Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 35

Jueves. Hubieron lágrimas antes de partir a Italia de nuevo, y esta vez no solo fueron las mías, sino que las de mama también. David como buen roble que se hacía llamar no derramo ninguna, pero su semblante estaba lo más triste que se podría observar. Las despedidas no eran lo mío, así que trate que fueran lo más rápida posible, dimos las gracias por el hospedaje a los reyes, le deseamos la mayor felicidad a la nueva pareja y le di un último abrazo a mi hermano.

Así como habíamos llegado, así nos habíamos regresado, el mismo avión, el mismo protocolo de recibimiento, solo que ahora lo que cambiaba era el sentimiento. Sabíamos que no volveríamos a hacer los mismos 4, pero por lo menos la felicidad de uno nos bastaba para todos.

-Mama, ¿Qué sigue ahora para nosotros? – Pregunte ya estando sentados los tres en el avión.

-Volver a ser nosotros mismos cielo, pronto volveremos a Canadá, no te preocupes. – Mama beso mi cabeza como si me fuera aquella niña pequeña que tenía miedo de las arañas.

-Alteza. – El secretario de papa se había acercado.

-¿Qué pasa Johan?

No dijo una palabra más, solo le mostro los periódicos y las revistas que habían salido apenas esta mañana.

Como era de esperarse, mama y yo nos acercamos para saber qué era lo nuevo que decían los periódicos. Papa tomo un periódico y sin creérmelo, ahí, en primera plana aparecíamos los tres llegando a Noruega, en otra revista, no éramos los principales protagonistas, sino que el crédito se lo llevaban ahora los novios, sin destacar que dentro de su reportaje se hacía más presente nuestra nueva aparición.

En casi todas las portadas nos encontrábamos nosotros tres como principales protagonistas de aquel evento, en los reportajes no se dejaba de hablar de las fabulosas prendas y de cómo había evolucionado mi persona. Sin dejar de mencionar que hacían comparaciones de la última vez que me habían visto. En esos instantes no sé qué era peor, si ser yo el centro de atención y no el compromiso o el que las revistas ahora se empeñarían por saber en dónde vivo.

-No pensé que esto llegaría a tal grado – Papa miraba cada uno de los reportajes.

-Sabíamos a lo que nos enfrentaríamos querido. – Mama acaricio su brazo.

Mi cara no tenía otra expresión más que la de miedo y preocupación.

-Tranquila Eva, todo se solucionara cuando regresemos. – Papa me brindaba palabras de aliento para que no me preocupara.

Pero ya era tarde, sabía que algunas cosas cambiarían a nuestro regreso.

Habían muchas personas fuera del portón del palacio, esperando poder capturar una buena foto de nuestros rostros recién aparecidos en las revistas internacionales. Muchas cámaras veía cerca de los cristales del auto que nos adentraba al palacio, el pánico poco a poco se apodera de mí, pues era exactamente lo que no quería.

-Altezas – Uno de los mayordomos nos detuvo en el pasillo con una reverencia. – La reina los espera ahora mismo en la sala de estar.

Papa y mama se miraron y aceptaron la orden que el mayordomo les había dado.

-Eva, tu puede ir a desayunar cielo, si así lo quieres, nosotros pasaremos con tu abuela. – Papa me beso la coronilla y ambos se dirigieron a la sala con el mayordomo.

Mientras que yo apenas me acoplaba a aquel lugar, no sabía a donde ir, pues los pasillos me confundían mucho.

-Alteza – Un rostro conocido se había hecho presente.

-¿Martina cierto?

-Así es alteza, un gusto que este de nuevo en el palacio. ¿Cómo ha ido el compromiso?

-Un poco cansado.

-Si me imagino, ¿Qué le parece si caminamos un poco por el jardín y hablamos de sus futuros planes?

-Claro – La seguía para saber qué camino correcto tomar. - ¿Has hablado de futuros planes?

-Sí, me ha escuchado bien.

-Disculpa, pero ¿Qué futuros planes? Yo pensé que hasta aquí terminaría esto.

-Lo siento alteza, pero debería saber que las cosas no terminan hasta aquí, ahora que han vuelto es lógico que la popularidad de la familia real se haya elevado, y dudo mucho que les sea fácil volver a su vida normal. – Si, hizo comillas en "vida normal".

-¿Qué pretendes decir? - Entramos en mi habitación.

-Que los periódicos, la farándula, ahora querrán más de ustedes y puede que las cosas no salgan bien desde ahora.

Era lo que menos quería, era lo que menos deseaba, ya no cabía duda alguna que tendría que dar explicaciones cuando regresaría, eso sería lo más frustrante.

Escuche unos golpes en la puerta.

-¿Podemos hablar? – Mama se encontraba afuera de la puerta y Carla solo le daba el permiso de entrar.

Al entrar mama y papa a mi recamara Carla salió de la habitación.

-Eva, tenemos algo que decirte. – Mama se sentó al lado mío en la cama, tomándome la mano, mientras papa buscaba las palabras claras para hablar.

-¿Qué ha pasado? ¿Nos iremos pronto?

-Tendremos que pasar el fin de semana aquí, hasta que se controlen de nuevo las cosas.

-¿Cuánto tiempo?

-Pensamos que solo hasta el lunes cielo. – Papa trataba de sonar seguro y tranquilo.

-¿Y mientras que haremos aquí encerrados?

-No mucho, solo trataremos de no dar pistas que seguimos aquí, pues según para todos allá afuera hoy mismo estaremos regresando a nuestro lugar de origen.

-¿Cómo harán que los periodistas no quieran seguirnos?

-La abuela ya hizo oficiales algunos compromisos y esos harán que el ojo público este en ellos, tranquila mi niña, cuando volvamos, todo seguirá igual.

-¿Lo prometes papa?

Ambos nos tomamos de la mano.

-Lo prometo cielo. – Me beso la frente.

La tarde y noche en aquel palacio se había mostrado aburrida pues por precauciones debía de permanecer en los rincones escondida, como si hubiese hecho algo malo, ya que si algún paparazzi nos encontraba por alguna de las ventanas, podrían nunca dejarnos en paz.

-¡Eva! – Nicolás había entrado de improviso a mi habitación.

-¡Alteza! – Carla se había sorprendido por la inesperada visita de mi primo. - ¿No debería de estar en su habitación estos momentos?

-Carla – Intervine. – No te preocupes ya ha entrado ¿Qué le podemos hacer? – Reí. - ¿Qué sucede Nicolás?

-Necesitamos hablar. – Me hizo señas de que despidiera a mi mucama pero durante varios intentos no le entendí.

Siempre en su forma discreta de decirme que le dijera a Carla que nos dejara solos, no le comprendía, haciéndole preguntas que no tenían nada que ver con sus señas. Hasta que por fin le entendí cuando él se daba por vencido.

-Carla, ¿Podrías dejarnos solos?

Ella solo acato mi orden y desapareció por la puerta.

-¿Te importaría que saliéramos juntos esta noche? – Lo mire extrañado, no sabía que debía de hacer en esos momentos.

-¿Salir? Creo que ha quedado claro que me tengo que mantener fuera de los paparazis. – Me volvi a meter en la cama.

-¡Oh vamos Eva! Estos podrían ser las últimas noches contigo y ¿Aquí te quedaras?

-¿Por qué no llevas a tu hermano?

-Porque él es un aguafiestas y lo primero que dirá será que estoy loco y debo de madurar.

-¿Por qué yo?

-Porque siempre sucumbes a mis encantos y porque desde niños somos los primos más inseparables del planeta. ¡Por favor! Vamos, te divertirás, además ya les he confirmado a algunos de mis amigos que llevaría a una vieja de la familia.

Le avente un cojin.

-¿Cómo que soy vieja? – El rio.

-Me refería a que así nadie sabría que eres carne fresca y no darían inicios a decir que eres la princesa de la familia. – Me guiño un ojo.

-Nicolás, no puedo salir, lo tengo prohibido y además ya tengo el pijama puesto, no me apetece arreglarme, otro día será.

-No señorita – Me tomo del brazo y me jalaba de la cama. - En este instante te metes al cuarto de baño, te cambias y yo dentro de 15 minutos, no más vuelvo a entrar para que nos vayamos juntos.

-¿Qué pasa si alguien nos descubre?

-Eva, estás hablando con el que sale casi todas las noches y nunca lo descubren.

-¿Y si esta vez nos descubren? – Nicolás rio.

-No digas bromas Eva, y mejor apúrate que el tiempo corre.

-Pero antes dime, ¿Por qué estas vestido así? – Llevaba puesto un pantalón negro de vestir, un saco del mismo color, una camisa blanca con el cuello y el segundo botón desabrochado, con unos zapatos pulcramente negros.

-Porque iremos a pasarla bien, ¿No te parece?

-¿Es de etiqueta?

-Más bien, es como uno quiera, solo apresúrate.

Salió de la habitación y eso me indicaba que cumpliría su palabra, además, ¿Quién era yo para negarle una salida juntos? Así que entre a mi closet, me deshice del pijama y me cambie rápidamente por uno de los vestidos de noche que había visualizado en el perchero, este era de color rojo sangre, en corte curvilíneo mostrando así mi cintura, me llegaba hasta las rodillas como todo vestido de la realeza, no me quedaba de otra más que utilizarlo, si quería que no entrara rápido Nicolás al cuarto. Tome unos zapatos de tacón de aguja del mismo color, me maquille lo más rápido que pude, aplicándome sombras que me favorecieran y un labial color rojo para resaltar. Acomode mi cabello de forma que no se viera mal, lo ondule con mis dedos y por ultimo tome un abrigo que pasaba las rodillas en color beige con botones discretamente acomodados y un cinturón en la cintura para que el vestido de adentro no se notara.

Salí de mi habitación para mostrarle mi atuendo.

-¡Ah caray! ¿Pero quien iba a decir que esta es la princesa de Italia? – La cara de sorpresa de Nicolás no tenía precio.

-Calla o alguien vendrá.

-¿Piensas que así nadie te notara?

-Yo creo que nadie se dará cuenta.

-Espérame, iré por un par de cosas a mi habitación para que pases por desapercibida. Por si las moscas.

Volví a meterme al cuarto y en menos de 10 minutos él estaba tocando de nuevo la puerta.

-Toma y póntelos. – Me dio una gorra y gafas oscuras. – No digas nada.

Como buena chica, tome ambas cosas y me mire al espejo para poder introducir todo mi cabello en la gorra, que para nada combinaba con el atuendo de esa noche.

Salimos de aquel largo pasillo sin hacer ruido alguno y con éxito pudimos entrar a su automóvil que se encontraba más que listo para irnos a la fiesta. Al parecer solo un guardia sabía lo que hacemos, pero este era cómplice de mi primo, ya que una buena propina le dio.

-¿Compras siempre a los guardias? – Estaba por quitarme la gorra.

-Él es un amigo de confianza, además, ambos sabemos. ¡Oye! ¿Qué haces? – Detuvo mi intención de quitarme la gorra.

-¿Qué? Quiero quitarme la gorra.

-No lo hagas, pueden haber paparazis a la vuelta de la esquina.

-Cierto no lo había pensado antes.

Al llegar a lo que parecía un bar muy famoso, el aparco su automóvil enfrente de la entrada principal y uno que era el que cuidaba de los coches abrió la puerta de mi compañero.

-Adelante, ya puedes quitarte las gafas y la gorra.

Un pánico se apodero de mí.

-¿No crees que aquellos fotógrafos que estén enfrente nos cacharan? – Me quite la gorra, me arregle el cabello y deje los lentes a un lado del asiento.

-Tranquila, ya todo está bien planeado.

Y exactamente todo ocurrió como él lo dijo. El al ser el primero en bajar, fue hacia mi lado y me abrió la puerta, como buena aprendiz, puse en práctica todo lo que ya sabía al momento de bajar de un auto. Nicolás, me brindo la mano y ambos caminamos juntos hacia la entrada principal. Como si se tratase de una rutina, unos hombres altos y con vestimenta sencilla en color negra obstaculizaron la vista a los pocos fotógrafos que se encontraban ahí. Para que nadie pudiera reconocerme, camine con la cabeza hacia abajo y el cabello me tapaba el rostro hacia los lados.

Al llegar a la puerta el guardia nos dejó pasar rápido y estrecho la mano de Nicolás. Al estar dentro pude soltar el aire que contenía.

-¿Ves que fácil es esto?

-¿Cuántas veces lo has hecho?

-Unas 20 se podría decir.

Reí.

-¿Y acaso no te da miedo que te descubran?

-Siempre sale en los periódicos, pero mis acompañantes nunca, es una buena opción.

-¿Y así dices tener novia? – Reí más alto.

-Shh... aun no pienso sentar cabeza. - Ambos reimos.

Mientras andábamos en el pasillo que por fin nos guiaría a la música que se escuchaba por todo lo alto el mostraba una cara de felicidad enorme, pero eso me decía que tenía planeado algo bajo la manga. Nos adentramos en el lugar y un fuerte sonido provocado por la música hizo que me molestaran los oídos. Llegamos a una pequeña mesa del lado izquierdo hasta el fondo en donde ya se encontraban otros tres amigos de Nicolás.

Como era costumbre de hombres, se saludaron estrechándose la mano y un abrazo golpeándose la espalda. Al término de sus saludos mi presentación era lo que continuaba.

-Bien chicos, ella es Valentina, una prima lejana que ha llegado a la ciudad a divertirse un poco.

-Un gusto Valentina – El que parecía ser el más extrovertido, me tomo de la mano y le dio un pequeño beso. Tenía unos hermosos ojos color miel y cabello perfectamente peinado hacia un lado. – Mi nombre es Rodrigo.

-El gusto es mío Rodrigo.

-Un placer Valentina – El siguiente en saludarme fue el moreno de los tres, tenía una sonrisa perfecta y unos ojos que derramaban excitación. – Mi nombre es Giovanni. Pero puedes llamarme Gio, con toda confianza muñeca. – Su presentación parecía más un filtreo que cualquier otra cosa.

-Un gusto Gio, pero el filtreo no hace falta. – Le giñe el ojo.

-Valentina que bella estas. – El último por su acento me hacía confiar que era español, su voz sonaba grave y sus ojos azules te hacían desear ver el océano, no está mal, pero él te influía confianza. Me brindo un beso en ambas mejillas. – Mi nombre es Noah.

-Un placer Noah. – Mi sonrisa y la suya se curvearon juntas.

-Bien, ya que están las presentaciones hechas, ¿Qué les parece comenzar con unos tragos? Rodrigo ve por ellos, que he visto que aquella rubia y tú ya tienen un mensaje entre ojos.

-No creas lo que tus ojos ven Nico, aquella mujer ya está en mis brazos, regreso enseguida.

Como buen conquistador, salió caminando de nuestra mesa para ir en busca de su presa, los demás restantes en la mesa solo reíamos a carcajadas.

-Señorita me permite su abrigo. – Una mesera más que provocativa llamo mi atención.

-Oh si claro. – Me desabroche el abrigo y me lo deslice por los brazos. – Caballeros, por favor tomen una servilleta que las salivas se les escurren.

Nicolás fue el primero en reír.

-¡Ostia tía! Pero es que tú sí que sabes cómo conquistar a un hombre. – Pronuncio en español Noah.

-Tranquilo caballero, que esta dama no piensa en llevarse a ninguno a la cama. – Respondí de la misma manera.

Nicolás, parecía divertido con todo el show que estaba presenciando y lo único que Noah pudo hacer es darme la mano en forma de tregua.

-Vaya sí que esta yegua es difícil de domar.

-Por supuesto Gio, no seré parte de una mas de tu lista. – Volví a guiñarle el ojo de manera cómplice.

Al parecer a ambos hombres me los había ganado como buenos amigos.

-Por favor, tráenos tres wiskis de la mejor botella y a la dama... - Esperaba mi respuesta.

-Un vodka por favor. – Termine la oración.

Los tres me quedaron viendo.

-¿Qué? Es solo para comenzar. – Les di mi mejor sonrisa.

La noche pasaba y aquellos vasos de cristales en la mesa no dejaban de hacerse más y más, a veces mis bebidas eran intercambiadas por copas que en especial ofrecía un caballero de la mesa de atrás, que siempre al recibirla le daba un gracias con la cabeza, pero al final el trago nunca me lo tomaba yo, sino que se los daba a los chicos.

Rodrigo fue el primero en abandonarnos de la mesa, pues detrás de la pista al lado derecho en los sillones se esteba comiendo a besos a la chica rubia de la barra. Noah, invitaba a bailar a una que otra que veía entrar por aquella puerta doble, Gio no hacía más que tratar de acercarse más a mí, pero siempre le daba el avión, no le quedaba claro que no era el tipo para mí, pero tampoco se rendía fácil. Nicolás, ni se diga cada 30 minutos lo perdíamos de vista y siempre que lo volvía a ver llegaba arreglándose el pantalón del baño de hombres y es que no precisamente iba a orinar.

Unas cuantas veces aceptaba que los chicos me invitaran a bailar, pues eso era a lo que había venido, a divertirme, a pesar, nadie parecía reconocerme en esos momentos.

-Señorita, ¿Algo más? – Había llegado una mesera que hablaba lo más fuerte que podía sobre la música.

-Por favor otras tres bebidas más de ginebra, cuatro vasos con mucho hielo y una margarita por favor.

-Enseguida.

Las meseras de aquel lugar parecían que solamente cumplían con su trabajo, pues a ninguna de ellas veía metiéndose en líos o complaciendo demás a un cliente. La barra siempre que volteaba a verla parecía estar repleta a cada momento con varias personas, tanto las que llegaban como las que ya estaban, aunque ahí, había algo que en verdad me preocupaba y no era el que alguien me reconociera, más bien, alguien llamaba mi atención, alguien se me hacía conocido, pero al contrario, nunca lograra reconocer a nadie y mucho menos ver a una sola persona.

En menos de 10 minutos la misma mesera regreso, solo que esta vez no traía la margarita, sino que traía una copa de vino color rosa.

-Señorita, aquí están sus bebidas – Puso los tres ginebra y cuatro vasos de agua en la mesa. – Y esta se la manda el caballero de la barra, me ha pedido que lo sustituya por la margarita.

Cuando voltee a la barra, ahí estaba, ¡carajo! Sabía muy bien que alguien ya tenía buen rato viéndome, pero no pensé que mis sospechas eran ciertas. Él sonrió de lado y levanto su copa en forma de brindis. Cruce las piernas de forma sensual, lo mire a los ojos y de igual manera levante la copa en forma de saludo y bebí un poco acercándome la copa lentamente a los labios.

Y de nuevo esa estúpida sonrisa victoriosa apareció en sus labios. ¡Imbécil!

Cuando apareció de nuevo Gio en la mesa, dije que era hora de volver a jugar, le dije que se acercara a mí y me hiciera un grandísimo favor, al cual el acepto. Nos sumergimos en una conversación de coqueteo y me mostraba lo más atenta posible a él, ambos nos coqueteábamos y eso era palpable a quien nos estuviera observando, cuando llego Noah y Nicolás a nuestra mesa, el juego lo interrumpíamos por momentos, pero cuando estos dos se iban volvíamos a nuestro pequeño plan.

-Creo que no ha dado resultado niña. – Gio me susurro en el oído. – Mira quien se lo está comiendo a él.

Ambos ya sabíamos de quien hablábamos, pero no le daría el camino fácil. Así que voltee para saber que cartas él estaba jugando. Una esbelta rubia con cuerpo de silicona se le había acercado tanto que creo que su olor se lo había impregnado en su camisa blanca con las mangas arremangadas, no era gran cosa, solo le estaba acariciando el brazo y ambos se reían de cualquier estupides que ella haya dicho. Así que para cerrar con broche de oro mi pequeña actuación, me acerce a Gio y le di un beso muy bien plantado en la comisura de los labios, que al separarme le tuve que borrar la marca del labial.

Gio se sonrojo y solo dio la excusa que debía de ir al baño. En ese momento reí, sabiendo que a ambos hombres podría traerlos comiendo de la mano.

Nicolás llego a la mesa, haciéndole señas a la mesera para que pidiera nuevas bebidas, pero lo interrumpí y le dije que era mejor que yo fuera a la barra. Y el medio ebrio me dijo que si, así que, me encamine a la barra y no le tome importancia a ese par de ojos azules que me veían con determinación.

-Por favor, dos wiskis y un ginebra. – Fue lo único que le pedí al barman.

-Veo que te estas divirtiendo. – Sabía que no se tardaría en presentarse.

-Pensé que tenía cosas que hacer en donde quiera que estuviera.

-Dime, ¿Solo estas ilusionando a aquel joven? Porque de ser así déjame decirte que él quiere algo más.

-¿Quién Gio? O no, no te preocupes solo es al que me llevare esta noche a la cama.

-¿Así que has venido solo a Italia para saber a quién te puedes llevar a la cama?

Su perfume invadió mis fosas nasales, estábamos tan cerca que nuestros labios se podían rozan si alguien llegara a empujarnos. Me había atontado por un momento que no sabía ni siquiera que estaba haciendo.

¡Contrólate Charlotte!

-Sí, es que los de Canadá son muy aburridos.

-Señorita sus bebidas – El barman nos interrumpió.

-Gracias. – Le dije brindándole una sonrisa.

No sé en qué momento, ni cuando, ni como, pero Diamond, me había agarrado de la barbilla y me había hecho besarlo en los labios, esos besos que me hacían tanta falta estos días, nuestros labios bailaban un mismo compas, un mismo ritmo, nuestras lenguas se rozaban, cada uno podía sentir el sabor del otro y cuando menos lo espere, aquel mágico momento había terminado.

-Se ve que no me has echado de menos.

-Para nada – Dije recobrando la postura.

-Te veo en el pasillo en cinco minutos.

-No puedo. – Le dije. – Tengo que regresar a casa con quien me ha acompañado.

-Te puedo llevar a casa.

-No creo que sea conveniente.

-Si no es por las buenas Charlotte, serán por las malas. – Sus palabras lo decían todo, sabía que era capaz de sacarme de aquí, sin impórtale lo que le diría. – En cinco te espero afuera, si tardas te llevare conmigo aunque sea a rastras.

Dejo su copa de vino en la barra y se encamino a la puerta. Rápidamente lleve las bebidas a la mesa y le pedí a Nicolás que no se separa ni un instante de su celular, que regresaba pronto.

Camine lo más rápido que pude entre la multitud y fui con la mesera para que me regresara mi abrigo, en menos de lo que pensé, ella ya estaba con mi abrigo de vuelta y yo colocándomelo para salir al pasillo y encontrarme con lo que me esperaría afuera.

-Estaba a punto de entrar por ti.

-No hacía falta – Dije colocándome en orden el cabello. - ¿Y bien?

-Necesitamos un lugar tranquilo para conversar.

Él comenzó a caminar sin darme una explicación más, y esa era la forma en la cual me indicaba que debía seguirlo hasta donde él quisiera.

-¿A dónde vamos? – No podía quedarme sin preguntar.

-Entra al auto – Solo me abrió la puerta del copiloto. Y después de que entre en este, el cerro.

-¿Por qué te gusta controlar las cosas?

-Porque así soy, lo controlo casi todo. Menos a ti, eso parece.

Puso en marcha su automóvil por una de las curvas centrales de aquella ciudad. La hora exactamente no lo sabía, pero si me quedaba claro que la mayoría de la población estaría durmiendo para tener energías en su trabajo de mañana, las calles iban desérticas y él podía manejar a la velocidad que quisiera, pues lo único que nos acompañaba era la iluminación de la ciudad. Al llegar a su hotel no hacía falta que me explicara porque estábamos ahí, pues una idea en mi cabeza se formulaba y era que quería terminar la conversación pendiente.

Ya en el elevador ninguno de los dos hablaba, solo escuchábamos nuestras respiraciones y la musiquita que salía de los altavoces, dando un ambiente tenso entre los dos.

Al llegar a su habitación, no era necesario que el me guiara por toda la estancia, pues yo ya la conocía.

-¿Qué hacemos aquí? – Me quite el abrigo y lo recosté en el respaldo del sillón.

-¿Quieres un trago? – Se encaminó hacia la pequeña barra que tenía.

-Escoge por los dos. – Exactamente no sabía que podría tener el de bebidas en la habitación, así que le di la opción de escoger el trago.

Unos minutos después él se posiciono a mi lado con dos copas de vino blanco burbujeantes.

-No hay buenas bebidas que ofrezca el hotel, así que nos conformaremos con esto. – Me dio una de las copas.

Sin pensarlo automáticamente di un sorbo.

-Tranquila que necesito que estés consciente de lo que te diré a continuación.

-¿Qué planeas Diamond?

-Me parece que has cometido errores que no tiene justificación de tus malos actos, siempre me he mantenido a raya Charlotte, pero creo que esta vez si te has pasado. – Tomo un sorbo de su copa para continuar. – No sé qué es más apropiado en estos momentos, si un severo castigo o en verdad una sanción.

-Querido profesor, déjeme comunicarle que no estamos en el colegio ahora mismo, así que le pediría que sus amenazas de castigos los deje para el trabajo. – Deje mi copa en la mesita que se encontraba frente a nosotros. Sabía que esto no iba por buen camino y debía de mantener la cabeza fría a pesar de que ya tenía unas copas encima.

-Querida Charlotte, al parecer mi mensaje no te llega claro, aun me cuesta saber cómo puedes ser una pequeña ingenua, aunque claramente sé que lo único que haces es aparentar. – De igual manera solo dio un sorbo más a su copa y la posiciono en la mesa, haciendo que ambos no pudieras tener algo que derramar.

Se posiciono más cerca de mi cuerpo que su aliento chocaba con el mío. Me tomo de la barbilla y las palabras que salieron de su boca contenían muchas promesas explicitas.

-No podía dejar que aquel muchachito sin experiencia siguiera tragándote con los ojos en aquella barra y fue por eso que le deje claro que eras mía. – Trague con dificulta ¿Acaso había escuchado bien? ¿Dijo que era suya?

<<Cariño, no sabes cuantas veces tuve la intención de ir a tu mesa y romperle la cara en pedacitos a aquel imbécil con quien hablabas y no se diga menos de aquel tío que te regalaba bebidas esperando que pronto cayeras en su juego. Y gracias al cielo que nunca bebiste de ellas.

Me miraba a los ojos, a los labios y yo lo único que quería en estos precisos momentos era que el me besara, me hiciera sentir que el beso podría dejarme en claro todas las ideas que tenía en la cabeza. Sus labios y los míos apenas y llegaron a rozarse, cuando él se levantó y se separó de mi alcance.

-No cariño, esta vez no tendrás ni siquiera el beso que anhelas. – Se recargo en la pared con las manos en los bolsillos y una sonrisa victoriosa en los labios.

¡Carajo! Sí que me había hecho esperar por aquel beso, lo odiaba y lo odiaba demasiado en estos momentos, había algo en mí que gritaba a los cuatro vientos que lo necesitaba, que quería que él y yo nos fundiéramos como unos solo, como en aquel sueño que había tenido. Si no fuera tan ingenua no aceptaría que lo necesitaba entre mis bragas.

Por más que le dijera algo, por más que reaccionara diferente, sabía exactamente que mi cuerpo estaba dando señales de lo que necesitaba, de lo que quería en estos precisos momentos. No podía dejar torcer mi brazo, no podía hacer que el ganara esta partida. No podía rendirme ante él.

No podía seguir con él en el mismo lugar, así que me encamine a la pequeña terraza que tenía en su habitación, tal vez así podría pensar bien lo que le diría.

-¿Para esto me trajiste aquí? – Sabía que él estaría detrás de mí observándome.

-No pensé que tu reacción seria esa, pero veo que he logrado más de lo que imagine. – Seguía sin acercarse de más y estaba en lo correcto.

-Me parece que ha pensado mal, aún sigo sin saber cuál es su verdadera intención.

-Creo que lo he dejado bastante claro.

Me agarre del barandal de aquella terraza, pues el alcohol empezaba a cobrármelas de una manera muy mala y en el peor momento.

-Yo creo que esto ha sido todo por hoy. Fue un placer terminar la velada señor Diamond.

-Un gusto tenerte de nuevo entre mis manos.

-En sus sueños únicamente.

Tome de vuelta mi abrigo y mi cartera, salí de aquella habitación lo más rápido posible y le llame a Nicolás para que me fuera a recoger en una esquina antes del hotel.

-¡Cielos Eva! Apenas y puedo escucharte, ese hotel está lejos del bar. ¿Qué estabas pensando?

-Tu decide, regreso sola y que me cachen o sacas rápidamente tu trasero de ahí. – El rugido de su auto se escuchó.

-En menos de cinco minutos estoy ahí.

Como lo había dicho al colgar, él ya se encontraba frente a mí con su auto, no pensaba decirle por qué estaba exactamente en ese mismo lugar al de días anteriores y mucho menos darle explicaciones.

Al llegar al palacio, solo me acompaño a mi habitación a hurtadillas y le di las gracias por una noche divertida a lo que él contesto que él era el agradecido por haberle seguido el juego. Nos despedimos y entre rápidamente a mi habitación para volver a mi pijama para ahora si poder descansar en lo que restaba de la madrugada. Algo aún me inquietaba y era esa necesidad de tener los labios de Diamond sobre los míos o quizás algo más de su cuerpo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro