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Jueves

Cada mañana es la misma escena, siempre te veo en el mismo lugar esperando la llegada del tren.

Puedo ver tus largos y brillantes cabellos anaranjados meciéndose con el viento, y tus ojos lilas contemplando las vías.

Siempre portas ropa cómoda pero sofisticada. Tu cabello atado en una coleta baja, y una mochila al hombro.
Pero no pude evitar notar que mañana llevas unos cuántos ornamentos nuevos en tu atuendo; ese pequeño lazo de color rosa que hoy adorna tu coleta, y una gabardina de color beige que nunca habías usado antes.

Creo que te miré más de la cuenta, porque tus ojos chocaron con los míos por unos segundos. Tú no tardaste en desviar la vista y cerrar los ojos con fuerza, yo solo te miré por unos segundos más, olvidando por completo el resto del mundo, hasta que el vagón hizo acto de presencia, interponiéndose entre los dos.

Llevo ya unos seis meses siguiendo esta rutina, desde aquella vez que por despertarme tarde perdí el directo.

Ya sé de memoria lo que sigue después de que el tren se estaciona por completo; subes al tercer vagón, que es el que queda justo enfrente. Después buscas un lugar en los asientos del fondo, te sientas, sacar un cuaderno de tu mochila y te pones a escribir hasta que el tren llega a su siguiente estación, dónde bajas.

Yo busco un lugar en los asientos de enfrente, prácticamente del otro extremo del vagón, y te miro cada tanto mientras escucho algo de música.

Al verte tan concentrado, me pregunto qué escribirás. En tu mochila sueles llevar una cámara que sacas y miras de vez en cuando mientras escribes, quizás describes en esas hojas algún tipo de aves, paisajes o monumentos que fotografías. Pareces un chico muy inteligente y culto, todo lo contrario a mí.

Quisiera conocer un poco de tu, seguramente, muy interesante y gran vida. Llevo meses sabiendo de tu existencia, y no sabiendo nada de tí realmente. No sé ni siquiera tu nombre, y ya siento cosas que jamás imaginé sentir por alguien.

Mientras te miro y pienso en todo eso, tú alzas la vista de tu cuaderno, y yo no puedo evitar desviar la vista hacia la ventana, fingiendo observar las vías. Aún me resulta increíble cómo alguien como tú puede hacerme sentir tan indefenso solo con una mirada.

Quiero decir, soy mucho más alto y probablemente fuerte que tú, en un enfrentamiento físico te ganaría sin mucho esfuerzo. Pero con solo mirarme siento que me paralizo por completo.

¿Inseguridad? No lo sé. Te haz vuelto un especie de amor platónico para mí, pero tú, además de inteligente, eres bastante lindo, estoy seguro de que tienes mil personas detrás de tí, probablemente mucho mejores partidos que yo.

Tan solo mírame, y mírate. Yo, alguien con aspecto de delincuente juvenil, un tipo de más de dos metros de estatura, tosco, y con una horrible cicatriz en el ojo... Y tú, un jovencito bastante apuesto, de sonrisa cálida, cara linda y ojos hermosos. ¿Qué oportunidad podría tener yo?, ¿en qué universo alguien como tú se fijaría en alguien como yo?

Por eso, he decidido que debo conformarme con verte a lo lejos, y soñar con lo que nunca va a pasar.

Resignado, me quedo en mi asiento, observando las vías a través del vidrio de la ventana, y el tren comienza su marcha.

Nada parece ir fuera de lo normal, tan solo seguimos la ruta de siempre. Las noticias han dicho que los operadores y pasajeros tengan cuidado en los trenes. Por unas amenazas de ataques o algo así. La verdad no les presto mucha atención, no me interesa. Después de todo, si tanto quieren atacar algún tren, ¿por qué gritarlo a los cuatro vientos y correr el riesgo de que la policía dé con ellos?, es estúpido solo pensarlo.

[...]

El viaje iba normal, hasta que estábamos a punto de entrar a un túnel bastante largo y que nos dejaba completamente a oscuras por unos cinco minutos.

De pronto, al entrar al túnel, el tren se detiene. Nadie entiende qué pasa, y el pánico no tarda en apoderarse de todos.

La gente se pone de pie, hablando entre ellos, y algunos comienzan a gritar, preguntándose qué está pasando.

Yo me quedo en mi asiento. De seguro es solo una falla mecánica, o quizás otro tren está teniendo problemas y debemos detenernos para evitar accidentes, yo que sé...

Pero de pronto...

Escucho tu voz, y por reflejo alzó ma vista. Es difícil ver en la oscuridad, y por un momento pienso que es solo mi imaginación, pero tu voz insistiendo, llamándome por mi nombre, y tu silueta caminando hacia mi dirección me confirman lo contrario.

- ¡Harbinger!

Por reflejo, me pongo de pie y comienzo a caminar hacia tí, abriéndome paso como puedo entre la multitud

¿Cómo sabes mi nombre?, nunca hemos cruzado palabra... No me importa, me esfuerzo en llegar hasta tí, y en medio del vagón, finalmente conseguimos reunirnos.

No tengo idea de qué decir una vez que te tengo enfrente. Estoy tan nervioso como cada vez que me sorprendes mirándote.

Pero tú me sonríes de una forma que, a pesar de la oscuridad que nos envolvía, logro observar, y me estremece de pies a cabeza. Y aunque al inicio, siento que me muero de miedo, después me siento bastante felíz de por fin tenerte cerca.

- Ni siquiera sé tu nombre, y siento que te quiero.- Me atrevo finalmente a confesarte lo que siento.- Cada mañana dejo pasar el directo, solo para poder verte.

- Yo elijo tomar siempre este tren solo para verte.- Me dices, sin borrar aquella sonrisa tan linda.- Por cierto, me llamo Kiki.

Ninguno de los dos dice nada por unos segundos, pero nuestras manos se encuentran, y no dudamos en enlazarlas.

Se escuchan unos ruidos extraños provenientes de fuera del vagón, pero no podría importarme menos en este momento.

De pronto, siento tu mano acariciar mi mejilla, y de un momento al otro, tus labios presionados contra los míos.

Me sorprendo, pero te correspondo alegremente, acariciando tu cabello, que tal y como pensaba, es sumamente suave.

Fue un contacto suave, delicado y ansiado por meses. Al separarnos, solo puedo susurrar un:

- Te quiero.

Mis últimas palabras...

Puedo ver que tú me sonríes, abrazándote a mí, y yo rodeo tu cintura con mis brazos.

Y así es como ambos dejamos este mundo, en este jueves 11 de marzo...

Juntos...

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