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Ojo en el cielo


Es sábado, estoy libre de clases, tareas y profesores, pero no de asuntos familiares. Mamá y papá convocaron a toda la familia a la sala de invitados. Me senté al lado de hermanito, él ayer tuvo una charla con nuestra hermana mayor Ellie que fue recibida por un montón de besos y abrazos, hasta el castor cascarrabias de Ronald le recibió con un gran abrazo, lo cual fue una sorpresa para varios.

Hablando de sorpresas, todavía me costaba procesar sobre el chico extraño que está en el medio, o sea Denis. Luego de sacarse el polvo de su ropa, vio a mis padres justo a los ojos. Si pudiera diría que no se me para nada que sea una mala persona, viniendo de mí, alguien que llega a desconfiar de los demás, es una buena noticia.

—Familia Skympass-Lyvart de Jeervalya —dijo con el mismo acento gracioso de ayer—, he venido a este hermoso país para conocerlos. Yo soy uno de ustedes —la pronunciación de su erre sonó todavía más divertida.

No me entra dudas de que este tipo es un extranjero, ¿pero por qué dice ser uno de nosotros? ¿Es acaso un impostor? ¿Estará fingiendo? Papá levantó una ceja con dirección a él, lo cual no es una buena señal. —No vengo a hacerles daño, como dije, soy uno de ustedes. Mi nombre es Denis Skympass, soy uno de los hijos de Elinor Skympass.

—Entonces, los rumores eran ciertos —dijo Samara, confié en sus palabras porque sé que es una de las que tiene mucho conocimiento sobre chismes de la familia.

—No recuerdo que mi hermana tuviese hijos, tú no te pareces en nada a ella, cómo puedo saber si dices la verdad. Además, llevas primero su apellido, en lugar de el de tu padre —Papá se puso a la defensiva, similar a un toro en una plaza a punto de lanzar su ofensiva contra un torero.

El chico, a pesar de la tunda que recibió, no bajó la mirada, su frente siguió en alto.

«Mis respetos», pensé. La única que podía salir de una situación así era mamá.

—Es porque tu hermana, mi madre, la señora Elinor, tuvo a sus hijos fuera de matrimonios. Tú que eres su hermano, deberías saber el trabajo tan especial que tiene —le dio un énfasis a la palabra especial. Papá hizo sus refunfuños. Samara se cambió de asiento.

—Sigo sin creerte, muchacho listo. No hagas que pierda mi tiempo, soy un hombre ocupado.

—Somos una familia con muchas ocupaciones, lo lamento si te molestamos —dijo mamá tan suave, en seguida me di cuenta de que sus palabras guardaban segundas intenciones.

—Ya me esperaba una situación de este tipo.

De un bolsillo, sacó un pedazo de cuero arrugado que abrió. Lo que sea que haya sacado, no lo vi, pero lo entregó a papá que luego abrió sus 0jos tan grande que creí que sus pupilas se iban a salir.

—Ierga —le dijo a mamá—. Este chico no está mintiendo, de verdad es uno de nosotros.

Logré ver un pedazo de plástico que fue movido en el aire y que mamá tomó.

—Denis Skympass Laurent, ¿es este tu nombre?

—Mamá —interrumpió una de mis hermanas mayores—. Si tiene algo de la familia, mira sus ojos, son cafés al igual que los de la tía Elinor, no está mintiendo.

—Amor —Empezó a enrollar su cabello—. Se ve que el tipo es buena gente, pero no podemos confiar en él, no hasta saber la opinión de tu padre.

Él —no el chico—, cruzó los brazos y los puso cerca de su gran panza de la que se siente orgulloso. Su mirada indicó que seguía a la defensiva. Denis, como dije antes, no me pareció una mala persona. Si tan solo pudiera tener edad suficiente para que mi opinión fuese tomada.

—Muchacho, explica cómo es que llegaste a Jeervalya y qué te trae hasta mi casa. Vienes desde tan lejos por una pendejada —papá se escuchó tan desafiante.

El hijo de la tía Elinor, sin bajar la guardia o su confianza en sí, se acercó a mis padres.

—Lo he dicho hace unos momentos, vine a Jeervalya para conocer mi familia, mis orígenes. Es probable que en Francia lleve una vida cómoda, gracias al esfuerzo de mi amado padre y abuelos. Mas, es el sentido de la aventura el que me llama, alentado por mi topofilia y las ganas de conocer sobre un país que ni se encuentra dentro de la Unión Europea.

» Gasté una buena parte de mis ahorros y no me arrepiento. Quise a venir a Jeervalya desde que mi buen padre me dijo que mi familia materna era de aquí y, aprendí el español; el inglés lo dominé por presiones de la universidad. No me iré con las manos vacías, tengo tiempo de sobra.

Se escuchó igual al recitado de un poema, incluso hizo movimientos gráciles con las manos. Era un chico que llamó mi atención en el sentido positivo de la palabra.

Crucé las piernas para estar más cómoda, hermanito intentaba no cerrar los ojos por el aburrimiento. En ese momento vi a Ellie dejar su asiento al lado de Ronald e ir hacia a las gradas dando pasos largos.

Mientras tanto, papá y mamá no le quitaron la mirada a Denis. Esto empezó a ponerse tenso, creo que es buen momento para hacerlo. Iba a convencer a mi mellizo de poner excusa de ir al baño cuando vi que mis padres por fin tomaron una decisión.

—Puede que seas uno de nosotros, pero voy a seguir dudando de ti hasta hablar con mi hermana —dijo papá lleno de seriedad.

Denis no supo cómo responder, estuvo quieto, demasiado. No me esperé que papi cambiara de opinión tan rápido y, en el tiempo que ellos tenían lo que sea que llamen los adultos a estas situaciones, mamá también desapareció y hermanito se durmió en la silla. Samara y Ronald tampoco estaban. Por lo general, cuando él hace lo que acaba hacer es que se trata de una urgencia o hay algo o alguien que influyó.

Pero, ¿Quién fue esta vez?

—Señor Skympass, ¿Qué le hizo cambiar tan rápido de opinión? Si hace unos momentos usted y su esposa dudaban de mí.

—Mi hijo mayor ha llegado a esta casa y mi deber como padre es estar con él. Anoche me enteré que mi hija mayor, Ellie, te ofreció un lugar para dormir en su habitación, te dejaré quedarte, pero te quiero lejos de ella, quiero que agarres tus cosas y te vayas al depósito, mi esposa te dará una bolsa de dormir. En cuanto a lo qué hagas, veo que ya eres un hombre, búscate la vida y no perturbes la paz de mi familia.

—Lo que usted diga, señor Skympass. Supongo que tendré que dejar esta casa hasta que la bienvenida acabe.

—No es necesario, mi hijo se molestaría si lo hago. Si no quieres ser una molestia, ve y prepara el desayuno a todos.

—Voy en este momento.

Papá vino hacia mi asiento y me cargó. Conmigo en sus brazos, sonrió.

—Oh my precious Little doll, lamento que hayas oído a papá tan enojado, tengo pendiente una explicación.

—Está bien, papi, te perdono —puse los brazos alrededor de su cabeza, él se puso tan feliz cuando lo hice.

Y, al voltear hacia las gradas vi a mamá y Ellie bajar al lado de una persona especial, él, al verme, colocó una sonrisa. Tuve ganas de volver al piso, esta sensación de alegría en mí no la sentía hace mucho tiempo, quiero abrazar a mi hermano mayor Konstantinoz.

Al final no fue necesario que bajara, él vino hacia mí y me tomó entre sus brazos, estaba hecho un hombre fuerte y alto. Reconocí su cabello rubio y sus ojos celestes parecidos a los de mamá.

No había palabras para describir este sentimiento que era una combinación de alegría, tristeza y otras emociones. El calor del abrazo me hizo sentir mojada. Kons me bajó.

Biggest brother tomó a hermanito, cubriéndole después los ojos, luego moviéndolo como un batido. Me reí, mi mellizo despertó, abriendo los ojos tan pero tan grandes que podría entrar una canica en ellos.

Con la familia entera, papá puso su brazo sobre mamá, pensar que hace rato querían matar a alguien que se nota que es una buena persona.

—Papá, mamá, gracias. No puedo estar más contento de verlos a ustedes y a mis hermanos de vuelta —dijo Kons sin soltar a hermanito que pareció que tampoco quería dejarlo.

—Nosotros estamos tan felices de estar todos juntos de vuelta, solo espero que la universidad no te sancione por faltar —Mamá habló.

—No te preocupes, soy uno de los mejores alumnos de primer semestre. Todos en la carrera de Ingeniería en Energías Alternativas me conocen.

—Ese es mi pequeño varón, estoy tan orgullosa de ti —Mamá le dio un beso en la frente.

Pasaron miles de escenas cursis hasta que papá y mamá se dispusieran a ir a la cocina para desayunar. En la mesa había unas tostadas sin bordes al lado de tazas de las que salió un humo. Al llevar una a mi boca me supo a mantequilla y a la vez dulce, estaba tan deliciosa que comí sin fijarme en que dejé caer algunas migajas.

Esperando a que mamá no me vea para reclamarme de que una damita no hace estas cosas, hermanito se comió la cuarta parte de una tostada de golpe, vaya que tiene suerte, a mí no me dejarían hacer lo mismo.

—Está delicioso, mamá, gracias —Kons se limpió la cara.

—Ella no lo hizo —Ellie puso su taza sobre el platillo—, fue Denis. Él no está aquí, pero ya viene, lo llamé por celular.

— ¿Denis? Quién es él o ella.

Hubo un silencio. Terminé la comida antes de que se enfriase. El mencionado fue traído hasta la cocina por hermana Ellie, papá puso cara de desagrado y mamá se levantó a recoger la mesa.

—Lamento la interrupción, pero madeimoselle Ellie me llamó cuando estaba por leer a una de las más grandes francesas filosofas de la historia —dio una explicación.

— ¿Tú fuiste quién hizo el desayuno?

—Sí, soy Denis, vous debes ser Konstantinoz, el hijo mayor de esta casa.

—Konstan, Denis es nuestro primo e hijo de la tía Elinor, vino desde Francia a conocernos. Él ha escuchado muchas cosas buenas de ti por parte de los otros miembros de la familia por los que se contactó por correo y MySpace, estaba emocionado por verte —habló la mayor de mis hermanas mientras bebí el último trago de mi chocolate.

Como era de esperarse, Kons puso las cejas hacia abajo, intentando tener el menor contacto posible con Denis. Me empezó a dar un poco de pena que mi familia —menos Ellie— fuera tan especial con él.

—Puedo explicarlo, primero ayudaré a madame Ierga a lavar los platos.

Denis le pidió a mamá que lo dejara encargarse de la limpieza de todo en la cocina, raro, muy raro. Por lo general es ella o Samara las que se ocupaban del aseo, es la primera vez que veo a un hombre hacerlo, y cuando digo eso, es que en verdad lo es.

—Después del almuerzo vamos a ir a la feria, ¿Quién quiere juegos? —preguntó Ellie.

— ¡Yo! Hermanito saltó de su silla.

También tengo ganas de ir. Quiero comer algodones de azúcar, manzanas acarameladas y todo lo que pueda sin que me vean.

Como si alguien me hubiera leído la mente, el tiempo pasó volando y mientras papi y mami y algunos de mis hermanos descansaban, los que quedamos nos pusimos de acuerdo para ir a la feria. Pero, hermana Ellie decidió dejarle su lugar al primo Denis porque ella tenía ganas de descansar, diciendo además que él se comprometía a limpiar la casa los días que se quedara; siento que se están aprovechando mucho de su buena voluntad.

—Hijo, por favor, quédate, debes estar cansado —Mamá quiso detener a Kons.

—No, mum —se llevó la mano al pecho—. Me comprometí a llevar a mis hermanos menores a la feria, tengo suficiente energía y dinero para hacerlo —le dio unas cuantas caricias.

Antes de que cayera en el aburrimiento, fuimos hasta la parada de bus. Ya en la avenida Kons paró un taxi en el que subimos los cuatro: él, Denis, mi mellizo y yo. Hace demasiado que no subía a un vehículo así porque cuestan caros.

—La feria está al otro lado de la ciudad, vamos a tardar un largo rato.

—No importa, hermano, yo puedo esperar —le dije alegre.

Mientras íbamos hasta nuestro destino, me puse a ver el mundo por la ventana. Observé casas con patio, sin patio; grandes, pequeñas, algunos condominios.

—Lil sis —me sacaron de mi onda mental al jalar de una de mis mangas—, tengo un mal presentimiento, te lo juro.

—Ay, hermanito, te estás sugestionando, deja de leer tantas historias de fantasía, te hacen daño —le dije; volvió a su sitio al lado de Denis que leía un libro cuyo titulo fui incapaz de ver.

El paisaje por la ventana cambió a un embotellamiento. El conductor se desvió hacia unas calles estrechas en las que redujo la velocidad, si es que no estaba mal, vi a unos perros callejeros ladrar, eran tan cuquis, ojalá pudiese llevarme uno.

Al dejar de vuelta la ciudad, llegamos a la carretera que conecta con los lugares al norte. En esta parte hay más árboles y plantas a comparación de los sitios de antes.

Entonces, miré al cielo cuando de pronto noté que una nube se movió. Su color azul no fue lo único que me llamó la atención, sino además que estuviera sola en un día despejado. ¿Estaré alucinando de vuelta? No, no creo.

A continuación, la nube fue hacia arriba y hacia atrás, algunos de sus grumos se desvanecieron, no lo comprendo. Por si no me hubiese dejado más extrañada, su forma se hizo redonda y se expandió, pero sin exagerar demasiado; ahora me era similar a la de un ojo ese centro que todos tenemos.

¡Oh! Sorpresa. En lo que hice un parpadeo apareció la cosa esa, era de un azul parecido al que vi aquella vez que me dolió la cabeza en el salón de detención.

Y, así como apareció de repente, se fue también, dejándome con una sensación de qué. Lo que sea que haya sucedido fue impresionante y difícil de describir. Quedé pensativa hasta que el auto se detuvo y salimos los cuatro.

La entrada de la feria estaba decorada con globos rojos y amarillos colocados en forma de un arco. Quería uno para mí, no, lo sigo queriendo.

—Hemos llegado, mis pequeños pedazos de cielo —Kons dijo un apodo digno de mamá. De su mano izquierda, salió disparado un proyectil humano que no dio advertencias, ni fu ni fa.

—Espege. Deténgase, petit chevalier —Denis fue tras él.

—Parece que nuestro primo tiene una tarea difícil por completar. Por qué tú y yo no nos tomamos el tiempo de recorrer la feria en paz, dulce damita —trató de estar en su onda.

—Vamos y por favor, no me cargues, puedo caminar sola —lo dije por si quería hacerlo. Levantó un pulgar en señal de entendido.

—Es una lástima que Samara se haya tenido que quedar en casa para ayudar a mamá.

—Vaya que lo es.

En realidad, mentí. Para mí era mejor estar solo entre cuatro, Sam puede ser molesta cuando de ferias se trata, en especial si tienen ropa y cachivaches que llamen su atención.

—Lo mismo para Ellie, quería que venga con nosotros.

—Pero, hermano, deja de lamentarte y mira la feria. Estás conmigo, que es importante —traté de persuadirlo. Movió la cabeza de arriba abajo, supongo que era una forma de decir que sí.

Vimos los puestos del inicio, digo vimos porque estábamos los dos. Todos estaban abarrotados de alguna cosa u otra. Bueno, no, excepto por uno que se notaba que era el clásico juego de lanzar dardos y acertar en el blanco. El primero en ser visitado fue ese.

Mi hermano mayor pidió unos dardos, entregándole al dueño un par de coronas erebrinas sueltas. Los blancos estaban dispuestos en dos filas, se movían a través de un ¿alambre? Me dio la impresión de que era para aumentar la dificultad del juego. Él dio sus primeros tiros, ninguno llegó al centro.

Oí un quejido de su parte, se puso la gorra hacia atrás y los dardos que le sobraron, los lanzó, uno a uno, acertando en el centro de los blancos con una precisión que me dejó la boca abierta.

El dueño aplaudió y fue por un premio. Entregó un pato de peluche de pico naranja largo. Ya me dieron ganas de usarlo en las noches, obvio para dormir. ¿De qué más podría servir?

Pasamos de puesto a uno lleno de manzanas acarameladas, sabiendo que no era temporada de las mejores, lo dejé pasar. Luego fuimos a uno con mochilas que se notaron que eran de segunda mano; ninguna llamó mi atención. La que llevo a la primaria será negra y aburrida, al menos cumple su función.

Estaba esperando a tener el peluche, pero, en ningún momento Kons me lo dio. ¿Será que lo haría en casa? No lo creo, no es de esas personas que se guarda los asuntos para después.

Pasamos otro par de puestos, ni me fijé en qué había en ellos. Seguí extrañada. ¿Acaso el pato era para otra persona? ¿Hermano no se trajo suficiente dinero?

«No puedo abusar de su amabilidad, no importa que sea mi hermano mayor», pensé.

Mamá me enseñó a que era de mala educación abusar de los favores y la amabilidad de los demás, en especial si eres una damita, porque ellas no hacen eso. Lo que quedaba era rogar que no hubiera cachivaches interesantes, porque no podré pedirlos o comprar, no manejo dinero, tengo que esperar hasta los quince años si quiero hacerlo.

Unos lugares adelante, encontré otro puesto de dulces, era de duraznos en almíbar que flotaban en una piscina del delicioso líquido. Se veían tan grandes, jugosos y brillantes. Me les quedé viendo sin notar que Kons se quedó a esperarme, sonriente; tranquilo. Con la mano izquierda, le señalé otro puesto. No quería que piense que tengo ganas de hacerle gastar.

Fuimos al lugar que señalé. Encontramos ropa sobre un gran mesón con funda de plástico encima. Algunas prendas conservaban sus etiquetas. Entre la acumulación, vi un blusón de mangas largas y color amarillo, de mis favoritos. Me tenté a preguntar por el precio.

—Hermano, vámonos. Hay mucha feria por explorar.

—Lo que digas, princesita.

De camino al siguiente puesto nos topamos con palos que tenían pegados una rosa de los vientos. Eran rojos y blancos, se movían con la suave brisa que soplaba. Kons preguntó por el precio, eran un total de diez coronas erebrinas. Cuando quise comprarme uno, hice un meneo de cabeza y lo combiné con un movimiento de manos, él entendió, dejó el cachivache en su puesto, no le iba a hacer gastar en tonterías.

Y continuamos. Al lado vimos puestos seguidos de ropa y zapatos, aburrido. Al dar una inspección, vi que continuaban en una larga fila.

—Princesa, si quieres algo, solo pídelo. No tengas miedo, traje suficiente dinero. No todos los días puedes venir a una feria.

—No te preocupes, hermano. No hay nada de mi gusto, ni siquiera las relucientes manzanas —respondí, sonriente, para distraerlo de la verdad.

Recuerdo que fue en una de estos que papá y mamá compraron algunos de los adornos que hay en casa. Ella siempre dice que, da igual el dinero que se tenga, no es excusa para que una casa esté vacía y sin decoraciones. Solía decírmelo en especial a mí.

caminando por la fila de la ropa y zapatos, encontré un puesto con prendas que lucían nuevas, al menos a mi ojo. En una de sus mesas, estaban un par de botas cafés y altas. Al darles un mejor vistazo, comprobé que eran de cuero legítimo y sus hebillas, eran de metal autentico.

El dueño del puesto, un señor que fácil podría decir que tenía la edad de papi, estaba en una silla. Pregunté por el precio. Eran doscientas coronas erebrinas, ¿estaría bien que haga gastar esa cantidad?

«Si no las pido, estaría perdiendo una oportunidad», analicé.

Es bastante dinero, pero son bonitas y se verían bien en mí. Además, necesito un nuevo zapato.

Son de cuero puro. Son originales, ni deberían estar en esta feria. Son...

—Hermano, quiero las botas —me decidí.

Él, sacó su billetera; le pagó al señor.

No me imaginaba que traía tanto dinero. ¿De dónde lo sacó? Lo pensaría después.

—Como que se va haciendo tarde.

—No quiero volver a casa, quiero ir a los juegos, si es que hay en esta feria.

—Todas las ferias deberían tenerlos, es cuestión de buscarlos.

Entonces, lo siguiente fue ir a por ellos. Nos detuvimos en un puesto de helado en el que pedí uno triple con extra cobertura de chispas de chocolate, de tres sabores: manzana, jeervalyan peaches y choco-menta. Y, avanzando, vi lo que tanto anhelaba.

Una calesita de solo ponies. Una noria. Tazas y autos de juguete. Tanta diversión al alcance de mi mano, es tan genial. Hermano pagó todos los juegos a los que me subía.

El último era la noria. Sentada en la parte más alta, arriba de la copa del árbol vi de nuevo al ojo en el cielo y después de que me diera una sacudida, desapareció.

Luego de bajar empecé a sentir cansancio, pero todavía me quedaban ganas de divertirme.

—Esto es lo último que puedo comprarte, si no, no tendremos dinero suficiente para volver a casa.

—Vale, hermanito, que digo, hermanote.

—Escoge el que quieras.

—Quiero el de arriba —señalé el de color rosa más intenso.

El vendedor vino y tuve mi golosina final del día: un esponjado algodón de azúcar.

Según yo, quedaba poca feria por pasear. Ojalá este día fuese eterno... al igual que el dinero de Kons, del cual estaba agarrada con fuerza. Y, al terminar la golosina, vi una persona vestida de manera graciosa con grandes zapatos y una nariz roja.

—Princesa, iré un rato al baño, ¿puedes esperarme? ¿o deseas que te lleve?

—No gracias, date un momento para ti. Me cuidaré sola.

—Hmmm —se mordió sus labios—. Puede ser peligroso, ¿seguro que quieres hacerlo?

—Sí. Como le dije a hermanito una vez, yo puedo cuidarme, no soy una niña tonta.

Kons se fue a hacer lo suyo. Sin él, aprovechó para ir a donde el hombre de nariz graciosa y zapatos tan grandes e idénticos a los que usa papi.

Era un payaso, hacía tiempo que no veía uno. La última vez fue en el cumpleaños de Tommy, recuerdo que todo el mundo le dio las gracias por hacer que la clase de mates se fuera al agua.

Con él estaban otros payasos, uno que tenía un objeto raro que parecía una bocina y el otro con una peluca de color fucsia fuerte. ¿A dónde estarían yendo? Si no los sigo, no lo sabré. No tendré una oportunidad parecida en mucho tiempo.

Con Kons fuera de la vista, podía hacer lo que qusiera. Hoy resolvería el misterio de dónde vienen los payasos. Los tres se movieron en dirección de línea recta hasta que los puestos de la feria se perdieron, luego doblaron a la izquierda, dos de ellos se perdieron; los vi meterse a una enorme carpa roja y blanca.

Hasta ahora solo los había visto en películas y series de caricaturas, en sí por la televisión. Me acerqué. La carpa tocaba el cielo, tuve que alejarme para observar las banderas que colgaban en el techo.

Lo normal es que hubiese animales y una boletería, pero no había nada de eso. O no les dio el tiempo suficiente para acomodarse, puedo darme cuenta de que una mañana no es suficiente.

—Hola, pequeña, ¿estás perdida? —me preguntó alguien. Al dar media vuelta vi que era el señor que estaba con los payasos; al que le faltaba la ropa. De su nariz sobresalía una extraña formación que era de un color distinto al de su piel.

No pareciese que fuese una mala persona, al menos no para mí. Así que, puedo hacer una excepción en cuanto a la regla de no hablar y desconfiar de extraños.

—No lo estoy, señor. Vine a ver al circo, es tan diferente de lo que muestran en la tele.

—La tele es incapaz de capturar la magia y esplendor que hay en nuestros espectáculos. ¿Vendrás a la función más tarde?

— ¿Función?

—En los circos nos manejamos por funciones que duran de una a dos horas. Tenemos bailarines, payasos, magos, trapecistas y un montón de diversión.

— ¿Es usted un payaso? ¿Dónde están los animales? Se supone que deberían tenerlos.

—Los animales, nos los quitaron y terminaron en los zoológicos. Nos valemos por nuestra cuenta —dijo, sonando triste. Es una lástima que se haya dado de esa manera, quería ver leones o una pantera. —No soy un payaso —continuó—, pero igual hago reír a la gente —el hombre de la cosa extraña en la nariz se llevó los dedos a una parte de la boca que no sé cómo se llama y la expandió con la fuerza de estos. Puso sus ojos en diferentes direcciones y sacó la lengua para después comenzar a caminar como si lo hiciese un pingüino. El resultado fue que comenzara a reír.

—Señor, es usted tan gracioso. Quisiera venir a la función, ¿Cuánto cuesta la entrada?

—Son cincuenta coronas erebrinas por persona, si es que eres un adulto. Para un niño, son treinta. Pero, por ser una niña tan buena y adorable, te las puedo dar gratis.

Ir al circo sin pagar suena una completa ganga, ni en sueños me podría imaginarlo. Tengo que venir con mi familia sí o sí, estoy segura de que les encantará.

—Pero, ¿también se las dará a mi hermano mellizo? Es que, si no, no sería nada justo.

—Sí, con una condición: quiero que escuches un cuento y que te sientes en mis faldas, te prometo que no te pasará nada malo.

Di el sí con la cabeza. El señor payaso se marchó y volvió trayendo una silla que puso al lado de unas cajas en un sitio un tanto apartado en el que no podrían molestarnos tanto. Cumplí mi parte del trato. La portada del libro era de la más bonita y brillante que vi antes con un dorado muy especial que combinaba con el rosado.

—Mira a las estrellas, brillan menos que este cuento.

Elevé la vista al cielo, el señor tenía razón. Las estrellas palidecían en comparación de que lo que él trajo, todas excepto el ojo que no es ninguna. Confundida dejé de prestarle atención para dársela mejor al señor payaso.

—Y la pequeña hada siguió su camino al reino de la hermosa princesa, debido a su magia, jamás se iba a cansar —terminó.

No me gustan las historias de hadas y princesas, dejé de hacerlo gracias a la fastidiosa de Ghea. Aguanté porque quiero las entradas gratis, pero tendré que buscar una excusa sobre cómo las conseguí.

El señor payaso dejó el libro a un lado, de inmediato hizo una mueca hacia la derecha que me pareció graciosa, puso una mano sobre uno de mis hombros, su mirada, se fue volcando hacia mis piernas. No lo comprendo, ¿Por qué lo hizo?

—Señor, ¿y la historia? —le recordé. Ahora puso sus manos sobre una de mis piernas, pasando sus dedos, miré al camino por el que vine. Algo no era correcto, mi sentido me lo acabó de advertir. El hombre de la nariz graciosa, tocó mi pecho. No lo quería ver, no sabía que. Tampoco tenía idea de por qué quería me puse como de piedra.

Y de pronto, quería gritar.

«Konstantinoz, por favor, ven», pedí por mi hermano.

No quería ver al señor. No, en verdad algo andaba mal, no, no y no.

— ¡Auxilio! —Kons apareció gritando, su voz, sonora y aguada, seguro llamaría la atención de los demás —Aléjate de mí hermanita, asqueroso pedófilo —fue hasta el señor, lo agarró por el pecho, dando tiempo a que salte. —Eres un maldito cerdo, quiero que confieses qué intentaste hacer. —Y todos los demás, son una plasta de mierdas por no detener a esta basura.

De la nada comenzaron a reírse de mi hermano mayor que me tomó fuerte de la mano. No entiendo, ¿Por qué? El señor extraño me iba hacer daño. Las risas se multiplicaron, todo esto fue mi culpa, si no me hubiese apartado, si no, si no.

Me sorbí los mocos, ellos nos veían como si nosotros fuéramos los payasos del show.

—Si es que no me dejan salir, voy a llamar a la policía y si es que no llegan a tiempo, los golpearé.

—Jajaja, el niñito de mami cree que puede meterse con nosotros, honk honk —dijo un sujeto en tono de burla.

No.

Está mal.

La violencia está mal.

Con poca iluminación de por medio, ellos venían hacia Kons, yo no podía hacer mucho más que aferrarme a su rígido pantalón de tela temiendo de que alguno de los dos pueda ser lastimado. Aguanté las ganas de gritar cuando de pronto las luces de las velas desaparecieron.

De la nada un foco de luz estalló, detrás de este fui capaz de distinguir por unos segundos a halo azul con larga cola como el de una cometa. Un aroma a quemado me provocó ganas de correr y dejar de lado a...no...me dieron ganas de llorar. Hermano mayor se mantuvo de hierro, debido a su altura no podía ver poco más de su puño.

— ¡Fantasma!

Los hombres corrieron despavoridos y uno de ellos comenzó a elevarse por encima del suelo sin que hubiera explicación aparente. Entre gritos de miedo, Kons y yo corrimos hasta encontrar una luz y, sin que pudiera controlarme, empecé a llorar.

—Hermano mayor... —le dije, poniéndome a la altura de su pecho mientras sorbí los mocos—. Por favor, vayámonos a casa, por mi culpa te metiste en problemas. Busquemos a hermanito y a Denis.

Sintiendo las piernas débiles, caí al piso. Soy una vergüenza, una problemática que no merecía ser colocada en el cuello del mejor hermano mayor del mundo.

—Estoy para protegerte, es mi deber y responsabilidad. Sostente bien de mí, necesito devolverle la llamada a Denis.

—Por favor, no le cuentes esto a nadie, que quede entre los dos. No quiero que mamá y papá se enteren, o que lo hagan nuestros hermanos, por favor, que sea nuestro secreto y ve más rápido, ¡ellos nos están alcanzando!

No, no y no. Queríairme, tuve suficiente feria. Le pedí a Kons que corriera, detrás de nosotrosjuro que vi a uno de esos payasos. Cuando lleguemos a casa le voy a preguntarpor qué no se asustó del fantasma. No, no, no.

—El ojo en el cielo, el ojo en el cielo, ¿puedes verlo?

—No veo a ninguno.

Estaba comenzando a ¿delirar? Estaba mal, me dio por temblar en medio de un montón de personas recordando sobre mis botas, ¿Dónde están? No, no es el momento indicado de pensar.

Cuando me puse a ver las estrellas lo encontré de vuelta, el ojo en el cielo, ahora de color blanco, sin embargo, hermano mayor Konstantinoz, por mucho que le indicase su posición usando mis dedos, no logró ver lo que yo. 

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