Capítulo 50
James Diamond.
-¡Mierda!
El cuarto teléfono se estrelló en la pared de mi oficina. Hace dos días que solo había llegado a los Ángeles y la ultima vez que vi a Charlotte, fue en el colegio ignorándome por completo y mostrándome la tristeza en sus ojos. Me duele demasiado saber que no quiere nada de mi y mucho menos verme, no me contestaba las llamadas.
-Sr. ¿Sucede algo? Hemos escuchado un estruendo en la oficina y...
-Largo. – Una vez más la pobre de leticia sufría mi coraje.
Tenía ganas de matar a todo aquel que se cruzaba en mi camino, a todo aquel que me impidiera estar con la hermosa Charlotte.
-James debemos hablar – Damián entro en mi oficina. Los dos solos.
-No estoy para juegos Damián, si es por los contratos que debo firmar, ahí están sobre el escritorio, puedes largarte.
Metí las manos en mi bolsillo y miré a través del gran ventanal, la ciudad transitaba ante mis pies.
-¿Los has leído tan siquiera?
Al no escuchar mi respuesta continúo.
-James, lo de menos en este momento son los malditos contratos, ¿Me dirás que te tiene tan molesto estos días? Recuerda en la noche tienes la fiesta de gala de Nicolette, debes de estar ahí, la prensa ha sido confirmada.
-No iré y ya te dije mi acuerdo había sido que la prensa no publicara nada de esa noche, sino se puede cumplir, no iré, punto final. – Mi exasperación era mucha.
-James, madre tampoco te ha visto, recuerda que esta empresa es de todos, no solo puedes escaparte porque si, ¿Es por aquella niña verdad? Se te ha metido hasta los huevos.
-¡Cállate Damián! No la conoces. – Me dolía la barbilla de tanto apretarla.
-Te lo dije hermano, cuando llegué la indicada, vas a sufrir como el canijo que eres. Y aquí esta la prueba viviente, ¿La has cagado cierto?
-Lárgate, no quiero ver a nadie más.
-Lo tomaré como un sí. Recuerda, esta noche en la fiesta de Nicolette, tu solo debes de asistir. – Sin una respuesta se fue dejándome solo. Hundiéndome en mi mierda.
Del pequeño bar en mi oficina una nueva botella de wiski fue abierta. Nada me importaba más en estos momentos que la pequeña Charlotte, mi pequeña Charlotte.
-Leticia, cancela cualquier junta en todo el día y avísale a Brant que lo veré en mi departamento. También hazme llegar un nuevo celular. – Pulse el interfono y como buena secretaria se puso manos a la obra.
El pequeño Audi R8 rugía ante el pavimento, me asqueaba con el solo hecho de quedarme en esa oficina y recordar los pequeños ojos llorosos de Charlotte, nunca antes me había importado ver a una mujer llorar, pero con ella todo era distinto, ella me atraía y me hacia parecer expuesto ante su mirada, me perdía en ella como nunca antes lo había experimentado, con solo tocarla me podía correr en ella, Charlotte era mi amuleto.
Una nueva botella de Jack Daniels estaba siendo abierta para ahogarme en ella, los recuerdos se nublaban con alcohol, lo que menos necesitaba era recordar su piel debajo de la mía, sus labios pronunciando sus gemidos, sus ojos volviéndose nublosos, no, no debía matarme de esa manera. Unos minutos después la puerta del departamento timbró.
Al abrirla un corpulento Brant se presentó. Lo deje pasar, nos sentamos en el sofá y le expliqué que me interesaba de él, cuál sería su próximo trabajo, como buen hombre de confianza solo asintió y escuchó todo lo que le pedí, minutos mas tarde se retiró asegurándome que cualquier información la tendría al instante.
En ese gran departamento el silencio me recordaba que había sido un completo imbécil por haber arruinado la relación que manteníamos ambos, fuese lo que fuese, ella era mejor de lo que merecía, era mucho mejor que yo.
"Déjala en paz, no la atormentes, ella estará mejor sin ti."
Mi cerebro en ocasiones podía ser muy cruel con la verdad, pero me negaba a dejarla sola, a separarme de ella, las noches anteriores no había podido dormir ningún momento, sé que le había mentido sobre mi verdadera vida, pero me negaba a perderla. Me negaba a dejarla ir.
En mi auto íbamos camino a la fiesta, Nicolette y yo, juntos solos, terminé aceptando únicamente porque Damián me había confirmado que ninguna de las fotos saldría a la luz y que estaban contratados únicamente para que Nicolette no sospechara nada, todo se haría como ella quería, posar en una alfombra antes de entrar en el club para su cumpleaños, cariñosos, como si las malditas suposiciones fueran ciertas, como si fuéramos la pareja del momento.
Al vernos llegar Damián y Alice se nos acercaron, ambos felicitaron a la cumpleañera, Damián me saludo como costumbre, pero él conocía que no estaba a gusto ahí, que todo me parecía asqueroso y Alice concordaba conmigo, ella tampoco estaba cómoda.
-No tienes porque hacerlo James, eres el dueño de la empresa, no necesitas hacerlo. – Me susurró al oído.
-Gracias Alice, no sé que ha hecho el testarudo de mi hermano para merecerte, mereces algo mejor.
-Creo que es tarde. – Me guiño un ojo y se encaminó con Damián a la alfombra violeta.
Como si se tratase de una bienvenida de los Oscar, un montón de fotógrafos y personas que pedían entrevistas estaban situadas detrás de una cinta, queriendo captar el mejor momento de Campbell y Acker la pareja del instante. Reímos, nos tomamos de la mano y uno que otro coqueteo se hizo presente, era la peor tortura de todos, la peor de las traiciones que uno se podría hacer a sí mismo. Al terminar de caminar por esa gran alfombra que nunca le encontraba final me volví el tipo de siempre o por lo menos el que era desde hace dos días. Tomé mi distancia ante Nicolette y corrí a la barra de bebidas, era lo único que me mantenía en pie, lo que en verdad no me hacia cometer alguna estupidez. El bar estaba todo lleno, personas que conocía y personas que no, no hice el intento por saludar a nadie, no estaba de ánimos y me carcomía por dentro saber donde estaba mi pequeña Charlotte, verla, escucharla de nuevo.
-¿Sabes? Yo también quiero romperle la cabeza a Damián a veces. – Alice se sentó a mi lado.
En la barra solo estábamos las dos almas en penas de esa noche.
-Pero te quedarías sola, sin tener a quien te complementa y el padre de tus hijos.
-No sé qué es lo que tienes con aquella bella dama, pero es verdad que te ha dado en las bolas muy fuerte. – Un vaso de agua con hielo le sirvió el barman.
-¿No bebes? – La miré extrañado.
Me mostró su vientre abultado.
-Al parecer tu hermano, le ha dado al blanco.
-¡Cielo Alice! Enhorabuena por ambos. ¿Ya lo sabe ese cabeza dura?
-Aun no se ha percatado, quiero que sea especial como la primera vez.
-En verdad que es un puto cabrón con suerte.
-Igual que tu James, solo que no lo notas. – Me apretó el brazo. – Ve detrás de ella, no te des por vencido es una buena joven, se nota, y aunque estoy segura que tú eres el peor de los hijos de puta, te aseguro que ella vale la pena.
-La he cagado Alice.
-Todos lo hacemos una vez, no permitas que ocurra de nuevo y mucho menos con alguien que no vale la pena. – Miramos a Nicolette que a decir verdad era una modelo muy superficial su inteligencia no alcanzaba ni siquiera el 1% de mi bella Charlotte.
-No me contesta por dos días el celular, he roto mas de cuatro Alice.
-Que el quinto sea el bueno, no desperdicies las oportunidades que tienes. Te lo digo como mujer, como cuñada y como amiga, ella sí vale la pena.
Ambos nos miramos y la comprensión en sus ojos se hizo notar.
-Señor. – Brant intervino.
-Los dejo a solas mi esposo me espera. – Alice se retiró no sin antes brindarme una sonrisa cálida.
-¿Si? – Me fije de nuevo en mi bebida.
-Tenemos noticias. – Me mostró su celular.
Una fotografía de mi adorada Charlotte se encontraba ante mis ojos, una en donde no era ella misma, era otra Charlotte, y yo sabía perfectamente porque, al lado de ella se encontraba Julián, el chico que siempre impedí que estuviera con ella, al que siempre le odiaba verlo con ella. Era la oportunidad del hijo de puta, el maldito hijo de puta la tenía únicamente para él.
-Envíamelo todo a mi correo, lo checaré en casa.
Rápidamente salí de aquel lugar para llegar a mi pequeño refugio, las llantas rechinaron al aparcar enfrente de mi edificio, le aventé unos cuantos dólares al tipo de seguridad para que se encargara de mi auto, corrí al ascensor y el escozor en mi garganta molestaba.
Me deshice del saco, corbata y los zapatos con los calcetines, el pitido de la computadora me avisó que Brant había hecho su trabajo, antes de mirar lo que sabía que me haría daño me serví una nueva copa de alcohol, durante dos días lo único que tenia mi estomago eran las bebidas, no había provocado bocado alguno. Destapé dos botellas mas de Bardaux, un tequila añejo, sabor fuerte, pero hecho para los momentos más difíciles de mi vida. Sin ni siquiera servírmelo en un vaso, bebí un sorbo directamente de la botella. Estaba listo para lo que fuese que me enviaran.
Varias fotos de Charlotte estando al lado del estúpido de Julián se encontraban en mi vista, cada foto era tomada desde un ángulo diferente, ella se notaba feliz, estaban abrazados en cada imagen, bailaban juntos, pegados cuerpo con cuerpo, ella se veía muy hermosa ante los reflectores del bar. Sus amigos también la acompañaban, pero ella al parecer se notaba muy entretenida con Julián, que ambos sentían disfrutar el momento.
Una nueva imagen había llegado y era la peor de todas, mis nudillos se volvieron blancos al apretujarlos tanto en mis propios puños. Charlotte y Julián se estaban besando, él con las manos en su estrecha cintura y ella tomándolo del cabello, era un beso profundo, un beso de deseo, un beso que calificaba que ella ya se había olvidado de lo nuestro. Mi instinto fue arrojar la primera botella que visualicé contra la pared.
-¡No, no, no! – Grité, mientras vi caer el cristal y el liquido contra el piso.
Estaba enojado conmigo mismo. Estaba enojado con todo el mundo, estaba decepcionado de Charlotte, no sabía que ella fuera capaz de traicionar todo lo que teníamos. Algo dentro de mí se rompió, sentí las lágrimas recorrer mis mejillas. Me tiré al suelo, me abracé las rodillas y lloré como un niño pequeño.
Me lo merecía sí, había sido un maldito hijo de puta con todas las mujeres que se cruzaban en mi camino, nunca me importó sus sentimientos, pero con Charlotte todo era diferente, con Charlotte sentía la necesidad de estar con ella, protegerla, amarla, despertarme con ella todos los días. Estaba enamorado de Charlotte.
En el suelo, tirado como niño pequeño llorando, porque uno de sus juguetes favoritos perdió, me veía. Las lágrimas brotaban sin poder detenerlas. Había perdido todo lo que amé en algún momento.
Charlotte Reynolds.
8:25 Pm. El avión por fin había aterrizado. Todos los pasajeros se preparaban para descender una vez que la azafata y el piloto lo autorizaran. El señor de mi lado no se había movido en ningún momento, plácidamente leía su periódico como si este fuera una parada mas del avión para descansar.
Me dispuse a seguir a la multitud para poder llegar rápido a brazos de mi hermano.
-Señorita. – Me interceptó con el brazo sin dejar levantarme.
-¿Disculpe? – Lo mire confundida, no lo conocía de absolutamente nada.
-Descenderemos cuando el avión este vacío, un auto nos esperará en las escaleras.
No entendía nada.
-Soy parte del equipo de seguridad del palacio. – Me mostró el dije que se les asignaba a todos los que trabajaban para la reina.
Mi boca se abrí en una perfecta O, sin saber que más decir, al parecer lo que yo creía que era una persona normal, resultaba ser mi guardia de seguridad.
-Soy Charlo... Eva Reynolds. – Pronuncié para romper el hielo. – Aunque es claro que ya lo sabe.
Sonrió, muy pocos lo hacían.
-Jason Paul. – Me tendió la mano. Estrechamos. – A sus ordenes alteza. – Pronunció lo último en un susurro.
El avión se encontraba casi vacío. Pero dos hombres que se encontraban a nuestros lados, tampoco se habían movido desde que llegamos.
-El avión se moverá a una parte mas privada para descender, el piloto se pondrá manos a la obra.
La azafata llegó y solo se dirigió a Jason, al parecer esto estaba bien organizado para que nadie supiera que la princesa de Italia había llegado. Como lo había dicho la azafata, el avión se puso en marcha unos minutos después. Al ver que nos deteníamos de nuevo, como si fuesen ordenados, tanto los pilotos como las auxiliares de viaje, se encaminaron a la puerta de salida, sin mirar a nadie mas que el pasillo, se colocaron en fila por rango de cargos y no pronunciaron palabra alguna.
-¿Está lista alteza? – Jason se puso de pie. - ¿Qué le parece si los lleva puesto? – Me extendió unas gafas oscuras. – Solo es opcional.
Las tome entre los dedos y me las coloqué, sabía que necesitábamos ser los más discretos posibles por si algo salía mal, un error me costaría estar en casa. En ese punto caí en cuenta que los dos hombres que también se habían quedado eran parte del equipo de seguridad, ya que Jason cortamente habló con ellos y ellos dijeron algo a sus aparatos. Claro que la princesa no podría tener un viaje tan normal.
Enfilados por uno de los hombres, Jason, yo y el ultimo guardia, llegamos a la puerta de salida del avión, como era de esperarse el primero revisó si algo estaba fuera de lo planeado o algún movimiento se encontraba sospechoso.
-Gracias por todo. – Articulé a cada persona que había hecho muy reconfortante mi viaje.
Las primeras dos auxiliares de vuelo, solo me estrecharon la mano y sonrieron, sin olvidar sus reverencias, me sentía tan incomoda y las pobres tan nerviosas que con un asentimiento de cabeza fue su forma de mostrarse amigables.
La azafata principal como buen ejemplar, me estrecho la mano e hizo una perfecta reverencia, su sonrisa era contagiosa.
-Ha sido un buen vuelo caballeros, gracias por todo. – Ambos pilotos me estrecharon la mano y con asentimientos de cabeza hicieron su reverencia. Era tan incomodo el momento, pero esto era mi vida ahora en adelante.
-Alteza, ya podemos bajar.
Jason y su equipo de seguridad me escoltaron hasta bajar las escaleras de avión y abordar el auto que estaba estacionado enfrente. Dos autos mas los acompañaban, uno enfrente y otro por detrás. Al subirme en la parte trasera del Ranger Rover, Jason ocupo la parte delantera con el chofer, los otros dos guardias cada uno en coches diferentes ocuparon. Como si se tratase de una operación imposible salimos del aeropuerto con mucha cautela, por alguna razón varias personas miraban fijamente las camionetas para conseguir un poco de información.
Al incorporarnos por las avenidas principales de Florencia, la multitud turística se acumulaba en las orillas para mirar mas a fondo en las camionetas, era obvio que ver un vehículo real en marcha daba muchas expectativas.
-Alteza, creo que es mejor, que se esconda detrás de los asientos, en esta parte la ciudadanía y los reporteros quieren la mejor fotografía.
Sabia que, por alguna razón, debía evitar mirar a través del cristal polarizado de mi ventana y el cristal de enfrente, ver las camionetas reales siempre levantaban sospechas y era foco de atención.
El chófer tomo una ruta alterna con menos multitud y una rejilla enorme de acero inoxidable con guardias en vigilancia nos hicieron adentrarnos por la parte trasera del palacio. Los jardines se veían mas espectaculares que nunca. El lago, las estatuas, nuestro huerto, las orquídeas flores favoritas de la reina. El aroma que transitaba en el gran espacio me recordaba muchísimo lo que tanto anhelaba.
-Alteza, la esperan en el salón principal, ¿Necesita ayuda para llegar? – Pronunció Jason al abrirme la puerta de la camioneta.
-Se llegar, gracias. – Sonreí. – Por cierto. – Le tendí las gafas. – Gracias, han sido de mucha ayuda.
Con un asentimiento de cabeza, me dejo marchar a lo que era la sala principal. Para recordar exactamente cada tipo de sala en este palacio parecía ser un reto difícil y mas entrar por la puerta de atrás, sabiendo como era, es posible que a la primera me perdiera y terminara entrando a un baño.
Al entrar por aquella puerta un largo pasillo se extendió ante mis ojos y un montón de empleados saliendo y entrando de puertas diferentes. Nadie notaba mi presencia puesto que se encontraban apurados, como si el fin del mundo estuviera por llegar. Un momento de pánico se apoderó de mí.
Un hombre de talvez sesenta y tantos, casi calvo y alto corría a mi encuentro o eso me parecía ver. Lo veía correr tan rápido que el aire le faltaba con cada avance.
-¡Alteza! – Pronunció como si fuera su salvación. Hizo la reverencia. – Soy uno de los mayordomos oficiales. La reina y su alteza el príncipe David, la esperan en la sala principal. Acompáñeme por favor.
Caminé detrás de él, aun debía de aprenderme como funcionaba todo aquí, y el uso exacto de cada habitación, pasábamos, puertas, tras puertas y mas puertas que pensé que el también se había perdido, durante nuestro trayecto las personas que me veían pasar o mas bien dicho todas las personas me tendían una reverencia, si no era molesto para ellos, comenzaba a ser molesto para mí. Más y más pasillos recorrimos, que los pies comenzaban a dolerme, comenzaba a odiar que el palacio fuera tan grande.
Al detenernos enfrente de una puerta doble de roble mas alta que yo, unas escoltas que estaban afueras de ellas la abrieron para nosotros y el mayordomo, entro anunciando mi llegada.
-Majestad. Su alteza real la princesa Eva.
Mi abuela y mi hermano se pusieron de pie al verme entrar a la sala. Era una sala enorme, con tonalidades blancas y doradas, los muebles estaban adornado de flores y en color crema, ningún espacio quedaba vacío, todo estaba perfectamente acomodado y muy limpio. Antes de dar pasos hacia mi hermano, mi reverencia a la reina no podía faltar.
-Adelante cariño. Estas en tu casa. – Mi abuela me abrió los brazos para recibirme en un cálido abrazo.
Sin negarme la abrace y únicamente quedábamos los tres en la habitación. Como si nunca hubiera visto a mi hermano, abrazarlo fue mi sanación. Lo abracé tan fuerte que sentí mis brazos romperse, él me recordaba mi casa
-Me alegra tanto que hayas llegado. – Me besó la coronilla. - ¿Ha estado bien el vuelo?
-Si he pasado todo un día en el avión literal. Además, los guardias me acompañaron.
-¿Tienes hambre?
-Mucha.
-Bien, pasemos al comedor. – La abuela como reina a veces podía ser insensible.
Recorrimos el pasillo hasta llegar a unas puertas más y encontrar el inmenso comedor, aunque en realidad este era el familiar y el de banquetes de estado era otro. La abuela se sentó en la cabecera mi hermano del lado derecho y yo del lado izquierdo.
Como era de esperarse los trabajadores del lugar rápidamente posicionaron los platos de comida y sirvieron las bebidas, todo era de cristal y porcelana puro, cada plato, cada copa, cada cubierto, estaba pulcramente bien limpio y acomodado, por un momento me tomé la molestia de mirar toda la mesa y fijarme que las otras personas ya estaban comiendo menos yo. Me sentía rara, en casa solo éramos formales cuando una cena de negocios se celebraba o familias llegaban a casa.
-¿Qué te parece si hoy te instalas en tu nueva habitación? Puede que mañana comencemos con tu entrenamiento real y la ropa, pasado se hará publica la noticia de que has llegado a casa.
Mire sorprendida a la abuela, hace minutos que había llegado, ya estábamos cenando y hasta ordenes recibía.
-Traje bastante ropa, me comportaré no hay necesidad de entrenamiento y lo de la noticia, ¿Podemos alargarlo un poco?
-Eva, esto es Italia y no podemos aplazar demasiado la noticia, a veces alguien del palacio puede abrir la boca, además los de relaciones ya comienzan a invitar a la prensa. Necesitaras más ropa cielo, deberías saber ya que aquí es todo diferente.
La abuela terminó su primer plato y los demás fueron retirados, apenas y unos bocados le había dado a la crema. El plato principal no tardó y me enfoqué más en las verduras, la carne estaba a medio cocer y no se me apetecía.
-¿Qué te parece si te ayudo en el trayecto? – David intervino en lo que parecía tornarse oscuro. – Puedo aprender igual.
-Pero ¿Tú no deberías estar en Mónaco?
-He pedido tiempo para pasarlo con mi hermana, así ambos volvemos a conectar, te puedo enseñar lo que sé, ¿Qué dices?
-Me gusta la idea, ¿Abuela?
Nos miró a ambos, introdujo un trozo de carne en su boca y pensó su respuesta.
-La única condición es que debes de estar dos días después para el anuncio oficial.
-Hecho. – Sonreímos ambos con complicidad.
Sabía que este sería un reto grande y aun así lo lograría. No dejaría mal la imagen de mis padres y por supuesto que estaba decidida a enfrentar mi propio futuro.
La cena fue bien después de decidir mis próximos días, la abuela quiso conocer más de Canadá y yo animosamente le conté lo maravilloso que había sido mi vida ahí, los amigos que había conseguido y el ambiente de la gente. Mi hermano sonreía con cada recuerdo, pues el también estuvo ahí y sabía que no mentía.
Mi habitación era hermosa, estaba en la segunda planta del palacio con ventanales relucientes hacia el jardín, el atardecer se podía contemplar y el florecer de las plantas le daba un aire romántico. La habitación era mucho mas de lo que podía esperar. Prácticamente era un departamento dentro del palacio, contaba con mi propio baño, armario enorme y una sala de estar para tomarme el desayuno por las mañanas. Carla volvía a encargarse de mí como si fuera mi sombra, ella seria la que ayudaría en el palacio, como mi servidumbre personal. El resto del personal me sería notificado en la mañana y algo de eso me ponía nerviosa.
-¿Te ha encatado? – David se poso a mi lado.
-¿Pero que dices? Es mucho mas de lo que esperaba. Me encanta que todo sea en tonos pastel y marfil, el tapizado de flores ha quedado fenomenal y esta alfombra me roba los suspiros. – Me tumbe en la alfombra afelpada color rosa.
-La mayoría de los diseños los he escogido yo, al mirar tus gustos en Canadá me di cuenta de que eres de tonos neutros y pasteles, quise representar lo mismo aquí, para que te sientas en casa.
-David, me sentiré en casa donde me quieran, tu sabes que mi corazón siempre se va por lo más acogedor. – Me senté cruzada de piernas.
-¿Entonces me contarás por qué escapaste? – Se sentó a mi lado.
-No me escapé, hice lo correcto, mostrarle a Italia que tiene una princesa.
-No, eso no es, ¿Vas a confiar en mí?
Me levanté, cerré la puerta con seguro y regresé a mi posición inicial.
-Me he involucrado con alguien que no debía, terminó mal y justamente esto necesitaba mi presencia.
-Hay algo que no me estas contando y esta bien, si no me lo quieres contar vale. Lo entiendo.
Se puso de pie para marcharse. Lo detuve del brazo.
-No, David, no te vayas por favor. – Los ojos comenzaban a nublarse. – Aun me duele recordarlo y lo que menos quiero es pensar en él.
De un salto me encaminé a la cama y me hice un ovillo.
-Eva, cielo, estoy para ayudarte, eres mi hermana y como te dije antes, lo que te duele me duele pequeña Catarina.
-David, es que no es tan simple contarlo, en algún punto siento que mis esperanzas de amor se rompieron, se volvieron nulas. Me siento estúpida al creer que teníamos algo.
No soporté más y me solté a llorar.
-No, no Eva, tu no eres ninguna estúpida, él es quien no supo valorarte.
Sorbí por la nariz. Estaba decidida a contárselo fuese, cual fuese mi castigo final.
-¿Recuerdas cuando fuiste a Canadá y yo estaba de castigos en el colegio? – Él asintió con la cabeza. – Mi profesor en ese entonces y yo nos llevamos muy mal, algo de él me molestaba y al parecer mi presencia solo lo frustraba, pero después de pasar más tiempos juntos nos dimos cuenta de que no éramos tan incompatibles como lo creíamos.
>> Nos conocimos de poco a poco, no como una relación convencional, él seguía siendo mi profesor de instituto y yo una simple alumna. Nuestros encuentros eran a espaldas de papás, me sentía mal mintiéndoles, pero me gustaba estar con él. Un tiempo más tarde hicimos un trato, ambos nos atraíamos y decidimos que lo que pasara fuera del instituto solo debía de quedar para nosotros, nadie mas se podía enterar, no podía saberlo ni siquiera mis amigos. Dentro del trato se veía involucrado que lo que hiciera cada uno por aparte no le importaba al otro, si el se veía con otra tipa era su problema y si yo hacía lo mismo era mi problema.
>> Estábamos bien así, a ambos nos gustaba el ritmo en que todo estaba sucediendo, pero después cambio algo, y sabía que a mi me molestaba que el se viera con otras mujeres y por algo a él igual le enojaba que yo me viera con Julián. Entonces decidimos modificar el trato "nada de compartir" así lo llamo él. – Simulé unas comillas con los dedos. – Ambos acordamos que estaba bien el ser uno mismo y comenzamos a frecuentarnos un poco más, él aún tenía contacto con papá, pero no le dijo nada de nuestra relación. Mamá también le comenzaba a encontrar cariño.
Mis lagrimas recorrían mi rostro con cada palabra que salía de mis labios y recordando los buenos momentos que me atormentaban.
>>Cual fuese la relación que tuviéramos estaba bien, ambos nos veíamos mas a menudo y salíamos juntos de viaje, aunque fuera a las afueras de la ciudad, conocía de poco a poco lo que creía que era él. Hasta que un día salí de fiesta con Susana y Sebastián; me pasé de copas y no sé como terminé en su departamento, apenas abrí la puerta...
No pude continuar, las lagrimas surgieron por montón, la peor de las traiciones las había experimentado y lo peor era de lo que pasaba mas adelante.
-Eva, mi pequeña, ya no sigas más, lo siento por presionarte, lo siento tanto. – David me abrazó.
-No, déjame terminar solo falta el final. – Me armé de valor y estaba dispuesta a contar todo. – Al abrir la puerta, él estaba con una modelo en su departamento besándose, él con el torso desnudo y ella desnuda, él no la rechazó y ambos se disfrutaba. – La imagen se recreo en mi cabeza. – Salí corriendo de aquel lugar y lo evité por los días siguientes. Él me enviaba mensaje de que debíamos de arreglar lo que había visto, que las cosas no eran así, que lo dejara explicarse y nunca le hice caso. Dos días después me entero de que él es un multimillonario que lleva una doble vida, David, el muy hijo de puta tenia dos mujeres a la vez. James Diamond era un puto empresario internacional que todos lo conocían y mientras yo lloraba porque me había enamorado de nosotros, él estaba de fiesta con su novia y prometida Nicolette Cambpell. ¡Estaba enamorada!
Maldecí una vez más esas palabras, yo en realidad si lo quería, pero él solo quería pasar el rato. David me abrazó tan fuerte que me desvanecí ante sus brazos, lloré como nunca, todas las lagrimas que había renegado, ahí estaban de nuevo.
-Lo siento tanto Catarina, lo siento tanto, me imagino tu dolor y no poder contárselo a alguien en ese momento, lo sé. Gracias por contarme todo pequeña, gracias por desahogarte conmigo.
-¿Ya sabes porque no podía decirte nada? Todos creerían que me enamoré como una ingenua sabiendo que el solo quería un juguete y yo era la primera que callo.
-No Eva, tu eres mas que un juguete, tú ni siquiera eres un juguete, tú eres lo mejor que le puede pasar a un hombre.
Lloré, lloré, como nunca lo había hecho, me sentía tan rota por dentro, tan miserable, por no ser lo que Julián pudiera necesitar, pero si para caer ante los encantos de mi estúpido profesor.
David se quedo conmigo abrazándome, hasta que Morfeo llego para sumirme en un sueño tan profundo sin pensar en nadie más. Era la primera vez que no soñaría con alguien, solo yo y me mente vacía.
Los dos días que tenia para prepararme antes del anuncio oficial, pasaron volando, ni quiera asimilé todo tan rápido. Como mi hermano lo prometió, él se quedo conmigo día y noche, desayunábamos, comíamos, cenábamos y almorzábamos juntos, nunca se separó de mi lado y en me ayudo demasiado comprendiendo algunas cosas que no sabía porque funcionaban de esa manera en el palacio.
Por ejemplo, el orden en la mesa si los primos y tíos llegaban a comer con la abuela, así mismo el orden para las fotos que serían de ahora en adelante tomadas en familia. La vestimenta para casa acto que se haga en el palacio, la forma en cada cosa que haga debo de cambiarme el atuendo, las normas al saludar al personal, como dirigirme a los de un titulo real, entre muchas cosas más.
Por otro lado, David junto con el nuevo personal que se encargaría de mi nueva vestimenta, maquillaje, peinado, giras, documentos oficiales y representaciones me ayudaron a sobrellevar todo de manera delicada, cada uno me preguntaba cual seria nuestra forma de trabajar y como me harina sentir cómoda sin que las cosas llegaran a explotar. Era muy difícil recordar el nombre de cada asistente ahí parado en mi habitación cuando el mayordomo hizo las presentaciones, pero David me había calmado al decirme que todo podía fluir con calma, no era necesario memorizarlo a la primera. También David, me ayudó con su opinión en la nueva remodelación de mi closet, aconsejándome que de ahora en adelante me debería acostumbrar a usar mas vestidos que pantalones y un poco mas tapados.
La abuela me había sorprendido dándome acceso a su propia joyería si es que algún día lo llegase a necesitar, justificándose que yo era la única mujer de la casa real que después de ella estaría en su representación. Estar con un montón de gente en mi habitación me parecía ofuscado, pues todos me llamaban Eva y yo apenas era consciente de que ese era mi nombre a partir de ahora aquí.
En el segundo día al querer hacer las tomas para mis nuevos retratos reales que serían posteados un día después de ser tomados, junto con el anuncio oficial. Me resultaba abrumador, me citaron en los jardines, un salón exclusivamente para las fotos dentro del palacio y el salón de los retratos, ya que cada locación, estaba atascado de luces y cámaras fotográficas, apenas y se podía caminar por el lugar, ya que el cable se esparcía por todos los sentidos.
Mi hermano trató de consolarme diciendo que eso era poco a cuando a él y a su novia los citaron para comenzar con las fotos que serían lanzadas días antes de su boda para poner mas entusiasta al pueblo. Solo de saber que mi vida ya no sería privada era algo que me aprisionaba el pecho.
Las horas solamente comenzaban a correr, faltaba cada vez menos en hacer oficial mi nuevo hogar y dejar que todos pusieran los ojos en mí. Mis nervios estaban de punta y a pesar de que no era necesario que diera una rueda de prensa o presentarme ante camarógrafos, reporteros, me sentía muy incómoda. Tres fotos iban a ser publicadas para el mundo avisando que la princesa de Italia había vuelto para quedarse en casa.
La primera fotografía, se había tomado en el jardín, tenía el cabello suelto y ondulado solo las puntas, vestía pantalones de algodón color beige, una blusa blanca, tenis del mismo color y pulseras bañadas en oro, apenas notadas. Sentada con los perros raza Gorgi de la abuela a un lado y sonreía ante la cámara como si mi vida no fuera una tragedia. La verdad que ese día mi hermano me había ayudado a conseguir la sonrisa mas radiante de todas, pues sus muecas siempre me animaban el alma.
La segunda fotografía tenia como fondo un salón común del palacio, en el fondo de mi retrato se observaba la alfombra roja con adornos en las esquinas, y sillones a juego con una chimenea al lado. Me encontraba de pie, recargada en uno de los reposabrazos de un sillón individual. El atuendo había sido cambiado un vestido rosa pastel era el que llamaba la atención esta vez. Los hombros lo tenia al descubierto, la melena suelta, pero con un poco de volumen, los aretes, collares y zapatillas eran esta vez mi complemento.
Para la ultima foto que se dio lugar en el salón de los retratos de mis antecedentes pintados, una tiara y el cabello recogido llamaban la atención, la banda y la orden del nacimiento se unían para simbolizar que estaba en casa. El vestido esta vez había sido cambiado, con las zapatillas, aretes y collar. Un vestido color azul celeste con un corte V en el pecho que se perdía entre flores fueron la cereza del pastel, era largo, así que no entendía porque la necesidad de cambiar los zapatos de tacón si no se notaba. Un poco de maquillaje extra hizo falta para que la abuela diera el visto bueno de una digna princesa. Con las manos entrelazadas al frente y una enorme sonrisa en la cara, la cámara hizo su magia.
El día por fin había llegado y en la mañana, mi hermano, la abuela y yo nos reunimos en la sala de entrenamiento o donde se podía ver únicamente la televisión como mi hermano me había mencionado anteriormente. En el enorme sillón, mi hermano me tomaba la mano izquierda dándome pequeños apretones para calmar los nervios, mi abuela apenas y nos veía pues estaba centrada en lo que pasaría.
El noticiero más visto de todo Italia estaba dando comienzo y el reportero comenzó dando los buenos días, para después continuar diciendo que la familia real había lanzado un comunicado las primeras horas de la madrugada en su pagina oficial, anunciando las mejores noticias. Mostraron ante la pantalla, las tres fotografías que habían sido aprobadas por la reina pasaban una por una, sin dejar de mencionar la evolución de la princesa, y el gran parecido a la abuela. Halagaban cada foto, que me sonrojé en la comodidad del palacio, porque tal vez no sería la primera vez que vería mis fotos ahí. Después procedieron a leer el comunicado oficial que igual se había posteado en nombre de la reina. Fueron las últimas palabras en el comunicado que me dejaron la piel chinita. Los aplausos en la sala se hicieron presentes y mi sorpresa no se desvanecía.
¡LA PRINCESA HA VUELTO A CASA!
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