Capitulo 37
-Cariño, ya hemos llegado. – Sentí su mano acariciarme por toda la cara.
Abrí los ojos lentamente y un sol a punto de salir me saludaba en la cara.
-Vamos cielo, un gran día nos espera. – Unos ojos azules como el océano, esperaban a que reaccionara y me hundiera en ellos.
Tome su mano y ambos caminamos hacia la puerta principal.
Esta casa parecía más que una cabaña, era muchísimo más que una grande que la que habíamos visto por primera vez, todo era de roble macizo, no había un rasgo de cemento o varillas por cualquier parte, simplemente la madera se unía una con la otra. ¡Era hermosísima!
-¿Qué ha pasado con la que habíamos visto antes?
-Se han mudado unos nuevos vecinos y no habría tiempo a solas para nosotros. – Se encogió de hombros
-¿Estas estaban en renta?
-Es la única que hay en este lado de Vancouver, así que debe de ser rentada. Adelante señorita.
No podía creérmelo, por dentro solo se aspiraba el olor a madera, todo estaba perfectamente iluminado, el recibidor era un pasillo pequeño y corto, en donde solo lo adornaba una mesa pequeña con un jarrón de flores de la temporada. Diamond me indico que pasara primero para observar el lugar.
Al terminar el pasillo del recibidor se encontraba la espectacular sala y cocina. La sala era enorme, podía caber exactamente toda mi familia. Enfrente esta se encontraba la chimenea y la televisión, a los lados había dos ventanales los cuales daban una vista maravillosa hacia el paisaje que nos rodeaba.
De la parte trasera de la sala se encontraba una mesa enorme tallada solamente de madera con ocho sillas de igual manera. Detrás de esta se encontraba la espaciosa cocina. Habida una islas de madera, con taburetes, un lavamanos y todo tipo de electrodomésticos de acero inoxidable.
En la misma dirección que el pasillo principal se encontraban las escaleras en forma de caracol para la parte alta y al lado de esta se encontraban dos puertas de madera, en una se encontraba un baño para visitas, en la otra un estudio.
Al subir las escaleras había dos pasillos uno del lado izquierdo y otro del lado derecho, muy amplios y con cuadros pegados en la pared, alfombras, texturas diferentes y mesas y sillas ubicadas en diferentes lugares.
La primera puerta que abrí era el dormitorio principal se encontraba hasta el final del pasillo izquierdo lo primero que visualice fue un gran ventanal que tenía un pequeño barandal con mesa y silla afuera. La cama era de un tamaño enorme, enfrente se encontraba un tocador con un espejo de buen tamaño, detrás de este se encontraba el espacioso baño, tenía una regadera enorme con paredes de cristal, podrían entrar a bañarse 4 personas juntas. Al lado de esta estaba ubicada la bañera que podría convertirse en jacuzzi con hidromasaje, la pared que unía al tocador del otro lado se encontraban dos lavamanos y al fondo de la parte izquierda en el rincón estaba el sanitario.
Al lado de la cama por la parte izquierda se encontraba un guardarropa que llegaba desde el suelo hasta el techo, tenía cajones, percheros y pequeños espacios para ubicar los zapatos y cinturones o lo que quisieras guardar en un guardarropa pequeño.
Siguiendo en el mismo pasillo un cuarto antes del principal estaba el de invitados que era sencillo, simple, sin tantos espacios como el otro, su baño era pequeño, pero el guardarropa era el mismo, sin un balcón claro. Pero de un tamaño justo.
Al doblar para el pasillo contario se encontraba una pequeña salita con una mesa de cristal en el centro y en las paredes de los lados habían estantes de libros completamente llenos y para darle el toque significativo había otro gran ventanal que daba hacia el paisaje, lo único que faltaba para hacerlo aún mejor podría ser ropa cómoda, una taza de chocolate y un buen libro en mano. No podría imaginarme otra cosa que hacer aquí.
-¿Así que te ha gustado?
No lo había notado detrás de mí.
-¿En qué momento se te ocurrió cambiar de cabaña? – Voltee a verlo.
-En el momento en que supe que no era lo mejor para ambos. ¿Te apetece salir a caminar? Aun es buen tiempo.
-Si solo me prometes que al regresar podré disfrutar del lugar.
-Claro que sí.
Tomo mi mano y ambos regresamos a la puerta principal, pero en vez de caminar hacia la carretera, me llevo por el frente de la casa.
-¿A dónde vamos?
-Es un buen lugar para caminar, las áreas verdes me gustan más.
-¿Entonces porque no es maestro de biología? - ¿De dónde había salido aquello?
-Porque no tiene nada que ver con lo que soy, gustarme no es lo mismo que apasionarme.
-¿Te gusta o te apasiona la señorita Bennett?
-Vaya, hemos regresado con bastantes preguntas.
-Es curiosidad.
-Me apasiona mi trabajo.
-Vaya no pensé que follarse a niñas fuera un trabajo. – Trataba de soltar su mano.
Me tomo la mano aún más fuerte.
-Veras, no me follo a las niñas, porque hay una en especial que me hace el trabajo difícil y cuando la tengo en mis manos al parecer no se inmune a mis cariños y claramente me tengo que esforzar más.
-Claro, usted no se esfuerza la suficiente.
-¿No crees que mi esfuerzo es demasiado?
-Para la señorita Bennett tal vez sí.
-Mira allá.
Estábamos parados a unos metros del lago más grande que había visto en mi vida. El soy ya estaba en su punto, pero se veía magnifico, el paisaje, las montañas, el viento que comenzaba a soplar. Era como una pintura hecha realidad.
-¿A que esto no es suficiente?
Me había quedado muda, no salían palabras de mi boca.
-Me parece que tu silencio me confirma todo.
Su aliento retumbaba en mi cuello, un escalofrío se hizo presente en mi cuerpo.
-Nadie había apreciado tanto la naturaleza como tus ojos.
-¿Por qué aquí?
-Es un lugar que me pareció que te gustaría, me gustaría recompensarte los días que no nos vimos.
Me voltee a mirarlo a los ojos.
-Oh cariño, no me resisto a tus labios en estos precisos momentos y mucho menos a dejar que mis pensamientos se apoderen de mí. No sabes lo placentero que me tienes con solo saber que siempre llegas a mí.
Siempre dejaba promesas en el aire y esta vez sí estaba dispuesta a descubrir que era rodo aquello que podría hacer conmigo.
No nos dejábamos de mirar, no nos movíamos de nuestro lugar.
Su celular comenzó a sonar.
-No puede ser. – Miro la pantalla. - ¿Me permites?
Le hice un gesto con la cabeza de que podría contestar, no me incomodaba.
Mientras él hablaba por teléfono yo me digne a mirar el paisaje de nuevo.
"-Diamond." Escuche por detrás.
"-¿Podría esperar? Acabo de regresar, ¿Por qué no me lo dijiste cuando estaba allá? Por lo mismo había ido." El tono se hacía más fuerte.
"-Ahora mismo no puedo... No tengo porque darte explicaciones Damián."
"-Cuídate el trasero mejor."
"-Podremos hablar más tarde si crees que es importante"
"-Me parece bien" La llamada se había terminado.
-¿En que estábamos?
-Si tienes cosas que hacer podemos regresar, no me importa. – Me crucé de brazos, el viento comenzaba a soplar.
-Claro que no, ya tenía programado esto y aquello puede esperar.
-Si tú lo dices.
-Ven, creo que ha sido todo por aquí afuera, debemos regresar ha comenzado a hacer fresco.
-¿Qué haremos adentro?
-Muchas cosas cielo. – Me envolvió en sus brazos.
-¿Ver televisión, dormir? – Tenía el cansancio del vuelo y era lo que más me apetecía.
-Todo, menos eso.
Regresamos a la cabaña y me situé en el espacioso sillón. Mientras que Diamond fue por dos copas de vino a la cocina.
-¿Qué te ha parecido el lugar? – Sorbió un poco
-Me ha encantado, he ido a lugares similares pero cada uno me cautiva con su belleza.
-Me ha pasado lo mismo con las personas.
-A ti te cautiva todo el mundo. – Tome la copa entre mis labios.
-Me cautivas solo tú.
Reí.
-A ti te cautivan las personas de piernas largas, con faldas cortas y un contoneo en caderas.
-Lamento decirte que has regado el vino.
¡Mierda! Podía sentir que el vino se me escurría por la boca.
Lo vi acercarse lentamente y con su dedo pulgar limpiarme el sobrante de las gotas.
-Gracias.
-No cielo, no tienes nada de que agradecer. Estoy agradecido que hayas venido.
-Bien, entonces a que hemos venido.
-Te propongo un trato.
-Ya estoy harta de sus tratos.
-Este te convendrá.
-¿De qué se trata?
-Dirás que si a lo que te proponga.
-Ni porque me estén pagando.
-Nadie le pagaría nada, solamente le estoy pidiendo que acepte.
-¿Qué gano en esto?
-Una eternidad de placer.
-¿A que conlleva su acuerdo?
-Si aceptas, tendrás que pasar lo fines de semana conmigo, sino las cosas terminan aquí.
-Perfecto me largo.
Deje la copa de vino en la mesita del centro y me dirigí a la puerta.
-¿A dónde crees que vas? – Me detuvo antes de tomar el pomo.
-Me diste dos opciones y he escogido la segunda.
Sin perder tiempo alguno me tomo de los labios, me beso intensamente como si él lo necesitase para vivir, unió nuestros cuerpos y como cada acto tiene reacción, mi cuerpo correspondía al suyo, mi cuerpo lo obedecía cuando mi cerebro gritaba que todo estaba mal. Seguíamos besándonos, seguíamos dándonos calor uno sobre otro, siendo uno mismo. La intensidad aumentaba, nuestros cuerpos parecían estar conectados, ser una misma pieza del rompecabezas.
Tenía que separarme sino seria el peor error que cometería.
-Tu cuerpo no quiere irse.
-Pero mi cerebro sí.
-El cerebro nos puede decir muchas cosas, las acciones cuentan y tu cuerpo se niega a separarse de mi cariño.
-Es la despedida.
-Entonces déjame que sea la despedida más memorable.
Pego sus labios a los míos y estos sin resistirse le abrieron el camino. Me tomo en brazos.
Chille por la sorpresa y ambos reímos, era claro que mi orgullo ya estaba por debajo de mis pies.
Llegamos a la habitación y sin separarme de sus labios me bajo de sus brazos. Cuando me dio la vuelta, pude descubrir que hasta el más frio de los hombres tiene un lado bueno. Aunque sea solo para cogerse a alguien imposible.
Me volví a él y lo bese con una sonrisa en labios, no sabía si la sonrisa era por la sorpresa o porque estaba locamente enamorada por este hombre. Vale lo acepto había caído enamorada a este hombre.
Siguió nuestro beso hasta llevarme a las orillas de la cama, frente al espacioso tocador. Se detuvo por un momento, acaricio mi rostro y prosiguió a quitarme la chaqueta, la blusa y a desabrocharme el pantalón.
Lentamente se puso de rodillas, con sus manos agiles me bajo el pantalón, se deshizo de los tenis junto con las calcetas y prosiguió con su objetivo de resbalarme por las piernas el pantalón. Solo éramos ropa interior y el todo vestido.
Mi turno había llegado. Su chaqueta cayo por alguna parte de la habitación, su camisa tenia demasiado botones para ser desabrochada, mis intentos torpes no ayudaban, pero él lo hizo tan fácil arrancándosela y dejando que los botones cayeran. Su cinturón y pantalón no fueron tan difíciles de quitar. Imite sus movimientos, pero esta vez fui más audaz me lleve sus boxers consigo mismo.
El se deshizo de sus zapatos, le ayude con las calcetas y el pantalón callo por si mismo. Ahora si, estábamos equitativos o tal ve no.
-Al parecer la curiosidad mato al gato.
Sonrei.
-Me han enseñado que todo es mejor si se hace rápido.
-Esta vez nos tomaremos el tiempo del mundo.
Ahí parados los dos, al pie de la cama y sin inmutarnos admirábamos nuestras bellezas, nos comunicábamos únicamente con los ojos. Tomo mi cara en sus manos y me beso, nos fundimos en un beso apasionado, lento, de esos que son difíciles de olvidar.
Sus manos recorrieron mi espalda hasta desabrochar mi sostén y este en segundos callo por mis brazos, mis pezones se elevaron a él, pidiendo ser reclamados, tocados, admirados 'por el hombre que tenía enfrente. Una mano recorría por mi cuerpo y solo llego a tocar uno de mis pechos, la tortura se hizo cada vez más. Moría de ganas por tenerlo, por saber que se siento ser de nuevo amada.
Como un niño curioso, su mano siguió recorriendo de mis pechos, a mi estómago, a mi ombligo y a la parte de la costura de mis pequeñas bragas.
Introdujo ambos pulgares a los extremos y lentamente fue bajándolos a un mismo ritmo. La tortura era lenta, se tomaba su tiempo, solo me lastimaba las palmas con mis uñas, no quería interrumpir el momento, quería que se tomara su tiempo, pero ya no aguantaba la ansiedad.
En un santiamén solo vi su rostro acercarse al punto en donde ambos muslos se unían, sus manos se unían en ese mismo lugar y de pronto solo sentí el contacto de sus labios, un dedo me rozo y el mundo se caía a mis pies.
-Vaya cielo. Se ve que también has esperado este momento. – Se puso de pie y volvió a unir nuestros labios.
Me quedaba muy claro que lo que le encantaba era besarme, y a mí también me encantaba que ambos compartiéramos gustos.
Conmigo en brazos nos arrastramos hacia la cama, ya podíamos ser completamente un mismo cuerpo. El tiempo que tanto anhelábamos había llegado.
Enrolle mis piernas en su espalda, indicándole que podía tomarme cuando quisiera. Podía ser suya en este preciso momento si así lo desease.
Por un momento se separó, y con sus manos me mostro lo que debíamos de tener como presente. Un condón. Se deshizo del envoltorio y se lo coloco. Parecía un profesional. Lo deslió con destreza.
-Tranquila cielo, no te hare daño.
-No tengo miedo.
No sabía si exactamente esas palabras eran para el o era para tranquilizarme.
Poco a poco nuestras partes íntimas se encontraban, nuestra pelvis tocaba y con nuestros ojos solo nos expresábamos.
Nos movimos a un compás lento, el entraba y salía de mi interior como si se tratase de una muñeca de cristal a quien podría romper en cualquier momento.
-Diamond, no soy tan frágil como parece.
Sin previo aviso me embistió rápido, un gemido salió de mi boca y mi espalda se encorvó de placer. Por fin ambos teníamos un lugar perfecto.
Nos besamos, con cada embestida sabía que estaba a punto de alcanzar el éxtasis. De poco en poco, el ritmo fue subiendo y sus caricias, besos me hacían volverme loca, este hombre me satisfacía en todos los sentidos.
Una embestida más y podía correrme.
-Aun cariño, resiste.
¡Cielos! ¿Cuánto más podía resistir? Este hombre me tenía en las estrellas, comenzó a besarme a pellizcarme los pezones, a subirle el ritmo no podía más. Si él no me permitía correrme, me volvería loca.
-James.
-Resiste cariño, puedo apostar que será mejor.
Una mano toco mi clítoris y se unió al compás de nuestros movimientos.
-¡Dios James!
Dos, tres envestidas mas y me deje ir.
Mi cuerpo convulsiono y el de James también. Ambos temblábamos, ambos habíamos alcanzado el orgasmo juntos. Ambos habíamos sido uno solo.
Me dio un último beso con intensidad.
-No me saldré de ti, aún no hemos acabado. – Una sonrisa se dibujó en su rostro.
-James, lo que menos quisiera en estos momentos es separarme de ti.
Me beso en la frente. Y se recostó en mi pecho.
-¿Te puedo decir algo?
-Puedes decirme lo que quieras.
-había soñado con este momento, literalmente.
Me miro a los ojos.
-Vaya cielo, sí que te has puesto roja como un tomate.
Me cubrí los ojos con el brazo.
-Oye – Me quito el brazo de encima. - Nunca debes de avergonzarte cuando estés conmigo. Es normal que las parejas hablen de esto. Y si me lo hubieras dicho antes, puedo asegurarte que este momento no lo hubiéramos aplazado.
-¿Qué hubiera cambiado?
-Cielo, eso hubiera cambiado tantas cosas, pero de todas formas, aún tenemos un día para repetir. – Me guiño un ojo.
-¿Repetir? No soy una bebida.
-Como extrañaba esa lengua viperina.
Poco a poco se deslizo de mi interior, se levantó para ir al baño y desechar el condón.
-¿Quién hizo todo esto por ti? – Me senté en la cama y comenzaba a cubrirme con la sabana.
Me detuvo.
-¿Qué he dicho sobre no tener vergüenza cuando estás conmigo? – Me arrebato la sabana por completo.
-James. – Le suplique.
-Ni siquiera hemos terminado cielo.
-¿Ah no?
-No, así que es mejor que te pongas cómoda.
Pierdo su vista en mis piernas y lo primero que siento son su labios en contacto con mi piel, me besa, recorre con la ayuda de sus dedos esa parte tan suave, tan íntima que me hace querer más.
Paso su lengua una y otra vez en el clítoris, una parte muy sensible de la mujer. Sinceramente este hombre sabía como hacer disfrutar, tenía bien medidos sus movimientos, la forma en la que me hacía subir y bajar del cielo.
No tardó mucho en hacerme saber que otro orgasmo se apoderaba de mí.
-James. – Si tuviéramos un visitante cerca, mis gemidos los podría escuchar perfectamente.
Se detuvo.
-Si te corres ahora mismo, sabrás de lo que soy capaz.
Y regreso a su tarea habitual.
La respiración se me entrecortaba cada vez más rápido. Estaba a punto de dejarme llevar, pero debía de hacerle caso a Diamond, sino sería posible que esto terminara rápido.
De pronto sus dedos se unieron a la tortura, entraban y salían de mi vulva, primero a un ritmo lento pero después rápido.
Cada vez el orgasmo me invadía profundamente, ya no podía hacer más. Tenía agarrada la sabana muy fuerte en puños y la espalda se me encorvaba con cada embestida que hacían sus dedos.
-¡James! – Grite su nombre como último gemido, antes de que el orgasmo me invadiera por completo.
Por fin podía respirar con tranquilidad.
Beso por última vez esa pequeña parte de mi cuerpo y regreso a mis labios.
-Lo has hecho estupendo.
-Gracias por una increíble mañana. – Lo bese.
-Gracias a ti por ser tan perfecta.
-Vaya el señor está dando las gracias. – Reí.
-Hay cosas que te hacen cambiar. – Me beso. – Vamos es hora de alimentarte, espero que tu apetito haya vuelto.
-Por supuesto que volvió. – Me mordí el labio.
-Vaya en que te he convertido.
-En una imagen femenina de ti. – Nos besamos.
-Te espero en el comedor. – Sonrió. – No tardes.
James iba camino a la puerta cuando lo detuve.
-James.
-Dígame señorita. – Se volteo.
-No llevas nada puesto encima.
-No pasa nada, estamos los dos solos.
-Por favor ponte los calzoncillos aunque sea.
-¿Qué diferencia hay que los tenga puesto?
-No me distraeré fácilmente.
-De ser así, entonces no me los pondré.
Le avente la almohada riendo.
-Póntelos por favor.
-Vale, solo lo hare por ti. – Se colocó el bóxer. - ¿Estas contenta?
-Gracias, enseguida bajo.
-No tardes.
Desapareció por la puerta y automáticamente me puse las bragas con su camisa encima, que aunque solo le quedaban tres botones, fueron suficientes para cubrirme la parte de arriba.
Al salir por el pasillo un olor a pasta inundo mi estómago e inmediatamente me dio mucha hambre.
No lo podía creer lo que veía, Laura el ama de llaves de Diamond se encontraba en la cocina preparando la comida. Y Diamond alegremente hablaba con ella.
Silenciosamente me acerque al taburete de Diamond.
-Me da gusto que hayas sido rápida en bajar a comer cielo. – Me beso en la cien.
-Señor, señorita, sus platillos.
-Gracias Laura. – Dijimos al unísono
Y por la cara de Laura pude saber que había sido la primera vez que Diamond le agradecía.
-Cualquier cosa más estoy a sus órdenes.
-Puedes retirarte, me hago cargo en la cena, gracias por todo. – Diamond solo la despidió.
-Que tengan una bonita tarde. – Se limpió las manos y se retiró del lado contrario de la cocina, pasando por mi lado.
Con la cara roja hecha un tomate y la vestimenta de acabo de tener sexo, pronuncie.
-Gracias.
Ella solo me sonrió al pasar a mi lado.
-Tranquila es tan leal, que no le dirá a nadie lo que ha pasado.
James como buen hombre solo comenzó a comer sin preocuparle nada.
-¿Ha estado aquí todo el tiempo?
-Hace como dos horas que llego.
-¿Y me lo dices bien tranquilo? – El apetito se me había ido.
-Ya te he dicho, no dirá nada.
-James esa mujer sabe que tuvimos sexo allá arriba.
-¿Y? es lo que todo mundo hace. – Se mostraba indiferente
-Sí, pero a puerta cerrada, no con alguien en su cocina. Y además me ha escuchado gemir.
-Cielo, bendito el que te escuche gemir.
-No Diamond, no sabes la vergüenza que acabo de pasar.
-¿Qué te he dicho? – me tomo de las manos.
-Que no debo de tener vergüenza estando contigo.
-Vez, no ha pasado nada. Solo piensa que nuca te enteraste de ello.
-Y tú así querías salir sin nada.
Él se rio.
-Charlotte, ella me conoce dese bebe.
Mi boca solo formo una perfecta O.
-Es mejor que comas para llenar energías. Aún no he acabo contigo.
Y así como lo dijo, lo cumplió, después de comer habíamos comenzado con una plática en el sofá, que termino siendo testigo de cuerpos desnudos uno encima del otro con la ropa tirada por el suelo, después la regadera y por último la cama, la cual no solo había sido testigo de lo que había pasado en la mañana sino que en toda la tarde nos entretuvimos en ella.
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