Capitulo 31
-Eva, es hora de levantarse, ¿Recuerdas el café que me prometiste?
-Ahora no, aun es de noche.
-Bien, entonces me iré y nos vemos el miércoles en Noruega.
-¡David! – Me levante de golpe.
-Pensé que preferías seguir durmiendo. – Se sentó a un costado de la cama.
-Te he extrañado tanto. – Lo abrace.
-Yo igual pequeña. – Me dio un beso en la cabeza.
-¿Por qué no te vi ayer?
-Tenía asuntos pendientes que atender y además tú tenías que familiarizarte con esto, pero veo que no te fue bien.
-David, ayer metí la pata hasta el fondo. ¿Crees que la abuela me quiera ver hoy?
-Eva, si no fueras su única nieta mujer te diría que lo has arruinado todo, pero no es así, la abuela te quiere a pesar de ser la nieta más chica. ¿Por qué mejor no te relajas un poco y tratas de ser mejor hoy?
-Estar aquí me causa demasiado conflicto, ni siquiera sé que es lo que hare primero y el cambio de horario me da muchos conflictos.
-Tranquila, poco a poco iras aprendiendo algo.
-Creo que será mejor que regrese, yo sé que lo echare a perder.
-Oye, hoy apenas es domingo, si quieres después del miércoles ya puedes regresarte.
-Voy a pensar en mis alternativas. – Le brinde una sonrisa de lado.
-Alteza. – Alguien comenzaba a entrar con una bandeja en mano. - ¡Oh! Príncipe David, disculpe, no pensé que estaría aquí.
-No, no importa, yo ya me iba. Eva por favor no te precipites, te quiero.
-También te quiero.
Salió por la puerta y yo volví a tumbarme en la cama.
-¿Alteza ha disfrutado de la noche?
-Si Carla, gracias por preguntar. ¿Qué es lo que traes en la bandeja? – Me acomode las pantuflas y me situé en la mesita que daba al jardín trasero.
-Es su desayuno.
-¡El desayuno! Por dios, me he levantado tan tarde que no lo alcance, no puede ser posible, he vuelto a meter la pata. – Tome mi cabeza con ambas manos.
-No se preocupe alteza. Su padre fue quien pidió que le subieran el desayuno.
-¿Crees que su majestad se haya molestado?
-No alteza, yo creo que ella comprenderá. – Me brindo una cariñosa sonrisa. – Es mejor que desayune pronto, porque vendrán unas personas para continuar con el protocolo.
-¿Protocolo? – Pregunte metiéndome un pan tostado con mermelada a la boca.
-Así es.
Después de cinco minutos la habitación que parecía grande, ahora se veía pequeña, pues se encontraban demasiadas personas en ella.
-Alteza buenos días. – Acto seguido cumplió con su reverencia.
Se presentó ante mí, una mujer de cabello castaño recogido pulcramente en una coleta, de estatura alta, con ojos marrones y un atuendo muy formal. Pareciendo aproximadamente de unos treinta años como mucho. Trayendo en mano una carpeta de la que sobresalían papeles.
-Buenos días. – Respondí.
-Mi nombre es Martina y seré su secretaria personal, me encargare de cosas básicas de su día a día.
-¿Secretaria personal? - ¿Acaso esto era necesario?
-Así es.
-¿Me podrías decir porque hay muchas personas aquí?
-Por supuesto... Mire, ella es Carolina y será la encargada de darle los atuendos apropiados para cada ocasión durante esta semana que usted se presente en el castillo al igual que la cena que tendrá en Noruega por el compromiso de su hermano.
Carolina era una mujer de aproximadamente unos cincuenta años, bien vestida, con un maquillaje perfecto, un par de tacones a juego y visiblemente con varias cirugías en el rostro, que aparentaban verla más joven.
-Alteza. – Se presentó ante mí. – Cualquier diseño que se le ofrezca estaré a sus órdenes.
-Gracias. – Sonreí amablemente.
-El próximo es Pablo, el será el encargado de su maquillaje y peinado. Al igual que su próximo cambio de imagen. Si algo quiere en específico, él lo hace por usted.
-Alteza. – Carla era quien por ahora tenía mi atención.
Carla me había proporcionado una bata de seda para que me cubriera el pijama.
-Alteza, un gusto conocerla. – Pablo también hizo su reverencia.
-El gusto es mío.
Si mis ojos no me fallaban podía decir que Pablo era homosexual al igual que mi muy querido Sebastián y eso podría afirmar que nos llevaríamos bien.
-Por último se encuentra Sergio. Su maestro en protocolo.
-¡Sergio! – La cara se me ilumino al verlo.
-Alteza. – Inclino la cabeza como reverencia. – Has crecido demasiado, la última vez ni siquiera medias un metro.
-Pero aún sigue la traviesa dentro de mí. – Me reí.
-Entonces iniciaremos de nuevo.
-Bien, entonces como las presentaciones ya han sido anunciadas, me retirare y usted alteza comenzará con sus clases de protocolo, mientras que los demás irán con su madre.
-Alteza. – Pablo y Carolina habían hecho una reverencia más para poder retirarse.
Después de que casi todos ya se habían ido, en la habitación solo quedamos Sergio, Martina y yo.
-Bien, alteza, algunas personas me han dicho que ha fallado con sus reverencias, ¿Dónde quedo el entrenamiento de hace años?
-Lo siento Sergio, pero desde que me fui de aquí no los he vuelto a hacer.
-Solo espero que te acoples rápido.
-De eso no tengas dudas.
Como si no fuera para mal, Sergio me enseñó a hacer las reverencias correctamente y me obligo a usar tacones durante todo el "entrenamiento", me enseño la forma correcta de saludar con un apretón de manos y como saludar a las personas que no se encontraban a mi alcance con un movimiento de manos como si estuviera diciendo adiós. También corrigió mi postura al caminar y al tomar asiento en una silla. Por si fuera poco de igual manera a como bajar y subir apropiadamente de un automóvil y como hablar correctamente en público.
El tiempo pasaba y yo lo sabía, pues mi estómago comenzaba a protestar por la falta de alimento, ya que solo en la mañana me había dado tiempo de comer tres panes tostados y tomar medio vaso de zumo de naranja. Con Sergio las cosas no terminaban y yo me moría de hambre. Así que decidimos dejar el protocolo de cubiertos y comida para otro día.
-Pensé que sería más difícil, pero veo que hay cosas que no se olvidan.
-Yo también lo pensé Sergio.
-Nos vemos mañana entonces alteza.
-Hasta mañana.
Se retiró con una reverencia, dando por acabada la clase.
-Martina, ¿Crees que sería adecuado si tomo una ducha?
-Alteza, ¿No lo ha hecho después de levantarse?
-No me ha dado tiempo, ni siquiera había terminado de desayunar.
-Está bien, saldré a dejar algunos papeles y usted podrá ducharse, en un momento entraras su dama de compañía.
Después de que Martina salió de la habitación, entre al cuarto de baño que a mi parecer era muy espacioso. Me desvestí y entre a la regadera para tomarme una ducha placentera.
Cuando salí de la ducha me dirigí al vestidor y lo que hice fue cambiarme rápidamente. Para este día que se veía muy ajetreado opte por un pantalón entubado, una blusa color rosa y unas sandalias con amarres en los tobillos. Me cepille el cabello, me coloque una diadema y así salí al centro de la habitación.
-Carla, ¿Qué haces aquí?
-La señorita Martina me ha dicho que ha tomado una ducha, ¿Se le ofrece algo?
-No, solamente me estaba tomando una ducha, ¿Por qué se me ofrecería algo?
-Estamos para lo que se ofrezca y si usted no quiere tomar una ducha por sí sola, nosotras estamos también para eso.
-¿Es enserio?
-Si alteza, para eso estamos aquí.
-No te preocupes, mejor yo te aviso cuando tengas que venir.
-Alteza, veo que ya está cambiada. – Martina ya estaba presente en la habitación de nuevo.
-Si Martina, ¿Algo más que tengamos que hacer hoy?
-Es hora de modificar su guardarropa.
-¿Qué? ¿Pero por qué? Si he traído ropa suficiente.
-Alteza usted no puede andar únicamente con pantalones y blusas dentro y fuera del palacio, así que ahora Carolina le tomara las medidas para confeccionar su ropa.
-Alteza hay algo en especial que le guste.
-Con que sea cómodo me basta.
Carolina, junto con sus acompañantes comenzó a tomar mis medidas de todo el cuerpo y en poco tiempo yo ya tenía un sinfín de blusas, pantalones, vestidos de gala, vestidos de diario y zapatos a morir para escoger. Nunca antes había visto tanta ropa junta y de diseñador, sin mencionar que yo ya tenía algo similar en Canadá.
-¿Tengo que escoger algo de todo esto?
-Le daré algunos consejos no se preocupe, de todas formas ropa que quiera dentro de estos días, ropa que le puedo conseguir.
-En verdad esto es demasiado.
Pasamos aproximadamente dos horas escogiendo que tipo de ropa sería apropiado utilizar todos los días y para los eventos que se aproximaban, toda mi mañana aproximadamente fue cambiarme y vestirme de nuevos atuendos. Probarme calzado hasta obtener los mejores y con los que pudiera caminar.
La hora de la comida había llegado y era hora de poner en práctica los pequeños modales que tenía en la cabeza.
-Su majestad. – Por suerte mi reverencia fue exitosa.
-Eva. Me alegro que nos acompañes en la comida.
-Lo siento mucho por no venir al desayuno abuela, no perdón, su majestad.
-No te preocupes, puedes decirme abuela si quieres. ¿Somos familia no?
-Claro.
Comimos entre pláticas y los acontecimientos que vendrían durante los próximos días, David nos contaba como ya todo estaba preparado en Noruega y como algunos ya comenzaban a sospechar acerca de lo que pasaba. Como siempre después de que la reina terminaba con todos sus platos el de los demás también eran levantados. Yo por primera vez hasta el postre me termine, pues tenía un hambre atrasada desde la mañana.
-Eva, ¿Qué te parece si me acompañas a visitar hoy una escuela de niños con discapacidades?
Mire a mis padres, buscando una solución rápida.
-Madre, ¿No crees que es pronto?
-Louis, no creo que sea pronto, además la van a ver no es ¿cierto?
-Pero abuela, si la ven antes del compromiso sabrán que ella ya está en el país y los paparazis no saldrán de las puertas del palacio hasta conseguir una segunda fotografía.
-En eso tiene razón David madre, además, será mucho menos probable que nos dejen en paz cuando regresemos a nuestro hogar.
-Pensé que se quedarían a vivir hasta la boda.
-No puede ser posible eso madre, mi trabajo está en otro lugar, al igual que los estudios de Eva.
-Bien, entonces será después de que se dé a conocer el compromiso.
La abuela se levantó de la mesa y se dirigió a un hombre que le dio algunas instrucciones saliendo del comedor.
-Papa creo que se ha molestado.
-No lo creo cariño, ella sabe cómo son estas cosas y si lo esta puede que hable con ella cuando regrese.
-Espero que aún me quiera.
Todos partimos a nuestras respectivas habitaciones pues aún quedaban detalles por hacer.
-Carla, ¿No habrá algo emocionante que hacer? – Me tumbe en la cama.
-Siento que esto es como una cárcel, solo nos dan órdenes y no podemos hacer mucho, solo vamos al comedor y regresamos, ni siquiera puedo ir a la cocina a ayudar en algo.
-Puede ir a montar caballos, ¿No le parece buena idea?
-¿Me está permitido?
-No lo sé, pero si se lleva a un guardia es seguro que no le digan nada.
-Bien entonces regreso en un momento. – Me dirigía a la puerta.
-Alteza.
-¿Si? – Voltee a verla.
-Tiene que cambiarse antes.
-¿Es necesario?
-Sí, con cada acto o cosa que haga se debe cambiar.
-¿Qué es adecuado para montar?
-Le recomiendo unas botas, una chamarra ya que pronto comenzara a hacer fresco, que se recoja el cabello en un moño y en la caballeriza le darán un casco y guantes.
-Bien, entonces me cambiare.
-Yo lo traigo por usted.
Carla entro en el armario y en menos de lo pensado yo ya estaba lista para ir a montar caballos.
Al salir de mi habitación le pregunte a uno de los guardias que estaban en la puerta si me podrían acompañar a los establos y muy educadamente me pidió que lo siguiera.
Durante el trayecto que caminábamos de palacio a los establos mi celular comenzó a sonar.
-Reynolds.
-Veo que no estás en casa y no te has dignado en responder mis mensajes.
-Estoy ocupada en estos momentos y la verdad no he tenido tiempo para mi sola.
-Deberías saber que no me gusta que me mientan, ¿Por qué te fuiste sin decírmelo?
-De la misma forma que a usted se le dio la gana de desaparecer.
-¿Qué te molesta?
-Nada.
-Cariño, ya está servida la comida, me ha encanto la noche que hemos pasado juntos.
-Estoy por terminar la llamada.
-Está bien, no tardes, un postre exquisito te espera.
¿Era enserio? ¿Solo me hablaba para refregarme en la cara que ya se había conseguido a otra?
-Charlotte, ¿Aun estas ahí?
-Lo siento, David me llama hemos quedado de ir a una caminata.
-¿Ese David de nuevo?
-Si no tiene algo importante que decirme, me parece que eso ha sido todo, tengo a alguien esperándome.
Y colgué. No sabía exactamente si en estos momentos estaba enojada, triste o furiosa. Pero sabía que había algo dentro de mí que me consumía viva.
-Alteza, el señor está a cargo de los caballos, solo pídale el que quiera y él le pondrá una silla de montar y le dará instrucciones.
-Claro gracias.
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