CAPÍTULO 21: «CREO QUE DEBERÍAMOS HABLAR...»
«Salté en un charco, mojándome los pantalones. Estaba lloviendo y Mason me había recogido del colegio porque mamá no había podido venir a buscarme.
—Mamá se va a enfadar, Abbie —me regañó Mason. Le saqué la lengua y riendo, salté sobre otro charco, mojándome más los pantalones.
—Me he peleado con Mack —le dije a mi hermano y salté sobre otro charco. Mason me agarró la mano, obligándome a caminar a su lado. Puse un puchero, pero Mason me ignoró.
—¿Qué ha pasado? —me preguntó y me levantó en el aire para evitar que saltara sobre otro charco.
—Le ha dicho a Sarah que ella era su mejor amiga —dije, triste. Mack era mi mejor amiga y yo la suya. ¿Por qué le había dicho eso a Sarah?
—Seguro que la has entendido mal, Abbie —me consoló mi hermano y yo negué con la cabeza enérgicamente.
—¡No! La he oído bien —dije, firme.
—Seguro que lo arregláis mañana, enana —dijo y me sacudió el pelo. Protesté y Mason rio. Sabía que odiaba que hiciera eso.
Cuando llegamos a casa no había nadie. Mason me había dicho que mamá llegaría tarde a comer, pero papá siempre estaba cocinando la comida antes de que llegáramos. Papá cocinaba comida muy rica, mejor que la de mamá. Él siempre decía que ponía un ingrediente secreto. Siempre le preguntaba qué era, pero nunca me lo decía.
—¿Papá no está? —le pregunté a Mason cuando vi que la cocina estaba vacía. Me acerqué a él y me ayudó a quitarme la chaqueta. La colgó en el perchero y se quitó la suya.
—¿Papá? —gritó para que le oyeran. Se fue caminando al salón, y yo subí las escaleras. Quizás estaría jugando al escondite.
—¡Papá! —grité, buscándole. Dando saltitos, comprobé si estaba en mi cuarto, pero no lo encontré. Entré en la habitación de mi hermano, pero tampoco le vi—. ¿Papá...? —pregunté y seguí caminando hacia la habitación de mamá y papá. Abrí la puerta de su habitación, pero también me la encontré vacía. En cambio, la luz de su baño estaba encendida—. ¡Te he encontrado, papá! —exclamé, emocionada y riendo, corrí al baño. ¡Se había escondido fatal! Sin embargo, me frené en seco cuando vi a papá tumbado en el suelo. Parecía estar dormido—. ¿Papá? —pregunté y me acerqué a él. Bajo mis pies, crujieron un montón de pastillas de color blanco que estaban tiradas en el suelo. Quizás se había quedado dormido mientras me esperaba—. ¿Papá, estás despierto? —Le sacudí el brazo, pero no se movió—. ¿Papá? —pregunté, algo más nerviosa, y le volví a sacudir. No se despertó—. ¿Papá? —empecé a lloriquear. No entendía por qué papá no se despertaba. Sacudí su cuerpo, le cogí la mano, le golpeé el pecho, pero papá no se despertó—. ¡Papá! —grité, llorando—. ¡Papá, despierta! —chillé, muerta de miedo. Estaba aterrorizada. Quería que papá se despertase y me dijera que había estado fingiendo porque quería asustarme.
En ese momento, Mason entró al baño y me encontró llorando, fuera de mí misma, sacudiendo violentamente el cuerpo de mi padre.
Me cogió de la mano para sacarme del baño, pero yo no quería. Quería estar con papá. Me agarré a su camisa y chillé para que me dejara. Me levantó del suelo en volandas y me sacó del baño mientras yo seguía llorando y gritando el nombre de mi padre.
¿Por qué no se despertaba? Tenía que despertarse.
Nunca volvió a hacerlo».
Me desperté de un salto. Era de noche, todavía no había salido el sol. Estaba sudando y mi corazón iba a mil por hora. Había vuelto a tener ese sueño que me perseguía por las noches. Era rara la vez que no me despertaba por las noches al soñar con la muerte de mi padre.
Respiré hondo y volví a tumbarme. Me pasé la mano por la frente. Estaba húmeda, como toda mi cama. Las sábanas se pegaban a mi cuerpo, lo que no hacía más que estresarme más. Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana. Serían apenas las tres de la mañana. Suspiré y apoyé mi frente en el cristal, aliviada por la sensación de frío.
Me volví a tumbar en la cama a pesar de que sabía que no iba a volver a pegar ojo. Estuve el resto de la noche dando vueltas, repasando la pesadilla una y otra vez en mi mente.
Cuando vi los primeros rayos de sol colarse por mi ventana, me levanté de la cama. De nada servía estar más tiempo tumbada, sólo iba a perder el tiempo. Me duché con tranquilidad y bajé a desayunar.
Mi madre estaba en la cocina, desayunando, con la ropa del trabajo ya puesta.
—Abbie —me llamó antes de poder dar media vuelta y escaquearme de nuevo. Ignoré su presencia y cogí un tazón del armario. Dándola la espalda, me serví la leche y los cereales—. ¿Qué haces despierta tan pronto? —preguntó. No me giré a mirarla, porque la habría lanzado cuchillos con los ojos. Me enfadaba que hiciera como si nada y que me preguntara por la razón por la que, como muchas otras mañanas, estaba despierta tan pronto. No tenía derecho a preguntarme eso. No tenía derecho a saberlo.
—¿Y tú? ¿Otro turno doble? —pregunté, fría, mientras sacaba una cuchara del cajón. En realidad no me interesaba su vida, pero no quería contarle a ella la mía.
—Sí —dijo y yo asentí con la cabeza. ¡Qué novedad! —Ayer no pudimos hablar casi. ¿Cómo estás? —me preguntó y yo me giré a mirarla, furiosa.
—No te atrevas a preguntarme cómo estoy —siseé—. Perdiste ese derecho cuando nos abandonaste —la miré despectivamente—. Tu papel de madre se acabó hace tiempo —dije con odio, agarré mi tazón, y me marché de la cocina.
No iba a quedarme un segundo más con aquella persona. No se lo merecía.
El resto de la mañana la pasé en mi cuarto. Estuve viendo algún que otro vídeo en Youtube y añadí fotos a mi página de Pinterest. También había estado hablando con Chris. Nos habíamos mandado algún que otro mensaje, pero yo tampoco estaba muy habladora.
Cuando bajé a comer, Mason y Kyle estaban sentados en el sofá del salón. Les ignoré y fui a la cocina.
—¿Hiciste una pancarta? —preguntó mi hermano, y oí la risa de mi primo.
—Puse «Tu hijo es muy gay» —le oí decir, y fruncí el ceño. ¿De qué hablaban?—. Mi madre se volvió loca. Empezó a gritarme y a decirme que Dios me castigaría. La golpeé con la pancarta en la cabeza y me marché —dijo divertido mi primo. Sonreí y puse a calentar mi plato de guisantes con carne. Kyle ya me había contado esa historia.
—¿Abbie? —me llamó mi primo—. ¿Estás en la cocina? —preguntó y, segundos después, le vi asomar su cabeza por el marco de la puerta—. Le estaba contando a tu hermano la historia de cómo le dije a mi madre que era gay. ¿Quieres volver a oírla? —preguntó, sonriente. Negué con la cabeza, divertida.
La sonrisa se borró cuando Mason entró en la cocina también. Mason notó mi cambio de humor.
—¿Sigues enfadada? —preguntó. No contesté—. Abbie, entiendo que te molestara que no te avisara, pero mamá iba a estar aquí igualmente cuando llegaras te lo dijera o no —dijo mi hermano, fastidiado.
—Habría estado bien que pensaras en mí por un momento y no en follar con Zoe —refunfuñé, enfadada. Saqué mi plato de guisante del microondas y me senté a comer.
—¿Te crees que no pensé en ti porque estaba con Zoe? —preguntó incrédulo—. ¡No tienes ni idea! —exclamó, ofendido.
—No tengo ni un mensaje en mi teléfono. Las pruebas son las pruebas —dije y empecé a comer. Probablemente sólo me estuviera comportando como una cría, pero me daba igual.
—Abbie, no tienes ni idea de lo que hablé con mamá ayer —dijo entre dientes.
—No, efectivamente, no lo sé. —Le miré con los ojos entrecerrados.
—Piensa lo que quieras, pero que sepas que sólo estás pagando conmigo tu frustración con mamá —dijo con rabia y se marchó de la cocina.
Kyle, que no había dicho nada en todo ese tiempo, se acercó a mí.
—¿Cómo estás? —me preguntó. Me encogí de hombros—. Me sorprendió ver a tu madre aquí ayer igual que a ti. Yo tampoco sabía nada —me dijo y asentí con la cabeza. Oí la puerta de la entrada cerrarse de un portazo. Mason se había marchado.
Al ver que no estaba por la labor de hablar, Kyle se sentó a mi lado después de servirse un plato de comida y comimos en silencio. Le di un abrazo antes de subir de nuevo a mi cuarto. Debía prepararme para quedar con Chris.
Una hora más tarde, el timbre de casa sonó. Bajé las escaleras corriendo, pero Kyle se adelantó y abrió la puerta por mí.
—¡Chris! —le saludó Kyle— ¿Cómo tú por aquí? —preguntó después de abrazarse. Chris y Kyle me miraron cuando se dieron cuenta de que estaba allí.
—He quedado con mi novia —sonrió al mirarme, y yo hice lo mismo. Se quitó el gorro y me quedé embobada en cómo se sacudía el cabello.
—¿Cuántas veces has repetido la palabra «novia» hoy? —preguntó Kyle divertido. Chris rio.
—No las suficientes —dijo y me guiñó un ojo. Me puse colorada y miré el suelo. Yo también sentía una fascinación insana por la palabra «novio—. ¿Estás lista? —me preguntó y yo asentí con la cabeza. Cogí la chaqueta del perchero de la entrada y me coloqué el gorro y los guantes.
—Abbie te esperaba con ganas. Lleva una hora encerrada en su cuarto decidiendo qué ponerse —dijo Kyle y me miró de reojo. Le fulminé con la mirada y Chris rio.
—Yo también la esperaba con ganas. —Me miró cariñosamente y yo volví a sonrojarme—. Luego nos vemos, Kyle —se despidió de mi primo. Le di un beso y, de la mano, caminamos hacia su coche.
—Odio al nieve —maldije cuando cientos de copos se posaron en mí. No era una tormenta de nieve, pero seguía cayendo a mucha velocidad. Chris se volvió a colocar el gorro y yo me abroché hasta arriba la chaqueta.
—Como hace un tiempo de mierda, había pensado que podíamos ir a mi casa —me ofreció—. No hay nadie. Mi hermana está en casa de una amiga suya de su clase, y mi padre está en el hospital con mi madre —explicó y yo me quedé en silencio. Sabía que sólo íbamos a su casa para hablar tranquilos, pero no pude evitar pensar cosas indebidas.
—Claro, cualquier sitio en el que haya calefacción —bromeé, intentando no darle importancia al hecho de que Chris me acababa de invitar a su casa.
Nos subimos a su coche y fuimos hasta su casa en silencio. No era un silencio incómodo, era pacífico y relajante. Cuando aparcó delante de un edificio de ladrillos marrones, me miró.
—Hemos llegado. —Me sonrió y se bajó del coche. Antes de que pudiera abrir mi puerta, él la abrió por mí. Escondí mi sonrisa y caminamos de la mano hacia la entrada del edificio. Subimos por el ascensor al séptimo piso y después de avanzar por el rellano, nos paramos delante de una puerta de madera maciza vieja. Antes de abrirla, se colocó delante de mí—. Mi casa no es tan... lujosa como la tuya. Con el dinero que invertimos en los tratamientos de mi madre... —Empezó a poner excusas.
—Abre la puerta, Chris —le dije dulcemente. Éste suspiró y tras batallar con la cerradura, la puerta se abrió. Entré y lo primero en lo que me fijé fue el sofá blanco que ocupaba la mitad del salón. Las paredes eran de ladrillo, lo que le daba un toque antiguo que me encantaba. Había cuadros abstractos colgados en las paredes, y delante del sofá, una televisión descansaba sobre un mueble de madera antiguo, en el que había una cantidad incalculable de discos de música. A mi derecha, se encontraba la cocina—. ¡Wow...! —Suspiré, fascinada, mientras avanzaba por el salón. Era un apartamento pequeño, pero estaba súper bien decorado.
—¿Qué? —me preguntó y se quitó la chaqueta, sin apartar la mirada de mí.
—Es... —Intenté buscar la palabra adecuada— encantadora —dije finalmente.
—¿De verdad lo piensas? —Se acercó a mí y me desabrochó la chaqueta mientras yo seguía embobada mirando el apartamento.
—Sí. Es más, me encantaría vivir aquí —dije mientras miraba las vistas de la ciudad por la ventana.
—No lo dices en serio. —dijo Chris detrás de mí. Me giré para mirarle.
—Mi casa puede parecer de ensueño, pero para mí es una pesadilla. La odio. —Me acerqué a él y le abracé la cintura— Es grande, demasiado, y fría —susurré contra su pecho—. No es acogedora, no como la tuya. —Me separé y le sonreí, y me sonrió de vuelta.
—Nunca he traído a nadie a mi casa —dijo avergonzado.
—¿Yo soy la primera? —Abrí la boca sin creérmelo. Chris asintió, tímido.
—¿Quieres ir a mi cuarto? —me preguntó, y mi corazón se aceleró instantáneamente—. Querías hablar, ¿no? —Rio al ver mi reacción.
—Sí... —murmuré al recordar la razón por la que estábamos allí.
Chris me cogió de la mano y me arrastró por un pasillo. Primero pasamos por una puerta a la que estaban pegadas unas letras que formaban la palabra «LILY». Luego pasamos por otras dos puertas, que asumí que debían ser el cuarto de baño y la habitación de sus padres. Finalmente, Chris abrió la puerta del fondo, su cuarto. Estaba más ordenado de lo que jamás podría haber imaginado. A mi derecha, había un gran armario de madera, y pegada a la pared opuesta, se encontraba una cama con una colcha negra y gris. A mi izquierda, había una gran escritorio, algo más desordenado que su cuarto. Una ventana encima del escritorio proporcionaba un poco de luz natural a la habitación. En las paredes había pósters de bandas que no conocía, pero que parecían ser de rock.
—Odio cuando te quedas callada. No sé lo que piensas —dijo Chris a mi lado.
—Eres más ordenado de lo que pensaba. —Reí—. Me encanta, Chris. Deja de preocuparte por lo que piense. No he venido a juzgar tu casa. —Apoyé las manos en su pecho y le besé la mejilla.
—Eres estupenda. —Me cogió en volandas y rodeó mis piernas en su cadera. Me besó y nos lanzó a los dos en la cama. Grité contra sus labios sobresaltada, pero Chris acalló mi chillido. Nos seguimos besando unos minutos más, pero me separé de él a duras penas.
—Creo que deberíamos hablar... —susurré contra sus labios. La respiración agitada de Chris chocaba con la mía, y su mano seguía en mi muslo, muy muy cerca de mi entrepierna. Después de unos segundos, se alejó de mí y se sentó a mi lado. Me incorporé y me coloqué bien la ropa.
—Tú dirás —me cedió la palabra. Me agarró una mano y me la acarició intentando tranquilizarme con su pulgar. Cogí aire, y me preparé a hablar.
—Tengo que hablarte de mi familia —murmuré. Me quedé en silencio, sin saber por dónde empezar.
—No tienes que contarme nada que no quieres, lo sabes ¿no? —me aseguró. Siempre procuraba que no me sintiera presionada, y le adoraba por ello.
—Mi padre murió cuando yo tenía once años. —No quería mirar a Chris, así que preferí centrarme en el recorrido que su pulgar hacía en mi mano—. Lo encontré tirado en el baño rodeado de pastillas un día al volver del colegio.
—¿Lo encontraste tú? —preguntó Chris en un suspiro, incrédulo. Asentí con la cabeza y Chris me miró apenado.
—Había tenido una sobredosis. Sabía que mi padre salía mucho con sus amigos por las noches. Mi madre se quejaba de ello a menudo. Mi padre siempre me había dicho que iban a jugar a los bolos, pero pronto descubrí que no era así —dije y tragué saliva. Hacía tiempo que no hablaba de la muerte de mi padre con nadie—. Al parecer iba de bar en bar con sus colegas y se emborrachaban y drogaban hasta la madrugada. Muchas veces lo encontré llegando a casa cuando yo me marchaba a clase, pero no tenía ni idea. Yo sólo era una niña... — Sacudí la cabeza. El pulgar de Chris siguió trazando dibujos en mi mano—. Los días después de su muerte fueron los peores. Mucha gente venía a mi casa a darme el pésame, pero yo no quería las condolencias de nadie, quería a mi padre de vuelta. —Cerré los ojos intentando contener las lágrimas—. Mi madre entró en estado de shock. Comenzó a distanciarse de nosotros y a refugiarse en el trabajo. Para cuando cumplí los dieciséis, mi madre era una persona a la que casi no veía. Mason hablaba con ella, quedaban para hablar sobre las cosas de la casa, pero pocas veces la veías dar vueltas por el salón, o preparando algún plato en la cocina —dije y apreté la mandíbula—. Mason se empezó a alejar de mí también. Me quedé sola cuando más apoyo necesitaba... —susurré con la voz rota y rompí a llorar. Chris no se lo pensó dos veces y me abrazó. Escondí mi cara en su cuello y le apreté fuerte. Odiaba hablar de mi padre.
—Ostia, Abbie... —susurró en mi oído mientras su mano recorría mi espalda de arriba abajo. Nos quedamos unos minutos abrazados, hasta que me separé—. Siento que hubieses tenido que pasar por esa puta mierda tan pequeña... —se lamentó y yo me encogí de hombros.
—Ahora las cosas están mejor. Mason y yo ya tenemos una relación de hermanos normal —Volví a agarrar su mano y crucé mis dedos con los suyos.
—¿Y tu madre? —preguntó—. Ayer dijiste algo de que no te habían avisado de que pasaba la noche en casa, ¿no? —aventuró.
—Sí, las cosas con mi madre siguen igual. No me acostumbro a verla en casa, por eso siempre que sé que va estar, yo no voy —expliqué. Chris asintió con la cabeza—. No puedo ver cómo esa señora se pasea por casa mientras finge que los últimos años no han pasado —susurré triste. Chris volvió a abrazarme, pero esta vez no lloré. Aspiré su aroma tan particular y me relajé casi instantáneamente. Le di un beso en el cuello en señal de agradecimiento por todo su apoyo y comprensión.
—¿Entonces en eso consisten tus pesadillas? —me preguntó Chris cuando nos separamos. Asentí con la cabeza.
—Generalmente sueño con el momento en que encontré a mi padre muerto en el suelo del baño, aunque a veces mi mente decide jugar con mis recuerdos y altera la realidad de lo que pasó. Hay ligeros... cambios. —Hice una mueca.
—¿Cambios? ¿Tus pesadillas cambian? —preguntó sin entender.
—Sí, la historia es la misma, pero a veces no estoy en mi casa, o a veces no es mi padre quien muere. Otras veces ni siquiera soy yo quien descubre el cadáver —le expliqué—. Esas son las peores, porque no sé lo que va a pasar. Cuando se repite al pie de la letra lo que ocurrió, estoy preparada para lo que va a ocurrir a continuación, pero cuando las pesadillas varían... —Sacudí la cabeza.
—No es justo que hayas tenido que vivir eso tú sola, Abbie. —Me miró a los ojos.
—He tenido a gente que me ha apoyado estos años —dije, sonriendo ligeramente.
—Mack y Chad —asumió. Asentí con la cabeza, pero no me refería únicamente a mis dos mejores amigos. ¿Debía decírselo?
—Sí, pero también... —Empecé a decir, pero un ruido en el salón me detuvo. Chris dejó de mirarme a mí y se levantó de la cama.
—¿Quién viene ahora...? —Se acercó a la puerta y salió. Maldije al que me hubiera interrumpido. Me solía costar llegar a ese punto de comodidad suficiente para abrirme a una persona, y habían tenido que interrumpirme justo cuando le iba a hablar de Brandon a Chris.
Oí unas voces que venían del salón, y me limpié las lágrimas antes de salir del cuarto de Chris. Me había colado en casa de los Adams, lo menos que podía hacer era saludar. Intenté poner mi mejor sonrisa, y caminé hacia el salón.
—Lily no quería quedarse en casa de su amiga. Ha insistido en venir aquí para estar contigo. —Oí la voz del padre de Chris, y cuando me asomé al salón, comprobé que efectivamente, se trataba de él—. Tengo que volver al hospital para estar con tu madre. La dan hoy los resultados de las pruebas, ¿puedes quedarte tú con ella? —le preguntó a Chris. Nate, su padre, se encontraba en la entrada, sujetando la puerta, preparado para marcharse. Chris estaba con los brazos cruzados al lado del salón, y sentada en el sofá con una muñeca de tela, estaba Lily. Llevaba unos cascos puestos, y se movía al ritmo de la música que escuchaba. Tenía el pelo moreno y la piel pálida como la de su hermano. Como estaba de espaldas, su cara siguió siendo un misterio.
—Claro que me puedo quedar con ella, pero he traído a alguien... —Chris dejó de hablar cuando su padre me miró, percatándose de que yo también estaba ahí.
—¡Abbie! ¡Qué sorpresa verte aquí! —Me sonrió Nate—. ¿Cómo estás?- Me preguntó cordialmente.
—Bien, gracias. —Sonreí y jugué con mis manos nerviosamente—. Si molesto me puedo ir... —dije, nerviosa. Lo último que quería era causar problemas.
—¡No! —gritaron Chris y Nate al mismo tiempo.
—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras —dijo Nate como si me conociera de toda la vida—. ¿Entonces te encargas de Lily? —Miró a su hijo, y luego a Lily.
—Sí. Llámame cuando tengas los resultados, por favor —le pidió. Su padre asintió y se despidió de nosotros. Cuando la puerta de la entrada se cerró, Chris me miró.
—Lo siento, no sabía que iban a venir —se disculpó. Antes de poder decirle que no pasaba nada, Lily se levantó del sofá y corrió a abrazar a su hermano, que se agachó para recibirla con los brazos abiertos. Mi corazón se derritió ante tal gesto. Ver a Chris tratar de esa forma a su hermana era adorable.
—Papá quería que durmiese en casa de Alice, pero yo le he dicho que no. Que quería pasar la tarde contigo, Chrisi —le dijo la niña a «Chrisi». Su voz era dulce y cantarina. Me apoyé en la pared y sonreí, sintiéndome afortunada de haber presenciado una escena tan encantadora.
—¿Prefieres pasar la tarde conmigo antes que dormir en casa de tu amiga? —Chris se puso la mano en el pecho, fingiendo estar emocionado por lo que le había dicho su hermana. Ella asintió con la cabeza y Chris la levantó por los aires. La dio vueltas mientras Lily gritaba divertida, y la volvió a posar en el mismo sitio que antes, de espaldas a mí—. Vamos a pasárnoslo bien entonces, ¿no? —La hizo cosquillas y Lily gritó—. Pero antes, tengo que presentarte a alguien —dijo Chris y me miró. Giró a Lily en mi dirección y yo sonreí nerviosa. Mierda, una niña de nueve años me estaba intimidando. ¿Y si le caía mal?—. Lily, ella es Abbie —me presentó, y Lily gritó.
—¿Abbie? —Abrió la boca con sorpresa y se acercó corriendo hacia mí. Me agarró de las caderas y me abrazó. No me dio tiempo a agacharme a recibirla, así que simplemente la acaricié la cabeza, complacida por su reacción. Iba a ser verdad lo que me había dicho Chris. Le miré sorprendida, y él se encogió de hombros—. Chrisi me ha hablado mucho de ti. Quería conocerte —dijo y yo le miré con una sonrisa. Él puso los ojos en blanco y yo reí. Se separó de mí y yo me agaché para estar a su altura.
—Hola, Lily. Yo soy Abbie. Una amiga de tu hermano —me presenté oficialmente y Chris bufó al oírme decir «amiga». Chisté para que se callase y centré mi vista en la preciosa niña que tenía frente a mí. Tenía los ojos del mismo color que los de su hermano, pero sus pestañas eran más largas, si eso era posible. Tenía la nariz chata y unas pecas la decoraban. Era una niña muy hermosa.
—Eres más guapa de lo que Chrisi me había dicho —me susurró, pero Chris lo oyó, porque se rascó el cuello incómodo. Yo reí muy fuerte—. ¿Vas a quedarte a jugar con nosotros? —me preguntó emocionada. Miré a Chris.
—Puedo llevarte a casa si prefieres irte —me ofreció, pero sabía que en realidad lo que quería decir era «quédate». Y, ¡qué demonios! Yo también quería quedarme a jugar con la pequeña Lily.
—Claro que me quedaré a jugar contigo. —Le sonreí a Lily y ella abrió la boca emocionada. Me volvió a abrazar, y esta vez, pude abrazarla de vuelta. Reí, encantada por la felicidad que emanaba. Esta niña era un sol, ya podía sentirlo.
—¿Has oído, Chrisi? ¡Abbie se queda! —Miró a su hermano, que sonreía.
—Sí, Chrisi, me quedo a jugar con vosotros —me burlé del apodo que su hermana usaba para llamarlo. Chris puso los ojos en blanco y yo sonreí.
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¿Cómo están mis lectores favoritoss? Yo acabo de empezar la universidad otra vez, y ya me quiero pegar un tiro :)
En otras cosas... ¡Madre mía, qué capítulo más intenso! Hemos visto al principio una pequeña escena de la pesadilla más recurrente y dolorosa de Abbie. Chris sabe por fin qué sueña Abbie, y qué ocurre con su familia. ¿Creéis que se ha mostrado comprensivo?
¡Hemos conocido a la pequeña y adorable Lily, el ojito derecho de Chris! Espero que la recibáis con los brazos bien abiertos.^^ Yo la amo, es tan inocente y tan niña.
Ya sabéis, ¡¡votad y comentad qué os parece la novela!! Leo y respondo cada uno de vuestros comentarios, y cada voto significa mucho para mí :))
Muchos besazos, y nos leemos la próxima semana,
Elsa <3
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