Disciplina
Es viernes, uno de los mejores días de la semana, no creo que me haga falta decir el por qué. Hoy tuve tanta buena suerte porque encima de que el profe nos dejó salir más temprano de clases, comí helado que hermano Konstantinoz trajo para el postre y me pusieron tres porciones, él es el mejor hermano que se pueda pedir en el mundo entero, es por eso que lo estoy colocando en la tarea de la primaria, en la que me pidieron que describa a la persona que más admiro.
Hermano mayor es divertido, inteligente, fuerte, carismático, generoso, siempre me protege y ayuda a los demás, todo lo opuesto al castor cascarrabias que es Ronald que siempre fue así desde que tengo memoria, ay, solo pensar en él me pone de mal humor y provoca que dibuje mal a Konstantinoz.
No importa porque tengo goma y colores nuevos, nada que pueda arreglar. Terminé de hacer los últimos trazos, estaba listo. Quería mostrárselo hasta que se me ocurrió que era preferible que sea una sorpresa.
Libre de tontas tareas, podía pedirle a hermanito que jugase conmigo, pero, él no estaba, salió con Denis. Con los hombros caídos fui por un poco de agua, y, al pasar por el cuarto de una de mis hermanas, escuché el ruido de una conversación.
—No me gusta ese Denis, lo quiero lejos de mi hijo; es demasiado afeminado y especialito llevando ese cabello demasiado cuidado y oliendo a flores. Un hombre de verdad no tiene miedo a la tierra y no huye del aroma que deja el trabajo sin importar que sea apestoso. Si sigue apegado a él, tu hermano podría volverse en un marica. Además, no sabemos si dice la verdad sobre su identidad, me niego a creer que mi hermana Elinor tuvo un hijo así, ella hubiera criado a un hombre hecho y derecho —dijo papito.
—A mí me preocupa el hecho de que la tía lo hubiese tenido a sus quince o dieciséis —habló Ellie.
Siendo al cien por ciensincera, Denis es tan diferente de otros hombres que conocí, incluso susmovimientos son elegantes y tienen la gracia que podrían tener los de unamujer. La mayor parte del tiempo huele bien, sabe cocinar y limpiar.Me pregunto por qué será así.
Sin ponerme a sobrepensar, cof, cof, no soy mi mellizo, me quedé quieta, sabía que la conversación no se acabaría ahí.
—Dejen de nombra a ese, tenemos que concentrarnos en Konstantinoz. Pronto él se irá, debemos organizar su almuerzo de celebración lo mejor posible. Y tiene que ser una sorpresa, todos tenemos que ayudar.
—Pero mujer no viste cuánto está el kilogramo de carne —Papi se lo echó a la cara.
—Si tienes para comprar tu alcohol, también tienes para la celebración de nuestro hijo —mamá sonó furiosa. Uy, esto no me da buena sensación.
— ¿Hermanita? —vino mi mellizo. Puse una cara de sorpresa, ¿no se supone que estaba con Denis? —No deberías escuchar lo que hablan los adultos, podrían descubrirnos.
—Tienes razón —fuimos los dos a nuestra habitación—. Pensé que te fuiste con Denis.
—Perdón —se disculpó sin motivo—. Él salió junto a Sam y Ronald, dijo algo de querer hablar con los dos.
—Uhm, sí que tiene mucha paciencia como para aguantar al castor cascarrabias —me crucé de brazos e hice una rabieta. —¿Escuchaste lo mismo que yo? Le harán una fiesta especial a Kons y mamá preparará carne —dije, luego di saltitos en frente de hermanito.
—Siento que algo —bajó la cabeza como si no lo viera.
— ¿Qué tratas de decir?
—No nada, ¿Qué tienes en la mano?
—Un dibujo de Konstantinoz.
Él lo vio y de inmediato se asustó para salir disparado con los ojos bien abiertos y llenos de preocupación, parece que se le olvidó hacer la tarea. Yo no puedo esperar al día lunes y mostrar mi trabajo.
El domingo no tardó en llegar, es el mejor o el peor día de la semana, es lo primero cuando vamos a la feria y lo segundo si es que es a la iglesia, el lugar en el que está Dios; demasiado aburrido. Hoy es uno particular porque toda la familia exceptuando uno, está ayudando con los preparativos para la celebración de Konstantinoz. Yo no dije nada, ni una palabra, quiero hacer mi parte y ya.
—Hey, pequeña miel de maple —el castor cascarrabias ingresó por la puerta. Por alguna extrañísima razón, no tenía su cara gruñona, incluso me llamó por un mote cariñoso. Está tan raro desde el viernes por la noche, todavía tengo las sospechas de que lo hace por quedar bien con alguien.
— ¿Qué quieres? ¿Qué me aliste para ir a la iglesia? —respondí sin caer en su trampa.
—No —se llevó los brazos atrás—. Hoy es una ocasión especial, necesito que me ayudes, te prometo que no es nada difícil.
—Eso espero —hice un puchero viendo hacia él.
—Necesito que uses tus mejores prendas
—Ay —incliné la cabeza; estaban sucias, salvo por mis nuevos zapatos favoritos.
—Si no las tienes, no importa. Ayúdame en la cocina.
— ¿La cocina? ¿No se supone que nada más mamá y Samara se encargaban de eso? —pregunté para hacer que cambie de tema. No quiero estar con él.
—Sí, miel de maple. Hoy es diferente, tenemos que ayudar todos. Ven, te prometo que tu trabajo será fácil.
Es la primera ocasión en tanto tiempo en la que él demuestra sentimientos que no son de negatividad u odio. Le di el beneficio de la duda. Fuimos a la cocina, estaba sin una de las dos mesas y un par de sillas menos.
En la mesa pequeña había un cuenco de verduras sin pelar: zanahorias, tomates, patatas y guisantes. Ronald tomó el cuchillo. Las cascaras salían con formas irregulares y en pedazos gruesos.
— ¿Y que tengo que hacer? ¿verte pelar?
—No, quiero que me ayudes con los guisantes —tomó uno de ellos y le quitó la cascara, dejando salir algunas de las adorables bolitas verdes.
—Se ve fácil. Déjamelo a mí. ¿Me darás algo cuando termine?
—Eh...—se quedó como buzón abierto—, sí, una paleta o unas gomitas. Por favor, colabora.
Sonó tan desesperado. Dije que sí con el pulgar hacia arriba como lo haría hermanito, Ronald me puso un cuenco lleno de guisantes. Pero, soy fuerte, no me iba a dejar vencer por un montón de verduras. Agarré el primero y enterré la uña en su cascara; le di un apretón y conseguí separar la cascara áspera.
Para ser mi primera vez, no lo hacía tan mal. Vi que, a mi hermano mayor, le quedaba una barbaridad por acabar. Los cortes en sus zanahorias eran toscos, nada parecidos a los de mamá.
—Ron —vino nuestras hermanas mayores—. Mamá quiere que peles patatas —Ellie las vació en la mesa.
—Perfecto, Ellie. Puedes confiar en mí, no te fallaré.
—Pela mejor, se nota que eres un principiante.
—Lo lamento, Sam y Denis me dieron una pequeña clase ayer y pienso que capté lo básico.
—Bueno, tú sigue. Si termino con mis tasks, vendré a darte ayuda. Creo que también es la primera vez de esta lindura ayudando —Ellie me revolvió la cabeza. —Lo estás haces tan bien, sigue así
—Hermanita —dejé los guisantes a medio hacer. — ¿A qué se deben estos preparativos?
—Es una sorpresa, si te digo, se arruinaría.
Cuando Ellie se fue, Ronald terminó de pelar varias patatas. Si papá lo viera, seguro se molestaría, le llamaría un afeminado y marica, palabras que claro que no entiendo, pero sé que las usa en un tono despectivo para con Denis.
Al terminar de pelar los guisantes, me aseguré de que mis botas estuvieran limpias.
—Hiciste un gran trabajo. Ahora quisiera que me ayudes a limpiar esto que es para el postre —sonó tan obvio y fingido que cualquiera se daría cuenta. —Esas botas te hacen ver un poco payasa, ¿Dónde las compraste? No digo que se te vean mal, pero es gracioso verte con ellas.
Bah. No le respondí al castor cascarrabias. Agarré una de las cucharillas, su forma tan redonda y pálida me trajo recuerdos al señor del circo. El que me contó la historia. El que...
—Auxilio —salieron por error unas palabras. La cucharilla cayó al piso. No debí hacerlo.
— ¿Estás bien? —dijo Ronald rápido.
—Hermano —no tenía el coraje de decirle que no lo estaba, no confío en sus emociones.
—Deja, yo me encargo. Ve a jugar y divertirte, no quiero que llores o te pongas triste, lamento si te presioné mucho.
Por esta vez confié en él. Para no pensar en "ese" recuerdo, me las dio por ir al gallinero por la ruta de detrás de casa, evitando ser vista. ¿Encontraría un gallo esta vez?
Entonces, escuché voces cerca. Me vi obligada a buscar un escondite. No sé por cuánto tiempo pueda aguantar pegada al tronco de este árbol, quizá hasta antes de que me llamen para la comida. Si es que alguien me encuentra, diré que esto es un juego de niños.
Si tan solo no hubiera sentido eso, si hubiera mantenido el control.
—Ja, ahora quién es la que sobrepiensa todo —dijo hermanito.
Me llamó por mi nombre, y yo le llamé por el suyo. Él sacó ramitas de su bolsillo. De rodillas en el suelo lo vi colocarlas para formar las palabras de nuestro alfabeto. En menos de cinco minutos consiguió hacer la frase de "¿Deberíamos decirle a Denis de nuestro alfabeto?"
—No —dije con las cejas dobladas—. Nadie de la familia debe conocer nuestro secreto, es nuestro y de nadie más.
Y cuando digo nadie de la familia, hablo de todos. De norte a sur, la familia Skympass es amplia, demasiados nombres de primos, tíos y por suerte dos de abuelos. Es una molestia, claro que tiene sus ventajas.
—Si no le vamos a decir, por lo menos hay que incluirlo en nuestro idioma —hermanito se puso las manos sobre el pantalón. A mí no me puede engañar, cuando él hace ese gesto, es que algo anda mal. —Hermanito, ¿Qué está sucediendo? —le pregunté acercándome, él evitó mirarme.
—Yo, yo me escapé de mis labores para buscarte y no escuchar a Sam y Ronald discutiendo, ella le echó en cara de que se está portando bien nada más para agradar a Denis, luego nuestro primo vino a calmarnos y me dieron ganas de llorar por miedo, aguanté porque no quise quedar mal. Denis me pidió que me alejara y terminé encontrándome contigo y, y recordé que entre las antiguas creencias de los nativos está que los gemelos y mellizos pueden sentir conexiones.
El que hablase tan rápido hizo que se detuviese a tomar el aire. Le conté sobre mi situación.
—Lo lamento tanto. Hermanita, te prometo que algún día nos vengaremos del sujeto que te hizo daño. Tenemos que volver a...
—Aquí están —Sam nos encontró, su llegada fue imprevista. Ella tenía una sonrisa fingida. —Que bueno que los encontré, mamá me pidió que los cuidara. Ya no falta mucho para la hora de la comida, así que quiero que no se separen de mí.
—Que aburrido, prefiero que Denis nos cuide —hermanito tuvo la valía de decir lo que no pude.
Tuvimos que darle la mano a Sam antes de que ella se enojara, si que no es buena idea hacerlo. Desde hace unos momentos que tengo un mal sabor en la boca por su condescendencia, palabra rara que aprendí a usar por mi mellizo.
—Daremos un paseo, será divertido y va a acortar el tiempo, ¿vale?
Respondí que sí.
Hoy todo sucede rápido y lento a la vez, es incomprensible, especial. Desearía que un adulto pudiera darme la respuesta, pero creo que ni ellos lo harán.
Intentando no pensar en negativo o en aquel señor extraño. Tuve que aguantar que Sam me estrujara la mano llena de odio, sus emociones no me engañan.
Pasamos cerca del sitio en el que papi deja su camión con el que trabaja y trae dinero a casa. Me di cuenta porque en la tierra estaban unas huellas de ruedas muy notorias.
Hermana mayor nos soltó la mano al mismo tiempo que vi una presencia de mejor humor acercándose a nosotros. Era Denis que vino a decirle a Sam que él se encargaría de mí y hermanito. Al poco tiempo ella se alejó toda enojada, seguro que maldiciendo a algo o alguien. Sin embargo, la tensión presente no se fue.
—Petit chevalier, petite dame —Denis nos entregó una barra de chocolate a cada uno. Pese a su calma, en él también sentí que había un no sé qué de mal. Bah, debo estar equivocada. —Ahora que nadie nos ve, puedo hacerles unas preguntas. El pequeño caballerito debe saber a qué me refiero.
—Lo siento, luego te lo explicaré.
El interrogatorio comenzó. Denis explicó que quería hacerlo lo menos molesto posible, lo que preguntaba no es que ayudase mucho,
¿Qué cuál es mi religión? Soy católica porque me enseñaron papá y mamá. Y porque ellos dicen que los cristianos, evangélicos y protestantes son unos chalados de la vida.
¿Qué hago en el colegio? Pues estudiar, porque es mi deber. Seguida de esa, si mis profesores me trataban bien. Le dije que sí; mentí. No le iba a contar lo de la maestra loca de la regla o lo de Miss Palmer, no quería hacer sentir mal a hermanito.
¿Qué juegos me gustan? Todos los que pueda jugar en el patio de casa o en el de la primaria. Todavía juego con juguetes.
¿Qué si me gusta ser un niño? Claro, me dijeron muchas veces que es lo mejor. Que esta etapa nunca volverá.
No entiendo porque Denis necesita saber tanto de nosotros. Aunque, no creo que lo haga con maldad. Aquel día que fuimos al lugar de juegos y durante todo este tiempo, siempre nos trató tan bien al punto en el que a veces lo veo como otro hermano mayor más.
—Ya puedo hacer un mejor análisis de ustedes —se detuvo para respirar—. Pequeño caballero si me lo permite quiero hacer unas preguntas especiales a usted en frente de su hermana.
— ¡Está bien! ¡Yo tengo unas confesiones por decir! —De pronto la cara de mi mellizo se volvió pálida. —Lo voy a guardar para el final.
— Vamos a un lugar privado si se lo permite.
— Yo conozco uno —les dije.
Llevé a hermanito y al primo por un camino curvado que llegaba hasta las bayas de madera que papi puso para que nuestros vecinos no se pasasen de listos. Ahí no nos molestarían.
—Pequeño Caballero y Pequeña Damita, ¿conocen ustedes el significado de la palabra marica y por qué su padre la usa tanto conmigo?
No me esperaba que fuese tan directo. ¿Cómo lo respondemos? Con otra pregunta sería mala idea. Todo este tiempo pensé que a él no le importaba el trato que le dieran mis padres.
Hermanito tragó una bola de saliva, él dio unos pasos al frente, extendiendo los brazos para protegerme. ¿Por qué me ve como una débil? Yo no necesito cuidados especiales. Tomé su lugar cubriéndole la espalda, o debería decir el frente.
—No entiendo porqué te pones a la defensiva —dijo Denis para romper el silencio—. Espera, ya sé el porqué de tus acciones —sonó exagerado—, tu hermano Konstantinoz te están tratando de imponer lo que no pudieron con Ronald, eso de proteger al más débil a costa de tu desgaste mental y lleno de condescendencia. Puedo ver en tu mirada la culpa.
Las palabras que dijo, eran ciertas. Hermanito ha estado muy protector conmigo, demasiado, al punto de ahogarme.
—Sé que quieres llorar, eres un cachorro abandonado al mundo. Hazlo, llora, libera tus emociones. Aquí no está tu padre o tu madre.
— ¡Soy un cobarde!
— Hermanito —él sacó un puño y a pesar de eso, no derramó ni una lagrima.
— Yo tengo que confesar que soy un débil y un cobarde. El día en el que hermanita más me necesitó, no estuve. No la defendí ante un tipo acosador ni ante nuestra profesora malvada.
— Y eso no fue tu culpa, deja de sobrepensar demasiado —dije con mi mejor voz de firmeza.
No me importa lo que piense o lo que le hayan enseñado. Yo también puedo defenderme y defenderlo, él es el único y verdadero amigo que tengo.
—Entonces, háblenme de su profesora malvada.
Mientras mi mellizo trataba de recuperarse, respondí la pregunta inicial de Denis y hablé sobre la malvada Miss Palmer y hasta terminé por contarle sobre lo sucedido en la feria.
Le dije además que sé que no somos iguales al resto de los niños. Ellos pueden llevarse dinero a la primaria, gomitas, emparedados y sodas. ¡Les tengo envidia! Ojalá estuviera en su lugar. Odio tener que comer sopa de repollo aguada todo el tiempo y fingir —junto con lil bro— que nos gusta.
Odio no tener tantos juguetes ni poder ir a las ferias a menudo o jugar con una mascota; no importa si es un perro, un gato y hasta un conejo. Me quedé sin aire. Tuve que respirar por medio de la boca, sin ganas de continuar.
— ¡Cómo puede ser que criaturas tan inocentes y llena de ilusiones tengan que soportar tanto! —hizo un gesto de manos elevadas al aire, digno de un drama de teatro. — Los dos están sometidos a expectativas tan represoras, tan injustas —hizo un movimiento de brazos doblados hacia abajo. Estuvo caminando y haciendo gestos extraños. En serio que es expresivo y tan impresionante al mismo tiempo.
— Primo Denis —le señalé, de pronto, él puso una sonrisa que le cubrió media cara. —Aunque no le entienda bien, quiero darle las gracias por ser tan bueno con nosotros —le di la mano.
— Lo lamento si es que los llevé a demasiada tensión. Ese no es un sentimiento bueno para los niños —pidió disculpas cuando por lo general la mayoría de adultos y adolescentes que conocemos, no lo harían; sí que es diferente. — ¡Sacre bleu! Es casi la hora del almuerzo, vamos rápido a la mesa.
Por un motivo desconocido, hermanito se quedó atrás cuando quisimos dejar el sitio.
—Alto —nos detuvo usando la palma de su mano—. Tengo un secreto por decirles, uno especial —dijo, abriendo la boca para tomar aire—. ¡La última que vez fuimos a una reunión familiar, hermanita y yo vimos algo asqueroso! A las afueras de la enorme casa de tío Pristinis estaban dos de nuestros primos besándose en los columpios, los vimos desde la ventana.
No podrían ser extraños porque en las reuniones familiares los únicos que pueden entrar son Skympass, ni siquiera parejas o novios pueden pasar, bueno, algunas veces sí. Hasta el día de hoy tengo la escena en mi cabeza sin importar que mi mente la bloquee.
Quedándose sin aire, mientras lo recuperaba, la expresión que puso Denis era bastante especial: tenía los ojos abiertos, la cejas hacia abajo y el mentón cayéndose. Creo que sé lo que significa.
Después de aquel especial momento, nos llevó hasta cerca de la mesa en la que casi todo el mundo tomó su lugar. Encontré a Ronald con una cara larga, inusual para la clase de muchacho que es, vaya que la charla que tuvo con Denis lo dejó impactado, él vio al bowl de la ensalada con la mirada caída, se reflejaron sus pequeños puntos rojos y negros.
—Ron —le dijo nuestro primo—. ¿Por qué tan triste?
—Porque fui un bueno para nada. Mamá me sacó de su cocina ya que no quería que se la arruine por mi torpeza y pidió ayuda a Ellie y Sam. No permitieron que ni arregle la mesa, luego ella se queja de que no le colaboro, no —movió las manos, inquieto—, lo hace algunas veces.
Era cierto. Mamá solía hacer quejas de que es la única que se encarga de la casa, pero cuando uno de nosotros quiere hacerlo, se enoja. No entiendo, por qué no le puede decir directa y clara, Sam no es una adivina.
Después de unos minutos de espera, a la mesa decorada con manteles blancos y adornos dorados que no veía hace tiempo, llegaron cuencos de ensalada y arroz blanco. Para beber, una bebida en botella verde y un nosequé que tenía pinta de ser de madera que fue servido en vasos finos de vidrio; otros cuencos con fideo, patatas calientes, y, en el centro una carne de la que salió un humo que llegó hasta el cielo, ese
En los extremos de la mesa estaban las dos sillas principales, en los costados pudieron estar iguales en número de las mismas, pero, en uno de ellos, había una que se veía alejada del resto.
Todos tomaron sus lugares, excepto por papi y hermano mayor. No recordaba a Kons tan radiante y lleno de carisma, tan y preocupado por los suyos, sin temor de defender o hacer justicia por cuenta propia. Y, guapo, con el cabello bien recortado y alto. La imagen que tenía de él era la de un chico honesto, alegre y con alguna falla. Hermano mayor ha cambiado tanto. O puede que no lo recuerde tanto porque era muy pequeña antes de que se fuese al collegue con Ellie.
Mamá cruzó los brazos y dio un suspiro, de cansancio, claro.
—Siéntate, hijo. Esto es para ti —dijo papi. —Ya puedes abrir tus ojos.
Los que faltaban, llegaron, yo estaba cerca de ellos. La mirada de Kons se hizo brillosa, unas carcajadas salieron de él y abrazó a papi y mami. Luego, se sentó, pero fue porque escuché que se lo pidieron. Es probable que haya seguido con su repartición de abrazos. Los adultos se reacomodaron, mami le pidió a Denis que se sentase en la silla que estaba un poco separada.
—Pss, pss —recibí un cuchicheo—. No le digas a nadie lo que hablamos con el primo.
—Se quedará entre nosotros, tenlo por seguro.
Lil' bro dejó ver un bolígrafo azul junto con una servilleta. O era para dar un mensaje en nuestro alfabeto o uno normal. Puse los pies sobre el travesaño de la silla.
Los mayores agarraron sus vasos y los levantaron, en ellos había un líquido rojizo, el que levantó más alto el vaso fue papá al que por fin tomaba un descanso serio de días de conducir con su camión por las carreteras de Jeervalya, lo típico de su trabajo.
—Quiero hacer un brindis por el mayor de mis hijos, que es también mi mayor orgullo junto a mi esposa. Para ti, querido hijo Konstantinoz, que viniste desde tan lejos para visitarnos a nosotros. Tú que nunca nos has abandonado, que estuviste con nosotros en espíritu.
—Que además es un ejemplo de hombre, hermano mayor e hijo —se metió mamá en la conversación.
—Gracias, muchas gracias. No puedo estar más contento, mi corazón desborda de alegría por sus palabras. Quiero poner un pero, esta celebración también debería ser para nuestra querida Ellie.
—Por favor Konstantinoz, es tu momento de brillar. Tú serás el primer ingeniero en energías renovables de la familia y además un futuro posible piloto de aviones.
—Ellie, no hay tanta necesidad de humildad, quería compartir estos momentos de celebración contigo, que sepan que lo que escogiste es también bueno. Serás una grandiosa trabajadora social.
—Tu corazón es tan grande, eres un ser lleno de bondad; gracias.
Quedé con los pensamientos revueltos, todo este tiempo pensando que Konstantinoz sería un piloto de aviones, no la profesión tan rara que mencionó.
—Pequeña princesa.
— ¿Papi?
—Olvidé decirte que uno de tus tíos les mandó un regalo a los dos.
— ¿Qué es, ¿qué es? —preguntó lil' bro por mí.
—Es una bicicleta, es de hombre, pero la podemos pintar del color que quieran.
— ¡Yo quiero azul!
—Y yo, rosa.
— ¡Azul!
— ¡Rosa!
Mientras discutía, fui alzada junto por unos fuertes y pesados brazos.
—Lo lamento, necesito agradecer a todos.
La escena se volvió cursi. En mi cabeza tenía un revoltijo de pensamientos, uno más aleatorio que el otro, excepto que al verlos desde adentro encontraba un color azul, un punto imaginario que se movió entre ellos y a partir de ver a papi y mami, surgió una pregunta. Por un segundo los vi a ambos azules, no, no de nuevo.
Después de enjuagarme los ojos y menear la cabeza, el color desapareció.
—Papi, ¿por qué eres feo y mami tan bonita? —pregunté para quitarme de encima todos mis pensamientos.
—Es porque los feos somos mejores padres y las bonitas, mejores madres. Las mujeres feas son malas y no saben cuidar niños; y los hombres guapos, aparte de maricones, no son graciosos o cuentan chistes. Si te gustan así es porque eres joven, cuando tengas la edad de tu mamá, te gustaran con pancita y feos pero carismáticos y graciosos como yo.
De mami salió una sonrisa nerviosa y fingida. Sin que pudieran discutirlo, los adultos no dijeron nada del momento.
—No puede ser, olvidé el champagne que compré para la ocasión —ella se preocupó—. Por favor, esperen, vuelvo en un momento.
—No coman nada hasta que su madre regrese, niños y no tan niños —les dijo papi a mis hermanos del medio.
—Tía Ierga, si quiere le ayudo a descorchar, soy perfecto para la ocasión.
—No es necesario, Denis —ma se fue por la bebida.
Ella fue por lo que dijo, pasando de la ayuda del primo. La bebida fue descorchada por el celebrado que sirvió a todos —menos a mí y lil'bro—. Se pusieron de pie para otra vez poner sus copas al aire. Entiendo que sea un día especial, pero, quiero comer.
Los mayores, incluyendo Ronald y Samara que, por su edad, deberían estar prohibidos de beber el alcohol, levantaron sus vasos para hacerlas chocar unas con otras. Me recordó a esa celebración de año nuevo que pasamos en la casa unos familiares de más dinero.
—Salud por nuestro Konstantinoz —papi elevó la suya hacia su frente.
—El momento que esperaban ha llegado: pueden comenzar a comer —mami por fin lo dijo—. Como supuse que tardaríamos, puse la carne en una bandeja especial. Voy a servirles a ustedes.
Comenzó por la estrella de la comida, para él cortó un pedazo del tamaño de los platos que estaban servidos. Esperé a que fuera mi turno. Ella me puso una carne larga y delgada que no esperé para hincarle el tenedor.
Todos teníamos un pedazo de carne, menos el primo Denis. ¿O acaso es vegetariano? No lo creo, si lo vi comer una hamburguesa.
—Mamá, te olvidaste del primo. Dale su porción, por favor —Ellie se lo tuvo que recordar.
Mami hizo una mueca de disgusto, esto no me gusta. Sé que el primo Denis puede parecer raro, pero no se merece el trato que le dan.
Entonces, mi vista cambió de rumbo al notar que de la cabeza de hermanito comenzó a salir un humo de "ese" azul parecido al del ojo en el cielo. Podria decirse que está entre el azul marino y violáceo, es la clase de tono que relaciono con la tristeza. Por si no fuera suficiente, sentí mi propia cabeza caliente, tanto como una caldera de agua al hervir.
«Uno, dos, tres. One, two, three», conté en los dos idiomas.
El humo se dirigió hacia hermano mayor Konstantinoz y mami, a partir de ahí, no pude ver nada más por culpa de los demás.
—Te lo dije —mi mellizo me cuchicheó.
No sé de qué esté hablando, ¿Qué es lo que me dijo que no puedo recordar?
Hundí los brazos y crucé las piernas. Creo que ya entendí lo que me quería decir: el mal presentimiento.
Mamá que siguió cortando pedazos de carne, agarró un cuchillo y lo lanzó al piso. Algo andaba mal con ella, sus pupilas eran más grandes y oscuras, junto con sus movimientos torpes, me terminó por confirmarlo. Poco le faltaba para colocar su pie en la mesa.
Las miradas de los ocho se pusieron sobre ella que parada firme, se llevó el puño al pecho.
—Tengo un anuncio importante para decirles.
—Ierga, que sea rápido —le respondió su esposo, cortando los pedazos de carne de sus hijos menores.
—Por mis miedos personales críe a Konstantinoz para que fuera el hijo perfecto en mis estándares. Él puede poner las necesidades de los demás por encima de las propias, y echarse la culpa de los problemas sin que los haya causado. Porque así me criaron a mí, él es un reflejo de mí.
El humo azul salió de ella y quizá sus pupilas volvieron a la normalidad. Ahora, hermano mayor fue quien se paró.
Esto no se va a poner bien.
—Es verdad. En la universidad me dejo mandonear por las personas y tengo una novia de la que no les dije nada porque quiero mantener el secreto por adrenalina. Ni Ellie sabe de qué la tengo, el dinero que no les doy a ustedes, ella lo tiene.
Con un fuerte ruido, fue turno de papi en estar de pie. Su cara ardía de ira, estamos muertos.
— ¿Qué mierda hiciste con nuestro hijo? ¡Lo criaste para que fuera cualquier cosa! —papá le gritó a mamá en frente de la familia.
—Hermanita —dijo mi mellizo que acercó su silla, enganchó uno de sus brazos con uno de los míos.
—Tenemos que estar juntos, no te separes de mí, es mi turno de cuidarte.
—Vamos con hermano Konstantinoz —me pidió. Los dos nos levantamos para ir con él que nos aferró contra su pecho. Ellie, Denis, Ronald y Samara estaban tan inmóviles, uno de ellos tragó lo que dejó a medio comer.
—Dime Ierga, qué hiciste con nuestro hijo. Ahora comprendo varios de sus comportamientos —gritó papa de nuevo. Mamá se encogió de hombros. Perdí la vista, todo se volvió oscuro.
—Basta, tío Typheus —oí un grito por parte de Denis—. Usted es igual de violento que algunos de sus hermanos ¡Lo sé por fuentes que planeo mantener en secreto! Tía Ierga no es la única culpable de lo que es Konstantinoz, la crianza es entre dos y ella hizo lo que estaba en sus manos.
» Usted tiene una parte de la culpa por ser un padre ausente en los momentos que se lo necesitó, por dejar una carga tan pesada en su esposa. Que usted tenga que trabajar no es excusa porque tiene responsabilidades con su mujer y sus hijos.
No hubo respuesta. Los gritos que dio Denis fueron fuertes y claros. Mami se rompió en llantos. A pesar del trato que le dio al primo, él la defendió.
—Cuando me casé prometí que jamás pondría una mano sobre mi esposa —respondió papá después de unos minutos.
—Pues cumpla su palabra, no le mienta a sus hijos y su esposa, no sea un cobarde —le dijo sin miedo Denis a mi padre—. Si me lo permiten, acabaré esta comida, desperdiciar es un delito.
Mi visión regresó.
Volví a mi asiento al lado de hermanito, la comida estaba fría. El resto del almuerzo hubo silencio. Después, Ellie y Denis se quedaron recogiendo los cachivaches para dárselos a Ronald y Samara que los llevaban adentro. Konstantinoz estaba al lado de mamá dándole caricias.
"Tenemos que retirarnos" Hermanito me pasó una nota sobre servilleta.
—Hazlo tú, me quedaré a ayudar. Lo siento.
—No, nos quedaremos los dos —dijo él.
—No es buena idea estar aquí, vámonos.
Mientras el resto se ocupaba de sus labores, nosotros salimos de la mesa.
—No se vayan lejos —mamá nos descubrió.
—No te preocupes mom, iremos a jugar —mi mellizo lo dijo en tono de mentiras.
—Tanto esfuerzo por nada.
—Estás diciendo tonterías. Dieron su mejor esfuerzo, ir hasta Santa María por las mesas y manteles, no es poca cosa.
—Fueron nuestros regalos de matrimonio, tu padre tenía que traerlos sí o sí.
Mamá siguió hablando en un tono lloroso. Sé bien que tengo menos de doce años y que no me impide decir que conozco el patio de la casa tan bien como el lugar donde el maestro de Educación Física pone la pelota de futbol por la que los niños se pelean. En el medio del terreno está la casa, más arriba hay unos árboles de troncos largos y delgados. A la derecha de los troncos está el camino que conduce al gallinero y más allá, el huerto en el que están las verduras. A la izquierda más arriba, está el camino que llega a una carretera, papá siempre deja su camión por ahí. Esta vez no fue la excepción. Sus ventanas del frente estaban cubiertas con polvo y las ruedas se veían tan desgastadas.
—No creo que sea buena idea hacernos ver con papá.
—Vamos por otro lado.
Fuimos hacia arriba, pasando por unos árboles de tronco robusto. Entonces, nos encontramos con la sorpresa de que Denis y Ellie estaban teniendo una conversación a ocultas.
—Denis —habló preocupada nuestra hermana mayor. Los vimos detrás del clásico escondite que son los árboles.
—No, Ellie. Al igual que tú y Konstantinoz, me ausenté a las clases de la universidad porque era lo que me tocaba.
»He ido venido desde Francia y estuve por varios sitios de Jeervalya, visitando a muchos de nuestros familiares. Le he prometido a la persona que me avisó que Konstantinoz vendría, que no daría su nombre ni su ubicación. He escuchado tanto de él: que es un gran hombre, que deja en alto el nombre de su parte de la familia, que siempre da un trato ejemplar a las damas. Que es apuesto, inteligente y tanto por el que poner un etcétera.
Conozco a los tuyos por apenas unos días, el tiempo suficiente para darme cuenta de que el mito de Konstantinoz se ha derrumbado, que su perfección es una ilusión. Él no es el hermano mayor que necesitan. Ellie —le puso una mano al pecho, cerca del corazón—, entre nosotros, necesito decirte que: quiero criar a tus hermanos menores. Si tengo que dejar la universidad en Francia lo haré. Sé que puedo con la responsabilidad, por favor, dame una oportunidad.
—Denis —tomó distancia de él—, en qué estás pensando, no puedes dejar tu universidad por mis hermanos, apenas los conoces. ¿Es que tú estás mal de la cabeza?
—Te dije que puedo, es una responsabilidad que quiero asumir. Quiero hablar con tío Typheus y tía Ierga, les diré mi propuesta. Tanto tu hermana como tu hermano necesitan ser protegidos, ser felices, correr y divertirse sin cargar con responsabilidades que les han puesto en este entorno.
El primo hizo un énfasis en la a de hermana y la o de hermano. Vivir con él, suena interesante. Pero..., ¿sería posible acaso? Él siempre ayudó en las labores de casa, en lo que podía y hasta en lo que no; es un tipo de los que falta en este mundo. Quisiera saber si hermanito piensa lo mismo de nuestro primo.
—Tus hermanos necesitan una mejor vida, yo puedo dárselas.
— ¡No! Mis hermanos no necesitan tus lujos ni tus historias, ahora comprendo por qué mis padres tenían tan mala espina de ti, eres un absoluto chalado.
—Tú no me entiendes, Ellie. Y puedo deducir tus razones.
—Eres tan raro. Lo que necesitan mis hermanos es, ¡disciplina!
—Porqué —mi mellizo habló después de tanto tiempo sin hacerlo.
— ¿Qué significa esa palabra? Vamos, lil bro, lees mucho, tienes que decírmela.
— Prefiero que tú lo descubras. Vámonos, quiero ir a mi cuarto.
Para evitar otro mal momento, tuve que seguirle el paso. Sin embargo, esa palabra se quedó dentro de mí.
Disciplina.
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