Secretos
Puede que Chess quiere jugar con la vida a Fritz Harrington, pero no olvidemos que también quiere jugar con Antonio Guzmán, ese joven alto, delgado, de piel blanca, de ojos azules y cabello castaño oscuro. Se podría decir que nació en cuna de oro y en pañales de seda pues su familia era y es asquerosamente rica gracias a su empresa de fabricación y distribución de bebidas alcohólicas y energéticas.
Antonio siempre tuvo lo que quiso y nunca se le negó nada. El problema de tener esa vida es que no aprendió a hacer nada y se convirtió en un inútil que no tiene interés de hacer algo que no sea parrandear, conducir a toda velocidad por las calles, viajar y enredarse con cualquier muchacho que esté dispuesto a hacerlo, aunque bueno es ha sido su pequeño secreto.
En una familia como la de los Guzmán, no se espera que un chico guste de otro chico y claro que Antonio siempre lo supo, por eso siempre ocultó lo mejor que pudo sus aventuras con otros hombres para no ser una decepción, más de lo que ya es.
Su padre, Francisco Guzmán, el dueño y director de Grupo Guzmán, no toleraría que su hijo viviera así ni un día más. Francisco movió su chequera para que una de las mejores universidades del país le abriera las puertas a su hijo. Antonio no tuvo más remedio que estudiar administración de empresas, pero como se suele decir, las viejas costumbres nunca mueren.
Antonio se opuso a seguir el camino que su padre le dictaba y siguió haciendo lo que sabía hacer mejor. Más alcohol, más drogas y más sexo. Pero una noche todo cambió por un suceso donde la oscuridad emergió de la pérdida.
En una de sus tantas parrandas, Antonio se embriagó y consumió alguna que otra pastilla, como siempre, pero aquella noche de verano fue diferente, tal vez bebió más de lo acostumbrado o quizás aquellas pastillas eran más potentes, pero sea lo que haya sido, el entonces universitario, perdió toda sensatez.
En ese estado, Antonio pensaba que todo era sencillo, que todo estaba bien, que era el rey del mundo. Salió de la discoteca, subió a su auto y pisó el acelerador. Las luces de la ciudad pasaban ante sus ojos en un desfile de colores y sensaciones que lo hacían olvidar que era un Guzmán. Era inevitable que algo malo sucediera.
Antonio chocó contra otro vehículo sin siquiera darse cuenta porque el joven perdió el conocimiento. Entre la sangre y los vidrios, la oscuridad contempla la escena de cerca para escuchar las lágrimas de un corazón herido.
—¡Grace, Grace, por favor, despierta! —suplicó la chica cubierta de sangre que ocupaba el asiento del copiloto del auto que Antonio destrozó—. ¡Grace!
Pero Grace no despertaba, de hecho, no despertaría nunca más, el golpe fue mortal para ella. La chica que suplicaba, que imploraba que Grace recuperara la consciencia finalmente entendió que era inútil. Salió del auto con su bolso ensangrentado en mano para llamar con las pocas fuerzas que tenía a emergencias.
Rondó por la escena y vio el otro auto de aspecto lujoso y conoció al conductor que le quitó la vida a su hermana. La oscuridad sonrió complacida al ver un corazón roto que sanaría con rencor para llevarlo a las puertas de la tierra de la locura y corromperlo.
—Novecientos once, ¿cuál es su emergencia? —contestan desde el otro lado de la línea.
—Hubo un choque en la calle Flores García y la avenida principal y... mi hermana está muerta —sollozó la chica.
—¿Usted está bien, señorita?
—No.
—No se preocupe, una unidad estará ahí de inmediato, ¿cuál es su nombre?
La oscuridad se acercó a la chica y le susurró al oído prometiéndole venganza con una voz sedante que llevó a la chica a desmayarse sobre el asfalto.
—¿Señorita?, ¿señorita?, ¡¿señorita?!
Unidades de policía y de servicios médicos arribaron algunos minutos después a la escena del fatal accidente y procedieron a cumplir con su deber.
Claro que cuando Antonio Guzmán despertó al día siguiente, su padre, quien estaba sentado su lado, le puso una buena bronca.
—Por fin despiertas —espetó Francisco Guzmán con notoria irritación.
—¿Qué pasó? —preguntó Antonio confundido.
—¡Todavía tienes el descaro de preguntar eso, maldita sea! —estalló el mayor—. ¡¿Y tú qué carajos crees que pasó?!
Antonio tenía heridas desde el abdomen hasta la cabeza, un moretón en el ojo izquierdo y un collarín alrededor de su cuello, no podía escapar de la ira de su padre, lo único que pudo hacer era bajar la mirada para evadir su mirada.
—¡De ahora a adelante le dirás adiós a tus chingadas fiestas y adicciones y tomaré control total sobre tu vida!
—Lo siento.
—¡Y deberías estarlo, ¿sabes a cuánta gente estoy sobornando para que esto no salga a la luz?! —exclamó el señor Guzmán—. No, por supuesto que no lo sabes, ¡tú nunca sabes nada porque eres un inconsciente que no sabe hacer nada más que complicarme la vida!
Nuevamente el dinero de Francisco Guzmán le salvaría el pellejo a su hijo. Francisco sobornó a una universidad para que aceptaran a su hijo y para que no lo reprobaran ni lo echaran y ahora sobornaría a oficiales y a medios para que callaran. Así, la familia Guzmán mantendría su más oscuro secreto oculto de los ojos de la sociedad.
Desde aquel suceso, Antonio tuvo que renunciar a las fiestas, al alcohol y a las drogas, todo por órdenes de su padre. Tuvo que ir a rehabilitación, terminar la carrera que tanto odiaba y hasta tendría que trabajar en el puesto de director de ventas de Grupo Guzmán. Su vida había cambiado complemente porque su padre sí se tomó en serio su misión de controlar la vida de su hijo. No obstante, hubo algo a lo que Antonio no renunció, algo que su padre desconocía y por ende no podía controlar, Antonio no renunció al sexo gay que seguía siendo un secreto.
Así, el joven Guzmán tiene que vivir complaciendo a su padre, haciendo lo mínimo en su trabajo y abstenerse de vivir la vida loca. Pero, piensa que si aún tiene la compañía de otro hombres, todo estará bien.
Lo que él no sabe es que hay cosas que sobrepasan de su control y el del dinero de su padre, pues en la oscuridad, hay alguien siguiéndolo, acechando en las sombras, planeando su muerte y ese alguien es Chess. Chess desea, más que nada en la vida, ver a Antonio Guzmán y hará lo que sea necesario para cumplir con su plan, incluso usar a Fritz Harrington como un peón en su juego macabro.
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