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Choque (Extra)

Cinco años antes...

El espejo de cuerpo completo muestra a una sonriente Rita de diecinueve años, luciendo su cabello largo y suelto y un brillante vestido negro y unas botas de tacón. Se está preparando para ir a una fiesta universitaria y aunque ya ha asistido a algunas fiestas, se siente particularmente nerviosa por la fiesta que se avecina. Todo apunta a que el chico que le gusta, Santiago, irá a la fiesta. Santiago estudia medicina en la misma universidad a la que asiste Rita, Universidad de Miloville. Santiago es un chico que de por sí tiene buen aspecto y encima le gusta cuidar cada aspecto de sí, por eso tiene un cuerpo atlético que lo ser más atractivo. 

Rita conoció a Santiago a través de su amiga, Jocelyn, quien los presentó en su fiesta de cumpleaños hacia un año. Rita fue incapaz de caer en el encanto natural de Santiago y se ha prometido así misma que le confesaría sus sentimientos en la fiesta. Ya se ve teniendo una larga y bonita relación con el amigo de su amiga. Pero el sonido de una notificación de su computadora la saca de su cursi fantasía.

La chica revisa la notificación y es la respuesta de "Nath_H2004" o como se llama en realidad, Nathaniel Harrington, su amigo de internet. Rita es una aficionada a las novelas de misterio y suspenso y al no encontrar en su círculo cercano a alguien que comparta su gusto en libros, decidió buscar a ese alguien en internet. Fue así que encontró a un usuario que compartía sus citas, opiniones y recomendaciones de novelas del genero que tanto le gusta a la chica. Ella le respondió sus publicaciones y a partir de ahí se forjó una amistad. Las publicaciones de Nathaniel parecen ser tan críticas y objetivas que Rita se llevó una gran sorpresa al enterarse de que su amigo de internet es seis años menor que ella.

Rita responde de inmediato con una sonrisa en el rostro el mensaje de Nath, quien le desea mucha suerte en la fiesta.

Con la vista en la pantalla de su computadora, la joven se percata de la hora que es y procede a apagar la computadora y a tomar su cosas. Es entonces que Grace, la hermana de Rita, se recarga en la puerta abierta de la habitación de su hermana.

—¿Ya estás lista? —pregunta Grace, sorprendiendo a la menor.

—Sí, sí, sí, vamos.

Grace es cinco años más grande que Rita, pero eso no impide que no se lleven bien. De hecho, Rita considera a su hermana mayor como su mejor amiga, pues a ella le puede confiar todo. Grace es de piel morena y ojos marrones, su cabello es una melena de rizos oscuros que se mueven al compás de sus pasos.

—Pasaré por ti a la una y si pasa algo, llámame, ¿de acuerdo? —dice Grace al llegar a la dirección que su hermana le dio.

—¿No puede pasar por mí a las dos?

—A la una y es mi última oferta.

Rita sonríe y sale del auto. Se queda parada al ver la mansión donde se está desarrollando la fiesta. El anfitrión de la fiesta, según lo que sabe Rita, es un chico que estudia en la facultad de economía que conoce a Jocelyn, quien, como buena amiga que es, invitó a Rita y a Santiago. Quién fuera que fuera el anfitrión, si que sabe cómo dar una fiesta. En unos de los arbusto de la entrada hay un chico vomitando, la música es ensordecedora, un grupo está presenciando una pelea entre dos tipo a pulso, sobre un sofá una pareja se besa sin pena y un chico cargado por sus amigos bebe un barril de cerveza .

—¡Rita! —llama Jocelyn.

Jocelyn es una chica con descendencia hindú, es sociable pero inteligente, lleva lentes redondos y su cabello oscuro y ondulado está suelto. Lleva un vestido corto rojo que remarca toda su figura femenina.

—¡Hola! —saluda Rita.

—¡¿Quieres un trago?! 

—¡Claro, amiga!

Jocelyn lleva a su amiga a través del gentío hasta la cocina, donde el ambiente es más tranquilo y las chicas pueden hablar sin tener que gritarse entre ellas.

—Entonces, ¿hoy es la noche? —inquiere Jocelyn sirviéndole a su amiga algo de ponche.

—Claro, hoy será la noche en la que le diga a Santiago lo que siento —confirma Rita tomando el vaso que su amiga le tiende—. Por cierto, ¿dónde está?

—Aún no llega, pero descuida, nada impedirá que esta noche sea perfecta —sonríe la chica con gafas levantando su vaso—. Un brindis por el inicio de una historia de amor entre mis dos amigos.

La chicas chocan sus vasos de plástico rojo y ríen. Desafortunadamente, los buenos deseos de Jocelyn no serán suficientes para que su amiga tenga una noche perfecta, aunque sí será inolvidable. La gran desgracia comienza cuando Santiago llega a la fiesta y Jocelyn propone que los tres vayan a bailar. En mitad de una canción, "casualmente" Jocelyn se excusa porque tiene que ir al baño, dejando a sus dos amigos "solos".

—¡Santiago! —llama Rita.

—¡¿Sí! 

—¡Hay algo que quiero decirte!

—¡Escúpelo, entonces! 

—¡Me gustas!

—¡¿Qué?! —pregunta el estudiante de medicina.

—¡ME GUSTAS! —exclama la chica hasta donde su voz y sus pulmones se lo permiten.

Rita no se percata de que su confesión fue demasiado alta hasta que la música se detiene y todos paran de bailar y comienzan a mirarla y a Santiago también. La chica ríe tímida al darse cuenta de que todos los presentes la escucharon.

—Escucha, Rita —habla Santiago, incómodo—, me siento halagado y todo eso, pero... no eres exactamente mi tipo, ¿sabes?

La gente que mira empieza a murmurar.

—Oh. Entiendo.

Rita le dedica una última sonrisa sin alegría a Santiago y sale de la mansión siendo seguida por Jocelyn.

—¡Rita, Rita, Rita!

—Estoy bien —miente la chica morena claramente desanimada.

Jocelyn logra alcanzar a su amiga.

—Lo siento mucho, en serio.

—¿Por qué? —espeta Rita—, no es tu culpa. Ahora, si me disculpas, voy a decirle a mi hermana me venga por mí.

Rita llama a su hermana y la espera afuera de la mansión. Jocelyn se queda junto a su amiga en silencio, pues ninguna de las dos se atreve a decir palabra alguna. Cuando Rita divisa el auto clásico rojo de su hermana, se despide de Jocelyn y entra al auto.

Grace ve a su hermana desanimada mirando por la ventanilla. Normalmente su hermana estaría contando con lujo de detalles lo sucedido en la fiesta. No hace falta ser una genio para saber que algo no salió bien.

—¿No estás lista para contarme lo que sucedió? —pregunta la hermana mayor girando en la calle Flores García.

Rita niega con la cabeza sin despegar su vista de la ventanilla. La pobre chica no sabe que su noche se pondría peor, mucho peor. La oscuridad estaba presente y sería testigo de lo que sucedería a continuación.

Grace le dedica una mirada a su hermana por un par de instantes en lo cuales un auto fuera de control se dirige hacía ellas desde la avenida principal. Grace intenta esquivar al auto, pero fue inútil y sucede un choque entre ambos autos.

Rita queda aturdida por un rato, perdiendo toda noción de la realidad por un segundo. Cuando logra regresar a sí, ve que el auto está quieto con pequeños fragmentos de los vidrios rotos por todos lados. Repara en que está herida y cubierta de sangre. Voltea a ver a su hermana notando que tiene la frente apoyada en el volante y que su cabeza sangra.

—¡Grace, Grace, por favor, despierta! —suplica la chica cubierta de sangre que ocupa el asiento del copiloto del auto clásico rojo—. ¡Grace!

Pero Grace no despierta, de hecho, no despertaría nunca más, el golpe fue mortal para ella. La chica que suplica, que implora que Grace recupere la consciencia, finalmente entendió que era inútil. Sale del auto con su bolso ensangrentado en mano para llamar con las pocas fuerzas que tenía a emergencias.

Rita ronda por la escena y ve el auto responsable del choque, resaltando su aspecto lujoso. Con los vidrios rotos, puede ver al conductor inconsciente que le quitó la vida a su hermana. Ahí, en medio de los vidrios rotos y la sangre, la joven reconoce al conductor del auto lujoso, lo había visto en noticias, en internet y en televisión, es Antonio Guzmán, el hijo más joven del dueño de una fabricadora y distribuidora de bebidas alcohólicas, Grupo Guzmán. 

La oscuridad, que presenció el choque, sonríe complacida al ver un corazón roto.

Novecientos once, ¿cuál es su emergencia? —contestan desde el otro lado de la línea.

—Hubo un choque en la calle Flores García y la avenida principal y... mi hermana está muerta —solloza la chica.

¿Usted está bien, señorita?

—No.

No se preocupe, una unidad estará ahí de inmediato, ¿cuál es su nombre?

La oscuridad se acerca a la chica y le susurra al oído prometiéndole venganza con una voz sedante que lleva a Rita a desmayarse sobre el asfalto.

¿Señorita?, ¿señorita?, ¡¿señorita?! —exclama el operador de emergencias.

Las noches nunca son de absoluta oscuridad, pues en el cielo cientos de estrellas la iluminan desde la distancia con su plateado fulgor ante la ausencia de la luna, que cuando aparece se convierte en la luz principal que necesitan las noches para no ser completamente negras.

Las calles tampoco están completamente hundidas en la oscuridad. Cuando el sol no está ahí para cubrirlas con su luz, la luz del alumbrado pública es lo suficientemente clara como para ver el camino.

La oscuridad, sin embargo, sí que acaba de cubrir por completo un corazón roto por el dolor y la pérdida. Un corazón roto puede sanar eventualmente y la oscuridad lo sabe y con mucho gusto ayudará a ese corazón. Ayudará a ese corazón guardando rencor poco a poco orillándolo a las puertas a la tierra de la locura hasta corromperlo por completo. La oscuridad se deleitará con el caos que sucederá por reparar aquel corazón roto.

Aquel choque será el inicio de un juego... un juego macabro.

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