Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Diario Capítulo-36

Di un paso hacia delante, pero Karen me lo impidió. Me sacó de ese salón de juegos al ver mis intenciones de interferir. Me arrastró hasta el baño situado en la otra punta de ese dichoso pasillo.

–¡Tengo que volver y ayudarle a salir de ahí! —chillé al borde de la histeria.

–Si lo haces nos matarán a los tres —me advirtió con la espalda apoyada en el lavamanos— sé que es duro que le hayas visto en esas condiciones, pero tendrás que aguantar hasta que terminen.

De repente no podía respirar bien y la vista se tornó borrosa, cuando la imagen de Ian no dejaba de reproducirse en mi mente una y otra vez. Estaba más delgado y parecía que llevara varios días sin pisar la ducha. Mi hermano estaba ahí por mi culpa.

Me agarró de la cintura y pasó mi brazo por encima de sus hombros al tambalearme. Me sentó en el suelo y apoyó mi espalda en la pared. No podía entender lo que decía, tan solo veía sus labios moverse. Lo único que pude hacer es cerrar los ojos e intentar regular la respiración. No sé cuánto tiempo pasó, pero de un momento a otro, sentí como mis pies no tocaban el suelo y mi cuerpo flotaba. Quería abrirlos, pero me pesaban demasiado. Apenas podía distinguir el parpadeo de las luces y la calidez de unas manos sujetándome por la espalda y por las rodillas. Instantes después, el aire chocó contra mi cara y supuse que estábamos en la calle.

–Encárgate de ella por favor —escuché la voz de Karen distorsionada. Después de eso todo se volvió negro.

Me desperté con un dolor de cabeza terrible y al intentar incorporarme una mano me detuvo.

–Ni se te ocurra levantarte —me advirtió ferozmente, esa voz tan profunda que tan bien conocía.

Parpadee un par de veces para asegurarme que no me había vuelto loca y giré la cabeza en su dirección. Sentado en una silla, con cara de pocos amigos y de brazos cruzados estaba Jael. Comencé a recordar todo poco a poco hasta llegar en al punto donde vi a Ian.

–¡Tengo que ir a por mi hermano! —exclamé levantándome de golpe a pesar del dolor.

–Eres un puto imán para los problemas —renegó después de chasquear con la lengua.

Ignorándole por completo me acerqué a la puerta ansiosa de volver a verle e intentar sacarle de allí. Sólo me dio tiempo de abrirla un poco para ver como se cerraba de nuevo bruscamente.
Sentí su pecho pegado a mi espalda y su aliento chocando contra mi pelo. Levanté la vista y vi su brazo lleno de tatuajes extendido. La palma de la mano la tenía por encima de mi cabeza evitando que pudiera salir.

–¡Deja de meter tus narices en mis asuntos! —exploté enfrentándole cara a cara— para ti solo he sido un medio para llegar a un fin ¿No? Pues enhorabuena, porque ahora que ya has logrado tu propósito puedes dejar tu papel de guardián.

El tener su nariz tan cerca de la mía y esa mirada penetrante que me dejaba sin aliento, no me impidió sacar toda esa rabia y dolor que tenía guardado dentro de mi. Al terminar de decirle todo lo que pensaba, él asintió con las facciones endurecidas y se apartó dejándome el camino libre.

–Si vas a buscarle, tu hermano morirá y a ti te obligarán a mirar mientras lo torturan lentamente —sus palabras eran tan crueles que me hicieron temblar de la cabeza a los pies. Al parecer se dio cuenta del miedo que había sembrado porque prosiguió— luego llegara tu turno y no te haces una puta idea de las cosas que te harán, pero si quieres comprobarlo, adelante.

Me paré en seco y giré lentamente sobre mis talones, incrédula por su falta de tacto. Con el rostro impasible me observaba desde el marco de la puerta. Gesticuló con la mano animándome para que me fuera, pero él sabía perfectamente cómo detenerme. Había comprendido que yo para Jael era un libro abierto, ya que era con la única persona que no podía disimular mis emociones por mucho que lo intentara. Me sacaba de mis casillas en tiempo récord o lograba seducirme hasta perder la cordura. Mi historia con él se había convertido en tira y afloja, una montaña rusa o una canción de amor-odio. No sabía cómo describirlo. En parte, estaba acostumbrada a sus ataques, pero estaba demasiado mal física y emocionalmente para soportarlo. Pensé en irme a casa, pero me amargaba tan solo imaginar que mi hermano no estaría y el tener que mirar a mis padres a la cara.
Entré en el salón cabizabaja y me senté en una silla mientras aguardaba las lágrimas que amenazaban por salir.

–¿Si no voy lo soltaran? —le pregunté tras escuchar sus pasos cerca. Al no obtener respuesta por su parte levanté la cabeza— ayúdame por favor —le imploré desesperada— tú sabes lo que es perder a un hermano. No dejes que pierda el mío, por favor.

Su mandíbula contraída y la nariz dilatada, me dieron a entender que había puesto el dedo en la llaga. Un dolor profundo se fue abriendo e instalándose en esos ojos fríos y oscuros como la noche.

–Ni se te ocurra volver a nombrarlo —me advirtió tajante.

El timbre sonó interrumpiendo la tensión que se había formado entre los dos, sin embargo, se quedó inmóvil y con la vista fija puesta en mí. Resoplé aliviada cuando volvieron a tocar y él se marchó dejándome sola.
Escuché voces, pero mi mente estaba demasiado colapsada, para prestar atención sobre quién había llegado. De repente lo que parecía una conversación se volvió una discursión acalorada que me sacó de mis pensamientos. De puntillas me asomé para averiguar qué pasaba. Frente a Jael estaba un chico de la misma estatura, ojos oscuros, labios carnosos, pelo largo recogido en una coleta y con muchos más tatuajes. Era increíblemente atractivo.

–¿Me estás echando de tu casa? —canturreó este último burlón— piensa bien lo que haces porque podrías salir herido o muerto —prosiguió cambiando el tono rozando a hostil.

–Cuando lo consigas nos veremos en el infierno, pero mientras tanto lárgate de mi casa —añadió dando por zanjada la conversación al cerrarle la puerta en las narices.

Lo último que pude escuchar fue un "Te arrepentirás" seguido de una risa seca que me puso la piel de gallina.
Me senté con rapidez en la silla y apoyé los brazos por encima de la mesa intentando tranquilizarme, para que él no notara lo nerviosa que me había puesto con la visita de ese hombre. Pasaron varios minutos en los que Jael seguía sin aparecer por el salón. ¿Se habia ido? Me pregunté a mí misma mientras me ponía de pie y salía sigilosamente. Crucé el pasillo que conducía a su habitación. Me dio curiosidad al ver la puerta entreabierta y la luz encendida. Con las manos temblorosas la empujé despacio y le vi de espaldas. Estaba sentado en el filo de la ventana con las piernas por fuera y sosteniendo un cigarro.
Me mordí el labio sin saber que hacer.

–¿Qué quieres? —preguntó de repente.

Abri la boca, sin embargo, no se me ocurría ninguna excusa para explicarle el porqué habia entrado sin permiso. Me miró por encima del hombro con el ceño fruncido.

–Nada, ya me voy —logré responder con torpeza.

Me di media vuelta para salir de ahí lo antes posible y así evitar otra discursión. No me dio tiempo de cruzar la puerta cuando sentí su mano alrededor de mi brazo, deteniéndome el paso.

–¿Dónde vas? —inquirió atrayéndome hasta que mi espalda tocó su pecho de nuevo.

–Yo... —me callé abruptamente cuando sus dedos apartaron con cuidado el pelo y sus cálidos labios rozaron la piel de mi cuello.

–Tú —susurró sin dejar de repartir besos hasta llegar al lóbulo de la oreja— ¿Qué? —añadió con la voz ronca.

Cerré los ojos y negué levemente con la cabeza sintiendo como mi corazón latía como un caballo desbocado. Queria mantener las distancias y evitar que mis hormonas tomaran el control. Anticipándose a mis movimientos de huida, me sujetó con más fuerza y me giró quedando cara a cara.

–Tu hermano...—comenzó a decir suavemente. Como si se hubiese acordado de algo, se quedó callado de sopetón dejando la frase incompleta.

–Mi hermano —le animé a que terminará la frase, camuflando todo rastro de ansiedad que me producía al no saber si sería bueno o malo lo que me tenía que explicar— ¿Te ha dicho algo de él, ese chico que ha venido?

Me maldije mentalmente por haberle confesado que le había estado espiando. Apretó la mandíbula de tal manera que podía escuchar como sus dientes chirriaban entre sí de la rabia.

–Si me explicaras las cosas no tendría... —objeté pausadamente  tratando que entendiera mis motivos.

–¡Cállate de una maldita vez! —me interrumpió bruscamente. Tiró la cabeza hacia atrás y resopló con fastidio,acto seguido buscó en el bolsillo de su pantalón y sacó su teléfono. Tras marcar unos números en su teclado, se llevó el auricular al oído y se encerró en su habitación, pegando un portazo que retumbó por todo el piso.

Me fui al salón de nuevo y me senté en un sofá esperando a que se le pasara el mal humor. Algo dentro de mí me decía que él sabía algo y no estaba dispuesta a irme hasta no averiguarlo. Permanecí durante una hora sin despegar los ojos del reloj que estaba situado encima de un mueble antiguo y bastante estropeado por la humedad.

–Te llevaré a casa —comentó Mark sobresaltandome al no haberle escuchado entrar.

–No me moveré hasta que no sepa dónde está mi hermano.

–Sé lo que pretendes y así no lo conseguirás. No seas tan terca y haz caso.

Su forma de hablar era intimidante, pero por alguna extraña razón me transmitía confianza. Si algo tenía claro era que Mark era la mano derecha de Jael, así que podía intentar sonsacarle algo durante el trayecto si le seguía la corriente. Asentí y al salir, bajamos las escaleras hasta la calle. Frente a nosotros había un coche de alta gama de color rojo con los cristales tintados aparcado enfrente del edificio. Se subió y siguiendo sus pasos hice lo mismo. Condujo por la carretera a una velocidad moderada y eso me daba más tiempo para reflexionar sobre cómo sacarle el tema.

–¿Te puedo hacer una pregunta? —le solté de golpe.

–Ya me extrañaba que hubieses aceptado tan fácilmente —respondió con desdén.

–Solo necesito saber si está bien —insistí a pesar de lo incómodo que le veía—  te prometo que no diré nada, por favor.

La esperanza de que dijera algo se desvaneció cuando vi la fachada de mi casa. Me bajé del coche y caminé hacia la entrada arrastrando los pies mientras un sentimiento de angustia se instalaba en mi pecho.

–Él estará bien si dejas de meter las narices —escuché la voz de Mark a través de la ventanilla mientras arrancaba el coche. Dicho eso, aceleró y desapareció por la oscura carretera.

Miré atentamente todas las ventanas para asegurarme que no había ninguna luz encendida antes de proceder a entrar. Lo que menos quería era encontrarme con Nana o mis padres y comenzaran con un discurso sobre mi comportamiento por llegar a altas horas de la madrugada y haber faltado de nuevo a la universidad.

Metí la llave despacio en la cerradura y la abrí lentamente. Al comprobar que no había nadie, caminé de puntillas hasta las escaleras y subí sigilosamente hasta llegar a mi habitación. Entré sin encender la luz y me tumbé boca arriba en la cama con los ojos cerrados. Me gustaba escuchar como el aire mecía las hojas de los árboles en las noches que me costaba conciliar el sueño y aunque me costó, lo conseguí.

–Levántate o llegarás tarde —me despertó Nana con su cálida mano acariciándome la mejilla. Abrí los ojos lentamente y vi como ella dejaba un sobre verde encima de la mesita.

–¿Quién ha dejado esa carta? —inquerí incorporandome con rapidez.

–No lo sé, estaba en el buzón esta mañana —levantó los hombros restándole importancia mientras se dirigía a la salida— ¿Sabes dónde está tu hermano?

Negué con la cabeza sin apartar la vista de ese sobre que llevaba mi nombre.

–Este chico me va a sacar canas verdes —refunfuño ella  marchándose— y tú date prisa.

Al cerrar la puerta y quedarme de nuevo sola, dudé en abrirla o tirarla directamte. Por una parte tenía curiosidad de saber lo que contenía, pero por otro me aterraba. Temblorosa la agarré y con las yemas de mis dedos saqué el papel que había dentro.

"Dicen que el color verde representa la esperanza ¿Aún la tienes?

Le di la vuelta y seguí leyendo.

"Cuando las luces que iluminan las calles brillen con intensidad, al lugar donde ayer estuviste tú sola acudiras, si rompes otra vez las reglas prepárate para el castigo que recibirás ¿Qué harás?"

Dedicado a;
AliciaPirezGranados
EvaRibaltaCaler
LauraRodri25
VeroOrtiz044
Llumetes
AnnabelGaleraGarcia
candyoftheunivers
MoniqueTejeroGil
PaulaIgnaacia
Marraquesh
MaySayoki
silviamillanes
VanderleyRojas
carmenripollprats
rociorp19
Orii4546
maia202
Andreaa490



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro