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Capitulo 36

Sábado. Ultimo día en el palacio de Italia.

Por culpa de Nicolás ese día era el peor de todos para mí, había amanecido con un dolor de cabeza tremendo, no había asistido en el desayuno con la reina y mucho menos había bajado a almorzar.

Mis padres ya habían subido dos veces a visitarme para saber qué era lo que me pasaba y porque había faltado al comedor, pero solo los había evadido diciéndoles que no me sentaba bien la idea de quedarnos por más tiempo. Y no era solo por el hecho de querer regresar a mi vida normal, sino que no podía decirles que la niña de casa se había escapado una noche con su magnífico primo a un bar y habían regresado a altas horas de la madrugada.

-Eva, ¿Qué te pasa? He escuchado que no te has presentado al comedor. – Como era habitual en Nicolás, solo entraba a mi habitación sin tocar.

-¿Carla nos podrías dejar a solas un momento? – Le pedí de favor a la mucama.

-Iré a la cocina por más agua alteza, si necesita algo, solo llámeme.

Le brinde una sonrisa y ella salió por la puerta.

-¿Cómo que porque no he bajado al comedor? ¡Diablos Nicolás! Tengo un maldito dolor de cabeza por ti y tú aun preguntas ¿Qué me ha sucedido? – Me tumbe de espaldas a la cama.

-Tranquila se pasara, además veo que has tomado ibuprofeno, estarás bien dentro de cinco minutos.

-Me las he tomado desde la mañana y ya son la una de la tarde. Bien que me han surgido efecto. – Me tape la cara con el brazo.

-No me digas que era tu primera vez consumiendo alcohol. – Nicolás tenía una cara de sorpresa.

-¡Claro que no! Yo creo que se me ha juntado todo el estrés y lo de anoche.

-Pero si lo de anoche no fue tanto, tú eras la más consiente del lugar. ¿Sera que seguías la fiesta en el hotel?

Rápidamente me levante de la cama y lo mire a los ojos.

-¡Cállate! Que nadie debe de saber a donde hemos ido tú y yo.

-Bien, pero me dirás ¿Qué hacías allí?

-Cosas que no te importen.

-Hemos sido primos desde que nacimos y desde que nacimos nos hemos cubierto todo, así que ¿Me lo dirás?

-He ido a ver a alguien sin importancia, tengo amigos aquí aunque no lo creas.

-Claro Eva y ese querido amigo tuyo, ¿De casualidad no es 3 años mayo que tú?

-¿Qué es lo que sabes y no me quieres decir?

-Los vi saliendo del bar anoche. Y le pregunte a mis contactos si sabían quién era. – Comenzó a caminar por la estancia hasta que tomo el jugo de mi mesita central. – Y me he dado cuenta que tus gustos no han sido menos ¿Eh querida?

-No sé de qué hablas, he cambiado demasiado.

-Oh si claro, me imagino que James Diamond, te ha cambiado.

Mi asombro no pasaba desapercibido por este momento, puesto que él ya sabía más de lo que cualquiera pudiera sospechar.

De pronto su semblante serio cambio y comenzó a reír a carcajadas.

-Deberías de haberte visto. – Nicolás se reía a mi costa – No tiene precio la imagen que acabo de ver de ti.

-¿Te has estado burlando a mi costa? – Me había cruzado de brazos.

-Claro que no Eva, pero hubieras visto tu cara de preocupación. – Se reía. – Aunque ya aclaraste mis dudas.

Sorbió un poco de jugo.

-¿Qué quieres decir?

-Sí, te vi salir del bar con aquel hombre, así que le pregunte al barman, pero como estaba tan ebrio solo recuero que me dijo que se llamaba James Diamond, sé que dijo algo más, pero no tengo la menor idea.

-No es alguien de importancia. – Camine hacia el baño, para lavarme la cara.

-Oh si, veo que no, hasta has reaccionado de otra manera.

-Déjame de estar hostigándome con eso o ¿Acaso quieres que la abuela sepa de tus amoríos y noches nocturnas?

-Vale, creo que me ha quedado claro la advertencia, ¿Te gustaría repetir hoy?

-No lo creo estoy muy cansada. – Me dirigía de nuevo a mi esplendida cama.

-Los chicos y yo teníamos planeado una comida y pensábamos ir a una carrera de caballos, ¿Te apetecía?

-Suena buena la idea, pero ya te he repetido, no estoy de humor, así que para la próxima está bien.

Su semblante cambio a uno triste.

-Si claro, la próxima vez, ambos sabemos que no habrá próxima vez, es muy arriesgado.

-Puedes ir a Canadá a visitarme cuando quieras.

-A sabiendas que soy el hermano del futuro rey de Italia lo dudo mucho.

-Bueno, entonces prometo regresar antes de la boda de mi hermano para salir de fiesta. – Le sonreí y lo abrace. También me dolía dejar al primo favorito.

Papa y mama entraron en el momento que Nicolás y yo estábamos abrazados.

-Vemos que las despedidas han empezado. – Comento Papa.

-Más que nada, le estoy pidiendo que se quede. – Nicolás contesto.

-Es lo que más quisiéramos hijo, pero tenemos deberes que atender en América. – Mama fue muy sabia con su respuesta.

-Está bien, los dejo, para cualquier cosa aquí estoy.

Nicolás abrazo a mama, le dio u apretón de manos a mama y salió de mi habitación dejándonos solos a los tres.

-Tenemos una noticia Charlotte, nos iremos hoy mismo a Canadá, el avión de la abuela despega a las 12:00 am. Así que por favor alista las maletas que hoy mismo nos vamos.

-¿Es enserio? – No podía ocultar mi asombro.

-Si querida, pero solamente no le digas a nadie. Nadie debe de saberlo por si las dudas.

-Si mama no se preocupen por ello, me pondré a hacer las maletas y en la cena nos vemos.

-¿No bajas a almorzar? – Papa frunció el ceño.

-Papa aun me siento débil y preferiría reponerme antes del vuelo.

-Tiene razón querido, hay que dejarla descansar un rato más, así todos nos iremos tranquilos de vuelta a América.

Mis padres salieron de mi habitación y sentí una paz interior. Era momento de arreglar maletas y poder tomar las riendas de mi vida otra vez. Me sentía tan feliz de regresar a mis problemas de chica ordinaria.

Mi maleta ya estaba en el primer piso del palacio y yo apenas me estaba despidiendo de la gran habitación que me había tocado. Había recordado haber metido vestidos y zapatos para Susana, así como un conjunto algo al estilo Sebastián. Para que ambos no sospecharan demasiado, les llevaba sus regalos.

-Te voy a extrañar demasiado. – Nicolás era el primero que me abrazaba

De nuevo la familia real estaba formada de acuerdo a su título para despedir a cada uno de los Reynolds.

-Yo igual te echare de menos.

-Me ha dado un gusto volver a saludarte Eva.

-¡Oh vamos Carlos, deja el formalismo por una vez y se aquel primo al que metíamos en problemas! - Nicolás y yo nos reímos.

-Ven aquí entonces pequeña. – Sin decir más, me abrazo tan fuerte que mis pulmones fallaban.

-Niños por favor compórtense, esta su abuela presente.

-Si Tía Ingrid, yo también la extrañare.

-Oh querida, todos aquí te echaremos de menos, sabes que eres la princesa de este reino. – Nos fundimos en un abrazo.

-Tío Francisco, ha sido un gusto volvernos a ver.

-Pequeña, el gusto ha sido nuestro, la familia te va extrañar – Me abrazo – Y ya sabes, si quieres ser reina algún día, todavía podemos arreglar papeles.

Ambos reímos.

-Gracias tío por la oferta, pero no. – Me separe de él.

-Majestad. – Hice mi reverencia. – Gracias por darme un buen hospedaje se lo agradezco de corazón.

-¡Oh cielo! Sabes que está siempre será tu casa. – Sin esperarlo la abuela me abrazo.

-Gracias abuela, te extrañare.

Ambas teníamos los ojos llorosos.

-Aun anhelo a esa pequeña que corría a mis piernas cuando sus primos la querían tomar de rehén. – Nos reímos

-Vaya que aún me quieren tener en el calabozo. – Me seque las lágrimas y ella hizo lo mismo.

-Cuídate pequeña, cuídate mucho Eva.

-Claro que lo hare abuela. – Le di un beso en la mejilla.

Y los tres partimos hacia la salida del palacio, para regresar a la vida normal.

Domingo. Canadá.

Lo primero que reviso al abrir mis ojos de un vuelo muy largo y agotador por la diferencia de horarios es revisar la hora en mi celular, pero lamentablemente un mensaje inunde la pantalla.

De: Estúpido Profesor.

Querida Señorita Reynolds, espero que su viaje haya sido de lo más agradable y que ya esté en casa, me parece que usted y yo tenemos un asunto pendiente. La espero en mi departamento a las 8 am, ni un minuto más.

Si no obedece, lamento decirle que me tendrá en la puerta de su casa.

Besos.

D.

-Cariño es hora de aterrizar, por favor recoge tus cosas y abróchate el cinturón.

-Mama, ¿Podrías darme la hora? al parecer aún tengo la de Italia.

-Cielo, creo que mi celular esta igual que el tuyo.

Llame a la azafata.

-Señorita actualmente son las 6 de la mañana, hora de Vancouver.

-Gracias.

Exactamente solo tenía dos horas máximo para hacer todo lo que pedía Diamond en su explicito mensaje. ¿Por qué siempre debe de hacer lo que me pedía? ¿Acaso comenzaba a gustarme?

-Señor, señora Reynolds bienvenidos a casa, señorita. – Gail como buena ama de casa y miembro de la familia se encontraba esperándonos en la puerta.

-Gail como te he extrañado. – La abrace

-Yo igual nena. – Ella por siempre ha sido mi fiel compañera.

-Señores bienvenidos, señorita.

Cada miembro de la casa, los cuales eran solo tres más, parecía que se han aprendido los diálogos de Gail, su bienvenida era casi igual.

-Gracias a todos por la bienvenida. Hemos vuelto a casa. – Papa como siempre era bueno con sus palabras.

-Gracias a todos por cuidar de la casa. Lo apreciamos demasiado. – Mama tampoco se quedaba atrás.

Todos estaban contentos con nuestro regreso y después de escuchar las gracias se retiraron a sus labores.

-Mama, papa, tendré que salir unos momentos a... - ¿Qué les podía decir? ¿Qué se me ocurriría ahorita mismo?

-Sí, sabemos que tienes que recoger apuntes con el señor Diamond, tranquila él nos avisó. – Papa estaba revisando el periódico de la mesa del recibidor.

-¿Qué? – Mi sorpresa no hizo falta.

-El señor Diamond nos habló querida. Tranquila puedes tomarte el día, nos gustaría que estés al corriente para mañana.

-Oh si claro papa, me pongo en marcha.

-¿Quieres que el chofer te lleve cielo? – Mama parecía que apenas se daba cuenta de la conversación.

-No mama con un taxi está bien, acabamos de llegar y no me gustaría darles órdenes de una vez.

-Es mejor aún el anonimato Eva, nadie sabe que hemos regresado. – Papa por fin me prestaba atención.

-Está bien, me baño y cambio rápido, enseguida vuelvo.

Subí escaleras, corriendo entre a mi habitación, me deshice de la ropa que traía encima, me adentre a la ducha y tome el baño más rápido que pude, solo faltaba una hora para nuestro encuentro y aún tenía que desempaca maletas para encontrar el atuendo adecuado.

Pantalones negro, blusa blanca, chaqueta verde militar y tenis Nike negros, era mi combinación perfecta. No sabía que ponerme exactamente, pero con el cambio de clima repentino de Vancouver y mi poca habilidad de ser rápida cambiándome, fue lo que pude escoger.

-Al departamento del señor Diamond, por favor Raúl.

-Es bueno estar de vuelta señorita.

-Ni me lo digas. – Entre en el auto y Raúl lo puso en marcha.

Al llegar al gran edificio de departamentos, no hizo falta llamar con el conserje, puesto que ya le habían dado instrucciones de dejarme pasar.

Subí por el elevador y al llegar al pasillo correspondiente, solo toque la puerta.

-Un gusto tenerte de vuelta Charlotte.

-No puedo decir lo mismo profesor.

-¿Te apetece desayunar? – Entro en su hogar dejándome la puerta abierta.

Nada caballeroso.

-Preferiría dormir un poco, pero dígame ¿para qué me ha citado? – Cerré la puerta y lo seguí a la cocina.

-Bien, he preparado un omelette relleno de espinacas, tomate y queso, acompañado de pan tostado con algo de fruta. ¿Prefieres café o jugo?

Solo le daba largas al asunto y si no le seguía el juego, podría ser que así siguiésemos todo el día.

-Jugo. – Me senté en el taburete

-Yo apostaba por el café. – Me sirvió el plato.

Sonreí

-Me ha calificado mal.

Ambos estábamos sentados en la barra del desayuno con los mismos platos, diferentes bebidas.

-Me apetece que hoy podemos tener el día planeado que teníamos antes de que ambos nos fuéramos.

-¿Cuál?

-La cabaña que visitamos a las afueras de Vancouver, sería un buen momento para hablar sobre lo que estamos jugando.

Por fin le pondríamos punto final a todo.

-Está bien.

-Perfecto, solo me baño, me cambio y nos vamos.

En un santiamén el termino el desayuno y salió disparado hacia su recamara. Tome mi tiempo y con cada bocado al desayuno tardaba en procesarlo para digerirlo, de todas formas tenía que entretenerme con algo mientras que él se bañaba. Termine de desayunar y levante los utensilios, los lave y los deje en su lugar.

Tenía tantas ganas de explorar cada rincón del departamento una vez más que no dude en hacerlo. Las cosas no habían cambiado, el sofá en su lugar, lo tapetes bien acomodados, el cuarto de visitas impecable, los baños limpio, las estanterías sin algo de polvo, el refrigerador lleno y la última adquisición, un piano, perfectamente acomodado en el fondo del departamento.

De pronto sin darme cuenta estaba dentro de la habitación de Diamond.

El sonido de la regadera se escuchaba.

-¿Tendrás algo para abrigarme? Me parece que el tiempo tiene otros planes.

-Pensé que las damas no entraban a cuartos ajenos.

Salió con una toalla en su cintura y el tronco aun húmedo.

-Me puedo salir no hay ningún inconveniente. – Tenia que desviar la mirada hacia alguna parte.

-Es grata la visita.

-¿Tienes algo para abrigarme si o no?

Por el cristal pude ver que se deshizo de su toalla.

-¿Qué está haciendo? – Gracias al cielo solo le vi las nalgas.

-Vistiéndome, es lo que todo el mundo hace.

-Sí, pero no con una dama enfrente.

-La dama entro a la habitación sin preguntar, ¿Por qué tendría yo que hacer lo contrario? – Seguía en busca de unos boxers

-Porque los caballeros hacen eso. – Cerré mis ojos e inhalé.

-Puedes abrir los ojos.

-No hasta que tengas algo encima.

-¿El pantalón basta?

Abrí lo ojos, me di la vuelta y él ya estaba casi por terminar de vestirse.

-Te espero abajo mejor.

-Puedes seguir contemplándome, no me molesta.

-No seas un engreído por favor.

Tome el pomo de la puerta y estaba por cruzar esta.

-Ah, por cierto, no tengo nada que te pueda abrigar.

Egocéntrico, machista, repugnante, chismoso, sin modales... ya no tenía que otro calificativo ponerle, cruce esa puerta y la cerré de golpe, hubiera sido mejor esperarlo en la sala desde que termine de desayunar. 

-¿Estas lista? – Menciono bajando de las escaleras con unos jeans, un cinturón de cuero color negro, una camisa blanca, unos zapatos cafés y una chaqueta azul marino.

-Te he esperado por diez minutos más. – Me encontraba en el sofá. - ¿Es necesario llevar refrigerios?

-No, lo tengo todo bajo control.

-¿Podre dormir? En verdad que tengo mucho sueño.

-Tendremos demasiada acción cariño. – Me beso la frente.

-No soy tu cariño. – Aun no se me olvidaba todo lo que me había hecho.

-¿Quieres ver que si?

Junto nuestros labios y pude saborear la menta de la pasta de dientes y del dentífrico, su cuerpo emanaba olor de la ducha recién tomada y de esencias naturales dadas por su jabón y que decir del perfume que traía consigo, Su perfume era hecho para hombres perfectos como él.

¿Qué era lo que acaba de decir y peor aún, porque le seguía el juego? Mi cerebro me hacía reaccionar justo a tiempo de cometer una locura.

-Oh cielo, nos falta mucho camino por recorrer. – Seencamino a la puerta y tomo sus llaves de la porta llaves.   

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