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Capitulo 2

El director y yo aun no terminábamos nuestra platica cuando una profesora muy platicadora entro a la oficina sin percatarse que el director tenía un asunto prioritario que resolver.

Mi día había sido el peor, primero los insultos de Diamond y ahora la irritable maestra Bennnett había entrado con no sé qué problema que había encontrado en los bebederos de su pasillo y que el espejo del baño de maestros había sufrido un pequeño accidente en una de sus esquinas y debía ser reemplazado por uno nuevo ahora mismo, así como también que su automóvil necesitaba tener un aparcamiento al lado del Profesor Diamond porque casualmente su automóvil ahora se había vuelto lo suficientemente grande como para tener un aparcamiento normal.

Rodee los ojos en un descuido del director, la profesora Bennett no podía ser más quejosa que un niño de preescolar en su salón de clases.

-Decana Bennett, si cree conveniente podemos tratar el tema en unos minutos, la señorita Reynolds y yo ahora tenemos una platica pendiente.

Bennett volteo a verme como si apenas se percatara.

-Claro director, no era mi intención molestar.

Sin salir de la habitación se sentó en el sillón detrás de mí con las piernas cruzadas, y las uñas de color rojo pasión haciendo ruido en la mesa de cristal.

-Reynolds, creo que por esta vez lo dejaremos hasta aquí. – Si al director tampoco le hacía gracia el comportamiento de miss Bennett. – Mi secretaria te pedirá que firmes la carta de rechazo donde declinas la oferta del congreso. Ya teníamos tu carta de aceptación pensando que esto iría muy bien.

-¿No podemos hacer que en vez de que se presente profesor y alumna, solo sea yo?

-Lamento que no, no es la primera vez que pasa esto. Lo siento Reynolds, las reglas son las reglas.

-¿No podemos enviar una carta de petición?

-Me parece que no.

-¿No lo convenceré verdad?

-Me temo que no.

-Bien lo intenté. Gracias. – Me levanté de mi asiento – Ah y, por cierto. Tomé mi consejo. – Le supliqué.

Salí de su oficina despidiéndome y su secretaria ya me esperaba con el papel en mano. Algo me decía que era una adivina.

-¿Cómo sabía que era esto por lo que me acercaba?

-Señorita el director solo pulso un botón en su teléfono y decir unas palabras. ¿Acaso no conoce la tecnología?

-¿De casualidad no puede ser menos sarcástica?

Se rio ante mi comentario.

-¿Le notifico en su correo la negativa con su firma sobre el congreso o prefiere olvidarlo?

-Lo olvidare de todas formas no puedo añorar algo que nunca fue para mí.

-Tiene razón, aunque era la mejor oportunidad para que usted se pudiera abrir paso en el campo laboral, es una lástima.

-Lo se pero esto no es solo mi culpa, es también del nuevo profesor, le he recomendado al director que lo despida. Es lo mejor para esa gran universidad.

-Es el más guapo que hemos tenido en años.

-Lo dudo, apostaba más por el de filosofía, el profesor Dino creo que así se llama – Lo pensé por un momento. - en verdad que él si está mejor.

-Mezclarse con uno que no es de la facultad saldría mal.

-Pero lo malo es lo que más se disfruta.

-Reynolds, pensé que ya se había ido.

El director se asomó con la miss Bennett.

-Estoy en camino a casa. – Me acomodé la mochila - Gracias. – Le susurré a la secretaria.

Amy podría ser una vieja con muy buenas anécdotas por contar y de vez en cuando una buena tapadera. Le guiñe un ojo al salir de ese pequeño pasillo. Aún con 58 años podía ver el brillo en sus ojos que se asomaban cada vez que el director salía de ese pequeño refugio. Sí lo había descubierto años atrás y sabía cuál era la razón por la cual aún no se jubilaba. Le gustaban las historias románticas y la suya consistía en enamorar al director, vaya a veces las secretarias podrían ser muy predecibles.

Caminé fuera de ese pasillo con la mejor oportunidad de mi vida, que no pude aceptar y me atormentaba cada vez más en el cerebro.

Maldito profesor se estaba volviendo en mi peor pesadilla hecha realidad. Malditas oportunidades que daba la universidad con maestros que no deberían existir.

Me reencontré con mis amigos en la entrada principal, un momento fuera de la universidad era lo que necesitaba, un momento con mis amigos favoritos era lo perfecto.

-¿Y bien como te fue con el director? – Como siempre la tenaz Susana me ataco con sus preguntas.

-Un gusto encontrármelos de nuevo. – Dije con sarcasmo.

Susana me incitó a contestar su pregunta con los ojos.

-¿Y bien?

-Era candidata para presenciar una conferencia en Alemania, pero por mi mala reputación de ahora con un maestro en especial he tenido que declinar la oferta y el director mismo ha pensado en buscar una nueva vacante.

-¿Entonces eso significa que es posible que tú y él se lleven mejor?

-No te alegres tanto Sebastián, eso no pasaría. Solo me ha pedido que por favor vuelva a ser la chica aplicada de antes y primero me muero antes de llevarme mejor con ese profesor, prefiero que me repruebe.

A lo lejos escuchaba las risas patéticas de las universitarias que se creían ser la mejor cosa creada por los dioses. El típico grupo de mi salón, Lucía la tipa alfa de todas, la que vilmente le coqueteaba al estúpido del profesor que hacía mis días un asco.

-Charlotte, ¿Nos estas escuchando? – Pregunto Susana en un tono más fuerte de lo normal.

-Disculpen, ¿Qué decían?

-Mejor dinos en que pensabas o a quien estabas mirando. – Los tres miramos a la misma dirección.

-Solo estaba pensando como a nuestras compañeras de clase, el profesor no les pone un castigo cuando coquetean con él a ojos de todos, y hasta cuando hablan por teléfono, sacan sus celulares y en cambio conmigo, solo porque leo un libro, pero cumplo con sus tareas y actividades, me quiere reprobar y humilla – me queje con un tono muy elevado.

-Ya sabes que los hombres no se resisten a hormonas de chicas huecas. – Susana corroboró mi versión.

-¡Oye! Eso me parece una ofensa.

-Bueno, no todos los hombres, ¿Contento Sebastián? – Susana rodeó los ojos.

-A la próxima no generalices. – Le mostró una mirada de pocos amigos. - Así es Charlotte, además creo que ellas le dan algo a cambio para que siempre las tolere.

-Estoy pensando seriamente pedirles la receta para aprobar la materia.

Reí.

-Yo creo que tú arruinarías más tu situación señorita. – Respondió Susana.

Nos reímos los tres al unísono, si en verdad mi situación fuese otra con el profesor, sería muy práctico sus consejos de como ligar a docentes para una calificación solamente, pero no, esta vez ni una oración al santo más milagroso podría hacer que el me dejase de odiar o por lo menos que mi presencia le molestase.

Nos encaminamos a un Starbucks cercano, pedimos malteadas distintas y nos acomodamos en una mesa cercana a las grandes ventanas.

-¿Qué les parece si este fin de semana nos vamos de rumba?

-Sebastián tengo que solucionar mis problemas universitarios, aun sigo pensando como llegare a casa diciendo que todo está bien.

-Yo acepto. – Susana ni noto mi presencia. La miré fulminante. – Lo siento Charlotte, no soy yo la que esta a punto de reprobar el semestre, te hemos avisado en no provocarlo y parece que haces lo contrario.

-¿Qué estás diciendo? – Sabía a donde iba ir a parar.

-Hemos estado apostando, ¿A qué te gusta?

-¿Quién? ¿El estúpido profesor? – Me reí alto. - ¡Ustedes están locos! Prefiero mil veces que me vinculen con el conserje que con él.

-¿Entonces por qué no paras de hacer que te humille?

-¡He parado! Él parece ser quien le gusta hacerme la vida imposible.

-¿Por qué no cambias de maestro y ya está?

-Si no se han dado cuenta increíbles amigos, ha intentado por todos los medios posibles para que manden a la clase de la tarde, pero me la han negado diciendo que no es posible a mitad de semestre y, además, no le daré la satisfacción que tanto quiere. Por encima de mí.

-¿Solo llegaras a casa y dirás que hoy fue un día malo?

-Claro que no Sebastián. Tengo que ocultarlo con algo y no se me ocurre nada. Tengo la cabeza en blanco.

-Solo dilo, es lo mejor.

-¿Acaso crees que mi padre se quedará sentado y no me preguntara motivos?

-Eres la única hija Charlotte, ¿Qué puede pasar?

Pensé en miles de opciones en ese momento y la única que me afectaba era que mi padre pidiera una reunión con el maldito señor Diamond.

-Llegando a casa lo solucionaré, mejor cuéntenme, ¿Cómo van a planear este fin de semana? – Sí, cambiar de tema era buena distracción.

Después de una tarde agradable con mis amigos decidí, que era hora de volver a casa e idearme una situación en donde no notaran que estoy a casi nada de perder el semestre. Mis padres no me lo perdonarían.

-Buenas tardes familia, ya llegué – entre gritando como comúnmente lo hacía desde pequeña.

-¿Siempre con escándalo señorita?

-Mamá, ya sabes que los buenos modales no son lo mío.

-Así señorita nunca conocerás a un novio en verdad.

-¿Un novio? ¡Pero que dice señora Ella! – Bromee estar indignada! – Aún soy la princesa de papá y aún no planeo crecer, creo que eso había quedado claro desde el día cuando papá me trajo toda bañada con chocolate. – reí al recordar ese pequeño momento de felicidad de mi vida.

-Aun sigues siendo esa pequeña y puedo apostar a que lo seguirás siendo hasta el día que tengas hijos y les enseñes tus mismos trucos. – mamá siempre sabia como sacarme una sonrisa hasta en los momentos tan malos.

-Pues no apuestes toda tu gloria mamá, porque puede que te quedes en la ruina – Comente de forma juguetona, con mamá siempre es bueno bromear, ella es increíble.

-Y bien, dime, ¿Cómo esta lo de la renuncia de tu parte por ir al congreso en Alemania?

La miré con la boca abierta.

-¿Cómo lo sabes? Eso no debías saberlo.

-Mi amor, ven – mamá me abrazo y me llevo al sofá para poder platicar – No creo que a tu papá no le hubiera llegado el correo, recuerda que las cuentas de toda la familia están vinculadas por protección, a tu correo institucional llego una copia en donde se declaraban los motivos del porque la negación y supongo que tiene algo que ver con el profesor que ahí menciona. Así que no dudes que tu padre pedirá mas explicaciones en la universidad, no se si ya llamo al director, pero ten por seguro que ya hizo algo.

No encontraba manera de zafarme de esta, lo había olvidado en casa siempre se va saber todo lo que haga referente a mis cuentas bancarias, institucionales u cualquier otro movimiento que tuviera que ver sobre posibles paginas vulnerables.

-Mamá, ¿crees que papá se enoje mucho? – pregunte con un tono de tristeza, en verdad me dolería que papá se enojara conmigo.

-No lo sé, querida, pero es seguro que no tendrás permiso para tus salidas con amigos y mucho menos libros.

-Ya me hacía una idea sobre eso, pero solamente me queda esperar hasta la cena para saber qué dirá papá y claro les explicare.

-Me parece buena idea, ¿Qué te parece si subes a tu cuarto a cambiarte y bajas cuando llegue tu papá? Creo que te ha sido un día difícil. – mamá al igual que yo se veía preocupada.

-Es buena idea.

Mientras subía las escaleras a mi habitación, mi mente no dejaba de trabajar a mil por hora, ideaba posibles situaciones en donde omitía un poco la verdad y le dejaba toda la culpa de la negativa del congreso al maestro, pero eso se notaba como si él y yo en verdad nos odiáramos a muerte, aunque no mentía casi nada. No podía decirle toda la verdad a mi padre, pero mucho menos mentirle, algo que mis padres nunca me habían inculcado y mis orígenes no lo permitían. Algo se me tenía que ocurrir y la mejor forma para idear un plan era tomar un pequeño descanso en mi espaciosa cama.

-Charlotte, cariño, ¿bajaras a cenar? – mamá hablaba detrás de la puerta.

-¿Qué? ¿A qué horas son?

-Es hora de cenar, te estamos esperando, papa ya está abajo cariño. – algo de preocupación había en su voz

-Ya voy mama, bajo enseguida.

Al parecer me había quedado dormida, porque ni siquiera me acorde de llamar a Susana para saber cómo haríamos la tarea de Mercadotecnia.

-Buenas noches, papá, buenas noches, mamá – salude al entrar en el comedor.

-Buenas noches – contestaron al unísono

-Por favor Charlotte, siéntate, al parecer la cena se está enfriando.

-Sí, papá.

Pensé que papá hablaría de una vez sobre el correo, pero por las miradas que se lanzan mamá y él, me daba una pista de que ambos ya habían hablado y por sus miradas cómplices, daba por hecho que mamá le había suplicado tomarlo todo con calma.

Nunca me había sentido tan impaciente por dar una noticia y la ansiedad me comía por dentro al sentir un ambiente muy tenso en la cena, esto no me daba buena espina y lo peor aún era que mi padre ya sabía todo, no podría negar nada. Era mi fin, eso parecía.

-Muy bien, ahora que todos ya hemos terminado de cenar, me gustaría hablar contigo Charlotte. – Esta era la hora seria. – Pasemos al despacho, esta conversación me gustaría tenerla ahí.

Sin esperar palabra alguna, papá solo se levantó de la mesa y se dirigió a su despacho y por lo consiguiente mamá y yo lo seguimos, aunque mamá me daba palabras de aliento, a mí los nervios me comían por dentro, al llegar al despacho de papa lo único que hice fue sentarme y esperar a que mi progenitor dijera algo, si no yo tal vez metería la pata antes de ser juzgada.

-Charlotte, me gustaría que nos explicaras que está pasando contigo este último mes. – su tono de voz era serio, si una avalancha se avecinaba.

-¿Qué es lo pasa papá? Yo me encuentro bien de salud y con mis amigos estoy mejor que nuca, no veo problemas en mí.

-Me refiero a la universidad, ¿Qué está pasando ahí?

-Nada papá, ¿Por qué lo preguntas? Todo marcha de maravilla, hasta me he planteado tomarme un semestre sabático, me gustaría entrar a trabajar contigo en la empresa.

-Charlotte, se lo de la negación de tu parte al congreso de Alemania, se que es todo lo que has esperado estos últimos meses desde que te enteraste que puedes ser candidata, ¿Por qué lo rechazaste?

-Por el tiempo papá, si lo acepto corre en riesgo mi promedio de este año.

-¿Desde cuando sabes mentir Charlotte?

No lo miré a los ojos me avergonzaba.

-No te estoy mintiendo padre. Es la verdad.

-Charlotte no te educamos así, sé que esto se debió porque tienes problemas con un profesor llamado Diamond, ¿Qué ocurre?

-Te lo he dicho papá nada.

-Charlotte, ultima vez que lo pregunto, ya no eres una niña.

-Está bien – Me tomé mi tiempo para idear un plan en donde no me viese muy afectada, pero la mirada de mi padre me derrumbó. – En realidad no he estado cometiendo errores graves por así llamarlo, - Sonreí para quitar un poco la tensión. - sino que simplemente he estado algo distraída en mis clases con el señor Diamond, es sobre que he estado leyendo en sus clases, pero no ha sido toda su hora, sino que solo han sido por momentos y él me ha cachado más de una ocasión.

-¿Por qué has estado leyendo en sus clases?

Mamá solo miraba a papá para que no explotara en cualquier momento y mi castigo no fuera peor.

-Es porque últimamente me llama mucho la atención leer a esas horas de la mañana y solo lo hago para que en sus clases no me aburra, además no he perdido apuntes, siempre copio todo en el salón y hasta entrego las tareas y actividades. – Solo le rezaba a Dios para que no dijera algo inapropiado – Y si lo quieres comprobar, arriba tengo mi cuaderno de su materia y veras que tengo todo al pie de la letra.

-¿Entonces porque te has negado a ir con él al congreso? – Esta vez papa sí que quería respuestas concretas.

-Por qué ya te lo dije no quiero dejar la universidad este semestre.

-Charlotte, me estas decepcionando con las mentiras que nos dices, si claramente en el correo y en la negación de tu parte dice que no aceptas ir por roces con el profesor – se acercó a mamá y le puso una mano en su hombro - ¿Por qué no nos dices que esta pasando en realidad? ¿Te ha reprobado de una vez por todo el semestre?

-Además cariño por lo que nos cuentas para el profesor es una falta de respeto que leas en su clase, así que te pedimos que esta sea la última vez. Por el bien de tu ambiente universitario.

-Claro mamá lo entiendo, no volverá a pasar.

-Charlotte júralo, porque solo así sabré que estás diciendo la verdad. – Papá nunca olvidara el pacto "júralo"

-Si se sienten seguros les diré... Juro que no volverá a pasar.

-Me parece bien, creo que ya todo está arreglado, así que sube a tu habitación que mañana tendrás un día largo.

-Nos vemos mañana entonces, que duerman bien.

Salí sin mirar atrás, todo estaba dicho y no me había omitido algún detalle, o bueno solo uno, pero no era de importancia además si no corría ahora mismo mi padre recordaría que no me ha reprimido lo necesario.

-Ah y, por cierto, no podrás acceder a la biblioteca en casa y tus salidas con amigos están canceladas, de la universidad a casa y de casa a universidad.

-¿Pero qué? Papa esto no es un buen acuerdo, he dicho que le pondré todo el empeño posible y tú solo me quitas todo lo que tengo. – me sentía triste, pero creo que me lo merecía

-Me parece que es un buen castigo has omitido la verdad. – Me miró incrédulo.

-¿Pero, podre realizar tareas fuera de casa? – pregunte con esperanzas

-Si, pero el chofer se quedará contigo desde que inicies hasta que termines.

-¿No estás exagerando un poco?

-Bien, entonces que tus compañeros de clase vengan a casa a realizar las tareas.

-¿Estas bromeando cierto?

-Estoy haciendo lo correcto para mi hija.

-Espero que no te equivoques.

Salí del despacho más enojada que en una clase del estúpido profesor. El profesor se había ganado una buena patada en las bolas y no sería yo quien se lo diese, sino que alguien más tendría que mancharse las manos.

Por primera vez dudaba de la palabra de la secretaria del director, pensé que habíamos quedado en un trato y resulta que no lo cumplió, mañana pediría respuestas.

Sin contestarle el saludo a Gail que me dio al pie de las escaleras subí echando humo por las orejas a mi habitación, de un empujón abrí la puerta, me aventé a la cama y hundí mi cara en la almohada grité con todo mi pulmón. Grité hasta quedarme sin aire. Necesitaba desquitar mi enojo con algo sino terminaría por volverme loca entre las cuatro paredes.

Un cascabel me hizo regresar a tierra y eliminar los pensamientos sicarios de matar a otra persona. Siller, mi fiel compañero de toda la vida, mi gran Husky estaba al pie de mi cama, con su cara de "¿Por qué gritas como loca?" acertando una vez más que yo podría perder la cabeza fácilmente. Lo subí a la cama y lo acaricié por un buen rato, contemplarlo ahí encima de mí, me daba tranquilidad y fijaba mis pensamientos solamente en él y como el tiempo nos había unido tanto, el amor inmenso que le profanaba a mi gran husky.

-Siller, ¿Qué harías si alguien se empeña en no dejarte jugar? – Como si el perro me fuese a dar opciones de vida, lo quede viendo, esperando su respuesta. Y él, solo bajo de la cama y se fue corriendo de mi habitación. – Bien, sí, esconderme es una buena opción.

Mire fijamente al techo y el mismo sonido de cascabel llamó mi atención, Siller había regresado a mi habitación con correa, era claro que me enviaba un mensaje en secreto.

-¿Te gustaría salir un rato amigo? – Le acaricié detrás de las orejas.

Meneó la cola como respuesta.

Me cambié los zapatos por unos deportivos y me puse una sudadera con capucha por si el tiempo cambiaba más tarde. Siller y yo pasaríamos la tarde y noche fuera de casa.

-Señorita, ¿No se le ofrece...? – Gail permaneció de pie en la puerta al ver que le ponía la correa al perro. - ¿Saldrá mi niña?

-Iremos Siller y yo a dar una vuelta cerca.

-Perdone que la interrumpa, ¿Acaso no está castigada?

-Dudo que el castigo abarque no salir con el perro. ¿Mis padres aún están abajo?

-Su padre no ha salido del despacho mi niña y su madre está en el jardín arreglando las flores.

-Les avisaré que saldré por un momento. Gracias Gail.

Acaricie al perro antes de bajar las escaleras y dirigirme al despacho, si mi padre se negaba podía intentar con mi madre. Di tres golpes a la puerta antes de escuchar un "adelante"

-Papá, saldré con el perro a dar una vuelta, ¿Eso está bien o aún sigo castigada?

-¿Qué tan lejos? ¿Has terminado los deberes?

-La tarea está en proceso, no tardaremos, ¿Verdad Siller? – El can movió contento la cola. – Solo pienso caminar lo necesario para despejarme.

-Sé que estas muy molesta. Te daré el beneficio de la duda.

-No lo hagas por favor, lo detesto.

-¿Lo has hablado con tu madre?

-No, Siller llegó solo a mi habitación y ha sido su idea salir a caminar.

-¿Me la regresaras completa muchacho? – Mi padre ahora se dirigía al perro.

Siller muy obediente lanzó un ladrido al aire en respuesta.

-No tardaremos lo prometo. – Me defendí.

-Háblalo con tu madre. Si te concede el permiso recaerá el peso en ella. Ya te he dicho mi postura.

-Vale, lo he entendido. – Miré a Siller – Muchacho espérame en la puerta, en cinco minutos nos vamos.

Con intención de no escuchar réplica por parte de mi padre ambos salimos disparados por caminos diferentes, Siller a la puerta principal para esperarme, mientras que yo al jardín trasero para conseguir el permiso. En esos momentos mi madre estaba entrando a la casa limpiándose los residuos de la tierra en el delantal de jardinería.

-¡Mamá! – Grité justo antes de llegar a donde estaba.

-Cielo, ¿A qué se deben los gritos?

-Tengo un favor que pedirte.

-Dime.

-¿Podemos salir Siller y yo a dar una vuelta?

-Cariño.... ¿Qué ha dicho tu padre?

-Nada, por favor, te juro que no tardamos mucho, solo iremos a dar un paseo corto.

-¿Ha dicho que yo asumiré la responsabilidad verdad?

-Bueno... - Alargué demasiado la O. – No lo dijo como tal, solo aseguró que si aceptas a darme permiso está bien.

-Charlotte, los conozco y sé en que momento mienten.

Espere unos segundos para su respuesta final.

-¿Entonces eso es un sí?

-¿Qué tan tarde crees llegar?

-Solo caminaremos unas cuadras madre, no es que vayamos a recorrer todo Vancouver en una tarde.

-Está bien, vayan un momento a distraerse.

-Gracias madre, regresaremos temprano. – Grite ya corriendo a la puerta principal, donde un muy bien educado Siller me esperaba.

-Charlotte, ¿Acaso no se te olvida algo?

Me voltee, dándome un golpe mental. Esta vez caminando me regresé al lugar donde se encontraba mi madre de pie. Le di uno de esos besos enormes en la mejilla y me encaminé ahora sí al pavimento detrás de la puerta principal de mi casa.

Siller y yo nos encauzamos en la avenida principal de nuestra casa, el viento comenzaba a presentarse con pequeñas ráfagas, alborotándome el cabello. Siller como buen compañero, caminó a mi lado sin tener prisa por llegar a un mejor lugar en donde podría andar libre. Los autos pasaban y la multitud comenzaba a hacer presencia en las calles, personas que se dirigían a su segundo turno en el trabajo y mamás que salían a la compra en el supermercado.

Un pequeño grupo de niños que al parecer estaban de excursión con su profesora, se percataron de Siller al pasar junto de ellos y nos detuvimos un momento para que lo mimaran, el perro vil coqueto que era se dejó hacer, los niños lo acariciaban como oso de felpa y él muy contento aceptaba. Hasta se tiro al suelo para que los pequeños pudiesen rascarle la pansa. Después del pequeño encuentro con los niños seguimos nuestro camino hasta el parque más cercano de casa.

-Bien muchacho. – Me puse a la altura del perro. – Te dejaré libre por un momento. – Pronuncié al desabrocharle la correa. – Estaré por ahí. – Le señalé un banco libre. – Te estaré vigilando. ¡Vamos disfruta!

El muy obediente Siller sin mirar atrás se echó a correr por unas palomas que estaban buscando alimentos en el piso. No era cazador por naturaleza, pero le gustaba corretear todo aquello que se moviera y tuviera patas. Al verlo correr y ser libre, me situé en el lugar donde le había dicho, me puse los audífonos y me fundí en las melodías de Andrea Boticelli, música relajante que necesitaba en ese momento para despejar mis enojos y mi caos de vida.

Las parejas iban y venían, ancianos, jóvenes y algún que otro comprometido se paseaba por el pequeño parque ya fuese para tomar asiento en una banca o solo para cortar camino. Familias pequeñas llegaban con sus hijos para disfrutar lo que restaba de la tarde. En bullicios y gritos de niños se hundía el parque, el aire soplaba las hojas de los árboles y todo parecía correr en cámara lenta.

Una pareja de ancianos, se sentaron en la banca de enfrente, se notaba que llevaban muchos años juntos, ella aún conservaba su aniño de matrimonio y tal vez el de compromiso, estaban entrelazados de manos y él le susurraba cosas de las cuales ella reía. Sonreí al verlos. El hombre de repente se levantó dejándola sola y si mi lectura de labios no me fallaba ella había suspirado cuando él se fue. Al cabo de unos minutos el regresó con un par de helados, lo más romántico que había visualizado hasta ahora. Ambos se coqueteaban a pesar de ser mayores y jugueteaban con el helado de una manera muy cursi, inofensiva.

Cuando terminaron sus helados, ambos siguieron conversando sin dejar de acariciarse las manos juntas y sin dejar de verse tan enamorados como si fuese la primera vez. Una pequeña de coletas negras como el carbón se acercó a ellos y supuse que era su nieta. Se sentó entre los dos y con lloriqueos le mostraba al hombre su rodilla rasposa. La mujer le daba palabras de aliento mientras que el señor le limpiaba las gotas de sangre con su pañuelo.

Un impulso me hizo ponerme de pie y caminar hacia ella.

-¿Puedo? – Pronuncié al acercarme.

La abuela asintió.

-¿Por qué lloras pequeña? – Me incliné a su altura.

-Me he caído, me duele. – Respondió entre hipos.

-Yo tengo el mejor remedio para calmar los raspones, ¿Quieres saber cuál es?

La pequeña movió la cabeza de arriba abajo en respuesta.

-¡Siller! – Llamé en tono medio.

El perro como buen amigo llegó al instante con la lengua de fuera.

-¡Un perro! ¡Abuela es un perro!

La niña de ojos color caramelo se lanzó ante el pelaje de Siller.

-¿Te gustaría pasear un rato con él?

Asintió.

-¿Puedo? – Miró a sus abuelos.

La señora con la cabeza le dio el permiso.

-Adelante, él es amigable, le hace falta una amiga como tú. Se llama Siller, mientras lo llames estará a tu lado, tranquila no causa problemas. – La invité a llevarse a Siller a dar una vuelta.

-Con cuidado Charlie. – Pronunció el señor.

Me levanté para darle oportunidad a la niña de irse corriendo con Siller a la parte de juegos.

-Gracias - pronunció la señora. – Helena.

-Charlotte – Repliqué. – No es nada, me ha partido verla llorar.

El señor escudriño los ojos.

-Nuestra nieta igual se llama Charlotte, le decimos de cariño Charlie.

Sonreí.

-Me agrada escuchar eso, se ve que es una buena niña.

-Jack. – dijo el señor a modo de saludo. – Es nuestra adoración y sin usted no sabríamos como calmarla.

-No agradezcan nada, son niños. – Sonreí. – Me retiro. Con permiso.

-Gracias de nuevo señorita.

Ambos ancianos me sonrieron y en pocos segundos después de regresar a mi lugar ellos también regresaron a su charla como si nada hubiese pasado. Mi playlist se había terminado, así que me puse a leer uno de mis libros favoritos por lo menos el aire fresco podría ser de ayuda. Pasados unos minutos el cielo comenzó a oscurecerse y no porque anocheciera, sino porque una fuerte lluvia estaba próxima a caer. Noté las primeras gotas que cayeron en el cristal de mi celular, rápidamente visualicé como la gente abandonaba el lugar, las gotas se hacían más constantes.

La pareja de ancianos llamó a la niña quien rápido corrió hacia ellos y después de levantar la mano para despedirse se perdieron ante mi vista por la banqueta del otro lado de la calle.

Siller regresó a mi lado con la cola entre las patas y el pelaje algo húmedo.

-Creo que nos hemos tardado más de lo acordado. – Dije al ponerme la capucha. – Vamos amigo, tenemos mucho camino por andar.

Al darme la vuelta para regresar por el camino que había llegado, choqué con un abrigo de piel sintética y unas gotas de café me cayeron en la mano.

-¡Fíjese por dónde camina! – La voz áspera resonó en mis oídos.

Mire a la persona a la cara para reprimirlo por no ver por donde caminaba y ese rostro no podía ser otro. Los malditos ojos azules que me odiaban. El perro gruñó en señal de ataque.

-Yo lo siento.

Murmuré e incliné la cabeza rápidamente, me acomodé la capucha y salí rápido del lugar.

¡Mierda, mierda, mierda y más mierda! Me reprendí mentalmente. Había cometido una estupidez más el día de hoy. En mi mente quedaba grabada su camisa blanca llena de café caliente. ¡Mierda! Caminé más de prisa con la esperanza de que la imagen se borrara de mi cerebro al llegar a casa. Siller me seguía a toda prisa.

Llegamos a casa lo más rápido posible, ambos chorreando agua por todas partes. La puerta principal ya tenía un charco enorme. Mi corazón latía a toda velocidad.

-¡Charlotte! Cariño, ¿Qué les ha pasado?

Mi madre corrió a socorrernos al vernos empapados.

-Nos ha tocado la lluvia.

Siller se meneo para eliminar el exceso de agua en su pelaje. Me reí ante su movimiento.

Gail se acercó a mi madre con dos toallas limpias.

-Cariño, pudiste tomar un taxi. – Mamá me envolvió en la toalla.

-No estábamos muy lejos mamá. – comencé a temblar.

-Ve a darte una ducha, nos encargaremos de Siller. Abrígate mejor y bajas por una taza de té.

-Como diga capitán. – Me reí con lo ultimo y fui directo a mi habitación.

Con ropa limpia y seca puesta, baje al comedor donde mi mamá me esperaba con una taza humeante de té.

-A la próxima toma un taxi por favor.

-¿Papá sigue en su despacho?

-Si, me temo que esta vez está muy molesto – Mamá me acarició la mano. – Tranquila cielo, se le pasará, solo esperemos.

Asentí y tomé pequeños sorbos de té.

-¿Se te ofrece algo de comer?

Negué con la cabeza.

-¿Y Siller?

-Creo que también necesita calor.

Miré hacia donde ella lo hacía y el pobre de Siller estaba acostado enfrente de la chimenea que poco utilizábamos. Si el pobre se enfermaba iba a ser mi culpa, yo había sido la de idea de ir a un parque, sabiendo que el tiempo de Vancouver en estas fechas se ponía loco.

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