
CAPÍTULO 22: «¿SE LO HAS CONTADO?»
—¿Qué quieres hacer, Lily? —le preguntó Chris a la niña.
—¡Podemos ver una película! ¡O podemos jugar con mis muñecas! ¡Podemos ir a jugar con la nieve! —gritó eufórica mientras nos miraba a Chris y a mí intercaladamente, indecisa. Reí y la cogí de las manos.
—¿Que te parece si hacemos unas galletas de chocolate? —le ofrecí, y a Lily se le iluminaron los ojos.
—¡Galletas! ¿Sabes hacer galletas de chocolate? —Asentí con una sonrisa. Era imposible no sonreír con tanta dulzura y tanto encanto en una sola persona—. ¡Chrisi, Abbie sabe hacer galletas también! —Miró a su hermano, y Chris sonrió—. Hace tiempo que mamá no nos hace galletas. ¿Las harás como las de mamá? —Me miró, inocente. Sorprendida, miré a Chris, que sonreía triste.
Pensar en todo el tiempo que Lily no había podido disfrutar junto a su madre me desgarraba por dentro. En parte, me recordaba a mí.
—Mejores. —Le sonreí y Lily me abrazó de nuevo. Chris me miró agradecido.
Chris rebuscó entre los estantes de la cocina los ingredientes necesarios para hacer las galletas mientras yo ayudaba a Lily a lavarse las manos.
—Creo que no nos queda harina... —susurró—. No, da igual, aquí está. —Colocó un paquete de harina en la mesa y me miró—. Tú mandas, jefa. —Sonrió y apoyó las manos sobre la mesa.
—Primero lávate las manos. A saber dónde habrán estado. —Puse una mueca de asco. Chris rio y se acercó a mí.
—Lo pregunta es dónde me gustaría que estuvieran. —Me guiñó un ojo y yo abrí la boca sin poder creer lo que había dicho. Su hermana estaba sentada en la mesa de la cocina a menos de un metro escuchando todo lo que decíamos. Chris rio de nuevo al ver mi reacción.
Me acerqué a Lily.
—¿Te parece bien si yo mido la cantidad que hay poner de cada ingrediente, y tú los mezclas? —Le tendí el bol donde haríamos la masa de las galletas.
—¡Vale! —Lo cogió emocionada y lo dio vueltas en sus pequeñas manos. Se detuvo en seco y me miró preocupada—. ¿Y Chrisi qué hace? —Miró a su hermano. Se había sentado en la mesa delante de nosotras y nos observaba en silencio.
—Yo superviso que todo lo que hagáis esté bien. Es la tarea más importante. —Sonrió. Levanté una ceja y Chris puso los ojos en blanco—. Hace no mucho intenté hacer unas galletas, y por poco quemo la cocina. —Chasqueé la lengua, insatisfecha—. No insistas. Prefiero observar. —Me guiñó un ojo y me recorrió con la mirada. ¿Pero no se daba cuenta de que su hermana estaba justo delante o qué pasaba aquí?
Le ignoré y Lily y yo nos pusimos a trabajar en la masa de las galletas. Estuve prácticamente todo el rato riéndome por los comentarios de Chris y por lo inocente y adorable que era Lily.
—Ahora las ponemos al horno... —Ayudé a Lily a poner la bandeja con las galletas en el horno y lo cerré—. ¡Et voilà! —Sonreí y choqué los cinco con Lily—. Has hecho muy buen trabajo, pequeña.
—Gracias. —Sonrió orgullosa—. ¿Qué hacemos ahora? —preguntó con la misma energía que antes.
—¿Te apetece ver una película, Lily? —le preguntó Chris y ella asintió con la cabeza enérgicamente—. Ve a escoger una película mientras Abbie y yo recogemos aquí. —Le sonrió y la niña se fue corriendo. Observé cómo se iba dando saltos con una sonrisa.
—Lily es la persona más adorable que podré conocer jamás —le dije. Me acerqué al fregadero y puse jabón en la esponja para lavar los platos. Chris se colocó a mi espalda y me rodeó con los brazos.
—Voy a empezar a pensar que prefieres a mi hermana antes que a mí... —ronroneó en mi oído. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
—A lo mejor no te equivocas... —le pinché—. He sucumbido a sus encantos mucho más rápido que a los tuyos. —Reí y Chris me dio un beso mojado en mi cuello. Intenté mostrar indiferencia, pero mi respiración y los latidos de mi corazón me delataban.
—¿Y qué tengo que hacer...? —murmuró mientras iba dejando un rastro de besos por todo mi cuello. A esas alturas ya no sabía qué estaba haciendo con los platos sucios, si lavarlos con jabón, enjuagarlos o ninguna de las dos. Se detuvo en mi oreja—. ¿...para volver a ser tu persona favorita? —susurró y contuve el aliento. Me mordió la oreja y tuve que agarrarme al fregadero para literalmente no caerme. Ya había acabado de lavar los platos, pero todavía tenía que colar el agua que se había acumulado en el fregadero. Me lamió la oreja y tuve que contener un sonoro gemido.
—No hay... nada que puedas hacer... Ese puesto ya... está ocupado —dije entrecortadamente, esforzándome en no suspirar de placer entre palabra y palabra. Sin previo aviso, Chris me agarró de las caderas y me giró para mirarle. Nuestras caras quedaron a pocos centímetros y miré sus labios.
—¿Ah no? —Acercó su cara a la mía un poco más y yo negué con la cabeza. Chris sonrió —. ¿Y si hago esto...? —susurró y me besó. No me lo pensé dos veces y rodeé mis brazos en su cuello y lo acerqué a mí. Hundí mis manos en su pelo y jugué con él. Tenía las manos llenas de agua y jabón y se lo estaba mojando. Chris me apretaba contra él con deseo, como si no nos hubiésemos besado en semanas. Yo hice lo mismo. Le tenía casi tantas ganas que las que él me tenía a mí.
Me olvidé por completo de que su hermana estaba en la sala de al lado. Abrí la boca y dejé que su lengua explorara hasta el rincón más recóndito. Gemí sin querer y Chris se excitó aún más. Me cogió de las caderas y me subió sobre el fregadero. Abrí mis piernas y Chris se coló en el espacio que había creado para él. Colocó su mano en mi espalda baja y me acercó a él. Yo rodeé sus caderas con mis piernas y lo pegué también a mí. Podía sentir perfectamente cada centímetro de su cuerpo, lo que me encendió intensamente. Le tiré del pelo, excitada y Chris gimió también. Empujó su cuerpo contra el mío, pero se pasó de fuerza, y mi culo se resbaló por el fregadero.
—¡Oh, Dios mío! —grité cuando el agua helada me mojó el trasero. Tenía parte de la espalda mojada, y todo calentón que podía haber sentido hace unos segundos, desapareció. Chris abrió la boca y rápidamente, me agarró el culo y me sacó del fregadero. Me dejó en el suelo y me observó—. ¿Por qué siempre acabo mojada cuando estoy contigo? —Me quejé y me pasé las manos por el culo. Empapado.
—Sólo nos hemos besado, nena. No sabía que te ponía tanto —bromeó y le fulminé con la mirada. Mi culo estaba completamente empapado. No me hacía gracia.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Lily, que acababa de entrar en la cocina. Chris y yo nos separamos.
—Nada, Abbie es muy torpe —respondió Chris—. Estaba lavando los platos sucios y se ha caído en el fregadero. —Sonrió y me dio una palmada en el culo. Le miré como si estuviera loco. Teníamos que tener una charla sobre sus muestras de afecto frente a su hermana pequeña.
—¿Se ha caído en el fregadero? —preguntó, escéptica.
—¿Has escogido ya la película?—preguntó Chris, ignorándola. Lily asintió—. Genial, vamos a verla. —Le sonrió y la pequeña se fue corriendo otra—. Ven conmigo, que te presto algo para ponerte. —Me cogió de la mano y me arrastró fuera de la cocina—. ¡Lily, ahora vamos! —le avisó a su hermana y nos metimos en su cuarto. Se acercó a su armario y sacó un par de pantalones de chándal grises. Me los tendió y yo los cogí.
—Gracias —le agradecí, y esperé a que se marchara de la habitación, pero se quedó parado con los brazos cruzados, mirándome fijamente—. Bueno... Necesito cambiarme. —Intenté que pillase la indirecta, pero no me entendió—. Que te pires para que me pueda cambiar.
—No es necesario. —Sonrió y se apoyó en el armario.
—Chris. Fuera. Ahora. —Le señalé el pasillo y por fin se movió.
—Está bien... —Esperé a que saliese para empezar a desvestirme. Comprobé que no abría la puerta para pillarme desprevenida mientras me cambiaba, pero me di cuenta de que mi ropa interior también estaba mojada. Me quedé dando vueltas semidesnuda en la habitación en busca de algo seco que ponerme. Me rendí, cogí mis vaqueros mojados, y sin ponérmelos, los coloqué delante de mis piernas para taparlas y llamé a Chris.
—¡Por fin! Creía que nunca acabarías. —Entró en la habitación aliviado hasta que se dio cuenta de que todavía no me había puesto sus pantalones—. ¿Qué pasa?
—Mi ropa interior está mojada. No sirve de nada ponerme un pantalón seco si mis bragas están empapadas. Necesito... Algo tuyo. —dije, incómoda. Intenté no moverme demasiado para que mis pantalones siguieran tapándome lo máximo posible.
—Ahora mismo. —Se acercó a la cómoda y sacó unos bóxers negros sin, sorprendentemente, hacer un comentario sarcástico o gracioso. Se acercó a la puerta, pero antes de salir, dijo:
—Por cierto, bonito tanga. —Me guiñó un ojo con una sonrisa socarrona y salió de la habitación riéndose. ¡Ugh! Cómo le odiaba.
Cuando abrí la puerta, Chris me esperaba apoyado en la pared. Me miró de arriba abajo y me sonrió.
Me terminé de cambiar y dejé la ropa mojada sobre el radiador de su habitación. Los pantalones me quedaban demasiado grandes. Se me caían y se arremolinaban en mis tobillos, pero eran cómodos de narices. Me acerqué a la puerta y salí, y me lo encontré apoyado en la pared. Me miró de arriba a abajo y sonrió.
—Estás jodidamente sexy con mi ropa, ¿lo sabías? —ronroneó. Miré mi atuendo y junté las cejas. Los pantalones me quedaban demasiado grandes y se me arremolinaban en los tobillos. No era la definición de atractivo, especialmente.
El horno pitó cuando salimos de su habitación. Sacamos las galletas y las dejamos enfríar en la encimera. Cuando llegamos al salón, la Bella y la Bestia estaba puesta en la televisión en pausa.
—¡La Bella y la Bestia! —chillé emocionada—. ¡Me encanta esa película!
—¿Otra vez la Bella y la Bestia? —refunfuñó Chris. Lily puso un puchero, y divertida, hice lo mismo. Chris puso los ojos en blanco y suspiró—. Sois lo peor. —Resopló y le dio al play. Lily y yo sonreímos victoriosas y chocamos las manos. Me acomodé mejor y Chris se sentó a mi lado. Pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él, pero me alejé de él—. ¿Qué? —preguntó confuso.
—Las manos quietas. Estás avisado —le amenacé entre susurros. Chris sonrió y me volvió a acercar a él. Apoyé la cabeza en su hombro, y él apoyó su cabeza en la mía. Le di un beso en el cuello y sonreí, feliz.
Sin embargo, no pude disfrutar de la película porque Chris no dejó de quejarse porque la historia no era realista. ¿Acaso importaba? Era una historia preciosa.
Me desperté de repente por el sonido de la puerta de la entrada. Nate entró y la cerró suavemente tras de sí, y cuando nos vio, se detuvo. Chris tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sofá y tenía la boca abierta, de la que salían suaves ronquidos. Lily estaba acurrucada en el borde del sofá y abrazaba un cojín.
—¡Oh! ¿Os he interrumpido? —preguntó, avergonzado.
—No... —murmuré algo adormilada—. Creo que nos hemos quedado dormidos —susurré mirando a los hermanos Adams. Me fui a levantar, pero el brazo de Chris, que todavía seguía sobre mis hombros, me detuvo.
—¿Adónde vas? —susurró con voz ronca.
—Tu padre está aquí, Chris —le avisé. Abrió los ojos y se pasó la mano por la cara. Centró la vista y nos miró a mí y a su padre.
—¿Ya estás aquí? ¿Qué hora es?— preguntó confuso.
—Es casi medianoche. Acabo de volver del hospital. —S quitó la cazadora y la colgó en el perchero de la entrada.
—¿Medianoche? —pregunté alarmada. Lily se removió y bostezó. Se frotó los ojos con sus pequeñas manos e hizo una mueca. Agarré mi teléfono y vi que tenía cinco llamadas perdidas de Kyle y once de Mason. No les había avisado de dónde estaba. Debían estar preocupados—. Mierda, tengo que irme. —Me levanté del sofá de un salto.
—¿Te vas? —me preguntó, triste, Lily.
—Es tarde, Lily. Me esperan en mi casa —le dije dulcemente y le sonreí. Chris se levantó del sofá y se pasó la mano por el pelo.
—¿Pero vas a volver, no? —Puso un puchero de nuevo.
—Tendré que venir a visitar a mi nueva amiga. —Le sonreí y Lily sonrió emocionada. Me rodeó con sus pequeños brazos y me dio un beso en la mejilla.
Nate salió de la cocina masticando una de las galletas que Lily y yo habíamos hecho unas horas atrás.
—Te había dicho que me llamases cuando te dijesen los resultados de las pruebas —le reprochó Chris a su padre y se cruzó de brazos.
—No los tenían, ha habido algún problema y se las van a repetir mañana —le explicó con calma y le dio otro bocado a la galleta—. ¿Has hecho tú estas galletas, Abbie? —Me miró.
—Lily me ha ayudado.
—Están deliciosas —me felicitó—. Saben casi igual que las que solía hacer Erin... —dijo distraído. Sonreí, algo incómoda y carraspeé.
—Marcho ya. Si tengo suerte, todavía puedo pillar algún taxi. —Me calcé y agarré mi teléfono de la mesa del salón.
—Nos vemos pronto, Abbie —se despidió Nate de mí—. Vamos Lily, hay que ducharse —la llamó y ella corrió en sus brazos.
—¡Adiós, Abbie! —se despidió con la mano y yo hice lo mismo. Cogí la chaqueta del perchero y miré a Chris.
—No vas a ir en taxi, te llevo yo a casa. —Me agarró del brazo, deteniéndome. Antes de poder hablar, Chris me interrumpió—. No hay discusión —sentenció. Suspiré, pero no me quejé.
Salimos de su casa y cogimos el ascensor para bajar a la calle. Nos montamos en el coche de Chris y puso la calefacción al máximo. Nuestras manos estaban cruzadas sobre mi regazo, y con la otra mano que tenía libre, Chris conducía.
—El lunes tenemos que ir a por las notas, ¿no? —me preguntó después de unos minutos en silencio. Asentí con la cabeza—. Menos mal que el trimestre ya ha acabado. ¡Tengo ganas de que llegue la Navidad! —exclamó, emocionado y yo entorné los ojos—. ¿Qué pasa? —preguntó Chris al notar mi silencio.
—No me gusta la Navidad —confesé. Chris me miró incrédulo.
—¿Cómo no te puede gustar la Navidad?
—Supongo que las festividades siempre me recuerdan que mi padre ya no está. —Me encogí de hombros. Siempre me había gustado reunirme el día antes de Nochebuena con mi padre para decorar el árbol juntos mientras cantábamos canciones navideñas, pero desde que él se había ido... Nada volvió a ser lo mismo—. Hace años que no ponemos el árbol en mi casa —dije y Chris me miró boquiabierto.
—¡Mientes! —me acusó. Negué con la cabeza—. ¡Pues qué pena! La Navidad es la mejor época del año. —No respondí. Para mí, no lo era en absoluto—. Este año vas a recuperar conmigo el espíritu navideño —me aseguró. Sonreí y sacudí la cabeza—. ¡Es una promesa! —exclamó y reí, divertida.
Chris aparcó frente a mi casa.
—Mucha suerte con eso. —Reí y le di un beso de despedida. Abrí la puerta del coche para bajarme, y Chris la abrió también—. No hace falta que me acompañes a la entrada —le dije y miré mi casa. Las luces del salón seguían encendidas. Probablemente fuera Mason esperándome, listo para gritarme por llegar tarde y no avisar.
—No quieres que tu hermano me vea, ¿verdad? —aventuró y se acercó a mí.
—Quiero hablarle de ti antes de que te vea en persona. Amortiguar el golpe, ya sabes —me expliqué.
—Tú mandas. Pero hazlo pronto. Quiero poder acompañar a mi novia a la puerta de su casa sin correr el peligro de ser asesinado —bromeó y yo reí. Le di un beso de despedida y caminé hacia la puerta de la entrada. Chris esperó a que entrase para acelerar.
No pude ni dar un paso, porque Mason se plantó delante de mí, furioso.
—¿Se puede saber dónde estabas? —rugió. Intenté mantener la calma y me preparé mentalmente para mentirle. Si me ponía nerviosa, descubriría rápidamente que no le estaba diciendo la verdad—. ¡Te he llamado cincuenta veces! ¿No sabes coger el teléfono? —gritó, histérico.
—Primero de todo, relájate. —Me quité la cazadora, fingiendo calma—. He estado en casa de Chad, con Mack. Hemos visto unas películas y se nos ha hecho tarde. —Mentí y caminé a la cocina para huir del escrutinio de Mason. Sentado en una de las sillas de la mesa estaba Kyle. Me miró de manera extraña. No supe identificar qué había querido decirme.
—Has estado con Mack y Chad —repitió. Se quedó en la puerta de la cocina con los brazos cruzados, bloqueando la salida. Me bebí un sorbo de agua y me apoyé en el fregadero.
—Sí. ¿Ya no puedo ir a casa de Chad? —pregunté a la defensiva. Me terminé el vaso de agua y lo dejé en el fregadero. Mason entrecerró los ojos, no creyendo una palabra de lo que estaba diciendo.
—¿De quién son esos pantalones? —me preguntó, demandante, mirando lo que llevaba puesto. Maldije en mi cabeza. Se me había olvidado por completo cambiarme antes de volver a casa. Eso quería decir...
¡Joder, me había dejado mis pantalones y mi ropa interior en casa de Chris!
—De Chad. Estábamos jugando con la nieve en la calle, me he caído y me he mojado los pantalones, por lo que me ha prestado uno de los suyos —mentí. Me subí los pantalones para que no se vieran los bóxers de Chris. Tener la ropa interior de otro chico sí que me habría delatado.
—Odias la nieve, Abbie. —Frunció el ceño, sin creerme. Kyle no decía nada, estaba en silencio con los brazos encima de la mesa, observando cómo Mason y yo discutíamos.
—Entonces te puedes imaginar lo mucho que me ha enfadado mojarme. —Me separé del fregadero y me acerqué a él—. Mira, siento no haberte avisado, aunque creo que tú no estas para hablar —dije sin pensar.
—¿De eso va todo esto? —preguntó, enfadado—. ¿Desapareces de casa sin dar ninguna explicación porque sigues enfadada por lo de ayer? —Me fulminó con la mirada.
—No, perdón —me disculpé. Sacar ese tema no me iba a llegar a ninguna parte—. Se me ha pasado, Mason, perdón —volví a disculparme. Di la conversación por finalizada y pasé por su lado.
Suspiré aliviada cuando salí de la cocina. Me había librado de una buena.
—¿Entonces no estabas con un tal Chris, no, Abbie? —me preguntó Mason acusatoriamente desde la cocina y yo detuve mi paso. Contuve el aliento y me giré a mirarle.
—¿Qué? —No entendía nada. ¿Cómo sabía Mason eso?
—Ya me has oído —dijo firme—. ¿Has pasado la tarde con él, o no? —me preguntó serio. ¿Cómo era posible que Mason supiese quién era Chris, si ni siquiera había mencionado su nombre una sola vez delante de él?
—Yo... —balbuceé, pero me quedé en silencio. ¿Qué debía decirle? Kyle salió de la cocina y se colocó detrás de Mason. Comprendí al instante lo que estaba pasando—. Tú... —susurré mirando a Kyle—. ¿Se lo has contado? —pregunté. Me sentía traicionada. Kyle se cruzó de brazos y miró al suelo. Reí, sin gracia. ¿Kyle le había contado a Mason lo mío con Chris? ¿Por qué? Me sentía traicionada. No me podía creer que hubiese sido tan bocazas de contárselo a mi hermano.
—No importa cómo me haya enterado —intervino Mason—. ¿Por qué no me has dicho que tenías novio? ¿Acaso no merezco saberlo? —preguntó, ofendido. Aparté la mirada de Kyle, que seguía sin mirarme, y miré a mi hermano.
—No tengo que pedirte permiso, Mason. Salgo con quien me da la gana —dije a la defensiva—. Te recuerdo que no eres mi padre. —Mason levantó las cejas, sorprendido por mi respuesta—. Dejadme en paz. Los dos —dije, mirando también a Kyle, y corrí escaleras arriba. Kyle se había metido donde no le llamaban. ¡Ni siquiera parecía arrepentido! Era como si se lo hubiese contado a Mason sabiendo que iba a crear el caos.
Me senté en la cama y me agarré las sienes. Le había dicho a Mason que no era mi padre, probablemente lo peor que podría haberle dicho jamás. Él sólo se preocupaba por mí, a pesar de que su manera de demostrarlo no eran la mejor. ¡Joder! Todo era culpa de Kyle.
El resto del fin de semana, estuve encerrada en mi habitación. Ni Kyle ni Mason intentaron hablar conmigo, y yo con ellos tampoco.
El lunes me desperté pronto. Debíamos ir al instituto a por las notas para poder así hacer oficiales nuestras vacaciones. Chris se había ofrecido a llevarme al instituto. Mack y Chad iban por su cuenta. Kyle, por su parte, no sabía cómo iba a llegar al instituto ese día.
Chris vino a por mí pronto para poder pasar un rato juntos antes de entrar al instituto.
Kyle y Mason todavía no se habían despertado, así que cerré la puerta de la entrada de un portazo. Todavía era de noche, lo cual me encantaba. Adoraba levantarme pronto y ver el salir el sol.
Cuando me giré, le vi apoyado en su coche, mirándome sonriente con los brazos cruzados. Me acerqué a él con una sonrisa y le besé. Rodeé su cuello con mis brazos y él me agarró el culo.
—Buenos días —dijo sonriente cuando nos separamos.
—Ahora sí son buenos. —Le sonreí.
Chris me abrió la puerta del coche y tras cerrarla, se sentó en el asiento del conductor. Encendió la calefacción e hizo rugir el motor.
—¿Qué tal estás? —preguntó cuando me notó callada.
—Kyle le contó el sábado a mi hermano que estamos juntos —le dije y Chris se quedó mudo.
—¿Repite eso? —preguntó al cabo de unos segundos. Le expliqué lo que había ocurrido cuando me dejó en casa—. ¿Por qué ha hecho eso? —preguntó confuso.
—No tengo ni idea —dije irritada.
—Se suponía que no le parecía mal lo nuestro, ¿no?
—No, no sé. Es como si hubiese cambiado de opinión de repente. —Junté las cejas.
—¿No se fía de mí? —Me miró de reojo. Me encogí de hombros.
—¿Por qué no debería hacerlo? —pregunté, pero Chris no me respondió.
Chris apagó el motor del coche y me di cuenta de que ya habíamos llegado al instituto. El parking todavía estaba vacío.
—Tengo algo para ti —dijo de repente sonriente Chris. Le miré confusa y Chris se giró y buscó algo en el asiento trasero. Se dio la vuelta al cabo de unos segundos con una bolsa marrón en la mano. La cogí con desconfianza. Abrí la bolsa y al ver el contenido, solté un grito ahogado y escondí la cara en mis rodillas. Chris soltó una carcajada—. Tranquila, la he lavado —intentó consolarme, consiguiendo justo lo contrario.
—¿¡La has lavado!? —Grité escandalizada.
—Tus pantalones estaban empapados, y de paso... —dejó la frase en el aire y se encogió de hombros. Le golpeé con la bolsa y Chris rió—. ¿No debería haberlo hecho? —preguntó divertido.
—Espero que no haya sido tu padre el que ha hecho la colada —le amenacé.
—No le habría dejado aunque quisiese. —Me guiñó un ojo y yo me sonrojé. Pensar que Chris había estado tocando mi ropa interior me ponía nerviosa, pero al mismo tiempo me excitaba.
Volví a golpearlo con la bolsa.
Pervertido.
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¡Hola! ¿Cómo andan mis lectores favoritos? Yo no he tenido la mejor semana del mundo, así que lo siento si se refleja... Aquí :)
Chris y Abbie han pasado la tarde con Lily, y ha sido todo muy adorable ^^ Pero todo lo bueno nunca dura mucho porque... ¡Kyle se ha chivado! Le ha contado a Mason que Abbie estaba saliendo con Chris, ¿pero por qué lo habrá hecho? ¿Creéis que sus intenciones han sido buenas... o no? DECIDME QUÉ PENSÁIS, QUIERO LEER TEORÍAS ^^
Como siempre, os animo a votar, a comentar y a compartir la historia!!
Muchos besazos, y nos leemos la próxima semana,
Elsa <3
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