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Capitulo 38

Los lunes por la mañana no eran mis mejores momentos, pero esta vez me levante justo antes de que sonara mi alarma y la apagara solo una vez. Con buen ánimo y como si el sol sonriera a mi favor, me levante de la cama y entre al cuarto de baño. Salí de este y me decidí por una falda circular negra, una blusa blanca simple con mangas tres cuartos y unas sandalias cerradas sin tacón.

Me acompañaba mi fiel mochila con mis utensilios básicos, el celular en mano, una coleta alta y para esta vez, me tomaría mí tiempo en el desayuno.

-Buen día papa, mama. – Tome mi respectivo asiento.

-¿Qué puede pasarnos hoy? ¿Acaso hay noticias que no sabemos? – Como era habitual papa preguntaba con una taza de café en mano.

-No pasa nada, simplemente me he levantado con ánimos por regresar a la vida normal.

-Concuerdo con Charlotte, Louis, además es bueno volver a casa. – Mama era bueno siguiendo la corriente.

-Bueno, si ustedes lo dice. Yo al contrario tengo tantas cosas que arreglar en la oficina.

-Papa, ¿Por qué no te tomas el día? Puede que regresando del instituto te ayude – Tenia en boca un pequeño trozo de pan tostado con mermelada.

-No cielo, me sentara mejor estar en la oficina, volver a contemplar todo el trabajo y además tú debes de estar al corriente con la escuela.

-Dejas ir una grandiosa oportunidad. – Le guiñe el ojo.

Papa rio.

Al salir de casa, como era costumbre el chofer me llevo al instituto y mis amigos me esperaban ansiosos en el corredor principal.

-Charlotte, morimos por saber que nos has traído. – Susana salto sin perder tiempo.

-¡Oh vamos chicos! También los he extrañado. – Los abrace a ambos.

-¿Por lo menos me trajiste un buen chico?

-Sebastián en las pasarelas no he encontrado ninguno

-¡Rayos! Pensé que mi suerte podría cambiar y podría vivir con un europeo.

Reí.

-Al contrario te he traído ropa de buena calidad. Deben de agradecer eso.

-¿Y bien dónde están? – Susana comenzaba a buscar si detrás de mi encontraba sus regalos.

-Les llegara, solo estén al pendiente en su puerta.

Les guiñe el ojo y camine hacia mi salón correspondiente.

Para: Raúl.

Por favor avísale a Gail si puede enviar los regalos que he dejado en mi recamara a los lugares correspondientes.

Cada regalo tiene su propia etiqueta.

Gracias.

Charlotte Reynolds.

Como era de esperarse se me había olvidado traer los regalos al instituto, pero lo bueno era que tenía ángeles en casa, que podían hacer un buen trabajo a ellos también se los recompensaría.

-¿Podemos preguntar porque tan sonriente? – Susana me había alcanzado en el casillero.

-Porque me han pasado cosas fabulosas esta semana.

-Lo vemos cariño, dime, ¿Algún romance europeo? – Sebastián levantaba las cejas de un lugar a otro.

-No lo llamaría romance, pero sí que pasaron cosas buenas. – Abrace mis cuadernos.

Ambos chillaron de alegría.

-¡Oh vaya! Sí que tenemos tanto que contarnos.

-No es para tanto. – Dije sin darle importancia.

-Pijamada de chicas – Susana dio por sentado el asunto.

Y ambos se caminaron antes que yo al mismo salón.

Mi lugar habitual de primera fila ya lo tenía ocupado alguien y no era más ni menos que Lucia. La chica de quien me había olvidado toda esta semana y había gozado de los manjares de esta vida.

-¿Qué hace ella ahí? – No tuve más remedio que sentarme en último lugar, detrás de mis mejores amigos.

Susana volteo.

-Oh cierto, no te hemos contado.

-Como tú y mágicamente el profesor al que le caes mal tampoco vino a clases alguien lo reemplazo y sinceramente era alguien mejor que él. – Sebastián siguió hablando.

-Por lo que nos contó, es un amigo cercano del profesor Diamond, pero se ve más joven y perfectamente cuidado.

A Susana se le caía la baba.

-Me doy cuenta que por sus caras me he perdido de mucho.

-Y sabrás quien no perdió el tiempo para poder ligárselo. – Susana volteo al lugar de primera fila.

-Y por lo que hemos notado hoy Susana y yo. – Sebastián continúo. - Ya se lo ha cogido.

-¿Es enserio? – Pregunte pasmada.

-Si solo mírala, está igual de radiante que tú y ha llegado con aires de poder.

-Hey, esperen, yo vengo de buen humor porque me he levantado con el pie derecho, no porque me haya tirado a alguien.

-Oh si claro Charly, todos te creemos. – Charly era el diminutivo de Charlotte que ambos utilizaban cuando no me creían absolutamente nada.

Unos pasos sonaron por la entrada de la puerta y ambos rostros se conectaron a la primera.

-Buenos días jóvenes.

Rayos, se me había olvidado que mi primera clase era con él y ahora tendría que fingir todo, que no nos conocíamos de nuevo, que no éramos nadie.

-Buenos días profesor Diamond. – Contestamos al unísono.

-Veo, que han recibido con entusiasmo a mi suplente esta semana, de antemano les quiero pedir una disculpa a todos por estar ausente y no avisado antes. Pero el profesor que ha tomado mi turno me ha dicho que han sido amables. Y gracias por ello.

Alguien levanto la mano.

-¿Si señorita Cornell?

-¿Habrá alguna posibilidad de que el maestro Mathews nos vuelva a impartir clases?

-Es una pregunta rara, pero si es posible que me ausente otro día, el podrá venir a suplantarme de nuevo.

-¡Gracias! – Sonrió como si estuviera satisfecha.

-Si no hay algo más que comentar, entonces podremos comenzar la clase. – Miro a todo el salón. - ¿Nadie? Bien, entonces debemos continuar con la clase.

Diamond, comenzó explicando un tema que tenía que ver con el tema anterior.

Y para poder comprender tenía que saber lo que habían hecho antes. Todo el salón sabía exactamente lo que hacían, menos yo.

-Profesor. – Levante la mano.

-¿Si, señorita Reynolds? – Primera vez que me dirigía la mirada.

-El resultado no concuerda con el mío.

-¿Cómo lo ha realizado usted?

-Con un método diferente.

-¿Puede pasarlo a realizarlo en el pizarrón? Debe de aclarar sus dudas.

-No hace falta profesor. – Una tercera voz entro en conversación. – No llego una semana, así que es por eso que no le cuadren los resultados.

-No importa, debemos de aclarar sus dudas de cualquier alumnado de aquí presente.

-Profesor, me parece que el argumento de mi compañera es bueno y no veo por qué saber mi error. Lamento la interrupción puede proseguir.

-Claro que tengo la razón siempre Charlotte, además ¿Qué haces aquí? Todos sabíamos que no volverías. Esto estaba mejor sin ti.

-No tengo porque darte explicaciones. – Replique.

-Señoritas, si necesitan resolver sus problemas pueden salir. – Intervino Diamond.

-No hay nada que discutir profesor, aquí queda claro quién manda. – Lucia se cruzó de piernas y una vez más se hizo la intelectual.

No dije nada, no era el momento exacto para pelear.

-¿Qué ha pasado ahí adentro? – Susana me ataco saliendo por la puerta del salón.

-No hacía falta contestarle, quería darle sus cinco minutos de fama.

-Gracias querida, no pensé que fueras amable. – Lucia estaba poniéndome de mal humor.

-¿A qué has venido? – Susana al rescate.

-Tendré una fiesta en mi casa este fin de semana, están invitados.

-¿Nosotros? – Sebastián pregunto.

-Claro, la fiesta será en grande y además todos los del instituto están invitados, la dirección la tendrán en su correo. Los veo el fin de semana perdedores. – Se retiró de donde estábamos.

Algo me decía que esa fiesta no sería nada bueno.

-¿Iremos? – Sebastián pregunto.

-Es raro que ella nos invite a algo.

-¿Por qué no ir? – Susana cuestiono.

-Porque puede ser una trampa.

-Hay que ir puede que ella misma haga el ridículo.

-Estoy de acuerdo con Susana, Charlotte. ¿Iremos los tres?

-Yo creo que sí. – Susana planeaba algo y no quería imaginarme que seria.

El día comenzaba a ser corto y pesado, ya solo antes de mi receso diario tenia tareas acumulables de mis materias y lo peor aún era que debía de entregarlas al día siguiente y la tarde para nada me alcanzaría.

-¿Por qué piensas tanto?

Sebastián y Susana se unieron en mi mesa del comedor.

-Tengo demasiadas tareas y dudo que la tarde me alcance, ¿Por qué no me enviaron mensajes con notas urgentes?

-Te las enviamos.

-¿Qué? – Levante mi cabeza de entre mis manos.

-Te enviamos mensajes y tu contestabas con un, estoy ocupada ahora mismo, pero gracias por todo.

-No me la creo.

Rápidamente abrí mi buzón de entrada de correo y me di cuenta que ninguno de sus mensajes me había llegado directamente porque estaban dirigidos a otra cuenta y ya sabía de quien podía ser.

-¿Ha pasado algo con tu buzón? – Sebastián pregunto.

-Al parecer alguien me lo ha hackeado.

-¿Es grave?

-No, pero me siento avergonzada de no ser yo quien les haya contestado.

-No te preocupes, solo eran correos de tareas y cosas así.

-No lo digo solo por ustedes, sino por alguien más.

Tenía demasiados mensajes de Julián y en todos contestaba de manera grosera y dejándole explícitamente que no lo quería ver.

Este problema debía de ser resuelto rápidamente.

Para: Estúpido Profesor.

¿Nos podemos ver a la hora de la salida?

No tardo en contestar.

De: Estúpido Profesor.

Vaya, vaya, se nota que no has podido vivir sin mí.

Te espero en mi oficina a las 2:00 pm.

Para: Estúpido Profesor

Tenía cita con el señor Kingh iría por mi permiso primero.

De: Estúpido Profesor.

Ni un minuto más señorita.

¿Cómo haría dos cosas a la vez? Tendría que sacrificar una, sin lugar a dudas.

2:00 pm. Estaba tocando la puerta incorrecta.

-Adelante.

Antes de comenzar a hablar me cercioré de que nadie me viera entrando por la puerta y que en la oficina solo estuviésemos los dos.

-Me imagino que debe ser muy importante tu asunto. – Dejo sus papeles en la mesa y me prestó atención.

-¿Podemos hablarlo en algún lugar privado? – Mire de nuevo la estancia.

-Nadie nos puede interrumpir – Se levantó y cerro con seguro la puerta – Y nadie está aquí.

-¿Qué es lo que haces?

-¿A eso has venido?

-No, pero si tienes mucho trabajo creo que esto puede esperar.

-¿A qué has venido exactamente?

-¿Estarás muy ocupado en la tarde? puedo pasar a tu casa.

-Me encanta tu falda, espero que a menudo vistas con ella o por lo menos con vestidos es más fácil.

-No es por lo que crees que he venido.

-¿Entonces porque lo has hecho?

-¿Por qué redirigiste todos mis correos electrónicos?

-Oh, vaya es eso. – Tomo su asiento de nuevo, se posiciono las gafas y no me tomo importancia.

-¿Por qué lo hiciste?

-Porque aceptaste estar para mí.

-No, estoy fue de la semana pasada, mucho antes de que tú y yo tuviéramos algo.

-¿Por qué quieres saber?

-Porque he pasado la vergüenza más grande al dejar que Lucia se saliera con la suya y al no estar al pendiente de los mensajes que nunca recibí. ¿Por qué te los enviaste a tu correo y no dejaste que me llegaran?

-Porque puedo.

-¿Qué dices? – Tire de sus papeles a un lado de la mesa e hice que se fijara en mí.

-¿Qué has hecho? Me costara volver a ordenarlos. – Levanto la voz, dando por hecho que estaba enojado.

-Lo mismo que tú has hecho con mis correos.

-Eran correos sin importancia.

-Oh, sí claro, sin importancia que hasta le dejaste claro a Julián que desapareciera de mi vida. ¿Y por cierto donde está el ahora miso? – Yo también podía enojarme.

-Le he dado el día y además te hice un favor.

-Favor, es el que me harás si me contestas por una puta vez mi pregunta principal.

-Cuida esa boca.

-Cuida tus estúpidas orden de mando.

-Charlotte.

-¿Por qué lo hiciste Diamond?

-¿Qué tanto afecta? En mi clase no hubo problemas y si necesitas el permiso, lo puedo solucionar ahora mismo.

-Me importa un carajo lo que puedas solucionar ahora mismo. Necesito saber porque te entrometes en mis cosas.

-Charlotte esa boca.

-¡Charlotte esa boca y mil demonios más!, ¿Te limitaras solo a contestarme eso? – Mi paciencia tenía un límite.

-¿Por qué eres tan testaruda?

-Porque mis cosas, las hago yo. No permito que cualquiera se meta en ellas.

-Bien quieres una respuesta. Perfecto. Toma tu mochila y sígueme.

En tres pasos, él ya tenía las llaves de su auto en mano, su maletín y había abierto la puerta de su oficina.

-¿Por qué lo tengo que seguir? – Estábamos en el estacionamiento.

-Súbete ahora mismo. – Estábamos enfrente de su auto.

-No lo hare.

-Si no te subes ahora mismo, no encontraras respuesta a tu pregunta.

-Me vale un comino, usted tiene que responderme.

-Tenemos – Miro su reloj. – diez minutos antes de que la junta de directivos y docentes termine. Así que mueve tu hermoso trasero y ponlo en el auto.

-No me voy a ir con usted.

-Recuerda que aún tengo posesión de tu cuenta electrónica.

-Maldito seas. – Me adentre al auto y este condujo hacia lo que sospechaba, su departamento.

La pantalla de su auto se encendió. Su celular comenzó a sonar en media carretera.

Dio un clic en la pantalla y la llamada se hizo sonar.

-Sean estas en el manos libres.

-Te tengo noticias acerca del último prospecto.

-¿Te veo a las 8 pm en Skype?

-¿No vendrás este fin de semana para el cumpleaños de Nicolette?

-No es importante.

¿Quién podía ser la tal Nicolette?

-Todos han dado por hecho que vendrías.

-Que piensen lo que quieran.

-Vamos amigo, no te puedes perder la fiesta del siglo y además te he conseguido buena compañía para que te relajes un rato.

Vaya bien, que el amigo nos hacia un favor a ambos.

-Sean. – Pronuncio el nombre de manera autoritaria.

-¡Vamos amigo! Tu hermano está invitado y ha aceptado con gusto. Sabes que él no falta.

¿Tiene un hermano?

-Me parece perfecto.

-¿No dirás algo al respecto?

-Tengo un asunto que atender, nos vemos a las 8:00 pm.

-Espera... - Había terminado la llamada justo a la hora que llegamos a su departamento.

Me abrió la puerta del auto. Hizo que fuera la primera en pasar al elevador y la primera en entrar a su departamento. Algo no iba bien. Se estaba portando muy caballeroso.

Lo vi tecleando en su celular.

-Si me has traído para ignorarme será mejor que me vaya.

-Le he dicho a tu mama que te has quedado en casa de Susana a hacer tarea y le he dicho a Susana que te guarde la mentira piadosa.

-¿Qué has hecho que?

-Lo que has escuchado. – Recorrió la cocina. - ¿Te apetece comer? Puedo calentar los macarrones de queso y las piezas de pollo que me han dejado en el refrigerador.

-¿Cuándo comprenderás que mi vida es personal?

-Bien, dentro de 15 minutos la comida estar servida.

Se puso manos a la obra y todo lo coloco en sartenes, prendió la estufa, coloco los platos y vasos en la barra y no dejaba de mover la comida.

Me acerque a él.

-¿Hasta qué momento me harás caso?

-Puedes ir sacando el agua de frutas naturales del refrigerador. Pronto estará la comida.

Hice lo que me pidió, lo deje en la barra y me situé a su lado. Si no quería contestarme las preguntas a mi manera, lo haría a la suya.

-¿Te puedo ayudar en algo más?

-No, yo creo que es suficiente ¿O te apetece acompañar con algo el pollo?

Inhale el aroma que emanaba el pollo, volviendo a ser calentado y los macarrones.

-Creo que le hace falta unas verduras cocinadas con margarina.

Busque en el refrigerador si había algunas verduras o mi intento de hacer que hablara se iría por la borda.

Después de buscar encontré un brócoli, unas zanahorias, una papa y unos tomatitos pequeños.

Lave cada una de las verduras, tome un cuchillo que se encontraba al lado del fregadero, busque una tabilla para picar y me dispuse a cortar el brócoli por partes, la zanahoria en cuadros y la papa de igual manera. Los tomatitos los partí a la mitad y estos los dejaría al último.

-¿Dónde puedo conseguir un sartén amplio?

Se movió lento y al lado del refrigerador, en una cajonera amplia, saco el sartén que le había pedido.

-Gracias.

Me dispuse a sacar la margarina del refrigerador, untarlo un poco sobre el sartén y dejar que este fuera absorbido por la temperatura de la estufa. A los pocos segundos vacíe, el brócoli, la zanahoria y las papas. Las revolví con una cuchara de madera, hasta que todo estuviera bien mezclado y contuviera el sabor a mantequilla. A los dos minutos mi pequeña guarnición ya estaba lista. Apague la estufa. Y solo agregue la mitad de los tomatitos al final.

-Me parece que todo ya está listo. – El apago su lado de la estufa. – Ha sido rápido.

-No era algo que tuviera demasiados ingredientes.

-¿Comemos?

-Claro, ya tengo hambre.

Él sirvió en un mismo plato el pollo y los macarrones, mientras que yo en otros dos distintos servía las verduras.

Ambos nos sentamos en butacas correspondientes y como era habitual el silencio nos invadía.

De pronto su celular comenzó a vibrar en la encimera. Contesto.

-Diamond.

Espero en la línea, mientras que alguien le decía algo y parecía ser grave.

-No puedes permitirlo, sabes que ese no es nuestro objetivo. Habla con Sean, tenemos que llegar a un acuerdo y no podemos permitir que ese cliente se nos escape.

¿Cliente? Acaso no era solo maestro.

-Háblenlo, a las 8 pm nos vemos los tres. – colgó.

Me preguntaba cuáles podrían ser otros de sus asuntos.

Seguimos comiendo en silencio, pues quería que fuera el quien dijera lo que tanto me intrigaba.

-Me han gustado las verduras – Dijo, terminando de comer y recogiendo los platos.

-Dale las gracias a Laura de mi parte por el pollo y los macarrones.

-¿Quién ha dicho que no los he cocinado yo? – Dejo los platos en el fregadero.

-Es imposible, no cocinas.

-Tengo dotes culinarias.

-Deberías sorprenderme.

-Es lo que hago señorita.

Me beso.

-Me queda claro, ¿Ya me dirás porque desviaste mis mensajes?

Rodo los ojos.

-Tomare una ducha. – Se encamino a su cuarto.

-Te va a doler el estómago, no lo hagas.

-Me voy a bañar.

-¡James por favor! No des más vueltas y explícame lo que te pido.

-¿Qué me darás a cambio? – Se detuvo medio pasillo.

-No estoy para negociar.

-¿Ah no? – Regreso a donde yo estaba. – Me conformo con que pases la tarde conmigo. – Rozo nuestras narices.

-No James, por favor. Solo hablemos, tengo demasiadas cosas por hacer.

-Quedarte no hace daño.

Comenzó a subir su mano por una pierna. Por inercia le negué que siguiera su camino.

-¿Qué es lo que acabas de hacer?

-Nada - lo mire a los ojos.

-Oh cielo, acabas de cometer un error.

Me tomo de la cintura y me subió a la encimera.

-¿James que haces?

-No te vas a correr hasta que te lo permita y mucho menos podrás tocarme.

Sus dedos agiles se movieron debajo de mi falda, hicieron a un lado mi braga y automáticamente un dedo se introdujo en mi interior.

Chille por la sorpresa y arque mi espalda, dándole una plena vista de mis pechos a su merced.

De pronto no solo uno de sus dedos esta en mi interior, sino que dos hacían el mismo compas, sin piedad, me penetraba con los dedos de manera rápida.

-Si llegas a correrte, será peor para ti. – Me beso de manera profunda, necesitada.

No aguantaría un segundo más si él seguía así, estaba a punto de correrme.

Sus dedos salieron de mi interior y mi cuerpo comenzó a temblar por la falta de liberación del orgasmo. Sentía que mis brazos ya no me sostenían por si solos.

Diamond, se limpió los dedos con una servilleta de tela que saco del pantalón, me cargo y ambos caminamos hacia el sofá. Se sentó y me dejo recostarme en su pecho.

-¿Estas mejor ahora?

-No.

-Tranquila ya pasara. – Me beso la coronilla.

-¿Cómo puedes decir eso? Me siento frustrada.

-Bien, ¿Querías hablar sobre lo de tus emails?

-Me vale un comino en este instante los emails. – Mi cuerpo estaba tenso. – James, ahora te pido otra cosa, por favor.

Iba a darle un beso, pero desvió la mirada.

-¿Qué hemos dicho señorita? Nada de tocar.

-¿Nada de besos?

-No has sido buena hoy.

-James por favor. – Rápidamente me voltee y me senté en sus piernas.

Con el primer contacto de nuestras pelvis, pude sentir su erección y el calor en mi cuerpo comenzó a subir.

-Ni lo pienses.

Mis manos acariciaban su pene por encima de la tela del pantalón.

-Si sigues así, conseguirás algo más severo.

Me valdría, esta vez sí conseguiría lo que necesitaba. Seguí acariciando, y comencé a moverme en círculos.

-Te lo has ganado señorita.

Me levanto en brazos una vez más, me llevo a su habitación. Sabía que esta vez había ganado.

Pero me había equivocado, en vez de llevarme a la cama y aliviar mi frustración por el orgasmo, abrió la ducha y con el agua fría me introdujo a ella. De pronto el calor que sentía en el cuerpo disminuyo rápidamente y solo tenía frio.

Después de haberme empapado toda, me paso unas toallas, para secarme por encima de la ropa mientras que el buscaba algo seco.

Entro a su armario y al poco tiempo traía consigo una bata de toalla y unas bragas limpias.

-Toma, desvístete y póntelo.

-Eso no es mío.

Toque las bragas, eran suaves como la será y estaban diseñadas con encaje a su alrededor, eran color rosa pastel y de mi tamaño.

-He mandado a pedir que te compren ropa esta mañana, sabía que algún día la necesitarías. Vamos cámbiate, estas muy mojada.

-Si me he dado cuenta. ¿Te quedaras ahí parado?

-Te he visto desnuda, te he saboreado y te acabo de volver a tener entre mis manos y ¿Aun te avergüenzas? – Me miro con cara desafiante – Vamos cámbiate, no tenemos toda la tarde.

Me desnude por completo, me puse las bragas y me tape con la toalla.

-Nunca me imaginé verte tan avergonzada de tu propio cuerpo.

Me brindo la mano, me encamino a la cama y ambos nos acostamos abrazados en cucharita.

-¿Sabes porque hice lo de los emails? – Menciono detrás de mi oreja. – Porque no quería que nadie nos interrumpiera.

-¿Y si algo importante necesitaba mi atención? – Me voltee a mirarlo.

-Ya te dije por las tareas no tenías de que preocuparte.

-Y qué pasa con Julián, ¿Por qué fuiste tan malo con él?

-Te había dicho que no quería que te acercaras a él. – Me acaricio el rostro.

-Es amigo de la familia, no puedo dejarle de hablar.

-Él quiere ser más que tu amigo.

-¿Y eso que importa?

-Importa mucho. Ahora estás conmigo aquí y no puede estar alguien interponiéndose.

-No hay nadie, solo estas tú y tus celos maniáticos.

-¿Tenerle celos a él? Claro que no cielo, soy mejor que él y te ha quedado demostrado. – Intercambiamos poses y ahora uno estaba encima del otro.

-Vaya, vaya. Sí que tenemos un dominante aquí.

-Oh cielo y no sabes cuánto.

Apoyo sus codos a ambos lados de mi cabeza y sin recargar todo su peso encima me beso.

-¿Podrás regresarme mi cuenta?

-Si me dices que ahora aceptaras mi propuesta.

-¿Cuál?

-Tendrás que decir Si a lo que te proponga.

-¿De nuevo con esto?

-¿Aceptas o no?

-¿Todo esto para recuperar mi cuenta?

-¿Sí o no?

-¿Qué ganare?

-Demasiadas cosas pequeña, demasiadas cosas. – Me miró fijamente y en su mirada pude notar un destello de brillo y curiosidad.

-Bien acepto.

¿Qué podía hacer si no era aceptar? Además a este hombre ya lo había tenido a mi merced, ¿Qué tan malo podía ser?

-Rayos, cielo. No podía estar más emocionado por esto. – Nos besamos intensamente. – Creo que esto lo debemos celebrar con un vino Frances Henri Jayer Richebourg Grand Cru

Había pronunciado con un perfecto francés.

-No puedo creer que hables francés.

-Señorita no sabe muchas cosas de mí.

-Me encantara descubrirlo.

Se levantó de la cama y me arrastro consigo.

Me llevo a una parte oculta y separa de la sala y el comedor, casi al lado de su nueva adquisición el piano.

-¿Te gusta tocar el piano eh?

-Es un pasatiempo solamente, aun ni siquiera sé porque lo he comprado, creo que ha sido un impulso. – Tomo la botella que buscaba.

Juntos avanzamos a la cocina, tomo dos copas para vino. Nos sentamos en el sofá. Y sirvió vino para ambos.

-Debemos brindar por la adquisición que he conseguido. – Levanto la copa.

-¿El piano? – Lo mire rara.

-No querida. Tú, tu eres la nueva adquisición que he logrado conseguir dentro de un mercado internacional.

-No soy un objeto.

-Claro que no, pero es el trofeo más puro que cualquiera quisiera conseguir.

Nos sentamos de frente, nuestras piernas entrelazadas las mías con las suyas y nuestros troncos casi juntos.

-Entonces brindemos, porque ha conseguido algo por lo cual anhelaba tanto.

-Por fin, he conseguido el mundo entero.

Chocamos copas y cada uno bebió un poco. Mi deseo de tenerlo lo había conseguido y el suyo de hacerme suya lo había logrado.

Cada uno tenía lo que quería.

-Ahora si querida. Debemos ir a lo principal del asunto.

Tomo ambas copas y lo puso en el piso.

-¿Lo principal? Pensé que esto era lo principal. – Fruncí la ceja.

-No cariño. ¿Podrás tener la mente abierta?

-Si.

-Nena, a partir de ahora lo que decidas, lo que pidas, lo que anheles, lo que sueñes. Sera explícitamente mi deber, debo de estar enterado de todo lo que hagas, seré tu sombra en todo momento y de ahora en adelante no podrás vivir sin mí.

Lo mire extrañada.

-¿Qué dices?

-Has aceptado ser mía por completo, lo que significa que todo lo que pase entre nosotros no podrá ser dicho, hablado, comunicado a nadie. Debemos ser confidenciales uno del otro. Ahora tus fines de semana me corresponderán y deberás de acatar todo lo que te diga.

-¿Acaso estamos en un sección de un libro sadomasoquista?

Rio.

-No cariño, esas cosas no me van, pero no descartemos la opción.

-¿Qué clase de Christian Grey, James Bond, Eric Zimmerman, eres?

-Me alegro que los hayas leído todos cielo. Pero no me identifico con ninguno solo. A veces me complace solo el sexo vainilla, mientras que adoro ver que se den placeres por sí mismas.

-¿Qué estás diciendo?

-Que ahora que has iniciado y estas completamente de acuerdo a estar conmigo, te esperes de todo un poco.

-¿Puedo salir ahora mismo corriendo? – Sin bromear era lo primero que haría.

-No, ya no tienes escapatoria.

-Me esperaba una relación tipo Cambridge.

-Podemos ser como ellos, solo que a puerta cerrada, seremos tu y yo.

-¿A que me debo atender?

-A nada cielo. – Me beso la mano. – Conmigo estarás a salvo.

-¿Todo esto por mi email?

-Has aceptado. – Se encogió de hombros.

-¿Qué le diré a mis padres si no paso mucho tiempo en casa?

-Me alegra que sepas que la mayor parte del tiempo la tendrás conmigo. Podrás arreglártelas. Eres inteligente.

-¿Por esto me has traído hasta aquí?

-Sí, ha sido todo por hoy. – Me beso la coronilla.

-¿Me puedo ir?

-Me alegra que preguntes antes de tomar cualquier decisión. Si así lo deseas, puedes irte.

-¿Algo va a cambiar en mi vida normal?

Oh si claro, si es que le puedo llamar normal a la vida que tengo.

-Solamente no me hagas de enojar.

-¿Qué pasa si lo hago?

-No quieres saber. No te conviene.

-¿Qué me conviene?

-Hacerme caso.

Tenía muchas más preguntas, pero no sabía si hacerlas o no. ¿Terminaríamos esto como en mis libros favoritos? Seriamos la típica pareja disfuncional o podríamos casarnos al final de la historia. ¡Diablos! Mi historia de vida se estaba convirtiendo complicada.

-Iré a cambiarme, tengo demasiadas cosas por hacer en casa.

-Te veo dentro de unos minutos, te llevo a casa.

Me levante del sofá. Me dirigí a su habitación, tome mi ropa húmeda y me las lie para aguantarme llegar a casa así. Me hice de nuevo una coleta. Y me encontré con él en el sofá.

-Estoy lista.

-No te dejare marcharte así, en la habitación de visitas tienes un conjunto nuevo, póntelo. Debes de ir seca.

-Mis padres se darán cuenta que no he regresado con la misma ropa.

-Le dices que tú y Susana intercambiaron atuendo por el regalo.

-¿Cómo sabes que le he traído algo?

-Son tan buenas amigas que no lo he dudado. Así que ve, cámbiate, te quiero ver con ropa seca.

Camine a la habitación que estaba al lado suyo. Abrí la primera cajonera que visualice y me encontré con una muda de ropa perfectamente doblada. Unos Jeans ajustados, una blusa con cuello en v en color azul cielo y un sostén a juego. Me cambie rápido, doble mi ropa húmeda rápido y baje a la sala.

-Ya estoy lista.

-Me parece perfecto.

Busque mi mochila y acomode bien los cuadernos para no mojarlos con la ropa.

-¿Qué haces?

-Estoy acomodando la ropa en mi mochila, no la puedo llevar en mi mano.

-Dame eso.

Me quito la ropa de las manos y se la llevo a la lavadora.

-¿Qué estás haciendo?

-Esta ropa se quedara aquí, por si la próxima vez necesitas un cambio y además no dejare que mojes tu mochila.

¡Oh si claro, le importa la mochila! Dije para mis adentros.

Me tomo la mano y juntos bajamos hacia el estacionamiento, al parecer estar atento de mi persona era una de las cosas que venían en el paquete incluidos cuando acepte.

Como lo habíamos planeado desde antes su auto no quedada frente a mi casa, por lo que mis padres pudieran sospechar.

-Gracias por todo, dije abriendo la puerta.

-Charlotte, una cosa más. – Me detuvo – No puedes estar cerca de Julián, ¿Lo has entendido?

-¿Por qué? es mi amigo

-Porque lo he dicho yo. - Me miro a los ojos. – Nos vemos mañana cielo. – ME beso la frente.

Me quedaba claro que dé a partir de ahora mi vida estaría envuelta en un caos. Si antes de por sí, era complicada, ahora sería peor. 

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