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Capitulo 32

-¿Eva te parece si me ayudas a hacer mi lista de invitados?

-David, ¿No sería mejor que eso lo vieras con tu esposa?

-Creo que tienes razón, además tú no conoces a muchos.

-Así es.

-Oye y ¿cómo te va con tus castigos?

-Preferiría no hablar de eso.

-¿Qué es lo que ha pasado?

-Nada interesante.

-Bueno, sino quieres hablarlo no te forzaré, además siento que ya había conocido antes a tu profesor.

-¿Cómo puede ser eso posible? - Mi sistema de alarme se encendió.

-No lo sé, pero cuando regrese a Italia, se me hizo familiar su cara.

-Tal vez son alucinaciones tuyas.

-Pueden ser. No estoy seguro.

-¿No lo creo? ¿Acaso eres Eva?

-¡Nicolás! Me alegro de verte. – Me levante de un salto de la silla y corrí a abrazarlo.

-¿Cómo ha estado mi prima consentida?

-Bien gracias y ¿Tu? No puedo creer que aquel muchachito tímido seas tú.

-Ya nada de tímido querida. Ya soy todo un galán.

-Es lo que veo.

-Hey David, ¿Cómo van los preparativos?

-¿Eva eres tú? – El príncipe heredero se acercaba a nosotros

-¿Carlos? No puede ser, ¿Acaso todos han crecido más que yo?

-Mírate, ya casi no te reconocía. – La expresión de Carlos era de asombro.

-¿Dónde han quedado aquellos enanos con los que corría?

-Aún siguen haciendo travesuras Eva. – Una voz reconocible se nos acercaba.

-¡Tío!

-Pequeña. – Me dio un abrazo.

-Veo que hay una reunión en el jardín, ¿Por qué no avisaron antes?

-Papa mira quienes han llegado. – Grite como una niña entusiasmada.

Entre mis tíos y primos saludaron a mis padres y ellos hicieron lo mismo, todos estábamos reunidos como en los viejos tiempos.

-Díganme que no se han olvidado de mí.

-¡Tía Ingrid! Wow, usted sí que no ha cambiado para nada, se ve igual de joven.

-Gracias por el cumplido cariño, pero los años me han pasado, en cambio tú, mírate ya eres todo una señorita.

-Sofía, pero mírate ¡Que bella estas! – Tía Íngrid saludo a mama.

Yo aún no podía creer que esta fuera mi familia, que esta familia a la que desde muchos años no veía estaba otra vez estaba unida. Los sirvientes que estaban cerca juntaron dos mesas de jardín y todos gustosamente nos sentamos juntos. Mientras nos traían nuestras bebidas y frutas para merendar nos divertíamos con anécdotas del pasado y cada uno contaba en que había mejorado durante estos años, así como las cosas que los Reynolds nos habíamos perdido.

-¿Eva ya viste la ciudad por primera vez de nuevo?

-No aun no Nicolás, no he podido salir, pero creo que pronto lo hare.

-Qué te parece si lo hacemos ¿Hoy?

-Tengo una fiesta con amigos sería buena idea que me acompañaras.

-No lo creo, además hemos venido solo por el compromiso de David y sería mejor evitar el ojo público.

-Si hijo, en eso tiene razón Eva, no pueden estar expuestos por mucho tiempo.

-Vale, entonces será para la próxima.

-Me alegro que mis hijos y nietos estén reunidos.

Sin verla llegar todos nos sorprendimos y de inmediato pronunciamos "Su majestad" e hicimos la reverencia.

-¿De qué me he perdido?

Como si no siguiéramos protocolos ni nada, la charla continua con el mismo énfasis en que había empezado, al parecer a la abuela le encantaba que estuviéramos todos juntos y mejor aún recordar escenas que los volvían locos una temporada atrás.

Sin darme cuenta alguna David se había disculpado por una llamada que le había entrado y se puso de pie enseguida dando disculpas a todos. Tal vez era su prometida que ya le pedía regresar a Noruega. Se apartó un poco de todos y contesto. Cuando colgó se veía feliz y me entrego el celular.

-Oye, ¿El celular es mío? – Dejo la respuesta en el aire.

-¿Por qué no invitaste a Isabela venir?

-Aún tenemos que hacer el compromiso público, por eso aún no nos pueden ver juntos.

-Pero solo faltan dos días.

-Por lo mismo tío.

Al haber olvidado ya todos la llamada inesperada, seguimos con nuestras comunes charlas y hasta comimos en el jardín.

-Bien querida familia, me tengo que retirar, dentro de unos minutos tengo que asistir a una ceremonia. Tíos, primos, ¿Qué les parece si hoy cenamos en nuestra casa?

-Gracias Carlos por la invitación, pero aún tenemos cosas pendientes por hacer. – Contesto papa. – Pero ¿Qué les parece mañana por la noche?

-Es una buena idea, abuela tú también estas invitada.

-Gracias.

Después de que Carlos se fuera, uno por uno de nuestros invitados comenzaron a despedirse de igual manera porque tenían cosas de las que ocuparse, hasta que por ultimo mi hermano y yo nos volvimos a quedar solos en el jardín.

-¿Ahora si me dirás porque tomaste mi celular?

-Solo vi quien era y decidí contestar.

-¿Y quién era?

-No quieres saberlo.

-David...

-Bien hermana, tengo que arreglar unos asuntos. Te veo dentro. – Me beso en la coronilla y se adentró al palacio.

Tres timbres después conteste.

-Reynolds.

-Veo que no estabas sola.

-¿Qué se te ofrece?

-¿Por qué has dejado que él me contestara?

Así que David había hablado con él.

-Porque no veo nada de malo. ¿Qué fue lo que te dijo?

-No importa. - ¿Qué ahora él estaba enojado? – Solo te digo que estás jugando con juego.

-Pensé que tú tenías un As bajo la manga.

-Lo tengo, pero no quieres verlo aun.

-¿Sabes? Ya me estoy hartando del juego.

-A mí me parece gratificante.

-No tiene nada de gratificante, ni siquiera tenemos un premio.

-El premio eres tú.

-No me gusta ser un premio y te dejo porque me hablan.

-No Charlotte, no puedes dejarme otra vez colgado.

-¿Acaso no tiene a alguien esperándolo? Ayer parecía que sí.

-Solo fue un mal entendido.

-Mal entendido son los que tenemos usted y yo.

Colgué. No podía tolerar que el siguiera haciendo lo que quisiera con mis sentimientos, no podía dejar que él se aprovechara de mí.

De: Estúpido Profesor.

Salgo hoy mismo para Italia.

¿Qué? ¿Por qué vendría exactamente a Italia? Sus estupideces de gato encerrado me colmaban la paciencia.

Estaba molesta. Estaba furiosa. Diamond cada vez se portaba como un completo imbécil y yo de estúpida le creía en sus promesas y palabras.

-¿Alteza se encuentra bien? – Un guardia se interpuso en mi camino.

-Prepárenme el caballo, dentro de cinco minutos voy por él.

Subí a mi recamara, hasta la pobre Carla probo de mi furia que ni le preste atención cuando ella me hablo, me cambie rápidamente de ropa y fui en busca de mi caballo.

-Alteza su caballo está listo. – El capataz tenía tomado al caballo por las riendas.

-Gracias. – Sin perder tiempo me monte en el gran Daen y cabalgamos juntos hasta las afueras del palacio. En donde se encontraba un jardín y a lo lejos como un bosque para que se pudiera andar libremente.

Sin que el caballo o yo nos detuviéramos anduvimos cabalgando una y otra vez, de una manera u otra tenía que acabar la furia que traía en el cuerpo.

-Oh, oh. – David trataba de alentar el paso de mi caballo.

-¿Qué es lo que quieres? – Ambos nos detuvimos.

-No trates de evadir las cosas.

-No sabes lo que pasa.

-Sé que estas molesta y que James es como un grano que tienes en el culo, porque te gusta.

-¿Cómo sabes eso?

-Cuando hablamos lo reconocí. Es un viejo amigo de la vieja escuela. Dudo mucho que él me reconozca, porque le seguí tu juego. Le dije que dejara de molestar a mi encantadora novia.

Por primera vez desde la llamada reí a carcajadas.

-¿Por qué le dijiste eso?

-Porque me parece que eso era lo que tu querías que hiciera ¿No?

-Ni siquiera quería que te enteraras.

-Bueno, pues ya lo sé. ¿Pero no crees que es algo mayor para ti?

-David son solo 5 años.

-No lo sé, nunca pensé que mi hermana andaría con alguien viejo.

-Cuidado que tú rondas esa edad. – Me reí

-Tengo tu misma edad aunque no lo creas. – Ambos reímos.

-¿Unas carreritas al palacio?

Sin esperar su respuesta puse en marcha mi caballo e hice que corriera lo más rápido posible. Llegamos al establo, me baje de él y emprendí el final de la carrera a la sala más cercana del palacio.

-Tramposa. – David me jalo del brazo e hizo que me detuviera.

-Te gane, eso significa que ya estas más viejo de lo que piensas. – En mitad del pasillo que daba hacia la entrada principal del castillo nos reíamos como locos.

-Altezas, los han estado buscando en el comedor.

-Oh, ¡Cierto! La cena. – David reacciono más rápido que yo.

-¡Me iré a cambiar te veo en el comedor!

Ambos salimos disparados hacías nuestras respectivas habitaciones. Al llegar a la mía, solo salude a Carla, me cambie de ropa, junto con los zapatos y salí a toda prisa hacia el comedor.

-Alteza – Dijeron los guardias que cuidaban la puerta.

-Su majestad. – Anuncie dando mi reverencia hacia mi abuela que se encontraba en el cabezal de la mesa.

Tome mi lugar al lado de mi hermano que ya se encontraba ahí y rápidamente me sirvió la cena, mientras que los demás ya habían comido una porción mayor.

La cena transcurrió tranquila, casi no hablamos y los platos se fueron recogiendo rápido, pues al parecer la abuela no tenía mucha hambre el día de hoy.

Como acostumbramos terminando la cena cada quien a su recamara. Pero para mí, sería algo imposible poder dormir, ya que mi estómago no estaba satisfecho. Llegando a mí recamara tome una ducha y me cambie por un par de pijama que consistía en short corto, una blusa y las típicas pantuflas. Aun apenas eran las 9 de la noche y mis ojos aun no pedían dormir, así que por un momento revise mis asuntos pendientes en el celular.

Una video llamada entrante de Susana, me esperaba.

-Chica. ¿Ya tienes mi vestido nuevo?

-Tranquila Susana, dentro de nada ya llegare ahí.

-Charlotte no olvides el mío

-¡Sebastián! ¿Qué hacen ustedes dos reunidos sin mí?

-Ya vez querida, podemos contenernos si no estás aquí, somos un buen equipo.

-¿Están en una fiesta cierto?

-Ya nos vamos media hora. ¿Cómo te la estás pasando? – Mire a mí alrededor.

-No es nada del otro mundo, los desfiles están bien, pero tenemos algunas veces que acompañar a papa. Me parece fantástico verlo trabajar.

-Nos alegremos que la pases bien.

-Ya los extraño.

-Nosotros igual a ti pequeña.

-Bien, los dejo porque ya es tarde aquí. Y tengo que madrugar mañana. Y ustedes ya se tienen que ir.

-Cuídate niña.

Colgué la video llamada y me dispuse a ir de infraganti a la cocina ya que tenía demasiada hambre. Gracias al cielo esta vez no me había perdido rumbo a la cocina.

-Alteza, no puede estar aquí, ¿Se le ofrece algo? Se lo podemos llevar a su recamara.

-No, no te preocupes, solo he venido por algo de comer. Tal vez fruta.

-Siéntese, en un momento se lo traigo.

Dentro de la cocina se encontraba una mesa de tamaño igual al comedor principal de nosotros en donde al parecer toda la servidumbre se sentaba para comer.

-Alteza.

Me sirvieron un plato con uvas, manzana en rebanadas y melón. Junto con un vaso de zumo de naranja.

-Gracias. – No sabía si quedarme con todos ahí caminando de un lado para otro o regresarme a mi habitación.

Opte por la segunda opción, tal vez así me quedaría dormida más rápido.

Al terminar el plato de frutas y el zumo, les di las gracias y me despedí de todos. Subí a mi habitación para por fin dormirme. Y justo antes de cerrar los ojos una llamada se hizo presente.

-¿Qué es lo que quieres ahora?

-Me da gusto que ya me tengas registrado.

-Siempre te tuve y no quieres saber con qué título.

-Me tienes intrigado.

-¿Qué es lo que deseas?

-Ya he aterrizado en Italia.

-¿Qué haces ahí? Yo ya regrese a Canadá.

-Estas equivocada niña, yo sé que aun sigues en el mismo territorio que yo. Me apetece cenar, ¿Vienes conmigo?

-No puedo salir, tengo una noche comprometedora hoy.

-Dame la dirección, paso por ti dentro de 5 minutos.

-Ni lo sueñes, no estoy de ánimos para aguantar tus niñerías.

-Cariño, tenemos que arreglar los malos entendidos.

-No soy tu cariño, ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?

-Lo eres, ¿Cuántas veces tengo yo que repetírtelo?

-Ninguna, porque no lo soy

-Entonces en donde estas.

-En ninguna parte que te importe.

-Cariño, sabes que a donde quieras que vayas te voy a encontrar así que es mejor que me digas donde estas.

-Que tenga buenas noches señor Diamond. – Como siempre me salí con la mía y colgué. 

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