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Capitulo 3

-Buenos días - mencioné al hacer mi rutina mañanera antes de irme a la universidad.

-¿Hoy tampoco desayunaras?

Tomé mi habitual manzana del centro de mesa.

-Este es un buen desayuno nutritivo.

-Tendremos que hospitalizarte si continuas con esta loca rutina sin desayunar nada.

-Padre, no es una loca rutina, es lo que he hecho casi los últimos años, la universidad me consume poco a poco.

-Mas bien, esta es una horrible rutina que te has creado desde hace unos 4 meses atrás.

-Mentira, apenas y tiempo me da de arreglarme por las mañanas, ¿Puedes imaginar que tan grave es eso?

-Por lo mismo debemos llevarte al doctor. – Mi madre intervino.

-Por cierto, hablando de doctor. – Cambie el tema. - ¿Siller no se enfermó por la lluvia de ayer?

Como si anunciaran su entrada, el perro entró corriendo, moviendo el rabo.

-¿Cómo que Siller se mojó ayer? – Mi papá me miro curioso.

-Ha estado jugando con Charlotte en el jardín después de su salida a la esquina de la cuadra y los tomó de sorpresa la lluvia ayer, ambos entraron empapados en la casa. – Mamá una vez más llegó al rescate.

-Bueno, creo que ya es hora de que vaya adelantándome al auto. – Le acaricié al perro detrás de las orejas. – Usted se me comporta por hoy ¿De acuerdo? – Le di un beso en su cabeza.

Sin tener intromisión más me adelanté al automóvil dándole mordiscos a mi manzana, Raúl al verme llegar sin prisas a la cochera me abrió la parte trasera y en corto tiempo se incorporó al camino que ya me era familiar para llegar a la universidad.

-¿Y bien cómo te fue ayer Charlotte? – Susana siempre quería respuestas.

-¿Por dónde puedo iniciar?

-¿Tan mal estuvo?

-No sé qué es peor.

-¿Nos quieres contar? Porque hasta ahorita solo te oigo quejarte. – Un exasperado Sebastián se encontraba a mi lado.

-Me han castigado sin salidas por las tardes con ustedes y me han quitado el acceso a la biblioteca en casa, solo tengo permitido hacer cosas académicas.

-¿Esto es real?

-Yo también quisiera que fuera una fantasía, pero sí es real. Mi padre cree que quitándome las cosas que más me gustan podre enfocarme, cree que me distraigo mucho o bueno es lo que pretendió decir.

-Pero... ¿Te podremos visitar?

-Si es por cosas académicas sí. No tengo permitido divertirme, el chofer y la ama de llaves serán mi sombra.

-Dime que eso es todo.

-Puede ser, no sé exactamente que pretenden mis padres.

-¿Qué estás diciendo?

-Mi padre nota que algo estoy escondiendo y temo porque lo descubra, porque no quiero que venga a pedir explicaciones sobre mi vida académica con dicho profesor. Esto se esta volviendo una pesadilla.

-No creo que tu papá sea capaz. Además, siempre has sido una hija ejemplar tus padres no deberían dudar de tu palabra.

-Tengo mis sospechas, conozco a mi padre y sé que investigara todo hasta que sepa que está pasando, ayer me dijo que está decepcionado por mentirle.

-¿Acaso no les dijiste que rechazaste la oportunidad por la verdadera razón?

-En una parte sí, pero temo por lo que pueda pasar a futuro, las palabras de los académicos a veces importan más que la de un hijo.

-Tranquila todo saldrá bien – pronuncio Sebastián.

-Eso espero.

Cuando inicié con mi primera clase del día supe que todo estaba perdido. Mi mente divagaba en las posibles opciones que tendría mi padre para descubrir la verdad detrás de mis mentiras, esperaba no verlo dentro del campus las próximas 24 horas, era cierto que el estar en la universidad uno se esta formando para el campo laboral, el único problema era que yo me estaba formando para esconderme de la sociedad.

Mi hora de descanso por así decirlo había llegado, hoy no estaría presente en la clase del profesor Diamond, ¿Qué podía hacer en la hora libre? Había demasiadas opciones, mis amigos se arriesgarían y estarían dispuestos a saltarse tal clase con tal de que no lo pasara sola y poder ir a dar una vuelta por los alrededores, pero me nege a su jugosa negociación. Mi sanción era para aprender a no seguir desafiando a la autoridad y llevarme a mis amigos era igual arriesgar su promedio.

Me encamine a la cafetería dentro del campus, pasaría por un rico batido de fresas con frambuesas y era probable que me quedara en las áreas verdes de la universidad repasando apuntes para mi próxima clase.

Antes de doblar pasillo para ir a mi lugar favorito, vi pasar a un hombre de mediana edad con su esposa de vestidos discretos y tacones que estilizaban la figura. Al lado los acompañaba un hombre de aproximadamente un metro ochenta y cuatro centímetros vestido de traje de dos piezas con un maletín de cuero y zapatos pulcramente voleados. Mi malteada cayó al suelo y corrí a esconderme detrás de un tronco de árbol que se encontraba cerca. No podían ser ellos. Mis padres no podían estar aquí.

Con pasos lentos y vista fija en las tres personas por si uno se percataba de mi presencia, los seguí hasta las oficinas privadas de los docentes que tenían una base fija en la universidad.

-Señorita, ¿Usted que hace aquí?

Salte del susto ante la voz detrás de mis espaldas.

-Emmm.... Lo siento creo que me confundí de oficina.

-¿Qué le ha pasado? Trae el pantalón y la camisa manchada de algún jugo o soda.

En ese momento miré mi ropa y me sorprendí de la gran mancha rosa que había dejado mi batido sobre toda mi ropa.

-No me había dado cuenta. Creo que iré a los baños a asearme un poco. Gracias por avisarme.

Salí espavorida de aquel lugar, entre a los primeros baños que encontré y localicé mi celular para hacer una llamada. Un tono, dos, tres tonos.

-Mis padres están aquí. – Solté.

-¿Qué estás diciendo?

-Lo que escuchaste Susana, mis padres están aquí, te dije que mi padre vendría, lo sabía.

-¿Cómo estas tan segura? Puede ser que te lo hayas imaginado mucha gente sale y entra de este edificio.

-Susana conozco a mis padres, pero si quieres una prueba de ellos, confírmame que Diamond no esta en el aula.

-No ha llegado tal vez esta pesado el trafico o alguien se cruzó en su camino.

-Mis padres, ellos son los que se cruzaron en su camino.

-Estas paranoica. Si quieres ven al aula así te das cuenta de que solo son tus imaginaciones.

-Estoy en el baño tratando de limpiarme la ropa, se me cayo el batido de fresa y lo tengo esparcido por todos lados.

-Pero miren a quien nos hemos encontrado. – La víbora entro con su sequito.

-Tengo que colgar, te veo a fuera del salón en cinco minutos.

colgué y cerré el grifo, tomé mis cosas y estaba por abrirme paso a la salida.

-¿A dónde va la alumna Charlotte?

-No te interesa. – Respondí áspera.

-¿Quién te crees para hablarme así?

-Lucia somos adultas y los adultos hablan como se les de la gana, ¿Me das permiso de salir?

-Con tres años de carrera ya deberías de aprender que algunos nacemos para prosperar en un futuro, mientras que otros se deben quedar mejor barriendo en sus casas.

-Creo que tu deberías trabajar mejor en tu ética, a las empresas e instituciones de gobiernos eso no les favorece.

-¿El qué?

-Personas como tú.

-¿Y tu si eres muy buena candidata para el mejor puesto? Te recuerdo que ni atención pones en clases y un profesor te ha reprobado.

-¿Por qué estas tan segura que me ha reprobado? – La mire sorprendida.

-Me lo dijo anoche después de salir a cenar, platicamos y en la platica saliste tu porque él te odia.

-Las relaciones sentimentales entre profesor y alumna no son aceptadas en esta universidad.

-Solo estamos cogiendo, ¿Acaso no entiendes eso? No es una relación sentimental. – Se pinto los labios ante el espejo. – Claro que vas a saber tú de coger si aun eres virgen.

-Tu no sabes nada de mí.

-No necesito, eres la basura que nadie merece.

-Tu eres la basura que nadie merece. Espero que por lo menos estés cobrando bien tus servicios con el profesor, porque de lo contrario estas perdiendo el tiempo.

-¿Acaso crees que no he logrado que te den de baja ya?

-Pues mírame aquí todavía Lucia, creo que no estas haciendo bien tu trabajo. – No escuche su replica y me fui de ahí, seguir en el mismo lugar que ella no era bueno para mi paciencia.

Mis ojos no dejaban de mirar en todas las direcciones, no estaba haciendo nada malo era claro, pero la charla de mis padres con el profesor Diamond me incomodaba. Esperaba que el resultado no fuera peor.

En el transcurso del camino pude ver como mis papas salían alegremente del pasillo de oficinas de los docentes, un muy amable Diamond los acompañaba y creo que eso no eran buenas señales para mí, de igual modo no me detuve a saludarlos y mejor seguí caminando lo más rápido posible hasta el salón, para decirle a Susana que no estaba loca y mis visiones eran reales.

Subí corriendo las escaleras y Susana al lado de Sebastián ya estaban esperándome con las mochilas en mano.

-¿Qué ha pasado? Tardaste mas de lo planeado.

-Me encontré a Lucia con su grupo en el baño, eso me detuvo.

-¿Te hicieron algo? ¿Por fin les hiciste algo?

-Solo discutimos, nada fuera de lo normal.

-Me hubieras llamado, en estos momentos puede que su cabeza estaría sangrando.

-La violencia no es buena Susana.

Como si invocáramos al diablo Lucia paso a nuestro lado con una cara enojada, diciendo un par de groserías al aire. Entro al aula y no la vimos más.

-Algún día esa tipa se va a merecer todo lo que dice.

-Solo hay que desearle lo mejor, violencia con violencia no es bueno.

-Charlotte, ¿Cuándo dejaras de ser tan gentil? – Intervino Sebastián.

-Algún día, pero eso no importa ahora, Susana lo que te dije de que vi a mis padres dentro del campus era cierto, ellos estaban aquí, no eran imaginaciones mías.

-Ven, vamos – Me tomo de la muñeca – Iremos a la enfermería creo que sigues delirando.

-¿Qué? – Me solté – Claro que no estoy mal.

-Charlotte ya te he dicho que dejes tu miedo. Tus padres no van a venir y mucho menos a decirte que eres la peor de todas las hijas.

-Los acabo de ver salir del pasillo de oficinas, Diamond no ha llegado ¿cierto? Él estaba con ellos.

-Me parece que mejor nos iremos por un café para que te tranquilices.

-¡Que no quiero nada ya les dije! – grite.

-Señores, ¿Qué hacen afuera? Mi clase esta por comenzar.

Mi respiración se detuvo y mis amigos saludaron en respuesta.

-Buenas tardes, profesor. – Ambos se fueron al salón para cortar contacto visual.

Me quede afuera tratando de digerir todo lo que me había pasado.

-Señorita Reynolds, ¿Se quedará acaso ahí de pie y no pasará a mi clase?

Su voz tan amable me tomo por sorpresa y no podía decir palabras coherentes.

-Si profesor – añadí en respuesta y acto seguido fui en busca de mi lugar para la clase.

El profesor entro y todos quedaron en completo silencio.

-Estudiantes lamento el retraso, he tenido un asunto importante que arreglar, si alguien es tan amable de recordarme donde nos quedamos la última vez será de gran ayuda.

Lucía levantó la mano y el profesor comenzó a escribir en el pizarrón.

Aunque trataba de mantenerme enfocada en el tema de la logística internacional dentro del plano de pobrezas y riquezas a nivel mundial, no podía, la charla que el pudo tener con mis padres me tenía inquieta, por momentos contemplaba las diapositivas que estaba proyectando y las explicaciones que daba sobre la ayuda de los gobiernos, la función principal de empresas internacionales o extranjeras, la forma de actuar de un licenciado en economía ante situaciones que a veces los dueños de empresas o los del alto mando de un régimen de gobierno no podía resolver, los efectos y causas y muchas otras cosas más.

El tiempo se me pasaba tan lento que me desesperaba. Si mi padre había pedido hablar con Diamond eso quiere decir que no eran buenas noticias, tal vez para este punto mis padres ya conocían nuestra historia de debates, enojos y algún que otro reclamo dentro del salón de clases.

Mi única solución era rezar a os dioses de las estudiantes gentiles en que mis padres no cambiaran su imagen de mí. ¿Y si Diamond dijo cosas que no son verdad? ¿Será que me haya culpado de todo y dicho que soy una berrinchuda? ¿Qué tal si les dijo que ya me reprobó por no ser capaz de callarme? ¿Cómo mi padre dio con él?

-Señorita Reynolds, ¿Esta usted poniendo atención?

Me sobresalté.

-Lo siento profesor, me he perdido un poco, ¿Puede repetir lo último?

-Estamos checando entre todos, un caso práctico.

-Gracias por la aclaración.

-Ponga atención, esta vez se lo dejare pasar, pero no habrá segunda vez.

-Entendido profesor.

Como si todos esperaran una nueva pelea entre ambos no nos dejaban de ver, ¿Qué? Ellos tampoco eran los únicos sorprendidos en la hora, yo también me sorprendí al verlo de buen humor y decirme que merecía segunda oportunidad, durante estos meses desde que inicio el semestre, él y yo lo único que hacemos es pelearnos como perros y gatos antes o al finalizar una clase.

Hice como si nunca hubiese pasado nada y me concentre en las nuevas palabras que se describían a un lado del pizarrón, el día parecía ir extraño, el profesor no me miraba y mucho menos me seguía preguntando sobre el tema, ambos sabíamos que no estaba poniendo atención, pero el siempre aprovechaba esa oportunidad para humillarme en clase, algo no cuadraba y temía que hoy fuera mi ultima vez en la universidad, las clases en casa nunca me habían parecido buenas.

El celular del profesor interrumpió la clase y el pidió disculpas para contestarla afuera del aula.

-Bien dinos, ¿Qué fue eso? – Susana se pegó a mi lado.

-Como si yo lo supiera.

-¿Entonces tus padres si han venido?

Me golpee la frente con la mesa de mi banca.

-Te he dicho que sí.

-¿Crees que esto tiene que ver con lo que te ha dicho en clase?

-¿El qué? ¿Portarse amable?

-Si.

-Me temo que hoy podría ser mi último día en esta universidad.

-¿Sigues pensando en que serás expulsada?

-Si, no encuentro otra cosa más lógica que esa. Yo les dije que mis padres estaban aquí y ustedes no me creyeron. Si mi padre ha venido es para buscar una solución y si no la hubo, quiere decir que ya muy pocas veces los voy a ver.

-Supongamos que todo lo que dices se vuelve realidad, ¿Qué crees que llegue a suceder con tu educación?

-Lo mas probable es que para terminar el semestre lo haga en casa con docentes particulares y ya lo que resta de la carrera puede ser que me transfieran a otra universidad.

-Bueno, seguirás estudiando, eso es algo bueno, no es como que tus padres te envíen al trabajo. Además, por trabajo no vas a sufrir tu padre es Louis Reynolds, el vicepresidente mas codiciado de Vancouver.

-Aun así, me gusta esta vida, me gusta pasar desapercibida, no andar en el foco de atención, no después de la reputación que tengo.

-¿Qué reputación puedes tener tú?

Miré a mis amigos y supe que había metido la pata, nadie se podía enterar de mis orígenes. El profesor entro para continuar la clase, se lo agradecía mentalmente.

Maldito tiempo que no avanzaba. Escuchaba cada vez menos sobre el tema. Solo veía a todos escribir con rapidez en sus hojas y uno que otro haciendo como si pusiera atención. Las participaciones de parte de Lucía se incrementaban y los demás trataban de ganarse unos cuantos puntos, pero parecían no lograrlo ya que Lucia se interponía siempre primero. Y aunque estaba mal el profesor Diamond solo se limitaba a decir lo correcto y seguir.

Estaba frustrada. Lo mejor era salirme de clases y no regresar. El tema con mis padres em tenia inquieta, el ambiente en el salón me hostigaba y mi cerebro luchaba por mantenerse al margen, no quería desafiar al profesor para encontrarme en mas problemas, pero tampoco encontraba necesario quedarme donde no ponía atención.

El timbré sonó, guardé mis cosas rápidamente. Me levante antes que todos y tome el pomo de la puerta.

-Señorita Reynolds, un momento por favor. - Me quede estática ante la voz. – Se pueden retirar Señores, la clase ha terminado.

Los estudiantes pasaban a mi lado como si muestras gratis de comida se estuvieran dando afuera del salón. Mis amigos me vieron y dijeron que me esperarían en las bancas de afuera. Sonreí insegura pues temía lo que pudiese pasar.

Solo quedábamos el profesor, Lucia y yo. Lucia como siempre se acerco al escritorio con su desapercibido escote e hizo preguntas acerca del tema que obviamente ya le había quedado claro por ser la única que casi participaba, pero no perdía oportunidades para hacerle propuestas indecentes. Se canso de ser ignorada por el profesor con respuestas cortas y mejor salió del aula sin antes dirigirme un par de palabras inadecuadas.

-¿Piensa quedarse de pie al lado de la puerta señorita?

Con pasos temblorosos me acerqué a las primeras bancas frente a su escritorio.

-¿He propiciado algún problema el día de hoy?

-Me parece que no. – Contestó sin darme importancia.

-¿Entonces que hago aquí?

-Usted conoce muy bien la respuesta.

-Lo lamento profesor, pero creo que estoy en desventaja.

-¿Cómo fue que el batido le cayo en la ropa?

-Ah, eso, iba caminando por el campus cuando vi a mis padres pasar. – Reaccioné. Él ya sabia que lo vi con mis padres.

-¿Entonces? Creo que ya sabe la respuesta.

Baje la mirada.

-Si esta es una charla para decirme que la expulsión me la merezco por ser la peor de las alumnas se lo puede guardar, conozco el camino a la salida.

-Señorita Reynolds pensé que al tener un promedio destacable era mas inteligente.

-No encuentro otro motivo por el cual usted y mis padres hayan conversado.

-Se lo explicaré.

En mi celular llego un mensaje de texto donde Susana me avisaba que la clase siguiente había comenzado.

-Profesor lamento interrumpirlo, pero mi próxima clase inicio y si no le molesta, ya voy tarde a ella.

Recuperé la poca valentía que quedaba en mi cuerpo y le sostuve la mirada. Se posó delante del escritorio y se arremangó la camisa blanca. Unos brazos fornidos se mostraron debajo de la tela.

-Seré breve señorita Reynolds además, tendrá un permiso que le justificara su retraso.

-Entonces hable. – Estaba harta de que le diera vueltas al asunto.

-Señorita Reynolds me gustaría que su tono arisco lo manejara con otras personas o si no siempre la meterá en problemas y solo para que le quede claro, sus padres me contactaron por parte del director para que tuviéramos una reunión y discutir sobre su futuro.

Estaba asimilando cada palabra que había dicho. Habló tan rápido que mi cerebro solo captó lo último.

-¡Que! ¿Discutieron sobre mi futuro?

-Así es creo que me ha escuchado bien, aunque no me queda claro porque omitió la parte en decirle la verdad sobre nuestros inconvenientes, pero no se preocupe, he hecho las aclaraciones correspondientes a su padre. – Sí, ya estaba muerta antes de llegar a casa – Llegamos a un acuerdo para que su rendimiento en la universidad no se vea afectado. – Lo miré raro. – Le explicaré, si usted sigue haciendo de las suyas en mi clase, tendrá que pasar horas extras en mi oficina ayudándome a arreglar las clases siguientes y tal vez uno que otro repaso de lo visto en clase.

-¿Qué está tratando de decirme? No comprendo.

-Si desea comportarse como una infantil en mi clase puede hacerlo, ya no habran reproches de mi parte, solo que cumplirá con horas extras en mi oficina como si estuviera haciendo parte de su servicio social, no lo se tal vez deba limpiarme las estanterías, llamar o contestar llamadas de mi parte, planear mi siguiente clase, traerme el café, solo por decir algunas.

-¿Acaso usted está bromeando? Me esta diciendo que me traerá como su sirvienta.

-No, le estoy diciendo que si no desea asistir a mi clase o comportarse de manera apropiada lo puede hacer y en las tardes debe cumplir con pequeñas obligaciones.

-Usted esta loco, mis padres no pudieron aceptar esa idea descabellada.

-Su padre ha estado de acuerdo.

-Puede que el sí, pero yo no y no estoy dispuesta a negociar.

-Entonces podremos volver a nuestras discusiones diarias y una falta de respeto más me llevara a decir ante el consejo que usted debería ser expulsada por falsas acusaciones – Habló sin importancia.

-¿Pero que dice? Si la que ha sufrido humillaciones he sido yo, usted se la pasa ofendiéndome, la que debería quejarse seria yo.

-¿Quejarse de qué? ¿De ser una niña malcriada?

-De que usted abusa de su puesto en esta universidad y sobrepasa su ética profesional.

Su garganta emitió un sonido grave, lo que se asemejaba más a una risa.

-Me parece perfecto, por qué así no tendré que aguantarla más en su estúpido salón.

-Creo que debería cuidar bien sus palabras profesor. Todos tenemos un punto limite.

-No he dicho que podríamos negociar los términos a su costa.

-Pues ya lo he hecho yo señor, así que si me disculpa.

Me encaminé a la puerta y salí rápidamente de ahí dejándolo con la palabra en la boca y dirigiéndome a mi clase de economía a la cual llegaba tarde gracias al imbécil de mi profesor, aunque la verdad ya no me importaba si me acusaba ante el consejo por dejarlo solo y con la palabra en la boca, se lo tenía merecido, ya era hora que alguien lo pusiera en su lugar y se diera cuenta que no solo soy una chica indefensa si no que aparte tengo carácter.

-Señorita Reynolds al parecer llega algo tarde a mi clase – la profesora de economía tenía mi atención.

-Lo siento mucho en verdad Profesora Wegner, pero tuve un inconveniente antes de venir aquí. – Ya no se preocupe es probable que saliendo de aquí sea expulsada, pensé.

-Solo por haber sido la primera vez en llegar tarde a mi clase se lo dejare pasar, pero espero en verdad que sea la primera y última vez.

-No dude de eso, se lo prometo que así será. – Me obligaría a no faltar a ninguna clase.

-Muy bien entonces clase, como les iba diciendo...

Al terminar mi clase de economía, seguí con mi horario de manera normal y tratando de evitar que el profesor Diamond me viera ya que podríamos desatar una nueva confrontación en medio de todos los estudiantes.

-¿Cómo estás? - Mis compañeros me interceptaron en el pasillo.

-Bien, he tenido clases muy agradables. – Pronuncié como si no hubiera sido peor mi día.

-No es cierto. Nosotros preguntamos por tu charla con el profesor Diamond, ¿Fue mal esta vez?

-Lo mismo de siempre. – Repetí para olvidar la hora más molesta de todas.

-Bien Charlotte, dinos que te preocupa.

-Nada, no es nada – Miré a todas partes.

-Te conocemos, además desde que salimos de la última clase no dejas de mirar hacia los pasillos como si te estuvieras ocultando de alguien, ¿Qué hiciste?

-Digamos que he faltado a mi palabra de no buscar más problemas.

Ambos pares de ojos se sorprendieron.

-¿Has discutido otra vez? – Susana rodó los ojos.

-No, claro que no solo, no he llegado a buenos arreglos... - Miré al suelo.

-No me digas que...

Un par de pulcros zapatos negros se interpusieron ante mi vista. Y ya tenía una idea de quien podría ser.

-Señorita Reynolds, ¿Puede acompañarme a mi oficina por favor? – Estaba molesto.

Sin esperar una respuesta de mi parte se dio media vuelta y con las manos en sus bolsillos paso entre la multitud de estudiantes que se encaminaba a sus casas.

Me voltee a ver a mis amigos con la mirada desorbitada.

-¿Qué has hecho está vez? – Susana preguntó.

-Al parecer no terminamos nuestra conversación en el salón. – Me encogí de hombros. - ¿Les parece si hablamos más tarde? Ya no quiero tener más problemas con el mismo profesor.

-Si se pasa contigo, tienes mi permiso de darle una buena cachetada querida. – Sebastián se despidió con un beso en la mejilla.

-Por favor no vayas a cometer más estupideces, no es bueno que tengas un problema más. – Susana repitió el mismo acto que Sebastián y ambos se fueron juntos para las afueras del campus.

Suspiré con pesadez y me encaminé a la oficina donde se desataría una guerra. Con la espalda encorvada, la vista en el suelo logré llegar a la puerta de madera que esta entreabierta para que pasará. Toqué tres veces.

-Adelante señorita Reynolds, no estoy esperando a nadie más.

Su voz me hizo plantearme si era buena idea salir corriendo. Me hice la fuerte, con una mano sostuve con fuerza la mochila y con la otra cerré lentamente la puerta.

-¿Para qué me necesita profesor? – Dije ante el gran silencio que nos inundaba a ambos.

-No le he dado el permiso para hablar señorita Reynolds. - Me sostuvo la mirada por encima de sus gafas.

-Lo siento – Comenté con voz apenas audible.

-Aún no hemos terminado nuestra platica pendiente. – Volvió su vista a los papeles que sostenía.

-Pero profesor, es la hora de salida y me temo que...

-Usted no se marchará hasta que lo decida. Como le había comentado hace unas horas, su padre y yo hemos llegado a un acuerdo y no creo que sea necesario repetirlo.

-Profesor, como le he dicho antes, no he aceptado lo que mi padre haya dicho que está bien.

-No le he dado el permiso de la palabra, pero como lo he dicho no importa su opinión, su padre aceptó y es lo único que esperaba.

-Bien, entonces ya veremos quien asiste a sus clases profesor. – Estaba en el limite de mi paciencia.

-Por mí no importa que usted sea expulsada definitivamente de esta universidad, así me ahorraría el tiempo de tolerarla y volver a verla. – Hizo una pausa que me puso nerviosa. – Y eso si no contamos con la mancha de café de la noche anterior. – Me quedé sorprendida ante su confesión. – El abrigo no era cualquiera es exclusivo de Armani o bueno lo era porque una inigualable mancha de café ahora lo adorna.

-Profesor yo...

Sin darme cuenta ambos estábamos uno frente al otro.

-No hace falta explicaciones señorita Reynolds, lo pagará con sus horas extras por las tardes.

Si las miradas mataran ya estaría en el mismísimo infierno el profesor. Necesito salir de este lugar ahora mismo.

-Usted tiene mi correo institucional profesor, puede enviarme los nuevos horarios.

Tomé mi mochila y al señor Diamond lo dejé plantado en medio de su oficina, no podía ser posible una vez más hacia lo que quería conmigo. Dejarlo con la palabra en la boca podría ser otra excusa de problema más que sumarme, pero ya no me importaba, solo necesitaba salir de la universidad ahora mismo y hablar con mi padre sobre lo malo que era el plan que había aceptado del profesor.

Después de salir del encuentro con el profesor, como era habitual me fui directo al estacionamiento y el chofer que ya me esperaba me llevó a casa.

-Señorita Charlotte, buenas tardes, ¿Le parece bien si le sirvo la comida ya? – Gail me saludó a la entrada de la casa.

-No le encuentro nada de buenas Gail, está siendo el peor de mis días. ¿Mis padres están en casa?

-Su madre avisó que llegarían tarde para la comida, pero que usted coma antes de hacer los deberes.

-Gracias Gail, pero estoy bien, me iré a mi habitación a recostarme un momento.

-Mi niña, ¿Está usted bien?

-No ha sido de mis mejores días. ¿Cómo está Siller?

-Muy bien Charlotte, se la ha pasado jugando toda la mañana en el jardín y ahora mismo toma un descanso. ¿No prefiere comer algo antes de acostarse?

-¿Recuerdas a qué horas regresaron mis padres después de ir a mi universidad? – Evadí su pregunta.

-No los vi llegar, tal vez después de su reunión se fueron al trabajo, ¿No desea que le lleve la comida a la cama?

-¿No dejaras de insistir verdad Gail? – La abracé y le di un beso en la frente. – Está bien, tú ganas me cambiaré de ropa y bajo enseguida al comedor.

-Bien mi niña, yo de mientras voy colocándolo todo.

Sin decir algo más subí a mi habitación, me cambié los fastidiosos jeans por un pantalón de algodón cómodo y una blusa vieja, mis tenis se reemplazaron solo por las calcetas y mi cabello tomó un estilo desaliñado. Al bajar al comedor mis padres se encontraban al costado de la mesa.

-Buenas tardes. – Saludé sin ánimo.

-Cariño, ¿Apenas has llegado? – Mamá me abrazó y me dio un sonoro beso en el cachete.

-Creo que he llegado hace media hora, pero me he entretenido hablando con Gail, pensé que no llegarían a comer.

Sin esperar respuesta de mis padres tomé mi lugar correspondiente en la mesa. Gail no tardó en servirnos un delicioso solomillo con verduras y algo de pasta.

-Tenemos algo que comentarte y estar en la comida lo amerita.

-Si es por las horas extras con el profesor Diamond se lo pueden ahorrar, él me ha dado la noticia y le he dejado en claro que no pretendo aceptar ese trato.

Mis padres me quedaron viendo con sorpresa mientras yo hacía ademan de disfrutar la comida.

-No era esa la noticia cariño, pero ya que lo has sacado a relucir, no estamos en condiciones de negociar y si he aceptado el trato es por tu bien. – Mi padre contraatacó.

-¿Por qué no me lo consultaron antes? Les he dicho que cambiaria y al parecer ustedes no confían en mí.

-Charlotte por supuesto que confiamos en ti, pero esta vez creí muy necesario tomar medidas drásticas en tu educación, era esa opción o que tú fueras expulsada por tu comportamiento, déjame decirte que decir mentiras sobre la autoridad que en este caso es tu profesor es algo inaceptable en la universidad, ¿No crees que si hay una solución se puede reparar el daño?

-La segunda opción me parece preferible, además soy autodidacta, no creo que haga falta que alguien me enseñe lo que puedo aprender por mis medios.

-Dulcifique el tono de su voz jovencita.

-Padre no soy ninguna niña, tengo la edad suficiente para valerme por mi sola.

-Solo queremos lo mejor para ti hija. – Mi madre intervino.

-No mamá, esta vez han hecho algo sin consultarme y me parece errónea su idea. – Me limpié los restos de comida de la boca. – Gracias por la comida, pero se me ha quitado el apetito.

Dejé la servilleta sobre la mesa y de manera brusca me levanté para ir a mi habitación. Si me quedaba con ellos era posible que mi enojo se elevara más y ellos pagaran los platos rotos.

Ya en mi habitación comencé a realizar todos mis proyectos que tenía por entregar dentro de pocas semanas y adelantar el trabajo final del semestre. Por momentos me detenía a pensar como mi padre pudo caer en la trampa del profesor y aceptar. ¿Qué pudo haberle dicho Diamond para que mi papá aceptará? ¿Lo amenazó? Mi padre es muy inteligente como para caer en trucos tan bajos, lo había comprobado en el instante que llegamos a Vancouver y él inició trabajando en una empresa que apenas daba sustento económico.

Sin darme cuenta la tarde pasó rápido y el sol comenzó a ocultarse. Me duché y mi pijama de dos piezas fue el elegido para poder estar en la mesa tranquila y pedirles a mis padres una disculpa. En el comedor mis padres ya se encontraban sentados charlando amenamente.

Mamá fue la primera en verme.

-Charlotte, que sorpresa ver que has bajado, pensamos que te quedarías en tu habitación.

-He pensado que ustedes se merecían una disculpa por mi comportamiento de la tarde, he actuado mal.

-No te preocupes cariño, sabemos tu incomodidad con respecto a que tomemos decisiones respecto a ti, nosotros somos quienes te debemos una disculpa.

-Las disculpas deben de ser mías a ustedes mamá. Solo que aun no comprendo porque aceptaron ese trato.

-Es por discreción Charlotte. – Papá respondió. – No me parece bien que pierdas la estabilidad social que has conseguido durante todos estos años, además así podremos mantener las nuevas sospechas que se han levantado sobre la familia al margen, recuerda que en Canadá no somos nadie, pero en Italia somos mucho. Espero que lo comprendas lo hemos hecho por tu bien.

-Pero ¿no creen que era necesario primero consultarlo conmigo?

-No lo pensamos hija, pero ambos hemos pensado que es un buen trato, pero si no estas dispuesta a aceptarlo, lo entendemos y tu padre puede ir hablar con el profesor para saber en qué términos se puede arreglar este asunto.

En ese momento mi corazón se marchitó y supe que hasta ahora solo me estaba comportando como una niña malcriada.

-Está bien, asistiré a mis horas extras con el profesor Diamond, solo para ya no darles más dolores de cabeza. – Dije dándome por rendida.

-Cielo tú nunca nos darás dolores de cabeza. Eres nuestra hija y a pesar de que a veces cometas errores, solo te guiaremos hacia la mejor solución, es lo que hacen los padres.

Abracé a mi mamá con fuerza.

-Son los mejores. No sé porque a veces soy testaruda.

-Tal vez hayas salido un poco a tu padre.

Los tres reímos ante la confesión de mamá.

Gail comenzó a poner los platos en la mesa para servir la cena que nos tenia lista, pero algo me sorprendió. Pues esta vez al parecer no solo cenaríamos los tres sino que una persona se incluía a nuestra mesa y la cena parecía estar hecha para una reunión del trabajo que papá a veces necesitaba para cerrar un trato.

-¿Mama vendrá hoy alguien a cenar?

Pregunté al ver que Gail seguía poniendo cubiertos y servilletas de telas bien acomodados.

-No es lo que parece cariño, solo que Gail esta vez ha querido hacer algo especial para nosotros.

-¿Entonces porque un nuevo lugar esta servido en la mesa?

-Tenemos una sorpresa para ti. – contesto papá.

-¿Una sorpresa? ¿Acaso es alguien que conozco? – Pregunté asombrada.

-Digamos... que sí.

-¿No me dirán quién es?

-Charlotte, si te decimos ya no será una sorpresa.

-No sé si sentirme preocupada o alivianada por su sorpresa.

-Te vendrá bien ya lo veras.

Gail sirvió lo que parecía ser Wellington de pato con arándanos. Al servirlo la miré extrañada, pues mis padres aseguraban que esto no se trataba de un asunto de trabajo y además yo solo estaba vestida con el pijama y el cabello húmedo de la ducha que no me había molestado en secar de manera adecuada.

-Pensé que cenaríamos wafles o algo ligero, más no pato.

-Gail ha insistido en que la visita merece la pena.

-¿No puedo cambiar esto por unos hot cakes? ¿O un bote de helado?

-¿Volvemos a los malos hábitos Charlotte?

-Papá no tengo hambre, en verdad preferiría algo ligero, aunque sea un poco de cereal.

-Si comes todo lo que ha servido Gail en tu plato, no reprocharé nada en la mañana al ver que solo te llevas una fruta. Me quedaré satisfecho en que todavía tu estomago no ha despertado por la cena de hoy.

Hice una mueca.

-Está bien, solo si así se quedan conformes con que he comido lo suficiente.

-Si te acabas todo el plato es probable que te demos algo de postre.

-¿Me están tratando como una niña pequeña de nuevo?

-Solo hasta que vuelvas a comer lo suficiente.

-Esto es injusto. – Tome los cubiertos dispuesta a tener un bocado dentro.

-Aún no Charlotte. – Mire asombrada a mi papá.

-¿Qué dices? Me has pedido que coma y me dices ahora que ya no.

-Recuerda que estamos esperando a alguien.

-¿Cuánto tiempo va a tardar? Ahora mismo me ruguen las tripas por solo oler este exquisito plato.

Nuevamente Gail se acercó a nuestra mesa, pero para servirnos un vino tinto que teníamos guardado. Sin decir algo más solo golpee las uñas contra la madera.

-Tranquila señorita Reynolds, no tarda nada Raúl en traer al invitado.

-Espero que ahora mismo no se hayan quedado atrapados en el tráfico porque me estoy muriendo de hambre.

-No tardan mi niña de eso estoy segura por eso su padre me ha pedido que ya les sirva la cena.

Sin la supervisión de mis padres y de manera sigilosa comencé a cortar un pedazo de la carne de pato que estaba servida en mi plato, lo pinché con el tenedor y lo embarré con el fruto de los arándonos, por última vez miré el trozo que estaba dispuesta a comer cuando el timbre sonó y el tenedor se quedo a medio camino de mis labios ante la vista de mis padres.

-Puerta - Menciono papá.

Recordando que ese era el juego que mi hermano y yo teníamos de pequeños cuando el último que dijera la palabra era quien debía abrir.

-Puerta- dijo aún más fuerte mamá

-Puer.... Ya para que lo digo, mejor yo voy a abrir- mencione algo molesta por la falta de apetito y dejando mi tenedor en el plato.

No era algo común que papa entrara en el juego, pero al parecer hoy estaba de buenas, algo muy inusual en él.

Avance hacia la puerta esperando que en verdad fuera alguien quien valiera la pena esperar porque si no, yo iba a tener un carácter de los mil demonios que sería difícil de comportarme.

-Buenas noches, sea bienvenido a nuestra casa – Mencione las últimaspalabras un poco más lentas de lo común, nunca pensé que él estuviera aquí.

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