13. 𝔼𝕡𝕚́𝕝𝕠𝕘𝕠
Esᴄʀɪᴛᴏ Pᴏʀ﹕Benigbe_Castillo
Sʜɪᴘ/Cᴏᴜᴘʟᴇ﹕ OT₇
La resignación se había instalado en la mente de los 6 alfas, protegiendo con absoluta determinación al amable y amistoso niño, mirándole crecer y finalmente irse de esa academia, años donde una relación amistosa se fue forjando a un punto fraternal y la añoranza por la soledad de los alfas solitarios y en espera de algún futuro con quien estaban unidos... Era una extraña guerra, una donde saldrían lastimados al ser rechazados y no les importaba en lo más mínimo, el destino así deseaba jugar con ellos y no se negarían a seguir sus planes para tener una esperanza en su vida. No, un corazón roto no les asustaba.
Las estaciones pasan, el recuerdo que se perdía de un dulce niño al cual estaban atados mientras las generaciones pasaban y cada nuevo grupo traía nuevas experiencias y nuevos métodos en los que debían adaptarse para lograr un entendimiento total por cada uno de los alumnos... Los años se volvieron lustros y llegó la década, quince años que corrieron abrumadoramente lentos y dolorosos para cada alma solitaria, cada corazón con deseo de amar.
Se había vuelto una rutina recibir a los alumnos en la entrada a la academia, la seguridad y cuidados habían crecido con eficacia en esos quince años, los más de 12 profesores recibiendo a los alumnos de todas las edades, incluso había una nueva sección elemental para niños mucho más pequeños. La edad había pasado por la mayoría, mirándose mucho más maduros y bien conservados por el tiempo donde sus alfas durmieron en un sueño de tristeza y recuerdos que nunca alcanzarían para sentirse consolados.
Las miradas apagadas, miradas que lentamente fueron tomando brillo en cuanto uno por uno percibieron una fragancia de hacía tanto tiempo había desaparecido de su entorno. Era como un cuento, un sueño donde no podían caber de la felicidad sintiendo a los alfas despertar meneando sus colas llamando a la persona que se paraba frente a ellos junto a un pequeño niño de no más de 7 años.
— ¿Park JiMin?—murmuró finalmente con incredulidad y la garganta seca el mayor del grupo, recibiendo una sonrisa que derretiría sus corazones y todo lo que podrían tener en su interior.
— Profesores Kim, V, Yoonie, Solecito y ¿Profesor Kook? Woah, hace tantos años—saludó el joven omega de ahora 25 años con la felicidad irradiándole por cada poro de su cuerpo, nunca creyeron poder extrañar tanto esos ojos sonrientes y ese pequeño diente apenas chueco que permanecía en una abierta sonrisa de dientes.
Los alfas no tardaron en contener el aliento, mirando al pequeño cachorro que se aferraba a la pierna del lindo omega ahora platinado y con la misma costumbre de usar sudaderas amplias. ¿Quién era el cachorro?
— Has crecido muchísimo, niño. ¿A quién nos traes? Hola, pequeño—saludó amistoso el hombre de amable apariencia y que impartía las clases de danza hasta el día de hoy—. ¿Cómo te llamas?
Nadie quería admitirlo, pero en sus cerebros gritaban de dolor de imaginar que ese niño pudiera ser una cría del omega, tal vez era descabellada la idea.
— Oh, él es el cachorro de mi hermano mayor, ¿recuerdan a TaeMin? Fue el mejor en la clase de danza—comentó orgulloso antes de acariciar los cabellos del pequeño niño—. Quiere ser como su padre y tío, así que vendrá a esta academia y será muy bueno, ¿verdad?—el hombre se encuclilló y liberó un poco de su fragancia para calmar al niño sin darse del todo cuenta el cómo afectaba a los profesores frente a él—. Debes ser bueno, ellos me enseñaron a mí y a papá, son muy queridos profesores. ¿Te portarás bien?
El cachorro no contestó en voz alta, solo se limitó a asentir antes de correr hacia el interior de la academia y dejar a un sonriente omega que pronto se erizó. Los ojos del joven viajaron repentinamente por los 6 pares de ojos que le escudriñaban con anhelo, incredulidad y un cariño que no terminaba de comprender, ¿por qué tenía la necesidad de seguir siendo observado por todos ellos? El rubor se extendió por sus orejas y apenas en sus pómulos, su corazón comenzó a latir desbocado y el lobo en su interior lloró entusiasmado de finalmente ver nuevamente a esos hombres que le cuidaron en su infancia, esos hermosos alfas que lo impulsaron. Se había dado cuenta.
— Destinados—murmuró en un hilo de voz antes de llevar la mano a su pecho y dar un paso hacia atrás, estaba completamente perdido, recordaba tantos momentos donde su corazón se aceleró en el pasado, pudo traer de regreso a su memoria el sentimiento tan bello que tuvo desde hace quince años.
El estado de trance del omega preocupó a los 6 mayores, quienes se acercaron con prudencia y ofrecieron algo de agua o un asiento, se miraba pálido y no permitirían que nada lo dañase, ni siquiera algún descuido propio. No, no sabían lo que pasaba en la cabeza de ese joven, no se enteraban que ese chico ahora se asustaba por algo más que tener 6 destinados... Ese joven adulto se asustaba con desquicie por no poder imaginar un futuro sin esos 6 alfas, su lobo interior aullaba entusiasmado por poder estar cerca y sentir el afecto de tan admirables personas, de aquellos quienes no dudaron en esperarle con ternura hasta que pudiese decidir. Ya no debían esperar más.
— ¿Aceptarían tomar un café conmigo mañana?—preguntó directamente el muchacho tomando por sorpresa a esos seis.
¿Qué ocurriría en el futuro? Solo la luna lo sabía.
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14.10.2021
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