Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Diario Capítulo-32

De pie, sintiendo como el frío se colaba por debajo de la chaqueta y por los pantalones rotos estaba esperando a que todo eso fuera tan solo una pesadilla, pero no. Tras cerrar los ojos repetidas veces, seguía en el mismo lugar y con la misma sensación de vacío. Observé como el coche de Mark se alejaba a toda velocidad, antes de respirar profundamente y girar encima de mis talones.

–¡Mírame Ian! —le exigí sin poder dar crédito a esas acusaciones— ¿Es cierto? —cada segundo que pasaba sin recibir una respuesta sentía como si me estuviesen arrancando el corazón poco a poco, de forma lenta y tortuosa.

–No es lo que piensas, Samy —se pasó las manos por el pelo nervioso sin atreverse a levantar la mirada del suelo— sabes que nunca te pondría en riesgo ¿Verdad?

Le conocía perfectamente para saber que ¡mentía! Desde pequeño siempre se tocaba la oreja cuando se veía acorralado y justamente eso estaba haciendo. Dio dos pasos en mi dirección, pero me aparté de él antes que me tocara.

–No quiero que te acerques a mí —susurré con la voz entrecortada. Levanté la palma de la mano en su dirección  para hacerle entender que no me interesaba sus explicaciones, cuando abrió de nuevo la boca para hablar— esto no te lo voy a perdonar.

Sus ojos mostraban un dolor profundo ante mis palabras cargas de una rabia incontrolable y sinceramente me daba igual. Quería trasmitirle la tristeza y decepción que sentía por su culpa. Sabía que era la oveja descarriada de la familia, pero jamás me imaginé que llegaría a tanto.

–Será mejor que mañana lo habléis con calma —intervino Steve en un intento fallido de aliviar el ambiente tan tenso que se había formado— hoy ha sido un día muy duro para todos.

Me mordí el labio aguantando el llanto y negué con la cabeza, porque para mí esa discusión había quedado zanjada. Eso no era una pequeña riña familiar la cual el día siguiente todo habría pasado. Él había cruzado la línea y ya no había vuelta atrás.

Con las manos en los bolsillos y la moral por los suelos, me di media vuelta y empecé a caminar. Al principio escuché los gritos de Ian para que me detuviera, mas no tardó en callarse al comprender que no iba a ceder.

Esa noche quedó marcada por un antes y un después. Desde ese día pasaron dos semanas donde mi vida se había confinado en esas cuatro paredes que era mi habitación y sólo salía para ir a la universidad. Los primeros días no iba al patio para evitar acercamientos y al terminar me marchaba directa a casa. Lo bueno de tener un apellido influyente como el mío, era que nadie me llamó la atención por las faltas de asistencia. Mis padres estaban contentos al ver que mis notas habían mejorado mucho y la tranquilidad había llegado al no recibir ningún papel amenazante durante ese tiempo. Con respecto a Ian y Steve después de lo sucedido esa noche, mantuvieron las distancias sin quitarme la vista de encima cada vez que nos cruzabamos.

A principios de la que iba a ser mi tercera semana volví a la rutina de salir al patio a sentarme en el césped y disfrutar del sol mientras me leía uno de mis libros.

–Por fin te animas a salir —comentó Vega sentándose a mi lado— ¿Estás mejor?

Cerré el libro y me levanté de golpe. Era de esperarse que ella se hubiese enterado, pero no tenía ganas de mantener una conversación con nadie.

–¡Ey! No te pongas así —prosiguió levantándose y agarrándome del brazo— ya sé que ha sido muy jodido lo que te ha pasado, pero tienes que enfrentarte a las cosas. No seas cobarde.

Me solté de un tirón y me fui de allí sin ni siquiera mirarla. Sabía que tenía razón, pero todo me estaba yendo mucho mejor desde que no tenía ningún tipo de contacto con ellos y quería que siguiera así. Desde que se habían cruzado en mi camino no había tenido ni un minuto de paz y realmente lo necesitaba.

Aunque quise seguir con las clases como si nada, no pude. En mi mente resonaba en bucle la palabra "Cobarde" sin parar. De repente una sensación de angustia y desesperación me invadió hasta el punto de no aguantar más y tener que pedir permiso para irme, cosa que no sé negaron.
Tras dejar las cosas en la taquilla me fui dando un paseo hasta casa, pensando que no habría nadie, pero al subir las escaleras para ir a mi habitación escuché gritos procedentes de la oficina de mi madre. Sigilosamente me acerqué para saber porque discutían tan acaloradamente.

–¡Tenemos que sacarla del país ahora mismo! —exclamó mi madre alterada.

–¿Y qué le piensas decir? —le replicó mi padre con ironía— verás hija, te acusan de matar al hermano gemelo de tu mejor amigo y van a por ti, así que te tienes que marchar.

–Si tienes una idea mejor soy toda oídos. —contraatacó ella desesperada y enfadada— no voy a dejar que le pase nada, así que diré o haré lo que sea necesario —objetó sin dejar réplica alguna.

Las piezas comenzaban a encajar. Pero aún no entendía varias cosas, por ejemplo, ¿Por qué nunca supe de la existencia su hermano gemelo? y ¿Por qué me acusaban a mí? El sonido de los tacones repiqueteando, anunció que mi Madre estaba apunto de salir. Corriendo me encerré en mi habitación antes que me pillaran espiando. Miré por la ventana rezando que se fueran. Minutos después salieron cada uno en su coche.

Me armé de valor y me colé en el despacho para intentar averiguar algo más sobre ese asunto. Busqué por los cajones con miedo que se lo hubiesen llevado al no encontrarlo donde estaba la última vez. Seguí buscando el portátil hasta que lo encontré escondido debajo de unos papeles en un armario. No quería arriesgarme a que Nana me viera, así que me lo llevé y tras poner el cerrojo me senté en la cama y lo encendí.

Las manos me sudaban y el corazón me latía con rapidez cuando tuve de nuevo la carpeta encriptada de "Eros" delante. Pensé cuál podría ser la contraseña para poder acceder, ya que la última vez no fui capaz de descifrarla. Probé nombres, apellidos, sitios donde habían viajado, sin éxito. Seguí con las fechas de nacimiento de mi padre, de mi hermano y nada. La sorpresa fue, cuando se me ocurrió poner la mía y lo conseguí. Sabía que no me daría tiempo de mirarlo todo por lo tarde que era, así que preferí pasarlos a un usb y devolver el portátil a su lugar aprovechando que aún no había nadie.

Con una sonrisa de satisfacción por haber conseguido mi propósito, decidí buscar el número de Karen en la agenda para llamarla desde el fijo y compartir con ella lo cerca que estaba de saber la verdad. Con el pen en la mano esperé impaciente a que me respondiera. Cuando estuve apunto de colgar, me contestó. Por la voz áspera y entrecortada sabía que había estado llorando. Me sentí fatal por no haberla llamado en todo ese tiempo. Estuve tan centrada en mí misma que ni siquiera me preocupe de cómo estaba mi mejor amiga y eso era de alguien egoísta. Guardé el pen en el cajón y sin pensar me puse un vaquero, una camiseta de tirantes y una chaqueta.

Diez minutos después de haber llamado al taxi bajé. Me había vuelto una experta en salir a hurtadillas de casa, así que no me costó en absoluto irme sin que nadie se percatara de mi ausencia. El trayecto se me estaba haciendo eterno, ya que no dejaba de darle vueltas a lo que le había podido pasar. Muy grave tenía que ser para que ella estuviese así. Con ansias de llegar lo antes posible, le propuse al conductor pagarle el doble si iba más rápido y no dudó en apretar el acelerador.

Paró frente a su casa y le pagué más de lo acordado. Me bajé del coche con rapidez y corrí hasta su puerta. Toqué varias veces el timbre, hasta que me abrió. Me asusté al verla con los ojos hinchados, el pelo alborotado, la nariz roja y sin esa sonrisa con la que siempre me recibía.

–No quiero hablar del tema, por favor. —musito aguantándose las lágrimas.

Cuando conoces a una persona tan alegre y con tanta energía como ella, nunca te imaginas verla hundida. Se te olvida que también es un ser humano de carne que sufre y tiene problemas como todos los demás. En los años que hacía que nos conocíamos, jamás la había visto en esas condiciones y sabía que era mi turno de sacarla de ese agujero, del cual ella tantas veces me había sacado.

–Ya puedes ponerte guapa que nos vamos —anuncié con una sonrisa y guiñándole un ojo — y no acepto un no como respuesta.

La aparté y entré como Pedro por su casa sin esperar respuesta por su parte. No me apetecía salir la verdad, pero era lo menos que podía hacer para animarla un poco.

–Samy, de verdad.... —habló con la voz ronca, mientras me observaba cómo abría su armario y buscaba ropa para que se cambiara.

–Las penas se olvidan con un moreno y las heridas se curan con alcohol  —la interrumpí abruptamente con la frase que ella solía emplear cuando me veía mal— ¡mueve ese culo pelirroja y báñate ya!

Con una pequeña sonrisa asintió. Karen sabía que no iba a darme por vencida, así que no le quedó más remedio que ir a ducharse mientras le preparaba la ropa.

–Te agradezco que hayas venido —objetó saliendo del baño con una toalla enrollada en el cuerpo y otra en  la cabeza— pero si yo accedo a salir, tú te pondrás lo que yo te diga.

Se notaba que estaba intentando poner de su parte, aunque su mirada la delataba. Eso fue lo que me impulsó a afirmar con la cabeza, sabiendo que sus vestidos no eran de mi agrado por ser demasiado provocativos para mi gusto. Yo no tenía su cuerpo despampanante ni sus piernas kilométricas para lucirlo, pero con tal de verla contenta esa noche estaba dispuesta a hacer lo que fuera.

Ella se puso un vestido negro de tirantes, corto con rayas blancas, el pelo semirecogido con una pinza y unos tacones altos. Y yo, un vestido azul marino de palabra de honor un poco más largo que el de ella, el pelo planchado y con unos tacones más bajitos. Nos maquillamos un poco, con lápiz de ojos, rimel y labial rojo.

Al terminar, nos subimos a su coche y condujo hasta llegar a la discoteca de su tío. Como siempre las colas eran largas, pero gracias a que los porteros eran los mismos estreñidos de la última vez, nos dejaron pasar nada más vernos. La música estaba alta y había más gente que la última vez. Karen apoyó las manos en la barandilla pensativa. Supe que tenía que ser yo quien llevara la iniciativa, así que la agarré del brazo y la arrastré a la pista. Cuerpos sudados, empujones y gritos eufóricos. Eso era todo lo que tuvimos que soportar hasta llegar al otro extremo donde estaba la barra. El barman vino a saludarnos con una sonrisa como siempre y nos sirvió un par de cócteles. No tenía ni idea de lo que era, sin embargo, me encantó el sabor. Era dulce y a la vez fuerte. Bastaron unos chupitos y algunas de las copas que él nos iba sirviendo para que el alcohol comenzara a hacer efecto. Nos reíamos por cualquier tontería y bailamos sin parar entre la multitud. Nos lo estábamos pasando muy bien, hasta que de un momento a otro sentí que alguien me agarraba de la muñeca con brusquedad y me llevaba a tirones hacia fuera de la discoteca. Me parecía gracioso ver cómo todo se movía tan rápido a mi alrededor y no podía dejar de reír. Tardé unos minutos en darme cuenta de lo que estaba pasando, cuando le vi de pie con los brazos cruzados y mirándome con cara de pocos amigos.

–Este...alcohol...es...la hostia...ya tengo...alucinaciones —balbuceé, seguido de una carcajada.

Levanté la mirada limpiandome las lágrimas por el ataque de risa que acababa de tener al escuchar mi voz tan ridícula, pero él no había movido ni un músculo. A pasos torpes quise esquivarlo para volver con mi amiga y seguir la fiesta, sin embargo, no pude ni dar dos pasos cuando me levantó de las rodillas de sopetón, quedando mi cabeza boca abajo mirándole la espalda. Grité como una loca y no dejaba de patalear para que me bajara.

–Cállate de una puta vez —escupió Jael enfadado— si no quieres que te acaben matando.

Dedicado a;
AliciaPirezGranados
EvaRibaltaCaler
LauraRodri25
VeroOrtiz044
Llumetes
AnnabelGaleraGarcia
candyoftheunivers
MoniqueTejeroGil
PaulaIgnaacia
Marraquesh
MaySayoki
silviamillanes
VanderleyRojas
carmenripollprats
rociorp19

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro