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Capítulo 49

Con mi habitual pijama baje al encuentro con mis padres, ambos sentados en el comedor, tomando su desayuno.

-Cielo, ¿Aún no estás cambiada? Ya es tardísimo.

Papá miro su reloj. Y frunció el entrecejo.

-No iré por hoy. – Articule con tranquilidad. – Tengo una decisión que contarles.

Rechacé el desayuno que Gail traía para mí y le pedí que lo cambiara por un vaso de leche tibia y galletas de azúcar. Amablemente, acató la orden.

-¿Podrías decirnos que te esta perturbando todos estos días? Te hemos notado extraña y tú madre no ha querido hacer comentarios para darte tu espacio. Pero creo que ya es suficiente.

-Acepto la propuesta de la abuela. Me iré a Italia. – Lo solté sin más.

El silencio inundó la habitación recordándome que mis padres podrían oponerse a mi decisión.

-¿Estas segura? Porque ahora todos los ojos estarán en ti.

-Si papá lo pensé y creo que es lo mejor, además lo platiqué con David y llegue a un acuerdo de que no puedo esconderme de mis responsabilidades, que soy una princesa y debo aceptarlo. – La realidad era que trataba de ocultarme.

-Bien, me pondré en contacto con la abuela para tu viaje, y le pediré a un amigo que nos preste su avión de nuevo para que viajes sin problemas.

-¿Puedo preguntar quien es tu amigo? – Lo miré confusa.

-Bueno, ya no hay problema en que lo sepas. Es tu profesor, el señor Diamond.

Mis días no podían ir peor. Diamond siempre iba a estar involucrado con mi familia.

-¿Desde cuando lo sabes? – Papá y mamá se miraron confusos.

-¿Qué? Antes de la gala benéfica, ¿A que viene tu pregunta?

-Pensé que era un simple profesor de instituto.

-Pues, lo es, solo que aparte tiene una empresa que se especializa en tecnología y ve por la hambruna en el mundo, sus visiones son muy buenas a corto y largo plazo.

-Ya. – Me sentía asqueada - ¿Por qué no me lo habían dicho?

-Pensamos que, si te impartía clases, era mejor que no lo supieras y pensaras que tu estado académico dependiera de los negocios entre empresas.

-¿De él es el avión privado que nos llevo hasta España?

-Si, se enteró que haríamos un viaje largo y que necesitaríamos mucha discreción, así que se ofreció en prestárnoslo.

-No lo quiero. – Era una confesión para mis adentros.

-¿Qué? Cariño, estás extraña, ¿Dije algo malo?

-No papá, no quiero su avión y mucho menos tener alguna relación con él. Mi hermano y yo ya habíamos hablado del tema. – Era mentira, pero tenía que librarme de mi padre. – tomaré un vuelo comercial, hasta llegar a Italia, en Italia, alguno de los choferes puede pasar por mí en la parte trasera del aeropuerto y así llegare bien al palacio. Por el momento no se harán declaraciones a las sospechas y todo llevará su curso normal, hasta que me adapte se hará el anuncio oficial.

-Cariño, ¿Quieres que te acompañemos? – Mamá me tomo la mano.

-No mamá, estoy bien. Puedo manejarlo, maneje cosas peores antes, esto lo haré muy bien ya verás. – Le sonreí cálidamente.

-¿Tienes planeado tu fecha de partida?

-Hoy en la noche, aun no he comprado los boletos, pero cualquier asiento estará bien, contando las horas de vuelo y la zona horaria de Italia, estoy segura de que al medio día llego o en la tarde, mientras ustedes paneas se levantan.

-¿Por qué no lo has dicho antes? Es muy poco tiempo para que prepares tus cosas y enviemos la documentación correspondiente. ¿Qué pasará con el instituto?

-Creo que será una buena idea terminarlo a la antigua, con clases en el palacio.

-¿Estas segura? A ti te agrada hacer amigos, si es por la presión de la abuela puedes terminar los estudios en Londres y así aseguramos que cuando los termines estarás en el palacio por el tiempo que decidas.

-Haré amigos con los empleados, estoy bien papá, me las apañaré yo sola.

-Cielo, aún no me la creo viniendo de ti, me parece muy precipitado todo.

-No te preocupes, lo haré bien y te juro que tendrás noticias de mí todos los días. ¡hasta te vas a aburrir!

-Nunca cielo, nunca me aburriré de mi familia.

-Entonces manos a la obra, porque solo me quedan horas en este país.

-Cancelaré mi agenda para quedarme en casa. – Papá levanto su teléfono.

-Avisaré que no visitaré las fundaciones hoy. – Mamá hizo lo mismo.

-¿Qué? ¡No! Por favor no lo hagan, vayan al trabajo, así me ayudaran a no sentir como si esto fuera una despedida, tomémoslo como unas pequeñas vacaciones, anden hagan sus cosas, yo me quedaré en casa haciendo las maletas y a la hora de la comida nos reuniremos.

-Bien, pero me encargaré de tus boletos. Cualquier cosa te llamaré.

-Está bien papá.

Se puso de pie, me beso la frente y mamá me abrazó, antes de salir ambos por el recibidor y tratar de tener un día normal. Nunca me había sentido tan sola en estos momentos que la casa me pareció tan grande para solo tres personas que se encontraban muy ocupados en el día a día.

-Señorita. – Gail se asomó por el comedor. – Siento haber escuchado un poco de su conversación, pero ¿Me dejaría hacerle la maleta? Considérelo como un último trabajo, por si no nos volvemos a ver.

-Claro que nos veremos de nuevo Gail y no, no puedo dejar que lo hagas. Es mi obligación, me marcho por decisión propia, no de vacaciones.

-Niña, desde hace años que he trabajado para su familia, por favor déjeme, esta vez hacerlo por usted.

En sus ojos se mostraba la tristeza que no pude negarme mas tiempo, terminé aceptando su trato ya que no quería verla llorar y tampoco unirme a su llanto.

Me uní con Siller, en el jardín de la casa y animosamente pasamos unos minutos juntos, corriendo de un lado al otro, desvaneciendo el vacío que habitaba en mí. Ya solo faltaba menos para que mi hermano y yo nos fundiéramos en uno mismo, con él si estaba decidida a contarle todo.

Mi rato con Siller fue de lo mas agradable, que al verlo dormir sobre la sombra del árbol me indicaba que nuestro tiempo en convivencia se había terminado, cuando entré en la casa miré de nuevo mi celular en la mesita de la noche anterior, me obligaba a no hacerle caso y a olvidar esa pequeña chatarra, ya nada de lo que había ahí Valia la pena. El televisor tampoco era mi aliado, puesto que tal vez ahora me lo encontraría en cada canal de chismorreos. Prefería sumirme en un libro, pero mis ánimos no ayudaban, únicamente quería morir de un coma por helado frío. Este era de esos días en donde no se te apetece hacer nada, pero no quieres hundirte en tu propia desgracia.

Decidí entrar en mi habitación para ayudar a Gail por si lo necesitaba.

-Mi niña. Ya casi termino, solo me ha de faltar su equipaje de mano y listo.

Me sorprendí al notar que la maleta de ropa y zapatos estaba muy bien hecha, hasta los abrigos habían entrado.

-Yo solo pensaba llevarme unas cuantas mudas de ropa, pero no importa, sé que lo has hecho muy bien, buscaré mi ropa para el viaje. Si no te importa. – Me dirigía al armario.

-Ya la he dejado en su cama señorita. Espero y sea el adecuado.

Mire mi cama y efectivamente mi ropa de viaje ya se encontraba ahí. Unos pants rosa pastel, una camiseta blanca, unos tenis en la misma tonalidad rosa y mi ropa interior bien doblada a un lado.

-Muchas gracias Gail, es muchísimo más de lo que me había imaginado. Tengo mucho que agradecerte.

-No mi niña, no es nada. Todo lo hago con amor, siempre cielo.

La abracé sus palabras valían mucho para mí.

Raúl se asomó por la puerta dando dos golpes.

-Señorita, le han traído rosas y un sobre, la esperan abajo.

-Gracias. – Respondí.

Me asombré por la noticia y cuidadosamente bajé para saber quién era, consciente que detrás me acompañaban Raúl y Gail.

-¿Señorita Reynolds? – El tipo de paquetería me mostro las flores y el sobre amarillo.

-¿Quién las envía? – Mencioné antes de recibirlas.

-No tengo consentimiento señorita, solo me han pedido que se lo entregue con el sobre.

No iba a aceptarlas era seguro, un presentimiento recorrió mi espalda.

-Gracias joven. – Gail apareció detrás y tomó las flores – las pondré en agua señorita y las dejaré en la mesa.

Ya no me quedaba otra opción más que firmar de recibido y aceptar el sobre. Cerré la puerta y al no tener nadie que me mirara fijamente abrí el sobre. Unas hojas blancas con una perfecta escritura se mostraron ante mí. Necesitaba mi espacio para saber que era todo lo que decía. Visualicé la puerta doble de madera y me encerré en el despacho de mi padre.

Tomé asiento detrás de su amplio escritorio acomodado perfectamente saqué las hojas del sobre, las deje sobre el escritorio y me armé de valor para tomar la primera entre mis manos. El escozor de mis ojos picaba.

Charlotte, querida Charlotte.

He decidido que enviarte las flores y esta carta puede que me des una oportunidad más. Se que lo he fastidiado todo, y lo siento tanto.

No sabes cariño cuanto me duele no tenerte a mi lado y mucho menos que hablemos o intercambiemos mensajes, sé que te debo muchas explicaciones y que recuperarte no es fácil.

No he podido pegar el ojo alguno en la cama desde que he llegado a Los Ángeles, me es tan duro conciliar el sueño, sabiendo que tú y yo estamos separados.

Y como sé que cuando regrese te negaras a hablar conmigo te lo escribo aquí todo, para que no pienses que te he mentido, cielo, nunca, nunca lo haría y si una vez te dije que yo no era de compartir es porque cumplía mi palabra.

Nicolette es una amiga cercana, ha tenido intenciones de llevarme a la cama y no lo he hecho cielo, porque siempre mantengo una línea muy fina entre amistades y sexo, nunca lo he roto, no es de mis principios.

Lo que viste aquella noche en mi departamento fue un impulso de ella, cielo, nunca pensé que me la encontraría desnuda en mi departamento y menos que tu llegaras borracha minutos después.

Créeme no te engañaría con nadie más, porque tu y yo teníamos un acuerdo y los acuerdos se cumplen al pie de la letra.

Tarde en darme cuenta de que me estaba besando, tarde en quitármela de encima, pero porque apenas llegaba de una jornada dura con Knigth, ser profesor no es fácil cielo y mucho menos teniéndote en la mente todo el día.

Me encontraba sin camisa, pero porque iba tomarme una ducha y antes de que llegaras al apartamento estaba completamente solo.

Le he dejado bastante claro a Nicolette, que le pertenezco a otra persona cielo, que no tengo cabeza para otra cosa más. Nicolette, solo es una amiga que no debería separarnos, pero si es necesario pretendo renunciar a todo lo que tengo por ti.

Por favor, habla conmigo, pelea conmigo, llora conmigo, cielo. Pero no me apartes, no ahora que ambos nos encontrábamos tan bien juntos.

Regreso en dos días más a Canadá, se han complicado las cosas aquí y un amigo necesita de mi ayuda para resolver sus problemas.

Por favor no te apartes cuando regrese, por favor no me niegues.

James D.

Rasgue las hojas en mil pedazos, así como estaba hecho añicos mi corazón. No podía el solo pedirme una segunda oportunidad, no ahora que ya conocía su verdadera identidad, no en estos momentos cuando yo no sabía quien es el hombre con el que me había acostado, no tenia el derecho de exigir que no lo olvidase, pues ya todo era muy tarde, mi destino estaba decidido, mi futuro ya lo había trazado y esta vez, iría donde si me hicieran feliz sin lastimarme, donde en verdad merecía la pena estar.

Dejé los trocitos en la papelera, miré el reloj de pared y me encaminé a la cocina, el aroma de mi comida favorita me abrió el apetito y Gail solo por consentirme, me dejaría probarlo antes que nadie.

Antes de cruzar el umbral de la cocina, muchísimas flores blancas se encontraban adornando toda la casa, en cada rincón de la habitación se mostraba un florero con rosas hasta el tope. Algo no estaba bien y no me gustaba.

-Gail, ¿Qué hacen tantas rosas en la habitación?

-Las ha traído el joven, dice que son para usted, no la quise interrumpir cuando ingresó en el despacho, pero desde ese momento no ha dejado de enviar flores, ¿Ah que no se ven divinas?

El timbre sonó y me encamine a la puerta de entrada. Le pondría un alto a todo esto.

-Señorita Reynolds, otro ramo de rosas, exactamente cuantas faltan no lo sé, pero han pedido la cantidad mas grande de flores.

-No me interesa, puede decirle a su jefe que el pedido lo rechazo, puede regresar por donde ha venido.

-Señorita no puedo hacerlo, tengo ordenes especificas de que usted debe de recibir cada ramo.

-He dicho que no, y aunque se esfuerce, no recibiré una más, no me interesa.

-Esta bien, he de notificarle a mi superior.

-Que siga agradable tu tarde.

Cerré de un portazo, no solo me había hecho añicos por dentro, sino que ya comenzaba a odiarlo, James no podía simplemente llegar como si nada hubiese pasado, pedirme disculpas, así como así. Era obvio que estaba interesado en recuperar a su juguete para que tuviera con que entretenerse al regresar. Pero no, esta vez no estaba decidida a darle esa satisfacción, entre él y yo ya no habría nada.

-Señorita, en uno de los ramos, ha llegado esta tarjeta. – Gail me extendió un papel doblado por la mitad.

-Gracias y por favor, si vuelve a llegar ese joven, regrésalo con sus flores, sino yo misma las tirare a la basura.

Con un asentimiento Gail volvió a la cocina.

"Cada flor, cada ramo, me recuerda tu inocencia, cada una de ellas es mi manera de pedir disculpas y no me importa acabar con las rosas de todo Canadá.

Lo siento"

Que se meta todas las flores que pidió por el culo. Ahí tal vez si le quepan las miles de palabras que no son nada viniendo de él. O mejor aun que se las envíe a Nicolette, ella puede apreciar mucho mejor sus regalos.

Dos horas mas tarde mis padres llegaron a casa, con los ojos tristes pero una sonrisa en el rostro notaba que mi madre había llorado ante, pero bien que lo disimulaba.

-Cariño he comprado tu boleto de primera clase es de vuelo directo.

-¿A que horas?

-A las 6:25 Pm, no conseguí un vuelo mas tarde. Es el mas tarde con solo una escala. No quisimos arriesgarnos que alguien te reconociera si el avión hacia dos escalas.

-Esta bien, creo que entre más rápido mejor.

-He enviado el ticket a la impresora de mi estudio, si quieres pasa a recogerlos ahora.

-No, más tarde papá, antes de que nos vayamos, porque lo puedo olvidar en donde sea, ya me conocen.

-¿Estas segura cielo de irte con la abuela ya? – Mama mencionó temblando la voz.

-Si mami. – Le tome las manos. – Creo que es lo correcto.

-¿Por qué no vas a darte una ducha y bajas para comer? Es mejor ganarle al tiempo hija.

Mire extrañada a Papá.

-Si, creo que lo haré. ¿Vas a estar bien cierto? – Le susurre a mamá.

Asintió.

-Señorita, le he dejado lista la bañera. – Gail sin pedírselo lo había hecho de nuevo.

-Gracias, me pondré manos a la obra.

Por tercera vez mi habitación y yo tendríamos un reencuentro en un solo día. Me desvestí antes de relajarme en la espaciosa bañera con aromatizante de rosas, amaba demasiado cuando me consentían, amaba tanto que Gil supiera lo que necesitaba en cada momento. Puse play en el monitor a distancia de música. Los acordes de Andrea Bocelli "Fall on me" me relajaron el cuerpo dentro de la bañera hasta el punto de que la cara se me empapó de lágrimas. Odiaba verme llorar, odiaba llorar por alguien, odiaba sentirme tan triste.

La letra, me hacia sentirme estúpida, un punto de mi cerebro decía que debía de darle la oportunidad de expresarse, regresar a él, volver a confiar en nuestro pacto que teníamos, pero era muy tarde, yo era la que se había enamorado y sabía que no debí de hacerlo, él aun me veía como su distracción en Canadá, mientras que, en Los Ángeles, tenía su vida normal.

Recordar no le hacia bien a mi alma y mucho menos a mi cerebro. Il Voló continuo con los acordes de "Más que amor" una melodía lenta con palabras exactas de lo que yo había sentido, semanas atrás estando con él, la forma en como los dos nos habíamos fundido en uno solo. Los recuerdos regresaron, sus besos, caricias, lo protector que se había portado. ¡Mierda! Una vez más, estaba sumergiéndome en la tristeza de mi vida. Gracias Playlist de canciones que antes me parecían ser relajantes y ahora solo sonaban melodías que reflejaba la tristeza de mi pasado y la tristeza de mi futuro.

Tomé el control a distancia y antes de comenzar la nueva canción, apagué el aparato reproductor. El silencio inundó toda la habitación. Me odiaba por no dejar de llorar y me odiaba por ser tan incapaz de dejar de sufrir, olvidarme de todo por una maldita vez. Tarde unos minutos mas en la bañera, me desenredé el cabello y me lo lavé, me enjuagué por ultima vez el cuerpo y salí de ahí. El cuarto de baño me parecía sofocante, me sentía atrapada en mi propia habitación.

Me vestí con la ropa que Gail había dejado en mi recamara, me trencé el cabello y me maquillé con lo más básico, mis ojos debían denotar felicidad por este nuevo cambio y no afligidos por lo que nunca pasó. Bajé las escaleras, y toda la estancia esta inundada de globos color rosa pastel blancos y plateados.

-¿Gail? ¿Papá? ¿Mamá? – Articulé, sin encontrar a ninguno al pie de las escaleras.

Recorrí la sala y sin suerte no encontré a ninguno de los tres, la casa se encontraba en completo silencio, todo era sospechoso. Mi corazón comenzó a latir rápidamente.

"No por favor, no por favor" Como si de un mantra se tratase repetía.

Mi cerebro sacó conclusiones ágilmente pensando que Diamond podía estar detrás de todo esto. Me asomé por la puerta corrediza al jardín y mas globos inundaban la estancia. Ni un alma se notaba, pero los pequeños arbustos se movían.

-¡Sorpresa! – Pronunciaron todos mis seres queridos al voltearme.

Mis padres, Gail, Raúl, Susana, Sebastián y Julián se encontraban detrás de una banca haciéndome sonreír por el susto.

-¿Pero que hacen todos ahí?

Siller salió corriendo y se levantó en dos patas, esperando a que lo acariciase.

-¿También has sido parte de esto eh? – Le revolví el pelaje y animosamente ladró.

-¿Acaso pensabas irte sin despedirte? – Mis amigos corrieron abrazarme. Julián se unió.

-Susana ha sido la de la idea, solo hemos cooperado en algo. Te lo mereces cielo. – Mis padres igual me abrazaron y me llenaron de besos. Papá se mostró mas sentimental que cualquier otro día.

-¿Cómo han montado todo en unos minutos? 

-Somos un gran equipo. – Papá sonrió.

-Gail y Raúl nos han ayudado. – Aceptó mamá.

Me acerqué al personal de confianza y también los abracé, ¿Por qué no? Ellos eran gran parte de esta familia que contenía secretos. Y además eran quienes me habían soportado durante estos meses donde en algún punto me comporte "rara."

-Gracias. – Susurré a ambos y los abracé lo mas fuerte posible.

-Como sabíamos que te ibas. – Pronunció Susana. – Hemos decidido pasar tu ultima comida aquí en Canadá contigo, te vamos a extrañar Charlotte.

-Me ha encantado que todos se hayan tomado un poquito de su tiempo, pero ¿Por qué no pasamos a comer? No hemos empezado y ya quiero llorar. – Me limpie las gotas que se escapaban y todos se rieron.

Detrás de mis padres mis amigos y yo nos encaminamos al gran comedor de madera dentro de la casa, donde sin haberle prestado atención antes un bufete se encontraba a lo largo de la mesa. Mis postres favoritos ahí estaban, mi comida chatarra favorita de Canadá también, la carne de res con verduras, los rollitos de primavera, sushi, arrachera con verduras, el bistec cortado sutilmente con espárragos y una infinidad de bebidas naturales para cualquier gusto, no solo parecía una fiesta de despedida, sino que también mi cumpleaños, ya que hasta paste había. La comida estaba en exceso, era claro que no todo terminaríamos por comerlo.

Cada uno tomó el lugar en la mesa, a regañadientes Gail y Raúl se animaron a quedarse a comer con nosotros en la misma mesa, tal vez era su primera vez comiendo con invitados en la mesa, pero a mi me alegraban el corazón. Al verlos a todos ahí juntos, platicando de temas triviales encogió mi corazón y mis lagrimas de felicidad brotaron.

-¿Cielo estas bien? – Mi madre me estrechó la mano.

Asentí, sin dejar de derramar lágrimas.

-Solo es la felicidad que siento al ver a todos aquí en la mesa, dándome un poquito de su tiempo y saber que en verdad les importo.

Mi mama me abrazó sin decir palabra alguna, pues sabía que de sus dos hijos yo era la más sentimental como ella.

La comida transcurrió de manera agradable, todos probaban bocado de lo que estaba en la mesa y no dejaban de hablar entre ellos, me uní cuando el tema de conversación fueron recuerdos. Muchos de ellos se centraban en los más vergonzosos, cuando llegue por primera vez al instituto y me caí en pleno pasillo porque estaba muy nerviosa que los pies se me enredaron, o cuando creí que Sebastián quería algo conmigo por la forma en como me veía en clases cuando en realidad miraba al chico que se sentaba detrás de mí, sino cuando Susana y yo nos enfrentamos en un dueto de natación pensando que una era mejor que la otra, nuestra amistad había ocurrido de la manera mas rara posible, los tres reíamos solo al recordar el momento,también recordé como fue que Lucía había sido la primera en hablarme en todo el instituto, pero solo para reírse de mis desgracias y después intentar ser mi amiga para reírse a mi costa, al principio había aceptado su amistad, pero al notar sus intenciones todo cambió y por eso ahora nos odiábamos a muerte.

El timbre resonó por toda la casa y Siller corrió a la puerta principal. Gail, sin dejar su trabajo fue al recibidor para saber quien era el que interrumpía nuestro grandioso momento y al entrar a nuestro campo de visión dos pares de familias se unían a nuestra mesa, los papás de Sebastián se encontraban aquí y los de Susana también, el ambiente se hizo mas amigable, cuando ellos tomaron asiento en la gran mesa, justo después de saludarme.A ambas familias las adoraba como la mía, todos me habían brindado la mejor bienvenida cuando llegamos.

A nuestras anécdotas se unieron las de ambas familias, aún recuerdo la primera cena en casa de Susana, cuando todavía no nos llevábamos, y ella decidió enseñarme una de sus malvadas travesuras, su rata blanca que tenía como mascota, la llevaba a todos lados y con tal de fastidiarme la dejo subírseme por la ropa en plena cena, su satisfacción había sido grata en aquel momento, pero sus padres la habían reprimido unos segundos después. Mis padres y los suyos ya se conocían, pero por un contrato de negocios en conjunto.

Los papás de Sebastián recordaban aquella fiesta donde celebraban la edad adulta de su único hijo. Éramos en aquel entonces un grupo de amigos que se conocían apenas, Susana ya me trataba mejor gracias a que él nos unió; y durante esa pequeña fiesta que eran mas conocidos de la familia de Sebastián que por nosotros todos terminamos en una guerra de comida, pastel y postre. Y todo porque al genio de Sebastián al ver llegar un chico que le gustaba en la fiesta quiso despistarnos a todos para decirle a su chico que lo veía mas tarde en nuestro bar común. Sí, fue la primera vez en donde Susana y yo nos enteramos de que era gay, pero sus padres aún no.

Mis padres comenzaron a describir mis momentos mas vergonzosos de niña, sí, era el momento exacto en donde supe que se sentían en mucha confianza para contar los secretos que solamente ellos, David y yo sabíamos, sin salirse de la realidad, a excepción de contar que teníamos títulos reales. Con cada anécdota que mi padre en especial contaba necesitaba que la tierra me tragase, ahora todos se reían a mi costa y yo también. Era la peor y mejor noche de todas.

-Bien, bien, creo que nos hemos reído mucho por hoy, el estomago aún me duele. – Susana tomo la voz en la mesa. – Ahora, me gustaría entregarle un obsequio pequeño a Charlotte, antes de su partida.

El momento nostálgico había llegado.

-No tenían por qué traerme algo.

-Queríamos que te llevaras algo de Canadá por si decides no regresar. – Tragó con dificultad.

Susana se puso de pie y en sus manos traía una pequeña caja envuelta en papel de regalo, por el tamaño se veía como un libro. Al acercarse donde me encontraba me lo entregó y me dio un gran abrazo, de esos donde no nos queremos soltar. Al separarnos y ella volver a su lugar, abrí su obsequio y un portarretratos de color oro en forma horizontal se encontraba una foto de los tres sonriendo con gestos raros ante la cámara, el momento lo recordaba perfectamente pues, un compañero de fotografía nos había pedido posar para el de manera seria pero antes de tomarla le hicimos los gestos. Amaba ver la espontaneidad en la foto.

-Gracias. – Repetí con los ojos en lágrimas.

-Esto es para que nunca nos olvides y siempre que nos veas nos recuerdes. – Sebastián pronunció.

-Nunca lo haré.

Me levanté y los abracé a los dos, ellos era mi otra mitad, por la cual aún tenía la cabeza fría.

Julián carraspeó.

-También te he traído algo. – De su chaqueta una cajita pequeña sacó. – Es algo pequeño, pero creo que te recordará que cuentas con otro amigo. – De la cajita una pulsera bañada en oro con estrellas colgantes y la inicial J se mostró ante mis ojos.

-Gracias, en verdad que no se hubieran molestado. – Lo abracé muy fuerte que pensé en romperlo y llevármelo en pedazos a Italia. Al separarnos, me colocó la pulsera en mi muñeca y sonreí al saber que este era nuestro pacto de amistad.

-Falto yo. – Sebastián me entregó lo que parecía ser un libro. – Creo que es mejor que no lo abras aquí contiene cosas que ninguno de nuestros padres debería ver. – Me susurró al oído, pero aun así lo abrí, necesitaba saber que estaba ahí adentro.

Un álbum de fotografías observé al quitarle la envoltura de papel, y por lo que me imaginaba tal vez tendría fotografías que nunca antes había visto de los tres. En mi habitación lo vería detenidamente.

-Gracias por ser tan amables conmigo. – comenté. – Lesaseguro que me acordaré de cada uno de ustedes, han sido una parte muyfundamental durante mi estancia en Canadá y a pesar de que esta es una pequeñaetapa de mi vida, les aseguro que regresaré para visitarlos y seguir en contacto. – Unas lagrimas se me escapaban. – No es una despedida, es seguro, pero como soy una chillona de lo peor, aquí estoy otra vez llorando. Y a la vez agradeciéndoles de corazón todo lo que me han dado, una buena amistad, una buena compañía y un amor inmenso que no me alcanza para mí sola.

Mis tres amigos se levantaron y me abrazaron. El mejor abrazo de todos.

-¿Alguien quiere pastel? – Mi madre nos salvó a todos de llorar.

Con una pequeña mordida de mi parte, terminándome de embarrar toda la cara por culpa de Susana se había guardado como una nueva foto para el álbum y un nuevo recuerdo que memorizar entre familia y amigos.

Después de repartir el pastel de vainilla y disfrutar un rato mas de la buena compañía en casa, los amigos comenzaron a despedirse pues sabían que mi hora de partir había llegado. Julián fue el primero en despedirse, ya que una llamada lo había hecho retirarse. Susana junto con Sebastián me abrazaron fuertemente y los tres soltamos lágrimas de montón jurándonos que seguiríamos siendo los tres mosqueteros y que ninguno de ellos se separaría, aunque yo estuviera lejos. Cada uno se fue con sus papás, pero estaba segura de que se irían de jerga mas tarde con tal de no sentir mi ausencia. Sus papás me desearon mucha suerte en mi próximo camino y que si algún día necesita regresar podía contar con ellos, los besos y abrazos no faltaron.

Al estar solos en casa, Gail y Raúl se pusieron manos a la obra con la limpieza y mi padre subió por mis maletas, era mejor partir una hora antes de mi vuelo por el trafico en la ciudad. Y por el check in de las maletas. Pedí un momento a solas en mi habitación y recordé cada momento de ese pequeño lugar, desde la primera vez que solo tenia poquitas cosas hasta convertirse en mi guarida secreta, todo lo que ahí había pasado y como evolucionó. De una u otra manera, quise recordar todo, decir un pequeño adiós y cerrar la puerta que dentro de un futuro muy lejano tal vez volvería a abrir.

Nos pusimos en marcha al aeropuerto. Gail había llorado conmigo y Raúl me deseaba suerte y que me protegiera, que ya era hora de poner en practica esos golpes de kimboxing que me había enseñado de pequeña. En el auto solo éramos tres, pero al regreso serían nadas dos, me ponía triste, pero me juré después de salir de casa que no lloraría más.

En el aeropuerto, llevé al lugar de equipaje mis maletas y por ser primera clase no tuve que hacer mucha fila, se llevaron las maletas rápido y mi momento de ingresar a la sala de espera ya era hora. Mis padres me acompañaron en todo momento, no me dejaron sola, en la sala de espera consumí unos bocadillos más ya que el viaje era largo y yo soy muy quisquillosa con la comida del avión. 

El altavoz pronunciaba que mi vuelo ya estaba listo para abordar. Mi cerebro apenas capto el mensaje pues la realidad me golpeo, por primera vez ya no viviría con mis padres, sino en un lugar donde no conocía a nadie y todo se volvería peor o mejor. Apretujé con todas mis fuerzas a mi madre, lloré en su hombro como niña pequeña y me dejé consentir por sus ultimas palabras de cariño, un beso en la cien era lo que mas extrañaría de ella. Con mi padre fue lo mismo, lo abrace hasta impregnar mi ropa de esa fragancia que lo caracterizaba, mojé su carísimo saco con mis lagrimas y le deje la marca del labial en el cachete, como buen padre me dio la oportunidad de retroceder, pero no, no lo haría esta vez. Me beso la coronilla y me dijo lo mucho que confiaba en mí para ser una buena princesa, que ya lo tenía en la sangre, solo faltaba creérmelo.

Tomé mi mochila de mano y me encaminé por el gran pasillo para abordar, por el cristal podía observar a mis padres abrazados y mi madre llorando sosteniendo uno de los pañuelos de papá en las manos. No podía pedir mejores padres y mucho menos mejor vida con ellos, con su amor me bastaba mas de lo suficiente. Un ultimo adiós con la mano les hice y me dirigí a la entrada del gran avión ya solo los vería por medio de videollamada.

Encontré mi asiento al lado de la ventana y me acomodé, traté de no hacer contacto visual con nadie y centrarme en lo que haría al llegar a mi nuevo hogar. Un hombre de estatura alta, corpulento se situó en el asiento del lado, necesitaba enviar un mensaje, pero había recordado que nunca metí mi celular en mi bolso, me golpee mentalmente y me recordé que lo primero que haría sería tener un teléfono nuevo.

-Disculpa, ¿Le importaría prestarme su celular para enviar un mensaje? – Le pregunté al señor de al lado.

Amablemente me tendió el celular sin decir palabra alguna.

"Ya voy para casa

Eva R."

Fueron las únicas palabras que se me ocurrieron y era verdad, ya me iba a casa. Le devolví el mensaje al tipo de al lado con un "gracias" y él solo asintió.

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