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Capítulo 28 - Porque a veces no hay finales felices


Capítulo veintiocho: Porque a veces no hay finales felices.


Tiro de mi labio una y otra vez, recordando el beso de horas atrás que todavía sigue tan fresco en mi memoria. Todavía puedo sentir la presión contra mis labios. Eso está manteniendo mi cabeza completamente despejada a las tres y media de la mañana.

    Sé que tengo que dormir, pero no consigo hacerlo.

    Ha sido un día lleno de emociones, una noche larga. Y, aunque cada uno ha seguido con su camino a los pocos minutos, sé, por la forma de Ethan de sonreír ladeadamente al pasar el pulgar por su barbilla, que no ha sido algo que va a dejar pasar. Claro que él no ha sido el único que ha tomado parte en ese beso, pero con todo me he quedado demasiado desequilibrada como para haber podido formar una respuesta antes de que él me dedicase un "Buenas noches" y se fuera escaleras arriba.

    Me quedé ahí de pie sin saber bien qué hacer. Mi corazón ha tardado horas en volver a un pulso normal aunque vuelve a acelerarse cada vez que pienso en ello. Paso las manos sobre mi pelo antes de volver a girar sobre el colchón. Necesito dejar de pensar.

    Si tan sólo no se hubiera sentido tan bien quizás podría olvidarlo, dejarlo ir, pero, ¿cómo dejar ir algo así?

    No sé si ha sido por el momento, porque estábamos cansados o porque Ethan lleva más decaído desde el martes y no lo ha pensado, pero mi cuerpo está rogando por aceptar cualquier cosa que él quiera ofrecer. Siempre que sea algo.

    Me está volviendo loca, es justo como cuando éramos niños.

    Suelto un cansado suspiro, deseosa de ponerme a gritar. Él ha conseguido lo que pocas personas: meterse en mi cabeza. No sólo eso sino que se ha hecho un hueco ahí y no quiere salir. Debería sentir algo muy diferente, cuando llegué ni siquiera era capaz de tener una conversación cordial con él y, ahora, ¿qué? ¿dos semanas? Algo así. En dos semanas es todo lo contrario a lo que fue en un principio.

    Extrañamente incluso las ganas de golpearle se han ido, ahora creo que una parte de mí le entiende. Todavía hay algo de lo que quiero hablar con él, y es que hablar de Josh puede ser muy doloroso, sobre todo por cómo cayó, pero quiero, por primera vez, conocer otra versión.

    Consigo dormirme pasadas las cuatro, aun así me despierto antes de que suene la alarma. No sabría decir qué me despierta, pero en un pestañeo mi mente está completamente despejada y mis oídos alcanzan a escuchar esas alejadas voces.

Aparto las mantas y deslizo los pies hasta el frío suelo de madera, los pantalones grises que uso para dormir rozan el suelo con cada uno de mis pasos y la camiseta de tirantes no ayuda a prevenir del frío. Saco un jersey de lana grueso que ponerme antes de seguir el sonido de esas voces.

No puedo parar la intensidad con la que mi corazón late, ese mal presentimiento pegado a cada paso que doy. Paso una mano sobre mi rostro como si eso fuera a borrar las preocupaciones, a arrastrarlas con el gesto fuera de mi mente. Claro está, no lo hace.

    —Está en los periódicos, Ethan, ¿qué otra puta prueba necesitas? ¿Que te manden su cabeza con un jodido lazo?

    ¿Ese es Roy?

    Le escucho al llegar a las escaleras, junto a un gruñido en aumento por parte de Fenrir. No debe de haberle gustado el tono de voz de Roy, por una vez coincido en algo con ese perro.

    —Han pasado días y todo lo que nos dijeron ha resultado ser cierto, es hora de terminar con esto —sigue Roy.

    Me asomo al salón, con el pelo cayendo en cascada sobre mi rostro y bastante agotamiento encima. Cierro bien el jersey al entrar. La madera cruje bajo mis pies, al momento tengo la mirada de ambos puesta sobre mí.

    Antes de poder hacer algún comentario, Roy se vuelve hacia Ethan.

    —Si no lo haces tú, tendré que decírselo yo.

    Ethan le devuelve la mirada y no me hace falta que esté dirigido a mí como para distinguir ese recelo y advertencia que hay en ella. Roy lo ignora con facilidad.

    —No sé si es porque estoy algo dormida, pero, ¿estáis refiriéndonos a mí o puedo ir a desayunar tranquilamente?

    "Puedes ir a desayunar" responde Ethan a tiempo que Roy suelta un seco: "Es sobre ti".

    La escena me es familiar, tanto que no puedo evitar romper a reír. Me recuerda a Zac. ¿No fue así después de todo? Zac queriendo decirme algo y Ethan más bien evitándolo. Niego, con eso me aparto del marco.

    —¿Es ahora cuando me dices que también somos familia? Porque a este paso vamosa  tener una entretenida cena las próximas navidades.

    —No. —La negación de Ethan llega con una intranquilidad impropia de él y directa a su amigo. Roy ni siquiera vacila.

    —Josh no va a volver, Emma —dice.

    Me cruzo de brazos.

    —Ya, vale.

    Con eso hago mi camino lo más lejos de él para ir a por algo de desayunar. Tenía que haberlo visto venir. Es Roy y yo he interrumpido su conversación así que claro que iba a salir con algo que buscase hacerme daño. Probablemente ahora diga que se ha ido porque quería alejarse de mí, creo que esas fueron las palabras exactas de Cole cuando me paró por el pasillo del instituto el otro día.

    Saco la botella de agua de la nevera para servirme un poco. Mi garganta está más seca que de costumbre.

    Hay un murmullo detrás de mí que termina cuando vuelvo a mirarles y Roy abre la boca de nuevo.

— Emma, él —Haberme llamado por mi nombre debería haber sido advertencia suficiente como para dejar de escuchar—. Josh está muerto.

El vaso se desliza entre mis dedos por culpa de la humedad. La rabia me invade al ver los cristales sobre la encimera. Mi sangre hierve.

    —¿Cómo te atreves? —Mis pasos son rápidos y ahogo las ganas de agarrar uno de los cuchillos que hay a mi lado—. Sabía que eras un completo capullo, pero no que podías ser tan cruel. Vuelve a decir algo así para hacerme daño y te juro que te hundo la vida.

    Siento las ganas de clavar mis uñas en su piel, o quizás en sus ojos. Quiero dañarle, dañarle hasta que termine gritando. Ya sea física o psicológicamente. Ha cruzado un límite. Su humor, aunque algo fuera de mi entendimiento, nunca antes había sido tan oscuro.

    Roy recoge un periódico que había tirado en el suelo y lo lanza hacia mí. Me doy cuenta de la forma tan notoria en la que mis manos están temblando cuando lo miro. Las páginas ya han sido movidas y está doblado para que sea vea una noticia.

    "Se halla un cadáver en el estanque..."

    Salto al subtitular antes de terminar con el titular.

    "El cadáver de un adolescente aparece en el estanque..."

    Mis ojos buscan frases sueltas en el texto que me ayuden a entender. La entradilla no me aclara mucho y busco, con el corazón acelerado, alguna indicación.

    "Las autoridades no han desvelado la identidad..." "Joven, de aproximadamente diecisiete o dieciocho años..." "Chico de pelo castaño..." "Sin ninguna desaparición en el último mes que concuerde con su descripción"

    Cierro las manos sobre el papel.

    —No es él —digo. Arrugo el periódico entre mis manos para darle más énfasis a mis palabras y lo lanzo al sofá—. No es Josh.

    —El martes nos dijeron que eso es lo que le había pasado y, hoy, publican esto, dudo que sea una coincidencia, princesita.

    Niego, esta vez buscando apoyo en Ethan.

    —No puedes estar creyéndote esto, ¿verdad? —Ethan no responde, algo que apaga mi esperanza y a la vez me cabrea todavía más. Es mi hermano, mi mellizo, si le hubiera pasado algo yo lo notaría. Estoy segura de que lo sabría. No, él es listo, además—. No sé qué pretendes ganar con esto, Roy, pero no esperes que me trague esta sarta de mentiras.

    —Emma —llama Ethan con suavidad.

    Mis manos siguen temblando, incluso mi voz.

    —¡Está mintiendo! —Necesito que Ethan lo crea también, ¿es que no lo ve? ¿Cómo no puede verlo? Roy sólo quiere hacerme daño, estoy segura de que se ha inventado esto, de que ha traído ese periódico porque sabía que podía inventarse algo dañino de ahí. Así es él.

    —Ha muerto, fin de la historia —repite Roy.

    Esta vez me lanzo hacia él, queriendo arrancarle la piel a tirones. Con la más pura impotencia e ira atravesando mi cuerpo. Ethan me para antes de llegar a Roy, asegura sus brazos alrededor de mi cintura y los mantiene ahí aun cuando le clavo mis uñas y tiro con la intención de hacer daño para que me suelte.

    Roy me devuelve una mirada de comprensión que sólo quiero borrar. ¿Por qué no se ríe? ¿Por qué no se burla? Sus siguientes palabras son peor que cualquier bofetada, porque parecen sinceras. Suaves y tranquilizadoras.

    —Sé lo que es que tu hermano desaparezca y que no pase un día sin que te preguntes dónde está o si está bien. Sé lo que es buscarle hasta que la culpabilidad te consuma. Y también sé que cuanto más tiempo pasa más deseas recibir la noticia de que ha muerto porque, aunque duela, es la única forma de conseguir al fin paz. Muchas veces la incertidumbre es la peor de las condenas, Emma.

    Con eso mi fuerza desaparece.

    Roy desvía la mirada hacia Ethan.

    —Deberías habérselo dicho desde un principio, Ethan.

    Se va.

    Sale de la cabaña con mi capacidad de respirar.   

    Jadeo en busca de aire, mis manos pierden el agarre sobre los brazos de Ethan y él me aprieta más contra su cuerpo para mantenerme en pie.

    —Lo siento —murmura contra mi pelo. Y así es como sé que ninguna mentira ha salido de los labios de Roy.

    Llevo las manos a mi cuello esperando encontrar ese collar que aprieta mi cuello, pero no hay nada ahí. Me estoy ahogando de tal forma que tengo que quitarse el jersey en busca de aire. Ethan trata de alcanzarme de nuevo un segundo después, pero de golpe ese gesto sólo me hace retroceder.

    El corazón me late con demasiada fuerza, tanta que duele, ¿es así como se siente un corazón rompiéndose? Golpeando contra tu pecho como si estuviera tratando de salir a través de tus costillas, de tu piel, como si estuviera demoliéndote desde dentro.

    —Emma —llama.

    Da un cauteloso paso hacia mí. ¿Lo ve? ¿Ve cómo el terror se refleja en mi mirada? El terror y la culpa. Él me llamó, tuve que haber hecho algo, tuve que haberle salvado cuando tuve oportunidad. Fue mi culpa.

    Mi culpa.

    Con su siguiente paso yo retrocedo hasta darme con la mesita de café contra la parte trasera de mis rodillas.

—¿Desde cuándo lo sabías? —pregunto tratando de organizar mis pensamientos. La culpa en él es más notoria que en mí. Traga saliva, tratando de acercarse con más lentitud cada vez que yo retrocedo. No puedo soportar el roce sobre mi piel ahora mismo, apenas puedo sentir espacio cuando lo único que hay sobre mí son finas telas.

Vacila, pero finalmente decide lanzarse con absoluta sinceridad.

—Desde el martes.

—¿El martes? —Han pasado tres días. Han pasado tres días en los que él... en los que él estaba más distante y callado. Ese fue el día en el que me quedé en mi casa, esa tarde que no dio señales de vida, ¿era por esto? ¿Lo supo y todo fue demasiado?

Pero se atrevió a actuar como si nada, se atrevió a decirme que todo iría bien. Todo lo que me dijo ayer consigue que mi rabia hierva todavía más. Ahora lo entiendo todo.

    —Ayer hablabas como si Josh no fuera a volver porque sabías que no iba a hacerlo, ¿cómo pudiste? ¿Cómo has podido ocultármelo?

    —No te lo oculté.

    —¿Y cómo le llamas a no decirme que mi hermano podía estar muerto? ¿A que podían...? —Cubro mi boca ante el horror de mis propias palabras. Ni siquiera espero llegar al sofá, me siento sobre la alfombra, agotada.

    Me pregunto si sólo será una pesadilla, si despertaré entre las mantas y sólo será otro momento como el que sufrí hace unos días. Pellizco con fuerza mi piel para dar con dolor y una marca rojiza.

    Ethan se acuclilla frente a mí pero en ningún momento trata de alcanzarme, esta vez me permite tener distancia.

    —El martes un amigo de Christian que le debía un favor a Roy nos dijo que Colton llevaba semanas detrás de Josh, que la noche del lunes le encontraron. Josh les quitó algo y al no conseguirlo de vuelta, se deshicieron de él. Nos dijo que le habían disparado y que dejaron su cuerpo en un estanque. Si no te lo dije es porque no quería preocuparte, aunque ese chico no ganara nada mintiendo, no podíamos estar seguros y, si no era él y te había dicho esto, habrías sufrido por nada.

    Apoyo las manos sobre mis rodillas y descanso ahí mi barbilla, sin fuerza.

    —Entonces no me lo digas —pido, como si todavía pudiera mantener eso, como si ignorarlo fuera a borrarlo todo.

    —Lo siento, Emma, no puedo hacer eso.

—Por favor —ruego en un susurro.

    Ethan se sienta a mi lado y lo primero que hace es pasar un brazo sobre mis hombros para apoyarme contra él. Su brazo se cierra con fuerza, casi como si estuviera tratando de mantenerme en una sola pieza.

    —¿Cómo he podido hacerle esto? —pregunto, más para mí misma, pero Ethan responde de todas formas.

    —Tú no has hecho nada, Emma.

    —Ese es el problema. Podía haberle ayudado, podía haber hecho algo, pero le he fallado. Le he fallado de nuevo. No soy una buena hermana, no soy una buena persona.

    —Emma, para.

    —¿Quién deja que maten a su hermano, Ethan? ¿Qué clase de monstruo permite eso? —Las ideas se amontonan en mi cabeza. Mi estómago se revuelve, siento repulsión hacia mí misma.

    —No eres un monstruo —se apresura a decir, con más fuerza esta vez. Pero mis palabras no cesan, la idea está demasiado clara en mi cabeza. Hay un único culpable en todo esto y el cartel grita mi nombre.

    —Él me llamó. Me llamó hace unas semanas y me relajé. Tenía que haber insistido más, tenía que haber insistido en que me dijera donde estaba, tenía que haber movido cielo y tierra por él. Tenía... tenía que haber avisado a la policía. O, dios mío, ¿por qué no les dije nada? Él estaría vivo si yo tan sólo hubiera dicho algo. Dejé que pasara.

    Ethan se ha acuclillado de nuevo, con una mano sobre mi hombro y la otra sobre mi mejilla en busca de atención. Me llama, una y otra vez, pero no puedo parar de hablar. Sólo tengo una cosa clara; debía ser yo quien terminara entre rejas porque soy quien le ha matado. Le maté, indirectamente, al no avisar a la policía, al no hacer uso de contactos y del dinero de mi familia para dar con él, al ser tan orgullosa como para creer que podría hacerlo por mi cuenta.

—Emma, por favor, mírame. —Consigue mi atención cuando vuelvo a respirar. El aire quema mis pulmones, las lágrimas abrasan mis mejillas—. Eso es —sigue al notar que lo está consiguiendo. Coloca ambas manos sobre mis mejillas, acunándome con suavidad en lo que mantiene mi mirada fija en él—. Nada de esto, y repito, nada, es culpa tuya, ¿queda claro? Has hecho todo lo que has podido y más.

    —No, la policía...

    —Christian compró a muchos de ellos hace tiempo, avisarles sólo hubiera conseguido una diana en tu espalda.

    Niego.

    —Mis padres, ellos podrían.

    —¿Podrían qué? ¿Haber iniciado una búsqueda? —Sus pulgares buscan borrar las lágrimas, aunque no puedo hacer que dejen de caer, ni siquiera las siento, no sé cuándo he empezado a llorar—. Incluso de haberle encontrado, los tres hermanos tenían su mirada en él, tiene demasiado bien montada su vida, demasiados hilos de los que tirar. No sólo hubieran terminado con tu hermano sino con toda tu familia.

    Sollozo de nuevo, odiando el alivio que está tratando de ofrecerme.

    —Me llamó —repito, como si ese hecho pudiera explicarle que el fallo fue mío. En lugar de eso encuentro esa suavidad que tan pocas veces muestra. Esa preocupación cuando me sostiene la mirada.

    —Te dije que le importabas sin importar todo lo que pasó entre vosotros —es su respuesta.   

Él me suelta cuando vuelvo a esconder el rostro contra mis rodillas.

"Cuando sea mayor, ¿me llevarás en avión?" Josh sonrió hacia mí, su cabeza levantándose para mirar hacia el cielo. Su sueño era ser piloto, el sueño de un Josh de doce años "Te llevaré en mi primer viaje" Prometió. Y ahora, esa promesa morirá en el olvido.

La mano de Ethan se apoya contra mi espalda, deslizándose por ella trazando pequeñas formas en busca de regalarme tranquilidad.

"No quiero estar sola" Mi yo de catorce años juntó sus manos en un gesto nervioso, Josh pasó una de sus manos entre las mías para tomar una de ellas. "Nunca te dejaré sola, por muy pesada que seas eres mi melliza"

Pero lo ha hecho. Me dejó sola.

    Todavía puedo verle entre mis recuerdos con una claridad tal que me preocupa. Con sus ojos de un tono ligeramente más oscuro que los míos y ese pelo castaño que tantas veces se ha negado a cortar.

    Le recuerdo la mañana en la que se fue, ya hace cuatro semanas. Un mes. Un mes sin él cerca, un mes para asimilar su marcha y acostumbrarme a su ausencia. Pero nada podía haberme preparado para esto, para este dolor y vacío que se ha abierto paso hasta mi interior como afiladas garras.

    Podía haberle dicho tantas cosas, pude haber tratado de arreglar las cosas con él tantas veces durante estos meses que no haberlo hecho es sólo una cuchilla más atravesando mi corazón. Y, cuando llamó. De haber sabido que sería la última vez en la que hablaríamos le hubiera dicho algo más. Hubiera dejado de preguntar sólo para decirle que, para mí, siempre será mi hermano mayor. El hermano que me protegía de niña y que se aseguraba de que estuviera bien. El que me cuidaba hasta de mis propios demonios.

    Le diría que le quiero, aunque quizás eso es algo que ya supiera aunque haya tiempo que parecía haber olvidado. Le explicaría el daño que me hacía la distancia que ha estado poniendo entre ambos y, aunque hubo temporadas en las que traté de desentenderme por completo de él, de ignorar que tenía un hermano, siempre volvía a él. Siempre volvería.

    Le quiero, muchísimo. Es mi familia, la única que he sentido como tal y la persona más cercana que he llegado a tener. Claro que le quiero.

    Y ojalá pudiera decírselo, ojalá pudiera decirle una última frase, o verle una vez más. Ver su sonrisa por última vez, tener un último recuerdo feliz de él.

    Sólo verle una vez más.

Yo nunca te voy a dejar sola enana. Eres mi hermana.

Sus palabras vienen a mi mente con tanta intensidad que creo poder escucharle en esta sala. Si cierro los ojos puedo imaginar que está frente a mí, que es recuerdo no es sólo una despedida, una que busca aliviar el peso de mi corazón.

    Porque a veces no hay finales felices.

    A veces no todo va a terminar como queremos y las pérdidas acompañan nuestros días, muchas veces tenemos que aprender cómo lidiar con las despedidas para dejar de cargarlas como a nuestros propios demonios.

    Pero mientras tanto sólo puedo llorar.

Lloro hasta que mi cabeza duele y no me queda nada más en lo que pensar.

Lloro hasta que todas y cada una de las promesas que me hizo Josh encuentran su muerte.

Lloro hasta que culparme por no haber podido evitarlo es lo único que encuentro.

Y Ethan permanece a mi lado ese tiempo, sosteniéndome. No habla, ni siquiera se atreve a decir que todo estará bien porque sabe que no es así. Entiende tan bien como yo que algo así no ayudará esta vez. Ninguna palabra podrá hacerme borrar el dolor que la noticia ha dejado en mí.

No soy capaz de afrontarlo.

Porque todavía necesito a mi hermano mayor, y dudo que haya un día en el que pueda olvidarle o estar dispuesta a dejarle ir. A dejar su recuerdo ir.


¿Alguien ha llorado? ¡Manitas arriba!

Pienso de Roy que:

¿Qué será de Emma de aquí en adelante?

¿Cómo os sentiríais si vuestro hermano/a (primo/a o amigo/a cercano en caso de no tener hermanos) muriera? A mi se me caería el mundo encima si perdiera a mi hermano:(

Os confesaré que tenía escrito un capítulo muy dulce, pero se me hacía demasiado... empalagoso como para seguir por ahí, así que he decidido adelantar un poco el drama.  Lo que me recuerda que hay algo que os tengo que decir: hay cambios entre las versiones [creo que ya lo habéis notado], y es mejor mentalizarse porque, a veces, hay que aprender a decir adiós.

A todo esto mañana trataré de actualizar de nuevo, pero no prometo nada *guiño**guiño*

Os quiero ღ

—Lana 🐾

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