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Diario Capítulo-4

Siempre había visto que en las películas la protagonista le daba por reírse en los peores momentos. Lo veía algo ridículo y no lo entendí hasta que me pasó a mí.
Y sí, me empecé a reír como una foca retrasada. Sin saber porqué y lo peor es que no podía parar, hasta que me dí cuenta de que ellos me miraban.

–¡Ups! Perdón —canturreé divertida.

Me dirigí a la salida como si no acabará de partirme de risa frente a un tío que me odiaba a muerte. No me dio tiempo de llegar, cuando sentí una mano aferrándose a mi brazo con brusquedad. Quise zafarme, pero él era más fuerte y de un tirón me arrastró, para acabar estampada contra la misma pared en la que, hacía un momento, tenía a esa chica. Miré a mi alrededor buscándola, pero ella ya estaba abriendo la puerta para irse.

–¡No te vayas! —chillé como loca— Dónde queda la solid....

No me dejó continuar con mis gritos porque me tapo la boca con la mano.

–¡Cállate de una maldita vez! —exclamó furioso— Más vale que mantengas tu boquita cerrada o te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino. —añadió con tono amenazante.

Me agarró del pelo para levantarme la cara y note algo frío y afilado en mi cuello.
Cualquier persona saldría por patas o lloraría como una magdalena suplicando clemencia. (Yo sería una de ellas por ejemplo) Si no hubiese llevado una castaña descomunal, de esas que te hacen sentir como Batman en plena pelea.
Levanté la mano y aparté la suya de mi boca.

–No me vengas con amenazas orangután mal vestido. —le escupí con una seguridad que desconocía— Si vas a matarme hazlo ya.. Si no, déjame en paz.

Apretó el cuchillo un poco, con una sonrisa macabra. Sabía que me había hecho un corte porque notaba como la sangre se deslizaba por mi cuello, pero mantuve mi posición de "no me importa un carajo". Se dio medía vuelta y se fue. Me quedé en plan. "Madre del amor hermoso, la que has liado pollito"
No me moví, mis pies estaban anclados en el suelo y si tenía algo de alcohol corriendo por las venas, ya me había bajado hasta la planta de los pies y solo quería irme y sentarme en un rincón a llorar.

No me quedó más remedio que salir de allí, cuando un grupo de chicos entraron. Notaba mis piernas temblorosas y temía que me esperara a la salida para acabar lo que empezó.

Pensé en reunirme con los demás y explicarles lo sucedido, pero al cruzar la puerta y verle en la barra hablando con un tío y mirándome fijamente, hizo que la valentía que tenía se esfumara. Preferí llamar a Steve para que viniera a recogerme.

Mandé un whatsapp a mis amigos diciendo que me sentía mal y que nos veríamos otro día.
Me quedé esperando en una esquina del local, pendiente del móvil y a la espera que me avisara, sin dejar de mirar a mi alrededor por si él aparecía.
Veinte minutos tardó en llegar y me subí al coche más rápido que las mujeres que se van a las rebajas del corte inglés.

Se sorprendió cuando me senté delante y no detrás como solía hacerlo. No quería estar sola, pensando en su ojos que los tenía clavados como dagas en mi mente.

–Gracias. —le agradecí rompiendo el silencio— siento haberte despertado.

–Tranquila, estaba estudiando. —respondió con suavidad— Supongo que la noche no le fue bien. ¿Verdad?

Tenía ganas de desahogarme con alguien, pero no supe si sería buena idea, ya que se llevaba demasiado bien con mi hermano y si él se enteraba... Se liaría la de San Quintín.

Negué con la cabeza.

–No muy bien, pero prefiero no hablar del tema— concluí zanjando la conversación.

Aparcó en el garaje y al bajarnos, observé que él iba en pijama y con el pelo como un nido de pájaros.
No pude evitar reírme ante ese pensamiento.

–¿Me puede explicar de qué se ríe? —indagó curioso.

–Deja de llamarme de usted. —le dije caminando hacia el portón que daba a la casa— Mírate al espejo y me entenderás.

Le dí las buenas noches y me fui a mi habitación. Me quité la ropa y me acosté sintiendo como los párpados se me cerraban, hasta que caí profundamente dormida.

A la mañana siguiente, me desperté con un dolor de cabeza tremendo y sin ganas de levantarme. No me quedó más remedio que hacer un esfuerzo, porque había quedado con mi madre que iría a un comedor social a ayudar a gente sin hogar. Siempre solía ir con Tessa, pero esa día tenía un caso muy complicado y no podía. Me pidió de favor que la acompañara en su lugar.

Al bajar a la cocina, habían ollas, bolsas con mantas, comida, ropa etc...me quedé en el marco de la puerta viendo a mi Nana dando órdenes al estilo sargento de hierro y a su sobrino corriendo con las cosas.

–Ya era hora que aparecieras. —comentó señalando la mesa— desayuna rápido que nos tenemos que ir.

No me pareció correcto estar sentada mientras todos iban como locos preparándolo todo, así que me bebí de un trago el vaso de café con leche y me puse manos a la obra.

Una vez todo cargado, me fui en el coche con Steve y detrás de nosotros venía la furgoneta con todo lo que habíamos cargado. Al llegar, la gente que trabaja allí salió y nos ayudó a bajarlo todo.

Me enseñaron todo lo que tenía que hacer. Desde repartir comida, hasta ayudar a los niños. La verdad es que al principio me sentí triste al ver las condiciones en las que vivían, pero a pesar de eso no perdían la sonrisa y eso hacía que los admirara.

–Es increíble que aún sin tener nada, sean felices. —le comenté a Steve.

Estiró la mano en mi dirección con la palma abierta. Me quedé mirándola varios segundos y la agarré. Salió de allí sin soltarme pasamos por varias calles.

–¿Dónde vamos? —inquirí intentando seguirle el paso.

–A un lugar que le gustará. —me respondió sin detenerse— Está cerca de aquí.

Cruzamos por un parque lleno de árboles y con una fuente en medio. Todo estaba rodeado por verjas y en la parte izquierda habían columpios donde veías a los niños jugar. Poco antes de salir, me detuve al escuchar mi nombre. A poca distancia vi a Vega con un grupo de chicos entre ellos estaba "Jael" Volver a encontrarme con él, revivió todo lo de la discoteca y sentí como me temblaba todo el cuerpo. Él me pidió que nos fuéramos, pero no quise quedar frente a ellos como una cobarde.

–No me imaginaba que vendrías por estos barrios. —comentó tras darle una calada a un porro— Por cierto, hola Steve, hacía tanto tiempo que no te veía. —prosiguió mirándo nuestras manos unidas.

Dedicado a;
AliciaPirezGranados
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Carluuchiii18
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