Mentes Sospechosas
Otro día en la escuela en la que termino por apoyar el mentón sobre el asiento del pupitre. Lo bueno es que casi nadie se da cuenta, hermanito y yo casi siempre nos sentamos en el final del salón, nos cubren las cabezas de nuestros compañeros en el absoluto sentido literal de la palabra.
Para mala suerte de todos, la odiosa maestra de idiomas entró, apoyada de su bastón y con su clásica expresión de "odio a todos", ella se veía más canosa, lenta, su regla metálica relucía más de lo habitual; malos augurios.
—Que miedo, que miedo. Miss Palmer ya llegó —vi a un compañero cambiarse de asiento.
No entiendo por qué nos molestamos en decirle Miss si tiene un montón de verrugas y odia el ruido que hacemos al correr o al caminar. Su cara parece la masa más arrugada y dura que se pueda ver en el mundo.
—Buenos días niños. Good morning children.
—Buenos días Señorita Profesora. Good Morning Miss Palmer —le saludamos en coro.
Después de volver a nuestros asientos, hermano sacó los cuadernos y el plumier de los Power Rangers que papá le compró de la miniferia de las 10 coronas erebrinas o menos. Saqué la mía que era de una de las princesas de Disney y que fue comprada en el mismo lugar. Estaba casi nueva cuando me la dieron, tenía azulada mancha que me ayudaba a diferenciarla del resto.
—Niños, hoy tenían que presentar un cuento escrito por ustedes o con ayuda de uno de sus compañeros —se oyó su voz tan rasposa—. Quién quiere pasar a leer al frente, el primero se ganará una estrellita en su cuaderno —pidió un voluntario, diré un sacrificio.
—Miss Palmer, yo quiero —dijo Ghea Janice, la niña del cabello negro con una brocha rosa.
—Excelente, Ghea Uiwir, pasa al frente.
Pudo ser una presentación normal pero la buena de Ghea que siempre le gusta hacer su show no fue a donde le pidieron.
«Dios, por favor, que se apure o que el recreo llegue rápido», pedí cerrando los ojos y juntando las palmas.
—Mi cuento se llama La Princesa Valiente —lo dijo de una manera tan insoportable.
El cuento comenzó con el típico erase una vez...lo que le siguió es tan soso de decir que prefiero callar. Me llevé la mano a los labios, un ruido salió de mi boca. Torn, el compañero a dos asientos de mí, se había dormido sobre sus cuadernos. Mi hermano cerraba un ojo y abría el otro cada par de segundos, por lo que terminó por tensarse. A mí izquierda estaba Valentina que se mordió las uñas.
Pareció que Ghea nunca iba a acabar de leer su cuento. No me imagino la tortura que deben de pasar los que se sentaron en las primeras filas.
—Bah, nuestro cuento está más guay y es corto —oí unos cuchicheos.
—Y así la princesa salvó a su reino sin la ayuda de un príncipe. Solo con su astucia, valentía e inteligencia.
—Bravo, bravo, bravo —la maestra aplaudió—. Ghea, has hecho una maravillosa demostración. Señala al siguiente que quieres que lea su cuento, espero que tenga una calidad similar al tuyo.
—Por supuesto, Miss —dijo. Solo oí su voz sin verle a ella o su cuaderno.
Entre tantas personas en el salón, su dedo señaló a una de los últimos lugares. Con su mano hizo una señal como apartando a los otros niños del salón y me di cuenta de que era hacia mí, era la siguiente víctima.
Hermanito se levantó de su asiento, arreglándose la corbata. Al observarlo de cerca noté que tenía la cara tan larga como las medias de papá.
—Lee tú por favor —pidió y se mordió parte de los labios, alejó la mirada de la profesora—. Sabes que Miss Palmer es especial conmigo, si lees el cuento tú hay menos posibilidades de que hagamos el ridículo.
—Hermano —respondí, sacando el cuaderno en el que escribimos la tarea. —Pero tú lees eres mejor que yo en esto.
—No puedo —sentí el miedo en sus palabras—, siempre que voy al frente ella me da una mirada amenazadora y de odio que no entiendo por qué. Ve tú —dejó el lápiz sobre un cuaderno.
Ya no podíamos hacer esperar al resto. Luego de tocarme una coleta y de ver a Ghea reírse, tuve el valor para responder: —Está bien, lo haré, pero tenemos que estar los dos.
—Entonces —se puso de pie. No era ni medio día y ya tenía el cabello desordenado por el miedo—. Si te ocurre algo malo te defenderé, ¿vale?
Pasamos al frente, me ocupé de llevar el cuaderno en el que escribimos que estaba con manchas de café y sopa. Observé a todos, algunos pusieron una cara de risa. En su asiento, Miss Palmer limpió su regla metálica usando un trapo. La agitó, ¿intentaría matar una mosca?
«Uno, dos, tres, cuatro. Cuatro, tres, dos, uno», conté para no perder el control. No quería fallarle a hermanito.
Puse el cuaderno tan cerca como pude y se volvió pesado.
—Las Urracas y los hermanos —leí el título, concentrándome en las siguientes líneas.
Perdí el hilo cuando de repente el cuaderno cayó al piso, quedaron al descubierto las caras de mis compañeros. Miss Palmer hizo un ruido de enojo.
Hermanito, que tenía las manos cruzadas, remendó mi error al alzar lo caído y mostrarme la pagina en la que escribimos el cuento. Si hubiera estado en su lugar no habría tenido el valor de recogerlo.
—Little Miss, no tenemos tiempo de sobra. Lea de vuelta el título de su historia y compártala con la clase —la voz de la maestra me produjo un escalofrío.
—Las Urracas y los Hermanos —leí, viendo hacia los ojos del resto.
—Pronuncie bien las palabras y espero no haya mezclado los dos idiomas. Apenas y saben pronunciar uno bien.
Apreté las manos sobre el cuaderno. Di unos parpadeos.
—«Érase, una, vez dodos, digo dos hermanos que vivían en un bosque lleno de animales, entre ellos, unas urracas con las que siempre jugaban, todos los días iban a recoger ballas de diversos colo...
—Eh, cállate, puedo aguantar la clase entera. No le digas a Miss Palmer que quiero ir al baño porque no me dejará —fui interrumpida por Tommy, sin saberlo, él me sacó de esta tortura. Pude respirar de vuelta.
La maestra chocó su regla contra la madera de su asiento varias veces.
—Suficiente, quiero que todos los niños de esta clase se callen. Solo las niñas tendrán permitido leer sus cuentos. Y si preguntan por qué, aquí está mi respuesta, sabandijas miserables.
» Desde que comencé a ser profesora siempre supe que las niñas eran más amables, responsables, calladas y tranquilas que los ruidosos y torpes niños. Cada vez que veo un caso como el de hoy, me doy a mí misma la razón. Los niños son incontrolables y tontos, las niñas son más inteligentes y sacan mejores notas no solo en mi asignatura, también en el resto.
Miss Palmer miró con desprecio a cada uno de los niños de la clase, incluyendo a hermano. No era la primera vez que lo hacía, ella siempre dio segundas oportunidades, siempre que fueras una chica.
Algunas niñas como Ghea o Paulin sonrieron al oír las palabras de la maestra; mendigas come-medias. Pero ya no. Cerré los puños y me llené de aire. No todas las niñas son iguales a lo que dice la destartalada anciana, lo mismo con los niños. Esta vez no me iba a callar o dejar que se salga con la suya. Fue suficiente.
—Señorita Palmer, necesito hablar con usted —Puse una palma en su asiento—. No todos los niños son iguales —le reté viendo hacia su asquerosa y arrugada cara—. Hay niños estudiosos —señalé a uno de mis compañeros, él estaba leyendo un libro de nombre Oliver Twist, —otros buenos en las matemáticas como Oliver o Liam. Y hay otros, como mi hermano que se sabe el nombre de todas las criaturas de la mitología de los nativos jeervalyanos. Usted no tiene el derecho de tratarlos como los trata.
La maestra hizo unos ruidos extraños, desde hace rato que no soltaba su regla. Desde luego que a mí no me iba a dar con eso, soy una niña.
—Todos los niños, sin importar si se trata de niños o niñas, somos diferentes y a la vez iguales. Tenemos nuestras debilidades y fortalezas, nos divertimos, reímos, hacemos actividades distintas, pero al final somos niños.
—Me largo de esta clase —se levantó—. Cuando vuelva quiero verlos escribiendo en sus cuadernos la frase de no se debe contestar a la maestra y quiero que la escriban cien veces en castellano y en inglés. Si no lo hacen, nadie saldrá al recreo.
Su asiento quedó desierto. Sentí un alivio en el salón de clases. Los Hermano y yo íbamos de vuelta a nuestros lugares, de pronto él recibió una bola de papel en la cabeza. Era difícil saber quién fue el responsable, o quizá, la responsable.
O, no lo era.
La culpable se volcó hacia su tonto diario rosado y lleno de brillitos.
—Miren todos, es la come—medias de la Señorita Palmer —le apunté. En seguida tuvo una fila de miradas, tanto que le gusta la atención pues que la tenga.
—No es justo, a Mister David lo despidieron por menos. Él fue el mejor maestro de Educación Física que tuvimos y siempre me cargaba —dijo una compañera, recordando a nuestro antiguo profesor de Educación Física en el que nos divertíamos en sus clases.
—Pues te recuerdo que lo despidieron por molestar dos veces a Miss Balcar, en una le subió la falda en frente de todos. No creo que fuese el más indicado para tener una hija —dijo Louis al mismo tiempo que sacó su consola de videojuegos.
—Sí, pero es injusto que a él lo despidan y a Miss Palmer la dejen. No es justo —pateó el piso con su zapato. —¡Ella siempre es mala y estricta!
—Y nos hace leer demasiado —reclamó otro niño.
— ¡Y siempre te mira mal si eres niño!
La fila de reclamos continuó. Cada niño, daba igual si era niño o niña, dio el suyo, excepto por las especialitas que se quedaron calladas.
Cuando regresé al lado de hermano que llegó primero a su asiento, alguien abrió la puerta.
— ¡Skympass! —gritó Miss Palmer.
—Hermano —le tomé de la camisa.
—Acaba de decir nuestro apellido. Sabes lo que ocurrirá, voy a ir yo. Quédate aquí.
Él se puso de pie. Dio pasos hasta llegar a la malvada bruja.
—Miss Palmer, lléveme a mí.
— ¡No! —tomó su regla para hacerla chocar contra la mesa—. Quiero verlos a los dos en la dirección en este instante. Los demás más vale que escriban la frase que les pedí que escribieran en sus cuadernos. Pobre de ustedes que no esté, niños malcriados.
—Sí, Miss Palmer —dijeron en coro.
El resto de los niños se cubrieron con sus cuadernos y lápices. Todo por mi culpa.
—Si estamos juntos el castigo será menos —una figura masculina se puso delante para cubrirme. Bajé la cabeza por vergüenza.
—Sí, hermanito —Evité dejar caer los hombros en frente de los demás.
La horrible anciana nos llevó a la dirección en la que estuvimos bajo la atenta mirada de la directora y su conserje, que más que su conserje, parecía su perro fiel, él le hacía caso en todas —o por lo menos en la mayoría— y cada una de sus órdenes. Si la directora le pedía ir por unos niños al salón más lejano, lo hacía, si tenía que limpiar toda la cafetería, lo hacía; y si tenía que soportar los malos humores y tratos poco amables de como insultos, amenazas o miradas malas, también lo hacía.
Quedé sentada con las piernas cruzadas, el hombre nos tomó de la mano, fui en su lado derecho. De camino al salón de castigados, Ghea apareció al pasar por los casilleros y le dio una cachetada a hermano, después se fue riéndose, orgullosa de su acto. Dentro de mí sentí un huracán de emociones, cómo es posible que se pueda salir con la suya, así sin más o temor a ser juzgada.
— ¡Hermanito, por qué no te defiendes!
No dijo nada. Llegamos al salón de los castigados y tomamos asientos juntos.
«Uno, dos, tres...», conté. La mayoría de los castigados eran niños varones, solo había dos niñas y una de ellas era yo.
—Eh, miren, son los mellizos Skympass. La de las coletas y el guapetón —tuvo que avergonzarnos Mary Rodríguez. Reconocí su voz, era tan fuerte y para ser una niña, era alta y robusta, su apariencia coincidía con la descripción que Tommy me dio una. Hermano le hizo la vista gorda, ella se veía emocionada, incluso con ganas de tocarlo, al menos me pareció así.
Iban a ser largas horas de espera, sin permiso para ir al baño o la cafetería para comer, tampoco es que nuestros padres nos dieran suficiente para comprar chuches.
Lo poco que había para distraerse era charlar con alguien o leer un libro, hermano tomó uno en cuya portada llevaba el título de "Jeervalyan tales of yesterdays and tomorrows" Por lo menos él encontró una forma de entretenerse.
Me llama demasiado la atención que sea tan aficionado a los cuentos e historias clásicas, siendo que cuando éramos más pequeños, papá y mamá solían contarme más cuentos a mí y también cantarme más canciones. En cambio, a él le dejaban soldados, camiones y trenes. Jamás me pregunté el motivo, como tampoco me pregunté por qué siempre que encuentro a una persona con un libro tiene que ser una niña o una mujer en general, y casi nunca un niño o alguien de la edad de Ronald. ¿Qué no a los chicos no les gustan los libros? En mi salón los mejores récords de lectura los tienen las niñas, incluso yo que no soy tan afecta a los libros y las clases donde tenemos que leerlo, acabo más rápido las lecturas que varios niños. Me pregunto si es que los adultos tendrán una respuesta.
Aprovechando que nadie me vio, saqué el cuaderno y unos lápices, en una de sus tantas hojas blancas empecé a rayar los símbolos del alfabeto especial para no olvidarme de estos. Hermano y yo pensamos que sería buena idea comenzar a usar otros materiales que no sean ramitas.
Primero dibujé la letra B: dos ramitas horizontales una sobre otra y media rama encima de ambas. Seguí con la k minúscula, dos ramas cortadas por la mitad puestas verticales. Y luego fui por la w, la x, números. Es divertido.
Esto es mejor que pasar clases, lo es más cuando dibujo con colores. Podría hacerlo el día entero.
De pronto sentí un escalofrío, pero afuera hacía un buen tiempo, si pido que cierro la ventana los niños se enojarían conmigo. Decidí aguantarme. Al pasar mi cuaderno vi que llené varias hojas con los símbolos y apenas había pasado una hora del castigo.
Con la decepción y desesperación encima, me dieron ganas de poner la cabeza sobre el cuaderno y esperar a que esto acabe. Lo terminé por hacer. Pero, ¿en qué momento el salón se comenzó a volver azul?
La basura tirada en el piso era de ese color, el aroma se volvió como si alguien hubiese traído moras azules o echado un aromatizante de ese tipo. Me miré a mí misma, el uniforme se tornó color aguamarina.
Las superficies que toqué me resultaron más pesadas. Las personas cercanas se volvieron goma de mascar azulada. ¿Estaría soñando?
En las líneas del cuaderno vi escritas las palabrasThousand Names, no recuerdo hacerlas. Agarré el borrador para quitarlas,necesitaré esas hojas necesitaré esas hojas para las próximas lecciones.
Una de las gomas de mascar habló con una voz igual a la de mi mellizo.
—Hermana, ¿hermana?
La cara se me cayó contra el cuaderno abierto. Por unos segundos todo me pesó demasiado y vi a hermanito preocupado. Él me dio un abrazo. ¿Por qué?
— ¿Qué sucedió? —pregunté temerosa.
— Tenías la mirada perdida y la recuperaste.
— No entiendo, ¿cómo es tener la mirada perdida?
— Veías hacia los lados y hacia los demás sin cesar. Ya no te preocupes, puedo arriesgarme a ir por una pastilla si te duele la cabeza.
— Gracias hermanito, no es necesario —le sonreí para que se sienta mejor. —Hace rato que dejó de dolerme la cabeza y estoy mejor, espero que los demás niños no nos hayan visto.
— Sí lo hicieron, pero les dije que tenías dolor de cabeza por culpa de Miss Palmer y entendieron.
De forma disimulada miré hacia ellos, varios se durmieron sobre sus cuadernos y en general, la situación parecía normal.
Le dije a mi mellizo que se deje de preocupar, él agarró otro libro que leyó hasta que llegó la hora del receso.
—Hey, niña valiente —me habló alguien. No dejé de ver la madera del asiento de mesa pequeña—. Esto es para ti. Levanté la cabeza, era Louis, el niño que se puso a leer Oliver Twist. Él me dio un par de sándwiches.
Se los acepté sin tener tiempo de darle las gracias. A los pocos minutos, Tommy vino con una bolsa de gomitas que puso sobre la mesa de hermanito. A él si le pude agradecer, en realidad los dos lo hicimos. Las comimos antes que el sándwich. Hace tiempo que no tomábamos unas, sabían deliciosas.
Daba igual si salía o no, en el tiempo del recreo no acostumbro a juntarme con nadie, ni con otras niñas. En cambio, hermano siempre encontraba a un niño con el que jugar. Deportes, charadas u otros juegos.
—Hermanito, por qué no te defendiste ante Ghea —le dije después de que se terminara la hora del receso. Se tapó los ojos con el cabello, no lo entiendo. —Vamos, no tengas miedo de decírmelo, prometo guardar el secreto —coloqué la mano sobre su hombro, al sentir su espalda, estaba más rígida. —¿Hermanito?
La detención duró hasta la salida. En el largo camino de iba al bus quedamos en que ninguno de los dos hablaría sobre lo ocurrido a nuestros padres o hermanos mayores. Adentro del vehículo fuimos a parar hasta la última fila. Me senté al lado de la ventana, viendo pasar los árboles, casas, personas y hasta mascotas, se fue el tiempo. Justo antes de que bajaremos cerca de la parada próxima a la casa, hermanito metió un libro a su mochila.
Después de bajar del bus, él estiró los brazos; hice lo mismo.
—Que día tan aburrido. Ya sé, el que llegue primero a la casa le pondrá un nuevo apodo a Ronald.
No hubo manera de decir que no, al igual que no tuve una de alcanzarlo. Él se me adelantó en la última parte sin que se diera cuenta de que uno de sus tirantes de su mochila se arruinó. Al llegar a casa, la puerta estaba abierta. Olí el aroma de una sopa con ingredientes que no eran solo repollo.
—Hola, mi pequeña. ¿Cómo llegaste de la escuela? —preguntó mamá con tanta dulzura.
—Cansada, quiero tirarme a mi cama —dije sin siquiera saludar.
—Ay, mi pequeñita, ¿cuándo traes a una amiga? Cuando tenía tu edad no podía dejar de lado a mis amigas, éramos inseparables.
—No lo sé mamá, me gusta estar sola, no necesito de un amigo. A mí hermano no le dices lo mismo, ¿verdad?
Pasé de ella sin querer más preguntas de por medio. Subí por las escaleras de madera. Entonces, vi algo que llamó mi atención: una luz que salía del cuarto mi hermana mayor, no Samara, la otra, Ellie.
Me acerqué para ver, encontrando un pequeño agujero por el que no vi nada más que una luz. Pero, escuché dos voces que no le pertenecían a nadie en esta casa, sin embargo, una se me hizo demasiado familiar.
—Desde que somos infantes, a los seres humanos se nos condiciona a actuar, pensar y comportarnos de ciertas maneras de acuerdo a nuestro sexo, edad, raza, nacionalidad y hasta idioma.
» Algunas de estas maneras y sus imposiciones pueden llegar a tener bases biológicas o naturales, pero, no es excusa para que sean impuestas por la fuerza; que alguna característica se dé en la naturaleza, no signifique que sea mejor o buena. Algunas son llamadas y han sido reconocidas de manera justa como prejuicios y se hace lo posible por eliminarlas, otras siguen siendo vistas como normales; algunas ni fueron reconocidas.
Hay quienes podrían apelar y encasillarse en una explicación ligada a la biología para tal suceso; o incluso en las neurociencias. Pero no es siempre se da en la manera en la que creen. Los seres humanos no sólo somos seres biológicos con instinto y rasgos del reino animal, también somos seres culturales, psicológicos, emocionales y como no, sociales. Negar la influencia natural o social sobre nosotros, es negarnos a sí mismos.
Los seres humanos somos seres holísticos; complejos de pies a cabeza y en nuestro comportamiento. Ninguno es igual en comportamiento, experiencias y personalidad, siempre existirá un rasgo que nos diferencie de los demás.
Somos seres sociales pero la sociedad no acepta todos los tipos de sufrimiento por igual. Hay quienes terminan encontrando refugio en su soledad. La soledad indefinida sin un tipo de contacto o afecto de por medio, puede ser peligrosa y conducir a los peores abismos.
No todos sufrimos de formas iguales. Algunos sufrimientos son escondidos o dejados de lado para dar prioridad a otros. Es de público conocimiento que nada en la vida es justo; o por lo menos la mayoría de lo qué pasa.
Suena complicado de entender, pero luego te das cuenta de que existe un par de principales y dicotómicos bandos que dicen luchar por los que conciben de débiles, se dan a la tarea de decidir quiénes pueden sufrir y quiénes no. Si les da la contraria eres el enemigo, a quien se debe de castigar, el maldito. Ese pensamiento nace del miedo y del egocentrismo
El mal no siempre está a la vista de la gente, a veces se esconde de maneras sutiles y hasta impensables.
El afán del ser humano por juzgar y decir lo que está bien y está mal, es tan antiguo como la Tierra misma.
El chico de la conversación se calló, debió de cansarse. Jamás había escuchado a una persona hablar con un nivel tan refinado.
—Denis —intervino la chica—, eres tan listo y bueno con la palabra, quisiera saber en qué lugar aprendiste.
—En ningún lugar, Ellie. La universidad no lo hace todo por mí, me di la tarea de mejorar mi habla como también mis relaciones sociales. Soy introvertido, más no un asocial, tímido o mucho menos antisocial. He construido una red sólida de contactos y amigos a los que acudir. Deseo ser un científico completo, tener conocimientos de ciencias naturales como los tiene nuestro primo Willow y también conocer mucho sobre las ciencias sociales como tío Cornelius.
—Eres impresionante, ahora comprendo por qué estudias en una universidad importante.
«Entonces, hermana Ellie vino después de tanto tiempo, tengo que contárselo a hermanito».
No es una exageración decir que no supe mucho de ella desde que se fue de casa hace unos años atrás. Me quedé a oír su conversación, no creo que mamá se dé cuenta de que hoy no quiero comer.
Iban tan normal hasta que se les ocurrió tocar temas de la familia, ¿acaso ese Denis sería un familiar?
—Mon cherie Elli, ¿cómo van con la crianza de tus hermanos menores?
—Bueno, es un tema especial.
Ellie habló sobre unos asuntos que tal vez no debí de tan siquiera escuchar.
—No puede ser, tengo ganas de golpear la pared. No, no lo voy a hacer, pareceré tan arcaico e incivilizado —dijo con un acento gracioso, parecido al de una persona cuando se ahoga.
Sin mucho problema hice una escena mental de él tratando de controlar su enojo.
—Denis es tan interesante, ¿de dónde habrá salido?
—¿Escuchaste algo? —Ellie me escuchó, debí de hablar más fuerte de lo que pensé.
Era momento perfecto para escapar. Corrí por el pasillo de las habitaciones hasta llegar a la última que era la mía, de inmediato vi a hermanito vestido en sus ropas de casa. Tenía que pensar en una explicación rápido.
— Lo siento si me pasé de la hora del almuerzo. Mamá se debió preocupar por mí —hablé entre jadeo. Él, que estaba de lado, se movió para verme. Subió una ceja y entrecerró uno de sus ojos, espero que no sospeche de mí.
—Qué importa, le dije que tuviste un mal día.
— ¿Y por qué no dijiste lo mismo de ti? Tú también la pasaste mal.
—Estoy bien, no te alteres.
—A veces siento que me proteges demasiado. No soy una discapacitada o una enferma, no quiero tratos especiales.
Nunca entendí por qué él se empeña tanto en tratarme como alguien incapaz de valerse y que siempre merece protección. Yo también puedo dar la cara si es necesario.
—Lo lamento, no volveré a hacerlo si quieres —se disculpó conmigo, sacó su vieja pelota de plástico de un hueco—. Hermanita, te tengo una buena noticia —fue de preocupado a feliz en un minuto.
—Seguro que debe ser una excelente, como para que hayas cambiado tan rápido de humor. Venga ya.
—Nuestro biggest brother vendrá a visitarnos pronto —hizo caer la pelota cerca del hoyo. Por algún motivo se puso a dar vueltas sobre sí, la madera rechinó. —Lo sé porque se lo escuché decir a Ellie, ella también vino a visitarnos y mami me contó que el chico con el que está es nuestro primo.
—En verdad suena tan genial —dije a secas, teniendo mucho por procesar—. Hermanito iré a comer que mamá se pondrá triste, gracias por salvarme.
—Vale, te voy a esperar. Antes de que te vayas quiero agradecerte por lo que hiciste esta mañana, le diste una lección a la vieja malvada de Palmer.
—Tenía que hacerlo, por ti y por todos los no lamebotas de la clase. Ustedes los niños también son geniales y merecen amabilidad.
—Bien dicho, ahora ve por tu sopa, mi también genial hermana —me dio una sonrisa con el pulgar arriba.
Cuando quise abrir la puerta, alguien más la abrió por mí. Hermanito se quedó quieto, al igual que yo; por lo menos él tenía una ropa de casa, no podía decir lo mismo de mí, estaba en uniforme.
Mi mirada se cruzó con la de ellos y, al final, los cuatro quedamos sorprendidos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro