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Capítulo 45

-Señorita Reynolds ¿Por qué hasta ahora en mi clase? – Me detuve en la puerta con todos mis libros en manos.

-Mi clase anterior se tardo mas de la hora, lo lamento profesor, ¿Me permite pasar?

-Temo que usted se quedara después de clases, adelante, tome asiento sin molestar a los demás.

-Algunas personas deberían ser suspendidas por interrumpir las clases de otros. – Lucia no desaprovechaba la oportunidad.

-¿Acaba de decir algo señorita Cornell? – El profesor le preguntó.

-No señor Diamond, o bueno tal vez sí. ¿Me deja repetirlo en voz alta?

-Adelante señorita.

Tome mi lugar en la parte trasera y ella se levanto para quedar con todos de frente.

-Los invito a todos a una fiesta que se esta organizando en mi casa para mañana en la noche, para los que han ido a una fiesta en mi casa, sabrán que solo necesitas tener buen entusiasmo y de preferencia llevar condones, no queremos bebes corriendo el próximo año. – Miro a Diamond. – Profesor usted también está invitado, mientras más personas maduras lleguen el ambiente es mejor.

Lo dijo en doble sentido, su voz no era anti-mentiras.

-No señorita Cornell, fiesta de jóvenes con altas hormonas no es lo mío, pero gracias. – Miro al salón de estudiantes. – Si no hay más inconvenientes me gustaría continuar con la clase pasada.

Durante cincuenta minutos solo logré escuchar números, números y números, nada que llamase mi atención en estos momentos, a pesar de haber tenido una maravillosa noche relajante me sentía tan cansada; que durante todo mi día de instituto mi cerebro nunca prestó atención a las clases, siempre vagaba por otras alturas y sin que nadie lo notara cerraba las pestañas por un momento.

Sentí un brazo moverme. Mi cabeza estaba recargada sobre mis brazos y mis ojos apenas se acomodaban a la luz solar.

-¿Qué ha pasado? – respondí media adormilada.

-Te has quedado dormida en mi clase, he tenido que mentir para no despertarte y hacer un tremendo teatro con todos en clase.

-¿Qué has inventado?

-Que has quedado fuera de mi clase por todo el año.

Lo mire sorprendida y por una vez en toda la vida el sueño se había desvanecido.

-¿Qué has hecho qué? – Casi grité.

Se rio, como siempre ante situaciones serias.

-No Charlotte, casi nadie se dio cuenta que te habías dormido e hice como si no existieras en mi clase. Las participaciones se las ha llevado Lucia.

-¿Fue un grano en el culo?

-Fue el peor de todos.

-¿Por qué mis amigos no me levantaron?

-Lo iban a hacer, pero les dije que no lo hicieran, que de todas formas ya tenias un castigo conmigo y que esto seria doble.

-Es cierto lo olvidaba, ¿Aún tengo un castigo?

Asintió con la cabeza.

-Y doble. Cuéntame, ¿Por qué has llegado tarde y te has dormido?

-No lo sé al parecer tengo muchísimo sueño y eso que he dormido bien en la noche. Y he llegado tarde porque en verdad el maestro anterior quiso terminar bien su clase, aunque su hora ya había acabado.

-Me parece que las actividades que haces en la tarde te dejan agotada.

-La verdad que me gustan mis actividades en la tarde, solo que me hace falta acoplarme.

-Vete a dormir cielo. – Me beso la frente. – Tengo unos asuntos pendientes que arreglar con el director.

-¿No tengo castigo por hoy?

-Lo posponemos. Necesitas descansar para este próximo fin de semana.

-¿Te puedo pedir algo?

-Lo que quieras.

-¿Me besas?

-No tienes que pedirlo.

Junto nuestros labios en un beso prolongado. En un beso que ambos disfrutamos, un beso que a los dos nos demostró que ya nos necesitábamos.

-Ve a dormir, te llamo mas tarde.

-Lo estaré esperando.

Tome mis cosas y me dirigí a la salida del estacionamiento, no tenia que mirar atrás, pues aun había mucha gente en el instituto que podría vernos juntos y en cosas comprometedoras.

El chofer como era habitual me esperaba en el lugar de siempre, me abrió la puerta como buen empleado y se dirigió a casa sin escuchar cambios de planes por mi parte.

-Raúl ¿A dónde vamos? Este no es el camino habitual a casa.

-Su padre me ha pedido que la lleve a la empresa, al parecer saldrán a comer en familia creo señorita, no tengo muchos detalles.

-Espero que no sea otra revista que quiere fotografías.

Al llegar al gran edificio de Hyde's Company. Raúl estaciono y yo me encamine a la gran puerta principal. Anoté mi visita en el libro de entradas y salidas para poder continuar con mi destino. Al llegar a la oficina de papa en el piso veintiuno me recibió con una gran sonrisa.

-Papá, ¿Por qué has querido que este aquí?

-Claro hija, mi día ha estado bien, un poco de trabajo, pero nada importante más que tú.

-Lo siento papá, ¿Cómo ha estado tu día?

-No importa, ¿Te ha traído el chofer?

-Si papá, ¿Pasa algo? En verdad creo que pasa algo grave, ¿Por qué no me dices que pasa?

-Siéntate, lo que debemos hablar es serio.

-¿Qué pasa? – Me senté en la silla frente a su escritorio y el detrás.

-Tu abuela ha marcado pidiendo que regreses a Italia.

Mi cerebro dejo de funcionar por un momento.

-¿Qué es lo que has dicho?

-Lo que escuchaste, tu abuela la reina de Italia quiere que regreses al país.

-¿Hacer qué exactamente?

-No lo sé cariño, tu madre y yo no sabemos. Ayer nos sorprendió su llamado, y como llegaste tarde a casa no quisimos decírtelo, esperaba decirlo hoy en la comida, pero tengo mucho papeleo por leer, que me es imposible llegar a casa a tiempo.

-¿Qué dice mamá?

-Lo platicamos ayer y coincidimos que si tú quieres regresar no haremos nada por detenerte.

-¿Para que me quiere la abuela?

-Me parece que es porque quiere que te involucres como tu hermano en la corona. Tal vez no que seas la próxima reina, pero sí que hagas tu papel de princesa.

-Papá hace años que yo no vivo allá, siempre estuvimos en países diferentes y ahora que nos hemos asentado, ¿Volver?

-Cariño, solo regresarías tú.

-¿Y ustedes?

-Seguiremos con nuestra vida aquí, además a los espectadores les gustan los jóvenes. Yo creo que la abuela pide que estés en Italia para que la corona tenga a otra representante, desde niña no te involucraste como princesa, y me parece que es tu momento.

-No papá, sé cuales son mis orígenes, pero creo que es precipitado querer que yo regrese diciendo "aquí está la única princesa de sangre"

-Cielo, las cosas no son así y es que además en la constitución lo reclama, aunque sea por un numero de años debes de representar a la corona o sino tu titulo será retirado, ya que eres la única persona miembro que no ha hecho ningún acto benéfico o aparecido con la población desde que naciste.

-¿No cuentan los cinco años de vida?

-Cielo, para ese entonces tu madre y yo solo nos preocupábamos de que tu hermano y tu vivieran una vida normal.

-¿Puedo pensarlo?

-Tienes todo el tiempo necesario hasta que la reina vuelva a hablar y pida una respuesta.

-¿Eso es pronto?

-No cielo, a veces dos o tres años.

-¿Podemos ir a comer? Tengo hambre y la noticia ha dejado un enorme hueco.

-Por ti voy a donde sea.

Se abrocho el saco, entrelazo nuestros brazos, y salimos juntos por la puerta de su oficina, le dejo ordenes claras a su secretaria, bajamos a esperar al chófer para encaminarnos al restaurante favorito de papá.

En el restaurante ambos pedimos platillos diferentes, acompañado de una botella de vino blanco. Nos sumergimos en distintas platicas, sobre el clima, el día de ambos, las llamadas que nos había hecho David, el mundo de los negocios, donde seria bueno invertir, que lugares nos hacían falta por visitar y las anécdotas de los viejos tiempos. 

-Charlotte, algo pasa contigo últimamente, ¿Estas bien?

Nerviosamente enrede mis dedos bajo la mesa.

-Si papá, ¿Por qué lo preguntas?

-A veces te noto feliz, otros días tristes, preocupada y lo mas inusual en ti es que casi todos los días has llegado tarde. ¿Te gustaría platicarlo?

Susurré un gracias al mesero que nos había traído el postre.

-Son solo cosas del instituto que me estresan a veces. Las salinas son por mis tareas.

-No quieres platicarlo ¿Cierto?

-Papá te puedo jurar que no nada malo, en verdad, es solo que...

-Es solo que no nos tienes confianza. – Me interrumpió.

-No, no, no, no es eso papá. En verdad que les tengo confianza a ti, a mamá y a David, es solo que ni yo misma entiendo que es.

-¿Es un chico?

Vacile un momento.

-No exactamente. – Y era la verdad él precisamente no era un chico.

-¿Problemas amorosos?

-No los llamaría así, nos estamos conociendo papá, pero no es la razón porque llegue tarde a casa, a veces solo me voy con Susana y Sebastián por ahí. Quiero en verdad disfrutar que hemos vuelto a Canadá y que aquí soy normal, no soy la princesa de Italia.

-Te comprendo, en un momento cuando comencé a salir con tu madre, no le dije quien era, solo deje que todo fluyera, si estábamos destinados a estar juntos iba a dejar mi titulo por tu mamá.

-Nunca nos contaron como se conocieron, ¿Por qué? Solo David y yo sabemos que ambos se enamoraron y se casaron.

-Nuestro comienzo fue fácil, se turbio un poco y eso nos hizo darnos cuenta de que éramos el uno para el otro. En realidad, todo se tuvo que poner feo para que me diera cuenta de que tu mamá era la indicada.

-¿Alguna vez nos contaran la historia exacta? A decir verdad, David y yo indagamos un poco. – Me mordí el labio de manera culpable.

-Las revistas, noticias, nunca dicen la verdad, su madre y yo únicamente conocemos el motivo original.

-¿Entonces eso de que mamá y tu solo se habían liado por convicciones es falso?

-Totalmente mi vida, los matrimonios arreglados en la realeza ya se habían terminado y en ese tiempo mi imagen no era bien vista, pero ahora estoy dispuesto a hacer todo por ustedes o bueno, por ti Charlotte. Tú eres ahora el único motivo por quien nosotros tus padres nos desvelaríamos, David ya está a punto de casarse y es harina de otro costal.

-Te aseguro papá que aun no hay nada de que preocuparse, sigues siendo mi príncipe azul.

-Eso espero mi pequeña traviesa.

Al regresar a casa encontramos a mama en medio de la sala con un diseñador de interiores y un arquitecto que se encargarían del próximo lugar donde se llevaría a cabo la fundación de mamá, que mas bien se trataba de un lugar de distracción para niños que han estado pasando problemas con sus familias, tanto familias marginadas como inmigrantes, aun no sabía exactamente de que se trataba, pero si que era una buena causa para ayudar a todos los que lo necesitan.

-Voy arriba. – Comunique después de saludar a todos y saber que ellos tenían trabajo por hacer.

Subí rápidamente, tiré mis cosas a un costado de la cama y me aventé sobre ella. Mi cuerpo pedía a gritos un descanso, pero mis deberes debían ponerse primero. Así que con mi fuerza devoluntad que me quedaba me levanté, y me puse manos a la obra con mis tareas yproyectos pendientes sobre mi pequeño escritorio.

Mi celular comenzó a vibrar por encima de la mesa, automáticamente contesté y lo dejé en altavoz para no distraerme.

-Eva, gracias al cielo que contestas.

-¿Qué pasa David? Estas en altavoz.

-¿Estas ocupada?

-No estoy haciendo las cosas de la escuela, ¿Qué te pasa? te escucho preocupado

-Veras, me gustaría darle un buen regalo de bodas a Isabella, ¿Crees que una casa en el campo sea mucho? ¿O es mejor que yo organice un viaje a donde ningún paparazzi nos siga?

-¿Una casa de campo enserio? – Deje de hacer lo que estaba en mi mesa.

-¿Es mucho? O ¿Mejor unos aretes? ¿Zapatos, ropa?

-Alto David, creo que aun no has pensado con claridad. ¿Por qué regalarle una casa de campo si ella tiene mil de propiedades por todo Noruega?

-Porque pensé que seria un buen detalle de mi parte, además, este llevaría su nombre en la propiedad.

-David, ¿No crees que es muy precipitado para el día después de su boda?

-Tienes razón, solo que me estoy quebrado la cabeza en que podría regalarle. Necesito de tu ayuda.

-¿Por qué yo? Apenas y nos conocemos.

-Porque eres mujer y entre las mujeres saben que les gusta.

-Tenemos gustos diferentes todas, aunque si en algo tenemos en común es que nos gusta que los hombres nos sorprendan. – A mi cabeza llego una idea loca. - ¿Por qué mejor no organizas un viaje donde nadie sepa que están?

-Es lo que he pensado, pero no sé como y tampoco el lugar.

-Piensa David, debe de haber lugares que a ambos les gusten y donde no llamen la atención, ¿Qué tal la playa? Aunque los paparazis encuentran como colarse, no, creo que eso no. ¿Residencias privadas? No tampoco.

Al igual que David me puse a pensar en ideas locas.

-¿Qué tal si nos vamos a otro país? – Menciono David.

-No, muy arriesgado, ella al ser la próxima reina de su país esta en el ojo de todos los medios locales. Yo te aconsejaría algo cerrado para ustedes dos, algo donde ella se sienta normal por un día, semana, mes, lo que quieras que dure tu regalo.

-¿Tienes pensado un lugar en específico?

-Aún no, pero creo que lo vas a solucionar David, eres bueno escondiéndote.

-Tienes razón Eva, gracias por todo, he encontrado el lugar perfecto.

-¡Espera! ¿A que ha venido todo esto? Si aun falta para que te cases.

-Lo sé, pero es que quiero impresionar a Isabella, se merece lo mejor, ella ha sido paciente conmigo, ¿Sabes? Dijo que si esto era mucho para mí estaba dispuesta a dejar su titulo por mí. ¿A que no lo crees verdad?

Me sorprendí demasiado cuando lo termino de decir.

-No, la verdad a que no me lo esperaba, ¿Tu que has dicho?

-Que, así como ella me ama y yo la amo a ella estoy seguro de que me puedo acomodar a lo que me espera en Noruega, la verdad es que no quiero que ella pierda a su familia por mí. La amo demasiado Charlotte, como para no regalarle la luna si me lo pide.

-Te mereces esta felicidad en verdad hermano.

-Aún te amo a ti, si eso te preocupa pequeño demonio, además tu felicidad igual se ha de encontrar por ahí, solo se paciente.

-Soy tan paciente que un millón de trabajos escolares esperan por mí.

-¡Es cierto Eva! Perdón por robarte el tiempo, te amo pequeña, no lo olvides y para cualquier cosa estoy aquí.

-Ya ve a otro lado a derramar tu miel mejor, tengo cosas por hacer.

-Esperaré a que tu tengas a quien derramar tu miel para dejar de molestarte. Te quiero, te hablo luego pequeña. 

-Báñate mejor apestoso. - Se rió.

-Adiós Eva. – Colgó.

Dos horas después mis deberes escolares por fin se habían terminado, las tareas del día siguiente ya estaban hechas y mis proyectos estaban a la mitad, aun no se aproximaba la fecha de entrega, pero el avance ya lo tenía.

Unos golpes detrás de la puerta se escucharon.

-¡Adelante! – Pronuncié sin saber quién podría ser.

-Cielo, tu padre y yo saldremos a resolver cosas de la nueva fundación. ¿Deseas acompañarnos? Tal vez sea una buena distracción.

-No mamá estoy bien, hoy solo me siento cansada, vayan me quedare en mi preciosa cama.

-Esta bien, pero si necesitas algo puedes llamarnos.

-Mamá todo está bajo control, tranquila.

-Bien cielo, solo me preocupo por ti, el que hubieras llegado ayer tarde, se me hizo muy sospechoso, no quiero que nada le pase a mi niña.

-Tranquila mamá, se cuidarme sola y además no saldré de casa hoy, no tengo ánimos.

-Bueno, si lo deseas, solo pórtate bien. Te amamos

-Y yo a ustedes mami.

Baje a la cocina por un vaso con agua para refrescarme, unos rasguños se escuchaban por la puerta de cristal que daba hacia el jardín. Al voltear, el culpable era Siller. Caminé hacia la puerta corrediza y la abrí.

-¿Con que tu eres el que me ha asustado verdad? – Le acaricie la cabeza. – Hace tiempo que ya no paso contigo, ¿Qué tal si hoy jugamos?

Como si el perro me entendiese, movió el rabo rápidamente.

-Señorita, disculpe, no pensé que estuviera aquí, ¿Se le ofrece algo? Ha quedado el postre que nadie probó. – Gail hablo desde el marco de la puerta.

-No Gail, gracias estoy bien, solo he bajado por un poco de agua y he venido a ver este pequeño mounstro.

-Estaré en el cuarto de lavado por si se le ofrece algo.

-Gracias Gail.

La vi marcharse dentro de la casa.

-Bien Siller, solo somos tú y yo. ¿Dónde ha quedado la pelota amarilla? – Comencé a buscar por el jardín.

-Señorita disculpe, su celular esta vibrando. – Gail rápidamente me di mi celular.

-Gracias Gail.

Antes de que contestará ella con un asentimiento de cabeza se retiró del lugar.

-Reynolds. – Contesté sin mirar quien fuese.

-He llamado tres veces antes, ¿No pensabas contestarme?

Asombrada mire quien llamaba.

-No, no es eso, estoy en el jardín, al parecer ya me aburrí quedarme en mi habitación.

-¿Te apetecería dar una vuelta?

-¿De cuánto tiempo estamos hablando?

-Hasta mañana.

-No puedo mis padres no están y comienzas a sospechar porque su hija llega tarde a casa.

-Vale, regresaremos antes de la cena.

-¿Estas seguro?

-Paso en 10 minutos a tu casa.

-¿Qué? No, no, espera.... Mis papás no están en casa, ¿Cómo salgo sin una excusa y llego tarde?

-Encontraras una excusa, siempre lo haces querida.

Mire a mi alrededor, no quería que mis padres desconfiaran de mí, no ahora que parecía que ambos dábamos un paso enorme. Un pequeño bicho raro de cuatro patas mirándome con la cabeza ladeada me dio la respuesta correcta que necesitaba.

-Bien, iré contigo, solo me cambio y nos vemos una cuadra antes de mi casa.

-No tardes. – Colgué

-¿Estas listo para dar un paseo querido Siller? – le mencione a mi fiel amigo.

Al pasar quince minutos Siller y yo nos encaminábamos a la puerta de lavado para buscar a Gail.

-¿Gail? – Pregunte al no verla ahí.

-Señorita, ¿Me buscaba? – Brinque del susto al encontrármela detrás.

-Si, yo... Amm, estem... Saldré con Siller a dar una vuelta, regresaremos pronto, si llegas mis papás antes, ¿Podrías darle el recado? – Dije poniendo el collar al perro.

-Claro señorita, ¿No quiere que el chofer la acompañe?

-No, estoy bien, además ambos conocemos el camino de vuelta. – El perro y yo nos encaminamos a la puerta de salida. – Nos vemos mas tarde. – Me despedí con la mano al cerrar la puerta principal.

Caminamos una cuadra antes de mi casa y ahí exactamente se encontraba el Audi A8 negro muy característico del señor Diamond.

Diamond, se bajo al verme y la sorpresa se la llevo él.

-¿Acaso ya eres cuidadora de animales? – Me miraba con el cejo entre fruncido.

-No, tú dijiste busca una excusa.

-¿Este ha sido tu excusa? – Siller le movió el rabo.

-Creo que es obvio, he traído a Siller con la excusa de que iremos a pasear. Porque no creo que iremos a un restaurante o ¿Sí?

-No, claro que no, ¿Estás segura de que tu amigo no se hará pipi adentro?

-Siller es el más educado. – Me hinque a la altura de mi fiel amigo y le desabroche la correa.

-Bien, confío en ti. 

James abrió la puerta trasera para que Siller subiera. Siller, al ver la puerta abierta rápidamente se subió al asiento y se acomodó en la parte de en medio. Como buen amo responsable también le puse el cinturón de seguridad.

-¿Acaso es necesario? – James notaba todos mis movimientos.

-Es por precaución, te aseguro que no notaras que Siller esta con nosotros.

-Eso espero.

Cerro con cuidado la puerta de nuestro amigo y me abrió la de copiloto. Al estar los tres dentro del carro, James se puso en marcha en la carretera, tomó la autopista y nos llevó a las afueras de la ciudad.

-¿Me dirás a donde vamos?

-Tranquila, no tardaremos. Te dije que regresaríamos a la hora necesaria para la cena.

Poco a poco el auto tomaba mayor velocidad y como pasajero la verdad es que me gustaba porque no se sentía. El Audi de poco en poco se comenzaba a ganar mi corazón. James tomó una desviación que si mi memoria no fallaba recordaba, pero exactamente no sabia si estaba en lo cierto. El sonido del viento soplando en los arboles me hizo darme cuenta de que sí, ya habíamos estado aquí antes. James estaciono el auto al frente de la cabaña que conocía.

-Bienvenida de nuevo señorita Reynolds, o debo decir señora Diamond. – Apago el motor del auto.

-¿Te lo dijeron cierto? El restaurante, lo hizo. – Lo mire a la cara.

-Solo mandaron un correo para saber si la experiencia de la señora Diamond había sido buena, ya que se le olvido contestar una breve encuesta. – Me miró.

-¿Les dijiste que deberían de tener mas seguridad en los baños de damas?

Nuestros rostros se acercaron un poco.

-Si, también que deberían de tratar mucho mejor a la señora Diamond.

-Me parece que el servicio mejoraría si los camareros anduvieran sin camisa por ahí y estar musculosos.

-¿Eso cree? Cuénteme más.

Uno podía sentir el aliento del otro.

-También deberían de ser mucho más amables, deberían de complacer por completo.

-Me parece que debemos de escribirle un nuevo correo al restaurante.

-Tengo mas peticiones aún.

-Me gustaría escucharlas.

Nuestras narices se rozaban y el momento parecía lento entre los dos. Nos miramos, no había necesidad de pedir permiso para un beso, ambos estábamos en nuestra capsula del tiempo. Siller sorprendida mente nos lamio a ambos, haciendo que nos diéramos cuenta de que no estábamos solos, un intruso estaba con nosotros.

Reí al momento de sentir su lengua por mi mejilla.

-¿Es necesario esto amigo? – James se limpio la baba de Siller con la mano.

Me reí mucho mas fuerte al verlo con cara de asco al señor Diamond.

-James, Siller solo te dio un beso.

-Me ha dejado impregnado de baba y suciedad, a eso no llamaría beso.

Rodee los ojos.

-Venga amigo, creo que alguien no aprecia los besos perrunos.

Le pronuncie a Siller cuando me desabroche el cinturón y baje a hacer lo mismo con Siller que salió disparado del auto al ver un gran campo para correr. Cerré la puerta de Siller y me crucé de brazos con una sonrisa en la cara al verlo tan feliz.

-Creo que le caes bien. – Pronuncié cuando sentí a James a mi lado.

-No me van los perros.

-¿Por qué? Los perros son los mejores, aman a todos incondicionalmente.

Me tomo de la mano y ambos caminamos a la parte trasera de la casa en donde a lo lejos se veía un rio pasar y la naturaleza estaba en su esplendor. El atardecer lo hacia ver mas bonito.

-Son algo sucios Charlotte, solo no preguntes más, los perros no me van y ya.

-Has aceptado que lo trajera. 

-Si hubiera sabido que era tu excusa te hubiera dicho que no. Pero si a ti te van, estoy bien con eso.

-¿Por qué hemos venido aquí de nuevo?

-Lo has dicho tú, tus padres sospechan y seguir en la ciudad puede ser una mala idea.

-Así que nos has traído hasta aquí solo para que no sepan que me acuesto con mi profesor.

-Más bien es para cuidar la imagen de ambos, tú hija del mayor empresario y yo un simple profesor de instituto.

-Creo que no eres un simple profesor. Tienes muchas cosas que no creo que tu sueldo alcance.

-¿Has escuchado de los prestamos bancarios?

-Espero que no le demás mucho al banco y no solo estés por mi dinero.

-Solo lo necesario. – Me guiño el ojo. - ¿Tu perro siempre es así?

-¿Cómo que así? – Miré hacia donde el miraba.

-Si, que corra mucho, a gran velocidad y a pesar de que se haya cansado no pare.

Era cierto Siller, corría como un puma de un lado a otro, con la lengua de fuera sin ningún motivo de querer parar.

-Está feliz por salir al campo, le gusta mucho salir al aire libre.

-Si lo tienes en tu casa, ¿Por qué no lo llevas a pasear?

-Porque últimamente he estado ocupada y además a Siller, le molesta salir a la calle, puede caminar por mi casa como cinco minutos y después se regresa; creo que en realidad le molesta el ruido de la ciudad. Míralo, aquí es feliz.

Siller, por fin se había detenido a unos metros enfrente de nosotros mirando al río que se encontraba un poco lejos. Estaba acostado sobre el áspero pasto con la panza sobre el suelo y las piernas estiradas hacia atrás.

-¿Sabes por que me gusta este lugar?

James me abrazo por la cintura y recostó su cabeza en mi hombro.

-¿Por qué está lejos de la ciudad y nadie nos encontrará? 

Lo pensó por un momento.

-Bueno a parte de eso es porque me tranquiliza, me inspira una paz profunda y porque estando aquí contigo todo se me olvida, me olvido de que soy tu profesor y que esto no puede ser, me olvido de que tengo un montón de pendientes y por supuesto me olvido de que estamos jugando a que no nos conocemos enfrente de otros.

-¿Sabes a mí que me gusta de aquí?

-¿Qué? – Respondí sin titubear.

-Saber que solo somos tú y yo, que ambos somos un buen equipo juntos.

Me voltee a verlo y lo abrace del cuello, nuestro abrazo perfecto se componía de sus brazos en mi cintura y los míos en su cuello.

Por un momento el aire soplo y mi cuerpo se estremeció. No eran épocas de frío en Canadá, pero mi atuendo no ayudaba mucho para la zona montañosa en donde nos encontrábamos. Solo vestía una camiseta blanca con unos pantalones deportivos rosas y unos tenis blancos.

-¿Qué te parece si pasamos adentro? Veo que comienzas a temblar por el fresco.

-No, estoy bien. Me gustaría que nos quedemos hasta que el atardecer se oculte, ¿Crees que se vea hermoso?

-No mas que tú querida, pero esta bien, nos quedaremos aquí un momento más.

Depositó un dulce beso en mi cuello y los tres contando a Siller, a unos metros de nosotros observamos como se ocultaba el sol.

-¿Qué se te apetece cenar?

Pregunto James entrando a la cabaña, después de ver el atardecer caer.

-James, ¿No crees que sea hora de que me lleves a casa? Dije que solo iría de paseo con Siller y mira donde estamos.

-¿Qué clase de caballero soy si no le doy de cenar a mi amada?

Rodé los ojos.

-Vale, esta bien, has ganado. ¿Qué tenías ya preparado?

-Me temo que solo hay macarrones con queso, se te apetece o podemos pedir comida, la que quieras. – Tomo el celular y estaba dispuesto a llamar a comida rápida.

-No, no, no lo hagas, con los macarrones estoy bien.

-Esta bien, entonces macarrones con queso irán al microondas.

Mientras el hacia lo suyo en la cocina y buscaba una buena botella de vino me senté en el sillón que daba enfrente a la chimenea con Siller a mis pies, al parecer tanto correr lo había cansado, ya que apenas y mantenía los ojos abiertos.

-Ya campeón, pronto estaremos en casa.

Diamond, me llamó para cenar y con una última caricia para Siller camine a la barra de la cocina donde todo estaba preparado.

-Me pareces que eres un buen chef. – Dije al tener el olor de macarrones con queso impregnados en la nariz.

-Si tu le llamas chef a comida recalentada, me va bien.

Ambos entre charlas chistosas nos dispusimos a comer la gran cena. A decir verdad, los macarrones y el vino no sabían tal mal, era como un balance complementario como cuando solo comes queso que se siente un poco amargo.

Cuando ambos terminamos nuestros platos, James se dispuso a lavarlos sin querer que yo lo ayudara y para mantenerme lejos del lava platos quito del congelador un bote lleno de helado, ¿Qué hacia ahí? ¿En qué momento lo había traído? No lo sabía, pero en realidad si que me lo estaba acabando sin ni siquiera dejarle un poco, el helado de vainilla era mi favorito.

-Así que la señorita ha sido egoísta y no me ha dejado nada de helado.

-Tú que no me has dejado ayudarte con los platos y las copas, el culpable eres tú.

-¿Ah sí? Tus acusaciones no causan efecto en mí.

-No quería que lo hicieran, además, me ha encantado tanto el helado.

-¿Qué más te encanta? – Como si de una presa se tratase, se acercó a pasos lentos.

-Tú definitivamente no.

-Eso lo dudo muchísimo señorita, tus muslos no dicen lo mismo.

-Pero mi cerebro sí.

-¿Eso crees?

-Ajá.

Sin tiempo de reaccionar a sus encantos, me retiro el helado y la cuchara de las manos y me beso, me beso como si ambos hubiésemos esperado este momento, como si no hubiera el mañana para ambos. Un beso intenso que, si yo me hubiera puesto falda, los condones sobrarían. Un beso que dejaba mas de mil palabras implícitas.

-Cariño, estas fría. Ven vamos a la chimenea. Debes entrar en calor.

-James, es solo el helado, por favor dame tú, calor.

-¿Qué quieres exactamente?

-A ti, dentro de mí. – Por dos segundos solo lo miré a los ojos, me mordí el labio y escondí mi rostro en su pecho, por primera vez estaba siendo descarada con él y me daba vergüenza.

-También lo deseo cariño, pero ven, vamos a calentarnos un momento en la chimenea.

Con su dedo índice me levantó la cara, me dio un beso en la frente y tomados de la mano caminamos hacia la chimenea. Nos sentamos en la alfombra y abrazados miramos la llama arder.

-James, por favor... - Le supliqué.

-Un momento más cielo, me gusta apreciar estos momentos. – pronuncio con los ojos cerrados.

-Te necesito, ahora. – Le susurre en el oído.

-A veces eres muy insistente cuando te lo propones.

Me miro y por fin me hizo caso, besándonos me recostó con lentitud sobre la alfombra y me acaricio la cara con la paciencia del mundo, como si estuviera recordando cada parte de mi rostro, cada facción, cada gesto. De pronto su mano se adueñó de mi cinturón de tela y se adentró en la zona prohibida, arquee la espalda cuando sus dedos hicieron contacto con mi vulva.

Poco a poco, nuestros deseos de pasión se encendían por nuestro cuerpo, sus dedos me hacían sufrir cuando rozaban con mi vulva, tan delicada y caliente a la vez. Una tortura que en me hacia llegar al mismo infierno y suplicar por el cielo. Mis pantalones y bragas se desplazaron de su lugar y mi camiseta con el brasier desapareció con ellos. Mi pequeño cuerpo pedía ser atendido, los pezones me dolían de placer y mi vulva solo quería tener de nuevo el roce de sus dedos, mi cadera por inercia se levantaba.

-Tranquila pequeña, todo a su tiempo.

Lo vi levantarse aun vestido y caminar hacia la cocina, segundos después una copa de vino lo acompañaba en las manos.

-James, por favor, por favor, por favor. – Suplicaba con lagrimas en los ojos, el placer era tanto que me trastornaba.

Un poco de vino derramo, sobre mi cuerpo y su lengua lo lamía. El placer se hacia extenso y el sufrimiento mayor. Cuando su sed estuvo saciada, dejo la copa en la mesita al lado de nosotros se desabotonó los pantalones, se colocó el condón y me penetro con fuerza, sentí como mi alma se desagarraba que gemí de un place que me merecía.

Sus embestidas fueron lentas al inicio, queriendo adorar el momento, haciendo que todo se programará, guardando el momento en la memoria del otro, pero no satisfaciéndonos por completo y él lo sabía, nuestras miradas lo sabían. Le susurré un "por favor" pidiéndole más, queriendo más de él. Sus embestidas se volvieron más profundas, más rápidas, más placenteras, más llenas de sexo. Gemí porque ambos habíamos alcanzado el clímax, gemí porque por fin me había dado el placer que tanto le pedí, gemí porque por fin estaba satisfecha, gemí porque ambos teníamos mucho que decirnos, pero no éramos capaces.

Al terminar solo profundizó un beso entre ambos, se levanto se quitó el condón, se abrocho los pantalones y me ayudó a vestirme. Fue a la cocina para deshacerse del condón, tomó una última copa de vino y me miró por fin a los ojos.

-Creo que es momento de que nos vayamos, llegaremos más tarde de lo planeado a tu casa. – Miró su reloj.

-Si lo mismo creo.

Llame a Siller y el muy obediente me siguió hasta el auto, ya sin la necesidad de abrocharlo con el cinturón de seguridad pues se recostó por completo en el asiento, el pobre se había cansado demasiado.

Me ubiqué en el asiento del copiloto y rápidamente James puso el auto en marcha sobre la carretera, sin saber en que momento preciso yo solo cerré los ojos y me dejé llevar por Morfeo. Unas caricias en el rostro me hicieron despertarme.

-Cielo, hemos llegado, estamos en tu casa.

Abrí los ojos y rápidamente me di cuenta de que era cierto, ya estábamos cerca de mi casa.

-Oh, gracias por todo, al parecer también me he dormido.

-Es un placer siempre estar contigo, ya lo sabes Charlotte.

-Bueno gracias.

Me baje del coche y levante a Siller de su cómodo lugar, le amarre la correa de nuevo y ambos caminamos hacia la casa. Al darme cuenta para saber si James seguí ahí esperando a que entrara a casa como siempre lo hacía, simplemente ahora ya no estaba. Era como si estaba vez nada le importara.

Al entrar a casa mis padres estaban en la sala leyendo sus respectivos aparatos electrónicos.

-¡Hemos llegado! – Grite y azote la puerta al cerrar.

-¿Puedes explicar donde has estado? Gail nos menciono que saliste desde la tarde.

-Fui con Siller a caminar, solo que pasé por algo de café en el Starbucks y ahí perdí el tiempo, lo siento.

-¿Te has llevado el celular? Te hemos llamado, pero no contestabas, nos preocupamos un momento hasta que Gail nos explico que puede ser que lo dejaras arriba.

En ese momento, toqué mis bolsillos y me di cuenta de que el celular se había apagado.

-Se ha descargado, lo siento.

Les mostré la pantalla apagada.

-¿Quieres cenar, nosotros ya lo hemos hecho? – Mamá menciono.

-No, gracias con el café me basta. Subiré a mi habitación si no les importa.

-Adelante señorita. – Papá se escuchaba molesto.

Sin perder oportunidad subí escaleras arriba, conecté rápidamenteel celular, lo encendí, me bañe rápido y me cambie por un pijama. Me recosté ypor primera vez en meses me sentía extraña. Mire por última vez mi celular porsi un nuevo mensaje aparecía, pero nada. No había nada. 

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