Capitulo 44
-Jóvenes, buenos días.
-Buenos días señor Diamond. – Al unísono contestamos.
Ambos pares de ojos nos miramos por un minuto. Un destello, me hizo saber que esta vez seria duro de soportar para mí.
-Hoy haremos algo diferente.
Todos nos miramos, esto parecía ser un examen sorpresa.
-¿Recuerdan los últimos cinco ejercicios que no resolvimos en grupo? ¿Sí? Bueno, entonces al azar cinco estudiantes pasaran al pizarrón a explicarnos cada uno. - Diamond continúo hablando.
Algunos estudiantes nos encontrábamos pasmados, pues esto era algo impropio de sus clases y si alguien se llegaba a equivocar su puntuación final disminuía. Como lo dijo, al azar escogió cinco compañeros del salón y uno por uno debía de explicar el problema, los cinco estudiantes se mostraban nerviosos, pues el profesor siempre era impredecible con lo que pedía.
Sus pasos resonaban por toda el aula y cada vez lo notaba mas cerca de mí, esto no acabaría bien, ya lo sabía yo. Con movimientos agiles, y silenciosos tomo el asiento a mi lado, compartíamos la misma mesa.
-Profesor. – Dije por cortesía.
-Señorita Reynolds. – Respondió de igual manera.
Sus ojos decían muchos mas que mil palabras, retuve el aire por un momento, pues temía de mi cuerpo en hacer una cosa estúpida. Fijo su mirada al frente del salón, sus brazos descansaban en la mesa y sus manos debajo de su barbilla; no debía hacerlo, pero ahí estaba yo de boba mirándolo de pies a cabeza.
El primer compañero comenzó a transcribir su ejercicio y a explicarlo continuamente, fue el momento preciso en donde regrese a mi realidad, el y yo no nos conocíamos dentro del colegio.
Admiraba su profesionalismo, como un docente hizo preguntas a sus alumnos que resolvían de nuevo los ejercicios, sin su cuerpo mostrar una atracción como lo sentía yo por él. No se le veía incomodo, y mucho menos tentado a tocarme, mientras que yo quería tirar todo a la borda, tocarlo, sentirlo y hasta saborearlo. Si no me cambia de lugar, me volvería loca.
Lentamente, guarde mis lápices, mi cuaderno en la mochila y me disponía a pararme cuando sus manos hicieron contacto con mi suave piel.
Me quedé estática, no sabia si moverme de ahí o quedarme a su lado, sus caricias debajo de la mesa me volverían loca. Al acomodarme bien en la silla mi pie choco con la mesa, su lapicero accidentalmente se cayó. Con su cuerpo ágil, se agacho a recogerlo y así mismo sus delicados dedos rozaban mi pierna desnuda, a la altura de mi rodilla me brindo un dulce beso y se restauro en su silla como si nada hubiese pasado. Estábamos mas juntos ahora que el inicio.
No dejaba de ver al frente, pero mi cuerpo reclamaba sus caricias. Nuestras rodillas se chocaron, una corriente eléctrica recorrido mi cuerpo. Ví viajar su mano derecha hacia mi pierna izquierda, solo la recostó ahí por un momento. El aire me faltaba, respirada con frecuencia.
El tercer compañero estaba por terminar su explicación del problema y solo veinte minutos sobraban para que mi fastidio terminará. Sus dedos de poco a poco subieron a un lugar prohibido, sabía perfectamente cual era su objetivo y esta vez no me negaría.
Su mano únicamente me hacia mayor la torturaba viajaba de arriba y abajo por mi pierna, se detenía por momentos y trazaba círculos con el roce de su yema de los dedos. Me aferraba a la mesa y me recordaba no perder la cordura y quedar al descubierto. Rogaba porque el tiempo pasará rápido. De improviso su mano arrastro consigo el filo de mi falda hasta llevarla al inicio de mi braga. Me tomo por sorpresa, y sabia que mis plegarias no habían sido escuchadas, pero antes de que sintiera sus dedos frotarse con mi húmeda piel, solo lo vi levantarse sin mirar atrás y llegar a su escritorio.
Me quedé ahí, con la falda levantada, las bragas a la vista y mi cuerpo ardiendo de sexo.
-Jóvenes. Pueden retirarse. La clase por hoy ha terminado. – Anunció sin dejar terminar la hora de su clase y a mis compañeros en exposición terminar su tema.
Nadie sin reclamar, se levantaron de sus asientos y corrieron a la puerta, pareciera como si les urgiría salir.
-Charlotte, ¿Te vemos en el estacionamiento? pensamos ir por un café frio para platicar. – Susana y Sebastián se acercaron a mi lugar.
Los miré a los ojos y después lo miré a él.
-No chicos, hoy tengo libros que entregar en la biblioteca y tardaré. ¿Les parece si vamos mañana?
-Va, mañana será entonces. Nos vemos.
Ambos se despidieron con la mano y salieron del aula. Espere a que otros compañeros mas se retiraran del lugar para hablar con el objetivo.
Se levanto de su cómodo lugar y se acerco a la puerta, la cerró y se quedó recargado en ella. Se quedo pensativo por un momento hasta volver a cruzar miradas.
-Vaya señorita, he notado que hoy ha estado muy inquieta.
-Me parece que algo me molestaba profesor. – Sonreí, de esas sonrisas cómplices.
-¿Qué le parece si después de ir a dejar sus libros a la biblioteca le invito un café?
-Profesor, creo que está prohibido salir con alumnas.
-Tendremos que resolver la duda que la inquietaba.
-¿Le parece si nos vemos en el café cerca del instituto? Sé llegar, es un lugar muy común para mí.
Me levanté del asiento y me acerqué a él.
-No tardaré ya sabes como entrar. – Me susurró.
-Conozco el lugar.
Ambos juntamos nuestros labios en un apasionado beso, él lo necesitaba, yo lo necesitaba, ambos nos necesitábamos en ese momento.
Ya en la entrada principal del instituto me subí al coche habitual y le pedí al chofer que me llevase a la dirección que ya me sabia de memoria.
-Raúl ¿Podrías avisar a mis padres que me quedare en este café esperando a mi equipo de trabajo? La mayoría vive por aquí.
-¿Regreso por usted señorita?
-No sé si terminemos temprano, yo te llamo por cualquier cosa.
-Esta bien señorita.
Baje del auto y esperé que Raúl se retirara por el camino que me había traído. Al verlo lejos de mi campo de visión entre al gran edificio de departamentos, le sonreí al conserje pues ya era frecuente aquí, me encaminé al elevador, introduje el piso deseado y me hundí en mis pensamientos.
Con un pitido al abrirse las puertas del elevador me indicaba que ya estaba en el lugar deseado. Toqué a la puerta e inmediatamente Laura el ama de llaves de Diamond me abrió.
-Señorita, buenas tardes, el señor no se encuentra en estos momentos.
Me sonroje.
-Amm, si lo sé. Solo que... - Me había quedado muda, no sabia que decir. – Creo que lo esperaré abajo.
Rápidamente me di la vuelta para bajar.
-No, espere. Puede pasar, además estoy por terminar.
Me invito a pasar al espacioso lugar. La seguí a la cocina, me sentía muy pequeña en aquel lugar.
-¿Se le ofrece algo de beber señorita?
-Por el momento estoy bien Laura, ¿Te puedo hacer una pregunta? – Me senté en uno de los taburetes.
-Claro señorita. – Me sonrió mientras se secaba las manos con un trapo.
-¿Desde cuándo tiene trabajando aquí con el profesor Diamond?
-Trabajaba con sus padres desde que se conocieron, pero por cosas de vejez, mis hijos me brindaron la oportunidad de venir a Canadá con ellos, así que deje aquel trabajo desde que él era un adolescente y muchos años después nos hemos vuelto a encontrar.
-¿Entonces si que lo conoce desde niño? – Me quedé a pensar en lo que él me había contado antes.
-Así es señorita. Y en verdad que el señor no ha cambiado mucho, aun sigue siendo aquel niño que deje atrás. Es muy bueno señorita.
-Aunque a veces un cabezota.
Se rio.
-Se necesita paciencia para tratarlo.
La puerta de entrada sonó al cerrarse. Con pasos decididos se acercó en donde estábamos Laura y yo.
-Señor, buenas tardes, ¿Se le ofrece algo? – Pronunció Laura como si ese fuera su protocolo.
-No Laura, estoy bien. – Mantuvo una distancia de mí. – Señorita Reynolds, un gusto volver a verla.
-Profesor. – Incline la cabeza.
-Señor, si no me ocupa por hoy, me retiro.
-Gracias Laura por todo, yo me encargo de la comida, nos vemos. Saludos a tu familia.
-Gracias señor, con permiso. Señorita. – Me guiño un ojo. Y la vi marcharse por la entrada principal.
-¿Así que hablando de mi estaban eh? – Diamond se dirigió al refrigerador.
-¿Por qué lo dices? – Pregunté desconcertada.
-He escuchado un poco.
Me tomo de la barbilla y me recibió con un dulce beso en los labios.
-No sabes cuanto me ha costado soportar no besarte en clase.
-No sabes como me he puesto de frustrada cuando me torturaste.
-¿Así que la señorita Reynolds ya no puede vivir sin mí?
-¿Quién ha dicho semejante mentira? Yo creo que eres tu el que no puede vivir sin mí.
-Quien sea que le hacha dicho tiene razón, no puedo vivir sin ti cielo. – Nos fundimos en un beso lleno de pasión, lleno de secretos, lleno de amor.
Me tomo en brazos sin despegarse de mis labios y subimos escaleras hasta llegar a su habitación.
Nos detuvimos al borde la cama y con caricias suaves, lentas, sin prisa alguna nos desvestimos, el tiempo comenzaba a pasarnos lento, queríamos saborearnos uno con el otro, sentir que nuestro momento especial nunca terminaría.
Adorábamos nuestro cuerpo como pieza de arte, sus caricias parecían como si de una escultura de cristal me tratase. No hacía falta una penetración pues ambos nos demostrábamos todo lo que nunca nos decíamos a la cara, el amor era palpable en el aire.
-Charlotte, eres tan preciosa que no puedo dejar de estar cerca de ti.
Al terminar la frase una penetración rápida ocurrió entre los dos, y para ahogar mis gemidos me beso, me beso con promesas implícitas, ambos nos movíamos a un compás lento, pausado, besos en el cuello, beso en todas partes del cuerpo.
Las penetraciones nos recordaban porque estábamos juntos, porque solíamos ser una pareja de amantes detrás de aquella puerta, mientras que con la sociedad éramos unos completos desconocidos.
Con tres penetraciones rápidas ambos estuvimos al alcance del orgasmo, ambos sabíamos que todo había terminado.
-Eres la perfección hecha mujer cariño. ¿Acaso nunca dejare de repetirlo?
Me reí.
-Vaya señor Diamond, ¿A quien debemos de darle las gracias por volverlo romántico? – Acaricie su cabello por encima de mi pecho.
-A una dama que es completamente mi dolor de cabeza, pero también una seductora. – Me beso el pezón a su alcance.
Un cosquilleo me recorrió la espalda. Y mi estomago reclamo por comida.
-Creo que es hora de bajar a comer señorita.
-Al parecer me ha dejado hambrienta profesor.
-Vaya, vaya. ¿Entonces por qué no nos quedamos en la habitación y disfruta de este manjar?
Se acercó a mis labios y me dio un beso casto.
-Ya vamos bájate que pesas. – Reí – Y además tengo hambre de comida de verdad.
-Oh, ya está bien. Vale bajemos a comer.
Se levanto de mi cuerpo y se encamino a la puerta para ir escaleras abajo.
-James, ¿No bajaras desnudo o sí?
-Estamos solos cielo y además hemos acabado de tener sexo, andar desnudo en casa no me interesa en lo mas mínimo. Te espero abajo.
Sin dejar a que dijera algo más, cerró la puerta detrás de él y me dejó sola en la habitación.
Rápidamente me levante de la cama me puse las bragas y entre sus cajones busque una camisa que me tapara por lo menos las nalgas. Tome un bóxer limpio de su ropa interior junto con un pantalón de pijama y baje al comedor.
-¿Aún no pierdes la inocencia verdad querida?
Sitúo dos platos en la encimera. Al ir por vasos y la bebida observe sus nalgas perfectamente redondeadas y su escultural espalda.
-Te he traído ropa – Deje entre ambos platos su ropa de cambio – No es que me moleste verte desnudo, pero si llega alguien y te ve en bolas dirá que me estas acosando.
Colocó los vasos y la bebida donde a los lados de los platos y al tenerlo de frente no podía concentrarme solo en su cara.
-Por favor James, ponte la ropa, solo son los calzoncillos y un pantalón de pijama, el torso no importa, puedo soportarlo.
Disminuyó la distancia que había entre ambos y mi cuerpo tembló.
-Si insistes. – Tomo la ropa que estaba detrás de mí. – Aunque a decir verdad después me la tendré que quitar.
Al terminar James de vestirse, ambos nos centramos en la comida y entablamos una conversación de temas diversos, temas que de alguno u otra manera podíamos continuar sin ningún problema de quedarnos sin conversación.
Cuando ambos terminamos nuestra deliciosa comida que consistió en espagueti y bolas de carne acompañado de agua de sandia muy fresca, nos dispusimos a lavar los platos, vasos y cubiertos. Mientras yo los enjuagaba el solo los limpiaba con un trapo húmedo y así ambos terminamos más rápido.
Nos acomodamos en el sillón y el únicamente encendió la televisión para que con el sonido inundara la sala.
-James, ¿Podrías darme la hora?
-¿Te iras ahora mismo? Pensé que te quedarías a pasar la noche.
-Tengo mucho trabajo que realizar, además avisé con el chófer que terminando mi trabajo en equipo regresaría a mi casa.
-Apenas han pasado tres horas desde que llegamos. ¿Por qué no te quedas mas tiempo? Puedo ir a dejarte a tu casa, si quieres toma mi escritorio para hacer tus deberes, yo aún tengo tiempo para resolver las planeaciones del colegio.
-Verás tengo un profesor que parece como un grano en el culo, que si no hago bien mis actividades dice que me reprobará. – Me mordí el labio inferior.
-Yo creo que debes de acusarlo, se está aprovechando de lo indefensa que eres. – Me miro a los ojos.
-He tratado de hacerlo, pero no me deja en paz.
-Tal vez ha encontrado algo misterioso en ti. Yo digo que le coquetees un buen coqueteo enamora a cualquiera o por lo menos déjalo fantasear.
-¿Cómo se supone que lo coquetee? – Me acerque de poco a poco a su torso.
-Creo que debes ser más dulce con él.
-¿Más? Pero si lo soy todo el tiempo. – Con la yema de mis dedos recorrí su perfecto torso de arriba abajo.
-Debes de ser mas accesible si te pide algo.
-¿A sí? – Me ente a horcadas en su pierna. - ¿Qué mas me aconsejas?
-Dale besos a escondidas.
Le bese el camino de la oreja al cuello.
-¿Eso está permitido?
-Si quieres conseguir el diez de calificación final debes hacerlo
Moví mi pelvis de manera circular.
-¿Crees que lo hare bien?
-Lo estás haciendo estupendo.
Rocé sus labios con los míos. Seguí con mi tortura de círculos con la pelvis.
-¿No me estaré portando como una niña mala?
-A los maestros también les gusta las niñas malas.
Lo tomé de la barbilla y lo besé con pasión, con rudeza, nos comíamos uno al otro. Sentí su mano viajar hacia el borde de sus pantalones y acariciar mi zona vaginal.
Ambos nos estábamos adentrando a un viaje sin retorno. Nunca nos cansaríamos uno del otro, nuestra pasión estaba viva. Su celular comenzó a sonar.
-James, tu celular. – Mencione entre quejidos.
-Déjalo, lo que sea puede esperar. - Comenzó a resbalar entre mis piernas las bragas. – Me encanta que siempre estés preparada cariño.
Su pantalón de pijama con sus calzoncillos y mi camiseta se esparcieron por la habitación. El sofá había sido fabricado especialmente para que los dos lo ocupáramos para lo que fuera. Las penetraciones esta vez no fueron lentas, sino mas apasionadas, rápidas, dando todo lo que ambos necesitábamos. Nos complacíamos en todos los aspectos posibles.
El orgasmo no tardo en llegar para ambos, pues nuestra pasión siempre estaba presente y solo con saber que uno de los dos quería estar para siempre encima del otro nuestra pasión estaba encendida y los orgasmos eran perfectos.
-¿Sabes que me gusta de los dos así juntos? – Mencione al relajar de nuevo nuestros cuerpos.
-¿Qué puedo hacerte una y otra vez mía?
-Que somos la pareja perfecta que en el sexo se complementa.
-Cielo, tú y yo seremos perfectos en todos los sentidos. – Me beso los labios. - ¿Te quedarás? aún no termino contigo.
-¿Qué me propones?
-Demasiadas cosas que puedas imaginarte.
Comenzó a bajar por mi torso desnudo dejando pequeños besos en su camino. Al llegar a su objetivo, inicio con la estimulación de sus dedos en mi suave y húmeda carne. Me sentía a borde del abismo.
Su celular interrumpió nuestro momento especial, mientras que la pantalla se iluminaba de otro color y de igual manera emitía un sonido de llamada.
Frustrado se levantó del cómodo sillón y me dejó con unas ganas tremendas de tenerlo de nuevo dentro.
-¡Mierda! ¿Es enserio que ahora mismo? – Su tono de enfado, avisaba que no había algo bueno detrás de la llamada.
-¿Pasa algo malo? – Pregunté aun desnuda en la sala.
-Nada que no se arregle cielo. – Me besó en la frente. – Vístete, debo responder esto, puedes quedarte en mi despacho al terminar entro a verte.
Como una orden, le hice caso y me puse rápidamente las bragas y su camiseta, tomé mi mochila de la entrada donde lo había dejado y me encaminé a su despacho, que contenía un cuarto tremendamente enorme con un escritorio de madera de roble y una silla cómoda que podrías dormirte en vez de trabajar. Su estantería con libros estaba acomodada exactamente por los tamaños de los libros y la tecnología exactamente de aquel cuarto era la mas nueva, un proyector colgaba del techo y una pantalla blanca se extendía en la pared, la computadora era de las mejores del mercado y hasta su propio lugar de vinos tenia, un pequeño bar se extendía en una esquina de la estancia.
A pesar de querer saber que era lo que había molestado a James me introduje en mis asuntos y puse manos a la obra, a pesar de ser una chica que iba todos los días a la escuela tenia tareas acumuladas por cumplir.
Después de media hora de trabajar mi celular vibro intensamente, una llamada se hacia presente.
-Charlotte Reynolds. – Respondí.
-¿Dónde carajos estás?
-Si Susana, he terminado de comer, he llegado bien a mi casa, ¿Qué tal tú?
-He acabado de llamar a tu casa y Gail me ha dicho que no estas en tu casa, que tus padres piensan que estas conmigo. ¿Por qué no me avisaste antes?
Abrí mis ojos como platos.
-Les dije que estaba haciendo un trabajo en equipo, pero me imagino que han pensado que es contigo y con Sebastián. ¿Para que has llamado?
-Sebastián y yo tenemos una invitación a una fiesta, ¿Quieres venir con nosotros? Era de lo pensábamos comentarte en la tarde.
-No me apetece además no he regresado a mi casa y veo que has metido la pata, ¿Por qué no me llamaste antes?
-Lo he intentado quince veces antes de que llamara a tu casa, pero no me contestas el teléfono.
Mientras seguía en línea, me di cuenta de que no mentía, si me había marcado antes y no me había percatado de eso.
-Lo siento, el trabajo está muy pesado, ¿Se les ofrece que sea su tapadera?
-¿No tendrás problemas?
-Susana, dime ¿Cuántas veces sus papás han sabido si es cierto o no?
-Bueno, tienes razón. ¿Sabes que te amamos verdad?
-Ya pónganse guapos mejor. Yo ya veo que me invento. ¿Le dijiste algo a Gail de por qué no estabas conmigo?
-Oh cierto casi lo olvidaba, he dicho que había olvidado el lugar donde habíamos quedado, porque pase a casa por cosas que necesitábamos.
-Bueno, gracias por no estropear la mentira. ¿Llegaran muy tarde?
-Lo de siempre.
-Me mandan mensaje cuando lleguen, para que sepa que todo ha ido bien.
-Te amamos.
-Yo a ustedes. -Colgué. Mi trabajo aun debía mantenerse en mis deberes.
Al terminar con mis trabajos escolares no quise interrumpir en la sala para ir por mi ropa de cambio, así que dentro de la estantería de libros comencé a revisar uno que llamase mi atención. La mayoría se refería a libros de finanzas, economías, industrias, trabajo en equipo, bienes raíces entre otros más, pero ninguno que me atrajera. El único libro que distinguí por su vieja portada y por lo grueso que se encontraba era la "Divina comedia" algo muy impropio de docente, pero muy agradable para mí. Uno de mis libros favoritos. Tomé el libro entre mis manos, me acomodé en el gran sillón de la habitación y comencé a leer.
Varias paginas después, el hombre que se había quedado en la sala en una conversación profunda, se adentro en mi espacio de lectura.
-¿Así que hurgando en mis cosas?
-No pensé que la lectura filosófica fuera para ti.
-Es de un amigo que lo dejo en casa. – Se sentó a mi lado.
-¿Qué tan malo será el infierno?
-Dante, dice que es peor cuando vives sin tus seres queridos cerca.
-Su infierno fue perder a Beatriz, su amor eterno.
-Lo bueno es que obtuvo paz al saber que podía reencontrarse con su amor eterno.
-Le costó, pero no fue fácil.
-Nada en esta vida es fácil – Cerré el libro y lo sostuve en las piernas.
-Si luchamos si lo es, ¿Qué te apetece de cenar?
-James acabamos de comer, ¿Por qué piensas en comer?
-¿Acaso tú no tienes hambre? ¿Qué te parece la comida china?
-¿Rollitos de primavera y yakisoba de verduras?
Envío rápidamente un mensaje y minutos después una sonrisa se dibujó en su rostro.
-La cena viene en camino.
-¿Cómo haces eso?
-¿El qué?
-Solo con un par de teclas o unas llamadas telefónicas todos hacen lo que quieres.
-Mis dones de galán.
Me reí alto.
-Creo que le tienen miedo profesor.
Me levanté para dejar el libro donde lo encontré. Pero instantáneamente jaló de mi brazo y me acorraló en sus brazos.
-¿Qué nivel de miedo tendrán? – Me miro los labios y mis ojos se enfocaban en sus facciones.
-¿Qué nivel cree que usted tiene?
-No lo sé, muéstramelo.
Sus labios y los míos ya encajaban a la perfección, no había necesidad de buscar otros. Ambos ya teníamos impregnados el sabor del otro. Mis manos mágicamente recorrieron su perfecto torso y el fundía mas nuestros labios, somos piezas completamente hechas a la perfección.
El timbre sonó sacándonos de nuestra burbuja.
-¡Mierda! – Pronunció.
Se levantó y fue a recibir lo que fuese que hubiese llamado a la puerta. Aproveche el momento a solas para recoger mis cosas y dejar el libro en su posición inicial.
-Ya llego la cena. – Gritó detrás de la puerta.
Salí y lo primero que toco mi olfato fue el buen aroma de la comida, estaba caliente y recién hecha. Sin perder tiempo como niña animada corrí a la butaca en la cocina y esperé que la cena fuera sacada de la bolsa de la tienda.
-No sabes cómo se me ha hecho agua la boca. – Mencioné
Sin esperar a que destapara bien donde se encontraban los rollitos de primavera me lancé por uno y lo saboree como si no hubiese comido por días.
James se rio al verme degustar el primer rollito.
-¿Qué? – Lo miré confusa.
-Nunca pensé que tanto sexo te haría comer por un batallón entero.
-¡Oye! Apenas he probado un rollito.
-Cariño, te lo has acabado como si alguien te lo robaría.
-El aroma me ha llamado y además ha estado delicioso.
-Te has manchado, ven, déjame que te limpie.
Mire sus movimientos y solamente me robo un beso para al final limpiar con su pulgar el exceso queso que había quedado en la parte interior.
-Tienes razón, está delicioso. – Succiono su pulgar con el cual me había limpiado.
Por una estúpida y extraña razón me sonrojé ante él. Y volvía a ser la chica tímida que una vez conoció.
Al terminar de cenar a las seis de la tarde ambos dejamos la cocina limpia para volver a enroscarnos en el sofá de la sala. Esta vez acompañados de un vaso de helado cada uno.
-Creo que no te lo había dicho antes, pero, mis amigos disfrutaron mucho la cena que supuestamente pagaron mis padres.
-Con que tu te la hubieses pasado bien me basta y sobra.
-Ya que estamos recordando, creo que no te devolví tu tarjeta. – Estaba dispuesta a ponerme de pie.
-No te preocupes, puedes quedártela. – Me apretujo mas entre sus brazos.
Lo mire sorprendido.
-No, es tuya, debo devolvértela.
-Bueno, lo puedes hacer en cualquier otro momento, me siento tan cómodo contigo ahora mismo que no quiero que te muevas.
-¿Debo de llamar a los médicos?
Reí al notar su cara de confusión.
-¿Por qué lo harías?
-Creo que la comida te ha sentado mal. – Toqué su frente – no eres el James de hace cinco minutos.
-¿Acaso me estas diciendo loco?
-Yo creo que ya es más bien la edad.
-¿Ya estoy viejo?
Reí.
-Tal vez solo un poco. – Le enseñe mi dedo índice y mi pulgar con la típica seña de poco.
Sus manos rápidamente atacaron mis costillas y me moví como lombriz fuera de su escondite. No podía dejar de reírme y tratar de esquivar sus manos, las cosquillas son mi debilidad. De tanto moverme con el vaso de helado entre mis manos se lo tire encima sin darme cuenta.
-¡Oh no! – Pronuncie.
-Señorita creo que ha hecho algo mal.
-Usted para que me hace cosquillas, ¿Ya ve lo que pasa?
Comencé a batir con mis manos el helado que resbalaba de su pecho como intento fallido de querer limpiarlo.
-No sé si lo estás haciendo a propósito o en verdad lo quieres arreglar.
-Señor, ¿Acaso no ve que trato de limpiarlo?
-Es lo que trato de descifrar.
-Creo que mis manos no van a limpiar bien el desastre.
Me hinque ante su cuerpo y tras mis pestañas nos quedamos viendo con deseo de saber que podría pasar después. Lentamente comencé a acercarme a su torso todo manchado de helado y con la lengua de fuera recorrí el lado izquierdo de su abdomen de arriba abajo.
-¿A que te la estas pasando bien? – Pronuncio con la voz entrecortada.
Deslice mi lengua por mi labio superior.
-Me parece que sabe mejor servido en el cuerpo humano.
Sin dejar que me contestara repetí el mismo proceso por su abdomen en la parte central llegando al ras del elástico de sus pantalones ahora con una penetración sin pasar por desapercibido.
Al recorrer mi lengua y succionar todo el helado restante de la parte derecha mi celular sonó. Sus ojos me retaban a no contestar y seguir con mi proceso de limpieza, pero esta vez el debía de quedar frustrado.
Tome mi teléfono de la mesita central de la sala, sin dejar de mirar a James le di rechazar a la llamada y volví manos a la obra con mi delicioso postre.
-Charlotte, ¿Dónde estás? Hija Susana nos llamó, ¿No estas con ella? Ya es tarde cielo, ¿Pasa el chofer por ti?
James y yo nos quedamos pasmados, según yo le había dado rechazar a la llamada y resulta que la voz de mi padre se escuchaba por la alta voz. Ambos nos miramos fijamente, no sabia que hacer, trataba de no meter la pata.
-¿Charlotte estas ahí? ¿Hija? – La voz de mi papa se escuchaba aún.
Rápidamente tomé el teléfono.
-Si... si... papá, aquí estoy. – Conteste con los nervios de punta y queriendo reír.
-¿Ya vienes en camino? Tu mamá se comenzó a preocupar por ti mi niña.
-Si papá ya voy para allá, solo que el trafico esta pesado y además estoy a un tramo lejos de casa.
-Esta bien Charlotte, te esperaremos en casa.
-Los amo, besos papi.
Colgué rápidamente y verifiqué que lo hubiera hecho bien esta vez. James y yo al vernos nos soltamos a dar carcajadas grandes.
-¿Te das cuenta lo que hubiera pasado si tu padre nunca hubiera hablado estando en alta voz?
-Ni lo digas. – Me senté a su lado, la pasión a ambos se nos había bajado.
-¿Por qué no nos bañamos y te voy a dejar a tu casa? Estoy pegajoso y tu aun hueles a sexo.
-James no nos dará tiempo, le he dicho a papa que llegaba rápido.
-El tráfico siempre es largo cielo, además no tardaremos mucho.
-James no, mejor me voy a bañar en el cuarto de invitados. Dentro de cinco minutos nos vemos aquí otra vez.
-He dicho que nos vamos a bañar juntos y lo haremos.
Me cargó encima de su hombro y con pasos decididos anduvo hacia su habitación y la ducha. Me dejo por unos minutos parad sobre mis pies mientras me quito la camisa y las bragas. En un santiamén se desvistió y abrió el grifo de la ducha.
Debajo de la lluvia artificial que nos caía por los hombros, nos enjabonamos juntos, cayendo en la tentación como Eva lo hizo al probar la manzana que los elimino del paraíso; James y yo no pudimos evitarnos probar por una ultima vez del día. Comenzamos lento, escuchando nuestras respiraciones, nuestros gemidos que era como música para nuestros oídos, nos saboreamos uno al otro. Mientras más era nuestra pasión la velocidad de las penetraciones aumentaban, así mismo como los besos en el cuello, los rasguños en su espalda y las succiones de mis pezones.
Cuando creí alcanzar el orgasmo liberador que necesitaba, James se detuvo y en sus brazos me llevo hasta la cama dentro de la habitación, me recostó con delicadeza y me penetro con aun mas fuerza, inundando la habitación de gemidos y humedeciendo toda la cama completa. Me sentía partirme en pedazos, hasta que por fin pude correrme con él dentro. Un orgasmo muy placentero disfrutamos ambos.
-James, habías dicho que solo era una ducha. – Entrecortadamente hable.
-Fue una buena ducha. Venga ya. Terminemos de quitarnos el olor de sexo.
Volvimos a entrar de nuevo a la misma ducha, pero esta vez si cumplimos con la única función de bañarnos. Al salir y observar la cama me di cuenta de que en verdad la habíamos dejada muy mojada, para cualquier persona seria imposible dormir ahí.
-James, creo que tendrás que cambiar las cobijas antes de dormir.
El miro al mismo punto que yo.
-Al regresar lo haré, lo prometo. A cambiarse a hora mismo señorita - Me besó la cabeza. – Tus padres esperan que llegues sana y salva.
Ya en el automóvil, a unos metros alejados de mi casa nos despedimos con un beso en la mejilla, como si de amigos nos tratásemos. Le di las buenas noches y él espero a que cruzara la cuadra y la puerta principal de mi casa. Al cruzar el umbral solo escuche el motor de su auto que se retiraba del lugar y a mis padres en la sala esperándome.
-Buenas noches familia, creo que subiré a mi habitación, ya es un poco tarde – Les hice la señal con los dedos. – Y mañana tengo una importante exposición que realizar.
Sin verlos muy bien a la cara, les di la espalda y me encaminé a los escalones de mi habitación.
-Charlotte, no vuelvas a hacer eso. ¿En que has llegado? – Me detuve en seco.
-Uno de los compañeros me ha traído papá – Aun no lo veía a la cara.
-¿Debemos de saber algo?
-¿Por qué piensan que les oculto algo?
-Susana marcó preguntando donde estabas. – Me volteé y ya los vi a la cara.
-¡Oh es que Susana a veces es despistada! Ella sabia el lugar donde me encontraba solo que se le olvido, le pasa a veces.
-Charlotte, por favor a la próxima marca y di donde estas, cariño es muy raro de ti no avisar, nos preocupamos. – Mamá se notaba preocupada.
-No lo volveré a hacer mamá, solo esta vez que el proyecto se me olvido hacerlo antes. En verdad que quiero irme a dormir.
-Después seguiremos con estas conversaciones, vamos, ve a dormir. – Papá miro su reloj y me hizo una señal con la cabeza.
-Buenas noches papá, mamá. – Sin perder tiempo corrí escaleras arriba.
Para: Estúpido Profesor.
Debemos andar con mas cuidado, mis padres sospechan.
Reynolds.
De: Estúpido Profesor.
Puedo decirles que últimamente tienes problemas en mi clase, debemos de tener otra vez clases particulares.
JD
Para: Estúpido Profesor.
¿No crees que sería sospechoso ahora?
Por ahora solo debemos reducir nuestros tiempos, buscaré mejores excusas.
Reynolds
De: Estúpido Profesor.
¿Acaso ya no puedes vivir sin mí?
¿Qué clase de monstruo he construido?
JD
Para: Estúpido Profesor.
El monstruo que siempre quisiste que fuera.
Creo que el que no puede vivir sin mí eres tú.
Reynolds.
De: Estúpido Profesor.
¡Oh bella dama! No sabes cuanto añora mi cama estos momentos tu frágil cuerpo.
Buenas noches dulce doncella.
Que tengas dulce sueños.
Besos
JD
Sin dejar de sonreír como una niña boba ante la pantalla del celular, me obligue a dormir, los días de escuela siempre serían los más difíciles de llevar con mi vida al lado de Diamond.
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