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Paranoide

Incluso con lo que ha estado sucediendo, yo no me arrepiento de nada.

Además, ¿Quién podría sospechar de mí? Soy solo una chica que le gusta un poco la magia, nada que temer excepto si eres un fanático religioso de los que piensan que las series para niños son satánicas; excepto ellos y...mi molesta madre.

Pero, si lo que estoy haciendo se sale de control, necesitaré una mano, que mejor que la de papi.

Después de que llegara de su trabajo y que tomase una te que uno de los torpes criados hizo caer primero, él y yo nos reunimos a solas en la mesa de la cocina.

De la adorable tetera rosada salió humo con aroma a yerbas silvestres, papi pidió que encendieran el aire acondicionado, es que estamos en verano, no lo culpo. Comí el ultimo panecillo con jalea de fresa, fue estupendo. Papi cabeceó, prometo que no tardaremos tanto.

—Papi —le dije juntando los dos dedos anulares.

—Mi pequeña —dijo un poco ronco, bajando el nivel del aire acondicionado con el control.

—Papi, necesito confesarte que estos días he estado teniendo mareos y dolores de la cabeza. Y he estado escuchando ruidos raros y te prometo que nada que tiene que ver con lo que podrías pensar.

Tomó un sorbo de su te, su cara se arrugó y los pelos de la barbilla, le brillaron.

—Hay un demonio en esta casa —hizo un fuerte golpe con la taza al ponerla sobre su plato, parte del líquido quedó disperso. —Si esto continua tendremos que traer a un Padre a bendecir esta casa.

— ¿Un padre? ¿No es un poco exagerado?

—No lo es en estas circunstancias, o tal vez tu madre pueda decirnos qué ocurre.

—No, no, un Padre está bien —le dije en un tono dulce para hacerlo cambiar de opinión.

—Cuida lo que haces, si esto empeora, ella podría sospechar que podrías ser tú la culpable por jugar con magia que no debes.

Terminó de beber y se fue, seguro que directo a su cama.

Él no es así, jamás sospecharía de mí y de mis acciones, tiene que ser obra de esa molesta mujer que le metió sus cizañas en la mente. Quedé con un sabor amargo en la boca, abrí el tarro de miel y le llevé una cuchara, pero en mi boca el sabor que se supone que debería ser dulce, era como el de un medicamento para la tos para los adultos y con un deje a limón pasado.

Cerré el tarro y para de verdad quitarme el mal sabor fui hasta la sala de computación. No tardé mucho para conectarme a My Space, a estas horas las girlies aún suelen estar. Puse una sonrisa al ver que, en el grupo, estaban las seis conectadas. Lo ultimo que nos pasamos fueron las fotos de nuestra graduación de la Secondary School.

MissFairyCancer: Girlies, hola

Jess1224: Hooola, girlie.

Las demás no tardaron en saludar. Tenía hasta las 11 o 12 de la noche para estar en chat con ella, a partir de esas horas, vendría alguien a molestarme para que duerma.

MissFairyCancer: chicas, necesito preguntar si conocen un brujo o bruja que pudiera ayudarme. En mi casa ha estado molestando un espíritu y no sé qué hacer.

ComicFan_: pero que no se supone que tu madre sabe de estas cosas y podría ayudarte? A mi no me preguntes, no creo en tonterías como fantasmas, demonios o espíritus, voy a estudiar física.

Jess1224: si, deberías pedirle ayuda a tu madre.

Cambié de tema y nos quedamos conversando hasta casi la medianoche, hora en la que me fui a dormir.

No puedo darme el lujo de involucrar a mi madre en esto, ella no solo se molestaría, me prohibiría hacer magia para siempre y no quiero que ocurra. Por más que sepa del tema, necesito mantenerla lo más alejada posible.

La única alternativa que me queda es ese lugar, la Calle de la Sensación, pero tendría que colocar una excusa para ir hasta Estorné, quizá la universidad, quizá la visita a alguno de nuestros familiares. Sólo allí encontrare personas que puedan ayudarme; tampoco quisiera que venga un Padre Católico, podría acabar exorcizándome hasta mí. No es que no crea en Dios, pero sé que el Padre me condenaría por paganismo.

Cambié de posición en la almohada, aunque tenía mi pijama de verano y sabanas ligeras, me costaba entrar en estado de sueño. Cuando volví a moverme eran las una de la mañana. Quizá una visita a la cocina por un vaso de agua me ayude.

Al colocarme de pie para ponerme las pantuflas, de repente un dolor hizo que me llevara las manos al estomago y cayera de espaldas sobre la cama. Entonces, los objetos que estaban cerca de mí se duplicaron. Había dos mesas de noche, dos portavasos, dos de todo.

El dolor impidió que estuviese de pie y en un parpadeo, la cabeza también me pesaba tanto como un bólido.

Estaba ocurriendo de nuevo, pero, todo esto solo me pasaba a mí. Este ser que está en casa no me deja en paz, ¿Qué es lo que quiere?

—Te dieron una advertencia Señorita Caramelo, si el Camaleón del Karma no fue suficiente para ti, yo seré tu verdugo.

La voz.

Aquella voz de niño era real y potente, me buscaba a mí. El ardor que me llegó a la garganta impidió que pudiera hablar para pedir ayuda o hacer una oración. Que sí, que sí, la magia y la fe no son compatibles según la iglesia, no es tema que quiera discutir ahora.

Al día siguiente encontré el espejo de mi dormitorio roto, una mala señal y presagio que nadie que crea en lo mismo que yo quisiera encontrarse.

No recuerdo a la hora que dormí, si eran las dos o las tres. Decidí que era mejor idea callarme y pedir que trajeran un reemplazo para el espejo.

Al ir a abrir mi ventana para deshacerme de las malas vibras, encontré una segunda sorpresa: un pájaro caído en el piso. Agarré el primer palo que pude y le piqué en el estómago durante unos minutos; no hubo ninguna reacción de su parte. ¿Cómo es que apareció si es que la única que abre la ventana soy yo al despertar? Desde que tengo quince años, ni mi padre ni mi madre o nadie en esta casa se encuentra autorizado para entrar a mi habitación sin antes tener permiso.

—Esto no tiene sentido —me puse guantes y luego de rodillas para guardar al pobre animal en una bolsa de madera.

Quizá uno de los criados se metió sin permiso y abrió la ventana para despertarme, pero no puede ser posible si apenas son las ocho y treinta, si no fueron ellos, fue...

«No pienses en él», tuve que contenerme.

A esta hora los criados deberían estar en la cocina o limpiando algunas de las tantas habitaciones que hay. Con el animal metido me dirigí a los lugares que mencioné, encontrándolos a ellos mientras desayunaban.

—Señorita Caramelo, tenga cuidado, hizo caer la sal —habló una de las criadas.

Sobre mis zapatos estaba un montón de sal derramada, luego me encargaría de arreglarlo.

—Mi padre debió confundirse al ponerla —dije desinteresada—. Quiero que me digan quién de ustedes abrió la ventana de mi habitación.

Mostré al ave muerta, las miradas de ellos se colocaron sobre el cadáver, incluso uno dejó de comer. Quería que esto fuera rápido.

—Ninguno de nosotros entró en su habitación. Usted debió abrir su ventana mientras estaba sonámbula —dijo uno de los criados de más adultos.

Aquella era una buena respuesta con un gran problema: incluso cuando estoy sonámbula recuerdo lo que hice.

Viendo el rostro de ellos noté que no tenían disponibilidad para responder la duda.

—Señorita —me detuvo otra de las criadas—. Algunos de nosotros no pudimos dormir bien por la noche, escuchamos ruidos extraños venir de un cuarto. Pablo y yo prometimos que iríamos a ver qué sucede, sus padres nos concedieron la autorización.

— Y —usé dos mechones de mi cabello para hacer rulos—, ¿Cómo eran esos ruidos?

—Se parecían a los de un niño llorando, los escuché a la madrugada y antes de levantarme. En esta casa podría haber un demonio.

Debía impedir ya mismo que fueran hasta esa habitación, si no todo lo que hice no tendría sentido.

—Marcela, no te preocupes. Yo iré por ti, revisaré habitación por habitación, tú y los demás están cansados, es mi turno de hacer algo por ustedes.

El criado mayor me vio con ojos de resabio, otros con cara de sorpresa.

Fui hasta la planta baja, no sin antes ir primero por la llave que abre el cuarto secreto. Por una cosa de instinto me llevé una linterna y uno de los amuletos de los nativos jeervalyanos para protegerme.

Cuando estuve frente a frente con la perilla, al tocarla la sentí más húmeda de lo que debería estar. Metí la llave y encajó a la perfección. De un movimiento brusco en el que por poco hice caer la linterna, la prendí para ver qué había.

Todo se encontraba intacto, hasta los pétalos se quedaron en la posición en la que los dejé. Todo excepto el ídolo de madera que era de la mitad de su tamaño original. El hechizo parecía tener éxito, pero, esto no debería haber pasado tan rápido.

La puerta dio un golpe, y de inmediato el ambiente hizo que tiritase. Al respirar noté que un vaho salió de mí y, al mover la linterna entre las paredes, cerca del estante en el que guardó los frascos para ciertos hechizos, un espíritu luz azul pasó por delante.

—Sé que estás ahí espectro maligno, deja en paz a mis padres y mis conocidos. Metete conmigo si eres tan valiente —me puse de pie y firme.

El espíritu no se pronunció, ni una palabra ni una risa; tampoco dejó objetos caídos. Abandoné la habitación especial dejando doble candado y advertí que ninguno podría entrar.

La mañana siguiente pregunté de nuevo a los criados si es que escucharon ruidos sospechosos, todos respondieron que anoche durmieron cual bebes en su cuna después de tomar el biberón. Para mí fue un verdadero alivio, pero seguí sin saber quién fue el cobarde que mató a una criatura inocente y la puso en mi habitación.

Con tal de darle una sepultura respetuosa a la pobre ave, fui hasta al árbol del que debieron sacarle. Y, lo que encontré al observar hacia el nido fue solo huevos, sin la madre para que los guiase.

En el piso del árbol encontré un pájaro muerto con el estómago hacia arriba, ¿Cómo es que murió si es que su cuerpo estaba intacto? Ahora que los dos padres fallecieron, me dio pena al saber que nadie cuidaría de los polluelos.

A costa de arruinarme la manicura, cavé un hoyo con las manos para los cuerpecitos que jamás volverían a alegrar mis mañanas con su trino, o que verían a sus criaturas crecer.

Lo siguiente que hice fue ir a la habitación especial para verificar los cambios. Al igual que ayer, todo estaba en su lugar preciso, todo menos el ídolo que se redujo a la cuarta parte de su tamaño original, tanto que cabía en la palma de mi mano.

Hasta los hechizos como este deberían tardar tiempo en funcionar, ¿Cómo es que este surtió efecto tan rápido? Necesito una explicación, pero no puedo pedírselo a ella.

Para calmar la creciente sensación que me hizo querer moverme en círculos, fui al establo de Pamy y Sprinter, los dos equinos descansaban en el establo. Cuando sea la oportunidad le diré a papi que les construya uno mejor.

Y, de repente, Sprinter abrió su ojo y subió sus patas al compás de un fuerte relincho, su pezuña casi le dio a mi frente. Tomé distancia ante los dos, el espejo colgante que estaba si es que alguien quisiera verse al montar a los hermosos equinos, explotó en cuanto puse los ojos en este.

Los fragmentos se esparcieron por el piso, no había forma de que se atrevieran a echarle la culpa a los animales.

Los siguientes dos días cada que pasaba por un espejo, este se rompía y al comer en la mesa, la sal se derramaba por el piso.

Cuando fui a ver el ídolo de madera que compré para el hechizo, apenas quedaba una estaca, prendí la luz para iluminarme, pero, lo que debería ser un foco normal y funcional, empezó a encenderse y apagarse. De mí salió un vaho cada que respiraba y aunque afuera y en varias habitaciones de la casa estuviésemos en verano, terminé poniéndome la vieja chaqueta que traje, previendo que iba a suceder lo que estaba sucediendo.

La mano me tembló, la estaca rodó por el piso hasta llegar a la foto de Pyrinea. Dejé la puerta medio abierta en caso de que se cerrara. Al dar unos cuantos pasos la sombra azul que vi ese día pasó por delante de mí y perdí el equilibro, acabando en el piso.

Empecé a respirar por la boca. Para ponerme de pie tuve que usar ambas manos y colocarlas sobre una superficie dura, el ambiente estaba pesado, una punzada en la cabeza me advirtió que era momento de dejarlo.

— ¡No!

Corrí a tomar los frascos que cayeron del estante, varios más acabaron en el piso. Me di un fuerte golpe en la cabeza y volvieron a su lugar.

Uno de los pétalos secos se elevó por los aires, no, estaba en su sitio; la estaca, rodó hasta las dos fotos.

—Señorita, señorita —llamó una de las criadas.

El roce de una mano pasó cerca de mi pierna, fue suave y tersa... la mano de un niño.

Me comí una uña, debía abandonar rápido ese cuarto. Agarré la llave y di pasos largos que me condujeron a la puerta que cerré dando una vuelta adicional.

Afuera comprobé que ninguno de los criados se encontraba tan siquiera cerca de los otros cuartos. ¿Cómo es que la voz que escuché era tan humana y real?

No creo que esté loca, quizás necesite, descansar.

«No», pensé al ver que pisé un pedazo de cuerda. En las creencias de los antiguos jeervalyanos está que hacerlo es un acto de mala suerte.

El día pasó lento sin que pudiera hablar con las girlies por MySpace o encontrase alguna actividad divertida por hacer. A la ultima hora de comer, para mí suele ser la del té, me senté tan lejos como pude de la sal y las especias.

—No me pases la sal, ya tiene suficiente —le pedí a una criada.

—Señorita, no se asuste. Ha actuado muy rara estos días, ¿algo le sucede? —dijo, colocando otra rebanada de pavo entre los panes.

—No, no, para nada, estoy bien —di un sorbo sonoro a mi té, lo que no es de buena educación.

La criada tomó el salero de vidrio, con sus dedos apartó un espacio entre la lechuga y las rodajas de jamón. Estaba por hacerlo. Puso de vuelta el salero hacia mi dirección, no quiero tocarlo, no quiero hacerlo; ella lo agarró de vuelta, estaba segura de que se iba a caer y el vidrio se rompería.

La criada lo colocó boca abajo, pronto, de los pequeños agujeros los granos blancos cayeron a las verduras. Ella lo sostuvo fuerte, tuve una sensación de pesadez en el estómago, deseaba no ver el tonto frasco, pero la criada sin pensar en mis sentimientos, se puso demasiado.
— ¡Basta! —extendí los brazos y cerré los ojos.

— ¿Señorita?

Cuando recobré la visión quedé como una estúpida.

—Creo que me voy a dormir.

—Pero si son las siete.

—Debería tomar una infusión, está muy tensa.

—Gracias, gracias, prefiero estar en la cama.

Me fui sin despedirme de nadie. A la hora que llegaron mis padres, no fui a saludarlos, le pedí al criado que vino que les dijese que me dormí. Papi vino a darme las buenas noches desde la puerta, como me puse de espaldas, logré engañarlo para que pensase que de verdad descansaba, no podía ser más falso.

Las horas siguieron pasando, sin importar en qué posición me colocase, fui incapaz de conciliar el sueño.

Cuando vi el reloj eran las dos de la mañana. Los únicos lugares a los que podía ir sin levantar sospechas era solo el baño que está dentro. Poniendo de excusa que quería orinar, agarré las pantuflas y caminé a pasos suaves, ¿Qué pasaría si es que me descubren? ¿Y si el nuevo espejo que ordené poner ayer estaba roto?

No, no, no, no puede estar pasando. Debo concentrarme en ir y ya.

Cuando abrí la puerta esta hizo un ruido raro. Di un suspiro aliviado al ver que el espejo no tenía ningún rasguño.

Al largar la taza escuché una voz fuerte y ronca que emitió un fuerte chillido que me hizo correr hasta las sábanas a las que regresé sin una pantufla. Me cubrí hasta el rostro con ellas y me las tuve que quitar al casi ahogarme por la falta de aire.

Entonces, los ojos comenzaron a dolerme sin que pudiera prevenirlo, mordí la lengua para evitar hacer ruidos.

—Uno, dos, tres, cuatro... —me puse a contar los números a través de susurros.

Intenté levantar la cabeza, pero el dolor la volvió más pesada de lo habitual. Dejé de contar porque los labios también me molestaban, ni cómo levantarme e ir por un shaptstick para aliviarme.

Al bajar con cuidado las sábanas, en mi mesa de noche estaba un vaso con agua que no dejé.

Los ruidos que escuché hace rato se habían ido, pero, las sensaciones se quedaron conmigo.

— ¡Yebi! —mi madre, Anara, gritó el nombre de papá.

El demonio, espíritu maligno, lo que sea que fuese, ha llegado demasiado lejos, si ella comienza a sospechar de mí, estaré muerta; lo mismo si es que decide contactarse con Madame Deaynéi, las dos son amigas y tienen asuntos aparte de mí.

Tengo que volver a ese sitio, la Calle de la Sensación, no importa cómo, en serio tengo que regresar.

Mi corazón y mi mente se pusieron de acuerdo en ayudarme a pensar qué excusa colocar: visitar a la tía Syrla para lo de la fiesta y también ver en persona las universidades, tener una a la mano si es que no me dejan ir a la que quiero en Londres.

Yo.

¡Yo tengo que arriesgarme si quiero salir de esta!  

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