muévete, luz verde ♡ capítulo cinco.
advertencia;
muerte, sangre/gore
─── si te mueves, te matan. ¿eso te excita también?
pero no pudo responderle, pues presa del pánico, el miedo, la desesperación, no era capaz de moverse ni un centímetro. tenía los ojos abiertos como platos y lamentablemente no tenía la fuerza para moverse. había un cronómetro de un par de minutos sobre el árbol, eso significaba que debía moverse rápido... pero no podía. simple y llanamente, su cuerpo petrificado permanecía en la zona de inicio, mientras el resto de las personas comenzaba a reaccionar y gritaban, se movían hacia las puertas cerradas y las golpeaban de manera repetida, tan inhumana que parecían posesos sin vida.
pronto, efectivamente quedaron sin vida: algo detectaba el movimiento de las personas, porque de repente los disparos fueron protagonistas del asunto y, uno por uno, los participantes cayeron como moscas sobre el suelo polvoroso de la cancha. la sangre salpicaba por todos sitios, pesada y brillante en un color oscuro que parecía simple jugo de algún fruto rojo. jimin temblaba y estaba a punto de mearse encima, no cabía duda. se le había bajado la erección, si el miembro se le había recogido en sí mismo no lo dudaría. tenía el corazón en la boca y todo le temblaba, el hormigueo y silbido en su cabeza parecían volverse cada vez más presentes. todo le daba vueltas, y de milagro no se cayó o algo similar. estaba realmente vuelto una estatua de la más firme piedra.
a su lado, trece sonreía socarrón.─── esto es pan comido.
no le respondió de nuevo, porque se daba cuenta del silencio que repentinamente les rodeaba. más de la mitad de los participantes perecían, inmóviles, y los disparos habían cesado el momento en el que el resto no movía ni un dedo. la muñeca se dio media vuelta de nuevo, y cantó nuevamente la melodía aniñada que caracterizaba al juego. trece sorbió su nariz y avanzó junto a unos pocos participantes, que permanecían en silencio por el temor de ser presas de alguna bala descontrolada. jimin tragó saliva justo en el instante en que la muñeca se daba vuelta de nuevo, el mismo que los demás usaban para quedar en el mismo estado que el ex universitario. sentía que la vista se le nublaba por el terror, y observando de reojo, se dio cuenta de que más personas permanecían en la zona de inicio, atrapadas por el agobio de una muerte inminente.
ni se dio cuenta del momento en el que trece le tomó de la mano e hizo que avanzara rápido a través del campo, cruzando la zona de inicio y haciendo que trastabillara por unos segundos en sus propios pasos. casi se cayó, pero logró recobrar el equilibrio tan rápido como trece lo tiró hacia sí mismo. aún le sostenía la mano, eso le hizo doler el pecho de una forma insoportable y particular, lo ahogaba ligeramente, haciéndole respirar mal y pesadamente. no podía concentrarse muy bien en su entorno, y la duda de si todo aquello era real o no lo tenía con los pies al borde del acantilado.
le dispararon a alguien apenas se detuvieron. y la melodía nuevamente salió a relucir (la rosa de sarón está floreciendo), con ese tono de voz tan infantil, tan inocente y tierno. esta vez avanzó por cuenta propia y sin querer golpeó con su pie al brazo de un cadáver. el zapato blanco pisó un charco creciente de sangre fresca, dejando la suela empapada de rojo oscuro. prefirió no mirar abajo para comprobarlo, porque de lo contrario se pondría a vomitar de la impresión y no quería tener incansables arcadas en medio de un juego que dependía de su silencio y quietud.
el hombre de cuarenta años que había cometido fraude con dinero los alcanzó y se mantuvo quieto tras los dos, trece arrastró a jimin de nuevo justo antes de que la muñeca gigante se diera vuelta. todo era confuso para el más bajo, quien ahora liberaba un par de lágrimas mientras avanzaba cada vez que la muñeca cantaba, más rápido, más lento. trece era rápido y ágil, y el cuarentón se agachaba tras los dos jóvenes para poder temblar todo lo que quisiera sin que el detector de movimiento lo pillara.
eso hizo que el desertor norcoreano se quejara de manera audible apenas la muñeca cantó, esta vez muy lentamente:─── oye, deja de aprovecharte.
─── cállate, comunista.
─── oh ho, pensé que tú lo eras. ─── se burló con su característico acento mientras avanzaba un poco más, ahora cerca de la línea de llegada y con unos pares de segundos a su favor. una melodía más y podría llegar al final.─── con permiso, señor.
la muñeca observaba el ambiente, disparó a otras dos personas y un grito ahogado se escuchó acompañado de los balazos certeros. jimin tenía el pecho apretado y sudaba frío al avanzar con los ojos llenos de lágrimas silenciosas, que escurrían por su rostro pueril, sonrosado, brillante en terror. todo aquello estaba mareándolo, ni siquiera podía pensar en su madre de manera propia. sólo su rostro, seguido de una desesperación por la soledad a pesar de que estaba acompañado por una persona. no era la mejor compañía, pero era mejor tener a un desertor a no tener ni siquiera una migaja de pan.
sintió que caía en el suelo polvoroso de la cancha cuando la muñeca cantó por última vez la molesta canción que, desde aquel momento, lo perseguiría en pesadillas hasta el final de sus días.
✦
los dejaron ducharse tres minutos: ni más ni menos. el cabello de jimin quedó aplastado contra su nuca gracias al agua helada, lo cual lo hizo sentir un tanto ridículo incluso dadas las crueles circunstancias. lo bueno fue que no le tocó al mismo tiempo que trece, por lo que fue capaz de asearse con más tranquilidad, apresurado por el reloj digital que había en la pared de cerámica turquesa. salió de las duchas y se vistió lo más rápido posible, con el cuerpo aún húmedo gracias a que las toallas eran dadas y quitadas con suma rapidez. y trastabilló por su distracción cuando caminaban en fila hacia la habitación de partida.
se sentó en una de las camas, la que calculaba era suya. no tenía ninguna expresión en el rostro, como de costumbre, pero ahora sus ojos opacos ni siquiera se atrevían a vagar y juzgar el espacio que lo rodeaba. nada ni nadie se le hacía tan interesante como para salir de su propia cabeza, que trabajaba rápido y lento al mismo tiempo: aceleradamente revivía las muertes de personas que ni siquiera conocía, pero... era inevitable recordar la sangre que ahora manchaba sus zapatos, el pantalón verdoso, el costado de su mano derecha. sangre real. sangre que había llegado a él aún tibia y suave al tacto, ahora endurecida y oscura con un olor desagradable. pero al mismo tiempo, la lentitud que lo hacía ofuscarse era la culpable de hacerlo procesar todo tan pausadamente. eran personas muertas, sí, pero... ¿muertas? muertas estaban. sí, no podía ser otra cosa, porque... no estaban actuando para hacerle una broma, ¿no? un susto divertido, sin problemas. pues no, era real, tan real que le costaba aceptarlo.
alguien se sentó a su lado, pero era difícil enfocarse en algo que no fueran sus zapatos blancos manchados en sangre marrón. su expresión vacía se levantó poco a poco hasta que pudo ver al cuarentón de cerca.
algo lo hizo apartarse un poco.
de cerca se veía guapo.
pero le daba miedo expresarlo, porque todos ahí eran viejos y, probablemente, con mente de dinosaurio. inhaló y exhaló notoriamente, ahora sintiendo que el otro lado de su cama se hundía. giró su cabeza hacia este, y ahora tenía a trece ahí. a trece y a doscientos cuatro... ¿namjoon? ¿cómo se llamaba trece?
─── ¿por qué lo salvaste? sé que tienes malas intenciones. ─── espetó doscientos cua... namjoon con su rostro maduro siendo levemente contorsionado gracias a la duda, a que juzgaba con fuerza y sin tapujo, sin ganas de esconderlo en absoluto.─── es sólo un chiquillo.
─── ¿y qué te importa a ti eso, momia?
namjoon apretó la mandíbula, y jimin tragó saliva, ahora con los ojos al frente y sintiéndose muy controlado. su mente enferma no quería escapar de eso. había algo en su morbo. había algo que lo hacía querer hundir su dedo en la carne abierta y hurguetear una y otra vez hasta retorcerse de dolor. le encantaba sentirse encerrado entre la presencia de dos hombres guapos que mostraban interés por él. de una u otra forma.
─── me importa porque es una persona igual que tú y yo.
─── no te hagas, te lo quieres coger, igual que yo. ¿para qué andamos con cosas?
jimin abrió los ojos de par en par, cada vez más humillado. ni siquiera se había dado cuenta hasta ese momento que ambos hablaban en voz muy alta... quizás gritando. no quería ni alzar la cabeza, lo más probable es que todos estuvieran mirando a los tres, sentados en la alejada y dura cama de metal que le pertenecía a jimin. habían murmullos, algunos desinteresados y otros que se reían de ellos, estaba seguro. estaba seguro de que hablaban de sus palabras, que se reían de él. que lo despreciaban. que lo ridiculizaban.
le gustaba.
─── participantes del cuarenta al uno, es su turno de pasar al baño. ─── avisó uno de los hombres de rosa con la voz neutral que ya irritaba a jimin. tragó saliva mientras trece se levantaba y pateaba la canilla de namjoon con rabia, las manos en los bolsillos y avanzando hacia la puerta en una fila que lentamente los pocos participantes restantes formaban. jimin se encorvó ligeramente sobre la cama sin ánimos de encarar al más alto, porque le daba vergüenza. aunque él no había hecho nada malo.
no sabía cómo salir de aquella situación. y, de alguna forma, estaba lo suficientemente desesperado como para no querer hacerlo, sin importar las consecuencias.
mwah👩❤️💋👩
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