CAPÍTULO 14: «VEN A DORMIR CONMIGO»
No volví a hablar con Chris el resto del día. Durante las actividades, hice lo posible por ponerme con cualquiera menos con él. Estaba enfadada por la forma en que le seguía el rollo a Britanny. No hacía nada con ella, pero sabía que yo no la aguantaba y parecía darle igual. Para mí, eso era una traición.
Ya habíamos terminado de cenar, y teníamos media hora de tiempo libre hasta tener que reunirnos para que nos explicaran el siguiente juego.
Le estaba contando a Mack lo que había visto por la mañana durante el primer juego y la razón por la que estaba tan enfadada con Chris el momento en que Chad, Kyle y Chris se acercaron a nosotras.
—¿Os venís a nuestra cabaña? —preguntó mirándome a mí.
—Yo voy a ir a lavarme los dientes —respondí sin mirarle. Pude ver el ceño fruncido de Chris antes de darme la vuelta y andar hacia mi cabaña.
Frustrada, abrí la puerta de mi cabaña de un portazo y caminé dando zancadas hacia mi habitación. Me quería tumbar en la cama y descansar. Sin embargo, una voz me detuvo.
—Pero mirad quién aparece... —siseó Britanny mientras se levantaba del sofá. ¿Qué hacía allí sola?
—Déjame en paz —le respondí, furiosa, y entré en el cuarto.
—¡Qué bien que seamos compañeras de cuarto! —exclamó al entrar conmigo en la habitación—. Hacía tiempo que no pasábamos tiempo juntas, ¿no? —dijo con falsa alegría. La ignoré y cogí mi neceser. Fui a abrir la puerta del baño, pero estaba cerrada.
—¿Quién está ahí dentro? —pregunté, seria. Oí ruidos dentro del baño y junté las cejas. La puerta se abrió y un chico rubio apareció. Se estaba abrochando los botones del pantalón y no llevaba la camiseta puesta—. ¿Pero qué...? —pregunté sin comprender. El chico pasó por mi lado, ignorando mi existencia, y le rodeó el cuerpo a Britanny con el brazo. Entonces me fijé en qué llevaba puesto. Su top estaba levantado, sus pantalones no estaban abrochados tampoco y estaba descalza. Sentí unas inmensas ganas de vomitar al comprender lo que había pasado en esa habitación.
—Tu colchón es el más cómodo. —Me guiñó un ojo antes de coger al chico de la mano y salir de la habitación. Presa del pánico y completamente asqueada, miré mi cama. Las mantas estaban mal colocadas y mi almohada estaba ahora a los pies de la cama. Mis ganas de vomitar aumentaron y empecé a marearme de la furia y el asco que sentía en esos momentos. ¿Había tenido la audacia de follar en mi cama?
Furiosa, volví a dejar mi neceser en mi maleta. Cerré la maleta con el candado, y salí a paso rápido de la habitación. La pareja estaba ahora dándose el lote en el sofá del salón. Contuve las arcadas y repugnada, salí de la cabaña. No iba a poder sentarme en ningún sitio dentro de esa cabaña sin pensar que la asquerosa de Britanny había follado ahí.
Miré a mi alrededor, y frustrada con todo lo que había ocurrido ese día, decidí ir a dar un paseo sola al bosque. Era de noche, pero tampoco me iba a alejar demasiado. Respiré hondo cuando dejé el descampado atrás.
Caminé entre los árboles durante un tiempo. Me tropecé un par de veces con las raíces del suelo y maldije otras tantas porque las ramas me seguían golpeando la cara. El sonido de los búhos me relajaba, aunque me estresaba no ver dónde pisaba. Entre que los árboles eran frondosos y las nubes tapaban la luz de la luna, apenas conseguía ver lo que tenía delante de mí.
Llegó un momento en el que decidí que era hora de dar la vuelta. No sabía cuánto tiempo había estado caminando, pero a juzgar de lo cansada que estaba, probablemente fuera bastante.
No me di cuenta de la enorme raíz que sobresalía del suelo hasta que ya era demasiado tarde. Me torcí el tobillo intentando esquivarla, y aunque puse las manos para amortiguar la caída, el suelo estaba mojado, por lo que me resbalé y mi rodilla se clavó en la punta de una roca, rasgándome el pantalón y la piel. Aullé de dolor y me agarré la zona afectada. Podía sentir un líquido espeso y caliente empapar mi pantalón. Sangre.
Quizás algo más agobiada, me levanté del suelo y me sacudí la ropa. Tenía que llegar pronto al campamento. No sabía cuál era la profundidad del corte, pero estaba empezando a marearme.
Caminé y caminé, intentando reconocer algo de lo que me rodeaba, pero todo eran árboles y hojas. Tuve que detenerme un par de veces para agarrarme a una superficie sólida para volver a centrar la vista. Entre que no había luz y estaba mareada, cada vez me costaba andar más.
Seguí caminando entre quejidos hasta que, a lo lejos, divisé el descampado del campamento. Corrí lo que la pierna me permitió hasta la salida. Ya en el claro, conseguí dar unos pasos más hasta que me desplomé en el suelo. Miré mi pierna y vi que estaba entera teñida de color rojo.
Me dejé caer al suelo y cerré los ojos. Mi pierna ardía, la cabeza me daba vueltas, tenía unas repentinas ganas de vomitar y sentía mi cuerpo débil, sin fuerzas.
—¡Abbie! —Oí que gritaba alguien a lo lejos—. ¡La he encontrado, chicos!
Perdí el conocimiento antes de poder ver quién era.
(...)
Cuando desperté, mi cuerpo dolía y sentía que tenía el peso de cuatro elefantes sobre mí. De mala gana, abrí los ojos, y la luz me cegó. Protesté y los volví a cerrar. Me removí ligeramente y con las manos sentí las sábanas de una cama.
—¿Abbie? —Oí una voz a mi lado. Abrí los ojos y giré la cabeza. Kyle—. ¡Estás despierta! —Se levantó de la silla en la que estaba sentado y se acercó a mí.
—¿Dónde estoy? —pregunté confusa. Miré a mi alrededor, pero no reconocí el lugar.
—En la Enfermería —dijo y fruncí el ceño.
—Señorita Williams —dijo una voz severa, y miré a la puerta, donde el profesor Williams hablaba con Tom, el monitor—. ¡Por fin despierta! —exclamó aliviado y se acercó a mí.
—¿Qué hago aquí? —pregunté confusa.
—Te has abierto la pierna —dijo Tom. Miré mi pierna, encontrándome con una venda que rodeaba mi pantorrilla y parte de mi rodilla.
—No es para tanto —dije, encogiéndome de hombros.
—Señorita Williams, llevamos casi una hora buscándola. ¡Ha puesto el campamento patas arriba! —me reprendió el profesor Harris. Le miré avergonzada.
—Yo... Sólo quería dar un paseo —me defendí. Me costaba pensar y la pierna me ardía. Kyle me miró, severo.
—¿Se puede saber en qué narices estabas pensando? ¡Cómo se te ocurre irte al bosque tú sola a estas horas! ¿Es que quieres morir? —me increpó escandalizado. El profesor Harris le hizo un gesto con la mano para que se calmara.
—Nos has preocupado a todos, señorita —me increpó Tom. Se cruzó de brazos y me miró severo—. ¿Se puede saber qué se te había perdido en el bosque? —me preguntó, exigente. intimidada, me hice más pequeña. Ese hombre imponía muchísimo.
—Nada, yo... —balbuceé. Tom entrecerró los ojos, poniéndome más nerviosa. ¿Se podía saber qué le ocurría?
—Eso ya no importa —intervino el profesor Harris—. Al menos está bien, viva —dijo aliviado—. ¿Le duele mucho? —Señaló mi rodilla.
—No —mentí. Si decía que sí me obligarían a estar más tiempo allí, y yo sólo quería irme.
—El enfermero estará a tu disponibilidad mañana por la mañana si necesitas algo. Se ha tenido que marchar nada más atenderte debido a la hora que era —explicó Tom con retintín. Me esforcé en no lanzarle cuchillos con los ojos—. A pesar de la sangre, no ha sido necesario darte ningún punto. Sin embargo, el corte ha alcanzado la rodilla, así que vas a necesitar descansar. No te puedo asegurar que vayas a poder realizar todas las actividades del campamento —dijo y yo abrí la boca.
—¡Pero no es justo! —exclamé, colérica. Miré a Kyle y se encogió de hombros.
—Tendrías que habértelo pensado dos veces antes de irte a dar un paseo al bosque —dijo con prepotencia. Bufé y me crucé de brazos. Estaba furiosa. ¿Cómo que no iba a poder participar en las actividades? ¿Para qué había ido entonces? ¿Para chupar frío a lo tonto?
—Debería irse a su cabaña a descansar inmediatamente, señorita Williams —me aconsejó el profesor Williams—. Ayúdenla a llegar hasta allí —dijo mirando a Kyle. Había utilizado el plural.
—¿Dónde está el resto? —le pregunté a Kyle.
—Están fuera. Mack y Chad están intentando calmar a Chris —explicó, y le miré extrañada.
—¿Cómo que calmándole? —Junté las cejas.
—El señor Adams por poco pierde los nervios cuando se ha dado cuenta de que había desaparecido —dijo el profesor Harris.
—Tenías que haberle visto, en serio —dijo Kyle asombrado. Un sentimiento cálido creció en mi corazón y mi pulso se aceleró—. Supongo que ahora estará ahí fuera dándole el coñazo a Mack, a Chad y a Max.
—Si necesita cualquier cosa, avísenos —dijo el monitor retrasado antes de marcharse con el profesor Harris de la sala.
Casi al mismo tiempo que ellos salieron, Chris entró corriendo, buscándome con los ojos.
—¡Por fin se largan! —gritó, furioso. Al verme, se detuvo—. ¿Abbie? —preguntó, y no tardó ni dos segundos en venir corriendo donde mí y abrazarme. Una sensación de seguridad se extendió por mi cuerpo. Sus brazos me apretaron fuerte y yo hundí mi cabeza en su cuello. Respiré hondo y su aroma me invadió—. ¡Joder, Abbie! Estaba tan preocupado... —susurró en mi cuello—. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? —preguntó, nervioso, cuando se separó de mí.
—Estoy bien, tranquilo. Tenéis que tranquilizaros todos —dije mirando también a Mack y a Chad, que acababan de entrar. Me miraron preocupados y tuve el impulso de levantarme para darles un abrazo, pero no podía.
—Abbie, has estado una hora desaparecida. No puedes pedir que nos calmemos —me reprendió Chad. Resoplé, cansada de la atención y los regaños.
—No estaba desaparecida, estaba dando un paseo por el bosque —repetí, y todos comenzaron a reñirme al mismo tiempo—. ¡Vale, ya vale! —exclamé, pidiendo silencio—. ¿Puede ayudarme alguien a levantarme? Quiero marcharme de aquí —pedí e intenté ponerme de pie, pero un latigazo de dolor me heló. Siseé y me agarré a la cama.
—No puede caminar —dijo Mack, ansiosa—. ¿No te han dado muletas ni nada? —Giró sobre sí misma, buscando unas muletas, pero no las encontró.
—Espera —dijo Chris. Pasó su brazo derecho por mi cintura y el izquierdo por la parte trasera de mis rodillas, teniendo sumo cuidado de no hacerme daño y me levantó del suelo—. ¿Te duele? —susurró cerca de mi cara. Negué con la cabeza. Odiaba parecer débil, pero si por ello, Chris me iba a llevar en brazos hasta mi cabaña, yo no iba a quejarme. Todavía seguía enfadada con él, mucho, pero tampoco era tonta.
Salimos de la Enfermería y el frío de la noche me congeló. Chris lo notó y me abrazó más fuerte, intentado calentarme con su cuerpo.
—No deberíais dormir solas en vuestra cabaña —dijo Chad mientras abrazaba por la cintura a Mack.
—Estoy de acuerdo —dijo Chris—. No entiendo por qué tienen a un enfermero que no está aquí las veinticuatro horas. ¿Y si te pasa algo por la noche? —Me miró preocupado. Me dieron ganas de eliminar con una goma de borrar las arrugas de su ceño fruncido.
—Voy a estar bien. Mack va a estar conmigo —intenté tranquilizarlo.
—Pero conmigo no —susurró, inquieto—. No voy a poder dormir tranquilo si no estoy seguro de que estás bien —confesó, y contuve la respiración. Nunca Chris me había dicho algo así.
—Vamos todos a nuestra cabaña. Total, ¿quién nos va a decir algo? ¿El enfermero que se ha pirado? —bufó Kyle y todos, menos yo, claro, comenzamos a caminar hacia la cabaña número once.
Me acurruqué en el pecho de Chris y disfruté del trayecto. De vez en cuando, la rodilla se doblaba más de la cuenta y se estiraba la piel que rodeaba el corte, pero estar en los brazos de Chris era como un sedante.
Cuando llegamos a la cabaña de los chicos, Mack y Chad siguieron caminando.
—Vamos a buscar ropa para cambiarnos. Ahora volvemos —nos avisó Chad.
—No has cambiado la contraseña de la maleta, ¿no? —me preguntó Mack y yo negué con la cabeza. Asintió y Chad y ella se alejaron de nosotros.
Chris subió las escaleras del porche mientras Kyle abría la puerta de la entrada. Chris me llevó directa a su cama, y me posó en ella con delicadeza. Se quitó la chaqueta y la lanzó al suelo.
—Voy a llamar a tu hermano —me avisó, y le miré con los ojos abiertos.
—¿Le has avisado? —pregunté, alarmada. Mason no me iba a dejar en paz.
—¡El profesor Harris le ha llamado! —se defendió—. He intentado persuadirle, pero no me ha hecho caso. —Sacudió la cabeza—. Ahora vuelvo —dijo y se marchó de la habitación.
Por fin solos, miré a Chris.
—Me ha contado un pajarito que estabas preocupado por mí —le piqué. Chris sonrió y se sentó a mi lado—. Gracias. No tenías por qué —le agradecí. Chris me miró con el ceño fruncido.
—¿Cómo puedes pedirme que no me preocupe por ti? —preguntó, como si fuese la pregunta más absurda del mundo—. Cuando fui a buscarte a tu cabaña y no te vi... Creía que me iba a volver loco —confesó—. Empecé a buscarte solo, creyendo que te habrías ido a dar un paseo por el campamento, pero no te encontré por ningún lado. —Sacudió la cabeza—. Fue ahí cuando di la voz de alarma. Estaba tan nervioso que le grité al profesor Harris que se callara cuando estaba intentando calmarme —dijo, divertido. Sorprendida, reí con él.
—Quería despejar la mente —dije y volví a acurrucarme en su pecho.
—¿Por qué? —preguntó, sin comprender. No podía verle, pero podía imaginarme su cara de confusión.
—Estaba enfadada contigo —confesé y jugué con un hilo suelto de su sudadera.
—¿Por eso no viniste a la cabaña? —aventuró y asentí con la cabeza—. ¿Por qué? —repitió.
—Por la mañana te vi riendo con Britanny, y me recordó al día que os vi en el restaurante. Me prometiste que no disfrutaste de la cita, pero cuando te he visto esta mañana... —Sacudí la cabeza.
—Sabes que Britanny es muy pesada. Yo no la busco —se defendió.
—¡Pero tampoco la apartas! —exclamé, molesta—. No puedes controlar lo que hace ella, lo sé, pero sí lo que haces tú. No me debes nada, pero a veces actúas de una manera y luego de otra tan diferente... —susurré hasta quedarme callada.
—Abbie, mírame —me pidió, aunque no le hice caso—. Abbie, por favor —volvió a pedirme. Le hice caso y me incorporé—. Lo siento —se disculpó—. Tienes razón, no debería seguirle el juego de la manera en que lo he hecho esta mañana. Y aunque no te deba nada todavía —No pasé por alto el «todavía» de su frase—, debería frenarle los pies más a menudo en vez de no hacer nada —dijo sin apartar su mirada de la mía. Subió la mano a mi mejilla y la acarició. Instintivamente, me acurruqué a ella—. Lo siento, de verdad —volvió a disculparse.
—Está bien, gracias —le agradecí.
—La próxima vez, dímelo antes de desaparecer y encontrarte tirada en el suelo inconsciente —me regañó, confirmando que los gritos que había oído antes de perder el conocimiento eran los suyos. Asentí con la cabeza y sonreí. Me incliné sobre Chris y le di un beso en los labios. Aquella era mi forma más sincera e íntima de demostrarle lo agradecida que estaba.
La puerta se abrió y me aparté de Chris, que lloriqueó a mi lado. Sonreí divertida.
—Ya tengo tus cosas —me dijo Mack mientras entraba a la habitación, seguida por Chad—. Te he traído el neceser y el pijama. ¿Está bien? —Posó mis cosas encima de la cama.
—Sí, gracias. —Le sonreí agradecida—. ¿Estaba Britanny en la cabaña? —pregunté, acordándome de la razón por la que no me había quedado a dormir en mi cabaña horas antes.
—Sí, pero no estaba sola —dijo asqueada.
—¿Estaba otra vez con el rubio? —pregunté repugnada.
—No, esta vez era moreno —dijo confuso Chad—. ¿Por qué dices otra vez? —preguntó, curioso. Kyle entró en la habitación y se quedó observándonos, atento a la conversación.
—Antes, cuando he ido a lavarme los dientes, he descubierto que Britanny se lo había montado en mi cama con un rubio que salía de nuestro baño —recordé, y todos los presentes me miraron impactados—. Dime al menos que no ha infectado las dos camas y se ha vuelto a poner en la que sería la mía —rogué, mirando a mi mejor amiga. Me miró en silencio y suspiré. Iba a tener que dormir en el suelo.
—Al menos Britanny estará más que encantada de tener la habitación para ella sola y no se chivará de nosotros —dijo Mack, y yo asentí.
—Voy a cambiarme —avisé. Cogí mis cosas, y con ayuda de Chris, me encerré en el baño. Me quité la ropa, pero me detuve antes de ponerme el pijama. Necesitaba urgentemente una ducha. Olía a humedad y sudor y estaba cubierta de barro—. ¡Chicos!, ¿puedo darme una ducha? —grité sin abrir la puerta del baño. A los pocos segundos, Mack se asomó.
—Los chicos dicen que sí. ¿Necesitas ayuda? —me preguntó.
—¡Yo te puedo echar una mano! —Oí que gritó Chris cerca de la puerta. Reí divertida, pero tuve el instinto de tapar mi cuerpo semidesnudo por si se atrevía a entrar. Mack se dio la vuelta y lo empujó lejos.
—Tranquila, creo que puedo. Te aviso si necesito algo —dije, todavía riéndome. Mack asintió con la cabeza y cerró la puerta.
Después de una ducha demasiado corta para mi gusto, apagué el grifo. Había tenido extremo cuidado de no mojar la venda. No quería tener que volver a la Enfermería a la mañana siguiente. Me puse el pijama y me peiné el pelo mojado.
Salí del baño mucho más relajada y limpia que antes. Mack y Chad charlaban en la cama de Chad, Kyle miraba su teléfono hecho una bola en la suya, pero a Chris no le vi por ninguna parte.
—¿Dónde está Chris? —Posé mis cosas en la mesilla de noche y miré a mis amigos.
—Se ha ido al salón —me respondió Chad. Fruncí el ceño y salí en su busca. Me le encontré maldiciendo mientras acomodaba unas mantas en el sofá.
—¿Qué haces? —le pregunté, llamando su atención. Levantó la cabeza y se quedó observándome unos segundos. Me recorrió de arriba abajo con la mirada y tragó.
—Intentar colocar unas mantas para poder dormir, pero no dejan de caerse del sofá —protestó y dio un tirón a una de ellas.
—¿Vas a dormir aquí? —Estaba una mezcla de sorprendida y... ¿decepcionada?
—Sí, tú puedes dormir en mi cama —me ofreció, y yo asentí lentamente. Creía que él dormiría conmigo...
—Gracias —le agradecí.
—Buenas noches, Abs. —Un ligero rubor tiñó mis mejillas al oírle llamarme así.
—Buenas noches, Chris. —Le sonreí y me di media vuelta. Antes de cerrar la puerta de la habitación, me quedé pensando. Yo no podía permitir que Chris durmiese en el sofá, no sólo porque se había quedado sin cama por cedérmela a mí, sino porque realmente, yo quería que durmiese conmigo.
Me di la vuelta de nuevo y me acerqué a Chris, que seguía tirando de las mantas. Cuando se percató de mi presencia, dejó de batallar.
—¿Pasa algo? —me preguntó mientras se incorporaba.
—No. Bueno, sí. No es justo que tú duermas ahí. Si alguien debe dormir en el sofá, debo ser yo —dije, omitiendo parte de las razones por las que no debía dormir en ese incómodo mueble.
—No pasa nada, Abbie. Yo he querido dormir aquí. —Sonrió, amablemente—. Tal y como tienes la pierna, es mejor que duermas en la cama —me aseguró.
—Pero... —me callé, pensando en si decirlo o no—. No quiero dormir sola —susurré. Chris se incorporó del todo y me miró inquisitivamente.
—¿Qué? —preguntó. Aparté la mirada y miré mis pies descalzos.
—Ven a dormir conmigo —susurré y levanté la vista para mirarlo, avergonzada.
—¿Quieres que durmamos juntos? —Asentí con la cabeza—. ¿Estás segura? —preguntó para asegurarse, pero no había nada de lo que estuviese más segura en ese momento. Chris se levantó sin apartar la mirada de la mía. Me cogió de la cintura y me besó apasionadamente. Le seguí el ritmo mientras disfrutaba jugando con su pelo. Adoraba besar a Chris. Cada beso era diferente, emocionante.
Cuando nos separamos, me cogió de la mano y me llevó a la habitación. Me ayudó a tumbarme en su cama y nos tapó con las mantas. Sin pedir permiso, acortó la distancia que nos separaba, y me agarró de la cintura para pegarme a su cuerpo. Le miré, avergonzada y me tapé con las mantas.
—Te he dicho que dejes de hacer esas cosas —le avisé, provocando la risa ahogada de Chris.
—Mira que para unas cosas eres más valiente que la princesa pelirroja de Disney, pero para otras... —Dejó la frase en el aire y apartó las mantas de mi cara.
—No estoy acostumbrada a tantos gestos de afecto —dije con las mejillas ardiendo. Agradecía que estuviéramos a oscuras y que no pudiera ver mis mejillas sonrojadas.
—¿No has tenido un novio antes? —Me puse tensa instantáneamente. Nunca le había hablado de Brandon, aunque tampoco es que necesitara saber nada de él.
—¿Insinúas algo, Chris? —pregunté, intentando desviar el tema de conversación. Chris se removió, nervioso, pero acabó sonriendo como siempre.
—Jamás, nena —dijo con socarronería.
—Me encanta cuando haces eso.
—¿El qué? —preguntó, curioso.
—Sonreír —dije y Chris se quedó en silencio. Nos miramos en silencio a los ojos unos segundos y me acerqué a él para volver a besarlo. Chris me siguió el ritmo con esmero. No sabía cuánto había echado de menos besarle hasta ese momento, en que la lengua de Chris se abría camino por mi boca y luchaba con la mía. Sus labios sabían perfectamente lo que hacían, y cuando me agarró con los dientes mi labio, no pude evitar que se me escapara un pequeño suspiro. Sentí cómo mi temperatura corporal fue aumentando, y antes de que me quedara sin aire en los pulmones, me separé de él. El pecho de Chris subía y bajaba con cierta velocidad, y yo, que tenía medio pecho encima suyo, subía y bajaba con él.
—Creía que habíamos venido a dormir —bromeó. Me acomodé de nuevo en su brazo y con una confianza que antes no tenía, me acurruqué contra él.
—Buenas noches, Chris. —dije y cerré los ojos, tranquila por primera vez en todo el día.
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¡FELIZ AÑO A TODOSSS! WUUUUU
¿Quién iba a pensar que llegaríamos a 2021? Porque con el añito que llevamos... ¡Pero aquí estamos! ¡Y yo estoy aquí para intentar que empecéis el año con un buen capítulo de Jugando a contar mentiras! ¡Porque Dios, qué capítulo más largo e intensito!
La relación entre Chris y Abbie avanza, y yo estoy living. Abbie es una patosa, pero de todo lo malo tiene que haber algo bueno, ¿no? Porque ha dormido con Chris, y eso, nos encanta.
Había pensado que como regalo de Año Nuevo, podía actualizar antes del viernes que viene. Porque quiero, y porque os lo merecéis :) Así que decidme si os parece buena idea y tal vez lo haga ;))))
Muchos muchos muchos besazos,
Elsa <3
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