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Capítulo 38 [Parte I] - En la oscuridad

Antes de leer: va a parecer que hay incoherencias con el final del último capítulo y este, pero prometo que tengo calculado todo al detalle, confiad en mí y preparaos mentalmente para el capítulo ♥

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"Lo que pudo haber sido daña a muchos

pero lo que nunca podrá ser

nos daña a todos."

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Capítulo 38 [Parte I]: En la oscuridad.

Narra Ethan Lowell:


Saco el móvil y le hago una foto al cuadro del que Emma no parece querer saber nada. Parece inocente y todo ahí, todavía con esa curiosidad en la mirada que ha mantenido a lo largo de los años, pero hay algo diferente, ahí no muestra la frialdad de ahora. Parece enfadada, sí, pero también curiosa y feliz. Me pregunto cuándo terminó eso, porque a los doce, trece y quizás catorce años todavía podía distinguirlo. Era fácil, mientras que el resto de las personas de cada gala, subasta o reunión mantenían una pose dominante y examinaban la sala con falsas sonrisas, ella se movía de forma diferente.

Curioseaba. Emma siempre miraba al mundo como si se tratara de un rompecabezas que ella tenía que resolver, que quería resolver sin ayuda alguna. Pero, en algún momento que no puedo situar, eso desapareció y pasó a convertirse en la sombra de sus padres. Su carácter dio un vuelco y mi atención se perdió, se perdió durante el tiempo que creí que la conocía.

Guardo el móvil para seguirla, está esperando junto a la puerta abierta, notoriamente aburrida. No, no le ha gustado que los cuadros de su familia estén aquí colgados, menos que yo los haya visto. Y eso me hace sonreír.

Arrastro la maleta de mano conmigo, asegurándome de dejarle saber que los cuadros e imágenes enmarcadas me han parecido "entretenidas". Con ese comentario ella me empuja.

La puerta se cierra, podría decir que estoy sorprendido de ver su suite, de ver el amplio salón rodeado de amplias cristaleras y tonos blancos. O quizás lo más llamativo sea el piano de cola en medio del salón, o puede que las escaleras de caracol que suben a un segundo piso. Aunque, sorprendido, es lo único que no estoy. Son los Aldrich, la sorpresa hubiera llegado de ser una habitación que no parezca una casa completa.

—No sé tú, pero yo tengo hambre, ¿quieres pedir algo? —Emma lanza su bolsa sobre el sofá y se sienta al lado. Alcanza el teléfono plateado que hay sobre la mesilla y revisa los números que han dejado apuntados—. Puedes pedir lo que quieran que se encargarán de conseguirlo y traerlo, así que, ¿qué quieres?

—No tengo hambre.

—Elijo yo entonces. —Descuelga el teléfono, marca tres números y empieza a hablar. Mientras tanto sólo puedo moverme por la habitación, todavía algo incómodo desde que hemos salido de la mansión. No me ha hecho ninguna gracia encontrarnos con Christian, él no debería de estar aquí. Apareció el fin de semana anterior, Zac y Roy se cruzaron con él, y Christian no pasa por la ciudad más de una vez cada dos o tres meses. Menos todavía pisa la mansión, ese es el territorio de Colton y, por lo que me contó meses atrás, una zona que a Christian le parece tan "sucia" y "barriobajera" que nunca pisa. Él ya tiene los almacenes, vacíos ahora. ¿Por qué estaba ahí?

Emma aparece en la cocina abierta poco después, apoya las manos en el asa de la nevera y revisa lo que hay, únicamente algunos refrescos y botellas de agua. Cierra de nuevo.

—Te gustaba el sushi, ¿no? —pregunta.

—Sí.

—Genial, me sonaba que siempre te veía comerlo, pero no tenía ni idea de cuál te gustaba así que he dicho que pidan una de esas bandejas de un poco de todo que tiene cuarenta o así.

—¿Cuarenta?

—¿Qué? —Da un paso atrás—. ¿No acabo de decir que no sabía cuáles te gustaban? Alguno coincidirá bien, digo yo.

¿Acabo de ofenderla? ¿Cómo puede estar ofendida por algo así? No estoy seguro de si es por eso, pero hay algo que le ha hecho saltar a la defensiva. Niego, convencido de que nunca llegará el día en el que entienda lo que hay en su cabeza.

—Probablemente.

Mi respuesta, aunque haya sido con la mejor intención, parece únicamente empeorar las cosas. Me frustra. Ella actúa como si hubiera hecho algo mal, y, como un idiota, yo repaso todo lo que he dicho sólo para encontrarme con que ese hueco está vacío. Se gira y vuelve hacia los sofás. ¿Está enfadada?

Se sienta cruzando una pierna sobre la otra y apoyando el brazo en el respaldo del sofá. Conozco ese gesto, es una mezcla de cansancio ante el que no quiere ceder. Está cansada, pero su cabeza sigue dándole vueltas a algo. Suele hacerlo cuando bajaba al salón de la cabaña por las noches. Sola y creyendo que no me daba cuenta. Se pasaba horas despierta, pensando, dándole vueltas a cosas que no pronunciaba, y esta es una de las posturas en la que solía encontrarla.

Lo único que me queda es fingir que no he notado su forma de hablar segundos atrás y esperar que la molestia momentánea haya desaparecido. Para mi suerte, lo ha hecho, porque nada más paso frente a ella su voz vuelve a adoptar ese tono autoritario que utiliza cuando quiere ser escuchada.

Me dejo caer en una silla frente a ella a tiempo de ver cómo deja el brazo caer.

—¿Por qué estaba ahí? —pregunta, no estoy seguro de si para sí misma o para mí—. No es su estilo, no lo es, ¿verdad? Estabas sorprendido de ver a Christian ahí porque no suele estar, entonces, ¿por qué hoy? ¿por qué a esta hora? —Sus manos se mueve, gesticulando en exceso como si eso pudiera poner en orden sus pensamientos—. ¿Viste cómo actuaba? Era como si se tratara de un juego, tenía cada palabra medida, lo había pensado, debía de saber que íbamos y haberlo preparado. Estoy segura de que él sabía de que íbamos, que por eso apareció, pero, entonces, si lo planeó, ¿por qué dijo justamente eso? ¿Por qué quiso decírnoslo? —Puedo notar el momento exacto en el que ella sola llega a la conclusión. Sus ojos se abren un poco y su mirada cae sobre mí con la certeza—. Porque quería hacernos saber que la victoria era suya, quería asustarnos. —Su mirada pasa a estar cargada de dudas—. ¿De qué sirve asustar a alguien? ¿Qué podía ganar con eso?

Asimilo sus palabras y trato de pensar como ella, pero no me lo pone fácil. Nunca lo ha hecho y definitivamente eso es algo que me gusta de ella. Puedo no saber cómo funciona su mente, pero esa es mi parte preferida. Es un reto continuo.

—Cuando alguien está asustado se esfuerza menos, pierde la esperanza.

Emma ladea la cabeza y frunce el ceño, ese es el gesto más infantil que la he visto hacer y, al mismo tiempo, logra darle autoridad porque, cada vez que lo hace, es como si tratara de explicarle algo complejo a un niño, se pone por encima sin importar la delicadeza que emplee.

—No —murmura—. Nadie es más peligroso que alguien acorralado, sin esperanza te han encerrado. ¿Nunca has visto a un animal enjaulado? Christian sabía que íbamos, podía haber preparado algo, pero nos dejó ir, nos dio una salida para que no nos sintiéramos acorralados, eso debilita a las personas, eso... —Apoya dos dedos contra su sien.

—Eso no tiene sentido, Emma.

Me mira con puro aburrimiento e incredulidad.

—Está en el libro del Arte de la Guerra, empiezas a preocuparme, Ethan. ¿Tus padres no te han inculcado ni siquiera los clásicos? Pienso regalarte ese libro por navidad, esta conversación sería totalmente diferente si lo hubieras mirado. —Se pone en pie, sus pasos se vuelven lentos, rodea la zona, pensativa—. Cuando asustas a alguien, ¿qué hace?

Se me queda mirando, a la espera de una respuesta que ella ya conoce.

—¿Qué hace alguien cuando está asustado, Ethan? —repite.

—¿Armarse? —tanteo.

—Buscar refugio —corrige. Su tono de voz cae, rozando el silencio—. ¿Y qué mayor refugio que el hogar?

—¿Estás diciendo que...? —Lo corto ahí porque realmente estoy en duda. Mi idea va en que volvería a su casa, a que alguien podría haber ahí. Pero es algo tan obvio que dudo que sea lo mismo que ella ha pensado.

La preocupación la cubre y se queda inmóvil.

—Sabían que me estaba quedando en tu cabaña y, sin embargo, nunca entraron. Podían haber entrado, pero no lo hicieron. Era propiedad de tu familia y no querían meteros, tenían que hacerme salir de ahí. La mansión era demasiado pública. Si la fecha está bien, se estaban quedando sin tiempo y no creo que sean tontos, si me fui de mi casa no iba a volver, así que, ¿cuál iba a ser mi siguiente opción? ¿Dónde iba a sentirme como en casa? —Ríe con sequedad—. Todo esto para que nos hayan dirigido como a animales.

—Ellos no podían saberlo.

—Claro que podían. Requiere tiempo, pero es fácil prever a las personas, más cuando incluye instintos primitivos. Han puesto la red y hemos ido directos. —Con eso da una mirada rápida a la habitación y suelta un suspiro. Incómodo, también lo hago. Siento esa mirada en mi nuca, esa sensación de estar siendo observado que han dejado sus palabras.

A veces envidio cómo piensa, otras, como ahora, me aterrorizan por completo las conclusiones a las que llega.

—Es sólo una hipótesis —sigue diciendo—, pero quizás sería buena idea ir a otro lugar. Sólo por si acaso.

—Sólo por si acaso —repito, pero tengo tantas ganas de salir de aquí que en un pestañeo ya tengo mi maleta de mano de nuevo agarrada.

Emma agarra su bolsa para echársela al hombro.

Antes de llegar a la puerta cierra su mano sobre la mía.

—Ya es malo meter a una familia con medios como la mía, no se arriesgarán a tocar también a la tuya. No te alejes.

—Sólo tenías que decir que querías tomarme la mano —le guiño un ojo y lo que recibo es esa rápida reprimenda que tan bien se le da. Una mala mirada tan típica en ella con la mayor parte de las frases que pronuncio.

Cierro mis dedos sobre los suyos, no tiene que pedírmelo dos veces.

No la suelto hasta llegar a recepción donde, la chica de antes, sale de detrás de la mesa para acercarse a nosotros.

—La comida llegará en cinco minutos más, ¿ha habido algún problema?

—Ninguno —responde Emma, su mirada cae en la puerta, puedo jurar que está pensando sobre la poca luz que hay—. Queríamos un coche.

Por un momento estoy confuso, ya no sólo porque ya tenemos uno, sino por la forma en la que lo pide. Luego recuerdo que esto es suyo y esa parte encaja, pero, ¿por qué pedir otro coche si tenemos el mío?

—Claro, ¿para cuándo lo queríais?

—Ahora. —Emma le dedica una sonrisa y deja su bolsa en el suelo, esperando.

—Ahora aviso, lo tendréis en la puerta en dos minutos.

—Gracias.

Emma suelta mi mano, busca algo en sus bolsillos y termina con la cartera en mano. Saca algo de dinero, una buena cifra, que deja sobre el mármol para que la recepcionista lo tome. Ella sonríe agradecida al verlo, termina la llamada y lo toma con duda.

—Es muy generosa —dice la recepcionista todavía sin poder creérselo. Doscientos dólares, ¿quién lleva tanto dinero en la cartera? Eso me hace pensar que Emma había debido de prever algo así. No sé qué es lo que sabría o las ideas que tendría antes de ir a la mansión, no me lo ha dicho, pero había algo en su cabeza, estoy seguro. Al fin y al cabo, siempre lo hay. Quizás por eso me preocupe cuando se mantiene horas en silencio o encerrada, no es una buena señal porque nunca sé a lo que le está dando vueltas.

Emma es peligrosa. Es inteligente y tiene la cabeza fría. Es intimidante incluso, alguien como ella puede jugar con la vida de las personas, controlarla, como si fueran simples marionetas. Entiende el mundo de una forma que pocos lo hacen y lo ve moverse entre sus dedos a cada minuto que pasa. Las personas de su edad, de nuestra edad, tenemos otras cosas en la cabeza, más distracciones, le damos más atención a las amistades y a salir, a esa "libertad" recién descubierta. Ella ha usado su tiempo en estudiar, en aprender, en leer hasta poder comprender lo que otros ni se plantean. La he visto, siempre la he visto, con esos gruesos libros que traía a la cabaña y esos textos o planes que enviaba a sus padres. Su mente se ha adaptado para asimilar y analizar a gran velocidad. Ahora la veo ir siempre diez pasos por delante. Trato de alcanzarla, pero se me escapa cada una de las veces. Lo peor es todo lo que eso ha terminado por gustarme. Es un reto, mi reto, y mentiría si dijera que no me gusta porque, con ella, es como si mi mente buscara seguir sus pasos, superarla. Una carrera continua de la que disfruto en exceso.

Veo cómo Emma se apoya contra la mesa de recepción y, de forma descuidada, mira sus uñas. Veo una luz de fuera y recojo mi maleta y su bolsa.

—Voy metiendo esto —digo.

—¿Dejamos eso y esperamos a que traigan la comida para llevárnosla también? No mentía cuando decía que tenía hambre.

—Bien.

Emma sonríe, algo más relajada, pero todavía puedo notar cómo se tensa cuando levanto ambas bolsas. Su mirada se desvía hacia la puerta. La única razón por la que quiero ir antes es por si acaso, fuera hay poca luz y no sería buena una sorpresa. Aunque cuando bajo las escaleras únicamente me encuentro con el hombre que me da las llaves del coche gris que ha aparcado frente a la puerta.

Meto las cosas en el maletero y me obligo a darle una propina al hombre. Con eso cierro de nuevo el coche, veo al hombre irse y doy una mirada alrededor para comprobar que todo esté en su sitio. Siento que me estoy volviendo paranoico con todo esto.

Vuelvo al interior del hotel donde la recepcionista está de nuevo en su puesto y me hace un gesto nada más entrar.

—La comida estará en un par de minutos, ¿la queréis aquí o en la habitación?

—Aquí. —¿Por qué la querríamos en la habitación si estamos ambos aquí? Solo que, como me doy cuenta justo en ese momento, no estamos los dos aquí. Giro sobre mi cuerpo como si en cualquier momento Emma fuera aparecer detrás de mí—. ¿Dónde está? ¿Y Emma?

—Ha salido justo después de ti —responde la mujer.

—¿Qué?

Ella señala la puerta.

—Te ha seguido —explica.

—No. No, ella no ha ido fuera.

—La he visto salir —insiste.

—No estaba fuera.

No sé quién está más confuso, si ella, a quien dejan de negarle lo obvio, o yo, que estoy convencido de que nadie ha llegado a salir. Lo hubiera visto, estoy seguro de que si ella hubiera venido detrás me hubiera dado cuenta.

Tenso, junto las manos sobre la mesa.

—¿Tenéis cámaras de seguridad aquí?

Me dice que no puedo ver las grabaciones. Lo hace en un primer momento.

Esa es la primera ficha. Porque luego todo termina cayendo.

Un hombre del equipo de seguridad aparece en lo que discutimos, alarmado, y corre al exterior. Diez minutos después, las autoridades están aquí. Veinte después salen los primeros comentarios, las primeras preguntas, las primeras aclaraciones.

Sí, desde la sala donde vigilan a través de las cámaras de seguridad han visto algo.

Vieron cómo se llevaban a alguien de la puerta del hotel. Todo en menos de tres segundos, todo en silencio. Y me siento como un idiota al saber que todo pasó a pocos metros de mí, que no lo vi.

Está en las grabaciones.

En las grabaciones que a primera hora de la mañana ya están en todos los medios de comunicación conocidos. El bucle de tres segundos se repite en las noticias. El nombre y apellido de Emma brillan en cada titular.

"Emma Aldrich secuestrada", todos los titulares con más palabras añadiendo escasos cambios, pero todos con esas tres palabras metidas. La hija de los Aldrich. La hija de una gran familia como son los Aldrich, empresarios, multimillonarios. Ahora todas las miradas están puestas en ellos.

Y me estremezco a las once de la mañana cuando Rachel Aldrich sale en los medios para dar una rueda de prensa, para pedir que si alguien sabe algo que se lo haga saber, para poner sobre la mesa la certeza de que, sea cual sea la cifra, será pagada si les devuelven a su hija.

Emma se reiría de eso de estar aquí, lo vería como una burla, estoy seguro. Casi puedo jurar escucharla, apagaría la televisión y empezaría a quejarse, a señalar algún gesto que indicara que su madre está mintiendo. Pero ella no está aquí.

No, no lo está.

Y lo único en lo que puedo pensar el resto del día es en que es día de tormenta.

Igual que el domingo.

Igual que el lunes.

El martes vuelve a hacer sol, pero más que esperanza, trae un mensaje desolador. Uno que vuelve a los medios con más fuerza que el primero, uno que arrasa con todo a su paso incluido mis emociones, uno que me hace sentir que han arrancando la vida de mi persona por la fuerza.

Hay un único titular, un mismo titular rompiéndolo todo.

"Los hermanos Aldrich son encontrados muertos"


#PausaParaRespirar

Yo esperando vuestra reacción:

Sé que me conocéis y que, por tanto, habrá personas esperando a que diga que es una broma o algo así, pero no lo es. No esta vez:(

# Al fin hemos sabido todo lo que Ethan pensaba sobre Emma, ¿no es tierno?

Es una pena que ella nunca vaya a saber esto:(

#¿Qué os ha parecido que los padres de Josh & Emma dijeran que pagarían lo que hiciera falta? ¿Creéis que realmente darían todo por sus hijos si se queririera?

# ♥

Esto va a sonar cruel, pero... Al final, Emma y Josh han podido reencontrarse... </3

¡Un beso y nos leemos en el próximo capítulo de hoy!

— Lana 🐾

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