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Capitulo 7

-Adelante, el señor la esta esperando. Avisaré de su llegada.

Voltee a mirar a mi hermano y le dije que le llamaría al terminar para que regresara por mí, con una sonrisa se despidió y me asegure que tomara el mismo camino de salida.

Tomé aire e ingresé a la casa del profesor. La ama de llaves me guío a la sala y me dijo que, si necesitaba algo de beber, negué y ella me pidió que esperara en lo que iba avisar al profesor de que estaba aquí. Le sonreí al verla marchar y me quedé quieta en aquel sofá gris, no pretendía mover ni un músculo, podría ser que el profesor se molestará o llegará a pensar que he estoy indagando en su forma de vida.

La mujer regresó.

-Puedes pasar, te guiaré a su despacho.

La distancia no era larga, caminé detrás de ella y me permití poder visualizar un poco más el diseño de interiores. Como cualquier departamento o casa de un hombre, aquello estaba invadido de colores grises y oscuros. No era una casa cualquiera, aquello estaba cien por ciento moderno, desde los aparatos electrónicos hasta la iluminación. Estaba segura de que aquello le había costado miles de dólares canadienses, pero ¿Cómo era posible que un profesor pudiese tener una casa así? Ni la señorita Lili, mi maestra del colegio cuando tenía seis años poseía una casa como aquella y eso que la pobre manejaba dos turnos y aun así los fines de semana se las arreglaba para impartir clases de regularización. Tal vez lo de universidad ganaban un poco más.

El imponente piano al otro lado de la sala robó mi atención. Un Heintzam & Co estaba brillando bajo una tuene luz, hacia que aquel lugar se notara mucho más pequeño de lo que era y concedía a afirmar que la personalidad de su dueño era fuerte y dominante.

Laura se acercó a la puerta de madera de caoba y tocó ligeramente dos veces. Abrió y cerró detrás de ella. Tal vez estas eran sus normas. Salió de nuevo y me señaló de que podía pasar. Le sonreí en respuesta y ella hizo lo mismo. En un pequeño clic Diamond y yo compartíamos cuatro paredes.

Miré el suelo y una alfombra con dibujos surrealistas se extendía por el piso de madera, a diferencia de la sala de estar que estaba con un suelo oscuro. El espacio era pequeño, un ventanal de gran tamaño dejaba entrar la luz solar directamente hacia el escritorio del profesor. Mantenía una librería pequeña dentro, los estantes estaban abarrotados por portadas gruesas y delgadas. El olor a madera era presente, pero también algo de menta o tal vez ¿Vainilla? No lo podía descifrar, el aire frio penetro en mi piel y por un momento me pregunté si él era consciente de aquello.

-¿Seguirá de pie observando todo o pretende cumplir con sus horas extras?

Volteé a verlo y por primera vez me di cuenta de que aquel hombre había dejado su vestimenta de profesor de lado. vestía un polo azul marino con un pantalón de mezclilla color café, los zapatos un tono más oscuro y el cabello algo revuelto. Esta usando gafas de lectura y se nota cansado. ¿Por qué de pronto cambió el profesor?

-Estoy esperando su respuesta.

-Lo lamento. ¿Qué debo hacer?

-Debería estar más atenta, ese es su problema siempre, es muy despistada.

-Profesor... - me interrumpió.

-Toma. – Me extendió un paquete de hojas. – Deberá leerlo y contestar cada uno de los incisos que se le pide a continuación.

Revisé las hojas y en ella aparecían casos prácticos, sobre la implementación de sistemas para ayudar a comunidades rurales de distintas partes del mundo sobre problemas de sostenibilidad.

-Pero esto es mucho y son temas distintos a los vistos en clase, no pensé que esto sería fuera de sus teorías en clase.

-Están arraigadas a mi materia de finanzas. Usted se está formando para el mercado internacional y debería saber que su campo laboral es demasiado grande como para abarcar más de un solo tema.

-Pero su clase es específicamente riquezas y pobrezas de las naciones. No veo como la economía aplicada puede centrarse en esto.

-¿A leído por lo menos algo antes de soltar palabras?

-No, pero...

-Debería conocer primero lo que tiene en las manos y después comentar.

-Si profesor. – Miré al suelo.

-La mesa de la esquina es su espacio de trabajo, si tiene dudas o algo puede decirlas al pasar una hora, si necesita ir al baño o un vaso de agua en media hora tiene solo cinco minutos de descanso. – Lo miré extraña. ¿Estaba bromeando? – No puede interrumpirme, si lo hace su trabajo se multiplicará. ¿Entendido señorita Reynolds?

-Por favor llámeme, Charlotte.

-¿Entendido? - Omitió mi consejo.

-Si profesor.

-Entonces adelante. – Señaló la mesa que se me había asignado.

-Profesor... - Lo volteé a ver y su cara se mostraba apretada. - ¿Por qué tengo exactamente una hora para hacerle preguntas? – Su silencio inundó la estancia. - ¿Hemos comenzado ya? – Miró la pantalla de su computadora sin hacerme caso – Capullo – Susurré y comencé a hacer lo que me había encomendado.

La primera lectura contenía diez hojas de información sobre Ghana, un país que tiene buen sustento económico, pero aun la pobreza es muy existente al igual que la desigualdad. Los hombres son mucho mejor pagados que una mujer y casi toda su población sur tiene pobreza.

Las organizaciones que están afiliadas bajo el manto de la ONU están planeando programas que ayude a minimizar la desigualdad ya que Ghana es un país muy reservado a costumbres y tradiciones. También se lucha porque el gobierno se involucre más en las zonas de pobreza y el país pueda sobresalir de manera eficiente.

-¿Por qué aun en pleno siglo XXI puede haber desigualdad en los países? ¿Qué clases de humanos somos? – Lancé las preguntas al aire tratando de que alguien respondiera.

-Señorita Reynolds. – Lo escuché con su voz enojada. – Le he dicho que después de una hora podía hacer todas sus preguntas y comentarios, ¿Qué parte no entendió? No han transcurrido ni cinco minutos y apenas ha comenzado la lectura.

-En clase no debo esperar una hora para preguntar, ¿Esto es como clases extras de castigo no?

-Su castigo conlleva muchas cosas así que me parece que es un trato justo lo que lleva hasta ahora. Si continua con sus constantes interrupciones me veré obligado a darle unas lecturas más.

-¿Y cómo sabré si lo que he hecho está bien o mal? ¿Cómo saber que he cumplido con lo establecido?

-Tiene su hora especifica de revisiones por si no me ha escuchado antes.

-Creo que eso no tiene coherencia.

-Si lo tiene, así que enfóquese en lo que tiene en la mesa y realice lo que se especifica en las hojas.

-Profesor si las cosas iban a ser así pudimos ahorrarnos este fastidio, solo debió asignarme el trabajo extra para casa y ya.

-¡Reynolds! – elevó la voz. – He dicho que esto es un castigo por su mala conducta, no un premio ni una recompensa. Así que solo haga lo que le digo y ambos terminaremos con esto más rápido.

-Puedo llevármelo a casa.

Se levantó y me entregó otro paquete más de hojas con el doble grosor del anterior.

-Y no se podrá levantar ni irse a su casa hasta que lo haya terminado todo.

-¿Esta bromeando cierto?

-Estoy hablando tan enserio como en mi clase. Usted decide, las hojas se pueden seguir multiplicando.

-¡Esto es abuso de poder!

-¡No! Esto es un castigo insignificante ante sus faltas de comportamiento y me he comprometido con su padre a ponerla en cinta. Debe aprender a ser una señorita ejemplar en todos los sentidos.

-No eres mi padre ni mi familiar para querer corregirme. Esto es absurdo.

-Su descanso se ha corrido a una hora más. – Se volteo y regresó a su trabajo.

¡Cabrón! Mi humor estaba sobre los suelos, aquello solo me hacia enojar más y más si seguía dándole vueltas a la idea de que debía cumplir con todo esto. Me acomodé y comencé a trabajar de verdad.

-Deje de golpear el lápiz sobre la mesa.

Era un tic cuando me centraba mucho y no encontraba la solución hacia alguna cosa. Inconscientemente realizaba el movimiento. Me disculpé a regañadientes y seguí con mi trabajo. Media hora después miré mi celular y la boca la tenia algo seca.

De tanto darle vueltas si debía o no pedirle un descanso al profesor, decidí mirar a ese ogro a la cara y poder decirle que debía ir por algo de agua. Con poco valor voltee a verlo, él estaba de perfil y me di cuenta de que estaba concentrado en lo que fuese que estuviese leyendo o viendo, se notaba sereno, sus facciones estaban relajadas, parecía un buen hombre y no aquel que se irritaba con mi presencia. Tal vez esta era una faceta del profesor que solo se podría admirar en su casa. O el la resguardaba para las personas de su completa confianza.

-Señorita Reynolds, ¿Hay algo que se le ofrezca? – Preguntó sin verme.

Me sorprendió y miré el suelo. Aquel hombre nunca se le escapaba nada.

-No, solo que...- lo miré de nuevo a la cara, pero su mandíbula apretada y sus ojos que parecían revelarte el alma sin esfuerzo alguno me hicieron sentirme pequeña que tuve que retroceder a mi valentía. – Olvídelo.

Regresé mi vista a las hojas regadas en la mesa.

-Señorita, ¿Sabe? Alguna de las cosas que no tolero en mi casa es que las personas no hablen lo que piensan, así que, dígame por favor que era lo que me quería decir.

Lo noté estar de pie detrás y un escalofrío me recorrió la espalda. Este hombre tenia pasos de gato, o yo estaba tan sumergida en mis pensamientos que no lo escuché andar.

-Bien, yo solo... quería... pedirle unos minutos de descanso – mire hacia mi hoja – creo que ya he hecho demasiado y además solo me gustaría tomar un poco de agua, si es que no le importa. – El aire comenzaba a faltarme.

-Tome un descanso de cinco minutos. Se lo merece.

-Gracias profesor. – Comencé a levantar las hojas.

-Puede dejarlas ahí, aun no se ha terminado sus horas extras. Regresaremos al trabajo después de cinco minutos. Sígame.

Me dejó a solas sin esperar respuesta. ¿Qué se creía? Diamond tenía la facilidad de irritarme en menos de un minuto y también de hacerme temblar con su presencia.

Salí del despacho para reunirme a él a lo que fuese que estuviera tramando, tal vez me daría algo de veneno para entrar en coma o peor aún me mataría para que nuestras vidas no se volviesen a cruzar nunca más. Ver películas de terror no eran buenas ideas cuando tu situación es similar al desarrollo de las películas.

Lo miré en la cocina, detrás de la pequeña isla. Se notaba tranquilo. Una señal muy característica de los asesinos seriales cuando ya cometen sus delitos.

-¿Qué se le apetece de tomar señorita Reynolds?

-Agua por favor.

-¿Con o sin burbujas?.

-Sin burbujas.

-Buena elección.

Miré todos sus movimientos por si planeaba hacer algo, sí parecía una maniática, pero no podía confiar, los asesinos seriales eran muy astutos y Diamond completaba todas las características.

Se acercó y me extendió el agua. Sonreí en respuesta y miré con desconfianza el vaso.

-¿Sucede algo? – Preguntó extrañado.

-No, no... solo que... olvídelo.

-Creo que no a entendido mi norma personal, nadie puede ir por ahí diciendo algo y quedarse a medias.

Respiré hondo.

-Pensé que le podría poner algo a mi bebida como un asesino serial.

Comenzó a reír fuerte. Lo miré extraña.

-Señorita Reynolds si quisiera deshacerme de usted no recurriera a tráerla a mi casa, hubiese optado por otro lugar. ¿Me ha considerado como un asesino serial todo este tiempo?

-No... bueno solo hace poco, la idea llegó a mi mente y se desarrolló.

-Le aseguro que no tengo intenciones de hacerla desaparecer.

-Es un alivio saberlo, pero no tiene mi confianza.

-Estas ideas suceden y hacen desconfiar de las personas al leer muchas cosas.

-¿Qué esta diciendo?

-Debería conocer primero a la persona.

-Por si no ha visto las películas o las series de asesinos, eso no basta, al final son las peores personas.

-¿Y como según su criterio podría descifrar quien es quién?

-Nadie puede hacerlo. Pero es mejor no bajar la guardia.

-Buen punto señorita Reynolds, no se debe confiar en la gente.

-¿Usted a qué le teme? – Lo dije sin pensar.

-El miedo no está dentro de mi vocabulario.

-Eso es egocentrismo.

-No, es conocerme.

-¿Nunca le ha dado miedo algo?

-Nunca.

-¿Ni cuando era pequeño?

-Ni cuando era pequeño. - Lo observé fijamente por unos minutos. – Esta pensando en algo, dígalo. ¿No cree que es cierto verdad?

-Creo que está mintiendo.

-¿Por qué mentiría?

-Porque todos le tenemos miedo a algo alguna vez.

-¿Qué le tenías miedo cuando eras pequeña?

-A cometer errores.

-Los errores nos forman como humanos.

-No en mi caso. Un error era eso un error.

-Pero podías aprender de ello.

-No siempre.

-Creo que se equivoca, los errores siempre nos dejan algo bueno.

-¿Usted ha aprendido de uno?

-No he cometido hasta ahora de alguno que me deje enseñanzas.

-Entonces no puede decir que de ellos se aprende si no le están dejando enseñanzas.

-Son errores cotidianos, por decirlo de una manera.

-No existen cotidianos.

-Si existen, son aquellos que, aunque sabes que el resultado será erróneo los terminas cometiendo.

-Pero si sabes el resultado ¿Por qué cometes el error?

-Porque a veces podemos pensar que el resultado cambiará.

-Por eso no es bueno equivocarse.

-¿Piensa nunca cometer un error?

-Siempre visualizo si me favorece o no.

-No creo que usted sea de pensar antes de hacer algo.

-¿Me conoce acaso?

-A cometido un error y es por ello que estamos ambos aquí discutiendo sobre si son buenos o malos. ¿Qué has aprendido de este?

-Nada nuevo. – rodee los ojos.

-¿A qué se refiere con nada nuevo?

-Usted sigue siendo usted y yo sigo siendo yo. Nuestra relación no ha cambiado el sentimiento de estar alejados es mutuo, ¿O me equivoco?

-Está en lo cierto.

-Entonces mi teoría es cierta.

-En algún momento fallará.

-Por el momento trato de evitarlo si me es posible.

Su celular comenzó a sonar un típico sonido de alarma.

-Es hora de volver al trabajo.

-¿En verdad esta tomando el tiempo?

-Si no ordeno mis cosas puedo malgastar el tiempo. – Caminó dejándome detrás.

¿Acaso estaba diciendo que la plática de antes era perder el tiempo?

Ingresamos al despacho y todo parecía regresar a la normalidad, ya no estaba el Diamond comprometido a hablar sin elevar la voz, ahora me enfrentaba al James que daba órdenes y su temperamento muy frágil.

-Exactamente ¿Por qué me tiene aquí? – pregunté al volver a mi zona de trabajo.

-Estas cumpliendo con horas extras de acuerdo con las faltas en clase.

-¿Y por qué esto no se pudo arreglar en la universidad?

-Porque se podría malinterpretar como un favoritismo.

-¿Y aquí no se puede interpretar como otra cosa?

-Nadie sabe que estamos teniendo esta conversación y estas horas extras, solo sus padres y mis superiores. Recuerde que usted no es una alumna ordinaria es la hija de uno de los socios mayoritarios de una de las empresas con más éxito y reconocimiento en Canadá. Su estadía en la universidad no es la misma que cualquier chica.

-A mi me parece la más normal.

-Lo nota así porque sus padres mantienen a raya todo lo social en relación con usted. ¿Por qué piensa que he llamado a sus padres antes de darla de baja de mi clase?

-¿Por qué quiere joderme la vida? – Respondí no tan segura.

-Es porque todos hemos firmado un contrato en relación con su estadía, ninguna sanción, si lo desea ver de esa forma o llamada de atención deberá ser atendida con usted en persona, primero se deberá de hablar con sus padres. ¿Lo sabía?

No respondí, mis padres siempre se encargaban de ser mis tutores, pero en la universidad se supone que habían sido retirados de ese cargo por alcanzar casi la mayoría de edad. Me senté y todo pareció cuadrarme, era por ello que los profesores siempre me tenían en la mira y no precisamente porque fuese la mejor de la clase, sino que el apellido que porto tiene mucho pesar.

-¿Es por ello que antes de llegar a un acuerdo estamos aquí?

-Lo he mencionado ya, ¿Esta segura que comprende lo que escucha?

-Creo que no debería ser tan sarcástico.

-Póngase a trabajar, que las horas continúan corriendo.

Rodé los ojos.

-Pinginsi i tribijir qui lis hiris cintiniin cirriindi. – Repetí a sus espaldas y en voz baja.

-¿A dicho algo?

Voltee a verlo.

-¿Yo? No, no, nada.

-Me pareció escuchar algo.

-Solo dije que ya me pondría a trabajar.

-Debería hacerlo.

Hice mueca a sus espaldas y retomé mi lectura de hace minutos atrás.

Aparté mi lectura a un lado y me sobé el puente de la nariz, los ojos comenzaban a pesarme, esta vez no tenia conmigo las gafas de lectura, vaya razón que tenia mi madre, las gafas siempre eran necesarias, sufrieras o no de alguna molestia. La habitación pareció moverse en círculos, me detuve la cabeza entre las manos e inhalé profundamente.

-¿Le sucede algo?

La voz a mis espaldas me hizo dar un brinco.

-No, es solo que...

-¿No estará cansada o sí? – Su voz sonaba a burla.

-No, claro que no, si lo que me gusta a mí es leer hasta que no pueda más y quedarme dormida redactando alternativas para elevar la economía mundial, ¿A usted no?

-Bueno no soy tan partidario de leer hasta quedarme dormido. ¿Necesita otro descanso? Apenas han transcurrido una hora desde el ultimo.

¿Una hora? A mí me había parecido una eternidad.

-No es la hora del descanso, su celular no ha emitido la alarma, además deseo regresar a casa lo más rápido posible.

-¿Tiene asuntos pendientes sobre sus materias? Puede detenerse con las que le he encargado y continuar con otras.

-No y sí. ¿Este es un castigo especifico de horas extras y no actividades extras?

-Debe cumplir con un estándar de horas extraordinarias a las establecidas en mi clase.

-En clase solo son dos, tres veces a la semana y según mi reloj, aquí ya he cumplido con dos horas desde mi llegada.

-He dicho que debe cumplir con horas extraordinarias, así que se han multiplicado esas dos por otras dos. ¿Si sabe el resultado de una multiplicación básica cierto?

-Esto no estaba en nuestra conversación de inicio. ¿Pretende retenerme aquí hasta que su ego vuelva a la normalidad por la pelea en clase?

-Si continua por ahí sus horas se multiplicaran por otras dos.

-No, pues si lo desea puedo quedarme a dormir también, o ¿Me quitará esa necesidad básica?

-Está siendo muy drástica, solo debe cumplir con sus horas establecidas y puede irse.

-Y usted está siendo muy poco...

-¿Profesional? Creo que ya lo ha repetido varias veces.

-No, iba a decir humano. ¿A caso usted cree que es el único que no tiene una vida social?

-¿Por qué intuye que no tengo vida social?

-Solo mírese, es un profesor de ¿30? ¿40? Que por la personalidad de su casa se puede decir que la mayor parte del tiempo esta solo.

-Mi vida personal no debería ser un tema de importancia alguna.

-Ni me importa, solo estaba haciendo una observación.

-¿Estaba intuyendo que la mía es muy solitaria solo porque la suya parece ser divertida?

-¿Por qué intuye que la mía es divertida? Apenas y nos conocemos.

-Llegar en un Audi alta gama se considera divertida, cuando la mayoría de las veces es acompañada por el chofer familiar.

-Vaya, al parecer usted también ha escuchado los chismes.

-La universidad siempre será un lugar de chismes, aunque los docentes parezcan no estar enterados, siempre son los primeros.

-Pues si necesita una aclaración o está buscando una respuesta que haga pensar en que es el chisme es el correcto, déjeme explicarme. El Audi que me ha llevado hoy a la universidad no es más ni menos que mi...

-No me interesa su vida privada. – Miró su computadora.

-Le estoy tratando de explicar que...

-¿Se siente mejor? Porque sus minutos de descanso han terminado y aún falta mucho por hacer.

Me di por rendida, el profesor siempre será una persona obstinada, no hay algo que lo haga cambiar de opinión.

-¿Qué debería decir a eso? ¿Gracias? – Lo miré con las cejas levantadas.

-Debería.

-No, pues entonces déjeme decirle gracias por tenerme aquí encerrada haciendo trabajos extras que no aportan mucho conocimiento a mi perfil académico.

-¿Lo cree así?

-Es lo que parece.

-Después lo agradecerá.

-¿Agradecer qué? ¿Aguantarlo un poco más?

-¿Por qué siempre debes ser tan odiosa?

-¿Esta saltándose sus reglas de moral?

-Creo que nadie te lo ha dicho antes, pero tienes un carácter que aleja a las personas por ser tan cerrada a ideas tan erróneas de las personas y que, aunque parezca que las quieres conocer eso no es verdad porque te has hecho la idea sobre ellos y te aferras a eso.

-Eso que tiene que ver con esto.

-Tienes razón, no tiene nada que ver, pero si tan solo no fueras tan tú, pudiésemos evitarnos estos malos tragos ambos.

-Yo no le he pedido que les diera esta idea a mis padres para enseñarme modales.

-Le he explicado que no he podido hacer mucho ante la situación expulsarla de mi clase era como mandar a la guerra a una universidad de estudiantes sin experiencia alguna contra hombres de negocios.

-Debió llamarme también a la reunión mi opinión importaba y mucho, mucho más que las de mis padres y la suya porque la afectada aquí soy yo.

-No se puede hacer nada ahora más que cumplir con lo establecido por un mes.

-¿Un mes? ¿Está de coña cierto?

-Si sigue con esa actitud serán dos meses.

-¡Mierda!

-Subiremos hasta el final del semestre.

Lo miré apretando los labios.

-¿Puedo ir por un vaso de agua?

Expulsó el aire que contenía.

-Tienes cinco minutos.

Salí en busca de un poco de aire, el ambiente en la oficina era tan tenso que se sentía si un extraño compartiera la misma habitación. Me senté en la barra de la cocina y la ama de llaves estaba limpiando.

-¿Se le ofrece algo señorita?

-Hola.... Estem...

-Laura, mi nombre es Laura.

-¿Podría servirme un poco de agua? Por favor, Laura.

-Enseguida.

Se giró en busca de un vaso y lo lleno de agua potable, me lo entregó con la sonrisa más dulce que pudiese encontrar en un ama de llaves.

-¿Usted tiene mucho tiempo aquí?

-Si. – respondió cortadamente.

-El profesor... estem.... ¿Siempre es así? – Sí aquello era demasiado personal.

-A veces tiene buenos momentos. – No se especificó.

-Ya.

-Si no lo tolera, ¿Por qué sigue teniendo clases con él?

-Lastimosamente no puedo cambiarlo porque nos da clase a más de treinta alumnos y el otro profesor que imparte la misma clase tiene el cupo lleno de estudiantes.

-Debería tratar de ser un poco menos temperamental con él.

-¿Disculpe? – La miré intrigada, apenas nos conocíamos y ella parecía saber más de mi persona que yo de ella.

-He notado que no se llevan bien por sus reacciones corporales y es algo normal a mí tampoco me caían bien los profesores de mi colegio, no llegué a ir a la universidad, pero creo que es algo similar, además el profesor no siempre es una persona controladora, tiene sus buenos momentos.

-Creo que difiero de su opinión.

-Es normal, apenas se están conociendo.

-Ya estamos casi a tres meses desde el nuevo inicio de semestre.

-Vaya han durado más de lo que pensaba.

-Ha sido una ardua batalla.

-Señorita Reynolds, ¿A terminado ya o pretende seguir conversando con mi ama de llaves? – El profesor se acercó a nosotras.

-Solo estaba agradeciéndole por ser tan amable y cordial, se necesitan más personas como ella.

-Empezando por usted.

-¿Pero que le pasa?

-Solo le resta una hora de trabajo y puede irse, yo también estoy ansioso que esto termine ya. – Dijo con una voz más fuerte y me señaló la entrada de la oficina.

-Si ambos estamos hartos ya, deberíamos acabar esto ya.

-Soy fiel a mi palabra.

-¡Que le den!

Me senté en mi lugar y me enfadé mucho más que cuando llegué. Omití su presencia en la misma habitación y me concentré todo lo que pude en los cuadernillos que me quedaban sobre hacer un análisis actual del mundo y su escasez de programas para salvar el agua y poder mantener a las empresas a raya con el cuidado del medio ambiente.

Un celular comenzó a sonar y fue el suyo.

-Diamond. – respondió. – Si podemos quedar esta noche.... No, no termino en media hora... si en el mismo bar.... O ¿Prefieres cenar?... está bien, paso por ti... si, nos vemos esta noche, adiós Coraline.

¿Después de esto se iría a ver con la señorita Bennett? Vaya, se supone que los colegas no deben mantener relaciones, la política de la universidad no lo permite por estándares éticos. Al parecer el profesor Diamond no conocía las reglas, pero yo sí y esto podría ser mi pase para librarme de esta tortura innecesaria.

Media hora después estaba aliviada de haber terminado con una cuarta parte de las labores que se me habían asignado, su alarma sonó y era la hora feliz, comencé a guardar mis cosas y a ordenar mi lugar de trabajo, por fin estaba siendo libre.

-He terminado, si no tiene problemas me marcho ya. – Caminé a la puerta.

-No he verificado sus avances.

-Lo puede hacer en el momento que quiera, mis horas extraordinarias han acabado. No tengo porque seguir aquí.

Abrí la puerta.

-Señorita Reynolds. – A regañadientes lo miré y cerré la puerta.

-¿Ahora qué? – Dije con fastidio.

-Si así le contesta a su profesor no me imagino a sus padres.

-Perdone. – Sonreí descaradamente. - ¿Se le ofrece algo?

-Mucho mejor, creo conveniente que debemos revisar sus actividades del día de hoy antes de que se vaya para no encontrar errores y si los hay, se deben corregir cuanto antes no puedo dejarla marchar así.

-¿Me está tomando el pelo? Pudo decirme esto una hora antes y así lo hubiésemos arreglado.

-Se lo estoy diciendo ahora.

-Me parece que cada vez encuentra nuevas maneras de joderme.

-¿Eso le parece? – Lo miré extrañada.

-¡Claro que sí! ¿Sabe qué? Me importa un carajo que usted lo quiera revisar ahora mismo, mis horas han terminado y me marcho a casa.

Salí de la oficina y abrí la puerta principal, me quedé de pie afuera de su casa.

Tomé el celular y comencé a llamar a mi hermano. No contestaba.

-¿Esta teniendo problemas?

-No, es solo qué...

-¿Desea que la lleve? Por lo menos a la parada más cercana, estamos en una parte algo alejada de la vida rutinaria.

-No, estoy bien, vendrán por mí.

-¿Esta segura? Porque a mi me pareció que no le contestaban.

-Son problemas de señal.

-Que raro, yo tengo una cobertura accesible.

Rodee los ojos. Llame esta vez a casa y Gail respondió.

-¡Gail! Gracias al cielo, estem... ¿Podrías decirle a David que pase por mí? Lo estoy esperando.

-Creo que lo vi en la sala, enseguida le aviso.

-Muchas gracias, una cosa más avísale que mantenga su celular cerca, por favor.

-Así será.

-Lo esperaré gracias.

-Podría haberla llevado, también voy de salida.

-Ya le he dicho que pueden pasar por mí, no tiene porque retrasarse. Si lo esta pensando, no tengo intención de entrar y robar algo.

-No lo había pensado, pero me quedaré por si las dudas.

Rodee los ojos una vez más de exasperación.

-Si sigue con esos gestos se puede quedar bizca algún día.

-Hay operaciones, gracias al avance de la tecnología.

-¿No ha pensado ser abogada mejor?

-¿Qué?

-Digo, porque no se le escapa ninguna, siempre tiene una respuesta.

-Son las ventajas de leer aprendes a no quedarte callada.

-Cierto lo olvidaba, usted mantiene ejemplos a seguir de libros sobrevalorados.

-Las lecturas románticas no están sobrevaloradas.

-Algunos géneros sí.

-Son libros y se aprende de ello, ningún libro es malo.

-Igual que las personas.

-Difiero de esa opinión.

-¿Por qué no todos hacen lo que usted quiere?

Esta por replicar cuando un auto aparcó al frente.

-Creo que es todo, nos vemos mañana. – él mencionó al mirar a mi hermano.

-Hasta mañana. – Dije en despido y me subí al auto.

David levantó la mano en forma de saludo y el profesor lo miró fijamente, como si lo desafiara a algo.

-¿No es algo intenso tu profesor?

-¿Algo? Eso es un adjetivo muy corto. – Tomamos las calles de Canadá.

-¿Cómo ha ido todo?

-De mierda.

-Eva eso no es el vocabulario que...

-He querido decir, malo, fue una tarde mala. – Dije mirando a través del cristal.

-¿Qué te parece si lo mejoramos? ¿Quieres ir por un helado? Yo invito.

-Me parece perfecto.

-¿Me recuerdas el camino a la heladería? Lo he olvidado.

Reí.

-Claro que sí. Te guiaré.

De vuelta en el auto con nuestros helados correspondientes nos pusimos en marcha a casa.

-¿Por qué no me respondías?

-Lo siento estaba haciendo mis deberes reales, no preste atención.

-No sabes el infierno que tuve que pasar. Casi voy a la parada mas cercana caminando.

-¿No podías llamar un taxi?

-No lo pensé en el momento, solo quería irme de ahí.

-¿Tan mala es la experiencia que tienes con tu profesor?

-Es un asno, con el perdón de la palabra. – Lo miré. – Pero es que a veces es tan... tan... egocéntrico que puedes hablar bien con él sin terminar en discusión.

-No creo que sea egocéntrico, sino más bien es casi del mismo carácter que tú.

-¿Me estas diciendo que nos parecemos?

-Solo estoy diciendo que son similares en el carácter y eso te cabrea.

-Me cabrea ahora mismo que estemos hablando de él cuando lo tengo que ver toda la semana en la universidad y ahora por las tardes.

-Haciendo memoria, creo que lo conozco, se me hace parecido a alguien que he conocido ya, pero no lo tengo muy claro.

-Pues ya te digo yo, que a ese ni lo has viso nunca, porque es un ogro que no sale de su cueva.

-No debes ser tan dura.

-Él que no debería ser tan pesado. 

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