Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo III. JT.

Sí pierdes, mueres. Sí pierdes mueres. Sí pierdes, MUERES.

Esas palabras no dejaban de resonar en mi cabeza. Sentí un pequeño mareo al oírlas tan seguidamente y noté como de nuevo un escalofrío recorrió mi cuerpo. El hombre seguía sonriendo, como si todo esto fuese normal. Deseaba tanto que fuese una broma, que ahora saliese de algún sitio alguien con una cámara y dijese algo como: Te hemos pillado, estás en un programa de cámara oculta.

Juro que me partiría de risa y saldría de ahí como una bala, pero al parecer, nada de eso iba a pasar. Esperaba en vano,  mientras observaba mi alrededor, como si me hubiese perdido en un mundo totalmente nuevo, desconocido y sobretodo peligroso. No pude evitar dejar salir un suspiro de mi boca. Tenía el juego en la mano derecha, no aguantaba mirarlo, me hacía daño mirar una caja con un estúpido disco dentro, lentamente bajé la mirada y sentí como los ojos empezaron a arder.

—Vamos, si no es nada. No creas que llorando vas a darme pena.— Rompió el silencio el hombre, sustituyendo la sonrisa de su rostro, por una .

—¡¿No es nada?! Usted está loco. ¡¿Qué demonios saca con esto?!— Levanté la voz. Quise contenerme, pero sus palabras me lo impidieron.

—No eres la única a la que le pasa esto, hay más. ¿Qué saco? Un buen tiempo de diversión. Fue difícil desarrollar esto, y ahora, sería una pena no sacarle provecho. Aparte de que este juego no es nada popular entre la gente de vuestra edad, apenas se compra, apenas se juega. ¿Y ahora? Será jugado por trece personas de cada provincia y no sólo de aquí, sino del mundo entero. Seréis divididos por países y mezclados con jugadores normales.— comenzó a explicar con seriedad, mientras rodeó las mesas e hizo unos pasos hacia mi.

—¿Más? ¿Y nuestras vidas?— Al ver que no iba a darme una respuesta a mis preguntas, seguí hablando yo, aunque esta vez con la voz más potente que antes. —¡¿Lo haces TODO por dinero?! ¡¿Por querer ver tú nombre en algún sitio?! ¡Si no lo juegan es porque es malo! ¡Nosotros somos personas!  No te das cuenta a cuantas personas pones en peligro, a cuantas personas le vas a quitar la vida. — Dejé que la rabia y parte de la furia que sentía por lo que decía se apoderase de mi. Sus ojos oscuros, pero fríos me analizaron con cierta diversión. La expresión de su rostro no mostraba ninguna emoción, simplemente me observaba. Volvió a dar unos pasos hacia mi, pasos firmes, pasos que cortaron la distancia que nos separaba. De manera automática quise retroceder, pero el empezó a juguetear con el mando, dándome así una indirecta. Negué con la cabeza y llevé una de mis manos a la parte de mi corazón con miedo de que sintiese de nuevo el dolor.

Calmate, contente, no merece la pena arriesgar así la vida.

Me quedé inmóvil en el mismo sitio, soportando que cada vez estaba algo más cerca de mi. Me incomodaba demasiado su cercanía, era desagradable y todo era demasiado forzado. Por una parte tenía la necesidad de cerrar los ojos, pero por otra quería saber que pasaría ahora.

—Usa esa rabia que sientes para acabar el juego. Puedes pensar lo que quieras, yo lo hago por diversión, pero admito que si lo miro por la parte financiera... Saldrá una gran suma porque lo juguéis, por desgracia habrá que dividirla entre los creadores del juego. Lo que quiero decir, es que ese dinero tampoco merece ser ignorada, pero yo mayormente, quiero divertirme un poco como observador.— Sonrió y no le resultó problemático buscar mi mirada, mis ojos se cristalizaron, pero aún así no soltaron ni una sola lágrima.

—Eres un cabrón sin sentimientos.— Solté de la nada, dejándole sorprendido. En sus ojos aparecieron pequeňas chispas, aunque le hubiese insultado, no dijo nada, solamente se quedó mirándome, hundiéndose en mis ojos, hasta que se vió obligado a apartarse de mi. 

—Y tú la jugadora número uno. Ah, y antes de irte, te aconsejo que te compres un micrófono con auriculares para que podamos estar en contacto. Tengo que vigilarte de cerca.— Dijo mientras me dió lentamente la espalda y se volvió a poner detrás de las mesas. Se sentó de nuevo en la silla y puso sus piernas sobre una de las mesas sin importarle que había tirado algunos de los juegos al suelo. 

—Nadie le afirmó que yo jugaría el juego. ¡No pienso ser tú marioneta!— Sentí como otra vez la rabia se apoderaba de mi, como se extendía en mi interior, como costaba controlarla. Tenía un montón de ganas de tirar ese juego por los suelos, con tan solo ver algo de molestía o incluso dolor en su rostro... Pero no me atrevía, no tenía en mi el valor suficiente como para lograr hacer algo así. 

—Ah, ¿Entonces quieres que te mate aquí y ahora? A mi no me hace ningún problema. Soy bastante importante en el mundo de ahí afuera.— Hizo un gesto hacia la puerta por la que entramos. —Así que si encontrasen tu cuerpo, contrataría a los mejores abogados y también a gente que haría que tu cuerpo fuese irreconocible, sólo para asegurarme.— Añadió al ver que me había quedado sin palabras y con los ojos completamente abiertos. No podía estar hablando en serio, en el mundo hay muchos locos, muchos enfermos, pero este se esta pasando de la raya, sin duda necesitaba un médico. Se merecía ser encerrado en un reformatorio o en el mismo manicomio. 

—Que muda te has quedado de repente, no?— Sonrió satisfecho mientras pasó la lengua por sus labios, como si estuviese saboreando el sabor de la victoría. Mi estómago se revolvió en ese momento, sintiéndo un enorme asco y desprecio hacia esa persona, hacia ese desconocido que me controlaba como a una marioneta. 

—No quiero formar parte de esto...— Susurré sintiéndo como mi voz se volvió débil, como me costaba hablar y pensar en sí. Todo se había vuelto tan difícil de repente. 

—¿Prefieres morir?— Preguntó el desconocido con cierta decepción en la voz. Al parecer no esperaba que me rindiese de ese modo. Estaba claro que no quería morir y mucho menos por un estúpido microchip. Negué con la cabeza, viendo como en el rostro del hombre, volvía a aparecer una sonrisa. 

—Preferiría vivir y no jugar a esta...— Me contuve, al ver que se había vuelto a poner de pie. No dió ningún paso, se quedó inmóvil en el sitio mientras fijaba su mirada en mi, como si estuviese esperando a que dijese algo más, pero yo... Yo lo único que sentía era un nudo en la garganta y como mi mente se había vuelto a bloquear de repente. 

—Querida, no quiero meterte prisa, pero te doy diez segundos para que decidas si morir ahora o luchar por tu vida como la mayoría.— Habló el al final, mientras con su pulgar recorría los botones del mando. Estaba pasando por uno de esos momentos en los que tenías un reloj imaginario en tu mente y oías como los segundos tomaban cuenta regresiva. El desconocido sin previo aviso apretó débilmente uno de los botones, pero por muy poca fuerza que usase para ello, el efecto de esta era cien veces mayor. 

—¡Esta bien!— Respondí con un grito antes de que el límite que me puso llegase a su fin. En su rostro apareció de nuevo una sonrisa victoriosa y sus ojos se llenaron de llamas de satisfacción. 

—No iba apretarlo de todas formas, iría contra las normas que dictamos.— Me contó en voz alta, disfrutando de la expresión que había dejado en mi rostro tras esas palabras. —Y no te olvides de comprar el micrófono con auriculares.— Añadió acompañando esa frase con un gesto en dirección hacia la puerta, concediéndome con ello la libertad de salir. 

—¿Y sí no tengo el dinero suficiente?— Crucé los brazos con el juego y le observé con cierta arroagncia. Sí era cierto lo de las normas, podía decirle cualquier cosa y el no podría hacer nada, porque sus aliados le castigarían por no cumplir lo que acordaron. 

—Sabes de sobra que tienes el dinero necesario y más. Junto a las puertas tenemos unos pequeños detectores que son capaz de ver y contar la suma de dinero de las personas... Y si no se equivocan, tu tienes bastante.— Explicó con diversión el hombre, mientras con una de sus manos se apartó el pelo que le empezó a caer en la frente. No me podía creer lo que había oído, no me podía creer que tenían máquinas hasta para esto, que eran capaces de revisar tanto a los clientes que tenían. —¿Antes de irte, podrías decirme le nombre de usuario que tienes pensado usar?— Preguntó con curiosidad en la voz. 

—Cuando lo veas, lo sabrás.— Gruñí molesta e hice unos pasos hacia la puerta, la cual se abrió por sí misma al estar solamente unos centímetros de ella. —¿Cuál es el tuyo?— Pregunté antes de salir de ese lugar y de reojo le miré mientras esperaba una reacción suya. Ví que había fruncido el ceňo y por unos segundos sequedó pensando en sí responder o no. 

—Puedes llamarme JT.— Respondió al ver que mi paciencia con él se había terminado y que me disponía a salir de ahí. En ese momento jugó sucio, estaba casi segura de que el sabía mi nombre y mis apellidos. Yo le preguné por el suyo con una sola intención. Encontrar algo de información de él en Internet, pero por desgracia mi idea no salió como esperaba. Esas dos letras podían significar cualquier cosa. Podían ser sus iniciales, pero también podía ser sólo un apodo. No quería sentir más su presencia, de tan solo pensar que ambos respirabamos el mismo aire me ponía enferma. Sin volver a mirar atrás, salí de ahí dirigiéndome con el juego en la mano a la parte de la tienda donde estaban las demás personas.

Velozmente pasé la mirada por los demás clientes, con la esperanza de encontrar a alguien más que se encontrase en la misma situación que yo. Necesitaba compaňía y si encontraba a las demás personas con el mismo microchip que tenía yo, podríamos pensar en algo como detener a los creadores como JT, bastaría tan solo con quitarle el mando y salvaríamos así a las trece personas de esta provincia. Por desgracia, esa busqueda que había inicado fue toda en vano. Nadie parecía preocuparse por un microchip y mucho menos por su vida. 

Era todo una locura... Trece personas por provincia, la curiosidad de cual sería el número exacto se apoderó de mi, pero mi mente empezó a protestar, quedándose pensando en todas las palabras que JT había dicho, como si buscase una especie de código secreto para salir de esta.

Ojalá fuese un sueño.

Deseé con todo mi corazón, quería abrir los ojos y salir de esta pesadilla. A lo lejos vi a la mujer que estaba detrás de mi en la cola. En su rostro tenía una radiante sonrisa. Nada más verla sentí como la envidía se abría paso en mi interior, no le deseaba ningún mal a ella, pero también quería estar tan feliz, tan sonriente, disfrutando de tener el World Of Darkness: When Light Desappear, pero no... En vez de eso tenía en mis manos esta mier...

—Señorita, tenemos lo que ha pedido en la caja número tres su pedido. Acompañeme por favor.— Pidió de la nada un chico de pelo rubio. Sin decir nada más, me cogió del antebrazo y con gran parte de su fuerza empezó a tirar de mi hasta llevarme delante de dicha caja. 

Sobre ella se encontraba un micrófono con auriculares, un enorme manual de instrucciones y el juego que mencionó JT, mi último World Of... En edición de oro. Parpadeé sorprendida y algo confundida. 

¿A qué está jugando?

Me pregunté a mi misma mientras la cajera, comenzó a poner las cosas en una bolsa con el logo de la tienda. Nada más apretar una tecla, salió el precio final delante de mis ojos, sin decir nada saqué de mi bolsillo derecho algunos billetes arrugados y los dejé sobre la mesa. 

—Disculpe, ese juego también se paga.— Me advirtió la pelirroja, fijándose en que en una la mano tenía aún el juego que me dió JT. Sentí como mis mejillas comenzaron a arder y a cobrar color. 

¿Por esta basura quiere que les de dinero? 

Levanté una de mis cejas, logrando con ello que la dependienta hiciese lo mismo, quedándose extrañada por reacción. Al ver como me fulminaba con la mirada, noté como la vergüenza en mi crecía. 

—Lo siento.— Musité y bajé la mirada avergonzada. La chica dejó escapar un suspiro y de nuevo me pidió el dinero necesario para pagar el juego. Nada más dárselo salí de esa tienda que en pocos minutos le dió un giro a mi vida. La única necesidad que tenía, era encontrar a los demás jugadores obligados a tener que empezar una partida en el juego. Guardaba en mi la esperanza, de que juntos podríamos plantarle cara a los creadores y acabar con los microchips sin necesidad alguna de acabar el maldito juego. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro