odio—. Su carruaje, princesa. —Me señaló su coche. Lo miré dubitativa. ¿De verdad me iba a montar en el coche con mi ex novio psicópata? Me armé de valor y cuadré los hombros. Si esa la única manera de enterarme de lo que pasaba, lo haría.
Me acerqué a la puerta del copiloto, y sin esperar a Brandon, me subí a él. Un olor demasiado familiar me inundó las fosas nasales. El coche estaba igual que como lo recordaba. Los asientos de cuero de color negro, el olor a su colonia, la pequeña figurilla de una mujer bailando hula colgando del espejo retrovisor... Pero un pequeño objeto captó mi atención. En un pequeño hueco de la consola central del coche se encontraba un pintalabios. Pero no era un pintalabios cualquiera. Era el mío.
Lo cogí y lo observé. ¿Por qué Brandon conservaba un viejo pintalabios mío?
—¿Todavía lo tienes? —le pregunté confusa a Brandon cuando se subió al coche. Él me miró sin comprender, pero cuando se fijó en lo que tenía en las manos, su mirada se oscureció. Me quitó el pintalabios de sopetón y lo volvió a colocar donde estaba. Sin decir nada, ni mirarme siquiera, arrancó el coche.
Le observé unos segundos, todavía atónita. Me dejé caer en el asiento y sonreí de lado.
Brandon condujo por las oscuras calles de la silenciosa ciudad durante un tiempo en el que ninguno de los dos dijo nada. Mi mente era una nube negra de pensamientos, e intenté mantenerme lo más relajada posible. Si lo que Brandon me iba a contar era tan malo como lo que yo me estaba imaginando, más me valía mantener la calma.
Un tiempo indefinido después, Brandon redujo la velocidad del coche, para terminar aparcando al lado de un edificio blanco.
—¿Dónde estamos? —Le miré mientras me desabrochaba el cinturón.
—En la casa de mi madre —me contestó sin mirarme, y se bajó del coche. ¿Por qué Brandon me había traído a su casa? Me bajé yo también del coche y miré a mi alrededor. No conocía la zona—. Vamos —dijo, y se dirigió a la puerta de entrada del edificio blanco. Una vez abierta, la sostuvo para que pudiese pasar y comenzó a subir las escaleras. Suspiré y miré al cielo. ¿No podía haber un endemoniado ascensor?—. Veo que sigues odiando las escaleras tanto como antes. —Le oí decir divertido, y empecé a subir las escaleras furiosa.
—No, eso no ha cambiado —dije entre dientes. Me percaté de que mi teléfono seguía sonando sin parar. Como llevaba haciendo desde que salí de la casa de Chris, lo ignoré.
Alcancé a Brandon con rapidez, y en el tercer piso, se desvió y atravesó una puerta de emergencia. Atravesamos un largo pasillo igual de blanco que el exterior del edificio hasta llegar a una puerta de metal. La abrió y me hizo un gesto para que pasase. Era un piso corriente, con una pequeña cocina al lado de la entrada y un salón justo enfrente. A la izquierda distinguí un pasillo que daría a las habitaciones. Pero algo no cuadraba.
—¿Os habéis mudado? —Me giré a mirarle con el ceño fruncido.
—Sí —me respondió mientras se quitaba la cazadora y la colgaba en el perchero. Me miró esperando a que hiciera lo mismo, pero como respuesta me crucé de brazos. No me sentía tan cómoda en ese piso como para colgar mi chaqueta en el perchero. Además, hacía frío, y yo seguía llevando sólo una falda.
—¿Y tus padres? —le pregunté mientras seguía a Brandon a la cocina.
—Mi madre está con su novio, y te recuerdo que mi padre no vive aquí —dijo mientras llenaba un vaso de agua y se lo bebía de un tirón. Se quedó mirando a la nada unos segundos. Parecía que su actitud había cambiado desde que había aceptado ir con él. Estaba más pensativo, menos sarcástico—. Bueno, ¿dónde quieres hacerlo? —preguntó con una sonrisa divertida en la cara. Retiraba todo lo dicho, seguía siendo el mismo gilipollas de siempre.
Ignorando su pregunta con doble sentido, me dirigí al sofá negro del salón y me senté en una esquina. A los pocos segundos, Brandon se dejó caer despreocupadamente en el sillón y puso los pies sobre la mesa. Cruzó las manos sobre su estómago y se quedó observándome en silencio.
—¿Qué te ha contado Chris? —preguntó con curiosidad después de unos segundos. Aquella pregunta me puso increíblemente nerviosa. No me esperaba que fuese a ir al grano.
—¿A qué te refieres?
—¿Qué te ha contado Chris sobre él? —reformuló la pregunta—. Porque te habrá contado cosas de su pasado, ¿verdad? —Enarcó una ceja, y yo aparté la mirada. El reciente descubrimiento a través de su hermana sobre su trabajo secreto hizo que me pensara dos veces mi respuesta.
—Sí —dije finalmente—. Me ha hablado de su familia, de su hermana, de sus padres, de... —me interrumpió.
—¿Qué te ha dicho de su madre?
—No creo que eso importe —dije a la defensiva. No iba a contarle las intimidades de la madre de Chris. Entonces, un pensamiento me vino a la cabeza—. ¿Y tú qué sabes de él? La única que está respondiendo preguntas aquí soy yo —dije molesta, cambiando los roles.
—Paciencia —dijo simplemente—. ¿Y qué te ha contado de su vida antes de cambiarse de instituto? —Se acomodó en el sillón, como si supiese que lo que se venía era bueno.
—Me dijo que le expulsaron del instituto por su mal comportamiento —le expliqué con el ceño fruncido. Seguía sin entender a dónde nos iba a llevar todo eso.
Para mi sorpresa, se carcajeó.
—¿Eso te ha contado? —preguntó mientras se seguía riendo—. ¿Por mal comportamiento? —pregunto incrédulo. Me crucé de brazos y le observé agarrarse el estómago mientras seguía riendo—. Dime que no te ha dicho que rompió la ventana del despacho del director o una gilipollez parecida. —Se limpió las lágrimas de la risa e inspiró hondo.
—No, nunca pregunté en realidad —dije irritada. Mi corazón iba a mil por hora.
—Debiste haberlo hecho, me habría gustado saber la trola que se inventaba —dijo todavía riendo.
—Bueno ya vale —salté, molesta—. ¿Me vas a decir ya qué tiene que ver la expulsión de Chris de su anterior instituto con lo que se supone que me está escondiendo? —pregunté agarrándome al sofá de la rabia. Brandon me miró unos segundos.
—¿Todavía no lo sabes? —Me sonrió, burlándose de mí.
—¡Brandon! —rugí furiosa. Tenía los nervios a flor de piel, y sentía las palpitaciones de mi corazón en las sienes. Quería oír lo que tenía que contarme, pero si no lo decía ya, iba a levantarme del sofá, le iba romper la cabeza y me iba a marchar.
De nuevo, se quedó mirándome en silencio.
—¿Recuerdas por qué me dejaste? —me preguntó, sin apartar su mirada de la mía. Me quedé callada unos segundos.
—Sí —dije finalmente, esperando que continuase hablando, pero no lo hizo. Se quedó mirándome en silencio, como si con esa simple frase ya estuviera todo explicado. Pero no era así. Esa frase no explicaba absolutamente nada.
Al ver la confusión en mis ojos, Brandon habló de nuevo.
—A Chris no le expulsaron por mal comportamiento Abbie —explicó lentamente, y de repente algo dentro de mi cerebro hizo clic. Contuve el aliento. No podía ser. No era posible—. Le expulsaron por tráfico de drogas —dijo finalmente, y yo me congelé. Sentía que me había quedado sin aire repentinamente, y la cabeza estaba empezando a darme vueltas. No tenía sentido, no podía ser verdad. Chris no traficaba con drogas. No podía hacerlo. Me lo habría dicho. Me habría enterado. Me lo habría dicho.
—No... —susurré como pude—. Estás mintiendo. —Sacudí la cabeza. Respiraba irregularmente, y me centré en coger y expulsar aire.
—¿Por qué lo haría? —preguntó con aire despreocupado. Sacudí la cabeza, intentando centrar mis pensamientos en algo que no fuese una imagen de Chris pasando droga a cualquier tipo. Me centré en la rabia que sentía hacia Brandon. Hacer eso era mucho más fácil.
—Porque quieres separarnos —dije furiosa—. Es lo que llevas intentando hacer desde que has vuelto. —Sacudí la cabeza—. Te lo estás inventando porque piensas que así romperé con él. —Eso era lo único que tenía sentido. Pestañeé repetidamente, intentando de nuevo centrar el hilo de mis pensamientos. Chris no podía ser traficante. Sin más, no podía serlo. No podía pasarme una segunda vez.
—Sí que quiero que rompas con él, pero no estoy mintiendo. Resulta que no ha hecho falta inventarme ninguna razón para que le dejes. Todas me las ha dado él. —Sonrió cínicamente.
No podía ser. Sin más no tenía sentido que lo que estaba diciendo fuese verdad.
—No sé ni por qué he venido. Sabía que no era una buena idea —murmuré a la vez que me levantaba. Me tuve que agarrar al respaldo del sofá porque sino, me habría caído de bruces. Brandon se levantó de un salto, se acercó a mí y me cogió del brazo con fuerza.
—¿Por qué coño no me crees cuando te digo que Chris trafica con drogas, pero a mí ni me dejaste explicarme? —me preguntó furioso.
—Porque ya sospechaba de ti —siseé, y me solté de su agarre. Caminé hacia la puerta de la entrada, y la fui a abrir, pero Brandon la cerró de un manotazo, y con un movimiento, me dejó de espaldas a la superficie de metal. Colocó sus dos manos a los lados de mi cabeza, arrinconándome.
—¿Y me estás diciendo que él no ha hecho nada sospechoso? —susurró muy cerca de mi cara—. Creía que hacía un par de horas habías descubierto una de sus muchas mentiras —dijo con la voz grave—. Piensa, Abbie. Piensa, joder —me ordenó. Entonces, en mi mente se empezaron a suceder diferentes momentos en el tiempo desde que había conocido a Chris a principio de curso: la primera fiesta de Britanny, en la que, de lejos, le había visto desaparecer cuando un chico se acercó a él, para volver unos minutos más tarde; la fiesta de fin de año, cuando Kelsey y Chris tuvieron una conversación especialmente extraña; el viejo móvil y la extraña caja fuerte que había encontrado en uno de los cajones de su habitación; la forma en que Chris se ponía a la defensiva cuando le preguntaba por su vida pasada; la advertencia de Kyle sobre el comportamiento errático de Chris y una misteriosa llamada que le había escuchado tener; la conversación que había tenido con Lily horas atrás y la llamada de teléfono de Chris que había oído con mis propios oídos.
Mi mente repasó esos recuerdos una y otra vez, y para mi desgracia, las piezas comenzaron a encajar. Sentí que las paredes se cerraban a mi alrededor, y que el aire de la sala desaparecía. Necesitaba marcharme. Inmediatamente.
—Tengo que irme —dije en un susurro. Aparté a Brandon de un empujón y abrí la puerta de un tirón. Creí que me sentiría mejor al salir, pero no fue así. Lo veía todo negro, como si me hubiese quedado repentinamente ciega. Me tambaleé por el pasillo hasta que la voz de Brandon me detuvo.
—¡No he acabado! —gritó desde la puerta de su casa—. Quieres saber cómo sé tanto de él, de qué lo conozco, por qué sé estas cosas y no tú. —Se fue acercando a mí a medida que fue hablando. Me pegué a la pared e inspiré hondo. No sabía si iba a poder aguantar otra revelación esa noche—. Quiero que pienses en la noche que rompiste conmigo, Abbie. —Su voz sonaba lejana, pero me obligué a centrarme en ella—. Quiero que pienses en el bar al que me seguiste, y quiero que pienses en el chico que se sentó conmigo y me vendió las drogas —me ordenó con la voz grave y cerré los ojos, intentando aguantar las ganas de llorar. Quería que se callase—. Era él, Abbie. Él era mi camello —dijo finalmente.
Ese fue mi último momento de cordura.
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UN. CAPÍTULO. MÁS. Sólo un capitulillo más. No puedo esperar para que leáis el final. No voy a decir más. Esta será una de las pocas notas de la autora que es breve.
Como siempre, os invito a votar y a comentar. Además, os animo a compartir la novela con los amigos y la familia, porque ya sabéis lo que dicen: "compartir es vivir".
Muchos besazos,
Elsa.
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