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CAPÍTULO 3: «¡ABBIE HA VUELTO! ¡CIUDADANOS DEL MUNDO, TEMBLAD!»

La semana transcurrió lentamente. Todas las clases en las que tuve Matemáticas, evité hablar con Chris excepto para lo estrictamente necesario, aunque él tampoco insistió demasiado en hablar conmigo. Odiaba mi sitio y quería pedir un cambio, pero sabía que sería prácticamente imposible. Le caía mal al profesor y nadie querría cambiarme el sitio, porque mis compañeros eran unos amargados y unos desagradables.

Austin resultó ser un chico muy agradable, con el mismo sentido del humor que el mío. Él y yo teníamos muchísimo en común, y me alegré de que al menos un compañero de mesa con el que me llevaba bien.

Mack y Chad llevaban toda la semana preguntándome si iba a ir a la fiesta, y siempre me intentaba escaquear para no tener que responder. Sin embargo, era viernes, y sabía que Mack no lo iba a dejar pasar más.

—Bueno, ya hemos esperado bastante —habló de repente Mack y yo la miré de reojo—. ¿Has tomado ya una decisión? —me preguntó sin preámbulos.

—No sé... —Puse una mueca.

—Abbie, acaban de empezar las clases —dijo esta vez Chad—. No creo que volvamos a tener tanto tiempo libre hasta... ¡Probablemente el verano que viene! —exageró y yo reí. Giré a la derecha y aparqué enfrente de la casa de Chad.

—¡Oh, vamos! ¿Es que acaso no te apetece ponerte guapa y pasarlo bien? —se quejó Mack—. Sabes que lo necesitas, y además, sin ti no sería lo mismo —me dijo poniendo un puchero y me quedé pensando unos segundos. Si estaba con ellos, tampoco podía ser tan malo, ¿no?

—Está bien —dije, y a Mack se le iluminaron los ojos—. Pero sólo voy si...  —No pude acabar la frase, porque Mack pegó un chillido de felicidad y se lanzó sobre mí. Chad me abrazó también desde el asiento de atrás.

—Sabía que dirías que sí. —Mack se separó y me miró triunfante. Chad rio y yo les miré mal.

—Sí, sí, soy una blandengue. —Rodé los ojos. Chad volvió a reír y agarró su mochila. Antes de bajarse del coche, miró a Mack.

—Adiós. —La sonrió.

—Adiós. —Mack sonrió un poco avergonzada y se encogió en el sitio. Chad sonrió un poco más y se bajó del coche.

—Madre mía, parecéis dos niños de primaria que se gustan. —Me reí de Mack y arranqué el coche. Recibí un golpe en el brazo en respuesta.

—Somos amigos —dijo Mack. La miré obvia.

—¡Oh, vamos! Ya hemos tenido esta conversación como setenta veces. ¡Deja de decir eso! —Aparqué delante de su casa y me giré para mirarla— Creo que ya es hora de que hagas algo —dije seria—. Aprovecha que vamos a salir, que te vas a poner mona, y que vas a beber —bromeé. Mack se rio un poco y se quedó callada mirando sus manos. Se lo estaba pensando—. Mack, hazlo —la animé—. A Chad le gustas, y si sale mal, di que te han retado en uno de esos juegos absurdos de "Verdad o reto". —Mack me miró pensativa, y no le debió parecer mala idea, porque sonrió y asintió con la cabeza.

—Puede que lo haga. —Celebré en mi asiento y aplaudí. ¡Por fin iba a dar el paso! Después de casi un año sin que nadie diese el paso, Mack se iba a lanzar. La abracé y nos mecimos de un lado a otro—. Si la amistad se jode, es culpa tuya—me dijo Mack al oído. Me reí muy fuerte y nos separamos.

—Venga, ve. Tienes sólo un día para decidir qué ponerte mañana. Y con lo indecisa que eres... Yo empezaría ya. —Me reí y Mack negó con la cabeza riendo también. Me despedí y conduje hacia mi casa.

Cuando llegué, aparqué delante del garaje y me bajé del coche. El coche de Mason no estaba, así que supuse que estaría en la universidad o en la biblioteca estudiando. Entré y dejé todas mis cosas en la entrada. No tenía deberes que hacer porque los había acabado todos ya, así que decidí ponerme a cocinar.

Me gustaba cocinar, me calmaba. Había adoptado el papel de cocinera de la casa cuando mi madre comenzó a ausentarse y Mason desaparecía y no me hablaba, aunque en ningún momento lo sentí como una obligación. Ahora, Mason comía conmigo siempre que podía. Al principio fue un poco agobiante. Estaba acostumbrada a tener casi toda la casa para mí sola, pero había aprendido a tenerle cerca.

Me acerqué al frigorífico y saqué los ingredientes necesarios para hacer pasta a la carbonara. Empecé a mezclar los ingredientes y decidí poner algo de música para animar el ambiente.

Mientras movía mis caderas de manera exagerada, me giré para coger una espátula. Sin embargo, una sombra apoyada en la puerta de la cocina hizo que me diese un vuelco el corazón.

—¡Mason! —grité, asustada, y me agarré el pecho, por miedo a que mi corazón saliera disparado del susto—. ¿¡Se puede saber qué haces?! —Me agarré a la encimera, intentando recuperar un ritmo normal en mi respiración y le miré lo peor posible.

—Nada, he entrado en casa y viniendo a la cocina me he encontrado contigo moviendo las caderas como Shakira teniendo un ataque epiléptico —dijo mientras me intentaba imitaba. Puse una mueca. Yo no bailaba así—. No quería interrumpir —se burló de mí. Me separé de la encimera y con espátula en mano, me acerqué a él y empecé a golpearle con ella.

—No. Puedes. Hacer. Eso. —Le di un golpe por cada palabra que decía. Mason se reía mientras intentaba robarme la espátula—. Algún día te quedarás sin hermana por tus estupideces y lo lamentarás. —Me alejé de él y terminé de mezclar todos los ingredientes.

—El día que tú desaparezcas y yo esté triste por ello, los cerdos ya habrán aprendido a volar —bromeó y le saqué el dedo. Maso rio y sacó unos cubiertos de los cajones.

Nos serví a cada uno una ración de espaguetis y empezamos a comer. Me felicité mentalmente. La pasta estaba malditamente deliciosa.

—Esta semana casi ni nos hemos visto. ¿Qué hay de nuevo contigo? —me preguntó con interés, y se metió otro bocado a la boca.

—No mucho. —Tragué—. Mi horario es una mierda, como siempre. No estoy en casi ninguna clase con Chad o Mack, pero tengo literatura cuatro días a la semana, y puede que eso lo compense un poco. —Sonreí al acordarme de Wendy y de la clase del otro día, pero mi sonrisa se borró al acordarme también de Chris—. Aunque hay un chico que... —Sacudí la cabeza.

—¿Hay un chico que qué? —Mason preguntó distraído mientras degustaba los espaguetis. Me quedé en silencio unos segundos.

—Mi compañero de mesa de la clase de Literatura, Austin Brown. Es muy majo. Creo que por fin he escogido buen sitio en una asignatura. —Me metí un bocado en la boca y Mason asintió. No sabía por qué había decidido cambiar el sujeto de la oración, pero lo había hecho, y lo hecho, hecho estaba.

—Me alegra oír eso. —Sonrió. Nos quedamos en silencio y cuando le fui a preguntar qué tal había ido su semana, me acordé de una cosa.

—¡Tú...! —Le señalé con mi tenedor y entrecerré los ojos. Mason me miró sin comprender—. ¿Cuándo tenías pensado hablarme de tu entrevista de trabajo del otro día?

—Cuando me preguntases por ello, no quería alardear. —Se encogió de hombros y yo abrí la boca. ¿Acaso era lo que yo creía que era?

—¡¿Te han contratado?! —grité emocionada. Asintió algo avergonzado y yo grité otra vez. Me levanté de la silla y me lancé a abrazarle—. ¡Enhorabuena! —Le apreté entre mis brazos y él hizo lo mismo mientras reía en mi nuca—. ¡Esto hay que celebrarlo! —Me separé de él.

—Estoy de acuerdo —Sonrió contento—. ¿Qué tal si salimos mañana a cenar a un restaurante? —sugirió.

—¡Claro que sí! —Celebré en el sitio hasta que me acordé de la fiesta en la casa de Brittany— Mierda... —dije en bajito y dejé de saltar.

—¿Qué ocurre? —preguntó Mason sonriente. Suspiré y le miré a los ojos.

—Mañana hay una fiesta en casa de una chica del instituto y Mack, Chad y yo íbamos a ir. Pero puedo cancelarlo, una cena contigo suena más apetecible. —Le sonreí y jugué con mis dedos por detrás de mi espalda.

—¿Una fiesta? —Asentí—. ¿Y tú ibas a ir? —Asentí de nuevo. No sé por qué, pero me esperaba lo peor—. ¿Y pretendes que te deje venir conmigo a cenar, cuando habías aceptado ir a una fiesta por primera vez en meses? —Mason preguntó incrédulo.

—¿Eh? —Estaba confusa.

—Abbie —Sacudió la cabeza—. No pienso dejar que vengas conmigo a cenar. Hace meses que no te diviertes y no sé cómo te habrán conseguido persuadir tus amigos, pero les felicito. —Sonrió—. Podemos celebrarlo en cualquier otro momento.

—¿Estás seguro? Que tú hayas conseguido empleo es mucho más importante que una fiesta absurda —dije, desconfiada.

—Abbie, no te lo voy a repetir, o vas a esa fiesta, o te llevo yo a rastras —bromeó. Yo levanté las manos en señal de paz.

—Está bien, está bien —dije riendo y me quedé pensando un momento—. Oye... —No le miré a los ojos—. Ya que tienes tantas ganas de que vaya a la fiesta... ¿No tendrás ganas también de llevarnos a mis amigos y a mí? —Le sonreí inocente. Mason suspiró y negó con la cabeza, derrotado.

—Al final voy a preferir a la Abbie amargada y deprimida —dijo divertido. Yo sonreí y le abracé otra vez.

(...)

Definitivamente, estaba en crisis.

Era sábado y quedaban 2 horas para irnos y todavía seguía sin saber qué ponerme, no me había peinado ni tampoco me había maquillado. Era un desastre. Había revuelto todo mi armario y había lanzado todos mis zapatos por los aires, pero sólo había encontrado unas creepers negras.

Me paré en medio de mi habitación y me quedé pensando. Entonces me acordé de una caja de ropa que se hallaba en lo alto de mi armario. Era ropa que había decidido que ya no me pondría, pero situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas.

Me subí encima de una silla y sonreí satisfecha cuando vi la caja azul sobre mi armario. La cogí, me dirigí a la cama y abrí la caja. La revolví, y justo cuando creía que no iba a encontrar nada, unos pantalones de cuero negros ajustados captaron mi atención. No recordaba tenerlos. Los estiré delante de mí y volví a sonreír. Misión cumplida.

No tardé mucho en encontrar algo que ponerme con los pantalones. Me decidí por un sujetador de encaje negro que me llegaba casi hasta el ombligo. Era algo revelador, pero esa noche me sentía confiada.

Tardé algo más de lo previsto en maquillarme y alisarme el pelo. Adoraba las sombras negras que me había pintado en los ojos. Me daban un toque peligroso, distinto. Tal vez incluso sexy.

Me levanté de mi escritorio, donde había estado maquillándome, y sonreí al mirarme al espejo. Ese claramente no era un conjunto que llevaría cualquier otro día, pero me gustaba cómo me quedaba. Me giré y suspiré al mirar mi cuarto. No podía irme a la fiesta teniendo este desastre en mi habitación. Mi trastorno obsesivo compulsivo no me lo permitía.

Una vez acabé de recoger, un mensaje me llegó al móvil. Lo cogí y encendí la pantalla. "Ningún mensaje tuyo agobiándote por la fiesta o echándote atrás. Enhorabuena" me escribió Mack. Sonreí al leer el mensaje. "Puede y sólo puede que eche de menos salir de fiesta" le escribí de vuelta. "Te dije que en algún momento te aburrirías de limpiar las estanterías de tu casa los sábados por la noche" me puso Mack y yo negué con la cabeza divertida. "Estate lista. En 5 minutos pasamos a buscarte" le escribí y apagué el móvil. Metí algo de dinero en una de las copas de mi sujetador por si acaso y en la otra metí mi móvil. No me molesté en coger las llaves porque Mason me traería a casa.

—¡Vaya! Si casi no pareces un chico —bromeó Mason al verme. Le saqué el dedo por segunda vez ese día y los dos nos montamos en el coche.

Cuando llegamos, Mack todavía no había salido. Minutos después, la vimos salir de su casa con prisa. A pesar de que la iluminación era escasa, pude observar lo guapa que estaba. Llevaba un vestido rojo intenso ceñido al cuerpo muy por encima de las rodillas. Sus piernas parecían eternas por los tacones negros que llevaba puestos y su pelo caía rizado por su espalda. En resumen, estaba preciosa.

—Lo siento, mi madre me ha entretenido —se disculpó mientras se sentaba en el asiento trasero.

—Estás guapísima, Mack —la halagué.

—Muchas gracias. —Me sonrió mientras se ponía el cinturón—. Cuando salgamos del coche espero poder decir que tú también me has quitado el aliento. —Me guiñó un ojo, haciéndome reír. Miré al frente de nuevo, esperando a que Mason arrancase, pero no lo hizo. Me giré y le observé, pero él no me miraba a mí. Tenía los ojos clavados en Mack, y su boca estaba entreabierta.

—Mason, espabila. —Intenté captar su atención.

—Estás... Estás asombrosa —balbuceó mi hermano. Mack se sonrojó un poco, y sonrió amistosamente.

—Gracias, este pelo no ha sido fácil de domar. —Sabía que, igual que yo,  Mack bromeaba cuando estaba nerviosa, y era justo lo que estaba haciendo en ese momento. Mi hermano la estaba incomodando.

Le di una colleja y por fin reaccionó.

—¿Quieres dejar de babear? —le reprendí. Sabía que Mack estaba increíble, pero quería llegar a la fiesta antes de que acabase.

—Claro, sí. —Se giró y arrancó el coche.

El camino a la casa de Chad fue ruidoso porque Mack y yo nos dedicamos a gritar las letras de las canciones a pleno pulmón mientras mi hermano se reía de nosotras.

Cuando aparcamos delante de la casa de Chad, él ya estaba en la calle, por lo que no tuvimos que esperar. Se subió al coche con prisa y se quedó observando a Mack.

—¡Wow! —exclamó—. Mack, estás impresionante. Es... ¡Wow! —repitió. Chad se había quedado sin palabras. Mack se sonrojó de nuevo y se removió en el sitio.

—Gracias... Tú también estás muy guapo —dijo, nerviosa. Chad llevaba unos vaqueros negros remangados en los tobillos y una camiseta gris de manga corta sobre otra blanca, dándole un toque informal muy atractivo.

—Yo también estoy guapa. ¡Ay, Abbie! ¡Gracias! ¡Eres muy amable! —exclamé, riéndome de su estupidez de adolescentes enamorados. Chad me miró y se rio.

—El cinturón —habló mi hermano, ahora con un tono más seco que antes. ¿Otra vez?

—Mason —le reprendí. Él me miró y se encogió de hombros. Aceleró y con las direcciones de Mack, llegamos a la casa de Brittany en pocos minutos. Abrí la boca sorprendida.

Su casa era enorme, de tres pisos y con un jardín envidiable. Pero no era eso lo que me había dejado boquiabierta, sino la cantidad de gente que había en ella. Personas entraban y salían de la casa por doquier, y muchos adolescentes ya estaban tirados en la hierba. ¡Si sólo eran las 10!

—Abbie, ya sabes. Si tienes un problema, me llamas. Si alguien está siendo pesado contigo, me llamas. Si te aburres, no me llamas, disfrutas —dijo serio, haciéndome reír—. Y por favor, no bebas demasiado —me pidió.

—Estaré bien. Mack y Chad están conmigo. —Le tranquilicé—. Te llamaré para que vengas a buscarnos. —Abrí la puerta y me bajé—. Muchas gracias, hermano. —Le sonreí.

—Gracias por traernos, Mason —le agradeció Mack mientras se bajaba del coche.

—No es nada. —Mason la miró una última vez y sonrió. Chad se bajó del coche en silencio. Mason arrancó el coche y yo me despedí con la mano.

—Aquí estamos... ¿Quién lo iba a decir? —Reí mirando la casa asombrada. Definitivamente, allí había gente de otros institutos. Al no oír respuesta, me giré a mirar a Mack y a Chad, los cuales me miraban con la boca abierta— ¿Qué ocurre? ¿Me he pasado con la sombra de ojos? —pregunté agobiada—. Lo sabía, mierda. —Comencé a pasarme la mano por los ojos.

—¡No, para! —Me detuvo Mack—. ¡Estás guapísima! —Me sonrió, y Chad asintió con la cabeza, mirándome de nuevo de cabeza a los pies. Me sonrojé ligeramente.

—Sois los mejores —dije avergonzada—. ¡Vamos a entrar ya! —exclamé emocionada—. Creo que entre todo el ruido... —Me coloqué la mano en la oreja fingiendo no oír—. Un chupito de tequila me está llamando. —Reí y mis amigos rieron conmigo.

—¡Abbie ha vuelto! ¡Ciudadanos del mundo, temblad! —gritó Chad a pleno pulmón, y no pude evitar reírme.

Tal y como yo pensaba, había incluso más gente dentro de la casa que fuera, si es que eso era posible. La música retumbaba en el suelo y era prácticamente imposible pensar de lo alta que estaba. Olía fuerte, como a una mezcla entre sudor, tabaco y alcohol. Nos fuimos abriendo camino hasta la mesa donde estaban las bebidas y cada uno se sirvió lo que quiso. Yo me preparé mi brebaje favorito: un ron-cola. Di un sorbo largo y me lamí los labios. Delicioso.

Un chico vino a saludar a Chad y Mack se giró para mirarme.

—¡Abbie, tengo miedo! ¡No sé si debo besarlo! —gritó sobre la música, agobiada. Yo dispuesta a cumplir mi papel de mejor amiga y celestina, puse mis manos en sus hombros y la miré fijamente.

—Te vas a arrepentir si no lo haces, así que... —Miré detrás de Mack y comprobé que Chad se dirigía a nosotras—. Ya me lo agradecerás mañana. —Mack me miró confusa, pero antes de que dijese nada, la empujé hacia atrás, provocando que se tropezara con Chad. Fue una escena de película. Él la agarró por la cadera y Mack se quedó mirándole fijamente. Ambos estaban avergonzados, pero yo no me arrepentía de nada. Bebí otra vez, satisfecha, y me di cuenta de que casi me había acabado mi vaso. ¿Como había bebido tan rápido? Me encogí de hombros y me serví otro—. ¡VAMOS A BAILAR! —grité y pasé entre Chad y Mack, que ya se había separado y se miraban el uno al otro con las mejillas sonrojadas.

Escoltada por mis dos mejores amigos, me fui a la pista de baile improvisada en el salón de la casa y los tres comenzamos a bailar al ritmo de la música. Pegué un sorbo a mi ron-cola y grité de felicidad. Estaba disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía. Me alegraba haber escuchado a los pesados de mis amigos.

(...)

Dos ron-colas y medio después, mis pies comenzaron a doler de tanto bailar. Sentía cómo el alcohol había empezado a tener efectos en mí. Estaba sudando y sentía mi cara arder. Mi cuerpo se movía libre, siguiendo la música, y sonreía y reía como una tonta. Me tambaleaba un poco, y mi vista estaba algo borrosa. Sin embargo, me lo estaba pasando genial, y no tenía pensado detenerme.

—¡Chicos, voy a buscar algo de beber! —les grité a Chad y a Mack para que me oyesen—. ¿¡Queréis algo?! —les pregunté. Los dos negaron con la cabeza.

Me abrí paso a codazos hasta que conseguí llegar a la mesa de bebidas. Busqué el ron con la mirada, y lo fui a coger, pero alguien me lo arrebató antes de yo poder agarrarlo.

—¡Abbie! —gritó Austin por encima de la música. Me miró de arriba a abajo y pude ver que tragó saliva—. ¡Estás impresionante! —me halagó y no pude evitar sonreír.

—¡Gracias, tú tampoco estás nada mal! —Reí—. ¡Esto es increíble! —grité señalando mi alrededor.

—¡Britanny se ha salido! ¿¡Quién diría que podría superar la fiesta del año pasado?! —dijo asombrado—. ¿¡Con quién has venido?! —me preguntó.

—¡Con dos amigos! ¡Llevamos horas bailando! —exclamé, divertida y muy borracha.

—¡¿Quieres tomar el aire?! ¡El rojo de tu cara me dice que necesitas algo de aire fresco! —Se inclinó sobre mí para que pudiese oírle. Asentí con la cabeza, no me vendría mal respirar algo que no fuese sudor o tabaco. Además, Chad y Mack necesitaban tiempo a solas.

Terminé de servirme un cubata y comenzamos a desplazarnos entre el gentío. Austin me agarró de la mano para que no me perdiese. No lo vi necesario, pero tampoco se la solté.

En el jardín trasero había una piscina iluminada por luces LED abarrotada de gente borracha. A lo lejos, vi a Brittany rodeada de su grupo de amigas y unos chicos del instituto. Aparté la mirada y me fijé en que, justo enfrente de mí, un grupo pequeño de personas jugaba al beer-pong. Ambos nos acercamos para observar y Austin se sentó en una de las rocas decorativas al lado de la mesa. Me senté a su lado.

—Mucho mejor, ¿verdad? —Me sonrió, y asentí con la cabeza. Austin se quedó observándome unos segundos más de lo normal, así que, incómoda, aparté la mirada y le di un sorbo a mi bebida. Una brisa fresca y muy agradable me despeinó y sonreí encantada. Me fijé en las personas que jugaban al beer-pong. Prácticamente no conocía a nadie, ni siquiera me sonaban sus caras. Seguí mirando a mi alrededor mientras bebía ese maravilloso cubata, hasta que mis ojos se encontraron con los de Chris. Estaba sentado en una de las rocas, como yo y como Austin. Estaba vestido todo de negro, y llevaba unas cadenas colgando de su pantalón. ¡Qué bueno estaba! Me habría gustado culpar al alcohol de esos pensamientos, pero sabía que borracha o no, ese hombre estaba malditamente sexy. 

Chris no apartaba la mirada de mí. Me miraba serio y me estaba empezando a poner nerviosa. ¿Por qué no dejaba de mirarme?

—¿Quieres jugar? —le propuse a Austin señalando la mesa de juego. Estaba algo oxidada, pero me lo estaba pasando demasiado bien como para quedarme sentada en un roca incomodándome por culpa de Chris.

—Me has quitado las palabras de la boca —dijo sonriente. Se levantó y me tendió la mano. La acepté porque estaba borracha y no quería caerme y hacer el ridículo. Tiró de mí, y aprovechando el impulso, me rodeó la cadera con su brazo. Me quedé mirando su brazo un momento, y en vez de apartarme, mi yo borracha sólo dejó escapar una risa estúpida.

Nos acercamos a la mesa aun con su brazo rodeando mi cadera. Me tambaleaba un poco, pero Austin me tenía bien agarrada. Después de preguntarles si podíamos jugar, hicimos equipos.

—He de advertirte que hace tiempo que no juego. No voy a ser buena compañera —le dije divertida a Austin. Los chicos morenos contra los que jugábamos colocaron 6 vasos delante de mí y los llenaron de lo que parecía tequila.

—Me arriesgaré. —Sonrió y me guiñó un ojo, haciéndome reír nerviosa. Austin era muy coqueto.

Los chicos lanzaron su primera pelota y consiguieron encestar en uno de los vasos. Antes de que Austin me preguntara, agarré el baso y vertí el líquido en mi boca. Austin rio, divertido, al ver mi mueca de desagrado. ¡Quemaba como los mil dioses! Sacudí la cabeza intentando eliminar la sensación de quemazón.

Seguimos jugando entre risas y chupitos de tequila. Los chicos eran buenos, pero nosotros éramos mejores. Supuse que el beer-pong era como montar en bici, a pesar de que pasasen los años, una vez aprendías, no se te olvidaba. De vez en cuando le lanzaba alguna que otra furtiva a Chris, que seguía sentado en el mismo sitio, observándonos.

Había bebido demasiado, podía notarlo. Tenía la última pelota en mi mano, intentando enfocar la vista para encestarla en el vaso del equipo contrario.

Concentrada, lancé la pelota, haciendo que entrase limpiamente dentro del vaso.  Subí los brazos y aullé de felicidad.

—¡Ganamos! —grité eufórica y me lancé a los brazos de Austin, que me atrapó torpemente. Me reí en su pecho y le apreté fuerte—. Hemos ganado, y ha sido todo gracias a mí —me señalé con el dedo y volví a reír.

—Sabes que eso no es verdad. Sin mis ánimos y mis comentarios ingeniosos, nada de esto habría sido posible. —Me miró sonriente y sus manos se posaron en mis caderas. Me fijé en que en sus mejillas normalmente pálidas ahora había un ligero tono rosado y sus pupilas estaban completamente dilatadas. Su pelo estaba revuelto y su sonrisa dejaba entrever un pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda. Austin era un chico muy atractivo.

Sin querer, mis ojos volaron al sitio donde estaba Chris sentado. Nos miraba serio todavía. Bebió del contenido de su vaso y frunció el ceño. No parecía muy contento. ¿Por qué tenía cara de seta siempre? Estaba en una fiesta, ¿no tenía amigos, ni ganas de divertirse? Justo en ese momento, un chico se acercó a él. Le dijo algo al oído y Chris asintió con la cabeza. Se levantó de la roca y se marchó con él. Fruncí el ceño, pero lo ignoré.

Volví a mirar a Austin.

—No me había fijado en que tenías un hoyuelo. —Hundí mi dedo índice en la hendidura. Sonreí al ver que su piel se hundía más si yo apretaba.

—Creo que ya has bebido suficiente. —Austin negó con la cabeza y sonriente, apartó mi dedo de su cara.

—Pero me estoy divirtiendo —dije haciendo un puchero.

—Abbie, si sigues bebiendo, vas a acabar en el fondo de esa piscina, o en un lugar peor, como el hospital. —Sacudió la cabeza—. Y estás demasiado sexy como para dejar que ese conjunto se arruine. —Me guiñó un ojo y sonreí.

—Deja de coquetear conmigo y vamos a bailar. —No le dejé responder y tiré de él. Nos metimos dentro de la casa, donde estaba la pista de baile. No sabía cómo era posible, pero ahora había más gente.

Llegamos al salón y comenzamos a bailar. Me dejé llevar por el sonido de la música, y Austin hizo lo mismo. Ambos reíamos sin razón alguna, y gritábamos de vez en cuando. Nuestros cuerpos chocaban por los empujones de la gente, y llegó un momento en que se hizo prácticamente imposible no tocarnos. Austin me cogió de las caderas y me acercó más a él. Encantada, me agarré a su cuello y bailamos juntos.

Hubo apenas unos segundos en los que Austin y yo nos miramos al mismo tiempo. Sus ojos volaron a mis labios y de nuevo, a mis ojos. Aquel estaba siendo un momento demasiado intenso para mi gusto. Parecía que Austin quería besarme, pero no podía ser posible... Se inclinó ligeramente sobre mí y pegó su cintura a la mía un poco más. Mierda, sí era posible.  ¿Yo quería besarlo?

Miré sus labios y sin pensarlo demasiado, cerré los ojos.

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¡Dios, por fin actualizo! La universidad me está matando y apenas llevo un mes :(

¿Que tal estáis vosotr@s? Espero que bien, y también que hayáis disfrutado el capítulo. ¡Abbie está a punto de besar a Austin! ¿Cómo nos sentimos al respecto? ¿Queremos beso o no queremos beso?

Votad y dejadme comentarios de qué pensáis del capítulo. ¿Opiniones en Austin? ¿Qué pasa con Chris, que parece que siempre tiene un palo de escoba metido por el culo? ¡Lo agradezco muchísimo!

Nos leemos el próximo viernes :)

Elsa <3

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