CAPÍTULO 26: «QUINCE MINUTOS»
Seguí bailando con Chris y con mis amigos hasta que no soporté más tiempo tener la boca seca.
—¡Voy a ir a buscar algo de beber! —le grité a Chris en el oído.
—¡Te acompaño! —me dijo, pero yo negué con la cabeza.
—No, puedo ir sola. Espérame aquí. —Le di un pico y me alejé de él. Me acerqué a la mesa de las bebidas y volví a servirme un ron cola, con poco ron.
—¡Abbie! —Oí que me llamó alguien, y cuando levanté la vista, me encontré con Austin—. ¡Siempre nos encontramos aquí! —Rio y yo hice lo mismo. Arrastraba ligeramente las palabras, por lo que adiviné que ya llevaba unas cuantas copas—. ¿Cómo estás?—Me miró de arriba abajo y me sonrió.
—Bien, muy bien —contesté amistosamente. No quería ser desagradable con él—. ¿Cómo estás tú?
—Algo borracho —admitió y se acercó a mí—. El otro día te fuiste antes de que pudiera hablar contigo.
—¿Querías hablar conmigo? —pregunté confusa.
—Sí.
—Vale... ¿Y de qué se trataba? —Le di un sorbo a mi bebida. Austin jugueteó con los vasos de la mesa.
—He roto con mi novia. —Me miró a los ojos, atento a mi reacción.
—Me alegro por ti. —Tuve que morderme la lengua para no decir «Me alegro por ella». Esa chica no se merecía salir con alguien que le ponía los cuernos. Daba igual quien fuese.
—Entonces quería saber... si querrías salir algún día conmigo por ahí —dijo y me atraganté con el ron cola que estaba bebiendo.
—¿Qué? —Tosí.
—No dejo de pensar en la fiesta de principios de curso, cuando bailamos juntos justo ahí. —Señaló el salón—. Sentí una conexión... —Se acercó a mí y yo retrocedí. ¿Pero qué estaba diciendo?
—Austin estás muy borracho. No sabes ni lo que dices.
—Sé perfectamente lo que digo —dijo firme y me agarró la mano—. ¿Tú no sentiste la conexión?
—No. No sentí nada —dije rotundamente y aparté mi mano de la suya.
—Mientes. —Se volvió a acercar a mí y yo puse la mano en su pecho para detenerlo.
—Mira, Austin. Ya hablamos de esto. Me dejé llevar por el alcohol, y sí, por poco nos besamos. Pero me alegro que mis amigos nos interrumpieran —aclaré, firme—. Además, estoy con otra persona, y yo no pongo los cuernos —dije indirectamente. Se estaba comportando como un capullo, y no sabía si era por el alcohol o él era así normalmente.
—¿Con quién? ¿Con el posesivo que nos interrumpió cuando te pedí salir? —se burló de Chris. Me enfadó oír a Austin hablar así de él y sentí la necesidad de defenderlo, pero sabía que sólo conseguiría que la conversación se alargara más.
—Sí, con él —dije cortante. Quería marcharme de allí. No era buena idea que Chris viniera a buscarme por tardar demasiado y encontrarme hablando con el idiota de Austin. No le soportaba.
—¿Por qué? ¿Por qué él y no yo? —Se acercó repentinamente a mí y me cogió de la cintura.
—Austin, aléjate de mí —le ordené. Me intenté alejar, pero no me dejó. Se empezó a inclinar hacia mí y yo me removí para intentar soltarme—. ¡Austin! ¡Que me dejes! —le grité, nerviosa. Entonces, un puño se estampó en la mejilla de Austin. Sus manos soltaron mis caderas y se alejó de mí un par de metros. Miré a mi derecha y me encontré con Chris, que respiraba fuerte y miraba a Austin como si quisiese matarle.
—¡Te ha dicho que la sueltes, gilipollas! —le gritó furioso. Austin se agarró la mejilla y Chris se acercó a mí—. ¿Estás bien? —me preguntó y me analizó. Asentí y miré a Austin, que caminaba hacia nosotros con los puños cerrados. Antes de que pudiera acercarse demasiado, un tío se puso delante de él, cortándole el paso.
—Va a ser mejor que te vayas, tío —le dijo. Chris se dio la vuelta y miró a Austin, que sólo tenía ojos para él. Sabía que Austin quería devolvérsela, y sabía también que Chris le devolvería el golpe—. Venga, pírate —insistió. Después de unos segundos, Austin se alejó de nosotros.
—Gracias —le agradecí al chico, y él asintió con la cabeza. Me giré y miré a Chris.
—Sabía yo que algo pasaba cuando estabas tardando en volver. —Suspiró y se pasó las manos por el pelo—. ¿Qué te ha dicho? —me preguntó enfadado.
—Nada importante. Me ha preguntado que si quería salir con él, y le he dicho que no. Se ha puesto sobón y es ahí cuando has llegado. —Me acerqué a él—. Mi caballero de armadura brillante... —susurré.
—Como se vuelva a acercar a ti... —amenazó.
—No lo va a hacer, y aunque lo hiciese, no debería preocuparte. No tengo pensado besar a nadie más que a ti en un tiempo muy largo. —Chris suspiró y asintió con la cabeza.
—Ya te había dicho que iba a tener que espantar a algún baboso esta noche.
(...)
Debían ser ya las cuatro de la mañana, y el ambiente se había calmado ligeramente. Llevábamos sentados en el sofá del salón un rato. Yo estaba encima de las piernas de Chris, abrazada a su cuello. Chris tenía sus manos en mi cintura y de vez en cuando, las bajaba y me daba un apretón en el culo. Mack y Chad estaban en el sillón de enfrente sentados de la misma manera. Un grupo de chicos y chicas se habían sentado también en el sofá y por el suelo y se habían puesto a charlar con nosotros. Yo no le prestaba demasiada atención a la conversación. Chris llevaba un rato besándome el cuello, distrayéndome.
Mi teléfono vibró en mi vestido. «Me voy a dormir a casa de Zoe esta noche. No me esperes» leí que me había escrito mi hermano.
—¿Qué ocurre? —me preguntó Chris y yo le enseñé la pantalla de mi móvil. Leyó el mensaje y me miró. Una sonrisa empezó a crecer en mi cara. Teníamos la casa sola para nosotros—. Oh... —murmuró, comprendiendo.
—¿Recuerdas eso que dijiste hace unos días en mi casa...? —Me incliné provocativamente y nuestros labios se rozaron.
—Si lo que me estás preguntando es si he traído condones, la respuesta es sí. —Sonreí y le besé.
Iba a empezar el año con buen pie.
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—No sabía que eras tan bueno en la cama... —le dije y empecé a trazar dibujos imaginarios con mi dedo en su pecho.
—Tú tampoco has estado nada mal —bromeó y sonreí, pero fruncí el ceño.
—¿Todo eso lo has aprendido con las chicas con las que estabas? —pregunté sin mirarlo. De repente, me sentía insegura. No dejaba de imaginarme a Chris haciendo lo mismo que había hecho conmigo con otra chica.
—Eh... —susurró y me obligó a mirarle—. ¿Qué pasa? —Juntó las cejas y yo suspiré.
—Nada... —Miré a otro lado—. Es sólo que no puedo evitar pensar que todo lo que has hecho hoy conmigo, lo has hecho ya con otras chicas. Muchas otras chicas.
—Abbie —me llamó y le miré—. Nunca había disfrutado tanto como contigo. —me dijo, pero no me convenció—. ¿Nunca has oído hablar de lo diferente que es el sexo cuando lo haces con la persona a la que quieres? —Asentí—. Así es como lo he sentido contigo. Con las otras chicas habré ganado experiencia, sí. Pero era sólo sexo, sin sentimientos. —Hice una mueca—. Además, tú has tenido novio —me recordó—. Habrás hecho cosas con el cerdo psicópata ese también —dijo con desprecio.
—En realidad no tantas como te piensas. Supongo que por eso me puso los cuernos. —Reí sin gracia.
—¿En serio? —preguntó incrédulo.
—He tenido que usar un poco la imaginación. —Me sonrojé.
—Eres maravillosa. —Me besó la cabeza.
—¿Te ha gustado, entonces? —pregunté insegura.
—No puedo esperar para volver a hacerlo. —Sonrió y yo reí.
—¿Por qué esperar? —pregunté, coqueta.
Chris sonrió y volvió a besarme.
(...)
Me desperté al día siguiente con todo el cuerpo dolorido. Mis músculos se resentían como si tuviese agujetas, pero aún así sonreí al recordar lo que había pasado la noche anterior.
—Buenos días, nena. —me dijo Chris con su voz de recién despierto. Abrí los ojos. Estaba apoyado en su antebrazo, mirándome dormir. Gruñí en respuesta y me removí bajo las sábanas—. ¿Has dormido bien? —Asentí con la cabeza, sonriente. Había dormido más que bien—. ¿Cómo te encuentras? —Me apartó el pelo de la cara y me acarició la mejilla.
—Me duele un poco el cuerpo, pero estoy bien. —Me incorporé y las sábanas cayeron, dejando mi pecho desnudo al aire. Los ojos de Chris volaron a mis tetas. Me sacudí el pelo y le miré—. ¿Y tú cómo estás? —le pregunté y Chris me recorrió el cuerpo con la mirada.
—Hambriento —dijo con una sonrisa torcida, claramente con doble sentido. Sonreí y me levanté de la cama ante la atenta y pervertida mirada de Chris. Cogí un tanga limpio de mi cajón, me lo puse y me giré a mirarle. Tenía un brazo detrás de su cabeza y me miraba con una sonrisa.
—¿Qué? —Coloqué mi mano en mi cadera y apoyé mi peso en una pierna.
—Te ves muy sexi después de follar —dijo y yo negué con la cabeza. Estaba comenzando a acostumbrarme a oír a Chris decirme esas cosas.
Me acerqué a mi armario y saqué una sudadera ancha y los pantalones de chándal que Chris me había prestado hacía unas semanas. Él se levantó también y se puso los calzoncillos que estaban tirados en el suelo. Le tendí los pantalones para que se los pusiera y yo me puse la sudadera sin ponerme sujetador ni camiseta. Bajamos las escaleras y fuimos a la cocina.
Desayunamos entre historias de cuando éramos pequeños, risas y tocamientos indebidos. Nos tumbamos en el sofá y pusimos la televisión.
—¿No te esperan en casa? —le pregunté, distraída, mientras jugaba con sus dedos.
—¿Quieres que me vaya? —Sonrió.
—¡No! —exclamé rápidamente—. Pero, ¿tu padre no te va a decir nada por pasar la noche fuera?
—Le mandé un mensaje ayer. Y no necesito quedarme con Lily porque mi padre no va a ir al hospital a ver a mi madre —me explicó, y yo junté las cejas. La madre de Chris se había comenzado a sentir muy débil y Nate la había obligado a pasar un par de días en el hospital para que la vigilaran de cerca.
—¿Y eso?
—Porque está en casa —dijo como si nada. Abrí los ojos y me incorporé para mirarle bien.
—¿Tu madre ha vuelto a casa? —pregunté sorprendida y Chris asintió—. ¿Cuándo?
—Hace unos días. No iba a pasar Nochebuena sola en un hospital. —Se encogió de hombros y le golpeé en el pecho. Chris me miró con el ceño fruncido—. ¿Por qué has hecho eso? —me preguntó mientras se sobaba la zona donde le había dado.
—Tu madre ha salido del hospital ¿y no me lo dices? —le recriminé.
—¡Se me ha olvidado! —se excusó—. He tenido la mente en otras cosas... —ronroneó coqueto. Negué con la cabeza y me centré en la conversación.
—¿Cómo está? —pregunté preocupada. Chris suspiró.
—Mucho mejor —dijo con tono triste.
—¿Por qué lo dices así? ¿No deberías estar contento? —Fruncí el ceño.
—Porque sé lo que va a pasar después. —Suspiró—. Cada vez que parece que se está recuperando, vuelve a empeorar. Me he creído demasiadas veces que mi madre iba a ponerse bien, y siempre acabo decepcionado.
Me rompió el corazón ver a Chris de esa manera. No era justo que tuviese esa situación en casa, y odiaba no poder hacer nada para ayudarle.
Lo abracé. Chris me rodeó con sus brazos y hundió su cabeza en mi cuello. Metió las manos debajo de mi sudadera y me acarició la cintura. Sentí sus labios en mi cuello. Pasó las manos por mi espalda y me levantó la sudadera ligeramente. Me separé de él y le miré.
—Mi hermano va a llegar de un momento a otro —le detuve. Chris me ignoró y siguió acariciándome las caderas con las manos.
—Si tu hermano es como yo creo que es, o seguirá durmiendo, o estará echando un polvo matutino con su novia. —Rio. Entonces, como si el universo nos hubiese escuchado, me llegó un mensaje de Mason al teléfono. «Estaré en casa en 15 minutos».
Apagué el móvil y miré a Chris.
—Quince minutos —le dije y Chris sonrió victorioso.
—De sobra —dijo y me besó con fuerza. Me coloqué encima de él y me aparté el pelo de la cara. Sus manos me acariciaron los muslos y me dieron un apretón en el culo. Sonreí mientras nos besábamos y me pegué a él. Me restregué contra su cadera y Chris se removió y gruñó. Me separó de él y me quitó la sudadera, dejando mis pechos al aire. Lanzó la sudadera a la otra punta del salón y sonrió—. Mucho mejor. —Sonrió, maravillado. Me mecí de delante atrás lentamente, torturándole. Chris se mordió el labio y cerró los ojos, disfrutando de nuestro roce. Volvió a juntar nuestros labios y me empujó de la cintura para acercarme más a él. Jugué con su pelo y justo cuando mi mano se iba a deslizar por debajo de sus calzoncillos, oí la cerradura de la puerta abrirse.
—¡Mierda! —Me tiré al suelo como reflejo. Estaba casi desnuda, y mi sudadera estaba en la otra punta de la sala.
—¿No se suponía que teníamos quince minutos? —gritó a susurros Chris. No tuve tiempo de responder porque la puerta de la entrada se abrió. Me arrastré por el suelo en busca de mi sudadera y Chris se tumbó en el sofá para que no pudiesen verle. Se metió la mano dentro de los pantalones para intentar calmar su entrepierna. Oí la puerta cerrarse y pasos acercarse al salón. Avisté mi sudadera al lado de la chimenea y estiré el brazo para cogerla.
—¿No hay nadie en casa...? —Oí la voz de mi primo acercarse al salón, y antes de que pudiera ponerme la sudadera, Kyle volvió a hablar—. ¡Madre mía! —gritó y miré en su dirección. Estaba detrás del sofá, mirándonos a los dos con la boca abierta. La imagen no debía ser muy bonita. Chris seguía tumbado en el sofá con la mano dentro de los pantalones. Yo, aunque estuviese boca abajo y no se viese nada, seguía llevando sólo un tanga. Kyle se dio media vuelta—. ¿Se puede saber qué estabais haciendo? —preguntó, escandalizado. Chris se sacó la mano de los pantalones y yo me incorporé y me coloqué la sudadera rápidamente.
—¿No avisas de que te vas y tampoco de que vuelves? —le recriminé. Kyle volvió a dar media vuelta y nos miró a ambos. Me pasé la mano por el pelo nerviosa. La sudadera se levantó y bajé el brazo rápidamente. Kyle ya había visto bastante.
—Quería que fuese una sorpresa —me reprochó. Me acerqué a Chris para colocarme detrás de él, intentando cubrir mi cuerpo. Él entendió lo que intentaba hacer y se puso delante de mí. Apoyé mi cabeza en su espalda y resoplé. Kyle nos había pillado. No podía fiarme de que no volviese a hablar con mi hermano de lo que había visto después de la última vez.
Chris pareció entender mi creciente agobio.
—¿Y qué? ¿Vas a volver a chivarte a su hermano? —le espetó a Kyle y se cruzó de brazos. Me asomé y miré a mi primo, expectante por su respuesta.
—¿Qué? ¡No! —Sacudió la cabeza—. Mira, siento haberle contado a Mason lo vuestro. No sé por qué lo hice.
—Yo tampoco —le interrumpió Chris. Le pincé el culo a modo de reprimenda. No era necesario ser tan duro con él.
—Fue una estupidez y no debí meterme donde no me llamaban —se disculpó. Después de unos segundos, Chris suspiró.
—Supongo que si Abbie puede perdonarte, yo también. —Chris y Kyle me miraron.
—Ya lo hablamos. Estás perdonado. —Kyle suspiró aliviado—. Pero como le vuelvas a contar algo mío privado a Mason, estás muerto —le amenacé.
—Me parece justo. —Sonrió y nos quedamos en un silencio incómodo—. ¡Ah, claro! Ya me voy, para que podáis... vestiros o algo. —Cogió su maleta y subió las escaleras. Chris se dio media vuelta y me miró.
—Por poco. —Sonrió y le miré incrédula.
—Mi primo me ha visto arrastrarme por el suelo del salón sin sujetador y en tanga y tú tenías la mano en los pantalones cuando ha llegado. —Miré su entrepierna y comprobé que el bulto seguía ahí—. ¿Y tú dices por poco? —Chris se carcajeó.
—Si hubiese entrado dos minutos más tarde nos habría pillado en una situación mucho más comprometedora —ronroneó y me cogió de la cintura. Sacudí la cabeza y me alejé de él.
—Te recuerdo que mi hermano está de camino, y ya he pasado suficiente vergüenza hoy.
Le empujé por la espalda y le metí en mi habitación. Chris se puso la ropa del día anterior y yo me puse los pantalones de chándal que él había llevado minutos atrás.
—¿Salimos a dar un paseo esta tarde? Podemos ir a jugar a los bolos —preguntó mientras se ataba los zapatos.
—¡Claro! Podemos avisar a Mack y a Chad. ¿Te parece? —Chris asintió y se puso de pie. Salimos de la habitación y cuando pasé delante de la puerta de Kyle, me detuve—. Kyle puede venir también. —Le miré y Chris se encogió de hombros.
—Como prefieras.
Llamé a la puerta de la habitación de Kyle y después de unos segundos, mi primo la abrió.
—¿Qué pasa? —Nos miró a los dos.
—Esta tarde vamos a quedar con Chad y con Mack, y nos preguntábamos si querías venir con nosotros. —Le sonreí. Esa oferta era mi bandera blanca.
—¡Claro, suena bien! —Sonrió.
—Puedes decirle a Max que venga también.
—Ahora se lo digo, seguro que se anima —aceptó. Chris y yo bajamos las escaleras y abrí la puerta de la entrada. Me despedí de él con un beso y se subió en el coche. Le vi marcharse y cerré la puerta con una sonrisa en la cara.
—Quiero todos los detalles de lo que pasó ayer —me ordenó, emocionado. Puse los ojos en blanco y sonreí.
Kyle seguía siendo Kyle.
(...)
Antes de ir a jugar a los bolos, habíamos decidido ir a una cafetería y tomarnos algo caliente. Max estuvo contándonos lo mal que lo había pasado en Nochebuena porque había tenido que sentarse al lado de su tío «el que no habla de otra cosa que no sea fútbol».
Salimos a la calle y temblé de frío. El chocolate caliente que me acababa de tomar de poco me había servido. Chris me frotó los brazos y le sonreí por el gesto.
La bolera quedaba a diez minutos andando desde nuestra posición. Caminamos cada uno con sus parejas. Las calles hubiesen estado completamente vacías de no ser por algunos ancianos y algunas familias pasear. Ya había casi anochecido, lo que me relajaba. Amaba dar paseos de noche.
Después de un rato, me percaté de que me sentía observada. Era extraño, pero podía sentirlo. Era como si unos ojos estuvieran posados constantemente sobre mí, siguiéndome. Me giré y miré a mis espaldas, pero lo único que vi fue a un anciano sentado en un banco.
—¿Pasa algo? —me preguntó Chris cuando me detuve. Me giré de nuevo y le miré.
—No sé... —murmuré. Chris me observó con el ceño fruncido—. Da igual, estoy bien —Sonreí, y seguimos caminando.
Alcanzamos a mis amigos y recorrí la calle con mis ojos. Aquella sensación seguía ahí. Me giré para mirar a mis espaldas, pero, de nuevo, no vi nada. Chris me miró curioso, pero le ignoré. Estaría paranoica, y no iba a preocuparle a lo tonto.
Mack gritó como una niña pequeña.
—¡No puede ser! ¡Una nueva boutique! —Se detuvo enfrente del escaparate de una tienda y posó las manos en el cristal—. ¡Mira, Abbie! ¡Un maniquí lleva una chaqueta muy parecida a la que me dijiste que te querías comprar! —me llamó y me acerqué a ella. Efectivamente, la chaqueta era casi idéntica, pero era diez veces más cara que la que yo le había enseñado. '
Dejé de mirar la chaqueta porque una figura reflejada en el cristal captó mi atención. Estaba en la otra acera, y nos miraba directamente. Corrección, me miraba directamente. Contuve el aliento en cuanto vi quién era. Estaba bastante más delgado. Se había dejado crecer el pelo, y ahora tenía una ligera barba creciendo en sus mejillas, pero era él. No cabía duda.
A pesar de la distancia, pude apreciar una sonrisa en su cara.
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¡HOLA HOLAAA! ¿Cómo están mis preciosos lectores? Yo, como siempre, hasta arriba de trabajos. YEY.
Noche loca, Año Nuevo, Brandon ha vuelto, y parece que quiere asustar a Abbie. ¿Qué pensáis que puede querer? Y lo más importante, ¿qué pensáis que tiene pensado hacer?
Como siempre, votad, comentad, y compartid con los amigos, porque ya sabéis lo que dicen: compartir es vivir :))))
Muchos besazos,
Elsa <3
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