CAPÍTULO 23: «FUE MÁS BIEN ALGO MUTUO»
Los días pasaron a toda velocidad. Como estaba de vacaciones, tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que más me gustaba con mis amigos. Pude disfrutar de mucho tiempo de calidad en pareja con Chris. Dimos paseos por la ciudad, cenamos en algún que otro restaurante, vimos películas navideñas y visitamos todas las tiendas y supermercados de la ciudad. Protesté mucho, aunque en realidad, Chris me hacía disfrutar de la Navidad más de lo que yo había creído.
Faltaban dos días para Nochebuena, pero las cosas con mi primo y con mi hermano seguían igual. Ni siquiera nos mirábamos cuando nos cruzábamos por los pasillos.
—¿En qué piensas? —preguntó Chris y me dio un apretón a mi mano. Caminábamos por la calle principal de la ciudad. Tratábamos de esquivar a todas las personas que corrían de un lado a otro intentando buscar el regalo perfecto para sus seres queridos.
—En lo abrumadoras que son estas fiestas —le dije, y Chris puso los ojos en blanco, divertido.
—Creía que habíamos acordado en que intentarías pasártelo bien. —Me sonrió y tiró de mí para que la ola de personas no me arrastrara.
—¡Y lo intento! Pero es difícil cuando no puedo ni caminar por la acera sin que una persona estresada me empuje —me quejé y Chris rio.
—Por aquí hay menos gente. —Giró a la izquierda y nos metimos por un callejón oscuro.
—¿Quieres protegerme de la multitud violenta o violarme? —Chris soltó una carcajada.
—Mira. —Señaló delante de mí, al final del callejón. Una plaza enorme me dejó sin aliento. Había luces de colores por todas partes, dándole vida a la calle y animando el ambiente. Decenas de casetas acogían a familias que se detenían para comprar pequeños souvenirs. Sin embargo, lo más deslumbrante era el enorme árbol de Navidad que se encontraba en medio de la plaza. Miles de bombillitas lo rodeaban de arriba abajo.
—¡Wow! —exclamé maravillada. Estaba sin palabras.
—¿Te gusta? —me preguntó Chris sonriente, encantado por mi reacción. Asentí con la cabeza, distraída por las luces. ¿Cómo era posible que yo nunca hubiese visto aquello?
Me arrastró de la mano y nos acercamos a las casetas. Los vendedores nos saludaban alegres a pesar de que debían estar muriéndose de frío. Cruzamos la plaza para mirar las otras casetas, pero me detuve frente al árbol de Navidad.
—Quiero hacernos una foto —le dije a Chris. Casi no tenía fotos con él, y aquel era un día que me apetecía recordar. Él me miró sonriente y levantó una ceja—. ¡Oh, vamos! —Puse los ojos en blanco—. No me voy a poner a cantar un villancico, sólo quiero una foto contigo —dije y saqué mi móvil.
—Por ahora —Rio y yo sacudí la cabeza. Chris me quitó el móvil de las manos y sin meditarlo, paró a una pareja de ancianos que caminaban cogidos del brazo—. Perdónenme. —La pareja se giró y le miró—. Siento molestarles, pero ¿podrían sacarnos una foto a mi novia y a mí? —Me señaló y les sonreí amistosamente.
—¡Por supuesto que sí! —exclamó, feliz, la mujer y cogió el móvil que Chris le tendía.
—Muchas gracias —le agradecí. Chris se colocó a mi lado, me rodeó con su brazo y me acercó a él. Puse mi mejor sonrisa y el flash se disparó. Me apoyé en su hombro y le di un abrazo, y otro flash se disparó. Miré a Chris para comprobar que seguía sonriendo, y él me miró a mí, y de nuevo, otro flash se disparó. Sin previo aviso, estampó sus labios contra los míos, y una tanda de flashes nos iluminaron. Nos separamos y escondí mi cara en el pecho de Chris, avergonzada por habernos besado de esa manera públicamente, y él se rio. Un último flash nos iluminó.
—Aquí tenéis. —Nos tendió el móvil y lo cogí—. Sois una pareja encantadora. —nos dijo y volvió a rodear su brazo al del que suponía que era su marido. Sonreí y Chris hizo lo mismo—. ¡Cuidad el uno del otro! —gritó antes de alejarse de nosotros.
—¿Por qué has tenido que besarme así delante de todo el mundo? —le golpeé con mi guante y Chris fingió que le había hecho daño.
—Me gusta presumir de novia y dar envidia a la gente —dijo orgulloso—. Si no te gusta, te aguantas, porque voy a seguir haciéndolo. —Me dio un breve beso en los labios.
Compramos unos churros que vendía una mujer en una de las casetas y seguimos dando vueltas por la plaza hasta que se hizo tarde. Chris me dejó en mi casa y después de darle veinte besos de despedida, entré. Las luces del salón estaban dadas, y mi hermano estaba roncando en el salón. Me quité la cazadora y me acerqué a él. Estaba temblando de frío. Seguía enfadada con él, pero tampoco quería que se cogiese un resfriado. Cogí una de las mantas que había en el respaldo del sofá y le tapé suavemente con ella, intentando no despertarlo. Sin embargo, tan pronto como la tela tocó su cuerpo, se despertó.
—Lo siento, tenías frío —me excusé—. Ya me voy —murmuré y me di la vuelta para marcharme lo más rápido posible.
—¡Espera! ¡Abbie! —me llamó Mason. Me detuve y me di la vuelta. Se puso de pie y se acercó a mí con la manta todavía sobre sus hombros. Me miró y luego miró al suelo—. Odio estar peleado contigo —confesó.
—Yo también —concordé—. Siento haberte dicho que no eras mi padre. —Miré al suelo avergonzada por haber dicho tal cosa—. No quería herir tus sentimientos. Sé que sólo te preocupas por mí. A tu manera.
—Yo siento haberme puesto como me puse. —Suspiró—. Supongo que me mentiste porque pensabas que me iba a poner como un loco, y no te equivocaste. —Sacudió la cabeza—. Lo siento. ¿Me perdonas? —Me miró con ojos suplicantes. Me acerqué a él y le abracé. Mason me rodeó con sus brazos y a la vez con la manta.
—Claro que sí —susurré—. ¿Me perdonas tú a mí? —Mason asintió. Me separé de él y miré hacia las escaleras.
—¿Está Kyle aquí? Debería hablar con él también. —Sabía que había dicho que no le iba a perdonar, pero quedaban dos días para Nochebuena. No quería estar enfadada con nadie. Además, era mi primo, y alguna buena razón debía haber tenido, ¿no?
—Se ha ido esta tarde.
—¿Cómo? ¿Dónde?
—Con su madre. —Abrí los ojos sorprendida.
—¿Discutimos y decide irse de vuelta con su madre? —pregunté incrédula.
—¡No! —exclamó Mason, frenando mis pensamientos—. Sólo se ha ido un par de días. Va a pasar la Nochebuena en casa de su madre —me explicó, y me relajé. Entendía que pasar el veinticinco de diciembre con nosotros no era ningún sueño hecho realidad.
—¿Y se ha ido sin decirme nada? —pregunté, dolida—. Podría haberme avisado... —murmuré—. Hablando de avisar, ¿sabes si mamá estará para Nochebuena? El año pasado no vino a cenar —recordé. La Nochebuena pasada Mason y yo cenamos pizza recalentada.
—Creo que tiene que trabajar. —Sonrió, triste. Asentí con la cabeza. Ya casi ni dolía.
—Me voy arriba, ¿vale? —le avisé a mi hermano y me di la vuelta.
—¿¡Estamos bien, no?! —gritó Mason para que pudiera oírle.
—¡Sí! —le grité de vuelta y reí. Me encerré en mi cuarto y saqué el móvil. «¿Te has ido sin avisarme?» escribí en el chat de Kyle. Al ver que no se conectaba, lancé el móvil a mi cama y me cambié.
Cuando me estaba subiendo el pantalón del pijama, mi móvil sonó. «No sabía si querrías hablar conmigo» leí. Me llegó a los pocos segundos otro mensaje suyo. «Perdóname por habérselo contado a tu hermano. No sé en qué estaba pensando cuando lo hice». Me di prisa en escribir mi respuesta. «Lo que no entiendo es por qué no esperaste a que lo hiciera yo». Me quedé mirando la pantalla para ver si Kyle me escribía de nuevo, pero no lo hizo. «Ya está todo arreglado con Mason. No te preocupes» escribí, pero lo borré cuando un nuevo mensaje de Kyle me llegó. «Max y yo pensamos que no era justo que tu hermano no lo supiera todavía». Fruncí el ceño al leer el mensaje. ¿Qué narices hacía Max opinando sobre mi relación? «No te lo tomes a mal, pero no sé con qué derecho os habéis creído tú y Max para meteros en mi relación». Estaba molesta con Max. ¿Se pensaba que lo sabía todo? «Perdón, no sé por qué lo he hecho. Lo siento». Suspiré y escribí. «Está todo perdonado» le envié. «Gracias. Feliz Navidad» me deseó. Le respondí con un emoticono y apagué el teléfono. La conversación no había ido por donde yo creía que iba a ir, pero al menos ya no estábamos enfadados.
A la mañana siguiente, me levanté pronto esperando encontrar la cocina vacía, pero mi hermano ya estaba desayunando cuando llegué.
—¡Qué madrugador! —exclamé y me serví un bol con cereales. Me senté con él en la mesa de la cocina y me metí una cucharada en la boca.
—Tengo que ir al centro a por un regalo de navidad para Zoe.
—¡Vais en serio! —Reí—. ¿Qué tal con ella? —pregunté, curiosa. La primera y última vez que la había visto, se estaba dando el lote con mi hermano en su cama.
—Muy bien. Es genial —Sonrió con la mirada perdida—. ¿Tú que tal con... Chris, se llamaba? —Me atraganté con los cereales.
—¿Que qué tal con Chris, dices? —pregunté mientras tosía.
—Sí, el otro día no me interesé demasiado en tu nueva relación, pero no quiero que pienses que no me importa —dijo, y yo asentí con la cabeza. Me incomodaba un poco hablar de aquello con Mason. Era mi hermano, al fin y al cabo.
—Lo conozco del instituto. Llegó nuevo este año y le odié los primeros meses que lo conocí. —Sonreí recordando los primeros meses de instituto—. Hemos tenido nuestros buenos y malos momentos, pero todo se arregló en el campamento.
—¿Te pidió salir en el campamento? —Mastiqué los cereales, incómoda.
—No exactamente. —Mason frunció el ceño—. Fue más bien algo mutuo —dije sin entrar en detalles, y Mason asintió, comprendiendo.
—¿Te trata bien? —preguntó, protectoramente. Tosí y asentí con la cabeza. Mason me lo estaba poniendo muy difícil—. Traételo un día, así lo conozco. —Tragué los cereales y le miré fijamente.
—¿En serio? —pregunté, desconfiada, aunque emocionada al mismo tiempo.
—Te gusta y es importante para ti. —Se encogió de hombros—. Lo menos que puedo hacer es presentarme.
Mason se marchó después de ponernos de acuerdo para comer juntos. Me acabé el bol de cereales y me tumbé en el sofá a ver la televisión. No tenía planes para hoy. Aunque me puse a pensar en lo que había hablado con Mason. ¿Debía comprarle yo algo a Chris también? No me lo había planteado, pero no me parecía mala idea.
Me levanté del sofá y apagué la televisión. Subí corriendo las escaleras hasta mi habitación.
—¡Abbie, me marcho! —me avisó y oí la puerta cerrarse. Me cambié rápidamente, cogí las llaves, mi móvil y algo de dinero y salí de casa. Me monté en el coche y encendí la calefacción. Había estado dándole vueltas mientras me cambiaba a qué podía comprarle a Chris, pero tenía la mente en blanco. No sólo odiaba recibir regalos, sino también era horrible a la hora de darlos.
Conduje lentamente por las calles, y me sorprendí al ver que las aceras estaban vacías. El tráfico era soportable, por lo que me relajé un poco.
Después de dar vueltas por las calles como una estúpida, decidí aparcar y acercarme a los escaparates de las tiendas para ver si me ocurría algo. Me puse el gorro y me abroché la cazadora hasta arriba.
Caminé con calma por las calles de escaparate en escaparate. ¿Y si le compraba una corbata? Deseché esa idea en cuanto la pensé. Chris no tenía cuarenta años. Entonces pasé delante de un establecimiento que organizaba actividades al aire libre. Me paré en seco y miré las fotos del escaparate. En una de ellas, un grupo de jóvenes tenían puestos unos trajes de camuflaje y se apuntaban los unos a los otros con pistolas de paintball. Me acordé de lo bien que nos lo habíamos pasado en la partida de paintball del campamento y no lo pensé dos veces. Iba a conseguirle unos pases para jugar una partida de paintball. Entré en la tienda, y después de informarme, cogí un bono para un grupo de 10 personas. Sería más divertido si nuestros amigos venían con nosotros.
Salí de la tienda contenta de haber dado con un buen regalo para Chris. Me froté las manos, rojas del frío y miré a mi alrededor. Necesitaba un café caliente para entrar en calor. Vi una cafetería al otro lado de la calle, y corrí a ella para resguardarme del frío.
Cuando entré, un apetecible olor a café y chocolate caliente inundó mis fosas nasales. Sonreí, encantada, y me pedí un café en el mostrador. Esperé pacientemente a que me lo diesen, y me senté en una de las mesas libres que había. Saqué el móvil para distraerme mientras me lo tomaba y me metí en mi Galería. Las últimas fotos eran las que me saqué con Chris enfrente del gigante árbol de Navidad. Sonreí al verlas. Chris era realmente guapo y eclipsaba a cualquier ser humano que se colocara a su lado, yo incluida. Me quedé observando la foto en la que nos estábamos besando, y se me ocurrió una idea. Me terminé el café de un trago y después de pagar, salí corriendo de nuevo. Necesitaba encontrar una tienda donde imprimieran fotos. Saqué el móvil y después de buscar en el Google Maps, encontré una a diez minutos andando.
Cuando llegué, un hombre mayor me sonrió. Le dije que quería imprimir una foto para enmarcarla y me intentó ayudar a escoger por cuál de todas decantarme. No conseguí decidir, así que le dije que las imprimiese todas. No quería hacerle perder el tiempo con mi indecisión.
—¿Quiere algo más? —Me miró y yo asentí.
—Sí. —Agarré el marco gris y azul que me había llamado la atención nada más entrar y lo puse encima del mostrador. No sabía cuánto era, pero me había enamorado de sus colores, y no me iba a ir de esa tienda sin él.
Después de pagar, salí de la tienda, y caminé hacia el aparcamiento donde había dejado mi coche. Pasé delante de una tienda de juguetes y no pude evitar acordarme de Lily. Sólo la conocía de unas horas, pero me había robado el corazón con su encanto y su inocencia. Pasé la mirada por el escaparate y me fijé en un oso de color morado con un lazo del mismo color alrededor del cuello. Tenía que ser de Lily.
Después de salir de la tienda de juguetes, ahora sí que sí, caminé hacia mi coche. Conduje a casa cantando a pleno pulmón, emocionada por los regalos que le había comprado a Chris y a su hermana.
Me pasé la tarde envolviendo cuidadosamente los regalos y respondiendo a los mensajes estúpidos de Chris. Hice videollamada con Chad y con Mack, y casi a medianoche, me fui a dormir.
A la mañana siguiente me desperté con un mensaje de Chris que decía: «Feliz Navidad, nena». Tuve que frenarme para no mandarle a la mierda por haberme felicitado la Navidad. «Feliz Navidad a ti también, guapo» le escribí y me senté en la cama.
Por la noche había decidido que, aunque mi madre no estuviera con nosotros, yo prepararía una cena especial para mi hermano y para mí. Chris se había esforzado mucho en conseguir que apreciase la Navidad de nuevo, y si había algo que quería recuperar, era la cena de Navidad. Sin embargo, la casa no estaba decorada y tampoco había comida en el frigorífico, así que tenía mucho trabajo por delante.
Mason me había dicho que tenía que trabajar en el taller por la mañana, y efectivamente, cuando salí de mi cuarto, él ya se había ido. Cogí dinero de un bote escondido en la cocina que teníamos para gastar en la casa, y me marché.
Las calles estaban repletas de personas estresadas haciendo las compras de última hora. Esperaba poder encontrar los adornos y los ingredientes que buscaba para preparar la cena, aunque no me habría sorprendido que ya no quedase comida en los supermercados.
Primero, cogí lo necesario para hacer la cena. No sabía mucho de platos típicos de Nochebuena, pero sabía que uno nunca podía equivocarse con un pollo al horno con patatas. Agarré una gran variedad de verduras para hacerlas a la plancha y pasé por los pasillos del hipermercado pensando qué podía hacer de postre. Vi que una señora llevaba en su carrito una caja de madera con fresas, y decidí copiarle la idea. Busqué la nata y la coloqué en mi carrito. Sonreí, satisfecha con los ingredientes que había escogido. Ahora quedaba lo peor. Las decoraciones de Navidad.
Después de inspeccionar todos los árboles de Navidad, me decanté por un pequeño árbol de color verde botella no más alto que un niño de doce años. Era simple, pero bonito. Cogí la caja del mismo modelo y la puse en mi carro.
Después de cargar todas mis compras en el coche, conduje a casa. Debía decorar el árbol por la mañana y hacer la cena por la tarde. Me alegraba haber encontrado algo que me mantuviera ocupada, porque normalmente me pasaba Nochebuena viendo la televisión y comiendo comida basura.
Comprobé que el coche de Mason no estaba en casa antes de aparcar. Las casas de nuestros vecinos estaban decoradas con cientos de luces y variadas réplicas de Santa Claus. Mirar todas esas casas y luego mirar la nuestra era hasta cómico.
Chris me llamó por videollamada nada más terminé de arrastrar dentro de casa todas las compras.
—Hola. —Sonreí al contestarle.
—Hola. —me saludó. Estaba tumbado en su cama y tenía el pelo mojado, como si acabase de salir de la ducha. Sonreía tanto que podía ver su hoyuelo en la mejilla izquierda—. ¿Qué tal tu mañana? —me preguntó y apoyó su mano en su mejilla.
—Ocupada, he salido a hacer unas compras. —Miré la caja del árbol de Navidad.
—¿Unas compras? —Levantó una ceja—. ¿Compras... navideñas? —inquirió.
—Puede —respondí, haciéndome la importante y reí. Posé el móvil en el sofá apuntándome a mí y me senté en el suelo. Agarré la caja y empecé a abrirla. Chris me observaba en silencio, curioso por saber qué había comprado. Cuando empecé a sacar el árbol, lanzó un grito ahogado.
—¡Has comprado un árbol de Navidad! —me acusó emocionado y yo reí—. ¿Conque no te gusta la Navidad, eh señorita? —me dijo sonriendo. Puse el árbol de pie y lo observé. Apenas medía más de un metro, pero era perfecto para mí.
—Sigue sin gustarme. —le recordé, divertida—. Pero he decidido que este año haría el esfuerzo de intentar crear un ambiente navideño en casa. —Miré la pantalla.
—Me alegro de haberte convencido de que disfrutes un poco de las fiestas. —Sonrió. Saqué las bolas y las guirnaldas de la caja y las puse a mi lado. ¡Menudo caos!—. ¿Y lo estás decorando tú sola? ¿No te ayuda tu hermano? —preguntó con el ceño fruncido.
—No, está trabajando. —Miré unos segundos el árbol y moví algunas bolas de sitio—. De todas formas no sabe que lo estoy haciendo. —Agarré unas guirnaldas y las empecé a pasar alrededor del árbol.
—Seguro que le va a encantar. —Me tranquilizó.
—Eso espero... —Suspiré. Terminé de poner la última guirnalda y miré a Chris sonriente—. ¿Te gusta? —Le señalé el árbol.
—Para ser el primer árbol de Navidad que decoras en años, está muy bien —me felicitó y yo sonreí orgullosa. Lo cogí y lo puse en la esquina del salón, al lado de la chimenea. Oí su voz, pero no me hablaba a mí—. ¡Lily! Te he dicho mil veces que llames antes de entrar a mi cuarto —le reprendió a su hermana. Miré la pantalla, pero ya no me miraba a mí—. ¿Qué quieres? —le preguntó.
—Me has prometido que ibas a jugar conmigo a las muñecas. —Oí que le decía Lily.
—Ahora voy, pequeña. Estoy hablando por teléfono. —Me acerqué a la pantalla y cogí mi móvil.
—¿Con quién? —preguntó curiosa, y antes de que Chris pudiera responder, hablé.
—¡Hola, Lily! —la saludé y en un segundo ya tenía la cara de Lily en mi pantalla.
—¡Abbie! —me saludó con su pequeña mano. Se había tumbado junto a Chris, y este le pasó el brazo libre por encima de los hombros. Sonreí, enternecida. Chris era muy buen hermano. Antes de que ninguno se moviera, hice una captura de pantalla—. ¿Vas a venir a verme pronto? —me preguntó. A esta chica le gustaba ir al grano.
—Cuando tu hermano me invite. —Le sonreí y Chris puso los ojos en blanco.
—Eso no vale, sabes que puedes venir cuando quieras —protestó y yo reí—. Puedes venir mañana si quieres —me ofreció. Parecía buena idea, pero se me ocurrió una mejor.
—¿Qué os parece si os venís los dos a la mía y pasamos la tarde juntos? —propuse.
—¡Sí! ¿Podemos, Chrisi? ¡¿Podemos?! —le pidió emocionada a su hermano y le sacudió del hombro.
—¿Estás segura de que quieres que vayamos? —Me miró indeciso—. Tu hermano... —le corté.
—Mi hermano quiere conocerte.
—¿Desde cuándo? —preguntó, sorprendido.
—Me lo dijo ayer. —Me encogí de hombros—. Además, si traes a tu hermana, habrá menores y testigos. Tienes más probabilidades de salir vivo —bromeé y él rio.
—Está bien. Pues mañana vamos a tu casa —afirmó y Lily se lanzó encima de él a abrazarle. No puse evitar sonreír.
—¿Vienes ya a jugar conmigo? —le suplicó Lily a su hermano, y éste suspiró.
—Vale... ¿Me das dos minutos para decir adiós? —Lily asintió efusivamente con la cabeza y la perdí de vista. Chris centró la cámara en su cara y se pasó la mano por el pelo.
—Debes cumplir tu función de hermano mayor —dije asintiendo, divertida—. ¿Nos vemos mañana, entonces?
—Nos vemos mañana —repitió y antes de colgar, gritó—: ¡Procura no quemar nada!
Le di unos últimos retoques al árbol de Navidad y me fui a comer. Mason volvía a las ocho, así que tenía tiempo de sobra para preparar la cena. Me tumbé en el sofá con la tripa llena y bostecé. Necesitaba echarme una siesta.
Cuatro horas después, la cena estaba lista, y los cubiertos estaban sobre la mesa. Había tardado más de lo que pensaba en preparar el pollo con patatas, pero aún así me había sobrado algo de tiempo para dejarlo enfriar un poco. Las verduras descansaban en el horno junto al pollo para que no se enfriaran.
Me lavaba las manos cuando la puerta de la entrada se abrió.
—¡Abbie, ya he llegado! —gritó Mason y se quitó la cazadora—. Mmmmm... ¿A qué huele? —preguntó, receloso.
—He hecho la cena —dije mientras él colgaba el abrigo en el perchero y olfateaba, buscando la fuente de ese delicioso olor.
—¿Y eso? —preguntó sorprendido. Se acercó a mí, pero se detuvo a medio camino—. ¿Has comprado un árbol de Navidad? —Sus ojos no se apartaron del pequeño árbol del salón.
—¿No te gusta? —pregunté triste—. Puedo quitarlo si quieres —En realidad yo no quería guardarlo. Le había cogido cariño a ese trozo de plástico de metro veinte.
—¿Qué dices? —Se giró a mirarme—. ¡Me encanta! —Sonrió. Suspiré aliviada y sonreí también—. ¡Hacía años que no veía uno por casa! ¿Todo esto lo has organizado tú sola? —Asentí con la cabeza—. Joder, Abbie. Muchas gracias —dijo y me dio un abrazo.
—Había pensado que como a ti sí te gusta la Navidad, podía darte una sorpresa —confesé—. Estoy intentando recuperar ese sentimiento navideño, supongo. —Me encogí de hombros. Mason me dio otro abrazo de oso en respuesta.
Nos sentamos a la mesa y Mason observó la comida, maravillado.
—¡Madre mía! Esto es mucho mejor que los palitos de pescado congelados que creía que íbamos a cenar. —Rio.
Le serví un plato de comida y comenzamos a comer mientras Mason me contaba qué tal le había ido el día. Le dije que Chris y su hermana vendrían al día siguiente, y le amenacé para que se comportara.
—Zoe también me ha dicho que quiere conocerte —dijo mientras masticaba.
—Pero yo ya la conozco —dije divertida, recordando aquella noche que les pillé revolcándose en la habitación.
—Abbie —me reprendió y contuve la risa—. No tiene gracia. —Me fulminó con la mirada—. Está muy avergonzada todavía. No quiere que tengas esa imagen de ella.
—Es demasiado tarde para eso. —Reí, y Mason me dio una patada debajo de la mesa—. ¡Vale, vale! Tráela a casa cuando quieras. —Levanté las manos en señal de paz—. Total, ya he ganado la apuesta. —Reí otra vez.
Terminamos de comer entre risas y bromas. Mason se ofreció a lavar los platos ya que yo había preparado la cena.
Me tumbé en el sofá, pero el móvil de Mason comenzó a sonar.
—¿¡Puedes cogerlo, Abbie?! ¡Está en el bolsillo de mi chaqueta! —gritó mi hermano y yo me levanté de mala gana. Me acerqué a su chaqueta y rebusqué entre los bolsillos. Encontré el móvil, que dejó de sonar en cuanto lo agarré, pero también encontré otra cosa.
—¿Pero qué...? —Saqué unos papeles de su bolsillo y los observé. Entrada E, fila 3, asiento 79... Sábado tres de enero... PVRIS USE ME TOUR... Contuve el aliento y giré los dos papeles en mis manos. ¿¡Acaso esas eran las entradas para el concierto de Pvris!?
—¿Quién era? —Apareció Mason secándose las manos con un trapo. En cuanto le oí, me di la vuelta y escondí las entradas detrás de mí. No quería que supiese que le había arruinado la sorpresa—. ¿Qué tienes ahí? —Me miró con los ojos entrecerrados.
—Nada. —Sonreí inocentemente. Mason suspiró.
—¿Las has encontrado, no?
—¡No quería! ¡Ni siquiera sabía que estaban ahí! —Corrí a excusarme—. ¡Sólo buscaba tu móvil, como tú me has pedido! —le enseñé el móvil.
—No, si la culpa es mía, por dejarlas ahí. —Chasqueó la lengua— Sorpresa, supongo —dijo, sin ánimos.
—Muchas gracias, Mason —le agradecí, emocionada, y miré las entradas—. ¡Voy a ir a un concierto de PVRIS! —chillé y di saltitos en el sitio, eufórica.
—Espero que le des la otra entrada a alguien especial para ti —dijo, haciéndose el importante.
—A ti no te gustan. —Coloqué la mano en mi cadera.
—No me refería a mí —Me guiñó un ojo. Me sonrojé y reí, nerviosa.
Sacamos las fresas y la nata del frigorífico, nos sentamos en el salón y las devoramos mientras veíamos una película de comedia en la televisión.
Casi dos horas después y algo menos de un kilo de fresas menos, los créditos aparecieron en la pantalla. Mason se desperezó y suspiró.
—Creo que me voy a ir ya a la cama. Estoy muerto. —Se desperezó—. Muchas gracias por todo esto, en serio. Me lo he pasado muy bien. —Me sonrió y se marchó escaleras arriba.
Después de recogerlo todo, subí a mi habitación. La noche había sido un éxito. Cuando encendí la luz, un papel doblado encima de mi cama me llamó la atención. Me acerqué y lo cogí, extrañada.
«¿Me has echado de menos? -B»
Mi mente se bloqueó y contuve el aliento. Me empezaron a temblar las manos y la nota cayó al suelo.
Había vuelto.
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¡OH DIOS SANTOOOO! ¡POR FIN HEMOS LLEGADO A ESTA PARTE DE LA HISTORIA! ¡¡¡¡¡¡TENÍA TAAAAANTAAAASSS GAAANASSSS!!!!!! Ay, perdón por mi excesivo entusiasmo, pero es que ya os he dicho que lo se venía era muy bueno, y pensar que vais a poder leer lo que os tengo preparados, wow, me emociona muchísimo.
Bueno, por orden. ¿Qué tal estáis todos? ¿Vuestra semana ha sido productiva y rica en experiencias? JAJAJAJAJ, Dios mío, se me va la olla.
Respecto a la historia. ¿NO SON MONOS CHRIS Y ABBIE? Osea ojalá tener una cita así con mi novio, fantasía hecha realidad. Además Abbie se está esforzando por dejar de aborrecer la Navidad, y lo que ha hecho por Mason es muy cute. Hablando de él, quiere conocer a Chris, y quiere que Abbie conozca a Zoe. ¿Cómo nos sentimos al respecto? ¿Creéis que va a acabar bien la mezcla?
Y por último pero definitivamente no menos importante. ¿¡ADIVINÁIS QUIÉN HA VUELTO!? Seguro que sí, porque todos mis lectores tienen el C.I. del maldito Stephen Hawking, ¿¡verdad que sí!?
Bueno, voy a callarme ya que la estoy chapando buena. Como siempre, votad, comentad todo lo que se os pasa por la mente, compartid la historia con los amigos... ¡¡¡Todo ayuda, y me hacéis el día!!!
Muchos muchos muchos besazos,
Elsa <3
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