Capítulo 42 - Estrategias ocultas
Capítulo cuarenta y dos: Estrategias ocultas.
Narra Emma:
—¿Estás segura de que...
—Puedo sola —interrumpo. Puedo sentir a mi hermano apoyado al otro lado del probador, con una mano sobre la cortina a sabiendas de que llevo más tiempo del que debería aquí dentro. Me cuesta vestirme. Apenas puedo agacharme sin que mis pulmones se cierren o sin sentir el dolor agudo en mis costillas. Estirarme es todavía peor así que ya ni hablemos de ponerme la camiseta por encima.
Podía haber sido mejor, cuando me desperté el dolor era menor, las horas de sueño y los días en cama me habían ayudado, el problema ha llegado después de dos horas andando para llegar a la estación de autobuses porque a Josh le quedaba el dinero justo para nuestro viaje. Luego ha habido que sumarle las horas del primer autobús donde ni siquiera podía reclinar mi asiento. Ahí el dolor ha ido creciendo, subiendo por mi cuerpo y asegurándose de contaminarlo todo a su paso.
Ahora estamos esperando a que salga el segundo autobús que nos llevará hasta Santa Fe y, si Darren no le ha mentido a mi hermano, un tal Mario nos estará esperando para colarnos en un vuelo de mercancías. La idea es llegar a Italia, juntarnos con nuestros padres y aprovechar la cantidad de medios de comunicación a los que nuestra familia ha invitado para que hagan el comunicado sobre el nuevo rumbo de nuestros hoteles. Los medios disfrutarán de la noticia, la extenderán rápido y tantas figuras poderosas nos cubrirán las espaldas hasta llegado ese momento. El único problema ahora es averiguar cómo contarlo para que se sepa que es real, porque en el mundo en el que vivimos es común encontrarse con personas que ven todo como una mentira, como una broma y, si eso pasa, Josh y yo estaremos realmente jodidos. No sólo no habremos conseguido nada, sino que estaremos completamente expuestos. De la otra manera los hermanos podrán ser retenidos y, en el peor de los casos, tendrán que esconderse, pero nos dará tiempo, tiempo en el que habremos hecho lo correcto.
Todavía estoy trabajando en esa parte, en la veracidad. Por desgracia el dolor me nubla los pensamientos.
Me muerdo el labio con fuerza en busca de otra zona donde focalizar el dolor cuando me pongo la camiseta. Necesito cubrir mi costado antes de que el espejo empeore mis pensamientos, porque he visto, de reojo, esa zona oscura que mezcla tonos morados, verdosos y rojizos. Eso que envuelve mi costado y se extiende como garras hacia el resto de mi cuerpo. Acomodo de mala manera la camiseta y trato de ponerme el jersey verde lo más rápido que puedo. Depende con qué movimiento incluso mi respiración se bloquea, eso debería ser advertencia suficiente como para ir a un hospital. Si tan sólo tuviéramos tiempo o algo que probara nuestra identidad, quizás lo haría, pero no es el caso y nosotros no tenemos tiempo.
Ya descansaré cuando todo esto acabe o, al menos, cuando mi hermano y yo estemos seguros. Ahora no podemos parar.
Al salir Josh me pone una gorra de algún equipo sobre la cabeza y la baja tanto que tengo que moverla para poder ver algo. Es ropa de segunda mano, he elegido algo barato bastante al azar y la mujer de la tienda ha sido lo suficientemente amable como para dejar que me cambiase en su probador después de pagar. Josh también ha comprado un abrigo grueso para él.
La tienda está bastante desordenada, es oscura y el reproductor de música antiguo que tiene cerca del mostrador está roto, al menos eso nos ha dicho antes de subir el volumen de la televisión. Ahora la mujer está pasando entre los canales con una postura aburrida. Tiene que estirar el brazo para que la distancia entre el mando y la televisión sea lo suficientemente corta como para que funcione.
Josh deja unas monedas sobre el mostrador y señala la gorra que me ha puesto con el pulgar.
—Nos llevamos también eso.
La mujer deja el mando sobre el mostrador para buscar cambios. En lo que lo hace mi mirada cae sobre la televisión, bastante sucia y con la imagen poco nítida. No es algo que te haga mantener la mirada ahí. Aun así sí es lo bastante clara como para que distinga una imagen conocida. Una foto familiar antigua nuestra.
No puedo escuchar nada porque la mujer le ha quitado el volumen al acercarnos, pero hay frases cruzando la pantalla. No puedo creer lo que leo.
"Rachel y Henry Aldrich se dirigen a los medios tras la muerte de sus hijos."
Y pasa de nuevo, una segunda vez en la que mi corazón se acelera, golpeteando mis adoloridas costillas y dándome una dosis de realidad. Hijos. Ya no es sólo le cadáver de "Josh" que encontraron y por lo que ya estaban tratando de contactar con nuestros padres según me dijo el hombre de la morgue. Ahora yo también estoy ahí, de alguna forma.
Aparto la mano de mis labios al darme cuenta de que estoy tirando de mi labio inferior como hacía cuando era más pequeña. Es un viejo tic en el que caía cuando me sentía completamente perdida, nerviosa y asustada. Hacía tiempo que no me sentía así, no hasta el nivel en el que la realidad se vuelve tan confusa que no sé por dónde tirar.
—Perfecto, tened un buen día. —Me vuelvo hacia la mujer con una tensa sonrisa y mi hermano cierra la mano sobre las monedas que la mujer le ha dado de vuelta. Con el corazón en un puño, cierro ambas manos alrededor del brazo de mi hermano y le saco conmigo de la tienda más rápido de lo que él había querido. Después le obligo a seguir, a alejarnos, acallándole cada vez que empieza a pronunciar una pregunta. No me quedo tranquila hasta no haber cruzado dos calles y girado una infinidad de veces. No estoy segura de qué me hace preocuparme tanto, supongo que en gran parte es que es de las pocas veces en las que algo me llega por sorpresa hasta el punto de romper todos mis planes, porque incluso creí a Josh muerto todavía había algo que me movía: terminar con Christian. Eso no había cambiado. Ahora siento que me han quitado el suelo de los pies y que estoy cayendo, tan rápido que el golpe dejará marca.
Si es que queda algo después de una caída así.
Cuando siento que estamos lo suficientemente lejos y no sin antes bajar más mi gorra y dar un par de miradas nerviosas a cualquier persona que esté cerca, hablo.
—Te dije que había visto a alguien como tú en el depósito. Alguien fingió tu muerte y ahora han fingido la mía, dudo que sea coincidencia y lo único que tenemos aquí en común es Christian. No sé qué tiene entre manos, pero empieza a preocuparme.
—Nadie ha fingido tu muerte, Em.
Em. ¿Cuál fue la última vez en la que me llamó así? ¿Qué tendríamos, siete años? ¿Ocho quizás?
—Estaba la televisión puesta en esa tienda, ponía que nuestros padres estaban dirigiéndose a los medios después de nuestras muertes. Nuestras, Josh, tuya y mía.
—Eso no tiene ningún sentido.
—¿Crees que no lo sé? —Mi cabeza. Ojalá no se sintiera tan pesada. Mentalmente estoy destrozada y físicamente tan mal que me afecta también. Lo peor es que sé que la respuesta es algo simple, puedo sentirla, cerca de deslizarse por mi garganta y buscar el exterior. Es como si la parte más inconsciente de mi persona conociera esa respuesta, pero yo siguiera siendo incapaz de verla con claridad. Odio sentirme así, tan poco capaz, tan impotente. Durante años me he sentido orgullosa de mis conocimientos, de esa forma de ver el mundo, me gustaba dar con rapidez con la respuesta a acertijos y problemas que otras personas consideraban complicados. Esa es una gran parte de mí, ahora no puedo acceder a ello. Me da rabia, me frustra y cabrea por completo.
—¿Qué hacemos ahora? —Josh deja de andar y yo doy un mal paso al perder su agarre.
Buena pregunta.
—Con suerte nuestros padres seguirán sin merecerse el título de padre o madre del mes y no habrán vuelto a casa todavía. Les encontraremos en el hotel y arreglaremos esto. Con mala suerte, ellos no están ahí porque habrán vuelto para reclamar nuestros supuestos cuerpos, aun así habría muchas figuras importantes y nos darían algo de —chasqueo los dedos cuando no me sale la palabra adecuada. Encontrar coherencia en mi cabeza ahora mismo es como meter la mano en el mar y esperar que cuando cierres los dedos tengas un pez agarrado: prácticamente imposible—. seguridad.
—¿Entonces vamos a Italia?
—Es mejor opción que volver a casa.
—¿Y si dejamos que nos vean? Podemos atraer a los medios y será como lo que dice Rachel, no hay nada que pase desapercibido bajo los focos.
—Cómo se nota que nunca te has metido demasiado en el negocio. No puedes chasquear los dedos o decir a algún medio importante que tienes una noticia y esperar que aparezcan. No es tan fácil. Dudo que se crean que somos nosotros los que llaman de todas formas o que nos den atención durante el tiempo suficiente, seguir en el país es mala idea, Josh. Hacer esto desde fuera pone tanta distancia entre esos hermanos y nosotros que nos da la mejor oportunidad que tendremos. Dará tiempo a que haya una repercusión fuerte porque incluso de venir directos tardarían demasiadas horas. Hay que ir.
Cierro ambos brazos sobre mi cuerpo tratando de, de una forma tonta, sostener mis pulmones. No sé lo que me pasa pero es como si estuvieran cayendo o aplastándolos y el gesto de pegar los brazos a mi cintura me hace creer que los estoy sosteniendo. Puede ser algo mental más que otra cosa, pero me hace más fácil respirar.
—No creo que sea lo mejor.
—Josh —quiero romper a llorar aquí mismo, si sigo más tiempo en pie voy a terminar haciéndolo, aunque sentarme no es que sea mejor. Necesito que los asientos del próximo autobús sean reclinables porque si no estoy va a acabar muy mal para mí. Incluso respirar es una tortura continua, Josh también lo ha notado, pero si él no ha propuesto comprar algo para el dolor debe de ser porque no nos da el dinero. Bastante con tener algo para cambiarnos, porque he llegado a ir descalza al primer autobús y no sé cómo no me han echado de ahí. Ahora tengo unas viejas deportivas bastante rotas y de un par de tallas más que la mía—. No estoy segura de nada ahora mismo, ¿vale? Me cuesta pensar, pero incluso ahora sé que es mejor estar en otro país, allí habrá personas importantes y medios de comunicación en directo, por favor, confía en mí.
O en la parte de mí a la que se le ocurrió horas atrás cuando el dolor era mucho más leve y su mente trabajaba mejor.
Josh echa la cabeza hacia atrás, pero accede.
Diez minutos después estamos en el siguiente autobús, con tantos asientos vacíos que puedo hacerme con la zona de atrás para ir tumbada. En Santa Fe nos toca andar durante más de una hora hasta la zona alejada del aeropuerto donde nos había dicho Darren que estaría Mario. Teníamos la hora a la que él salía y hemos tenido que hacer lo imposible por llegar hasta él.
Ahora nos presentamos con la certeza de que, o nos llevará hasta Italia, o Christian ha decidido dejar a sus "mascotas" corretear para divertirse antes de atraparlas una segunda vez. Con el dolor que siento, deja de preocuparme que sea la segunda. Y así sigo, porque una vez en ese avión y sentados entre cajas, puedo jurar que sufro más de lo que he sufrido en años.
(...)
En cuanto a la consciencia no sé si es el dolor o el cansancio, pero paso poco tiempo del viaje despierta. Aunque, por la forma de mirarme de Josh desde una zona algo alejada, creo que ha tenido más efecto el dolor que otra cosa. Incluso recuerdo una parada, creo que era Alemania donde hemos tenido que esperar fuera, en el aeropuerto y donde por fin he podido ir al baño. De no ser por Josh, no hubiera podido ir y volver sola, apenas guardo demasiados recuerdos de esa parada, hay muchas lagunas hasta que tenemos que volver a meternos entre cajas y caigo dormida al momento. Esa vez con una pastilla que Josh me ha conseguido para el dolor. Sólo me ha podido decir que era bastante fuerte antes de que yo cayera por completo a su merced.
Esos pocos momentos consciente hacen que al despejarme después de llegar al fin a Italia se me haya hecho un tramo corto. Eso no quita los momentos en los que evitaba mirar a mi hermano para que no viera que no podía parar de llorar por culpa del dolor o por el miedo a que hubiera un momento donde ya no pudiera respirar más, porque me cuesta, más a cada minuto que pasa.
Si viajar en una mala postura es malo, hacerlo entre turbulencias y con el cuerpo destrozado es un infierno. Tengo que andar despacio en el tramo que tenemos que recorrer a pie desde el aeropuerto hasta la estación de taxis y, después, desde donde nos deja el taxi porque no nos da el dinero para más hasta el hotel.
Estoy temblando cuando llegamos.
Josh toma mi brazo como hacía en las galas porque sabe que es mejor no rozar mi costado de ninguna forma y tiene paciencia en lo que subo las malditas escaleras. Cuando le miro noto que su mirada está en mi sien y ahí recuerdo el golpe que me dieron. No había querido fijarme demasiado, por eso mantengo todo el tiempo mi pelo hacia adelante, pero después de que el dolor me hiciera terminar sudando en el avión el pelo ha sido lo último que me ha importado. Ahora vuelvo a echármelo hacia adelante al llegar hasta la puerta, no ayudaría que se viera.
—¿Crees que nos echarán a patadas nada más crucemos la puerta? —pregunto en busca de aliviar la tensión. Ninguno de nosotros quiere cruzar las puertas del hotel, ninguno quiere que todo siga. Por un momento habíamos encontrado seguridad entre la tensión, llegar aquí significa que todo va a seguir su curso, que seguimos en medio de una partida que no puede pararse, que estamos jugando por nuestras vidas.
—Rachel va a poner el grito en el cielo al ver las pintas que traes.
—Bueno, tú no eres quién para hablar —Verle sonreír, aunque sea por un instante, es como un milagro—. Siento haberte golpeado.
—Deberías, das fuerte.
—Perdí los papeles, no debería haberlo hecho. Todo esto me supera. —Al fin lo digo en voz alta y no sabía toda la falta que me hacía. Me supera. Es demasiado para mí. No tengo la capacidad como para llevar bien esto, lo intento, doy todo de mí e intento planear cada uno de mis pasos, pero Christian va siempre por delante. Me gana en conocimiento y no soy tan fuerte como para que deje de afectarme emocionalmente. Es como tratar de seguir respirando cuando alguien está manteniendo por la fuerza tu cabeza bajo el agua. Esa ansiedad, ese miedo, esa necesidad de salir cuando realmente no puedes hacerlo.
—Pues que no lo haga durante este fin de semana porque si no estamos jodidos.
¿Qué esperaba? ¿Palabras dulces que me tranquilizaran? No, él tiene razón. Esto no puede superarme simplemente porque si lo hace estamos muy jodidos. No puedo permitírmelo. Da igual cuánto me cueste. Aunque lo sepa, aunque sea lo que yo me decía a mí misma, hay algo en la respuesta de Josh que me hace bajar la mirada. Me habría gustado que él hubiera mostrado algo de tacto con eso, o que me hubiera dicho que estaba conmigo en esto. Lo está, sé que lo está, pero no me es suficiente saberlo.
—Estás muy pálida, mejor entramos antes de que tenga que llevarte yo. —Josh me saca de mis pensamientos una vez más. No me gusta la forma en la que sus palabras me decepcionan de nuevo. Sé cómo es él y sé todo lo que guarda detrás de cada expresión, pero, por muy egoísta que suene, sigo necesitando a mi hermano, su apoyo, sigo necesitando esa versión de él que no ha vuelto.
Josh y yo habíamos tratado de pasar inadvertidos por Estados Unidos, pero una vez entremos al hotel, todo cambiará, conozco bien estos eventos y los hoteles están cuidados al detalle. Son seleccionados y ellos saben lo importante que es la imagen que den, hay algunos que han llegado a dejar vacíos únicamente para las personas que asistiéramos al evento que hubiera. Suelen estudiarse cada nombre con semanas de antelación, conocerán nuestras caras. Probablemente ya hayan tenido algún detalle con nuestros padres para darles el pésame.
Trato de recomponerme lo mejor que puedo y suelto el brazo de mi hermano. Puedo estar mal, pero nadie tiene por qué saberlo, nunca tienes que mostrar tus cartas porque no sabes cómo las usarán. Puede que esto sea una tontería, que no sirva, pero a lo largo de la historia les han pasado cosas terribles a aquellos que mostraban debilidad, y estar herido lo es. Hasta que no tenga todo claro, no voy a dejar que se vea.
Echo a andar confiada hacia el interior del hotel. No bajo el ritmo, no me encojo lo más mínimo. Trato de distraerme fijándome en las luces, amarillentas, o en la gran cantidad de flores que decora el lugar. Han empezado con las decoraciones navideñas y tienen figuritas de cristal colgando de todas partes.
No hay demasiadas personas, deben de estar desayunando o todavía en sus habitaciones y, por la hora, el servicio estará también el el comedor. Así que cuando me acerco a la recepción ni siquiera hay alguien esperando ahí. Pulso el timbre antes de arrepentirme o empezar con las dudas. Desde el otro lado de la puerta a medio cerrar que hay detrás del mostrador, alguien grita.
—Un momento, per favore! —piden.
La puerta se abre y un chico jóven asoma la cabeza. No puede ser mucho mayor que nosotros, estará en sus veintipocos. Me recuerda un poco a Tanner. Tienen el mismo pelo, rizado y suficientemente largo como para que tengan que apartárselo de la cara aunque, el recepcionista, lo tiene echado hacia atrás. Se ha echado algo para mantenerlo recto, pero esos rizos, rebeldes, no han podido ser dominados por completo. No muestra reconocimiento al asomarse, pero no soy capaz de ignorar la forma en la que arruga la nariz, dudoso, al vernos. No creo que sea por la cara, más bien por la ropa que llevamos, y ya no quiero ni pensar en el físico. Con las personas que deben de estar llegando, nosotros parecemos unos vagabundos en comparación. Él se acerca al mostrador.
—Con cosa posso aiutarvi?* [¿En qué puedo ayudaros?] —pregunta. Mis escasas clases de italiano no ayudan demasiado y me giro hacia Josh como acto reflejo, tengo la manía de esas clases con Ethan en las que él siempre intervenía, hablando con fluidez, cada vez que yo no sabía algo. Sólo que ya no estoy con Ethan, y Josh sabe todavía menos italiano que yo—. Aspetta, voi due... non vi parlate italiano?* [Espera, ¿vosotros no habláis italiano?]
Debe de notar la cara que estoy poniendo y dar por hecho que no estamos entendiendo nada porque no tarda en cambiar el idioma.
—¿No Italiano?
Con eso suelto un suspiro de alivio. Es algo difícil entenderle, su acento nunca ha sido el más sencillo para interpretar, pero es más que suficiente. Niego.
—Nuestros padres se están quedando aquí, necesitamos el número de su habitación.
—Deve parlare più lentamente* [debe hablar más lento]. Parlare —repite, tratando de sacar la palabra en lo que hace gestos hacia sus labios. ¿Qué?—. Más despacio.
Oh, vale, eso lo entiendo.
—Nuestros padres. —No está entendiendo lo que digo por muy lento que lo pronuncie así que trato de hacer memoria, esto es lo más básico y lo primero que aprendí. ¿Cómo era?—. Nostra madre e nostra padre?* [nuestra madre y nuestra padre] Aquí. —Termino señalando nuestro alrededor esperando que me entienda. El chico asiente, pero todavía no sé si me ha entendido.
—Stavate cercando a vostri genitori?* [¿Estáis buscando a vuestros padres?] —No sé qué está diciendo, pero por la cara de sorprendido que pone parece creer que somos idiotas.
Apoyo el codo sobre el mármol y termino pasando la mano por mi frente desesperada. Tenía que haber atendido más en esas estúpidas clases.
—Aldrich —dice Josh.
El chico asiente y vuelve a lanzar el apellido como una pregunta. Josh suspira, suelta un par de maldiciones entredientes antes de señalar el ordenador que tiene más cerca. Da por hecho que el recepcionista entenderá que se está refiriendo a la información que tienen aquí, o a quiénes se registran. Repite el apellido señalando al ordenador, después señalándonos a nosotros. Lo hace dos veces.
El recepcionista se queda igual.
Mi hermano echa la cabeza hacia atrás.
—Joder, este tío es idiota.
—Josh. —Entiende que se trata de una reprimenda inmediata y me mira sin entender.
—¿Qué? No entiende nada de lo que digamos, ahora mismo puedo llamarle asesino que si le miro, mira lo que pasa. —Se gira hacia él, fingiendo explicarle algo mientras le pregunta si es un asesino con un tono de voz calmado. El recepcionista asiente sin entender. Josh se vuelve hacia mí—. ¿Ves? —Se vuelve hacia el chico—. Eres un idiota que ni siquiera entiende los gestos, ¿verdad? —Lo pregunta sonriendo y el recepcionista sonríe incómodo.
Le doy una colleja a mi hermano con más fuerza de la que había pretendido y él se lleva la mano a la cabeza al instante. Por un momento sus ojos bullen con ira y el recuerdo de meses atrás me congela, por suerte desaparece al instante.
—¿Acabas de pegarme? —me pregunta sorprendido—. ¿De nuevo?
Y pensar que hace dos minutos me había disculpado por lo mismo.
Nos quedamos mirándonos y sumergidos en una discusión tan absurda que no nos damos cuenta de la segunda persona que ha se ha acercado al recepcionista, no hasta que, tras un murmullo por su lado, alguien vuelve a hablar en nuestro idioma.
—¿Puedo ayudaros en algo?
Esa voz, con un acento casi desaparecido, me hace girar con rapidez, esperanzada. Nada más hacerlo el rostro de la mujer que está esperando junto al recepcionista se crispa. Se queda pálida, completamente sin habla al pasar la mirada entre mi hermano y yo.
Josh rompe a reír.
—¿Acabas de ver un fantasma? Porque, creeme, conocemos el sentimiento —dice divertido. Yo sólo quiero golpearle de nuevo por la forma en la que se está tomando todo esto.
—Es... sois... yo... ¿cómo...
Antes de que consiga estructurar una frase me acomodo frente al mostrador con mi mejor sonrisa. La mujer tarda en apartar la mirada de mi hermano, pero, en cuanto la tengo, aprovecho el momento para dejar caer con suavidad mi petición. Intento que se relaje un poco con una postura relajada y tono tranquilo por mi parte. Eso es algo que siempre me ha funcionado.
—¿Podría darnos el número de habitación de nuestros padres, por favor? Son Rachel y Henry Aldrich, pero nuestros móviles se han quedado sin batería y no podemos contactar con ellos.
Deben de reconocernos, estoy segura de que les mandaron estudiarse a cada huésped que tendrían durante este fin de semana, sabe que no estoy mintiendo.
—Yo... —Me sostiene la mirada unos segundos más. Con eso mueve un poco la cabeza, casi como si tuviera que sacar tantas cosas de su cabeza que tuviera que hacerlo literalmente. Sus manos son torpes cuando arranca un post-it para apuntar algo. Son tres números y se le cae antes de poder dármelo. Soy yo quien lo toma del suelo—. Es en el séptimo piso, tenéis el ascensor todo recto y, en las escaleras, a mano derecha. Os dejará cerca, lo tenéis señalizado, ¿queréis que les avise?
—No hace falta. —Me fijo en el nombre que hay en su placa y sonrío una vez más—. Grazie mille, Orazia.
—No hay de qué —responde de forma apenas audible.
Nada más nos giramos sus palabras se vuelven más rápidas junto al cambio de idioma que hace. Se queda hablando con el recepcionista y puedo adivinar sobre qué. Es un cotilleo jugoso, supongo.
Un cotilleo jugoso.
Ese pensamiento forma una dulce idea en mi cabeza y lo sé. Sé que tenemos que hacer para que todo esto funcione. Le dedico una sonrisa real a mi hermano porque esta vez estoy segura: tenemos una oportunidad, y una muy buena.
Estos niños planeando siempre, lo tenían ya todo pensado, pero... ¿qué se le ha ocurrido ahora a Emma? Ella llegando al hotel se ha quedado en modo:
La pobre no anda demasiado bien, por suerte ya la han entrenado para aguantar todo y más. ¡Gracias Rachel por haberle dado a tu hija una fuerza de voluntad de hierro!
Ahora sí, ¿una parada en Alemana? ¿Deportivas? Yo no digo nada, pero... ;)
Queda poquito para que termine, estoy emocionada jajaa [serán unos 47 capítulos]
¿Cómo creéis que les irá con sus padres?
¿Y, aparecerá Ethan por Italia? Porque no se le veía demasiado dispuesto... #SóloDigo
A todo esto, os recuerdo que tenéis un extra de Ethan & Emma en mi perfil de Instagram, os he dejado un enlace en mi biografía y estará disponible sólo hasta mañana por la noche [lunes]. Si no lo habéis leído, corred, que salen muy tiernos ahí jajaja ;)
¡Tened una semana fantástica!
— Lana 🐾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro