Diario Capitulo-37
Tiré el papel en el suelo como si me quemara y me levanté. Comencé a dar vueltas por la habitación con las manos en la cabeza y mirando la nota de soslayo, mientras las lágrimas de desesperación bajaban por mis mejillas. No me veía con la capacidad de ir a ese lugar sola por el miedo que me daba, pero tenía que acatar las reglas, ya que me había dejado muy claro que tenían a mi hermano en sus manos.
–Samy, te estamos esperando —anunció Steve a través de la puerta sacándome de mis pensamientos.
–Ya voy —inhalé profundamente antes de responder, para mantener la voz serena y que no notara que estaba al borde del colapso.
Esperé a que se fuera para vestirme. Me puse unos vaqueros negros de cintura alta, una camiseta de tirantes blanca, unas deportivas, una chaqueta a juego con el pantalón y me hice una coleta alta.
A pesar de lavarme la cara varias veces, los ojos rojos e hinchados me delataban, así que busqué por los cajones el maquillaje. Después de ponérmelo y que mi aspecto fuera algo más decente, me miré de nuevo en el espejo para practicar una sonrisa convincente antes de enfrentarme a las miradas de preocupación que me encontraría en la cocina.
Antes me resultaba sencillo ponerme un vestido de gala y posar para los periodistas junto a la gente más poderosa y codiciosa del club con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque fueran pura fachada sus rostros angelicales, conocía a la perfección su frialdad. Desde pequeña detallaba cada movimiento y aprendí rápido a comportarme como ellos. "Fríamente" En ese momento me di cuenta que no había visto las cosas desde otra perspectiva por una sola razón "Jael" ese hombre que entró en mi vida poniendo todas mis debilidades y miedos al descubierto y ya era hora de zanjar por completo ese capitulo de mi vida si quería volver a tomar las riendas.
Con esa palabra rondando por mi mente, observé la mesita de noche. Con el tema de Ian, se me había olvidado por completo el tema del usb. Aunque no había revisado todas las carpetas para saber si era lo que ellos necesitaban, decidí guardarmelo en el bolsillo de la chaqueta junto a la nota para que nadie lo viera.
Bajé las escaleras lentamente imaginado que estaba en el escenario de un teatro. Tenía que cambiar radicalmente mi actitud al abrirse el telón si no quería levantar sospechas.
Al cruzar la puerta de la cocina, tan solo estaba Steve desayunando.
–¿Y los demás? —pregunté al no ver a mis padres ni a Nana.
–Han tenido que ir a terminar los arreglos para el acto de esta noche —me informó levantándose con el plato en la mano y dejándolo en el fregadero— tienes que estar allí a las nueve para la presentación.
Asentí levemente mientras me servía una taza de té y me sentaba bajo su atenta mirada.
–¿Estás bien? —me preguntó apoyando su mano delicadamente en mi hombro.
–Sí, no te preocupes —le aseguré con desdén, levantándome para lavar el vaso y dejarlo en el armario— será mejor que nos vayamos o llegaremos tarde.
El camino hacia la universidad lo hicimos en completo silencio. Por como repiqueteaba los dedos en el volante supe que estaba pensando en algo y me daba la sensación que se trataba sobre mi. Steve era un chico muy astuto y no era fácil de engañarle por muy bien que se me diera actuar. Sabía que yo le estaba mintiendo.
Entró en el parking y aparcó en una de las pocas plazas que quedaban libres por lo tarde que era. Paró el motor y se quedó quieto viendo por la ventana como los alumnos se iban apilando en grupos y se dirigían a la entrada a la espera de que sonara la campana.
–Has recibido una nota ¿Verdad? —afirmó girando la cabeza para mirarme— sea lo que sea lo que estés pensando, olvídalo —prosiguió ante mi silencio.
–Haré lo que tenga que hacer para sacar a mi hermano de ahí —le dejé claro antes de salir del coche y dando por zanjada la conversación.
A paso ligero entre en el edificio pasando de largo frente a Vega y su grupo de amigos. Ellos estaban sentados en un banco, debajo de uno de los árboles más grandes del jardín contiguo al parking. Pasé por los pasillos abarrotados hasta llegar a mi taquilla. Saqué los libros que me tocaban para las próximas asignaturas y me fui directa a la clase.
–Tenemos que hablar —dijo Vega de repente, interponiendose en mi camino con los brazos cruzados y la barbilla levantada. Ella de normal solía ser amigable conmigo, pero esa vez noté un ápice de decepción en su voz — a la salida nos vemos en el parking.
Dicho eso, giró encima de sus talones y se fue sin tan siquiera dejar que le respondiera. Esa conversación en mitad del pasillo no pasó desapercibida para los estudiantes que pasaban por ahí en ese instante y que cuchicheban entre sí. "Ya era hora que alguien pusiera en su lugar a esa pija" "Vega la echará de aquí después de darle una paliza" "Seguro que va a ir a llorar a sus papis" fueron algunos de los comentarios que tuve que lidiar durante toda la mañana. Los rumores no se quedaron ahí, sino que se esparcieron por toda la universidad como la pólvora.
Me senté al final de la clase y me centré tan solo en escuchar al profesor sin prestar atención a mis compañeros, los cuales no dudaron en burlarse de mí sin disimulo, hora tras hora.
Al sonar el timbre que anunciaba el final de la última asignatura, salí disparada hacia la taquilla a dejar las cosas y me dirigí al parking.
Mientras me iba acercando, la visualicé apoyada en una pared de cemento, fumándose un cigarro y con la vista puesta en mí.
A cada paso que daba me iba sintiendo peor, pero no por estar rodeada de gente que me insultaba mientras me seguía, sino, porque no dejaba de pensar en ella y en lo mal que me había portado al haberme involucrado con su novio a sus espaldas.
En un abrir y cerrar de ojos, estábamos cara a cara y con un corrillo de gente alrededor nuestro. "Vega enséñale quien manda aquí" acompañado de abucheos y gritos eufóricos. Miró detalladamente la multitud con el ceño fruncido y se pellizcó el puente de la nariz mientras negaba con la cabeza.
–¿Qué cojones? —musitó en voz baja. Chasqueo la lengua y se acercó a mí — vámonos de aquí.
Me agarró de la muñeca y pasamos entre medio de la multitud que se iba abriendo a medida que íbamos pasando. Pellizcos, tirones de pelo, insultos, es lo que recibía mientras la seguía. De repente sentí un golpe en la cara que sonó de tal manera que Vega se giró abruptamente.
–¿Quién ha sido? —gritó con los ojos entrecerrados observando mi mejilla — ¡No tengo todo el puto día! ¿Quién ha sido? —insistió levantando aún más la voz.
–He sido yo —respondió una voz femenina. Cuando la vi, supe que era la amiga de Vega "Erica" así se llamaba esa chica con la que había cruzado cuatro palabras el día que Ian se presentó en el pub.
–¿No pudiste superar que ella te dijera que eras una facilona? —replicó tranquilamente con una sonrisa maliciosa— no se porque te ofendes, ya que todo el mundo lo sabe —comentó soltandome de la mano y posicionandose delante de ella.
–Por lo menos yo no me follo a los novios de mis amigas como otras —se regocijó ella con la mirada puesta en mí.
Una sonrisa triunfal se le fue dibujando, al quedarme callada ante sus acusaciones. La gente observaba el espectáculo entre murmullos llenos de confusión por no saber de que iba el tema.
–A ti lo que te jode, es que es al único que no te has podido follar —afirmó Vega encendiendose un cigarro. Me miró unos segundos y luego le tiró el humo en la cara haciendo que ella comenzará a toser— ahora será mejor que te calles y dejes de hacer el ridículo.
Con los ojos inyectados en sangre de la rabia, abrió la boca para responder, sin embargo Vega le dio la espalda y caminó de nuevo en mi dirección.
–Por cierto —prosiguió de repente levantando la cabeza y señalandome con ella— ni se os ocurra volver a joderla o tendréis problemas conmigo.
Llegué a la conclusión tras ver sus expresiones que no me equivocaba en que ella ya sabía lo mío con Jael y no entendía porqué aún así me había defendído. Barajaba la posibilidad de que no quisiera quedar como una cuernuda y por eso prefería esperar a estar a solas.
Al salir de ahí, fuimos dando un paseo hasta un parque que estaba a tres calles de la universidad. Se sentó en un banco y me senté a su lado. Nos quedamos en completo silencio viendo como unos niños se divertían tirándose agua y corrían de un lado a otro.
–Al parecer se está repitiendo la misma historia y no quiero que cometas los mismos errores que yo cometí —comentó de repente pillándome desprevenida. No entendía a lo que se refería, pero sí que le dolía hablar de ese tema. Le puse mi mano sobre la suya para animarla a que continuará.
Me explicó que Steve se mezcló con gente peligrosa para demostrar que él podía ganarse el respeto de los demás por si mismo y no por ser su pareja. Al principio ella se sintió orgullosa de su valentía, pero no tardó en darse cuenta que él estaba cambiando demasiado. Empezó por las carreras, le siguieron las drogas, el alcohol y terminó por trabajar como recadero de un mafioso. Intentó hablar con él y hacerle entrar en razón, pero eso solo sirvió para entrar en una discursión tras otra.
Una noche Jael se le acercó después de una carrera y le dijo que se había enterado de la situación de Steve y que quería ayudarla. Así comenzó su noviazgo ficticio.
Las piezas del puzzle comenzaban a encajar al entender los motivos de Vega para alejarlo y como era la vida de Steve antes de conocerle, pero aún así había algo que no me cuadraba y era mi oportunidad de despejar mis dudas.
–¿Jael aceptó ayudarte a todo sin más? —le pregunté incrédula.
–No, las personas como ellos nunca hacen las cosas por caridad, así que le seguí y descubrí que te estaba acechando, desde hacía varios meses en tu antigua universidad —se levantó del banco y se pasó las manos por el pelo con frustración — nunca me imaginé que nos usarían para llegar a ti. Lo siento.
Me puse la mano en el bolsillo donde tenía el usb y lo apreté con fuerza. Una mezcla de tristeza y rabia me fueron invadiendo mientras las palabras de Vega se repetían en mi mente una y otra vez.
–Te cuento todo esto, porque me he enterado de lo de las notas —prosiguió con cautela al no pronunciar palabra al respecto— y quiero que comprendas que cuando tú has dado un paso, ellos ya han dado cuatro ¿Entiendes?
–Sí, pero tienen a Ian —le confesé con un nudo en la garganta.
Saqué la nota del bolsillo y se la extendí. Que me abriera su corazón me dio la suficiente confianza para compartir el tormento que sentía. En parte me gustaba la idea de poder apoyarme en ella. Esperé pacientemente a que terminara de leerla y negó con la cabeza.
–Que hijo de puta —masculló pensativa con los dientes apretados.
–¿Sabes quién me las ha mandado? —le pregunté intrigada.
–Vámonos de aquí, ahora. —me exigió evadiendo el tema.
–¡Necesito saberlo! —le insistí siguiéndola por el mismo camino por donde habíamos venido.
–Por la forma de escribir, creo que ha sido el hermano de Jael —me dijo sin ni siquiera detenerse— ésta noche te acompañaré para asegurarme.
Dedicado a;
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