Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 4: «DEJA DE LLORIQUEAR Y ÉCHALE HUEVOS A LA VIDA»

—¡Abbie, por fin te encuentro! —Mack gritó para que pudiese oírla. Me separé instantáneamente de Austin, aunque sus manos siguieron en mi cadera—. ¡Uy! ¿Interrumpo algo? —preguntó Mack avergonzada. Me fijé en que se tambaleaba de un lado a otro y sus mejillas estaban sonrosadas. Chad estaba detrás de ella, y la cogía de la cadera para sujetarla. Su pelo revuelto, el sudor en su frente y la ropa descolocada me decían que había bebido lo mismo que yo. ¿Se habrían besado ya? Sonreí.

—¡Yo he estado aquí todo el tiempo! La pregunta es, ¿dónde habéis estado vosotros? —Reí y les miré a los dos. Chad se tensó instantáneamente y Mack borró su sonrisa.

—No sé, a lo mejor debes preguntarle a Chad dónde ha estado y qué ha estado haciendo —dijo Mack, rencorosa. Chad la miró dolido—. ¡Ah, no, espera! ¡Lo sé! Besar a la zorra de Alice. —Sonrió amargamente, y yo abrí la boca sorprendida.

—¿Pero qué...? —Dejé la frase en el aire. Estaba sin palabras. Alice era una de las amigas de Brittany. ¡Mierda! Mack debía estar muy dolida. Chad miró el suelo, descontento. Austin, mientras tanto, escuchaba toda la conversación en silencio.

—¿Te lo puedes creer? —preguntó irónicamente y le dio un codazo a Chad para que se apartara de ella—. Quita tus sucias manos de mí —le dijo enfadada. Chad la miró triste, pero no dijo nada—. No sé tú, pero yo me quiero ir. Se me está empezando a pasar la borrachera, y voy a pegar a alguien como no nos vayamos ya. —Miró de reojo a Chad y se cruzó de brazos.

—Ahora llamo a Mason.

Mack se dio la vuelta y salió por la puerta, sin esperar a Chad. Austin aplicó un poco de presión en mis caderas con sus manos.

—¿Quieres que te acompañe fuera?

—No hace falta, gracias. —Le sonreí, tranquilizándole, e intenté fingir que no habíamos estado a punto de besarnos hacía unos minutos.

—Vale. Nos vemos el lunes, entonces —dijo, y me dio un beso en la mejilla. Le sonreí y me despedí de él con la mano.

Una vez fuera, busqué con la mirada a Mack y a Chad, y me los encontré en la acera, a metros de distancia el uno y el otro. Suspiré y negué con la cabeza. Chad la había cagado pero bien.

Saltando sobre cuerpos de adolescentes tirados inconscientes en la hierba, me acerqué a ellos. Saqué el móvil de mi sujetador, y marqué el número de mi hermano. Al tercer tono, me respondió y le metí prisa para que viniera. Colgué y  me senté en la acera. Los efectos del alcohol se estaban pasando, aunque todavía me sentía muy mareada.

El silencio era agobiante y la tensión era palpable. Mack estaba de pie con los brazos cruzados y Chad miraba el suelo.

Mi hermano llegó unos minutos más tarde. Nos montamos y nadie dijo nada. Mason me miró de reojo, curioso, pero yo negué con la cabeza.

Primero dejó a Chad en su casa, y cuando se fue a bajar, se giró para mirar a Mack.

—Mack, yo... —Ella lo interrumpió.

—No te atrevas —dijo con la voz apagada y giró la cabeza, indicándole que no quería hablar con él. Chad resopló, rendido, y cerró la puerta del coche. Mason aceleró y se dirigió a casa de Mack. Oí cómo intentaba contener los sollozos, y me giré a mirarla.

—¿Quieres dormir esta noche en mi casa? —le pregunté dulcemente. Ella asintió y hundió la cara en sus manos. Joder, aquella fiesta había sido un desastre.

Mason no dijo nada en el camino a casa, y se lo agradecí, porque todavía seguía algo borracha y Mack no estaba en condiciones de responder a ninguna pregunta. De vez en cuando podía oír sus sollozos, y cómo se sorbía los mocos de una manera que, en otras circunstancias, me habrían parecido asquerosas.

Mason aparcó detrás de mi coche y apagó el motor. Nos bajamos los tres a la vez y yo corrí a abrazar a Mack. Me correspondió el abrazo con rapidez, y escondió su cara en mi cuello.

—Yo... No sé qué ha pasado, pero lo siento mucho. —Oí decir a mi hermano detrás de mí. Mack se separó de mí y miró a mi hermano.

—Gracias. —Mack asintió con la cabeza y le sonrió. Mason, algo incómodo, se rascó la nuca y después de unos segundos, entró en casa.

—¿Vamos? —la animé. Mack se pasó la mano por toda la cara arruinando todo su maquillaje y asintió. La envié a mi habitación mientras yo fui a la cocina a por dos vasos de agua. Allí, encontré a Mason.

—¿Qué ha ocurrido? En el coche parecía enfadada con tu amigo —me preguntó Mason, apoyado en la encimera. Suspiré y asentí.

—Sí, digamos que ha metido la pata hasta el fondo. —Saqué dos vasos del armario y los llené de agua. Antes de irme, me giré y miré a Mason—. Muchas gracias por lo de esta noche, en serio.

—No es nada, me gusta que recurras a mí cuando necesitas ayuda. —Sonrió—. Buenas noches. —Le sonreí y me dirigí a mi cuarto. Cuando entré, me encontré a Mack sentada en mi cama con las piernas colgando de esta. Tenía los codos apoyados en sus piernas y las manos en la cara. Cerré la puerta detrás de mí y Mack levantó la vista. Tenía todo el maquillaje corrido de llorar, el pintalabios corrido y su peinado, que antes era envidiable, ahora era un desastre.

—No tenemos que hablar de lo que ha pasado si no quieres —dije, ofreciéndole el vaso de agua. Aunque me muriese de ganas por saber qué había pasado, no quería presionarla.

—Está bien. Necesito desahogarme. —Se cubrió la cara con las manos y empezó a sollozar otra vez. Casi como un reflejo, me senté al lado suyo y la abracé.

—Vamos a cambiarnos y me lo cuentas todo, ¿vale? —susurré dulcemente. De mi armario un pijama para Mack para que no tuviera que dormir con aquel apretado y sofocante vestido. Fui al baño y agarré el líquido desmaquillante y unos discos. Me senté en la cama y miré a mi mejor amiga—. Tú hablas y yo te desmaquillo —le dije y ella asintió. Me quedé en silencio esperando a que empezara a hablar, pero ya me estaba impacientando.

—Estábamos bailando en la pista de baile. Hacía ya rato que te habías ido con Austin. —La miré extrañada. ¿Lo conocía?—. Estuvo con nosotras en clase de Biología en tercero, ¿no te acuerdas? —Me encogí de hombros y seguí quitándole el maquillaje—. Chad y yo llevábamos un rato bailando muy cerca el uno del otro. Sentía putas mariposas, Abbie. ¡Mariposas! —exclamó frustrada—. De los nervios, se me secó la boca. Mi vaso estaba vacío, por lo que le pregunté si quería algo de beber. Me dijo que sí así que me fui a rellenar nuestros vasos, y cuando volví, me encontré a Chad... —Se le quebró la voz—. Me lo encontré besando a Alice. —Apreté los labios y fruncí el ceño. Parecía algo tan impropio de Chad—. Se me cayeron los vasos al suelo y Chad se separó de ella al ver que estaba allí —susurró, entristecida.

—¿Y qué hiciste después? —pregunté lentamente.

—Salir corriendo. —Me miró con los ojos llorosos—. Oí a Chad gritar detrás de mí, pero estaba a punto de llorar, y sabes cuánto odio llorar enfrente de la gente. —Hice una mueca y asentí. Me pasaba igual. La empecé a quitar el pintalabios rojo intenso de los labios, teniendo cuidado de no meterle el disco desmaquillante en la boca mientras hablaba—. No sabía dónde iba. Encontré un baño y me encerré dentro. Chad estaba fuera y no dejaba de pedirme que saliese, pero ni loca pensaba hacerlo, y mucho menos para hablar con él. —Sacudió la cabeza—. Hubo un momento que dejé de oírle gritar como un energúmeno, así que salí, creyendo que se había vuelto para besar a la zorra esa —dijo con odio en la voz—. Aunque para mi sorpresa, él seguía fuera, sentado en el suelo, esperándome. No tenía nada que decirle y tampoco quería oírle, así que pasé delante de él sin mirarle y salí casi corriendo de nuevo. Luego te busqué y el resto ya lo sabes. —Sonrió apenada. Aquella historia era una locura, había algo que no me cuadraba—. ¿Qué pasa? —me preguntó al ver que no decía nada.

—Estoy confusa. —Sacudí la cabeza intentando aclarar mis pensamientos—. No lo entiendo. A Chad le gustas, él no haría algo así. —Fruncí el ceño y me separé de Mack. Por fin había acabado de quitarle todo el maquillaje.

—Tiene una forma muy peculiar de demostrármelo —dijo enfadada y resentida—. Trae. —Me quitó el desmaquillante de las manos, y empezó a pasar un disco por la cara.

—Pero Mack, de verdad que no tiene sentido. Chad sabía que volverías con las bebidas, no es tan tonto de besar a una chica siendo consciente de que probablemente le pillarías —Fruncí el ceño. Conocía a Chad, él no haría eso.

—Entonces, ¿por qué la estaba besando? —Mack cada vez me pasaba el disco con más fuerza por la cara. Estaba enfadada, pero mi cara no era la culpable. La agarré de la muñeca suavemente y la miré, indicándole que debía ser un poco más gentil—. Lo siento —se disculpó.

—¿No has escuchado nada de lo que Chad te decía? —le pregunté. Mack se levantó de la cama y tiró los discos usados a la papelera. Mack negó con la cabeza—. Igual deberías haberlo hecho —Mack me miró molesta y me apresuré a hablar de nuevo—. Tenías razones más que de sobra para no querer hablar con él, pero a lo mejor tiene una buena excusa. Tiene que haber sido un malentendido. —Mack pareció calmarse.

—¿Tú crees? —me preguntó dubitativa.

—Espero, porque sino me vas a matar. —Mack me miró confusa—. Me dijiste al comenzar la fiesta que si la amistad se arruinaba, la culpa sería mía —le recordé, y Mack sonrió.

—De momento, date por muerta. —Me señaló con el dedo.

—Lo que tú digas, pero quiero que hables con Chad y arregles este problema. Se merece poder explicarse. —Me levanté y me acerqué a ella. Mack asintió y me abrazó.

—Muchas gracias, Abbie. Te quiero, mejor amiga —me susurró al oído. Miré la hora y me separé de Mack—. ¿Quieres seguir hablando, o nos vamos ya a dormir?

—Vamos a dormir, pero antes le voy a enviar un mensaje a mi madre. No sabe que estoy aquí —dijo y se metió en mi cama sin preámbulos. Reí y apagué la luz de la habitación. Me metí en la cama junto a ella y cogí el móvil. Encendí la pantalla y vi que tenía un mensaje de Chad.

"No la besé, Abbie. Sabes que quiero a Mack, nunca le haría eso. Por favor, recuérdale que la quiero. Gracias"

(...)

La cama estaba vacía cuando me desperté a la mañana siguiente. Me froté los ojos y recuerdos de la noche anterior inundaron mi mente. Mack, Chad, Alice, Austin, Chris... Me incorporé como pude mientras me quejaba. Era como si mil martillos estuviesen aporreando mi cabeza sin compasión. Suspiré y me masajeé las sienes. La resaca era lo único que no echaba de menos de salir de fiesta.

Me levanté y me dirigí al baño. Mack tampoco estaba ahí. ¿Se habría ido sin avisar? Bajé las escaleras y de lejos escuché la voz de mi mejor amiga. Acto seguido oí la voz de mi hermano y las risas de ambos. Me dirigí a la cocina, donde Mason y a Mack estaban desayunando. En cuanto Mason me vio, sonrió.

—Buenos días —me saludó mientras se metía una cucharada de cereales a la boca.

—Hola a los dos —saludé de vuelta mientras me acercaba a ellos—. ¿Qué hora es?

—La una de la tarde. He bajado hace diez minutos. No quería despertarte —se disculpó mi amiga.

—¿Cómo estás?—le pregunté. Vi sobre la mesa una caja de Ibuprofenos y me tomé uno a palo. Rezaba por que me hiciera efecto pronto. Mack se encogió de hombros y miró el suelo.

—Bien, Mason puede llegar a ser muy gracioso cuando se lo propone. —Miró a mi hermano y éste le sonrió. Entrecerré los ojos, pillé un bol del armario y me serví los cereales.

—Ya veo... ¿Has hablado ya con Chad? —pregunté y me senté a su lado.

—Acabo de levantarme —se defendió—. Le llamaré esta tarde. —Asentí con la cabeza, satisfecha con su respuesta. Ayer por la noche Chad parecía muy arrepentido, y no era justo para él que Mack alargara la conversación. Mason escuchaba en silencio, probablemente intentando adivinar e intuir lo que había podido ocurrir.

—¿Te apetece hacer algo esta mañana? —le pregunté mientras devoraba mi desayuno.

—No, mi madre me espera en casa para comer. —Se levantó de la silla y dejó su taza en el fregadero.

—¿No te quedas? —preguntó mi hermano, algo desanimado. ¿Tan buenas migas habían hecho en tan sólo quince minutos?

—No, pero muchas gracias por animarme. —Le sonrió y mi hermano asintió.

Mack y yo subimos a mi habitación para coger sus cosas. Le presté un chándal para que no tuviera que ir a su casa con la ropa del día anterior. Ya que yo sólo iba a llevar a Mack a casa y no iba a salir del coche, no me quité el pijama. Me puse unas zapatillas negras y bajamos las escaleras.

Mack se despidió de mi hermano y nos montamos en el coche.

—Muchas gracias, Abbie. Por todo, en serio —me agradeció cuando aparqué frente a su casa. Se inclinó sobre mí y me abrazó fuerte. Fingí que iba a vomitar y Mack rio a carcajadas.

—No se te pueden decir cosas bonitas, ¿verdad?

—Puedes, pero no esperes que no me atragante con mi propio vómito cuando lo hagas. —Me encogí de hombros, haciendo que Mack volviese a reír. Se bajó del coche, y antes de que cerrase la puerta, grité—: ¡Mucha suerte, nena! —Mack me sacó el dedo y yo reí.

Arranqué el coche y conduje de camino a mi casa. Bajé las ventanillas del coche, dejando que el aire fresco golpeara mis mejillas y me revolviera mi pelo. Echaría de menos poder hacer eso en unas semanas.

Analicé lo ocurrido en la fiesta del día anterior. Chad había besado a otra chica, Mack se había enfadado con él y yo había estado a punto de besar a un chico al que apenas conocía. Austin era un chico agradable y muy guapo, no podía negarlo, pero había bebido más de la cuenta. Sabía que nunca lo habría besado si hubiese estado sobria. En mi mente, felicité a Mack por haberme interrumpido, porque habría hecho algo de lo que me habría arrepentido.

También me acordé de Chris, que estuvo acosándome casi toda la noche. No recordaba muy bien lo que había visto, pero sí me acordaba de verle hablar con un chico y desaparecer. Tenía lagunas, pero no olvidaba lo increíblemente bien que le sentaba vestir de negro.

Me sorprendí a mí misma al pensar eso, y me reprendí. ¿Pero qué estaba diciendo?

Decidí que había recordado lo suficiente y subí el volumen de la radio. Me detuve en un semáforo, y tomborileé el ritmo de la canción en el volante. Esperé pacientemente a que se pusiera en verde y observé a la única persona que, muy lentamente, cruzaba el paso de cebra. Se trataba de una mujer de unos setenta años, muy menudita y delgada. Llevaba unas bolsas de la compra que parecían demasiado pesadas para ella. Justo en ese momento, una de las bolsas se rompió y todo su contenido se desparramó por el suelo.

Miré a mi alrededor, esperando que alguien fuera a ayudarla, pero la calle estaba desierta. Miré mi atuendo y maldije. ¿Por qué no me había cambiado? Los pantalones apenas me tapaban media cacha y la camiseta tenía algunas manchas de pintura, por no hablar de mi cara resacosa.

Suspiré y mientras blasfemaba en bajito, abrí la puerta del coche. No me molesté en aparcar el coche a un lado porque la carretera estaba desierta, así que sólo cogí las llaves del coche. Miré a mi alrededor y recé por que nadie apareciese el tiempo que ayudaba a la señora.

Me acerqué a la mujer, que, agachada, intentaba poner en sus delgados brazos todo lo que se había caído de la bolsa.

—¿Necesita ayuda? —le pregunté amablemente. Ella se incorporó y me sonrió.

—¡Oh, bonita! Muchas gracias, eres muy amable. —Me sonrió, haciendo que apareciesen en su cara nuevas arrugas. Era una señora realmente adorable. Se agachó de nuevo, pero la detuve.

—Ya lo cojo yo —dije, y antes de agacharme me bajé los pantalones lo más que pude y me dispuse a recoger las lechugas y los botes de lentejas. Estaba alerta, prestando atención a cualquier posible movimiento en la calle para salir corriendo y encerrarme en el coche.

—No me digas que esta pobre mujer también ha sido víctima de tus pésimos dotes para conducir. —Oí que dijo una voz detrás de mí. Cerré los ojos y maldije el universo, el cielo y el infierno. Me incorporé y me giré sobre mis pies para mirar a la escoria que había tenido que pasar por justo esa calle aquel día y a aquella hora. Chris me sonreía burlón, claramente divertido. Llevaba unos pantalones de deporte y unas zapatillas, y de su frente caían un par de gotas de sudor. Había debido salir a correr.

Le fulminé con la mirada y apreté la lechuga que estaba en mi mano.

—¿Cómo es posible que cada vez que hablo contigo te odie un poquito más? —pregunté enfadada. Chris se rio de mí.

—¿Cómo es posible que tengas carnet de conducir? —se burló de mí. Respiré hondo y apreté la lechuga con más fuerza.

—Señorita, discúlpeme, pero está aplastando mi lechuga —intervino la abuela. Miré mis manos y comprobé que efectivamente, las hojas estaban destruidas y otras pocas estaban en el suelo. Aflojé mi agarre inmediatamente y le sonreí disculpándome.

—Lo siento, pierdo la paciencia rápidamente cuando imbéciles deciden hablar conmigo. —Miré de reojo a Chris.

—¡Auch! Eso ha dolido. —Chris se puso una mano en el pecho dramáticamente. Le ignoré y miré a la mujer.

—Si quiere, para que no tenga que cargar con las cosas usted sola, puedo llevarla en coche hasta su casa, no me cuesta nada —le ofrecí con una sonrisa—. Y le pagaré la lechuga que le he estropeado —dije, sintiéndome culpable. La mujer abrió la boca para hablar, pero fue interrumpida por el simio que estaba detrás de mí.

—Yo si fuera usted no me montaría en ningún coche con esta chica, hace una semana por poco provoca un accidente —le advirtió Chris a la señora.

—¡Oh, vamos! ¡Supéralo! ¡Me salté un semáforo, eso es todo! ¡Deja de lloriquear y echále un par de huevos a la vida! —exclamé, perdiendo la paciencia. Estaba harta de que se metiera conmigo por no saber conducir. Había sido sólo un día que me había saltado un semáforo y este chico pensaba recordármelo el resto de mi existencia.

—Yo he comprado huevos —dijo la anciana detrás de mí. Chris no pudo evitar reírse y yo negué con la cabeza, un poco divertida por el comentario de la señora—. Señorita, gracias por el ofrecimiento, pero vivo justo en esa casa de ahí. —Señaló la casa que estaba justo al otro lado del paso de cebra.

—¿Ves, Abbie? Ni una anciana en apuros se montaría en un coche contigo —se burló de mí. Si no se callaba, juraba por Dios que le iba a meter el bote de lentejas por...

—¿Serían ustedes jóvenes tan amables de ayudarme a llevar la compra a mi casa? —preguntó la mujer.

—Claro, yo la ayudo —dije, pero antes de poder agarrar una bolsa de su mano y quitarle algo de carga, Chris fue más rápido y se la quitó primero—. ¿Se puede saber qué haces, pedazo de imbécil? —Le fulminé con la mirada. No sabía cuánto tiempo más iba a poder contener las ganas de asesinarle.

—Ayudo a esta pobre señora con la compra, ¿qué haces tú? —Se encogió de hombros y empezó a caminar en dirección a la casa. La mujer ya se encontraba abriendo la puerta. Tan lenta para cruzar un paso de cebra pero qué velocidad para entrar en su casa.

—Planear un asesinato —dije entre dientes, esperando que pillara la indirecta. Lo quería fuera de mi vista rápido.

—No hace falta planificación, súbete al coche y empieza a conducir —me dijo, y se rio por su estúpida broma. La audacia de ese chico sobrepasaba los límites.

—Ponte delante del coche y verás —susurré con odio. Chris no me oyó, o al menos hizo como que no me había oído y entró en la casa de la anciana. Yo le seguí, y busqué la cocina. No me paré a analizar la casa porque quería marcharme cuanto antes—. Aquí tiene, señora —dije, posando las bolsas sobre la mesa de la cocina—. ¿Necesita algo más? —pregunté por cortesía.

—No, cariño, muchas gracias. Y muchas gracias a ti también, joven. —Miró a Chris—. Que Dios os lo pague con un buen hombre. Y una buena mujer. —Sonrió y yo suspiré. En vez de darme un hombre, ¿no podía hacer desaparecer a otro?

Chris y yo salimos de aquella casa con un bote de lentejas de regalo. Aceleré el paso, recordando los pantalones que llevaba puestos, pero Chris no iba a dejarme marchar tan rápido.

—¿Qué tal la resaca, Pinocho? —Caminó a mi lado hasta el coche.

—Peor desde que has aparecido tú. —Le sonreí de forma burlona e intenté abrir el coche, pero Chris se colocó delante de la puerta—. ¿Se puede saber qué narices te pasa? En serio, ¿qué te he hecho yo? —pregunté frustrada y enfadada. No podía expresar con palabras lo mucho que me sacaba de mis casillas aquel chico.

—Ya te lo dije, me gusta molestarte —respondió, indiferente y se apoyó en la puerta de mi coche al mismo tiempo que cruzaba los brazos. Se le marcaron los músculos a través de su camiseta y no pude evitar mirarlos.

—Pues vete a molestar a otra, en serio. Me estoy quedando sin paciencia, y créeme que tengo mucha. Ahora, apártate de mi coche para que pueda irme. —Intenté mover el cuerpo de Chris, pero no conseguí moverle un centímetro.

—Hay que admitir que ayer estabas increíble con ese top de encaje. —Cambió de tema radicalmente.

—Sí, se ve que te gustó, porque estuviste mirándome toda la noche —respondí cruzándome de brazos yo también.

—Y no fui al único que le gustó; el rubio no te quitaba los ojos de encima —dijo impasible.

—¿Y a ti qué más te da? Como si hubiesen estado todos los tíos de la fiesta mirándome. No sé ni por qué estamos hablando de esto. —Me desesperé—. Quiero que te muevas. ¡Ya! —Chris levantó las manos en señal de paz y se apartó de mi coche. Corrí a subirme y cerré la puerta. Encendí el aire acondicionado, y arranqué el coche. Antes de poder arrancar. Chris volvió a hablar.

—De todas formas, nada supera esos pantalones de infarto. —Abrí la boca con indignación y sentí la necesidad de cubrirme el culo, a pesar de ya estar sentada. Sopesé la idea de bajarme del coche y darle de patadas hasta que se quedara inconsciente por mirón y asqueroso, pero había hecho muy buen trabajo manteniendo la calma esos últimos veinte minutos, y no quería que ningún vecino llamase a la policía.

—Eres un cerdo —le dije y pisé el acelerador. Estaba de los nervios. Chris conseguía enfadarme con su mera presencia, pero cuando hablaba... Mis instintos asesinos salían a la luz. Lo peor de todo era que tendría que verlo al día siguiente, y al siguiente, y luego al día siguiente también... Quería llorar.

De camino a casa, grité y volqué mi frustración en el volante del coche, el cual golpeé con furia. Cuando abrí la puerta de casa, Mason estaba dormido en el sofá. Casi no había dormido porque había tenido que ir a recogerme a la fiesta, así que debía de estar cansado. Coloqué una manta sobre su cuerpo y subí las escaleras de camino a mi habitación.

Me tumbé en la cama sin intenciones de dormir, pero me desperté un par de horas después por el sonido de mi teléfono. Descolgué y pegué el auricular a mi oreja.

—¿Sí? —pregunté sin mirar quién era.

—¿Estabas durmiendo? Perdona, no quería molestarte —se disculpó mi mejor amigo. Abrí los ojos de golpe y me senté en la cama.

—¡Chad! ¿Has hablado ya con Mack? —pregunté sin rodeos. Necesitaba saber qué había ocurrido.

—Sí, esta todo aclarado —dijo mi mejor amigo.

—¿Cómo que está todo aclarado? ¿¡Qué ha pasado!? —pregunté, impaciente. Chad se carcajeó al otro lado de la llamada.

—Que sepas que estoy conduciendo. Si tengo un accidente, quedará en tu conciencia —bromeó.

—Sobreviviré —dije, y Chad rio aun más fuerte.

—Mack me llamó hace dos horas. Parecía bastante abierta de mente, así que no sé qué le habrás dicho, pero gracias —me agradeció—. Le he dicho que no podía hablar en ese momento y que la llamaría cuando estuviera libre. ¡Cuando te digo que podía oír las fosas nasales de Mack abriéndose y cerrándose! —Rio ligeramente—. La estaba tomando el pelo, claramente. Yo ya había decidido que iba a ir a su casa para hablar con ella. Su cara de sorpresa al verme allí ha sido maravillosa —dijo divertido—. Hemos salido a dar una vuelta y le he aclarado lo que pasó ayer. —Se calló.

—¿Pero se puede saber qué te pasa? ¿¡Qué pasó ayer!? —grité al micrófono.

—¡Ah, es verdad, que tú no lo sabes! Se me olvida, lo siento —se disculpó—. Tú ya te habías ido hace rato y como Mack y yo llevábamos horas bailando, se ofreció a ir a por unas bebidas. Yo estaba muy emocionado porque... —Intentó encontrar las palabras adecuadas—. Bueno, la verdad es que sentía que esa noche por fin iba a besarla. Entonces, tan pronto como Mack se marchó, apareció Alice. Me empezó a decir que haríamos buena pareja y que estaba muy bueno y muchas más chorradas. Yo no dejaba de cortarla y decirle que no quería nada con ella, pero no me escuchaba. Creo que a Alice no le gustó que la rechazara y debió pensar que si me besaba, cambiaría de opinión. Yo no le seguí el beso, por supuesto, pero es verdad que tardé en reaccionar. ¡Estaba en shock! —exclamó—. Entonces vi a Mack justo delante de mí con la bebida que había ido a buscar, y aparté a Alice. No me dejó ni explicarme. Se encerró en un baño y no escuchó nada de lo que le intenté decir. Y supongo que el resto ya lo sabes. —Terminó de contarme. Yo estaba sentada en mi cama con la boca abierta, procesando toda la nueva información.

—Alice es una zorra. —Me limité a decir.

—Totalmente —concordó.

—Sabía que tú no harías nada así. Estás coladito hasta los huesos por Mack. —Sonreí.

—Me dio mucha rabia porque había planeado besarla esa noche —dijo frustrado.

—Ella iba a besarte a ti —le dije para consolarlo.

—¿Es en serio? —preguntó Chad emocionado.

—¡Pues claro que te iba a besar! —exclamé, obvia—. ¿Y qué ha dicho Mack, por cierto?

—Se ha disculpado. Me ha dicho que sentía haberse enfadado tanto. Ella lo llama enfadarse, pero yo lo llamo ponerse celosa. —Chad se rio y yo me uní a él.

—¿Entonces en qué punto estáis? —Esa pregunta era la más importante de todas. Chad suspiró.

—No lo sé muy bien, creo que ambos sabemos lo que siente el otro, pero ninguno quiere admitirlo primero, supongo.

—Pues por favor, deja de hacerme sufrir y pídela ya salir, porque Mack no te va a decir que no —le aseguré.

—Ya veré qué hago —respondió—. Y gracias por confiar en mí y escucharme —me agradeció. Negué con la cabeza quitándole importancia al asunto. 

—Sabía desde el primer momento que tú no harías algo así, no hay nada que agradecer —le dije, sincera. En ese momento me entró otra llamada—. Oye, te tengo que dejar. Me alegro de que todo haya salido bien —sonreí, y después de despedirnos, colgué a Chad. Acto seguido, descolgué la otra llamada entrante.

—¿Se puede saber con quién hablabas? ¡Llevo intentando llamarte desde hace quince minutos! —exageró mi mejor amiga.

—No importa. Ahora, cuéntamelo todo con pelos y señales —dijo la cotilla dentro de mí. Procedí a acomodarme en la cama porque sabía que siendo Mack, eso iba para largo.



****************************************************

¡EL DRAAAAAAMAAAA! ¿Alguien se había creído que Chad besaría a otra chica? Porque yo no. Mack y Chad 4ever. ¿Me habriáis odiado mucho si Chad hubiese besado a Alice porque quería hacerlo? Que no... No os voy a hacer sufrir. De momento :)))

Yo personalmente, he amado a Chris en este capítulo. Le encuentro muy... Ingenioso ;)

¡Espero que os haya gustado este capítulo! Votad y comentad lo que pensáis qué va a pasar en el siguiente. ¡Me encantaría oír vuestras hipótesis!

Besazos enormes,

Elsa <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro