CAPÍTULO 19: «¿OFICIAL?»
A oscuras, me deslicé por la puerta hasta el suelo. Apoyé la cabeza en la fría madera y suspiré. ¿Acababa realmente de darle la patada de esa manera a Chris? Me había invitado a quedarme con él, hablar las cosas, resolver dudas, aclarar conversaciones a medias. Y yo me había ido a la habitación porque estaba cansada. ¡No estaba cansada! Era imposible que esa noche fuera a pegar ojo después de lo que acababa de hacer. ¿Era idiota? Porque me comportaba como una.
Resoplé y golpeé levemente mi cabeza contra la puerta. Quería salir, pero a la vez no quería. Seguramente, Chris estaría dolido y enfadado, y era mi culpa. Odiaba sentirme así. La última vez que había experimentado algo parecido a aquello había sido con Brandon, y la cosa no había acabado demasiado bien.
Cerré los ojos y me maldije a mí misma. Chris no era Brandon. Debía dejar de compararlo con él. Con Chris me sentía segura, me sentía protegida, comprendida. Sentía que podía hacer cualquier cosa con él, cualquier cosa menos... aquella. Salir de ahí y confesarle mis sentimientos me aterraba. No porque tuviera miedo a ser rechazada, sino por el significado que tenía y lo que vendría después. Chris y yo éramos tan iguales, pero tan diferentes...
Entonces recordé la conversación que había tenido con Mack días atrás. «Probablemente tú no te sintieras tan amenazada por Britanny y Chris no sentiría tantos celos por Owen si hablarais las cosas» había dicho. Nuestro problema es que nunca hablábamos de verdad, de las cosas importantes, de lo que sentíamos el uno por el otro. Pero eso iba a acabar esa noche. Debía armarme de valor.
Me levanté del suelo y agarré la manilla. Cerré los ojos y respiré profundamente un par de veces, intentando calmar los latidos de mi corazón. Suspiré una última vez y abrí la puerta. Salí al salón, esperando encontrarme a Chris en la misma posición que antes, pero él ya no estaba. Me asomé por la ventana y lo vi sentado en las escaleras de la cabaña. Sólo llevaba el jersey negro de cuello alto que se había puesto un par de horas atrás. Debía estar muerto de frío. Me puse la cazadora y agarré la de Chris antes de salir.
Hacía demasiado viento para estar fuera a esas horas, pero lo soportaría por Chris. Por una vez, iba a hacer yo el esfuerzo por los dos. Me acerqué a él lentamente, pensando qué hacer. ¿Me sentaba a su lado? Era la idea más sensata, pero la que más miedo me daba. Quizás si me quedaba en la puerta...
Sacudí la cabeza. Iba a hacer las cosas bien.
Me senté a su lado y le miré, pero no me miró de vuelta.
—Te he traído la chaqueta —se la ofrecí, pero Chris me ignoró. Tenía la mirada perdida en el horizonte—. Póntela, por favor. Hace frío —insistí.
—Abbie, no quiero la chaqueta y tampoco hablar contigo —dijo fríamente sin mirarme. Dejé escapar un leve suspiro y me mordí el labio. Me dolía su rechazo, pero no podía ser tan hipócrita cuando yo había hecho lo mismo, o peor, minutos atrás.
Lo intenté de nuevo.
—¿Podemos hablar de lo que ha pasado? —pregunté con suavidad.
—Abbie, vete —ordenó, serio—. En serio —murmuró y giró la cara para que no pudiera verle. Pero yo no me iba a rendir tan fácilmente. Había metido la pata y lo iba a arreglar.
—No —dije, firme—. Si tú no quieres hablar, está bien, pero al menos me vas a escuchar —sentencié, intentando sonar segura de mí misma. Chris no se movió un dedo—. Perdón —me disculpé—. No sabía en qué estaba pensando antes cuando me he marchado y te he dejado así. —Sacudí la cabeza—. Bueno, sí sé lo que estaba pensando —susurré. Chris se volteó para mirarme, tomándome por sorpresa.
—¿Y qué estabas pensando, Abbie? —preguntó irónicamente Chris con la voz dura—. Porque por una maldita vez, me gustaría saberlo —siseó, rencoroso. Tragué saliva y acepté el golpe. Me lo merecía.
La mirada inquisitiva de Chris me había acobardado, por lo que mi mente recurrió a la respuesta fácil.
—Es complicado —repetí las mismas palabras que le había dicho a Mack días atrás. Me arrepentí de haberlas dicho cuando Chris bufó, decepcionado, y volvió a apartar la mirada—. ¡Perdón! No sé por qué siempre hago eso... —dije entre dientes.
—¿Por qué tiene que ser todo tan difícil contigo, Abbie? —susurró y me miró de nuevo, ahora triste y dolido. Esos ojos grises normalmente llenos de vida, ahora me miraban apenados, sin brillo. Dolía pensar que yo había provocado eso.
Suspiré e intenté buscar una respuesta.
—Tengo miedo —dije finalmente. Chris siguió mirándome, esperando a que continuara—. Me gustas tanto, Chris, que me asusta —confesé, y Chris relajó su mirada.
—No te entiendo —dijo, desconfiado.
—Yo tampoco, créeme. —Sacudí la cabeza. Tiré de la cremallera de la cazadora de Chris, nerviosamente—. Desde que te conozco, no pienso con claridad. ¡Me vuelves loca! —exclamé, y reí sin gracia—. Hago más tonterías de lo normal, y parece que mi cerebro se apaga cuando estoy contigo. Es como si dejase de pensar con la cabeza y actuase por mi corazón —murmuré y volví a tirar de la cremallera—. Tengo miedo de no hacer lo correcto por no pensar con claridad, por dejarme llevar por mis sentimientos —dije y le miré—. Por eso siempre parece que estamos bailando un tango. —Me encogí de hombros—. Cuando parece que por fin vamos a hacer el paso final, me acojono y seguimos bailando. —Hablar de mis sentimientos a través de metáforas era mucho más fácil.
—¿No confías en mí? —preguntó dolido, quebrándosele la voz al final de la pregunta. Mis ojos volaron a los suyos.
—No te imaginas cuánto —dije, seria. Si había una cosa que tenía clara, era esa.
—¿Entonces qué pasa? —quiso saber—. Me dices que quieres estar conmigo, pero luego no eres capaz de sentarte a mi lado en el sofá. —Juntó las cejas, furioso—. Te dije que tú decidirías qué pasaría a continuación, pero no te di permiso para jugar con mis sentimientos como lo estás haciendo ahora, Abbie —dijo, herido—. No puedo seguir así, porque duele. —Me preguntó con la voz rota y mi corazón se partió en dos. No pude aguantarle la mirada y miré el suelo. Me dolía que Chris me mirase de aquella manera, tan decepcionado conmigo. Quería llorar, pero debía ser fuerte.
El viento se colaba por mi ropa para provocarme constantes escalofríos. Estaba temblando de frío, pero no me importaba. Prefería una hipotermia antes que otra de las miradas dolidas de Chris.
—Me asusta arriesgarme y arrepentirme después —susurré y miré a Chris—. Ya me lo hicieron una vez, y no podría soportarlo de nuevo —dije a duras penas. Me costaba hablar. Tenía la boca seca y la mente en blanco. Estaba siendo extremadamente complicado abrirme de esa manera a Chris, aunque todavía no era suficiente. Aún quedaba el paso final—. Pero me he cansado de tener miedo —dije ahora con más seguridad. Miré a Chris y respiré hondo—. Me gustas más de lo que me puedo expresar con palabras, y quiero estar contigo —dije por fin—. Me da igual si quien está hablando es mi cabeza o mi corazón. Es lo que pienso y lo que siento —terminé de hablar y me quedé observando a Chris, esperando cualquier tipo de reacción de su parte.
—Llevo tanto tiempo esperando a que digas eso —dijo, aliviado, y se lanzó sobre mí. Su cuerpo impactó con el mío, y del impulso, me caí hacia atrás. Me abrazó fuerte unos segundos y se separó de mí, dejando su cara a centímetros de la mía—. Por fin te das cuenta de lo que sientes por mí —murmuró contra mis labios.
—Siento la tardanza —bromeé y Chris sonrió de lado. Juntó nuestros labios en quizás el beso más dulce que jamás me había dado. Aquella era la noche en la que finalmente el eterno tango había acabado, dejando paso a un Slow Dance melódico y pacífico.
Chris volvió a besarme.
—¿Quieres ser mi novia, entonces? —preguntó contra mis labios al interrumpir el beso. Asentí con la cabeza y sonreí—. ¿Oficial? —se aseguró, sonriente también.
—Sería una idiota si dijera que no. —dije y volví a juntar mis labios con los suyos.
(...)
Me desperté a la mañana siguiente en el sofá del salón. No habíamos querido irnos a dormir inmediatamente, por lo que habíamos decidido alargar la noche en el sofá.
Sentía mi cuerpo arder como el fuego, y cuando abrí los ojos, comprobé que la fuente de calor era Chris, quien estaba tumbado encima de mí, aplastándome. ¿Cómo era posible que siempre acabase encima de mí?
Intenté apartarlo, pero no hubo forma.
—Chris... —le susurré. No se movió—. Chris, eh... —le di toquecitos en la cabeza y en la cara, pero tampoco se despertó—. Chris —dije ahora más seria, mientras le sacudía el hombro. Estaba asfixiándome, pero él seguía sin mover un músculo—. ¡Chris, despierta! —le grité en el oído, provocando que se cayera del pequeño sofá, pegando un grito.
En el suelo, se sobó el culo, sobre el que había caído y me miró mal.
—¿Así es como despiertas a tu novio? —bromeó, todavía en el suelo. Me acordé de lo que había pasado la noche anterior y no pude evitar sonreír.
—Vete acostumbrándote. —Me levanté del sofá, le di un breve beso en los labios y me fui a nuestra habitación. Mack y Chad no estaban. Temiédome lo peor, busqué mi teléfono. Cuando lo encontré, encendí la pantalla; el desayuno empezaba en tres minutos y yo seguía con la ropa de ayer. Empecé a agobiarme y a dar vueltas sobre el sitio—. ¡Chris! ¡Mueve tu culo ahora mismo! ¡Tenemos tres...! —Miré mi reloj—. ¡Dos minutos para llegar al desayuno! —Corrí hacia mi maleta y saqué una sudadera de cuello alto. El chupetón seguía ahí, tan morado y vistoso como ayer, así que debía cubrirlo. Me fui corriendo al baño y dejé correr el agua, esperando que se calentase.
—¡Oye, yo también tengo que ducharme! —Oí que Chris decía al otro lado de la puerta. Me desvestí y me metí bajo el agua todavía helada. No había tiempo para calentarla. Me iba a quedar sin mi desayuno, y yo no era persona sin haber comido por las mañanas.
—¡Creo que hay una manguera cerca de la tarima! ¡Puedes usarla si quieres! grité y Chris rio al otro lado de la puerta. Me lavé el cuerpo en tiempo récord y volví a abrir el grifo. Iba a coger una hipotermia seguro. Fui a salir de la ducha cuando oí la puerta abrirse.
—Prefiero aquí, gracias —dijo y entró en el baño. ¿Pero yo no había cerrado esta puerta con seguro? Agradecí que en esa ducha, hubieran decidido poner cortina y no cristal.
—¿Se puede saber qué haces? —grité, escandalizada. Chris se estaba quitando la camiseta, ignorándome.
—Voy a ducharme, claro —dijo con simpleza. Empezó a quitarse los pantalones y me obligué a apartar la vista. Respiré hondo y mirando la pared, lo intenté de nuevo.
—Chris, por favor, dame treinta segundos para poder vestirme y el baño es todo tuyo —le rogué. Seguro que ya habían empezado a desayunar y yo estaba metida en ese baño con el idiota de mi novio sin poder vestirme tranquila.
Mi novio. Qué bien sonaba eso.
Hizo como que se lo pensaba. Juraba que lo pegaba.
—Mmmmm... —murmuró, pensativo, mientras se daba unos toques en la barbilla. Estaba mojada y estaba empezando a temblar del frío. Desvié la mirada de la pared y le miré. No pude evitar recorrer su cuerpo medio desnudo, cubierto únicamente por unos calzoncillos negros. ¿Chris hacía deporte? Debía hacerlo, porque ese cuerpo parecía haber sido esculpido por los mismos dioses. Me vio observarle embobada y sonrió—. Puede... Puede que te deje salir. Pero es que esta mañana, yo no he tenido el mejor despertar que digamos. —Respiré hondo. No teníamos tiempo que perder.
—¿Qué quieres, Chris? —Fui al grano.
—Como primer día oficial siendo novios, exijo, primero, unas disculpas, y segundo, un beso en condiciones. —Levantó los dedos a medida que mencionaba sus exigencias. Después de volver sin querer a mirar sus abdominales, le miré a los ojos para ver si estaba bromeando. Me miraba serio y con los brazos cruzados, marcándose los músculos de sus brazos. El muy idiota no me estaba tomando el pelo. ¿Dónde se había quedado el chico dulce de ayer? Porque yo no lo veía por ninguna parte.
—Podemos hacer esto después. Me estoy congelando aquí dentro y nos vamos a quedar sin desayuno. —Miré mi reloj desesperada—. ¡Chris, nos quedan diez minutos para desayunar! ¡Mueve el culo! —le supliqué, desesperada.
—A mí me da igual, puedes salir de la ducha cuando quieras. —Se encogió de hombros—. Pero claro, no esperes que me vaya a tapar los ojos. —Me guiñó un ojo. Se apoyó contra el lavabo y cruzó los brazos. Suspiré rendida. Tampoco me estaba pidiendo mucho, pero todo aquel paripé lo estaba alargando malditamente todo.
—Está bien. —Suspiré—. Chris, lo siento —dije rápidamente. Quería salir de aquella ducha inmediatamente.
—Espera, que como has hablado muy rápido, no te he entendido. ¿Qué has dicho? —Colocó su mano en la oreja fingiendo que no me había oído. Ahora sí que estaba segura de que me cogería una hipotermia. Respiré profundamente, intentando calmar mis emergentes ganas de matarle. Estaba arrugando la cortina entre mis dedos, porque sentía que en cualquier momento lo mandaría todo a la mierda y saldría de la ducha, desnuda o no, a darle de bofetadas por cretino.
—Chris, amor mío. Lo siento mucho. No debí despertarte de esa forma y estoy muy arrepentida —me disculpé ahora más lentamente. Chris sonrió y asintió satisfecho.
Imbécil.
—Vale, disculpas aceptadas. Ahora el beso. —Sonrió coqueto. Puse los ojos en blanco, impacientándome.
—Vas a tener que venir tú, a no ser que quieras que me lleve la ducha conmigo —dije sarcásticamente. Se rio por mi comentario y se acercó a mí—. Las manos quietecitas, guapetón. Que estoy desnuda —le recordé.
—Tranquila, que no se me olvida —dijo con la voz ronca. Me miró de arriba a abajo con ojos lujuriosos y colocó sus manos en mi espalda baja, demasiado baja y pegó su cuerpo al mío. Lo único que nos separaba era esa finísima cortina.
—Te he dicho que las ma... —me interrumpió cuando estampó sus labios con los míos. Sin perder el tiempo, empezó a moverlos sobre los míos. Eran suaves pero se movían con fuerza, como si me deseara desde hacía tiempo. Sentí que me besaba con necesidad.
Repentinamente, introdujo su lengua en mi boca, profundizando el beso. Sus manos recorrieron mi espalda desnuda mientras yo perdía el poco control que me quedaba. Podía sentirle a través de la cortina a la perfección, cual poco a poco, se deslizaba entre nuestros cuerpos, dejando de cumplir su función de barrera. Aunque en ese momento, me daba igual. Todo el frío que antes podía haber sentido había desaparecido y había sido rápidamente sustituido por un fuego que recorría todo mi cuerpo, desde cada cabello en mi cabeza hasta la punta de los dedos de los pies. Las caricias de Chris en mi espalda eran la gasolina que lo alimentaban y sus besos eran mi perdición.
Empecé a sentir una repentina presión en mi zona baja de la tripa, y sonreí al identificar qué era. Sonreí ante el efecto que tenía sobre él. El contacto repentino era casi insoportable y pequeñas oleadas de calor provenientes de esa zona se extendían por todo mi cuerpo. Mordió mi labio y un gemido se escapó de mis labios. Entonces hice lo mismo y un gemido se escapó esta vez de los suyos. Sonreí y finalmente se separó de mí. Sin embargo no le dejé irse muy lejos porque necesitaba sujetarme a algo; me había dejado literalmente temblando.
Intenté normalizar mi respiración, mientras Chris hacía lo mismo. Sonrió.
—Estas sí son formas de despertarse. —Me plantó un casto beso en los labios y se dio la vuelta. Antes de girarse completamente, alcancé a ver sus calzoncillos, y no pude evitar sonrojarme—. Creo que ya no vale la pena que te des prisa Abs, hace cinco minutos que el comedor ha cerrado. —Sonrió y salió del baño. Yo seguía con la cortina entre mis dedos, estupefacta, procesando lo que acababa de ocurrir.
Espabilé y salí de la ducha. Corrí a rodearme con la toalla porque tenía frío y porque no me fiaba de que Chris no volviese a entrar. Me sequé el cuerpo rápidamente, y me vestí. Miré el reloj. Chris tenía razón. Ya se había pasado la hora del desayuno y yo no había probado bocado.
Salí del baño y busqué a Chris con la mirada. Estaba tirado en su cama todavía en calzoncillos.
—Ya tienes la ducha libre —le avisé—. Que sepas que estoy enfadada contigo por no haberme dejado ir al desayuno —le reproché. Tenía hambre y no iba a poder comer nada hasta la hora de la comida. Chris se levantó y se acercó.
—Pero entonces no habría podido darte el mejor beso de mi vida. —Sonrió—. El sacrificio ha valido la pena, ¿o, no? —susurró contra mis labios. No respondí porque no podía negar los hechos: había sido un beso asombroso. Chris sonrió ante mi silencio, me dio un beso y se encerró en el baño.
Me tumbé en la cama y me puse a contar los tablones de madera que había en el techo, en un intento de matar el tiempo. Esperaba a que Chris saliera de la ducha o a que Mack y Chad volviesen del comedor.
Cinco minutos más tarde oí la puerta de la cabaña y las risas de mis amigos. Me incorporé en la cama y los vi entrar por la puerta.
—Hombre, hola dormilona. ¿Has pasado buena noche? —se burló Chad.
—¿No habéis podido despertarnos? ¡Me he quedado sin desayuno! —protesté y me crucé de brazos. Chad rio junto con Mack.
—Tranquila, que no nos hemos olvidado de ti —dijo Chad—. Sabemos cómo te pones cuando no desayunas...— murmuró y yo entrecerré los ojos.
—¡Taraaa! —exclamó Mack y sacó las manos de su espalda, revelando un par de tostadas y magdalenas envueltos en papel de cocina—. Te habría traído cereales, pero eso habría sido un desastre —Rio. Se me iluminaron los ojos y me lancé para quitarle la comida a Mack de las manos—. ¿Deja algo a Chris, no? —preguntó divertida al verme devorar la comida.
—Chris no se merece ni una miga. Habría conseguido llegar al desayuno si no hubiese sido por él. —Me metí una tostada entera a la boca.
—No parecías quejarte hace diez minutos, Abs. —dijo Chris, abriendo la puerta del baño. Me sonrió, apoyado en el marco de la puerta. Llevaba unos vaqueros negros un jersey de cuello alto como el mío. Agradecí que Chris se acordase de taparse el chupetón; no quería tener que darle explicaciones a nadie.
Mack y Chad abrieron la boca, sin creer lo que Chris acababa de decir. Le fulminé con la mirada e intenté esconder el color que habían tomado mis mejillas con el cuello alto que llevaba puesto. Chris se rio y me quitó la tostada que estaba a punto de comerme—. Gracias, nena. —Me besó en los labios y se fue al salón. Las bocas de Mack y Chad debían andar por el subsuelo.
—Entonces, ¿ayer salió bien? ¿Ya es oficial? —preguntó Mack, emocionada. Asentí con la cabeza y Mack se lanzó sobre mí para abrazarme—. ¡No me lo puedo creer! ¡Por fin! —gritó Mack en mi oído. Chad me sonrió, feliz por mí.
—Parecía que nunca iba a llegar el día —bromeó, haciéndome reír. Yo había pensado lo mismo—. Me alegro por ti —dijo, sincero.
—¡Necesito detalles! —gritó Mack y se lanzó sobre la cama de Chad, esperando a que comenzara a hablar. Puse los ojos en blanco, pero tal y como había pedido, les conté lo que había ocurrido la noche anterior sin dejarme un detalle—. ¡Me encantáis juntos! —exclamó Mack. Chisté, consciente de que Chris estaba a apenas unos metros de nosotros, probablemente escuchando toda la conversación.
Chad asintió, concordando con Mack.
—Eso sí, el día que uno de los dos se enfade... arderán ciudades enteras —dijo Chad, divertido. Esperaba que ese momento no llegara nunca.
En ese momento, Chris entró en la habitación.
—Creo que el profesor Harris está gritando fuera de las cabañas para que nos movamos —nos avisó. Asentimos con la cabeza, y Mack y Chad salieron de la habitación. Antes de poder salir yo también, Chris cerró la puerta detrás de él.
—¿Qué han dicho? —Se acercó a mí, curioso. Me rodeó la cadera con sus brazos y levanté la cabeza para mirarle a los ojos.
—¿Desde cuándo te importa lo que piensen los demás?
—Desde que se trata de los mejores amigos de mi novia y quiero caerles bien. —Frunció el ceño, pero yo sonreí. Amaba la forma en que sus labios se movían cuando decía «novia».
—Les caes genial, ya lo sabes. Están felices de que yo sea feliz. No tienes que preocuparte de nada —dije, aunque caí en la cuenta de algo—. Bueno, en realidad... —me callé.
—¿Qué?
—Hay alguien que todavía no lo sabe... y es quien más me preocupa, la verdad —dije, pensativa.
—¿Kyle? —preguntó confuso—. ¡Qué va! Le caigo genial. El otro día me estuvo hablando de lo bonitos que tenía los abdominales. Bromeaba, claro. —Rio y negó con la cabeza—. Bueno, creo. —Frunció el ceño.
—No me refiero a él. —Negué con la cabeza. Chris me miró confuso—. Mi hermano —dije y sonreí, intentando darle apoyo.
—No puede ser tan malo... —se burló, y yo entorné la cabeza—. ¿Debería comprarme un chaleco antibalas? —bromeó. Solté una carcajada y volví a abrazarle.
—No tiene un arma —le tranquilicé—. Pero espero que corras rápido —le avisé y reí.
—¡Joder! ¿Nada puede ser sencillo contigo? ¿Sólo por una vez? —se quejó y yo me reí—. Al menos espero que tus padres sean más fáciles que tu hermano —dijo y yo me tensé—. No me preocupa tu madre, siempre se me han dado bien —alardeó—. Pero si tu padre es tan duro de roer como dices que es tu hermano... —Sacudió la cabeza y sonrió—. Empiezo a practicar atletismo ahora mismo —bromeó, pero no pude reírme con él. Me acababa de dar cuenta de que Chris no sabía nada de mi familia. No había encontrado el momento de sacar el tema, y cada día que pasaba, lo retrasaba más y más.
Ahora Chris sí que tendría motivos para creer que no confiaba en él.
*******************************************************************
¡Hola de nuevo! Siento que cada vez que saludo en esta nota de la autora, siempre lo hago de la misma forma, y aburre :( Necesito encontrar una forma catchy de saludar a mis lectores, como en Youtube. ^^
Bueno, a otro tema. ¡POR, FIN! ¡POR FIIIIIN CHRIS Y ABBIE SON NOVIOS! ¡POR FIN ES OFICIAL! Oh Dios Santo no podéis imaginaros las ganas que tenía de llegar a este punto, porque llevamos DEMASIADO tiempo con idas y vueltas entre Chris y Abbie, YA ERA HORA QUE LAS DOS PERSONAS MÁS CIEGAS DEL PLANETA SE DIERAN CUENTA DE QUE TIENEN QUE ESTAR JUNTOS, ¿NO? Además, ahora se viene todo lo bueno buenote. ¡No estáis preparados para nada de lo que va a pasar! Estoy emocionada por lo que lo leáis. ^^
Votad y decidme en los comentarios qué os parece la novela. ¡Compartidla con vuestros amigos o familiares que creáis que les pueda gustar! Y ya os digo, ahora viene todo lo bueno uwu.
Un besote enorme,
Elsa <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro