Extra
Extra
⋅༺༻⋅
Narra Emma:
[10 meses después del capítulo final]
No puedo apartar la mirada de la ventana. Esta vez la tormenta no me molesta tanto, no cuando tengo los auriculares puestos y la música golpea mis oídos con tanta fuerza que apenas puedo escuchar algo en el exterior. Aun así, los rayos iluminan el cielo cada pocos segundos y sé que la noche sólo está empeorando. Cada vez son más constantes, la lluvia más intensa.
Vuelvo a subir el volumen de la música o, más bien, a hacer un amago, porque ya está todo lo alta que puede estarlo. Suelto un suspiro y apoyo la barbilla sobre mis brazos, estoy echada sobre el respaldo de mi sillón, esperando como si la tormenta fuera a desaparecer de un momento para otro. No, no va a hacerlo, pero estoy más cómoda aquí que tumbada en una cama, supongo que ya es por costumbre, pero necesito estar sentada en un sofá, despierta.
Cierro los ojos por unos segundos, dejando que mi cabeza se aferre a la canción con la esperanza de poder dormirme un poco. Mañana es festivo, pero, aun así, con la mala semana que ha hecho apenas he podido pegar ojo en un par de noches. He dormido algo, por supuesto, sólo que no tanto como me gustaría, aunque esta noche ha sido diferente porque el ruido es demasiado intenso.
Tengo el sueño ligero y más de una vez me ha despertado la lluvia golpeando suavemente el cristal. Esta me he despertado con un sonoro trueno y un grito ahogado en mi garganta.
No estaba sola.
Fenrir estaba cómodamente dormido en su cesta, cerca de la cama, más que nada porque me asusta la idea de que duerma en la misma cama que yo, he visto cómo es cuando se vuelve agresivo y sé la facilidad de Ethan para dejar ese tema pasar cuando está adormilado. La última vez que tuve un incidente con su perro fue cuando tenía mal la garganta y bajé a por una botella de agua en medio de la noche. Fenrir me encontró en la mitad de las escaleras y ahí se quedó. Primero sólo me miraba, pero en cuanto fui a subir un escalón más, empezaron los gruñidos.
No me dejó subir.
Llegué a llamar a Ethan con mi móvil porque no me atrevía a hablar demasiado alto con Fenrir en ese estado, capaz y me atacaba pensando que le estaba gritando a él. Ahora, ¿Ethan hizo algo?
Por supuesto que no.
Me contestó la llamada adormilado, tardando en procesar si era uno de los días en los que me estaba quedando con él en la cabaña o en mi casa. Cuando se lo conté todo y le pedí que me echara una mano me colgó. Eso sí, escuche sus carcajadas desde las escaleras.
Terminé durmiendo en el sofá.
Ahora, sé que Fenrir acostumbra a dormir con Ethan y, es más, cada vez que me quedo yo suelo llevarme a Hati conmigo. Ethan ya está acostumbrado a dormir con su perro a los pies de su cama y, lo he comprobado, es de moverse mucho mientras duerme, así que siempre que me quedo vuelvo a la que he adoptado como mi habitación. Al menos generalmente, pero hay excepciones. Hoy, sin ir más lejos, ha sido una. Ayer también.
Este fin de semana la tormenta ha seguido y mis pesadillas no me dejan en paz, así que después de haberme despertado ayer tras una siesta completamente desorientada y horrorizada, decidí que no quería pasar la noche sola. Hoy he hecho lo mismo, Ethan no ha preguntado, simplemente ha subido la cuna para Fenrir y se ha hecho a un lado. El problema es que hoy la tormenta es mucho más fuerte y ni siquiera con él a mi lado he conseguido mantenerme dormida. Probablemente ahora Fenrir ya haya ocupado mi lugar, eso si Ethan no se ha hecho con todo el colchón antes de que el perro se diera cuenta de mi ausencia.
Ethan es peor que un huracán cuando duerme. No es que tire de las mantas ni que ronque. Es silencioso, pero inquieto. Demasiado inquieto. Dormido no entiende el significado de espacio personal, mucho menos de tranquilidad. ¿Cuántas veces le tuve que despertar ayer para que se echara a un lado? Más bien, ¿cuántas veces lo intenté? Porque esa es otra: tiene el sueño muy pesado.
Incómoda, me levanto del sofá, me estiro un poco y cambio de lugar. Las luces están apagadas porque nunca me ha gustado tener las luces encendidas cuando las cortinas están abiertas, no desde que me di cuenta de lo bien que se veía el interior de una casa al hacerlo. Así que ahora, con la única iluminación siendo la del exterior, rodeo el sillón y me dejo caer en el suelo, mi espalda contra el respaldo, mis pies rozando la parte baja de la ventana y las cortinas cubriendo mis rodillas. Estoy metida en un pequeño rincón desde donde sólo puedo ver el exterior, resguardada entre muebles.
Hago el amago de subir una vez más la música, bloqueo mi móvil y lo dejo a un lado. Esta vez, cuando cierro los ojos, me quedo dormida.
Estoy en una fiesta. El aire es pesado, está cargado y entra caliente a mis pulmones. La gente se empuja entre sí y me roba el poco espacio que puedo conseguir. La música resuena con fuerza en mis oídos y un olor amargo me golpea.
Giro la cabeza en busca de algo o de alguien. ¿Y la gente que conozco?
Me estiro, levantándome sobre la punta de mis pies en busca de... ¡Ahí está!
No me importa empujar a toda persona con la que me cruzo, no mientras trato de alcanzar esa cabellera castaña de mi hermano que se mueve rápida por la sala. Por el camino, mis pies rozan un suelo irregular. Hay cristales y un suelo tan pegajoso que me cuesta levantar mis pies. Entre eso y la gente, apenas puedo moverme, pero lo hago porque, de repente, siento que estoy en medio de una persecución donde mi único cometido es alcanzar a Josh.
Así que le sigo. Cruzo la puerta que él ha atravesado y estoy de vuelta en un lugar conocido; es la cocina de la mansión de los tres hermanos. Está como la recordaba, con los fajos sobre la mesa y Christian apoyado contra una de las paredes. Le miro, sabiendo que había venido aquí siguiendo a mi hermano, pero en mi cabeza esa idea desaparece y siento que es a Christian a quien había estado siguiendo.
Aparecen dos figuras difuminadas detrás de mí, dos figuras que antes no estaban pero cuya presencia no termina de sorprenderme, es más, sé lo que va a pasar, sé lo que va a pasar antes de que lo haga porque algo en mi interior lo está gritando.
Christian está abriendo otra puerta: blanca y de madera.
Sé lo que hay al otro lado antes de que la termine de abrir y me traten de empujar dentro. He estado ahí, en ese pequeño baño de baldosas destrozadas. He tratado de sostenerme a ese bidé y de buscar fuerza en mi propio reflejo. Y sé lo que viene después. Sé cómo voy a sentirme, tan débil que apenas podré respirar, tan adolorida que no podré pensar. Después vendrá el golpe.
El miedo me golpea con fuerza y estoy clavando los pies en el suelo para no entrar ahí.
"¡No!", grito, pero ni siquiera yo puedo escuchar mi voz. "¡No quiero hacerlo! ¡No quiero ir ahí!", sigo rogando.
Lo veo con tanta claridad que ya puedo sentirlo. No quiero sentirlo, no de nuevo. No quiero volver ahí, no quiero estar ahí. Trato de alejarme antes de que sea tarde, pero no hay salida. Grito, grito hasta quedarme sin voz aunque sepa que la voz no termina de salir. Cuando quiero darme cuenta, estoy de vuelta en ese destrozado baño. Las puertas han desaparecido y no hay salida posible.
Estoy atrapada.
"No de nuevo, por favor, no de nuevo", estoy suplicando.
—¡Emma! —El grito viene con un apretón en mis brazos y mis ojos se abren de golpe. Vuelvo a la realidad de forma tan brusca que esta vez, cuando grito, sí puedo sentir la voz raspando mi garganta. El corazón me late descontrolado y los auriculares se me caen, eso si seguían en mis oídos, porque ahora mismo no sabría decir.
Ethan está acuclillado frente a mí, con las manos levantadas a modo de rendición y cientos de emociones recorriendo su mirada.
Cuando consigo entender qué es real y qué no, aparto la mirada de él para volverla hacia el techo. ¿Cuándo han encendido las luces del salón? En el exterior todavía es de noche.
—Emma —esta vez mi nombre sale de los labios de Ethan con cuidado, como si tuviera miedo de que ese fuera a ser el detonante para algo peor.
Le devuelvo la mirada, con el corazón realentizándose.
Ahí siento la humedad en mis mejillas y, como otras veces, borro las lágrimas con las palmas de mis manos en un rápido movimiento.
—Perdona, ¿decías? —murmuro con un hilo de voz. Al notarlo, me aclaro la garganta. El sueño desaparece con rapidez de mis recuerdos. Sé que ha sido una pesadilla, pero pronto eso es todo lo que recuerdo.
Ethan estira una mano hacia mí, le miro sin entender. Aun así la tomo y él tira para impulsarme hacia él. Pronto me envuelve entre sus brazos y puedo sentir su corazón acelerado. Me abraza como lo hizo cuando nos reencontramos en Italia y eso me confunde todavía más. Sólo sé que aprieta el agarre, sin una intención de soltarme pronto.
Tardo en devolverle el gesto y, al hacerlo, él se relaja un poco. Siento una de sus manos, una firme en mi cintura, la otra en mi cabeza, pegándome a él. Pronto deja un beso contra mi sien.
—¿Ethan, estás...
—Cállate —interrumpe.
Cómo no.
Esta vez, cuando un fuerte trueno suena fuera, puedo escuchar perfectamente el eco a nuestro alrededor. La tormenta sigue empeorando. Al instante, Ethan incrementa el agarre de forma que apenas puedo moverme. Mi cabeza está apoyada contra su pecho y puedo sentir su corazón acelerándose de nuevo.
Frunzo el ceño, apoyando una mano contra su pecho para poder apartarme un poco. Me lo pone difícil. Ahí es cuando voy reaccionando poco a poco, me doy cuenta por fin de que, pese a estar en pijama, tiene la chaqueta puesta y que está húmeda, justo como su pelo.
—¿Has salido fuera con el día que hace? —pregunto.
¿Qué hora es? ¿Ha tenido que ir a alguna parte? No ha podido pasar nada, es decir, se acabó todo hace meses, no puede... Mi confusión va creciendo y envenenando mis pensamientos. Ethan termina por soltarme, echarse hacia atrás y volver a ponerse completamente en pie.
—No ha sido por voluntad propia —comenta. Pierde la suavidad de antes.
—¿Ha sido Fenrir? —Por favor, Ethan, dame algo con lo que distraerme.
—Más bien la costumbre de alguien de esconderse detrás de mis muebles.
—¿De qué hablas?
Señala la zona entre el sofá y la ventana donde sigo sentada. Sí, estoy como en una esquina prácticamente escondida del mundo. ¿Y qué?
—Estoy cómoda aquí.
—Creeme, lo he notado.
—Espera, ¿estás enfadado? —Lo noto en su tono de voz.
—¿Enfadado por qué? ¿Porque después de todo por lo que hemos pasado no se te ocurra pensar que esconderte por los rincones donde nadie te puede encontrar durante horas podría preocupar a alguien? —lanza de vuelta.
Sí, está enfadado.
Abro la boca para quejarme, pero antes de hacerlo reviso la hora en mi móvil. Todavía son poco más de las cuatro e iban a dar las tres cuando bajé al salón. No, no han sido horas, eso es sólo él exagerándolo.
—Estaba cómoda aquí, ya sabes lo mal que duermo cuando hay tormenta.
—Podrías haberme avisado —murmura entredientes.
¿Qué ha pasado con el abrazo de hace unos segundos? Un minuto es cariñoso y al siguiente es alguien completamente diferente. Lo peor es que ya me he acostumbrado a esto.
—Estabas dormido. ¿Sabes siquiera lo difícil que es despertarte? Bien podría haberte dicho veinte veces lo que iba a hacer que no te hubieras acordado al despertarte. Además, ¿cómo iba a saber que ibas a despertarte antes que yo? No es que seas madrugador.
Sin nada que poder debatirme ahí, pone otro punto.
—¿Y no se te ha ocurrido pensar lo que pasaría si me despertaba antes?
—Yo qué sé qué iba a pasar, Ethan. ¿Que te reirías de que puedo dormirme en cualquier rincón? —suelto un suspiro antes de ponerme en pie—. No pienso discutir por una tontería. Hablamos cuando se te haya pasado.
Ethan me agarra del brazo antes de poder dar un paso más lejos.
Parece tan listo para discutir que se me quitan las ganas de todo. Por suerte, parece recapacitar sobre eso porque su agarre desaparece y su mirada se suaviza.
—¿Te das cuenta de que la última vez que no pude encontrarte en un día de tormenta desperté con la noticia de que habías muerto? —Esta vez, cuando Ethan lanza la pregunta, mi ligera molestia de antes desaparece y abro los ojos a algo que ni siquiera me había llegado a plantear ni una sola vez.
Así que es eso.
Cierro los ojos por un segundo, tomando una profunda bocanada de aire. Cuando abro los ojos de nuevo, Ethan sigue frente a mí, esperando, esperando y algo preocupado. Vulnerable, justo como pocas veces me ha dejado verle.
Doy un paso más cerca, apoyo una mano en su mejilla y dejo un beso contra sus labios. Está completamente tenso incluso bajo mi agarre, algo que no suele pasar. Realmente esto ha debido de golpearle fuerte para estar así, pero, lo entiendo. Creo que lo entiendo.
Las tormentas empezaron recordándome los días que pasé sola, perdida, helada y hambrienta en medio del bosque, pensando que nunca saldría de esa, que mi familia no aparecería de nuevo. Lo até al recuerdo y me persiguió por años.
Ahora el recuerdo que se ha atado a las tormentas para Ethan es el mismo que el de mis pesadillas. He sido una ciega creyendo que, como no estuvo ahí, no podría afectarle. A mí me persiguen los recuerdos que prefería callar porque eran un peso más con el que cargar, mi peso, ahora veo que ha tenido el mismo efecto en él. Como cuando nos reencontramos: no había pensado en cómo lo vivió él. Supongo que he sido egoísta en ese sentido, sintiéndome como la única víctima y sin pararme a pensar en que no fui la única afectada.
—Perdón —pido con completa sinceridad.
Busco en sus ojos mieles esa aceptación que no tarda en llegar. Mientras tanto, rozo sus labios con mi dedo pulgar, tratando de crear una distracción para que acepte con más rapidez.
Él cierra su mano sobre la mía y la aparta de su rostro no sin antes besar mis nudillos y la palma de mi mano.
—Anda, vamos a dormir un poco —propone. Más relajado, más tranquilo. Ya se ha ido su agobio inicial y ahora se quita la chaqueta para dejarla tirada sobre el sofá antes de recuperar mi mano y llevarme con él escaleras arriba.
Echa a Fenrir de la cama, el perro ha aprovechado el vacío para subirse encima.
Ahora aprovecho a que Ethan se sienta al borde de la cama para subir también, acercarme a él por detrás y apoyar mis manos sobre sus hombros antes de dejarlas caer hacia adelante y apoyarme contra él. Siento cómo se va relajando, pero todavía no es suficiente. Así que termino por rodearle con mis brazos desde atrás y apoyo mis labios contra su hombro sólo porque sé que eso siempre ayuda con él. Esta vez también lo hace.
Siento cómo Ethan cede por completo en el momento en el que le abrazo así. Sus manos buscan las mías, que mantengo cerradas en su abdomen, y las toma.
Lo he hecho más veces, lo hago siempre que él está mal, porque enfrentarle cara a cara no suele ser la mejor opción en esos momentos, sólo consigue ponerle más a la defensiva y que se ponga alerta. Así, en cambio, consigo lo contrario.
—¿Estás bien? —pregunto, sintiéndome mal por no habérselo preguntado antes, meses atrás a decir verdad. El problema es que Ethan no es de mostrar sus emociones y hay cosas en las que yo no pienso, no esperaba que algo hubiera podido afectarle así, menos lo que pasó.
—¿Es que quieres que te mienta? —lanza de vuelta. Eso me saca una media sonrisa y una carcajada seca. Siempre tan Ethan.
Apoyo la frente contra su hombro, con los ojos cerrados.
—Sabes que te quiero, ¿no? —pregunto.
Ethan se queda unos segundos en silencio.
—Eso espero, porque si no esto sería bastante incómodo.
Le suelto y me echo hacia atrás. Sí, ya ha roto el momento para variar. Tengo la tentación de rodar los ojos cuando me vuelvo a meter entre las mantas y me recluyo en un rincón. ¿Qué tiene con hacerme eso? No es que quiera escuchar un "Yo también te quiero", no estoy ciega y sus gestos hablan por él, pero, maldita sea, que no lo corte todo con una mala broma cada vez que trato de abrirle mi corazón.
Ethan también se mete bajo las mantas y pronto está en mi lado de la cama de nuevo, sólo que esta vez no le hace falta estar dormido para quitarme mi sitio. Se acomoda o, más bien, me acomoda para terminar junto a él. Siento el calor de su cuerpo contra el mío cuando su respiración roza mi nuca.
Con suavidad, suelta un par de palabras contra mi piel.
—Te —sus labios rozan mi cuello— quiero.
Aun cuando estaba segura de no necesitar escuchar esas palabras viniendo de él, sonrío.
Le quiero. Y un día de estos va a terminar por hacerme perder la cabeza. Pero le quiero, más de lo que podría poner en palabras.
Espero que hayáis disfrutado de los capítulos, haber podido aclarar temas de cómo será su vida en un futuro y enseñar algunas de las consecuencias que toda la historia tuvo en ellos. Después de esto dudo que volvamos a vernos por esta historia, pero ha estado bien.
¡Un abrazo enorme!
Nos vemos en La Promesa de Asher ;)
—Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro