Tercera Impresión
La noche cayó. La oscuridad y el silencio formaron una mezcla uniforme que se extendió por Nueva Asturias, la más pequeña de las regiones de Jeervalya, pero, no tan pequeña como la Isla Menor, a la que solo se llegaba mediante barcos que partían una hasta máximo dos veces por semana de algunos puertos. A no ser que se tratase de un ricachón con fortuna suficiente para ir cuando quisiera, su acceso era dificultado.
Tener limitaciones, no poder estar en dos lugares al mismo tiempo, cualidades propias de seres normales. Ese no era el caso de Milnombres que capaz de separarse en distintas partes, se disgustó por lo que vio y vivió en las mentes en las que estuvo dentro y debía volver pronto, pues había salido de ambas para tener un descanso y, para no perder su tiempo es que escogió las tierras bajas por las que pasa Nueva Asturias.
Se vio un rastro azulado parecido a un fuego artificial a punto de estallar, era señal de su cansancio. No era bueno que lo viesen. Subió a una altura por encima de la copa de un árbol de treinta metros, lo suficiente para pasar desapercibido por la mayoría de seres, excepto algunas especies animales que al sentir su presencia emitían gritos en alerta del intruso.
Milnombres terminó por esconderse en lo que antes fuese la madriguera de un animal que vivió entre las rocas. El cadáver no fue hallado porque hace tiempo que fue presa.
Se quedó hasta que el alba cubrió con su luz al mundo. El hilo de humo, como era de costumbre, lo guiaría hasta los verdugos que le mostrarían a los últimos candidatos para la misteriosa anomalía.
Unos búhos gritaron al sentir su presencia, él les lanzó dos bolas de una potente luz azul, mandándolos al piso. Siguió al hilo hasta que, en medio de una carretera rodeada de arbustos y árboles, encontró al Señor Kasumi y Noelle.
—El final se acerca. La anomalía pronto tendrá la persona que necesita —el anciano se pasó los dedos por la barba que caía de su mentón.
—Vejestorio, déjate de tontadas, ¿no ves que estamos en una carretera? No sé qué pasó por tu mente al traernos a este lugar, un tonto humano podría vernos —pronunció el Milnombres que flotaba en su habitual forma de espíritu azul, visible al ojo de todos.
—No hay problema que pueda solucionar si muevo un dedo —dijo Noelle con una voz chillona e infantil.
Movió entonces su anular derecho. El cuerpo de ella y de los otros dos presentes se volvió incoloro; ni humanos, animales o seres mágicos los verían.
«Esa mujer está llena de trucos», compartió un pensamiento el usado como chivo espiratorio.
—Puedo saber lo que piensas, pequeño Luei.
—Suenas tan ridícula, eres una mujer de a saber cuántos años tengas.
—O, prefieres que use esta voz —la cambió por una similar a la mujer que fue en vida humana la madre del no-niño.
—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? —se sintió insultado por la acción.
—Suficiente —Kazumi dio un grito que hizo caer al asfalto dos pájaros que volaban al oeste. —Tenemos que concentrar esfuerzos en nuestro objetivo, no pelear cual niños en un jardín de infantes. Lern —llamó al Milnombres—, conozco cada uno de tus nombres, no eres el primero de tu especie con el que traté.
—Como se nota que no lo soy. Ahora dime cuándo esos estúpidos humanos serán castigados —No se refirió a los que compartió su primera vida antes de convertirse en un milnombres.
—Cuando sea el momento indicado, tienes trabajo por hacer.
—Anciano de mierda —Milnombres se tuvo que tragar su enojo para evitar los problemas. Enfrentarse a dos seres de poderes difíciles de escribir no era una buena idea.
—Hay dos candidatos que te faltan por conocer.
—Te llevarás bien, son unas ternuras —dijo Noelle tan empalagosa—. Kasumi, usa tus habilidades de conversión sobre nosotros. Yo usé una de las mías, es tu turno.
El nombrado se quitó la invisibilidad al frotar uno de los pájaros muertos contra él. Cuando sopló hacia su mano, hojas de tamaños y tonos de verde variados, salieron de sus dedos y se volvieron uno con el paisaje. Sopló también hacia su esposa y el Milnombres que se volvieron tallos y espinas con autonomía propia. Convertidos en partes de una planta, volaron llevados por el viento, suave, menor a los veinte kilómetros por hora.
Los tres se transportaron auna casa de patio interminable que en lugar de terminar en bosque llegaba hastauna carretera principal, distinta de la que estuvieron hace unos momentos. Tenía los límites marcados por unas maderas pintadas en blanco que fueron colocadas para bloquear el paso de extraños a la propiedad.
Ulkidur regresó a su forma de espíritu azul, Kasumi y Noelle se marcharon siguiendo la corriente. Recordando las palabras de sus invocadores, tenía que partir su mente en cuatro.
El proceso fue rápido. Por el cuerpo de Milnombres una línea hecha por su propio poder lo dividió a la mitad y otra lo cortó en cuatro pedazos y cada uno de ellos tenía un núcleo azul que flotaba y una esfera brillante, una mente para ver vidas y recuerdos, pero tres eran de menor tamaño a comparación de la principal.
Aquel pedazo que contenían la mente y núcleo principal del ser tomaron una figura espiritual y humanoide. Agarró otros dos pedazos como si fueran una pelota de baseball y los lanzó al aire para que se fuesen hasta Estorné y Catholic Village. La parte principal y el que sobró servirían para observar a los últimos dos escogidos. Milnombres decidió que alternaría entre uno y otro pedazo entre tiempo y tiempo para hacer mejor el trabajo.
Por la ventana de la casa que era el elemento principal de la propiedad, se vio a una madre que con aguja e hilo dio sus esfuerzos por arreglar los agujeros de las prendas de sus hijos: un par de mellizos de cabello castaño oscuro y ojos azules que esperaban tener de vuelta su ropa porque no les quedaba mucha.
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