Capitulo 40
-¿Dónde estuviste anoche pillina? – Susana me siguió a la primera clase.
-Salí con alguien, fue emocionante. – Abrace mis libros con más fuerza y agache la cabeza.
-¿Acaso te has sonrojado Charlotte Reynolds?
Se interpuso en mi camino e hizo que la mirara directamente a la cara.
-No ha pasado nada, ¡Te lo juro! Solo que me he emocionado al salir a escondidas de mi casa.
-Como si eso fuera verdad. Ojala la nariz nos creciera a los mentirosos para que pudiéramos concursar en saber quién dice más mentiras.
-¿Me estas llamando mentirosa?
-Charlotte, ambas sabemos que ha pasado algo más en esa escapada.
-Te prometo que no, solo he salido con alguien más que suficiente. – Levante una mano en forma de derrota.
Miro su reloj.
-Solo porque voy tarde a mi clase te lo dejare pasar, pero quedara pendiente.
-Lo que digas.
Le grite a su espalda, mientras ella se iba corriendo del lado contrario.
De: Estúpido Profesor.
Buenos días, preciosa.
Espero que estés de buen ánimo.
Aun te debo una recompensa por lo de anoche.
¿Otra? ¿Acaso ayer no le basto con volverme a tener en sus manos?
Me mordí el labio con solo recordar las anécdotas de la noche anterior.
De: Estúpido Profesor.
Espero que ahora si te haya quedado claro solo usar faldas o todo lo que me dé acceso a tus hermosas piernas.
¿Es enserio? No puedo creer que hasta por mensajes tenga tanto erotismo por escribir.
Mire de nuevo mi vestimenta y sonreí para mis adentros. El día de hoy mis cómplices serían unos tenis blancos, una falda circular negra y una blusa blanca sin estampado. Sencillo pero casual.
Hora, tras hora mi día seguía consumiéndome. Parecía como si esta vez todos mis profesores solo se hubieran puesto de acuerdo para dar las clases de manera aburrida o era que ya lo sentía así; solo me reconfortaba saber que al mediodía podría charlar un poco con mis amigos. Eso me relajaba.
-Bien Charlotte, cuéntanos ¿Cómo estuvo tu escapada ayer?
Sebastián, Susana y yo estábamos sentados en la mesa de siempre.
-No tiene sentido hablar de ello Sebastián, ya dejen el tema por la paz.
-Oh no querida, Susana me ha comentado que hoy en la mañana estuviste muy rara y además te hemos visto con aires de alegría.
-En vez de alegrarse por cualquier cosa que haya hecho, me invaden a preguntas.
-Charlotte nos preocupamos por ti.
Rodé los ojos.
-Oh si claro, eso explica porque tanta inquietud por mis salidas, mientras que yo no les pregunto porque ahora salen juntos cada fin de semana.
-Vale, ya, hemos captado. – Susana era ahora quien se rendía.
-¿Ya han pensado en lo que se pondrán en la fiesta de Lucia? – Sebastián parecía ser el único que había aceptado ir.
-¿Iremos? – Pregunte.
-¿Por qué no? Además habrá alcohol gratis.
-¿Qué fecha es? – Intervine.
-Creo que este sábado por la noche, por lo que he escuchado Lucia tendrá casa sola el fin de semana completo y quienes asistan se podrán quedar a dormir. – Susana contesto.
-No podre, mis padres tienen una gala benéfica, tengo que asistir.
-¿No puedes acompañarlos un momento y después ir a la fiesta con nosotros?
Lo pensé.
-Si me confirma bien el lugar y la hora exacta puede que haga un espacio en mi agenda.
Antes de darles tiempo a responder sonó la chicharra, dando por entendido que tendríamos que terminar las horas que nos quedaban en el instituto.
El señor Princeton, nos había pedido un informe a cerca de un tema económico que dominásemos, no importaría si fuese del país o de otro, lo que era fundamental para la calificación era saber de pies a cabeza la economía de dicho lugar y que fuéramos breves.
Sin lugar a dudas lo primero que se me vino a la mente fue Italia, ¿Por qué no hablar de mi país natal? Más cuando soy una de las personas que tiene acceso directo a ese tipo de estadísticas, sería un gran honor mostrarle a todos de lo que es capaz Italia de fabricar económicamente.
-Profesor Princeton.
Todos volteamos a la puerta.
-¿Si? – Contesto el profesor, acomodándose sus gafas.
-Soy Julián, el asistente del señor Diamonds, y me ha pedido de favor si es tan amable de prestarme a su alumna Reynolds.
Julián y yo intercambiamos miradas.
-¿Señorita Reynolds? – Pregunto a toda la clase.
Sabiendo que se dirigía a mi persona, me levante de mi asiento.
-Puede acompañar al joven, su clase ha terminado.
-Gracias, permiso. – Articule al pasar al lado del profesor.
Julián solo asintió con la cabeza.
-¿A sido un pretexto para sacarme de clases e ir por algo? En verdad que lo necesitaba, me está asfixiando con todo esto.
-No Charlotte, esta vez estas en problemas.
Lo mire atónita.
-¿Qué? No he hecho nada malo, enserio.
-¿Recuerdas el último examen que hiciste con él?
-Oh si, el sorpresa.
-Pues lo has reprobado.
-¿Qué has dicho?
-Lo que te digo, lo has reprobado y no solo eres tú, ¡Ha sito todo tu salón! Y el señor D. Está muy enfadado, dice que como puede ser posible que nadie lo haya aprobado si en clase todos cooperan.
-¿Por qué me ha llamado exactamente a mí? – Pregunte con horror.
-Porque me ha dicho que se lo notificara a todos los padres y como los tuyos no han contestado te dará una circular.
-¿Qué? – Grite más que hablar. – No puede hacerme esto, hace meses que él y yo ya habíamos hecho las paces y si mis padres se enteran de esto, me mata.
-Ruega por tu vida.
Me dejo afuera de la puerta esperando a que él le notificara al profesor de mi presencia. Después de que el saliera, solo note en su rostro preocupación y algo de horror.
-Suerte. – Me susurro
Y ahí estaba de nuevo, esa chica tímida parada en el umbral esperando caer al vacío.
-Adelante. – Una voz gruesa me recibió.
Camine dos pasos y cerré la puerta detrás de mí.
-Señor. – No articule más palabras.
-No puedo creerlo señorita Reynolds. ¡Esto es inaceptable! – Levanto la voz.
Solo me encogí de hombros.
-Haga lo que crea conveniente. – No podía mirarlo a la cara.
Se acercó y me beso.
Nos miramos por unos instantes y comprendí lo que estaba pasando, él había tramado esto porque tenía un plan.
Me hizo una seña para que guardara silencio y miro por un momento la puerta.
-A veces puede ser un chismoso. – Se refería a Julián que se había quedado escuchando por la puerta hasta que desapareció.
-¿A que ha venido esto?
-Ya lo veras.
Me sentó en su escritorio y me abrió de piernas.
-¿Qué haces?
-No seas impaciente.
Abrió uno de sus cajones del escritorio y saco un artefacto que parecía un labial, pero más largo y con una hebilla circular pequeña al final.
Al postrarse de nuevo enfrente de mí, abrí como platos los ojos.
-¡Oh no eso sí que no! – Trate de cerrar las piernas pero era tarde.
-Ni lo intentes Reynolds. – Me advirtió
-Por favor no lo hagas.
-Ayer te portaste mal.
-Te recuerdo que tú fuiste quien hizo que me la pasara mal en la cena.
-Te gusto.
-Fue horrible. – Sonreí. – Por favor no lo hagas – No dejaba de ver el artefacto en sus manos. – Aun tengo clases.
-Vamos a divertirnos un rato.
Sin dejar que mi cerebro reaccionara, me beso, un beso intenso que te hacia pedir más y más. Aprovecho ese momento de debilidad, me subió la falda y me bajo la ropa interior.
Lubrico el vibrador y entre caricias lo introdujo de manera hiriente. Mordí mi mano, no podía hacer un escándalo en plena oficina.
Acomodo mi ropa interior y la falda.
-¿Puedes andar? – Tome su mano y me puse de pie.
Al enderezarme algo extraño me invadió por dentro, me sentía separada de piernas pero a la vez aprisionada. Hice una mueca.
-¿Se supone que ahora debo de regresar a mi salón como si nada?
-Así es bella dama. – Me beso en la frente y regreso a su silla detrás del escritorio como si nada hubiera pasado.
Tome mi mochila y cuando estaba dispuesta a dar un paso, temblé. Algo no estaba bien, pues con un roce el vibrador se movía dentro de mí. Intente hacerlo de nuevo y falle estrepitosamente.
Él se rio.
-Puedes hacerlo, confía.
Inhalé fuertemente y me dispuse a hacerlo de nuevo. Tres, cuatro pasos más y por fin no sentía el cosquilleo pero el bulto sí que no pasaba desapercibido.
Como si hubiese corrido un maratón, llegue cansada al baño de damas, me mire al espejo y pensé si en realidad yo era la misma chica que entro por la puerta principal del instituto el primer día, pensando en solo encerrarse en la biblioteca.
Sin darme tiempo a recuperarme la chicharra sonó dándome por indicado que la clase del señor Diamond comenzaba. Aun no me sentía segura al caminar así que me tomo tiempo llegar al salón, me había retrasado.
-Señorita Reynolds, llega tarde a mi clase. – Justamente este era el plan.
-Lo siento profesor, no se volverá a repetir. – Corriendo tome mi lugar y deje salir todo el aire que estaba conteniendo.
Diamond explicaba el tema, yo trataba de tomar apuntes. Pedía participaciones de los alumnos. No cruzamos miradas. Sus manos las mantenía en los bolsillos del pantalón.
Sus manos NUNCA estaban en los bolsillos.
Deje de mover el lápiz.
Mierda, el pecado se había hecho presente ante mis ojos, tenía la sonrisa como el del gato de Alicia en el país de las maravillas, hablaba con total confianza y claridad en su clase, que apenas y podía prestar atención. El vibrador en mi interior no dejaba de hacer acto de presencia. Quería cerrar las piernas pero eso no apaciguaba el martirio, era aún peor la tortura.
Me sujetaba con ambas manos al filo de la mesa, no podía concentrarme y menos hacer como si nada pasase en ese momento. Necesitaba que parase en ese momento o sería muy obvia con mis compañeros. Las vibraciones subían de nivel, poco a poco.
-Señorita Reynolds, la veo muy inquieta ¿Algo le molesta? – Volteo a observarme por debajo de las gafas.
Sera hijo de puta.
-Estoy bien, perdón.
No podía mirarlo a la cara, claro que sabía que me pasaba.
-Podría decirnos lo que acabo de explicar, por favor póngase de pie. – Introdujo más sus manos en los bolsillos.
Inhale hondo y me puse de pie. Fue la gota que derramo el vaso. Un pequeño espasmo me recorrió el cuerpo.
-Explicaba sobre las nuevas... - El vibrador intensifico su nivel
-¿Se encuentra bien señorita? – Su mirada era de cinismo.
-Sí, claro, solo que... - Me apoye con ambas manos en la mesa, el vibrador se había detenido por completo, tenía un vacío.
-Me parece que no ha puesto mucha atención, siéntese por favor. – Regreso al pizarrón y escribió cosas irrelevantes para mi cerebro.
Tome asiento en mi lugar y el vibrador volvió a mayor velocidad.
Proteste con un pequeño gemido, rogué al cielo porque nadie se hubiese dado cuenta.
El castigo era tan difícil de llevar que en cualquier momento me daría por vencida y saldría corriendo por la puerta.
Se detenía, comenzaba, se detenía iniciaba más rápido, se detenía, iniciaba de nuevo.
-Charlotte, ¿Te encuentras bien? – Sebastián se percató de mi comportamiento.
Unos ojos azules detrás del escritorio esperasen a que diera una buena respuesta.
-Solo un pequeño malestar, todo está bien. – La velocidad aumento.
Me mordí el labio hasta el punto de sangrar y sonreí.
Unos minutos después la chicharra sonó, dando por entendido que mi martirio había finalizado o era por lo menos lo que pensaba.
No estaba dispuesta a ponerme de pie, mis piernas ya no respondían. Les sonreí a mis amigos y les dije que los vería en el auto.
Esperaría a que todos se fueran para reunir fuerzas y levantarme por mis propios méritos.
Diamond solo mataba el tiempo para esperar que todos se fuesen.
Al quedar los dos solos cerró la puerta con llave, bajo las persianas y ambos estábamos en un mismo ambiente.
-Ven aquí pequeña. – Me llamo al frente del aula.
El vibrador dejo de hacer su función para que pudiese estar de pie.
Camine a pasos lentos, mis piernas apenas y reaccionaban.
-¿Te la has pasado mal cierto?
-Solo un poco – Sonreí a medias.
-Hagamos algo, tú por hoy serás la maestra. Así que muéstrame que tan buen alumnos puedo ser.
-¿Qué? – Mi cerebro no procesaba la idea.
-Vamos, muéstrame como te corres sola.
Me tomo de la cintura, mientras que su mano derecha me recorría el rostro y descansaba en mi mejilla. Tomo mis labios entre los suyos y acciono de nuevo el botón del vibrador. Un gemido salió de mis labios.
Se dio la vuelta, se sentó en un asiento frete a mí y se cruzó de piernas, un brazo reposaba en el pupitre y el otro en sus piernas.
El vibrador iba en aumento, solo tenía que estar de pie hasta que esto terminase, pero me era imposible, moría por estar en una posición cómoda. De pronto una idea se me cruzo por la cabeza, ¿Por qué el no sufría igual que yo?
Con mi fuerza de voluntad camine a su asiento y comencé con mi plan.
-¿Sabes que aprenderemos hoy? – Le susurre.
Me miraba expectante.
-Te contare un cuento y al final debes de redactarlo. – Camine a su alrededor. -¿Sabes que imagino yo?
El vibrador palpitaba ante mis paredes de manera lenta.
-Imagino nuestros cuerpos desnudos, el uno frente al otro. Acariciándonos cada parte como si no hubiese mañana. – Le susurre al oído. – Tus manos recorriendo mis pezones, mi rea abdominal, mis caderas, mi zona V y bajando por mis muslos.
>>Mis manos recorriendo tus hermosas facciones de la cara, apreciando cada musculo de tu pecho, bajando hacia tus genitales y entreteniéndome demás con un musculo en específico. – Le acaricie por encima del pantalón su pene.
>>¿Sabes que más tengo en mente? Tu tirándome a la cama, diciéndome que esta noche ninguno de los dos dormirá.
-¿Qué puede pasar? – Por fin había hablado. Sus ojos tenían excitación.
-Me has dado el control, y he decido hacer lo que más me apetecía, saborear tu miembro, tenerlo entre mis labios – Roce mis dedos con su pene erecto. – Al no dejarte correrte me he montado encima.
Desdoble sus piernas y me senté sobre él.
-Creo que me está gustando el cuento. – Me tomo de las caderas, fuertemente.
-Comencé a moverme lentamente. – Mientras seguía narrando, realizaba el acto. – Mis pezones se erguían pidiendo tu atención. Tú con labios hábiles y dedos, les regalabas la atención que se merecían.
El vibrador comenzó a tomar un ritmo intenso.
Gemí de sorpresa, no me lo esperaba.
Ambos nos pusimos de pie, uno frente al otro, el solo observando el momento en el que mi orgasmo se hiciera presente y yo dejándome llevar por las vibraciones en mi interior.
En la última vibración veraz, mi cuerpo se dejó ir, el me tomo entre sus manos y por fin mi arrasador orgasmo había sido liberado.
Había sido la experiencia más exhaustiva de mi vida y la más arriesgada.
Me llevo a su escritorio, me sentó en el y lo deje hacer conmigo lo que quisiese.
-Me has maravillado. – Me beso.
Fue un beso cariñoso, pacifico, amoroso.
Abrió con lentitud mis piernas, saco un pañuelo de algodón detrás de sus pantalones y por el anillo que traía el vibrador lo expulso de mi interior. Lo envolvió con el pañuelo y se lo introdujo en el bolsillo.
-Necesitas descansar. – Beso mi frente y se disponía a irse.
Lo acorrale con mis piernas.
-Necesito un orgasmo de verdad.
Sonrió con picardía, saco un condón de su cartera, bajo sus pantalones y el cuento podría tener un buen final.
-¿En qué te has convertido?
Me deje llevar, una penetración rápida fue la satisfacción pura.
-Hemos esperado tanto, ¿Dónde has estado? – Susana me revisaba de pies a cabeza.
-Olvide que tenía que regresar unos libros a la biblioteca, ¿Qué se les ofrece?
-Susana quiere ir al antro de Joey esta noche, pero yo no puedo. ¿Podrás acompañarla hoy? – Sebastián comento.
-¿Desde cuándo ustedes me piden que vaya cuando el otro falte?
-Desde hoy, puedes llevar un acompañante, yo pago.
-¿Por qué no iras esta vez Sebastián?
-Tengo una cita – Se escuchó tímido.
-¿Qué? ¿Cuándo pensaban decirme?
-Siempre estas ocupada y pues... solo se presentó, pero no importa, te ponemos al día mañana, ¿Aceptas acompañar a Susana sí o no?
-¿Por qué Susana no me lo ha pedido? – La mire a los ojos.
-Porque si te decía a dónde íbamos, tu harías demasiadas preguntas, ¡Vamos solo acepta ir! – Me hizo ojos de perrito. – Por favor.
-¿A qué hora es?
-Gracias te amo. – Susana brinco en su lugar y me abrazo. – Sebastián te explicara, me tengo que ir. – Salió corriendo en dirección al automóvil que la esperaba en la acera.
-¿Tiene algo entre manos cierto?
-Veras, hay alguien que le gusto en ese lugar, pero en verdad que le gusto. Si quieres para que no estés sola puedes invitar a alguien, yo pago.
-Bueno creo que a alguien podría interesarle. – Rápidamente pensé en Julián.
-El de seguridad me conoce, así que solamente deben de decir que van de parte de Marshmallow.
-¿Bombón? ¿Es enserio? – Me reí.
-Cielo, necesitaras los pases. – Me guiño el ojo y se encamino a su auto.
Me subí al auto que me esperaba en el estacionamiento y las llantas me encaminaron a casa.
-Julián, ¿Estas ocupado ahora? – Ni siquiera le dirigí el hola.
-Estoy de vuelta a la oficina del señor Diamond. ¿Se te ofrece algo?
-¿Podrías acompañarme hoy al bar de Joey?
-¿Te quieres emborrachar antes de ser fin de semana?
-No es eso, acompañare a Susana, pero no me apetece estar sola en las mesas, ¿Me acompañas?
-¿A qué hora paso por ti?
-Yo digo que a las 9 está bien.
-Hecho, a las nueve estoy en tu casa.
-Gracias, te quiero.
Colgué. ¿Acaso le había dicho "te quiero"? Ojala y no malinterpretase las cosas.
En la tarde mi rutina podría ser la misma sin molestias.
De: Estúpido Profesor.
Este fin de semana será mío querida.
Sonreí ante el mensaje.
-Papa, mama, ¿Puedo salir hoy con Julián a cenar?
-¿Por eso has sonreído?
Me mordí el labio.
-Oh, sí, él me ha enviado un mensaje de texto pidiendo salir juntos, ¿Le contesto que si?
-Claro que si cielo, siempre y cuando no llegues tarde.
-Creo que iremos a bailar a un lugar.
-¿Se quiere sobrepasar con mi niña?
-Claro que no papa. Se lo puedes advertir. – Reí.
-Está bien, tienes el permiso, solo no quiero que regreses en la madrugada por favor.
-Así lo hare papa. – Lo abrace.
-Charlotte, ¿Ya tienes un vestido para la beneficencia de este fin de semana? – Mama interrumpió el momento.
-¿Es de coctel?
-Es para niños.
-Aun no, pensé que era el próximo fin de semana, ¿Ya tienes algo pensado mama?
-Si quieres mañana saliendo de tus clases vamos.
-Amo la calidad entre madre e hija. – Le bese la frente.
Tres horas después me encontraba en la puerta principal esperando a Julián.
Un auto blanco se estaciono enfrente de mi casa.
-Pensé que ya no vendrías – Le sonreí.
-No le fallaría a una dama como tu.
Papa carraspeo.
-Te la encargo joven.
-No se preocupe señor Reynolds, volverá sana y salva a casa.
-Eso espero joven.
-Nos vemos papa, te amo.
Julián puso en marcha su auto y nos dirigimos al bar de Joey.
-¿Por qué tu papa se mostró en alerta?
-Son suposiciones tuyas. ¿Podremos pasar por Susana?
-Claro.
Los tres sin hacer fila nos dirigimos al guardia.
-Deben de hacer fila.
-Marshmallow nos ha enviado. – Intervine.
-Adelante, pueden pasar.
Le sonreí.
Estando los tres adentro, buscamos una mesa vacía, pedimos unos tragos ligeros para iniciar y nos fundimos en una plática.
-¿Puedes decirnos quien es marshmallow? – Julián pregunto.
-Me ha pedido no identificarlo y así estamos bien, todo corre por su cuenta. – Le guiñe un ojo a Susana.
-Bien chicos, yo he buscado por lo que venía... así que, los dejo solos.
Sin darnos un último vistazo, ella fue por su objetivo.
-¿Te apetece bailar? – Julián me tendió la mano.
-¿Por qué no? – Ambos caminamos hacia la pista.
Éramos una pareja completamente coordinada, dentro de la pista de baile cual quiera que fuese la canción, sabíamos movernos al ritmo, nuestra energía era única.
-¿Acaso no te has cansado?
-Es una noche joven Charlotte.
-Espera, déjame tomar algo, estoy sedienta.
-Bien, yo iré a los baños.
Aproveche el momento de estar a solas para revisar la hora y mi sorpresa fue al ver un montón de mensajes y llamadas perdidas del señor Diamond.
-¿Te diviertes cierto?
Me sobresalte.
-¿Hace cuánto que llegaste?
-No mucho.
-¿Por qué has venido?
-He traído compañía. – Me señalo a una mujer que estaba en la barra.
-Disfrute la noche.
-Me la estoy pasando bien.
Algo en su tono de voz me decía que sospechara de cualquier movimiento.
-Señor Diamond, buenas noches, es una sorpresa encontrármelo aquí. – Julián se había unido a nuestra charla.
-También tengo que despejar la mente señor Rodríguez.
-¿Ha venido acompañado?
-Toma James, lo he pedido como me dijiste.
¡No puede ser! ¿Ha traído a la estúpida de la señorita Bennett?
-Señorita Bennett, un gusto encontrármela aquí.
-Vaya, así que vienes a estos lugares Julián.
Mientras esos dos se sumergían en una plática Diamond y yo nos retábamos a miradas, yo estaba más que molesta y a él parecía eso hacerle gracia.
-Sí, James me ha invitado.
-Vaya no pensé que tuvieran algo. – Por fin me atrevía a hablar.
-Solo somos colegas, tenemos derecho a relajarnos Charlotte.
-Ya lo veo señorita Bennett.
-Bueno, si nos permiten iremos a nuestra mesa, un gusto verlos chicos, disfruten la noche, todo con protección. – Se rio y con el brazo de Diamond se dirigió a su mesa.
-¿Está todo bien Charlotte?
-¿Por qué no debería de estarlo?
-Te has incomodado.
-La verdad ver a maestros en el mismo entorno que yo no me parece satisfactorio, luego piensan saber todo sobre tu vida.
-No les hagas caso, además si y te soy sincero yo creo que esos dos se traen algo, la escuche gemir en el baño del profesor y no creo que estuviesen teniendo platica sobre cómo se siente un orgasmo.
Me sonroje. Si no fuese por la luz del lugar él me descubriría.
-Vale ya, agua pesada, agua pasada.
Desde que me lo encontré en el bar no podía estar tranquila, algo me decía que me mantuviese con cuidado, que tenía suerte de seguir en mi lugar.
Julián ya me había invitado a la pista cinco veces más, pero yo simplemente no podía moverme de mi lugar, no me era incapaz.
Quería salir corriendo de ese lugar, pero sería una cobarde y lo dejaría solo con esa arpía de Bennett, no podía dejarme intimidar.
-Julián, ¿Podrías checar que tengo en el cuello en la parte de atrás? Me molesta mucho.
-Claro.
Sostuve mi cabello a un lado y el solamente inclino su cabeza hacia el lugar que le indiqué, su aliento choco en mi cuello y por inercia cerré los ojos.
-Creo que ha sido solo la etiqueta, le he ocultado para que no te lastime.
-Gracias – Lo bese en la mejilla. - ¡Ay disculpa! Te he dejado el labial en el cachete, deja que lo limpie.
Pase mi pulgar rozándolo con su mejilla para borrar el labial.
Su rostro lo acerco más al mío.
-Hueles delicioso. – Dijo con sus labios en mi cuello.
Reí.
¡Mierda! Sus labios buscaban los míos. No podría besarlo en estas condiciones. No estando ebrios.
-Creo que ya está. – Me separe. - ¿Te apetece un vaso de agua? Debes de regrésame a casa.
-Estoy bien, ¿Quieres irte ya?
-Por favor.
Tome mis cosas de la mesa y me dispuse a buscar a Susana y avisarle que era hora de irnos, pero no la veía por ninguna parte.
-Tranquila, te dejo en tu casa y regreso por ella.
-Confiare en ti.
-Hazlo.
Ni siquiera pasaba de las 12 de la noche cuando yo ya estaba de regreso en casa.
-Oye, si es por el momento que tuvimos en el bar, discúlpame, lo hice sin pensar, fue el momento.
-No Julián, lo siento mucho, creo que te envié un mensaje equivocado. Te veo mañana en el instituto, por favor cuida a Susana por mí.
-Tranquila lo hare, iré a buscarla.
Baje de ese auto y busque las llaves en mi cartera.
Una puerta de automóvil sonó a mis espaldas.
-Julián, ya te he dicho ha sido un mal entendido. – Me voltee.
-El si quería besarte.
-¿Qué hace aquí? – Mire a ambos lados de la calle.
-Observar si ese chico no se ha pasado de la raya.
-¿La señorita Bennett está en su auto?
-La he dejado en el bar.
-Debe de regresar con ella. – Me di la vuelta.
-Estoy bien aquí.
Me tomo de la muñeca, me acorralo contra su cuerpo y me beso con intensidad, como si devorar mis labios fuese su objetivo.
-Rápido, metete al auto.
-¿Pero qué dice? – Apenas pude reaccionar.
Me llevo a rastras en su auto, me sentó en el copiloto y avanzo por toda la carretera.
Llegamos a su departamento, las luces apagadas y solo nuestras respiraciones en el lugar.
Saco un pañuelo y con este me vendo los ojos, ¿De dónde lo había sacado? No tenía idea, pero si comenzaba a protestar, sabía que esto iba a terminar mal.
Caminamos en dirección recta, doblamos a la izquierda y entramos en una habitación.
Pulso un botón y el lugar comenzaba asentirse frio, una música lenta de muy bajo volumen se hacía sonar.
-Hoy aprenderemos a comportarnos señorita.
-¿Qué harás?
-No preguntes, sino será peor.
Me quede callada, algo en mi interior decía de debía de seguir sus órdenes, no debía de interrumpir.
-Iré por algo de beber, tú desvístete.
No sé si el noto mi reacción, pero no poder verlo me causaba mucha ansiedad. Hice lo que me pidió, al estar yo parada en una habitación desnuda y con el aire acondicionado circulando, me daba algo de vergüenza, quería cubrirme, pero incapaz de quitarme la venda, quería salir de ese lugar.
Al escuchar la puerta cerrarse de nuevo por instinto trate de cubrir mi cuerpo.
-No debes de avergonzarte de tu cuerpo, ya me lo sé de memoria.
Sin previo aviso un azote en la parte trasera de mis piernas hizo que sobresaltara y gritara.
-Esto es por avergonzarte.
Lo hizo por segunda vez.
-Y esto es por no seguir mis órdenes. Asimila el dolor querida, tenemos toda una noche.
Soplo detrás de mi cuello.
-Ahora escúchame bien, si crees que esto es mucho solo di, basta. Tienes que soportar hasta donde quieras. ¿Has entendido?
-Si.
-¿Si qué?
-Si Diamond.
-Ya vamos aprendiendo.
Me tomo del brazo, me recostó en la cama y yo solo escuchaba sus pasos moverse, por cómo me sentía en la posición, al parecer estaba expuesta de brazos y piernas, tenía una barra que me impedía mover mis extremidades.
-Ahora te pondré un hielo, y si tu llegases a derramar algo de líquido en las sabanas o a derramar el hielo por completo, será mucho peor que lo que te espera.
Me coloco el hielo en el ombligo, por lo que mi estómago se contrajo. El hielo me quemaba la piel, necesitaba quitármelo.
Sin darme cuenta un nuevo azote me escuezo la piel de mis muslos.
-¿Cuándo aprenderás a obedecerme? ¿Por qué has salido con el tipo que te he dicho que no? Cariño tu y yo podríamos estar haciendo otras cosas no estas.
En mi zona vaginal solo sentía como algo áspero, de material sintético, subía y bajaba, haciendo reaccionar ante ese estimulo.
-Cuidado con derramar una gota cielo.
Me advirtió.
-¿Sera que para la próxima aprenderás?
Un azote leve con el mismo objeto sentí en uno de los pezones.
Mi piel comenzaba a arder.
-¿Te das cuenta que esto lo has planeado tú?
No podía pensar, mi cuerpo estaba irritándome.
Otro nuevo azote se hizo presente en mi cadera.
-Me da gusto que lo estés soportando cielo, te mereces un premio.
Sentí su respiración en mi cuello y de pronto un beso, acompañado de una mordida leve, ¿Acaso me estaba dejando un morado? Hizo el mismo recorrido por ambos lados de mi cuello, unas mordidas más fuertes que otras.
Sin previo aviso de manera fuerte un nuevo azote me dio en el muslo izquierdo, el cual me envió calambres por la pierna. Por inercia mi espalda se curveo de dolor y mi grito no se hizo esperar. Para mi mala suerte el cubo de hielo había caído.
-Vaya, vaya. Vemos que no has soportado mucho cielo. Tienes que comportarte mejor – Azote en el muslo derecho – Porque si no, puedes tener más dolor – Azote en la cadera derecha – Y el dolor es lo que toleras – Azote en la cadera izquierda – Debes de controlar tu cuerpo cielo. – Azote entre mis piernas.
El ultimo azote me había enviado una sensación extraña por el cuerpo, curvee la espalda y grite de dolor, era un dolor agudo.
Los azotes iban en aumento, uno tras otro, la intensidad el golpe era peor. No gritaba la palabra porque simplemente no podía articularlas, el dolor invadía mi cuerpo, dolor, solo dolor y más dolor.
De pronto los azotes cesaron, mis piernas y brazos se encontraban libres, mi cuerpo se relajaba, y la venda de mis ojos se desasía.
-¿Por qué me has hecho esto? – Pregunte con los ojos cerrados.
-Tienes que aprender a seguir mis reglas, es algo que aceptaste cuando dijiste sí.
-¿Tienes idea de cómo me siento?
-Adolorida, lo sé, te esperare abajo. En la mesita de noche hay pastillas para el dolor, tomate una o dos. Debemos regresar al bar.
Salió del cuarto sin esperar a que lo mirara a los ojos. Al escuchar la puerta cerrarse, pude abrir mis ojos, la luz de la habitación me hizo parpadear muchas veces. Me senté en la cama y por primera vez, vi mis piernas ¡No podía creerlo! Tenía marcas de una fusta para caballos por todo el muslo y la cadera.
Rápidamente me puse de pie, y me mire en el espejo de cuerpo completo. ¡Mi cuerpo era un cuadro de manchas rojas en la parte de la cintura para abajo! Y mi cuello, estaba completamente igual, sus malditas mordeduras habían causado que me quedase marcas.
Esta sorprendida, molesta, devastada y con ganas inmensas de llorar por el dolor, ¿Cómo se le ocurría hacerme esto? Tome las pastillas, me vestí y baje corriendo a la sala.
-¿Acaso eres un salvaje? ¿Te has dado cuenta de las marcas que me dejaste? – Grite.
-Sera un recordatorio de hacerme caso y no jugar con juego.
¡Ah vale! Con que esto era por salir con Julián. Cerré la boca, si le gritase de lo que podría morirse era seguro que no saldría de aquí. Mejor espere a que me llevara de nuevo al bar y alejarme de él.
-¿Andamos hacia el bar?
Me tendió la mano para pasar por el umbral de la puerta antes que él. Y nos dirigimos al lugar donde comenzó todo.
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